La Serpiente Del Nilo.

By Our_Sapphic_Secret

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Atrapadas en un tramo de la historia, viviendo una fantasía de amor con otro aspecto y con otra mente. Largas... More

Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VII
Capítulo VI
Capítulo VIII
Capítulo IX
Capítulo X
Capítulo XI
Capítulo XII
Capítulo XIII
Capítulo XIV
Capítulo XV
Capítulo XVI
Capítulo XVII
Capítulo XVIII
Capítulo XIX
Capítulo XX
Capítulo XXI
Capítulo XXII
Capítulo XXIII
Capítulo XXIV
Capítulo XXV
Capítulo XXVII (Final)
Epílogo

Capítulo XXVI

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By Our_Sapphic_Secret

El día en que Emma Swan abandono su vida, no inicio exactamente de la manera en que ella creería que comenzaría el fin de su felicidad, había un sol oculto por las nubes de hecho, demarcando un clima tranquilo de inicio de invierno, probablemente llovería dentro de poco, por lo que la reina había decidido regresar temprano a casa para preparar una cena reconfortante, una mera sorpresa para su esposa y su hijo. Fue al supermercado primero y consiguió lo necesario para una lasaña, además de un buen vino y algo de helado de chocolate para Henry, condujo después hasta la mansión tarareando una canción que la rubia le había dedicado en su aniversario pasado, realmente estaba de un buen ánimo y todo era debido a que, no había sido hasta ahora tan realmente feliz como lo era en ese momento. Al llegar, aparco las Mercedes en el garaje y llevo consigo todo lo que había comprado, caminando con una alegre sonrisa hasta el mesón de la cocina, donde descargo todo de sus brazos y procuro ocuparse del correo en la sala, antes de comenzar con su quehacer nocturno.

No había nada importante en esa ocasión, solo algunas facturas y cartas de la escuela de Henry, como cualquier otro día, sin embargo, el sonido de la llave en movimiento en la cerradura de la entrada, distrajo su atención, pues solo había dos personas con una copia de su casa y ambas debían estar en sus asuntos a esa hora. Aun así, la voz inconfundible de Emma se escuchó poco después, quizás la rubia también había tenido la misma idea que ella, de llegar temprano para preparar una sorpresa familiar, eso hizo a la morena alegrarse rápidamente, ahora podrían hacerlo juntas y pasar algo de tiempo a solas antes de que Henry apareciera, cosa que la morena disfrutaba en demasía, por lo que, sin perder tiempo, se recostó sobre el sofá fingiendo estar dormida, para que Emma pudiera hacer su entrada al estilo del príncipe azul, y darle un beso para despertarla de su sueño encantado y vivir felices para siempre, burlándose de los eufemismos de los cuentos de hadas, que habían envuelto sus vidas desde que se unieron como la reina malvada y la salvadora, como una mujer que amaba a otra.

Pero ese beso nunca la alcanzo, debido a que lo único que impregno su cuento fue una terrible y desgastada discusión, había alguien más allí con Emma, alguien cuya voz no podía reconocer, pero que afirmaba una y otra vez que amaba a la rubia con todo su ser, ¿acaso era una broma de mal gusto?, su esposa había traído una discusión amorosa con otra mujer a las puertas de su casa, y lo peor del asunto, era que la Sheriff buscaba por todos los medios disponibles en convencer a esa mujer que se calmara porque todo estaría bien. Algo que hizo a la reina apretar aún más sus puños, manteniendo sus ojos cerrados, mientras escuchaba a la rubia caminar dentro de la casa, de forma desesperada, hasta que se detuvo de golpe justo frente a donde la morena fingía dormir, ¿la estaba mirando?, no podía saberlo sin delatarse, pero el hecho de que el vaivén de desespero que había sentido segundos antes cesara, le daba esa señal.

Aun así, la morena permaneció impasible y dormida a la completa expectativa, nada más que a la espera de un comentario o un acto de la rubia, que llego unos segundos después, cuando sintió como Emma se acomodaba a su lado en aquel sillón, y le acariciaba poco a poco, con esmerada lentitud los mechones negros de cabello, en un acto tan delicado y lleno de tristeza que no parecía provenir de la mujer que solo podía describir como alocada y alegre. ¿Qué era lo que estaba pasando en la cabeza de la salvadora?, se lo cuestionaba con firmeza, a pesar de ello, no se movió, estaba inmersa en aquel silencio y en aquella caricia, hasta que la misma rubia lo interrumpo con un discurso puramente devastador.

