CURSED LINEAGE ยซthe witcherยป

By a-andromeda

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๐•ฎ๐–š๐–—๐–˜๐–Š๐–‰ ๐•ท๐–Ž๐–“๐–Š๐–†๐–Œ๐–Š | LINAJE MALDITO ยซ๐˜ข๐˜ฎ๐˜ข๐˜ณ ๐˜ญ๐˜ฐ ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜ฏ... More

CURSED LINEAGE
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
X
XI
XII
XIII
XIV
XV
XVI
XVII
XVIII
XIX
XX
XXI
XXII
XXIII
XXIV
XXV
XXVI
XXVII
XXVIII
XXIX
XXX
XXXI
XXXII
XXXIII
XXXIV
XXXV
XXXVI
XXXVII
XXXVIII
XXXIX
XL
XLI
XLII
XLIII
XLIV
XLV
XLVI
รREA GRรFICA
CONร“CELOS
AGRADECIMIENTOS

IX

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By a-andromeda

"Huye el rocío.
En ese mundo sucio
no hago yo nada.
"
—Kobayashi Issa.






                    Los últimos días habían sido una mezcla de obligaciones y encierro total por parte de los integrantes de la familia real.

Mientras que Pierstom y el rey estaban en serias y constantes reuniones sobre el inesperado ataque al miembro más joven de la familia, la reina parecía evitar con constancia a Margery, la cual a su vez se había limitado ahora a acompañar a Cirilla y cumplir con sus deberes como princesa. Lo último no era algo que ella necesariamente disfrutara hacer sin embargo, encontraba cierto placer en hacer todo lo contrario a lo que su madre le había pedido en un inicio, cuando se reunieron en los aposentos de la misma para discutir sobre los siguientes pasos de la pelirroja en La Corte.

La mayoría de su vida, ella se había tenido que ocultar para proteger a los demás, pero ahora también encontraba con increíble lástima hacia sí misma, que no había nadie más que Pierstom o Sarai en el castillo que cuidara de su corazón, o sentimientos y comodidad. Ni siquiera su propia madre o padre, cuya relación muchas veces resultaba nula.

Aceptar que ella y sus hermanos solo habían nacido para reforzar alianzas entre países le producía náuseas, aunque sabía que de todas maneras debía aceptarlo al final del día.

Entre tantas ocupaciones y planes, Margery apenas y había vuelto a ver a Geralt, aparte de las veces en que el brujo aparecía para asegurarse del bienestar de su hija. No obstante, su corazón no parecía querer tranquilizarse bajo ninguna circunstancia, mucho menos cuando alcanzaba a ver esos irises ámbares observarla desde la entrada de la biblioteca.

Todavía tenía ese pequeño deseo de encontrarse una vez más a solas con él, fantaseando con el imposible hecho de hacer algo más que mirarlo y ser mirada. Y tampoco era como si ella pudiera asegurar que existiera alguna clase de interés por parte de él, a pesar de que quería creer que así era, aún más cuando ella comenzaba a tener claro su propia inclinación hacia dicho hombre.

—¿En verdad Tom se tiene que casar? —Preguntó Ciri de repente desde su posición en la mesa, probando los nuevos carboncillos y plumas que Margery le había obsequiado.

La pregunta había sido inocente y curiosa, pero aun así, ese era un tema delicado para el hombre en cuestión. La princesa agradecía en su interior que él no se encontrara en esos momentos para escucharla. El pobre detestaba hablar sobre el tema y era un experto en voltear la dirección de la conversación cuando de ello se trataba.

La mujer se levantó de su puesto y se acercó un poco a mirar el pergamino sobre el que estaba dibujando la jovencita. Deseaba que ella misma pudiera estar haciendo eso, pero estaba ocupada con unos bordados y demás arreglos para las habitaciones de los posibles invitados al festín donde ella tendría que elegir su futuro esposo.

—Sí —contestó en un suspiro —. Primero llegarán los embajadores de su reino antes que ella.

