Caelum ~ {Nomin/Markhyuck}

By ZaiJam

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•Segunda parte de Inferum. Huye y sigue escapando del infierno que el mismo se ha creado. Portada preciosa cr... More

Inferum
1. Jaemin
2. Jeno
3. Mark
4. Jaemin
5. Mark
6. Jaemin
7. Jeno
8. DongHyuck
9. Jeno
10: Jaemin
11. Mark
12. Jeno
13. Jaemin
14. DongHyuck
15. Jaemin
16: Jaemin
17. Jeno
18. DongHyuck
19. Jeno
20. DongHyuck
21. DongHyuck
22. Jaemin
24: Entre el cielo y el infierno, parte 1
25: Entre el cielo y el infierno, parte 2
Eternum

23. Jeno

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By ZaiJam


-Estas son las canciones con las que
escribí el capítulo-

-On a day like this - Drain
-Unchained melody - Righteous Brothers
-Don't forget me - Nathan Wagner
-You are the reason - Calum

Cuando se aceptan los matices grises que coexisten dentro de cada uno, se vuelve mucho más fácil sobrevivir al desastre.

Siempre había pensado de esa manera, hasta que este desastre llegó y no supe qué hacer con la forma en que estaba matando mi corazón.

-¿Dónde está?

La miré, con los ojos enrojecidos y el desastre arribando lentamente.

No necesitaba respirar, pero instintivamente quise que el aire se adentrase a mis pulmones, cómo un auto reflejo que sirve para aplacar el pánico burdamente humano esparciéndose en mi cuerpo.

Ella llevaba una bandeja, sobre esta había un cuenco con paños tintados de rojo, desde donde goteaba la sangre. Mis sentidos convulsionaron, las venas saltaron y el pánico ascendió hasta las nubes.

-En la habitación- respondió, y su temblorosa mano se apretó en torno a mi brazo. Me miró con severidad, la misma que ocultaba el terror visible en todas sus otras facciones-. Tranquilízate, hazlo por él.

No asentí, no la miré ni respondí. Solo podía enfocarme en el pasillo, desde donde la sangre destilaba expandiéndose a través de mí. Caminé hacia allí, sintiendo la vibración de mis piernas como un millón de espinas clavándome al suelo.

La puerta se encontraba abierta, el insano pensamiento de lo que me encontraría hizo que, por primera vez luego de mi primera muerta, yo sintiese el mundano y débil deseo de vomitar.

No había un rio de sangre, ni gritos que rompiesen cristales. Reí por dentro, ya que eso no logró calmarme en absoluto.

¿Un corazón muerto podía volver a la vida solo para apagarse de tal dolorosa manera? Me parecía inconcebible, sin embargo, fue lo que me sucedió.

Una joven muchacha limpiaba la frente sudorosa de Jaemin, o lo intentaba. Era difícil cuando el pobre chico se retorcía sin cesar. Humedecidos Mechones castaños llegaban a cubrirle los ojos, y la arrugada camiseta blanca dejaba a la vista lo abultado de su vientre, también desvelaba la piel estirada sobre donde las venas moradas trazaban caminos cruzados.

Tal horrorosa imagen contrastaba con el bonito aire que se respiraba en el exterior, con el canto de las aves y la llovizna ligera salpicando el ventanal de la habitación.

Pero sus ojos, que se mantenían fuertemente apretados, lograron abrirse y mirarme fijamente. Entonces el dolor en su rostro se suavizó, mientras las lágrimas brotaron silenciosas compitiendo con la intensidad de la lluvia. Y una de sus manos fue la valiente que se extendió hacia mí.

Por todos los demonios, juro y perjuro que deseé tener una de esas mascaras venecianas pintadas de emociones mentirosas, solo para que no pudiese ver el miedo que recorría mi cuerpo, y aunque me costó alma y vida hacerlo, le sonreí a Jaemin.

-¿Jeno...?- Jadeó.

-Shh, estoy aquí. - Me moví hacia la cama, arrodillándome sobre el suelo y pegando mi pecho en el colchón, hasta que mi frente tocó su hombro y respiré allí, manteniendo su aroma conmigo.

Lo tengo conmigo... aún está conmigo.

Tenía tanto miedo. Estaba rezando como nunca lo había hecho. Rezaba a pesar de saber que no iría a ningún cielo ni que ningún Dios me escucharía. Pero algo dentro de mí se quebró. Esa parte gritó con fuerza desde el interior, gritó que todo esto era mi culpa. Yo no merecía algo bueno, no merecía un milagro...

¿Por qué un Dios me daría algo bueno siendo yo un demonio cargado de pecados?

Maldita sea.

El desespero de sentirle vivo me llevó a besar sus nudillos, apretándole la mano hirviente con tanta fuerza que me fue inevitable no sentirla punzar entre mis propios dedos. Quería más, necesitaba salvarle, necesitaba tenerle conmigo tan cerca que nuestros cuerpos se confundiesen y su dolor pasase a ser enteramente mío.

