Luz de luciérnaga © (WTC #1)...

By ZelaBrambille

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Novela publicada por Nova Casa Editorial, puedes encontrar "Luz de luciérnaga" en librerías de España y Améri... More

Luz de luciérnaga ©
¡¡LUZ DE LUCIÉRNAGA TIENE EDITORIAL!!
¿Dónde puedes comprarlo?
Prefacio (corregido por la editorial)
Capítulo 01 (corregido por la editorial)
Capítulo 01 | Memorias felices y dolorosas II
Capítulo 02 | Recuerdos de graduación
Capítulo 02 | Fiesta de cumpleaños II
Capítulo 03 | Reto
Capítulo 04 | Resignación
Capítulo 05 | Buenas noches
Capítulo 06 | Nuestros meñiques
Capítulo 07 | Cobardía
Capítulo 08 | Olvidada
Capítulo 09 | No es un problema
Capítulo 10 | Hermosa realidad
Capítulo 11 | Paciencia
Capítulo 12 | Olor a suelo
Capítulo 13 | Desbordante pasión
Capítulo 14 | Secretos desconocidos
Capítulo 15 | Miel contra azul
Segunda parte | Morimos
Capítulo 16 | Entre flores y mentiras
Capítulo 17 | El umbral de la tempestad
Capítulo 18 | Los ladrillos de mi pared
Capítulo 19 | Alma abierta
Capítulo 20 | La caída al infierno
Capítulo 21 | Un poco más abajo
Capítulo 22 | Morimos juntos
Capítulo 23 | Golpe doloroso
Capítulo 25 | Gritos convertidos en truenos
Capítulo 26 | Respirar lejanía
Capítulo 27 | Renacer en tus brazos
TRILOGÍA "Wings to change"

Capítulo 24 | Locura

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By ZelaBrambille


Me dieron de alta tres días después, estaba acomodándome la ropa en el bañito de la habitación, mientras repetía en mi memoria las conversaciones que David y yo habíamos tenido días antes.

Aún seguía sin poder creer que esas dos locas habían ideado ese plan tan estúpido. Lo único con lo que no estaba de acuerdo era que a Dave se le había ocurrido renunciar a sus ambiciones más preciadas. Yo sabía que era el sueño de su vida estudiar abogacía, no me agradaba que solo por un tropiezo en el camino se diera por vencido. Sin embargo, por más que le rogué que volviera a considerar sus decisiones, dijo que renunciaría al despacho y que buscaría otras carreras que fueran más afines con sus creencias y a su carácter.

Yo estaba en contra, él era genial siendo abogado, yo había sido testigo de su pasión. A pesar de que se lo había repetido muchas veces a lo largo de la semana, tan solo me hizo callar con besos y me dijo con seriedad que no lo iba a convencer de cambiar lo que había decidido.

Afortunadamente no habíamos tenido noticias de Richard, de Amanda o de mi madre. Leila sí que se había pasado al hospital, cuando entró, David se apresuró a sacarla, pero le pedí que nos dejara solas. Lo hizo mirándome con reproche, gracias al cielo Leila solo quería disculparse por haber sido tan imprudente. Creo que era una chica enamorada, tanto que no había meditado sus actos, tal vez su prima sabía manipularla, eso también había influido.

—He estado una vida enamorada de él, él ha estado una vida enamorado de mí. Lamento que eso te haya lastimado, de verdad lo siento —le dije porque de verdad me sentía mal. Recordé aquellas ocasiones en las que creía que David no me quería de esa forma y, ciertamente, me mataba, así que pude entenderla solo un poco, pues yo jamás habría golpeado a Dave.

—Eres una buena persona, ahora entiendo por qué David te adora —susurró con una sonrisa triste, sorprendiéndome, y se encaminó a la salida. Al abrir la puerta pude visualizar a David de pie en el umbral como un guardián—. Ten cuidado, Carly.

Dijo antes de salir, mi frente se arrugó ya que no entendía por qué tenía que tener cuidado, pero D entró en ese momento y me distrajo. Ese día también le dieron los resultados de los estudios a Dave, al parecer el golpe no había sido tan grave, ya se sentía mejor, reposar a mi lado le había servido para que el dolor de cabeza disminuyera.