—¿Y aun así se tiene que casar? —Volvió a preguntar Cirilla.

—¿Disculpa?

—Es bastante notorio su desagrado por ese matrimonio —comentó la niña, dejando los materiales a un lado para mirar a Margery —. Es entendible si no lo quiere, porque no está enamorado.

El corazón de la princesa pegó un vuelco ante la verdad de dichas palabras.

—Es... normal —trató de aligerar Margery —. No tener la posibilidad de elegir con quien estar es quizá una de las cosas más terribles del mundo, si me lo preguntas.

—¿Y tú sí te quieres casar?

Si la princesa era sincera consigo misma, le agradaba la abierta curiosidad de Ciri, pero en esos momentos estaba comenzando a incomodarle bastante.

Pero antes de tener que contestar algo que no deseaba hacer, las puertas de la biblioteca se abrieron y, si Margery antes no había estado agradecida con la presencia de Geralt de Rivia, en esos momentos sí que lo estaba. Y solo así, su corazón quiso empezar a latir con rapidez apenas su mirada fue a parar en el hombre.

—Princesa —saludó el brujo inclinando un poco la cabeza, luego dirigió sus ojos hacia la rubia —. Ciri, Jaskier te está esperando en las cocinas.

—¿Ahora? —Resopló la niña con desgano —. Estoy ocupada.

—Solo estás ahí sentada y de seguro la princesa tiene que atender otros asuntos, vamos —contestó, quitándole importancia al asunto.

La pelirroja asintió con suavidad y le regaló una tierna sonrisa a Cirilla, prometiéndole que después continuarían con sus actividades artísticas. La rubia, aceptando su partida, recogió sus objetos y se retiró de la biblioteca. Margery, esperando encontrarse sola pronto, volvió a tomar asiento y agarró entre sus manos enguantadas el encaje para continuar con su aburrida y desesperante labor, pero antes de reiniciar con el trabajo, sintió la presencia de Geralt más cerca de lo que esperaba.

Miró de reojo las botas negras que hacían juego con la armadura del brujo, antes de subir su cabeza para observarlo al rostro, una pregunta clara en las expresiones femeninas.

—¿Sucede algo? —Preguntó la princesa.

—Los monstruos que han estado rondando por el Bosque de las Sombras y sus límites son necrófagos —informó el hombre.

De cierta manera tenía un poco de sentido. Aquel bosque era espeso y mayormente oscuro, lo que facilitaba la desagradable caza de esas horribles criaturas, que solían realizar esas acciones más que todo en la noche y, con la protección del arbolado, quizá hasta tendrían la oportunidad de hacerlo a plena luz del día. Pero lo que había inquietado a Margery no era solo la nueva información compartida, sino el visaje de inestabilidad en el rostro del brujo.

—¿Hay algo más? —Habló después de haber notado que el hombre no continuó, temerosa de la respuesta que podría recibir.

—Parece ser que están siendo controlados porque no se han acercado a atacar ningún pueblo o villa.

La princesa abrió los ojos más de lo necesario.

—¿Acaso eso es posible?

Pero el silencio que le siguió a esa pregunta fue respuesta suficiente para los dos. No era como si controlar esas bestias fuera una imposibilidad, aunque tampoco era lo más sencillo de lograr. Lo que se podía recoger de todo eso al final, era que alguien estaba al corazón del bosque, una presencia de la cual nadie habría podido diferenciar ni notar, si no fuera por la vasta experiencia del brujo contratado por sus padres, y sus recientes descubrimientos y sospechas.

Margery no sabía si contentarse por el avance de la situación, o preocuparse mucho más por lo complicado que las cosas parecían querer volverse.