-Tengo miedo- susurró, volteándose por completo hacia mí, incluso si le dolía un infierno.

-Estará todo bien, te lo prometo. - Quería demostrárselo, quería mermar su miedo, pero solo pude besar su frente y recorrer con mi nariz la suya, sintiendo su respiración caliente chocar contra mis labios-. Tengo que moverte ¿Sí?

Vi sus ojos vibrar de pavor.

-Escucha Jae- murmuré, buscando calma en mi propia voz-, Taeyong llamó al médico de la otra vez, ¿Recuerdas?- Él asintió, volcando su febril aliento en mis labios-. También estará allí el Dr. Park, yo te prometo que estaré contigo también, nada malo sucederá.

Selene nos miró desde la puerta, la otra muchacha se abrió paso, y quise gritarle a ambas que fingiesen, que le mirasen con seguridad, que tragasen su propio miedo y sonriesen hacia Jaemin.

Pero el único allí que no demostró pánico fue su padre.

El hombre continuaba de brazos cruzados y ojos tranquilamente cerrados, parecía alejado de la situación. Sin embargo, vi la forma en que se tensó cuando mis brazos fueron por debajo de Jaemin e intenté alzarlo. Gritó desgarradoramente y por consiguiente, su padre abrió los ojos, dando un paso hacia nosotros.

-¿Puedes hacerlo?- pregunté en un susurro. Jaemin pasó un brazo por mi cuello y dejó caer su cabeza hacia atrás, los ojos fuertemente cerrados, la boca abierta y el cuerpo entumecido para no volver a gritar.

Respiró de prisa, exhalando un gemido trágico, y me miró casi arañando el aire que nos rodeaba, pero asintió. Entonces comprendí que Jaemin no podía darse por vencido, él estaba luchando contra sí mismo.

-Yo... Puedo.

-Ese es mi chico- le dije pegando mis labios a su sien, y nos los alejé de allí hasta que nuestras sombras abandonaron los pasillos y los pies de los que dependía tocaron el camino de la entrada.

El motor del auto no se había apagado en ningún momento, Taeyong esperaba detrás del volante, fue él quien abrió la puerta trasera.

No sabía que esperar, no quería pensar en la posibilidad de regresar vencido. Quizás se debió a eso que mientras la cabeza de Jaemin descansaba en mis muslos, mientras él se sostenía del asiento con manos que se notaban débiles y demasiado pálidas en contraste al cuero negro del asiento, mientras todo eso estaba sucediendo, yo extrañé ser el niño escondido detrás de la falda de su madre.

Quería calmarle el dolor, hacer magia de cualquier forma para que su piel volviese a la normalidad y dejase atrás el color insano. O para que sus párpados no fuesen de esa aterradora tonalidad morada que hacía juego con el color de sus labios.

Odiaba tener miedo. Desde pequeño lo había hecho. Odiaba cuando las velas en la casa de mi infancia debían ser apagadas y lo único que escuchaba era el murmullo del viento estremecer las ramas de los árboles. Entonces hacía fuerza para poder escuchar el sonido de la respiración de mi hermano justo a mi lado. Habían noches en las que me costaba tanto hacerlo que me ponía a llorar hasta que mamá me tomaba en sus brazos y me dejaba dormir contra su pecho.

Yo era solo un niño en ese entonces, temeroso de no poder oír la respiración de las personas que amaba. Nunca creí volver a tener el mismo miedo, pero estaba sucediendo justo ahora...

Me concentré en su respiración, tomé su muñeca y me aseguré de que su pulso siguiese punzando contra mi pulgar.

Y me di cuenta, por fin, de que seguía siendo ese mismo niño, también era el joven de veintiún años marchando hacia la guerra, y era el hombre atemorizado que sostenía la cabeza de su amado en su regazo.

-¿Te respondió?- pregunté.

Taeyong me miró a través del espejo retrovisor, sus labios se transformaron en una línea apelmazada. Asintió.

En cuanto Taeyong había recibido la llamada, le pedí que me cediese el complicado aparato móvil, entonces marqué el número que me encargué de memorizar. El doctor había atendido enseguida, bastó menos de un segundo para que la hipnosis hiciese efecto en él.

Prepararía un quirófano alejado de todos para nosotros. Entonces se encargaría de Jaemin.

Era mi única esperanza.

Esperanza... nunca fui devoto de esa palabra, era un concepto demasiado traicionero. Las personas no la sentían, más bien se aferraban a ella.

En cuanto el estacionamiento del hospital se hizo visible, conté los segundos que el auto demoró en estacionarse, y los segundos que me llevó salir del asiento con Jaemin en mis brazos.

-¡Por la parte de atrás! Hay una puerta que lleva hacia las antiguas instalaciones, dijo que lo lleváramos ahí.- Taeyong exclamó.

-Puedo cargarlo si tú-

-Estoy bien- gruñí hacia el padre de Jaemin.

Este mantuvo abierta la pesada puerta para dejarme entrar en primer lugar.

