𝐒𝐈𝐋𝐇𝐎𝐔𝐄𝐓𝐓𝐄

بواسطة Cigarrettes98

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𝐒𝐈𝐋𝐇𝐎𝐔𝐄𝐓𝐓𝐄 | " Y si más adelante nos volvemos a encontrar, te miraré a los ojos y con el corazón en... المزيد

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بواسطة Cigarrettes98


• C e l i n e •

— Steve. —llamé, pero no obtuve respuesta— Steve. —alargue, hasta que él me miró— No confió en él.

— Sólo has hablado con él una vez. —señaló.

— Y fue suficiente. ¿Sabes? Cuando dijiste que no estaría sola, tampoco quiere decir que te seguiré a todos lados. —replique. Mis pasos eran pesados, no quería llegar al lugar al que Steve me dirigía.

— ¿Entonces debo dejar que te maten? —dijo Steve. A diferencia de mi, él iba decidido y con curiosidad respecto a por qué Alexander Pierce quería hablar con él.

— Bueno no, pero pude quedarme cuidando la motocicleta.

Él negó con la cabeza poniendo los ojos en blanco. Divisó al secretario a unos metros de ellos por lo que tuvo que guardar sus palabras para seguir discutiendo el tema más tarde.

— Capitán Rogers. —saludó una rubia, justo cuando pasaba junto a nosotros.

— Vecina. —sus palabras fueron cortantes, y la chica se mostró avergonzada.

Muchas preguntas comenzaron a surgir en mi cabeza. Steve no solía dirigirse a las personas con ese tono, bueno no siempre, debía tener buenas razones. Pero claro, no podía preguntar ahora. No con Pierce escuchando.

— Capitán, soy Alexander Pierce. —se presentó el Secretario con su característica formalidad.

— Señor, es un honor.

Si, claro.

— Agente Clarke, no pensé verla aquí. —se dirigió a mi, sorprendiéndose por mi presencia— Lo qué pasó con Nick fue una desgracia.

Yo entrecerré los ojos. Esas palabras sonaban tan falsas y vacías que sólo un tonto podría creerlas. Nick tenía razón en algo: mi trabajo era desconfiar de las personas y tener los ojos bien abiertos, por eso estaba segura de que el Secretario ocultaba algo oscuro.

— Si, toda una desgracia. —dije, guardándome para mi misma todas las cosas que pensaba sobre él.

Luego de eso, él prácticamente ignoro mi presencia y volvió a hablar con mi fornido amigo.

— Gracias por escoltar al Capitán Rogers hasta acá, agente. —me dijo, y no era necesario ser un genio para saber qué no quería mi presencia ahí— Ya puede irse.

Mordí mis labios repitiéndome internamente que no debía mandarlo al diablo porque sería incorrecto.
Rogers me daba miradas fugaces, y no sé si porque esperaba algún comentario de mi parte o porque no quería que me fuera.

— Claro, ya lo sabía. —palmeé el brazo de Steve para que no se preocupara— Te dije que podía esperar abajo. —le susurre, y me fui de ahí antes de volver a escuchar otro comentario de Pierce.

Luego de volver a recorrer todos esos pisos en el elevador, salí del edificio. Justo al frente estaba la motocicleta de Steve, que es donde me dispuse a
esperarlo. Si me iba, seguramente me gritaría y no quería soportar los cuestionamientos de agentes ni nada respecto a lo de Fury.

Llamé a Nat. Cuando pasas mucho tiempo en este trabajo, y sobre todo, cuando conoces a Romanoff, aprendes a pensar como agente y espía. Sabía que algo tramaba, y si no, que al menos tenía una idea de lo que estaba pasando.

Pero no atendió ninguna de mis llamadas ni mensajes.

El tiempo corría y comencé a considerar la opción de ir a buscar a Rogers, pero aún así no tendría éxito luego de que Pierce prácticamente me dijera largo. Así que no tuve otra opción más que resignarme a esperar.

Escuché ciertos gritos y vi a mi amigo en el suelo cubierto de cristales rotos. No podía saber con exactitud desde que piso cayó pero era sorprendente el hecho de que no tuviera ninguna herida.

— ¡¿Qué diablos pasó?! —exclamé ayudándolo a incorporarse. Steve soltó un quejido al momento de quedar de pie.

— No hay tiempo para explicar. —tomó mi brazo y me hizo correr de vuelta a la motocicleta subiéndome rápidamente. No tenía idea de que estaba pasando, pero mis instintos me decían que estábamos huyendo.

Avanzó a toda velocidad para lograr salir antes de que cerraran el puente.

Retírese, Capitán Rogers. —advirtieron desde un jet, desde el cual nos apuntaban amenazándonos— Repito, retírese.

Debes estar bromeando. —masculle irritada— ¡Steve, los hiciste enojar!