-Eres todo para mí, Regina. - inicio con una voz algo apagada. - siempre lo has sido, y sé que en ocasiones te molesta lo infantil que soy, pero nunca me has dejado sola en ningún momento de nuestra vida juntas, siempre te amé por eso, y por el hecho de que confías en mí, incluso cuando las cosas parecen salir muy mal.

La reina no podía verla, pero las lágrimas que derramaba la rubia alcanzaban a humedecer la blusa delgada de la morena, realmente no sabía cuándo fue la última ocasión en la que la rubia había llorado de ese modo, menos, cuando había sido la última ocasión en la que escucho a esa mujer decir palabras tan dolorosamente románticas, probablemente porque era algo que nunca había pasado. Y eso fue suficiente para que la reina quisiera abrir sus ojos y abrazarla con firmeza, pero el escándalo que provocaba la tercera en discordia, enviando al suelo sus preciosos jarrones de la entrada mientras vociferaba con ira, parecía atraer nuevamente la atención de su adorada esposa, haciéndola acelerar su discurso amoroso.

-Lamento tener que hacer esto, pero si algo llegara a salir mal no podría perdonarme nunca, el no haberte confiado esto. - concluyo la rubia llevando la mano a su pecho. - eres la única persona a la que podría darle mi corazón, Te amo Regina, recuérdalo por favor.

Y con un ligero gemido, aparto el corazón en su pecho, y lo deposito en las manos cálidas de la morena, dejándole después un casto beso en la frente, antes de abandonar la sala siguiendo los pasos de aquella mujer eufórica en ira, dejando a la reina a solas, contemplando con algo más que espasmos el corazón bañado en brillo rojizo de Emma Swan. A nadie más que a ella, se lo había entregado, a ella quien en algún momento de su vida represento todo el mal y todo el odio en el bosque encantado, era ahora la dueña del corazón de la salvadora, la que representaba la felicidad de todos a quienes conocía y mucho más. Simplemente era algo que le tomo algo de trabajo asimilar, de hecho, no fue hasta que Henry apareció con una sonrisa en su rostro y su mochila en el hombro, que no salió de su espasmo auto infringido.

- ¿Mama, que es eso? - interrogo el joven señalando con su dedo, el órgano en la mano de la reina. - ¿acaso es el corazón de mi ...?

-Si lo es. - interrumpió la morena ocultando sus lágrimas. - ella me lo entrego, porque confiaba en mí, Henry, ella confía en mi realmente, y me ama de una forma casi irracional.

Después de todo, esa era la forma en la que las cosas suceden con respecto al amor, solo irracionalidad de un extremo a otro, ahora lo podía entender, la reina malvada había hecho hasta lo imposible por recuperar a su amor perdido, llevándose a sí misma a un punto más que irracional, a un punto donde ya no podía recordar nada más que esa sonrisa dorada de ojos verdes, pero ahora podía recordarlo todo, no solo el dolor que la había llevado a cometer el peor error de su vida, sino el manifiesto de amor verdadero que la rubia había tenido antes de fallecer, lo único probablemente, que ahora la mantenía de pie en medio de esa tormenta de nieve, que la empujaba cada vez más lejos de su hogar.

Había regresado a Storybrooke tan solo unas horas antes, pero el camino de regreso a la mansión se le hizo tan lejano y tortuoso que los recuerdos la golpearon de forma inevitable, a medida que sus manos se congelaban y su rostro adquiría esa quemadura tan característica del frio invernal, llenando su cabello grisáceo con copos de nieve, pero no iba a detenerse, ahora que la magia del señor del averno se había disipado de su cuerpo por completo, apartando sus miedos y sus falsos recuerdos de desesperanza al no poder traer a su amada de regreso. Debía avanzar, aun cuando no tuviera consigo la magia necesaria para llegar a su destino, sus pies tenían más determinación a cumplir con su cometido, de una forma u de otra, avanzaría, repitiendo en voz baja su mantra de valor, "Ella me ama y confía en mi", en medio de la tormenta, hasta que finalmente se encontró con la caricia de la luz de la calle principal.

Algo que la hizo sonreír de la forma más tonta imaginable, a medida que continuaba avanzando, atravesando casas y personas, que la miraban como si solo fuese un espectro a mitad de la noche y murmuraban de forma inaudible cuestionamientos sobre su estado mental como era de esperarse, después de todo, los años no habían trascurrido en vano y su ausencia en aquel mundo, debió ser una gran incógnita. Aun así, eso poco le importaba, ella tenía un objetivo en mente, uno que debía alcanzar a toda costa, aunque le costara la vida, gracias a una hipotermia desmedida que azotaba sus huesos. Algo que hubiera sucedido sin duda alguna, de no ser porque, una mirada de amistad muy familiar se cernía en su ayuda, sosteniéndola de un momento a otro, sujetándola por la cintura a medida que colocaba el brazo de la reina alrededor de sus hombros, ayudándola a no caer al suelo.