Todo estaba realmente oscuro, las luces solo se prendían a medida que avanzábamos por el inmenso, realmente inmenso pasillo. Y cuando creí que tal vez algún ser divino se había apiadado de nosotros, una mujer de baja estatura apareció por una de las puertas. Nos miró sorprendida, y la miré como si pudiese pulverizarla.

-¡Señor, señor, deténgase!- chilló tras mi espalda, hasta que sus ojos se expandieron horrorizados del muchacho transpirado y verdoso contra mi pecho-. ¡Oh, qué ha sucedido...!

-Taeyong- murmuré.

Él se movió hacia nosotros, captando la atención de la dama.

-Señorita, lamento esto, si es muy amable le explicaré la situación.

Claro que lo harás.

Pero entonces también me detuve en seco, a menos de dos metros de ellos, en el largo pasillo semejante a un túnel donde ni siquiera se podía ver el fondo. Oí la voz de Taeyong dejando en un estado confuso a la enfermera, mis dedos apretaron la piel de Jaemin... Y me paralicé.

-¡¿Jeno?!- El padre de Jaemin gritó tras mi espalda.

-E-el doctor...- susurré. Podría jurar que le oí tragar el apretado nudo en su garganta.

-¡Lo buscaré!- comenzó a moverse, pero añadió: -¡Espera aquí, traeré ayuda enseguida! ¡No sigas haciendo movimientos bruscos, lo traeré!

No miré al lobito tembloroso en mis brazos, no podía hacerlo. Solo me recosté contra la pared, clavando fijamente los ojos en las baldosas blancas de en frente. No había tiempo... se nos estaba acabando...

¿Esto sería todo? ¿Él moriría en mis brazos de esta triste manera?

Mis ojos ardieron. Si tan solo hubiese podido atravesar las paredes hasta encontrar alguien que... alguien que lo salvase.

-Jen...

Oh, y su voz había perdido fuerza por completo.

El alma me escoció, solo una de sus manos se cerró en el cuello de mi camisa.

Odié sentir como mi pecho se agitaba, mientras su respiración se hacía cada vez más lenta y estática. Joder, incluso su cuerpo dejó de sentirse caliente. Jaemin solo estaba allí, muriendo de frío y dolor, mirándome con ojos que se cerraban y luchaban por abrirse de nuevo.

No me dejes.

No me dejes.

Por favor, no, no, no...

Sonreí, esperando que no viese la mentira en esa mueca tambaleante.

-El doctor ya viene, cariño. Lo prometo... te lo prometo.

E hice todo el esfuerzo del mundo para no quebrarme en la mitad de esas palabras, pero cuando él susurró inestable "Tengo miedo", yo creí desmoronarme de la misma manera.

También estoy aterrado.

-Estoy aquí, ¿Recuerdas?- sonreí una vez más, hasta curvar mis ojos-. Nada malo te pasará porque te estoy cuidando, ¿Sí?

Jaemin me dio el más efímero y lento asentimiento.

-¿Puedes traerme fresas después?

Riendo levemente solté aire sobre su rostro.

-Lo haré. Y los tres nos acurrucaremos.

-Los tres...- repitió, mientras algo brillaba en sus ojos tristes.

-Sí.

-Me gusta... acurrucarme... y l-las fresas... Jen...- no pudo terminar de pronunciar mi nombre antes de que el llanto inundase sus ojos y le volviese aún más difícil respirar-. Sé lo que está pasando... P-por favor... si tienes que elegir...-

-No. No tendré que hacerlo. -Yo no elegiría, eso no pasaría. Le apreté contra mí, como si eso evitase que se marchase.

-Pero si tienes... no me elijas. Debes prometerlo, ¿L-lo prometes?

No me había dado cuenta de lo tenso que estaba o de la fuerza en mi agarre, hasta que su mano fría rozó mi rostro, y él mismo se asustó. Sabía lo que estaba viendo, yo también lo vi más temprano... vi la sangre seca de sus dedos y metida en sus uñas. Pero acarició mi piel, despacio, tan despacio que me estremeció.

Y eso era algo que admiraba de Jaemin; la capacidad que tenía de brindar calma incluso si él mismo estaba enloqueciéndose.

-¿Puedes cantarme algo? No me gusta el silencio.

Aspiré aire. - Puedo hacerlo por ti.

Sonrió un poquito.

Se acurrucó contra el corazón que ya no latía en mi pecho, sus manos se pegaron a la tela blanca que le cubría el abdomen. Entonces bajé la cabeza lo más que pude, buscando crear una burbuja para que solo él pudiese escucharme.

-Oh, mi amor, mi querido, he deseado tanto tus caricias... Durante un largo, solitario tiempo... -Le mecí entre mis brazos, buscando darle consuelo, mientras su sonrisa iba decayendo y sus latidos se volvían espuma-... El tiempo pasa tan lentamente... y el tiempo puede hacer tantas cosas... ¿Aún eres mío?