Ella misma conocía muy poco sobre los monstruos que habitaban la tierra, pero si de algo tenía conocimiento sobre los necrófagos era sobre su insaciable hambre de carne y que aparecían solo en lugares donde la pestilencia, la guerra y sobre todo la muerte, pintaban y decoraban las tierras en desagradables y destructores cuadros. Pero la princesa no tenía conocimiento de que en el Bosque de las Sombras hubiera sucedido algo así con anterioridad, hasta dudaba de que los reyes tuviera conocimiento sobre ello. Si los necrófagos hubiesen aparecido después de la batalla de Rhodasaea contra el reino de Alysion, habría sido quizás de esperarse, pero así no había sucedido y se encontraban en un lugar inesperado.

—Hay muchos misterios que rondan este mundo, princesa —habló Geralt después de un tiempo —. No es nuestro deber descubrirlos todos, excepto aquellos que nos conciernen. Primero tendré que deshacerme de las criaturas para poder llegar a la fuente, si es que en verdad existe alguna.

—Siempre he creído que donde hay veneno, también hay remedio —comentó Margery, agachando la mirada para pasar sus manos sobre la tela que descansaba sobre su regazo —. De seguro se encontrará la solución pronto.

Después de todo, ni había nada más en el mundo que la princesa deseara más que dejar de estar maldita.

—El horror de la tierra es real y cotidiano; no es algo que se pueda evitar siempre o curar con facilidad. Simplemente sucede, princesa.

—Bueno, todo tiene solución menos la muerte, ¿no es así? —Dijo la mujer con cierto optimismo, a pesar de no creer en sus palabras por completo.

Sabía que existían muchas otras cosas que no tenían la solución que ella deseaba, pero bien que no eran necesarias corregir porque no representaban un peligro como tal. Pero La Maldición del Naranjo Seco representaba un mal para su familia y el resto de personas que la rodeaban. Un mal como ese no podía simplemente suceder y la mujer quería creer con todas sus fuerzas que esa magia negra que la consumía tenía fecha de vencimiento ante la espada del rivio.

—La esperanza tiene una interesante manera de jugar con los planes y pensamientos de las personas.

Si Margery lo conociera un poco más, sería capaz de pensar que Geralt la estaba retando de cierta forma, a defender sus ideas y creencias sobre lo que ella pensaba que significaba la vida, su vida, en el mundo. Hasta cuestionarse sus deseos. De hecho no sabía si le sorprendería que en algún momento también empezaran una charla sobre sus deberes con respecto a su propia existencia, pero de cualquier manera, ella lo disfrutaba, porque no temía en abrir la boca; no le preocupaba decir lo incorrecto.

Pues él no le cuestionaba lo que decía ni aceptaba a ciegas cualquier palabrería que saliera de sus labios como lo hacían las demás personas, solo la invitaba a seguir hablando de lo que ella creía y opinaba, como si sus sinceras palabras fueran más importantes que las que ella usaría para solo satisfacer a sus oyentes. El secreto para sobrevivir en La Corte era saber agradar a quienes debía complacer, incluso si muchas veces no lograban comprender sus palabras, porque el significado no era nada a comparación de la intención guardada.

Y más de una vez ella se había encontrado analizando sus siguientes palabras ante él, no por miedo a errar sino por querer hacerse entender en verdad. También, en contables ocasiones Margery había abierto la boca sin pensar delante el brujo, pero no le habían importado las consecuencias que normalmente recibía por su imprudencia. Lo único que le importaba era que el receptor de su mensaje la escuchara de verdad.

Hablar con Geralt era esa dosis de aire fresco del que tanto carecía la princesa, gracias al estilo de vida en el que había sido criada.

—Porque donde hay vida, hay esperanza —argumentó la pelirroja ante el último comentario de Geralt —, y donde hay esperanza, hay prosperidad —concluyó levantándose para enfrentarlo con mayor comodidad, sin tener que inclinar tanto la cabeza para observar al hombre.

—Esa parece ser una discusión un poco larga —dijo. Y la princesa casi pudo observar un atisbo de sonrisa querer curvase en los labios masculinos.

Al darse cuenta de lo que estaba observando, volvió a llevar sus ojos hacia los del hombre, tratando que calmar los nerviosos latidos de su corazón, pero no le sirvió de nada. No podía creerse a sí misma, mirando los labios de un hombre como si jamás lo hubiera escuchado hablar antes.