Una ráfaga de disparos fue lo que recibimos. El capitán trataba de mantener el equilibrio, mientras yo intentaba no caer al soltar mi agarre de él. Extendí las palmas de mis manos y concentrando todo mi poder en mi lente logré hacerlos caer.

Seguimos nuestro camino, no sin antes asegurarnos que nadie más nos siguiera o apareciera en nuestro camino repentinamente.

— ¿Me vas a decir que rayos pasó? —exigí saber. Creo que después de lo qué pasó merecía una explicación— Déjame adivinar, ¿Pierce? —cuestione— Te dije que no confiaba en él, no me escuchaste y ahora quieren matarnos a ambos.

— Creo que tuvo algo que ver con la muerte de Fury. —comentó, y mis palabras se agotaron— Te lo explicaré todo con calma, pero ahora debemos ocultarnos.

{...}

Las palabras de Steve eran tan confusas como su plan. Apenas me daba respuestas y las que lograba obtener sólo daban pie a más preguntas. Lo único que pude comprender era que ahora éramos, probablemente, los más buscados por S.H.I.E.L.D., que Pierce estaba detrás de todo esto, y que la muerte de Fury no fue una simple casualidad. Debíamos ser lo más discretos posibles, pero no sé si al usar una gorra y gafas cumplíamos con ese objetivo.

— Por cierto, ¿quién era la rubia? —pregunte curiosa apenas tuve la oportunidad.

Steve alzó los hombros pero yo no desistí de mi pregunta.

— ¿Recuerdas que te conté de mi vecina que era enfermera?

Rebusque entre todos mis recuerdos hasta llegar al día en el que me comento eso. Resulta que ese día se veía algo entusiasmado cuando me comentó de ella, ahora no lucía así...

— Si.

— Bueno, no era enfermera.

Y agregando el hecho de que estaba con Pierce, tal vez el hecho de que fuera enfermera no era la única mentira.

Caminábamos por el corredor del hospital sin dejar de mirar cuidadosamente a nuestros alrededores. En ningún lugar estábamos a salvo, y cualquier persona podría estar acechándonos.

— ¿Exactamente que estamos buscando? —pregunté. Seguramente ya estaba hartándose de eso.

— Antes de morir Fury me dio... —sus palabras se detuvieron justo cuando estuvimos frente a la máquina dispensadora— Yo lo oculté aquí.

— ¿De verdad? —alce una ceja— No creo que haya sido la mejor opción.

Su atención se desvió al reflejo de la pelirroja detrás de nosotros.
Steve la tomó del brazo y con brusquedad la arrastró a la habitación más cercana, tuve que reaccionar rápido y seguirlos. Cerré la puerta con seguro para asegurarme de que nadie intentara entrar.

— ¿Dónde está? —cuestionó el rubio, amenazante. El cuerpo de Natasha estaba acorralado a la pared y no creo que Steve la dejara ir tan fácil.

— A salvo. —dijo ella— ¿Dónde lo conseguiste?

— ¿Por qué te lo diría?

— Fury te lo dió. ¿Por qué?

Una pequeña pero un tanto intensa discusión se desató entre ambos. Mientras tanto, cruce los brazos esperando a que terminaran de una buena vez y me dejaran hablar. Pero eso no iba a suceder pronto, uno preguntaba algo y el otro respondía de igual manera.

— Ya basta. —exigí, a lo que los dos me miraron— Más tarde pueden seguir con su discusión, pero no tenemos mucho tiempo. Rogers, no sé si lo olvidaste pero somos fugitivos, no tenemos mucho tiempo. Así que ahora necesito que me digan que diablos ocurre porque estoy harta de mentiras y secretos. Y realmente espero que sea una respuesta útil.

Hablé tan rápido que tuve que tomar aire con fuerza. Ambos me miraban desconcertados, pero al parecer comprendieron bien. Steve no tardo en dejar de amenazar a Natasha, y así poder tener una conversación civilizada.

— Sé quien mató a Fury. —informó la pelirroja.

— ¿Quién fue? —pregunté de inmediato.

— La mayoría de las agencias de inteligencia no creen que exista, pero los que creen en él lo llaman el Soldado del Invierno. —relató toda la información recabada— Cometió más de dos docenas de asesinatos en los últimos cincuenta años.

— Entonces es un mito. —supuso Steve.

— Hace cinco años escolté a un ingeniero nuclear fuera de Irán. —continuó— Alguien disparó a mis llantas cerca de Odessa, perdimos el control y caímos a un acantilado. Logre salvarnos a los dos, pero el Soldado del Invierno estaba ahí. Yo cubría al ingeniero así que él disparó a través de mi. Una bala soviética, sin estriado. Adiós a los bikinis.

— Entonces podemos encontrarlo. —agregue, pero Natasha sólo negó.

— Es imposible, lo sé porque lo intente. Como dices, es un mito.

— Entonces averigüemos que quiere.

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