El silencio se convirtió en una alarma que solamente yo pude escuchar. La velocidad del mundo comenzó detenerse, ya no había más pensamientos que no fuesen sobre él en mis brazos. Sobre su frío cuerpo contra el mío, tan inútil para darle calor. Sobre sus labios agrietados perdiendo color, al igual que su alma iba apagándose a medida que susurraba la canción.

-Necesito tu amor... Los solitarios ríos suspiran... espérame, espérame... Estoy yendo a casa... espera por mí.

Luego de ese efímero instante, todo fue pólvora frente a mis ojos.

No comprendí del todo lo que Taeyong me gritó, ni luché cuando el padre de Jaemin lo arrebató de mi regazo. Solo veía la camilla prolijamente arreglada, y el cuerpo de Jaemin desvanecido encima de esta. Veía al doctor mirarme como si no pudiese encontrar al monstruo que le amenazó hacía poco tiempo, y lo entendí, porque yo debía de verme como un triste hombre perdido entre una clase de dolor que no se puede curar.

Ya no importaba lo que estuviese a mi alcance. Le prometí que le salvaría, pero solo le vi alejarse. Y cuando me di cuenta de lo que sucedía corrí hacia la puerta que se cerró en mi rostro. Arañé el cristal y pegué la frente allí, mirando como el respirador era puesto en su rostro y las dos únicas enfermeras cortaban la ropa con tijeras.

Los pasos, las voces, los olores y las sensaciones dejaron de existir para mí, mientras veía a mi segunda alma comenzar a titilar, como la luz de la vela que mamá apagaba antes de irnos a la cama... Dejándome en oscuridad, con miedo y en espera de la luz del sol...

Me dejé caer al suelo. Viendo mi reflejo en las pulcras baldosas.

El doctor Park llegó media hora después, vestido con ropa sencilla y sin mirar hacia mí en ningún momento. Le dejé pasar y solo entonces me observó.

-Se fuerte, colmillitos- dijo, apretándome el hombro antes de perderse dentro del quirófano.

Relamí mis labios. Un gesto tan humano ante los nervios que me descubrí riéndome como un lunático, burlándome de mí mismo por no poder llorar, por ser una cosa muerta que no merecía la luz.

Siempre había odiado ser un monstruo, pero esta vez lo odié con cada fibra de mi cuerpo.

Y la primera hora pasó, casi tan lenta como lo hizo la segunda... y tercera, cuarta, quinta. Solo al llegar a la sexta uno de nosotros se movió. El padre de Jaemin se dejó caer a mi lado en el suelo. Su ropa elegante y su cabello largo no combinaban con el ambiente mórbido del lugar. No dijo nada, pero puso una mano en mi hombro y la mantuvo allí.

Luego, habló.

-El chico es fuerte, tiene mi sangre, resistirá.

-Creo en él. - Y lo decía de verdad.

Pero que yo confiase en él no significaba que mi mente dejase de pensar en escenarios catastróficos, como que podría nunca volver a oír su voz, o ver su sonrisa... y yo amaba su sonrisa.

Entonces comprendí que estaba en mi naturaleza ser egoísta. Me dijo que si tenía que tomar una decisión no lo eligiese a él... Joder, yo estaba luchando por dejar de lado la posibilidad de tener que hacer una elección, sobre todo porque no me creía capaz de elegir algo que no fuese Jaemin.

Sonreí, fue una mueca ladina y horrorosa. Sonreí porque yo nunca dejaría de ser un monstruo, ¿Verdad?

Cualquier pensamiento se vio interrumpido por el estruendoso pitido que atravesó la puerta y llegó a mis oídos. Me puse de pie, pegándome una vez más a la jodidamente minúscula ventanilla por donde podía ver los cuerpos de los médicos. Usaban mascarillas y levantaban pinzas ensangrentadas. El aroma metálico mareó mis sentidos.

La enfermera corrió hacia una de las mesas y desapareció de mi vista, pero volvió segundos después, sosteniendo una manta blanca extendida hacia el doctor... Y fue cuando lo vi... Era la cosilla humana más diminuta que en mi vida había presenciado... Demasiado blanco en todas partes, de tonalidades casi escalofriantes que se volvieron sonrojadas en un parpadeo, esa cosilla me pertenecía.

Pero la pequeña cosilla fea y rosada fue envuelta en la tela suave y llevada lejos de mis ojos.

Entonces esperé, y esperé por lo que pareció una eternidad, pero no hubo ningún sonido, no hubo... nada.

No, no, no, no... -¡No!

-Jeno-

Taeyong me retuvo por los hombros empujándome lejos de la puerta. Los huesos de mi espalda crujieron al estrellarse en las frías baldosas de la pared. El padre de Jaemin se mantuvo sereno, recostado, con los hombros relajados y el ceño ligeramente fruncido.

Me hubiese gustado mantener su paciencia, ¡Si tan solo no fuese mi segunda vida la que se iba poco a poco al otro lado de esa puerta!