—Entiendo tu disgusto hacia la política y los valores que puede carecer esta misma. De todas formas pareces estar muy seguro de lo que dices, determinando el mundo en blanco o negro —dialogó la pelirroja, ladeando un poco la cabeza.

—Porque lo malo siempre será malo. Sin importar la magnitud o el origen o el futuro; hay cosas que jamás cambian.

—¿Crees en la redención, Geralt? —Cuestionó la princesa. La conversación tomaba diferentes rumbos y aun así, los llevaba directos a ese momento de debate.

—Hay culpas y pecados imposibles de limpiar —fue lo único que contestó él, antes de desviar la mirada por un momento.

Aquello despertó la curiosidad de Margery. ¿Acaso debía tener en cuanta algo que no había notado antes? Ella estaba segura y tenía bastante claro que las personas tenían sus propios secretos, pero el peso de estos siempre sería desconocido, a no ser que fuera confiado con un segundo.

—Por eso piensas que la esperanza y la redención son solo nombres para lo que no existe.

Geralt se removió un momento en su puesto antes de volver a observar a la princesa. Tal parecía ser que él no era el único que cuestionaba las respuestas de la mujer, sino que ella también lo hacía, en su amable y curiosa manera.

Encontrar conversaciones profundas con almas jóvenes era extraño, pero aun así él lo apreciaba. Margery de Mercibova era un cajón lleno de sorpresas y las ganas de descubrir y sacar a la luz todos su bordes solo aumentaba en su interior.

—Y de todas maneras los humanos parecen ser incapaces de dejar ir lo inexistente.

—La esperanza es el corazón de todo, hasta... del amor.

Si la tensión que antes existía no era lo suficientemente magnética antes, ahora también compartía cierta repelía, por las diferencias de creencias que representaban las palabras e ideas intercambiadas. Mientras que uno ya había explorado y vivido más años de los que le gustaría compartir, la otra estaba en plena adultez joven en una jaula de oro, observando el exterior desde una ventanilla de conocimientos pero carente de experiencias.

Dos vidas opuestas, diferentes. Mientras la una tenía demasiado y más de lo que la otra faltaba, ningún tiempo sería suficiente para vivirlo todo en ese mundo y el complementarse podría ser algo esperado, incluso natural.

Aunque no existía verdad absoluta, ninguno de los dos pensaba ceder ante el otro, entonces ¿qué quedaba hacer?

Aceptar.

Sabiendo el terreno peligroso que podía estar entrando la charla que había dejado de ser casual información en un principio, Margery cuadró sus hombros y carraspeó, dando un paso lejos del hombre. Había sentido la repentina necesidad de establecer distancia, por el bien su cuerpo y mente.

—Espero que sepas que te mantengo en mis peticiones y-

—¿Geralt? —Preguntó una mujer ingresando a la biblioteca, interrumpiendo a Margery —. Discúlpenme —saludó la maga de la corte, inclinándose ante la pelirroja —, pero el rey Eliastor solicita la presencia del brujo.

—Por supuesto —respondió la princesa asintiendo.

—Y su madre solicita la suya, su alteza real —anunció Blanche.

Bueno, los últimos días contentos de no tener que ver a su madre se fueron por la borda en unas simples y cortas palabras.

Dando un último saludo hacia Geralt y Blanche, Margery neutralizó su rostro lo mejor que pudo y salió de uno de sus refugios para dirigirse a una de las partes del castillo que menos le agradaban. Claramente los aposentos de su madre no se comparaban en nada con la Torre Norte sin embargo, era una verdadera molestia tener que hablar con su progenitora. Ya ni siquiera se le ocurría qué podría decirle Caitriona que le pudiera herir más de lo que ya estaba.