-Tardaste en volver. - comento la mujer lobo, con una sonrisa algo forzada. - demonios Regina, por un momento creí que realmente no volvería a verte.

-No tengo tanta suerte. - respondió la morena con algo de dificultad. - por favor Ruby, necesito regresar a la mansión, necesito encontrar a Henry y el corazón de Emma.

-Henry esta con sus abuelos. - comento la pelinegra, deteniendo el paso. - no debes preocuparte por ello, al regresar decidió que lo mejor sería quedarse allí, aunque sea un hombre ahora no lo hace más fuerte ante los recuerdos de la mansión, pero, debes detenerte ahora, sea lo que sea que estés buscando no lo encontraras si mueres en el proceso.

-No lo entiendes Ruby, debo llegar hasta su corazón. - continuo la reina apartándose de su amiga, avanzando nuevamente en su camino. - ella confiaba en mí, y yo me deje seducir por él, para olvidarla, para que no pudiera ver que estaba por engañarme.

- ¿Por él? - interrogo la mujer lobo, levantando sus manos en impotencia. - ¿acaso te estas escuchando Regina?, ¿piensas que el señor del averno te sigue a todos lados, solo porque te desea?

-Él no me desea únicamente a mí. - inquirió la reina, sofocando el aire frio de sus pulmones. - todo esto siempre fue por el poder que nunca ha poseído, el poder del amor verdadero. Si logra poner sus manos sobre el corazón de Emma, no quiero imaginar lo que podría suceder.

"Tampoco yo", susurro la mujer lobo como respuesta al miedo de la reina, dejando escapar de su vista a la figura cansada de su amiga, la que sabía que no podría detener aunque quisiera hacerlo, mientras llevaba su teléfono al oído, buscando contactar con las únicas personas consientes de todo lo que sucedida, una ayuda más que necesaria para la situación, que se acercaba, deseando que el valor de la reina fuese el necesario para alcanzar su objetivo, antes de que fuera irremediablemente tarde, para todos allí. Incluyendo por su puesto, a la misma reina, que seguía a paso cansado por las calles, contando las pisadas y las respiraciones, hasta que finalmente se hayo en la entrada de su propia casa, la que seguía intacta a pesar del tiempo que había trascurrido desde su huida a su dulce sueño de amor.

Abrió la puerta poco después, dejándose prácticamente caer sobre una de las paredes, en forma de apoyo, logrando así, mantenerse de pie, lo suficiente como para recobrarse y continuar a la sala, la que para su sorpresa, tenía la chimenea encendida con ardientes brazas a las que prácticamente se lanzó en búsqueda de calor, colocando sus manos sobre el fuego recobrando algo de movimiento en sus manos cansadas y purpuras, aliviando un poco el dolor, al menos lo suficiente como para posar la mirada a su alrededor y percatarse además de que había una taza de chocolate caliente reposando sobre la mesa a poca distancia de la morena, algo tan íntimo y personal que parecía el gesto de un amante interesado.

-Adelante puedes beberlo. - interrumpió la voz del señor del averno quien, hacia presencia, reposando sobre uno de los sillones más cómodos. - no te hará ningún daño, al contrario, te ayudará.

- ¿Cómo es que sigues aquí? - gruño la morena, buscando ponerse de pie para enfrentar a aquel ser tan despreciable a sus ojos. - la ilusión termino, se lo que hiciste o lo que planeabas hacer. Ya no puedes hacer nada más que pueda lastimarme.

-Regina, mi intención nunca fue hacerte daño. - continúo llevándose su propia taza de chocolate a los labios, dejando una ligera mancha sobre sus labios, dándole una apariencia aún más angelical. - solo quiero un poco de eso que tu posees, eso que te hace tan deseable para el mundo.

- ¿Por eso hiciste que asesinaran a Emma? - grito con desdén. - ¿por eso buscaste engañarme creyendo que podría tenerla de regreso conmigo? ¡Respóndeme!, cobarde, sé que todo fue por ella, querías su corazón, pero no lograste que fuera débil, aun cuando tenía miedo, ella siguió firme al amor que representa.

-Puede que sí, puede que no. - concluyo, acercándose hasta estar a solo centímetros de la reina. - pero, de algo estoy seguro, si quieres continuar con tu vida, junto con tu hijo y todos tus preciados recuerdos, debes entregarme el corazón de la salvadora, solo así podrás estar libre de mí, de lo contrario, seré siempre aquello que te atormente de una forma u de otra.