Taeyong me contuvo contra el suelo, apretando su rodilla en mi cuello, preparado para torcerme la cabeza si era necesario.

-¡Suéltame!- grité lleno de ira y terror.

-¡Debes tranquilizarte, imbécil!

Le empujé con todas mis fuerzas, provocando que fuese arrastrado por el largo pasillo. Y una vez Taeyong no se interpuso en mi camino, yo me adentré en la sala, viendo de cerca la forma en que otra pequeña criatura era puesta entre sábanas blancas.

Pero no podía ser feliz por ello, no podía hacerlo si mis ojos estaban petrificados observando el cuerpo extremadamente pálido sobre la camilla, de piernas abiertas y sangre en todas partes, incluso en el suelo y las batas de los médicos.

¡No, no, no, no!

-Colmillitos, este no es un buen momento.

Arrastré los dedos por mi cabello, rastrillando el cuero cabelludo. Todo fue cegado por el pánico, y ese pánico prendió fuego a través del miedo. Vi el rostro de Jaemin rebosar de tanta paz mientras todo a su alrededor me hizo querer gritar.

-¡N-no puedo escuchar su corazón!- grité, acercándome hacia el doctor, pero una enfermera puso su mano sobre mi pecho y negó con la cabeza.

-Lo están reanimando, están haciendo lo mismo con sus bebés- murmuró.

Tomé su mano entre las mías y la alejé.

Él estaba convulsionando, convirtiéndose en algo horrorosamente muerto entre sangre y cosas blancas. Las manos del doctor estuvieron sobre su pecho, empujando con fuerza cada pocos segundos, enviando aire a sus pulmones sin obtener respuesta. El pecho de Jaemin se sacudía por inercia, todos estaban observándole, todos parecían tener a la muerte reflejada en sus pupilas.

Conocí a la muerte de cerca, se veía justo de esta manera.

La muerte era árida, seca, arrugada... hueca.

Y cuando me miraron a los ojos, cansados y desahuciados, vi la pena en esas miradas. El Sr. Park negó, soltando lentamente la mano de Jaemin.

Pude ver mi propio reflejo distorsionado en las baldosas; los ojos inyectados en sangre y la primera lágrima persiguiendo un camino por mi rostro.

Hasta que sucedió. El fuerte llanto me estremeció.

Miré a la enfermera, que sonreía cálidamente por haber traído a la vida a esas dos diminutas criaturas.

Vida y muerte entrelazadas.

Todos se movieron por la sala, los doctores se quitaron los guantes y evitaron mirarme. La mujer que antes se había acercado a mí mantuvo las manos juntas y los ojos cerrados. Ella pedía a su Dios por nosotros, pero no existía un Dios que se apiadase de un demonio.

Nunca creí que podría perder algo después de haber muerto. Siempre pensé que la única ventaja de ser un ser sin alma era no tener que aferrarme a algo para vivir. Pero, después de todo, mantuve el deseo de darle mi cuerpo si eso bastaba para mantenerlo aquí.

Le pedí en susurros que tomase todo de mí si con eso podía devolverlo a la vida.

Tal vez no debí haberte conocido... Quizás no estábamos destinados a salvarnos... Serías solo una víctima que fue elegida para mi escarmiento. Tal vez este es mi propio infierno.

Un diminuto sonido constante, desenfocó mi atención de Jaemin. La enfermera joven estaba desenchufando la máquina que enviaba oxígeno a través de la caja donde mantenían a la pequeña criatura de menor tamaño.

-Debemos llevarlo a terapia, la pequeña parece estar soportándolo... Es el niño quien me preocupa.

Con los puños apretados, me perdí en el niño que otra enfermera cargó. No había pulso, ni respiración... ni siquiera el indicio de un pequeño latido de corazón. No llegaron a los siete meses, la panza de Jaemin había sido demasiada pequeña, ahora las diminutas criaturas eran incluso más pequeñas que la mitad de mi brazo...

Tods estaban enloquecidos por ponerlos en incubadoras y hacerles respirar. Mientras tanto, yo permanecí viendo el cuerpo de lo único que amé en la muerte.

Cerré mis ojos, y una última vez, yo recé. Pedí con dientes apretados que alguien me escuchase, ya no tenía alma que darle al Diablo, ni promesas que hacerle a ningún Dios, pero recé.

Y en el momento en que perdí las esperanzas... eso sucedió.

Fue el latido más imperceptible, llegó a mí como si alguien soplase aire frío en mi oído. Fue sereno, calmado, tan lento como la marea en un día tranquilo...

Pero fue el sonido más hermoso que algún día podría haber escuchado. El sonido del corazón de Jaemin.

Arrastré mis pies hacia él, curvando mi espalda hasta reposar la cabeza en el hueco de su cuello, y respiré allí, sin importarme necesitarlo o no, pero se sintió como estar en una avalancha de nieve y poder sentir un poco de calor.

-Quédate conmigo...