En cuanto los guardias que la acompañaban a todas partes, por órdenes de su hermano, se detuvieron a ambos lados suyos y abrieron las puertas, también custodiadas, de la gran recámara de la reina, la princesa soltó un suspiro y se adentró a la habitación.

De inmediato notó que su madre estaba sentada, concentrada también en unos bordados, pero lo que se le hizo raro a Margery, fue que se encontraba sola. Era normal que la reina estuviera acompañada de sus damas de La Corte cuando se encargaba de hacer bordados, incluso arrastraba a la pelirroja a acompañarla la mayoría de veces.

—Buenos días, madre —saludó deteniendo su andar.

Caitriona apenas contestó con un suave movimiento de cabeza, concentrada en su tejer.

—¿Has hablado con tu hermano? —Fue lo primero que preguntó la mujer mayor.

—No lo he visto en este día.

La reina soltó un pesado suspiro y por primera vez dirigió su vista hacia Margery, quien seguía de pie a una considerable distancia.

—Ha llegado a mi conocimiento que él no... parece muy contento con su matrimonio —comentó.

—Solo está incómodo —trató de aligerar la pelirroja, pero no se esforzó con sonreír como solía hacerlo antes, cuando trataba de contentar a su padres o a cualquier otra persona importante en el castillo —. Hace un tiempo que perdió a su anterior prometida.

Aquello disgustó a la reina, pero Margery no supo muy bien por qué.

—Solo se conocieron una vez.

—La familiaridad, por muy mínima que sea, ayuda —argumentó, tomando asiento lo más alejada de su madre que pudiera —. Le preocupa le posibilidad de que no sean del agrado del otro.

¿Era normal tener que ser tan precavida con la mujer que le dio la vida? Si antes creía que tenía que serlo con ella, ahora sentía que esa relación pendía de solo un hilo. El más mínimo tirón y Margery sabía que perdería todo interés relacionado con la reina, si es que era posible.

¿Amaba a sus padres? Por supuesto. Pero no los conocía, no de la manera que ella había esperado y deseado desde que era una niña. Las relaciones en la realeza eran complejas y casi inexistentes, pero no quería decir que la princesa no hubiera querido trabajar en ello, a pesar de haber estado falta de oportunidades.

—¿Qué tiene que ver eso con las alianzas y ventajas que le pueden generar al reino?

—Nada —contestó de manera automática —, es insensato de su parte querer llevarse bien con la persona que pasará el resto de su vida. Tienes razón.

Apenas terminó de hablar, se arrepintió de sus palabras y miró con cuidado las acciones de su madre.

Caitriona había dejado a un lado el tejido a medio terminar, cruzó sus manos sobre su regazo y lanzó una mirada glacial en dirección a Margery. La princesa juraba que podía hasta escuchar la reprimenda mental que su madre tenía pensado tirarle.

—El sarcasmo no es adecuado en una princesa.

Haber esperado algo más siguió doliendo de igual forma, como si la respuesta de la reina hubiera sido envolver su mano en tela para agarrarla o corregirle las palabras en un abofeteo. La predisposición tenía manera de envenenar los pensamientos de las personas también. O llevaba a hacer esperar lo mejor, o hacía pensar lo peor y Margery tenía toda una vida tambaleándose en esas dos opciones.

»No puedes pensar de esa manera —continuó la reina —. Sabes que no.

Porque ella tendría el mismo destino que su hermano mayor.

—Iré a buscar a Pierstom para hacerle saber de... tu preocupación —anunció la princesa levantándose de su lugar —. Que tengas un buen día, madre.



—¿Sarai? Creí que estabas en las cocinas —dijo Margery cuando vio a su amiga y sirvienta saliendo de los aposentos del príncipe.

La rubia tenía en manos unas medicinas y un balde con telas húmedas y tibias. Apenas vio a la pelirroja se inclinó en forma de saludo, su expresión un tanto preocupada.

—Lo sé, su alteza —contestó la mujer —. No le gustará ver el estado en el que se encuentra su hermano.

—¿Al menos está solo? —Preguntó con una mueca.