Me miré en el espejo y recorrí con las yemas de mis dedos los dos pozos oscuros que había en la parte baja de mis ojos, creando una especie de máscara. Seguía más delgada de lo normal, a pesar que de que me habían dado suero e infinidad de vitaminas y cosas para mi bienestar, según decían los doctores. Mis labios estaban partidos y mi cabello era una mata revuelta.

Intenté arreglar el desastre que era mi apariencia, y aunque logré controlar mi melena, seguía luciendo desmejorada.

Escuché desde el interior del baño que la puerta de mi cuarto fue abierta, luego una serie de pisadas que se detuvieron en algún lugar. Creí que era Dave, así que no le presté demasiada importancia, continué con lo mío hasta que me sentí cómoda.

Dos cosas las tenía claras: no quería ver a mi madre y no quería ver a Richard.

Salí con una sonrisa enorme que se borró en cuanto vi a la persona sentada en el filo de la camilla. Mis rodillas fallaron, instintivamente me eché hacia atrás, Richard ni se inmutó.

—¿Está David por aquí? —preguntó evitando mi mirada, así que fruncí el ceño.

—¡¿Qué mierdas estás haciendo aquí?! ¡Lárgate! ¡No quiero verte! —La rabia salió de mí como una explosión, le grité que se largara, que lo quería lejos. Empecé a alterarme, en cierto modo tenía pánico de que él y mi madre me obligaran a hacer algo que yo no quería, a casarme con él.

No se movió ni hizo el amago de hacer lo que le pedía, por lo que en un ataque de histeria comencé a golpearlo. Unos brazos rodearon mi cintura y me alzaron con facilidad, a pesar de lo brusco del movimiento, se las arregló para moverme con delicadeza. Me colocó detrás de su cuerpo, creando una barrera casi impenetrable entre el hombre al que no deseaba ver bajo ninguna circunstancia y yo. Me hizo hacia atrás con su mano y tomó a Richard de la camisa con agresividad después de asegurarse de que estaba segura, le susurró amenazas que no logré distinguir. Hablaban con el timbre tan bajo que ni esforzándome pude captar lo que se decían.

El rubio le respondió, y justo cuando pensé que David le rompería la cara, lo soltó como si fuera fuego. Ambos se miraron de forma penetrante, diciéndose en secreto algo que no supe interpretar. Richard salió sin mirarme, Dave giró y me vislumbró con los ojos desubicados, espantados.

Me quedé quieta, contemplando la escena con confusión.

—Ahora vuelvo, luciérnaga, por favor no te muevas —me pidió a lo que asentí.

Lo esperé unos minutos, sin embargo, me desesperé y me preocupé cuando vi que no aparecía. Sintiéndome como una niña curiosa, me asomé cautelosa, y los vi. Ambos estaban en el fondo de pasillo, Richard hablaba muy rápido, pero no parecía una discusión, más bien lo veía mortificado, sus ojos parecían preocupados, quizá con miedo. Y Dave estaba blanco como una hoja, su cara larga no me daba buena espina; pensé que fuera lo que fuera que Richard le estaba diciendo, debía de ser algo muy malo como para que él luciera como si quisiera vomitar. Era extraño que no estuviera intentando asesinarlo, David no podía tenerlo cerca por más de medio minuto.

Su vista se encontró con la mía, sus párpados se adhirieron a su frente por el asombro. Se quedó un rato más, pero ya sin prestar mucha atención porque no dejaba de mirarme con fijeza, al menos eso fue lo que supuse. Fue tanta su insistencia que el rubio volteó la cabeza, así se percató de que era testigo de su plática. Richard palmeó el hombro de Dave antes de marcharse, eso fue lo más raro de todo.

David caminó de regreso, una vez que estuvo frente a mí me enfundó en un abrazo tan fuerte que mis brazos fueron a rodearlo también.

—¿Qué quería? —cuestioné ansiosa. Él se mantuvo impávido y silencioso, iba a preguntar de nuevo, pero su voz me interrumpió.

—Solo decirme que ya no te va a molestar, al parecer encontró a otra chica —dijo como respuesta, así que fruncí el ceño debido a la confusión. ¿Así de sencillo? ¿Después de que había ido a mi habitación a amenazarme? ¿Ahora había cambiado de opinión? Seguro era otra artimaña para que nos descuidáramos y así poder atacar. Todo era desconcertante, sí, Richard nunca fue la mejor pareja de todas, pero tampoco era un loco que obligaba a las chicas a casarse con él. Todo era sospechoso, la actitud que David estaba tomando no me calmó en absoluto.