<<🌙>>

Mark

Siempre odié las películas de adolescentes. Tampoco fui muy fan de las dramáticas producción hollywoodenses asquerosamente románticas.

Es decir, los humanos celebraban cintas basadas en "otros tiempos" como si fuesen un fiel reflejo de lo que sucedió. Ja, por Dios, incluso lo que el viento se llevó es demasiado amable para la realidad de esa época.

Nadie dejaba hablar a un esclavo. Mi propia madre le hubiese cortado la lengua al sirviente más cercano si osaba decir algo sin su permiso. Así que... sí, yo era un amargado que prefería las tripas y las motosierras en el cine del siglo XX. Por supuesto que las nuevas películas de este siglo no estaban mal, pero las personas seguían queriendo más y más efectos que les hiciese saltar de sus butacas.

No lo entendía.

Pero, por supuesto, yo solo había ido al cine dos veces en mi... ¿No vida?

Cómo sea, la primera fue porque Doyoung insistió en que Superman era mejor, y por supuesto que Batman no era solamente un mejor súper héroe, también era un mejor personaje, con mucho más carisma y... ¡Agh, me desvié del tema!

A donde quería llegar era que las películas románticas del S. XXI, eran cada una peor que la anterior. Pero al parecer siempre había una escena que conmovía a todos los adolescentes en la sala, e incluso a los hombres en sus treinta que seguían leyendo el Señor de los anillos encerrados en una habitación de la casa de sus padres.

Por ello, le estaba dando mi confianza a esas estúpidas películas. Funcionaría, ¿Verdad?

Podrían arrestarme, y tendría que matar a uno que otro policía. O bueno, también estaba la hipnosis, pero eso sería tan aburrido como quedarme en la casa y ver a Irene usar el celular como si fuese un Dinosaurio.

El edificio lucía viejo y malgastado. Tal vez, si dejaba una gran suma de dinero anónima para después salir corriendo ellos lo tomarían como que algún borracho multimillonario dejó caer unos cuantos dólares. ¡A quién engaño! Ese demonio sabría enseguida que fui yo, se lo diría al bonito humano y terminaría siendo abofeteado por meterme en su vida cuando claramente me dijo "¡Déjame vivir mi vida, fósil sin sentimientos!"

Fue más dulce y sutil que eso, pero el significado era el mismo.

Bien, quizás estaba exagerando, pero había sentido de esa forma. En realidad, hubiese sido bueno recibir esas palabras, pero fui yo quien se dio una patada en el trasero a sí mismo. Y él fue demasiado amable como para siquiera escupirme en la cara y gritarme que me alejase. En mi defensa, creí que hacía lo correcto, aun lo creo, pero la diferencia era que... ahora me estaba desviviendo por acercarme.

Respiré aliviado de que no hubiese un portero en la entrada, aunque si había un par de cámaras a las cuales sonreí agitando mi mano. A veces no sabía si prefería no tener reflejo como Drácula o que solo siguiese siendo un mito urbano. La verdad, sería útil en estas circunstancias, pero no tanto cuando me levanto despeinado y tengo sangre seca en más de un tercio del rostro.

-Bien... Bien... piso, hmm, ¿Tres?- dentro del ascensor procuré hacer memoria. Recordé lo que ese malvado vampiro escuálido me dijo y volví a sonreír-. Definitivamente es el piso tres.

Los espejos del ascensor se encontraban sucios y había un pequeño ruidillo que me hacía pensar en ratas con ojos rojos y feas colas largas. Bien, yo podría ser un depredador casi tan peligroso como un león, pero ¿Quién no se asustaba por una jodida rata gorda estando encerrado en un cuadrado?

La cosa fue que salí disparado en cuanto el ascensor se abrió, luego vi la única cámara en el pasillo oscuro, y sintiéndome como un idiota de cinco años, digamos que fingí ser un hombre seguro sin temor a los roedores con dientes grandes. Aunque los hámsteres y el ratón de los dientes me parecían algo adorables.

Malditas ratas.

Pasé la mirada en las puertas con números en bronce, solo habían tres departamentos en cada piso, yo me detuve en el segundo, justo en frente al ascensor. ¿Así se sentían los protagonistas de esas estúpidas películas románticas?

Incluso Irene las odiaba, pero tenía una extraña fascinación por algunas de ellas. Cómo fuese, me armé de valor y alcé el puño. Joder, pensar que si hubiese sido hacía algunos años ni siquiera me habría molestado en tocar, simplemente entraría por la ventana, sumaría un pecado a mi largo prontuario y terminaría con esto. Pero, por supuesto, en este caso a él no le caería muy bien esa clase de situación.

No me dio tiempo de golpear cuando la puerta se abrió de improvisto, pero tuve que aguantarme la jodida risa. Renjun vestía un cómico pijama con gatitos por todas partes, a ese conjunto se le sumaba la rara diadema con orejas de conejo, luego estaba su rostro de pocos amigos que me hizo dar un paso hacia atrás.

-¿Qué quieres?- preguntó.