Ante la respuesta afirmativa de la rubia, Margery le pidió que al volver trajera consigo una jarra de agua fría. Después dejó que los guardias estacionados a ambos lados de las puertas dobles del cuarto de Pierstom le permitieran la entrada e ingresó al lugar.

Dicho espacio estaba oscuro. Las cortinas sin haber sido corridas, el desayuno sin ser tocado y un revoltijo de sábanas y pieles y almohadas sobre la cama del príncipe, junto a su figura debajo de todos los elegantes y caros materiales.

La princesa se cruzó de brazos por un momento, sopesando sus siguientes acciones, antes de arreglarse las mangas de su vestido y sus guantes, después se dirigió hacia el cortinaje, corriendo la pesada tela de un tirón. La luz de la mañana invadió cada rincón de los aposentados, generando quejas en la persona que todavía esperaba continuar durmiendo.

Agradecida con la reacción que estaba obteniendo de su hermano, la pelirroja se dirigió entonces a la cama para retirar, con la misma rapidez como con las cortinas, las sábanas que protegían la anatomía del heredero al trono de Mercibova.

—No me molestes Mary...

—Levántate Pierstom —ordenó la princesa —. Ya es más de media mañana, levántate.

El castaño salió de su cueva de almohadas y miró a su hermana menor, observándolo con el ceño fruncido. Después, ambos hermanos llevaron su atención hacia la puerta que se abría, dejando entrar a Sarai, quien tenía en manos una jarra llena de agua fría.

Tom ladeó la cabeza, observando a la rubia desde su posición en la cama.

—¿Eres el ángel que me viene a salvar de mi desgracia?

—Con este jarro en manos, lo dudo mucho príncipe —contestó la mujer acercándose.

—Siéntate —volvió a ordenar Margery —. Si no lo haces, en vez de beber esa agua, tendrá un fin muy diferente —le advirtió —. Necesito que estés sobrio.

—Estoy sobrio —contestó el hombre, haciéndole caso a su hermana y sentándose en la cama —. Desafortunadamente.

—Que el baño sea frío, ¿Sarai? —Pidió la pelirroja antes volver a centrarse en su hermano, quien ya tenía una mueca de disconformidad en su rostro —. La reina preguntó por ti.

—No creo que esa sea razón suficiente para que tenga que recibir un baño con agua helada... ¿Por qué no mejor dejas que Sarai se siente al lado mío y me consuele?

—Nadie se sentará al lado tuyo Tom, hueles horrible —contestó Margery cruzándose de brazos.

Pierstom observó a las dos mujeres, la pregunta clara en su rostro antes de suspirar abatido y pasarse las manos por el rostro. Se le notaba igual de cansado que los últimos días y eso preocupó a la princesa, entonces se dispuso a acercar la bandeja llena de comida hacia su hermano, indicándole que desayunara mientras Sarai se encargaba de prepararle un baño frío.

—Sé que estás molesta —musitó el hombre, evitando los ojos de la pelirroja.

—No puedes seguir emborrachándote después de que terminas con tus deberes, Tom.

—¿Por qué no? —Cuestionó él —. Puedo hacer lo que se me venga en gana, excepto elegir mi pareja —finalizó, dejándose caer de espaldas sobre el colchón.

Margery soltó un suspiro exasperada y lanzó un pedazo de pan en dirección al rostro de su hermano. El príncipe pegó un salto y se volvió a incorporar.

»¿Y ahora qué pasó?

—Sé a dónde estás yendo por las noches, Pierstom —lo reprendió, señalándolo —. De seguro todos los guardias se enteraron. ¿Desde cuándo levantaste el confinamiento?

—No lo he hecho —contestó malhumorado —. Y los guardias no dirán nada.

Mordisqueándose el labio inferior, Margery se hizo un lugar a un lado de su hermano y posó su mano enguantada sobre el antebrazo masculino. Le dio un apretón de apoyo y dejó que él posara su otra mano sobre la suya.