—¿Y por qué lucías tan preocupado? —indagué sin darme aún por vencida, ahí sí reaccionó envarando la espalda.

—Tenía miedo de perder el control y romperle los dientes —emitió intentando parecer juguetón, no obstante, su broma sonó algo forzada.

—¿Seguro? —insistí.

—Sí, cariño, seguro —respondió rápidamente y, a pesar de que sonaba convencido, no le creí ni la mitad de su respuesta.

Decidí no indagar más, él me contaría todo a su debido tiempo. Así que solamente hundí mi nariz en su pecho y me apreté todo lo que pude a él. Había extrañado mi cueva, mi sombrilla.

* * *

Se recostó en la cama que había sido mía a lo largo de mi adolescencia, en donde habíamos reído, llorado e incluso la besé una vez sin que ella se diera cuenta pues había tomado demasiado alcohol como para hacerlo o ser consciente de lo que hacía.

Habíamos decidido pasar unos días en casa de mis padres.

Estaba mejor a como la había encontrado ese día en su cama, pero seguía sin ser ella misma. La encontraba a veces, mientras cepillaba su cabello, mirando a la nada y peinándose sin saber en realidad qué estaba haciendo. Otras ocasiones acariciaba fotografías o miraba hacia su casa y se le escaba una lágrima traicionera. Cuando dormíamos se aferraba a mi cuerpo como si intentara escapar de algo, como si temiera hundirse; yo la aferraba de vuelta porque me dolía mirarla temerosa, dolorida, apagada, sin su brillo de siempre.

Me coloqué junto a ella y dejé que me rodeara con sus brazos, entretanto me dispuse a jugar con su cabello y a acariciar su hombro.

Mi camisa comenzó a mojarse, el silencio fue interrumpido por sus sollozos, se me arrugó el corazón cuando me di cuenta de que estaba llorando.

—No pude despedirme de papá, D —susurró con la voz ronca—. No alcancé a llegar a tiempo, no pude decirle adiós.

Un nudo... No, una bola se formó en la base de mi garganta haciendo que soltara un jadeo. Ella no había podido despedirse por culpa mía, por buscarme, por preocuparse por mí.

—¿Sabes? No necesitas tocar a alguien para despedirte, estoy seguro de que, si le susurras en este momento o el día que estés lista para dejarlo ir, él te va a escuchar y a reconfortar tu alma de algún modo. Steven te amaba, Carly, te adoraba, no te va a dejar sola, solo es cuestión de que sepas interpretar las señales que te da.

—Lo voy a extrañar —murmuró sorbiendo por la nariz y apretando mi camisa en puños.

—No tienes por qué hacerlo, lo llevas dentro de ti —finalicé, no volvió a abrir la boca. Su respiración fue calmándose y su mano posó relajada sobre mi pecho, señal de que se había quedado dormida.

Fue entonces que mi cabeza empezó a torturarse de nuevo con lo que Richard me había contado horas antes, quería creer que era una cruel mentira por su parte, pero sabía que no podía ser posible, que algo siempre me había olido mal y que tal vez esa era la razón.

Con una paciencia infinita me deshice de una Carly que dormitaba con un semblante de tranquilidad en el rostro, no quería despertarla y que se percatara de lo que iba a hacer. No le había dicho nada aún y, si todo resultaba cierto, no sabía cómo mierdas iba a superarlo. Lo único que me tranquilizaba era que iba a estar a su lado para levantarla, sería sus alas si caía al vacío.

Tampoco les había dicho nada a mis padres porque temía que se metieran en mis planes, necesitaba encontrar algo, cualquier cosa. Por lo que le dije a mi madre que solo iría por algunos objetos personales de Carlene a la casa de al lado. Su frente se arrugó, pero asintió resignada.

Me preparé mentalmente antes de salir.

Ginger se encontraba ahí, ya que tanto el auto de Carly como el de ella estaban estacionados en la cochera, la casa lucía solitaria con cierto aire tenebroso; más bien se veía abandonada. Después de todo, Ginger era la obsesionada con el jardín, por lo regular pasaba horas y horas regando y sembrando plantas, pero ahora todo lucía descuidado, casi embrujado.

Esperaba que la mujer se encontrara borracha todavía, que no se diera cuenta de que entraría y rebuscaría entre sus pertenencias.