-¿Qué crees?- respondí, apoyando una mano en la puerta, a sabiendas de que la cerraría en mi cara.

-Él está durmiendo, vete.

-No quiero.

-Tiene un examen temprano en la mañana, no lo fastidies.

Se cruzó de brazos mirándome reacio. Imité su gesto. Entonces la frustración me ganó.

-¡Agh! Escucha, tuve que juntar mucho valor para venir aquí. Además de que planeé lo que le diría por dos días enteros ¡Y yo nunca planeo nada!

Dio pequeñas patadas al suelo frustrado consigo mismo, y seguramente conmigo. Pero se corrió de la puerta, y rodó los ojos cuando entré en el muy, muy minúsculo departamento.

Estaba en penumbras, había algunos libros abiertos sobre la mesilla redonda y un tazón de cereales que parecía poder mutar en cualquier momento.

Señalé hacia la puerta cerrada, él asintió, y entonces acomodé mi camisa.

"Suerte" gesticuló, o más bien gruñó.

"Gracias" respondí.

No muchas cosas podían sorprenderme para el tiempo que llevaba sobre esta tierra. Conocer a Donghyuck lo hizo, volver a ver a mi hermana también fue una gran, gran sorpresa. Pero no era algo que sucediese a menudo, en realidad, mi eternidad había sido demasiado monótona para lo que podría esperarse.

Uno pensaría que teniendo el dinero, el poder y la capacidad de no morir, se podría hacer todo lo que uno imaginase. Bueno, la realidad era, que teniendo todas esas cosas... nada era emocionante.

Incluso ir a las Vegas y jugar al póquer en una mesa llena de millonarios y mafiosos, fue... vacío.

Pero en todas estas décadas nada sacudió mi mundo más que un par de ojos fríos y una sonrisa traviesa.

-Hola.

-¡Oh por Dios!- llevé la mano al pecho, en un banal gesto humano.

Mi espalda chocó contra la puerta y la amarillenta luz de la portátil se prendió alumbrando la habitación.

Él estaba en el centro de la cama, sus piernas cruzadas y una bolsa de gomitas dulces abierta en sus manos.

-Y-yo... eh...

-¿Me has estado siguiendo?- preguntó, cierta diversión flotó desde su voz y acarameló mis oídos-. Wow... Perturbador... pero viniendo de tu parte, hmm, supongo que es algo lindo.

Nop, no es para nada lindo.

Froté mi nuca, aunque él no pudiese ver el estúpido gesto.

-Soy un acosador ¿Eh?

-Bueno, no es como que no haya estado contigo cuando hiciste cosas peores- palmó el lugar a su lado en la cama de una plaza y media.

Dejé la chaqueta encima del escritorio y desabroché el tercer botón de mi camisa, sinceramente, solo quería sentirme un poco más cómodo por si salía con el corazón roto.

-Lamento haberte espiado... Es raro, drenar la sangre de alguien no se sintió tan mal como esto.

-Si... realmente es raro.

Llevó las piernas contra su pecho. Apoyando el mentón en el hueco que formaba sus rodillas juntas, movió la cabeza de un lado a otro lentamente, como si pensase en algo con profundidad. Un suave ronquido de cierto animal peludo dormido a los pies de la cama hizo que el brujito riese tenuemente.

-No debí comportarme de esa manera, lo lamento.

No podía dejar de observarle. Desde sus labios agrietados, hasta las uñas carcomidas que se apretaban alrededor de sus propios brazos.

-No, no debiste, pero lo hiciste.- y el resentimiento sobresalió en sus palabras- ¿Por qué siquiera estás aquí, Mark?

Vaya pregunta. Era igual a un pequeño mocoso de dieciséis años sin poder decir sus sentimientos por miedo a ser rechazado, o quizás a perder su orgullo del cual era prisionero.

-Yo... Necesitaba tenerte cerca.

-Ja, para nada perturbador, ¿Eh?

-DongHyuck-

-Pensé que habías decidido por mí... cómo si tuvieses derecho a decidir por mí- murmuró en voz baja. -Tú decidiste que no sería bueno estar juntos mientras fuese humano.

Por un segundo imaginé haber nacido en este siglo. Imaginé haberme enamorado de este chico como cualquier pareja común y corriente lo haría. Imaginé que solo habíamos tenido una disputa de jóvenes idiotas que aún no saben lo que se siente amar correctamente.

Y ahí estaba el problema, amar correctamente nunca sería algo que yo pudiese hacer, porque como una verdad absoluta, en el amor siempre haríamos algo incorrecto.

-¿Qué pretendías que hiciese?- Me levanté, caminando por la minúscula habitación, y cuando volví a verle, él solo apretaba la frazada-. ¡Lo que elegiste traía consigo más efectos colaterales que simplemente regresar a la vida!

No lo culpaba por ello, quería que supiese que no lo estaba culpando, pero cuando tomó ese camino también tomó una decisión acerca de nosotros.