Los últimos días habían sido caóticos para todos en el castillo, pero eso no quitaba la manera en que el príncipe tenía sus distintas formas de sobrellevar la situación. No solo el problema de amenaza que descansaba sobre la cabeza de toda la familia real, sino también el hecho de que la princesa estaba completamente segura de que la actitud de Pierstom estaba mucho más relacionada con su futura esposa y la persona que no lo sería.

Quería consolarlo y ayudarle, pero ni siquiera tenía palabras de aliento para ella misma. Habían sido maldecidos con corazones demasiado grandes en medio de un mundo donde eso no importaba.

—Odio verte de esta manera —confesó la pelirroja —. Los burdeles no te ayudan en nada.

Tom abrió los ojos más de lo normal y se alejó un poco. El pobre en verdad creía que Margery no sabía nada sobre sus visitas y actividades nocturnas, pero la princesa era bastante atenta cuando sabía que era necesario, sobre todo cuando alguien a quien amaba le preocupaba.

—Hablando de eso... no cambia nada entre nosotros, ¿verdad, Sarai? —Inquirió Tom volviéndose hacia la rubia para regalarle una sonrisa bastante atractiva.

La sirvienta, quien había estado arreglando el baño frío para el príncipe, se detuvo un momento y lo miró de reojo antes de resoplar con diversión para volver a su labor. Dejando todo organizado, el aroma de distintos aceites y jabones comenzó a inundar el lugar. Era un agradable cambio a comparación del momento en que la pelirroja había puesto un pie en interior de los aposentos de su hermano.

—No había nada entre nosotros para empezar, mi príncipe —contestó la mujer.

Tom hizo una mueca.

—Es traición romperle el corazón a tu futuro rey —arguyó, fingiendo estar dolido y posando una mano sobre su pecho.

—Por supuesto que no —intervino Margery levantándose de su lugar —. Y hablando de ser el futuro rey, no puedes andar visitando burdeles cuando los embajadores de tu futura esposa están tan cerca de su visita. ¿Qué pensarán si llegan a escuchar algo de esto?

—Está bien —resopló el castaño terminando de desayunar y levantándose para estirarse —. Si continuarás con tu amonestación, entonces tienes que ir a los aposentos de alguien más también.

—¿De qué hablas? —Preguntó la pelirroja frunciendo el ceño mientras observaba al hombre con confusión.

—Sarai, amor de mi vida —llamó él a la rubia —, ¿podrás darme un momento a solas con mi hermana?

Mientras que Pierstom y Margery esperaron a que su amiga dejara la habitación, la princesa pasó por su cabeza miles de razones por las que su hermano mayor pudo haber dicho aquello. Al final terminó sin respuesta alguna para sí misma, pero con la curiosidad aumentando con cada segundo que pasaba.

En cuando las puertas dobles volvieron a quedar cerradas, fue cuando Tom se volvió a mirarla y se tomó asiento a un lado de ella una vez más.

—Vi al brujo salir del burdel cuando yo estaba entrando —contestó, atento a las posibles reacciones de su hermana.

La princesa parpadeó, repitiendo las palabras recién pronunciadas en su cabeza. Luchó por mantener el rostro neutral como sabía que debía hacer en incontables ocasiones y esa era justo una de ellas. En cuanto sintió que la conversación podía avanzar, sonrió, esperando confundir las intenciones del castaño. Dichas intenciones todavía eran desconocidas para ella sin embargo, si él esperaba algo más de lo que la mujer le ofrecía en esos momentos con sus expresiones, entonces sí habría una razón por la que Pierstom hubiera dicho eso.

Aquella sensación de calidez que se había hecho un pequeño nido en el interior de Margery desde que había salido de la biblioteca, pronto se enfrió y dejó un simple vacío junto a un sabor amargo en su boca.

—¿Para qué me dices eso? —Cuestionó la mujer, levantándose de su sitio.