Me detuve en la puerta y recordé que la última vez que había estado ahí, había cerrado sin llave. Intenté, giré el pomo y solté el aire contenido en mis pulmones cuando este giró sin obstáculo alguno.

La puerta se abrió.

Me quedé pasmado en el umbral de la entrada, vislumbrando el caos que había en el sitio. Parecía como si una estampida de ladrones hubiera entrado y estropeado cada rincón. Los vidrios de los cuadros estaban esparcidos en la alfombra, los muebles estaban volcados, decenas de botellas vacías de vino se encontraban regadas en el suelo; era un desastre.

Ginger se encontraba en el sillón con los párpados cerrados y una botella en una de sus manos, su cabeza reposaba en el respaldo del sofá. Jamás la había visto desaliñada, parecía una pordiosera.

No me atreví siquiera a respirar, cerré la puerta lo más despacio que pude y, midiendo mis pasos, me dirigí hacia la oficina donde Steven solía trabajar. Una vez adentro, me aseguré de poner el seguro, y aun en silencio, empecé a buscar por todas partes.

Necesitaba encontrar ese dichoso sobre amarillo, necesitaba encontrar los papeles de la póliza de vida de Steven, necesitaba con urgencia encontrar las pruebas que Richard creía que había.

A Richard le había parecido bien aliarse con Ginger para lograr sus propósitos. Palace no quería a Carly, ni siquiera había pensado en ella cuando le dijeron que debía casarse para heredar la fortuna de su abuelo. Por algún motivo, Ginger se había enterado y le había ofrecido a su hija desde mucho antes de que Steven muriera. Él le daría dinero, era un intercambio, pensó que sería algo sencillo pues Carlene siempre había sido una sumisa frente a su madre.

Organizaron toda la porquería para separarnos, él había contactado a Amanda ofreciéndole dinero, pero ella lo había hecho más por venganza hacia mí. Dijo que siempre le había parecido sospechosa la muerte repentina de Steven, que había sido extraño que ocurriera en el momento justo, pero que no le había tomado importancia pues no le convenía. Después, un día, Ginger había soltado un par de bombas mientras tomaba vino compulsivamente.

Mencionó la existencia de un sobre amarillo que contenía una póliza que estaba bajo su poder, de lo feliz que se encontraba sin su marido, y de cómo se había arrepentido de no haber hecho que su esposo firmara algunos documentos. Richard estaba demasiado alterado como para formular una oración decente, había repetido las cosas una y otra vez mientras me lo contaba, estaba asustado, y ¿cómo no estarlo?

No quería adelantarme a sacar conclusiones ya que eran demasiado perturbadoras, solo quería encontrar los jodidos papeles.

Busqué en el librero, en los cajones del escritorio, la pequeña caja fuerte, sin embargo, no encontré nada fuera de lo común. Me senté decepcionado en la silla giratoria y lancé un suspiro, me quebré la cabeza pensando en dónde Steven podría haber dejado lo que estaba buscando. Pero entonces caí en cuenta de que Ginger, seguramente, había puesto el jodido sobre amarillo en otro lugar.

Salí de ahí y, después de asegurarme de que Ginger seguía en la misma posición, subí las escaleras para llegar a la planta alta. Entré a su habitación dando un portazo ya sin importarme si hacía ruido o no. Saqué todos los cajones de los muebles, moví el colchón hasta que estuve seguro que no estaba ahí, abrí el armario y esculqué en todas las cajas y las separaciones que había, busqué entre la ropa, pero no encontré nada.

Luego se me ocurrió algo retorcido.

Apresurado me dirigí a la habitación de Carlene e hice exactamente lo mismo, rebusqué entre sus cajones y sus cosas, debajo del colchón, entre su ropa; en cualquier lugar que creyera fuera un posible escondite. Me arrodillé, vi algo extraño y fuera de lo común: una bolsa negra que no había estado ahí antes o, más bien, nunca la había visto.

Cuando la abrí casi salté de la alegría, había un sobre amarillo, no obstante, toda mi euforia acabó en segundos. En el interior también había unos discos compactos, lo que más me desconcertó fue que decía el nombre completo de Carly y una serie de fechas del pasado, si hacía cálculos apuntaban a cuando teníamos doce o trece. No eran fotos o videos familiares puesto que Steven se encargaba de grabar los eventos y siempre los guardaba en la computadora, no hacía discos y los escondía en una bolsa negra de forma misteriosa.