Y como si la amenaza no hiciera mayor peso, el señor del averno, cambio todo su aspecto, modificando cada parte de sí mismo, hasta que, frente a la mirada atónita de Regina, solo quedo la sonrisa pretenciosa de Octavia, con las manos aun manchadas en la sangre de Emma, sosteniendo el cuchillo que le había quitado la vida, burlándose nuevamente de su dolor, como si no le importase el daño que había causado a todos a su alrededor. Eso era algo que la reina no podía soportar, así que, apretó su mano en un puño, y golpeo el rostro de la castaña con todas sus fuerzas, causándose más dolor a si misma que a la otra mujer, pero eso no la detuvo, de insistir en su cometido de vengarse y apartar esa sonrisa pretenciosa, sin embargo, a medida que sus golpes perdían fuerza, la figura frente a ella, solo cambiaba cada vez más, viendo a todas las personas a las que alguna vez desprecio y amo ante sus ojos.

Primero Octavia, luego Cora, Daniel, Gold, Maléfica y finalmente a sí misma, la única persona que sin importar cuanto odiase no podía olvidar, a la reina malvada que se reía a carcajadas a medida que ella retrocedía haciéndose cada vez más pequeña y temerosa. Había perdido toda su fuerza, toda su esperanza, y en esta ocasión no habría salvadora que la rescatase como un hermoso príncipe azul, ese demonio tenía razón, no había forma de escapar de él, no había forma de apartar sus instintos oscuros y todo el daño que había hecho, su destino era sucumbir ante él, tarde o temprano.

-Regina. - continuo el señor del averno, usando esta vez el rostro y la voz de Emma. - ya no tienes por qué seguir luchando, estas cansada lo sé, has llegado tan lejos solo para encontrarte conmigo nuevamente y lo harás.

La morena no pudo evitar volver su vista ante esa voz tan seductora y entrañable, perdiéndose por un instante en esa mirada de esmeraldas brillantes, lanzándose a sus brazos con suplica, aferrándose cuanto fuera posible a esos brazos firmes cubiertos siempre por esa chaqueta roja, dejándose acariciar el cabello poco después en una contemplación de mero consuelo, como si fuese la misma Emma la que la estuviera acunando, en una escena tan encantadora que sirvió para que, Ruby, Elsa y Anna, quienes hacían una aparición tardía, se detuvieran de lleno, creyendo que la salvadora había regresado de la muerte, en la mera contemplación de un milagro o solo un acto verdaderamente vil.

-Esto no puede ser. - exclamó Elsa con algo más que sorpresa. - ella está aquí, pero su cuerpo, estaba en la cripta de hielo, ¿Cómo es posible?

-No es ella. - recalco Ruby, reconociendo el olor al instante del ser que abrazaba a la morena. - Regina, debes apartarte en este momento, solo es un engaño.

Pero la morena no podía oír la advertencia de su amiga, estaba tan cansada realmente de todo aquello, que sentir esos brazos a su alrededor era un consuelo del que no quería desprenderse por más que no fuese real, hasta el toque sobre su piel era idéntico al de Emma, ¿Cómo podía no ser débil ante esa tentación?, por supuesto no podía, y esa debilidad todos la entendían, pero, muchas veces solo eso hace falta para caer torpemente, algo que el señor del averno aprovecho en su ventaja, levantando su mano para enviar a las tres invitadas fuera de aquella sala con el mínimo esfuerzo, cerrando todas las puertas de un tirón, asegurándose que la única voz que la reina pudiese oír, fuese la suya.

-Regina, sé que quieres que me quede contigo por siempre. - comenzó a hablar el ser, apartándose del lado de la reina con una fingida tristeza. - pero no puedo hacerlo, si no tengo un corazón.

-No, por favor no me dejes de nuevo. - clamo la reina, tratando se aferrarse a la rubia. - tienes un corazón, siempre lo has tenido, uno hermoso y lleno de cariño.
(Y todo eso, gracias a ti)

-Entrégamelo entonces Regina y podemos estar juntas por siempre. - concluyo el señor del averno, haciendo que sus ojos verdes brillaran aún más. - solas tu y yo, como siempre debió ser, sin más dolor, sin más sufrimiento.

- ¿Puedes prometerlo Emma? - interrogo la morena, acercando su mano al pecho. - prométeme que todo estará bien a partir de ahora, aunque no sea cierto.
(Lo prometo mi amor, confía en mí, esto es lo correcto)

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