No deseaba ser observada con tremenda fijeza por parte del castaño, por lo tanto, evitar su mirada parecía lo más sensato y necesario para ella. Cada movimiento que hizo, desde estar sentada sobre el colchón a estar de pie y con su frente un poco desviado hacia el escape más cercano, que era la puerta, fue planeado y perfectamente ejecutado. Ni más, ni menos.

Esa fue toda la reacción que Tom había buscado como respuesta.

—Puede que yo esté triste —dijo levantándose también de su sitio —. Sí, estoy triste, pero no estoy ciego.

—Si estás tan interesado en hablarme de la vida privada de terceros, ¿por qué no mejor me cuentas qué es eso que te tiene así? —Contraatacó con un poco más de energía que la necesaria.

Después de todo, Pierstom no era el único que sabía desviar las conversaciones.

—No cometas el error de pensar que solo tú eres la que me conoce —pronunció con suavidad, acercándose a su hermana —. Yo también te puedo leer a ti, Mary.

—Eso no importa, de verdad —dijo la princesa queriendo que el descubrimiento anterior quedara pronto en el olvido —. Sé que algo más sucede contigo, no trates de cambiarme el tema con... con... con el brujo.

Pierstom suspiró y ladeó la cabeza un poco, observando las facciones endurecidas del rostro femenino. Le había dado en el clavo y ambos lo sabían.

Era cierto que el hombre se sentía destruido, preocupado y desesperanzado en esos momentos, pero no era para nada ciego y últimamente no había forma de que nada sucediera dentro del palacio sin que él se enterase.
Sabía sobre las continuas visitas de Geralt de Rivia en la biblioteca y tenía la leve sospecha de que no solo eran para llamar a Cirilla. Su hermana y el brujo eran sutiles, hasta quizá no comprendían lo que podría estar pasando entre ellos, eso lo tenía que aceptar Tom. Pero él conocía a Margery, conocía esa mirada y al ser hombre, podía distinguir algo en los ojos del de cabello platinado.

Para Pierstom era obvio. Para el resto de La Corte, no en realidad.

—Querida hermanita —suspiró el castaño acercándose más a su hermana para mirar sus ojos. Antes de volver a hablar, sostuvo las manos enguantadas de ella —. Un pequeño consejo: no te enamores, te romperán el corazón.

Dicho eso, el hombre se alejó de la princesa para dirigirse hacia su baño listo.

—Sabes que tenemos que hablar sobre lo tuyo, Tom —le recordó la pelirroja, ignorando con libertad lo que le acababan de decir.

—Tengo que atender mis deberes ya que soy una persona responsable a diferencia de ti, dulzura. ¡Y no lo siento!

Margery suspiró con fuerza y se dejó caer sobre la cama de su hermano. Las conversaciones con él eran demasiado volátiles y ahora, con su estado de ánimo rozando los suelos sin razón alguna, no le ayudaba a mantener un buen semblante. No le cabían dudas de que su hermano tenía razón, después de todo, ninguno de los dos había nacido para enamorarse o ser amado de manera romántica, a pesar de siquiera desearlo.

La princesa de Mercibova cada vez comprendía más que La Maldición del Naranjo Seco no era la única magia negra que dictaba su vida.






Aló, aló, ¿hay alguien todavía por ahí?

Sé que me quieren linchar por demorarme en subir capítulo, pero no nos abandonen por fa xdd  Ya comenzamos con las conversaciones profundas y existenciales entre Margery y Meralt jajajajaja
Sé que todos queremos acción Meralt, pero desde un principio advertí lo del slowburn y yo me lo tomo en serio, encima eso ayuda a que la relación sea más profunda y real en todos los aspectos que por ahora son posibles.

Como siempre, espero que les haya gustado el capítulo. Pronto haremos un pequeño cambio de ritmo, por si los celos de la princesa no fueron tan obvios aquí, lo serán más adelante jajajaja

¿Quién más adora al príncipe? #InThisStoryWeStanPierstom

¡Feliz lectura y bienvenidos a lxs nuevxs lectorxs!






a-andromeda

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