Me levanté, decidido a marcharme y ver todo el contenido con detenimiento en mi casa, pero la puerta rechinó haciendo que los poros de mi piel se erizaran. Maldije entre dientes y enfrenté a quien fuera que estuviera ahí, aunque el olor a alcohol la delató antes de que pudiera descubrirla.

Ginger se tambaleaba y murmuraba cosas para ella misma. Algo llamó mi atención y me alarmó, en sus manos no solo había una botella de vino, también había un cuchillo. A pesar de que lucía como que estaba perdida en otro mundo, tenía algo claro, me miraba con un odio que me heló la sangre.

—¡¡Te llevaste todo!! ¡¡Me arrebataste lo que era!! —vociferó atropelladamente, su rostro adquirió una tonalidad rojiza por el coraje—. ¡¡Te detesto!! ¡¡A ti y a esa pequeña perra!!

Dio un paso, yo di uno atrás, volvió a caminar y yo volví a retroceder.

Había algo raro en Ginger, su mirada no se mantenía fija en un punto, a pesar de que me miraba. Musitaba cosas al vacío, hacía gestos extraños, gesticulaba con exageración y blandía el cuchillo de un lado a otro como si estuviera peleando con alguien; no era la mujer con la que había convivido toda mi niñez.

El pánico me obligó a buscar una salida, sin embargo, estaba atrapado. En ese instante dudé seriamente de la salud mental de Ginger, algo grave le sucedía pues estaba alucinando.

Luego todo ocurrió demasiado rápido, en la lejanía se empezaron a escuchar sirenas de policías, un montón de ellas. Recuerdo que la madre de Carlene se quedó quieta y ladeó la cabeza como si intentara escuchar, después lanzó un grito y salió corriendo diciendo que iban por ella y la apartarían de nuevo del amor de su vida.

Los ecos se hicieron más intensos hasta que me di cuenta de que la policía estaba afuera de la casa de Carly. Un estallido se escuchó en la planta baja, cuando la puerta rebotó contra la pared supe que habían ingresado, entonces salí apresurado de la habitación.

Uno de los oficiales me estampó en la pared y comenzó a registrarme, me arrebataron el sobre y me dejaron libre cuando se aseguraron de que era inofensivo y les dije que residía en la casa contigua.

Necesitaba respirar porque no entendía qué hacía la policía, no quería aceptar que las teorías que me había creado en la cabeza eran ciertas. Mis padres estaban en el césped, mi madre sollozaba mientras mi padre la abrazaba. Mamá me obligó a colocarme a su lado, entretanto papá apretaba mi hombro, él estaba llorando también. ¿Ellos sabían lo que estaba sucediendo?

Los tres observamos cómo los policías zarandearon a Ginger y la colocaron de espaldas para apresar sus muñecas con unas esposas, entretanto se retorcía y gritaba un montón de incoherencias. Los vecinos salieron de sus hogares para mirar la escena, parecía un animal rabioso capaz de morder a alguien. Nunca fue dulce ni cariñosa, sin embargo, jamás la había visto comportarse así.

Sus ojos buscaban algo, pero se trabaron en mi madre, la reconoció porque por un momento se quedó quieta, su ceño se frunció aún más segundos después.

—¡¡Me robaste el rostro, infeliz!! —exclamó balanceándose hacia todas partes, mientras los oficiales intentaban controlarla. Todo aquello se lo gritaba a mamá, quien soltó un sollozo más ruidoso y escondió su rostro en el cuello de mi padre con dolor.

—¡¿Qué está pasando?! ¡¿Por qué la policía se está llevando a mi madre?! —Alcancé a escuchar en medio del alboroto el grito ahogado de Carlene. Rápidamente corrí antes de que se acercara a esa bestia, no permitiría que la lastimara, Ginger no se encontraba en un buen estado psicológico.

Carly intentó llegar hasta ella con lágrimas en los ojos y la respiración agitada. ¿Es que el mundo no se cansaba de joderla una y otra vez? ¿No había tenido suficiente que ahora le mandaba más mierda?

Mi padre comenzó a conversar con uno de los oficiales, no pude escuchar mucho ya que estaba concentrado en mantener a Carly de pie y estable, pero cuando leí sus labios pude entender una simple palabra que confirmó todas mis sospechas: asesinato.

Ginger había matado a Steven.


* * *

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