Entonces, otra vez estábamos donde comenzamos, yo diciendo una estupidez y él enojándose por esa estupidez.

-Wow... Realmente sobrepasaste tu nivel de idiotez.

-Hyuck-

-¡Tú no me escuchaste, tomaste esa decisión por tu cuenta, y lo entendí porque creo que en cierta medida tienes la jodida razón! Y-yo simplemente no podía seguir siendo... eso. Pero ni siquiera quería pensar que significaría no poder estar contigo- Se abrazó a sí mismo, con los ojos cerrados y la molestia intacta en sus fruncidos labios-, supongo que pensamos de diferente manera.

Estaba exhausto de vivir ¿o no vivir?, ¡Cómo demonios sea! Yo estaba malditamente cansado de que una y otra vez la esperanza fuese arrebatada de mis brazos. Y no era una comparación, lo de Haechan había sido difícil, sobre todo porque arrastré la culpa durante tanto tiempo que la convertí en parte de mí.

Pero estar lejos de este mocoso a pesar de tenerlo a centímetros de mí... Dios... era una tortura. ¡Era frustrante y agotador!

Me dejé caer de rodillas al suelo, mis manos se arrastraron por sobre la cama hasta que nuestros dedos estuvieron a milímetros de tocarse. Entonces miré su rostro y tragué el impulso nervioso que utilizaba como defensa personal.

-Puedes tomar esta decisión...

Abrió aquellos ojos que encerraban el más devastador temporal y pensé que podría arrastrarme a su tormenta si así lo quisiese.

-¿Qué...?

-Dilo, dime que decides... Si quieres que me aleje lo haré... Pero si dices que me quede... no te dejaré ir hasta que me deseches.

-Mark-

-Decide.

Busqué sus manos pero él las alejó rápidamente de mí. Y se quedó en silencio, respirando con fuerza, mordiendo su labio y soltando un jadeo de confusión. El minuto más largo de la tierra se quedó a vivir en su diminuta recamara.

Mi pecho ardió. Sonreí con la mitad de mi rostro al darme cuenta de lo que ese silencio significaba.

-Entiendo- murmuré-, lamento no haberte dicho antes la forma en que reviviste mi alma... Siento haberte arrastrado a una pequeña parte de mi infierno, Hyuck.

Y tan rápido como su nombre escapó de mis labios, me había ido. Renjun preguntó algo cuando pasé por la salita de estar, no reparé en sus palabras. Solo corrí por las escaleras de emergencia y no miré hacia atrás mientras me alejaba por la calle desierta.

Una bocina fue lo primero que escuché, luego fueron los gritos de un chofer enojado por la falta de algún transeúnte, pero luego la voz delgada y sarcástica me hizo frenar en seco.

-¡Lo lamento, ciego pasando!

La bocina seguía sonando mientras mi cuerpo volteaba para presenciar a un muchacho infundado en una camiseta vieja y unos pantaloncillos cortos. Estaba en mitad de la calle, sobre las líneas de cruce, con los brazos extendidos y el rostro consternado.

Las luces del autobús resaltaron el gris de sus ojos, mis pies se alejaron de la acera para tocar el asfalto y antes de que sus pies descalzos le hiciesen ir al suelo, mis manos se encargaron de sostener sus escuálidos hombros.

-¿Acaso eres ciego? La luz estaba claramente en rojo- pronuncié, con una sonrisa en mi rostro.

DongHyuck frunció inmediatamente el ceño para llevar su puño cerrado a mi pecho.

-Auch- me quejé fingiendo dolor, pero la sonrisa en mi rostro se desvaneció de a poco, fue extinguida por la forma en que su cuerpo tembló y su corazón se aceleró.

Él parecía enojado, jodidamente cabreado. Creí que me golpearía más fuerte, hasta que estiró las manos y encerró mi cuello entre sus brazos, entonces sentí el cálido toque de sus labios sobre los míos, haciendo una diminuta opresión inmóvil.

-Tomé mi decisión- susurró cuando se separó, sus brazos resbalaron desde mi cuello hasta mis hombros, luego esas manos frías se enredaron en mi ropa y actuando como un osito enojado gruñó antes de hablar-. Quédate... hazlo o te golpearé, vampiro estúpido.

<<🌙>>

Jeno

-¿Aun no quiere verme?

Cuanto Taeyong negó, Rasguñé la piel inservible de mis dedos con mis propias uñas hasta que la insulsa sangre brotó. Ni siquiera podía sentir el ardor de la piel siendo descascarada alrededor de la cutícula. Pero no importó, porque el dolor en mi mente lo cubría todo, absolutamente por completo.

-Entiendo...

Suspiré hondo. En realidad, yo no lo entendía.

A través de la ventanilla contraria, observé el reflejo de un hombre joven, con los mechones caídos sobre la frente y el cansancio dándole un parecido a una calavera. No había elegancia en esa imagen, ni existía la mirada confiada de un asesino que sabe podrá librarse siempre que así lo deseé. Era solo el retrato de un cadáver con la sensación de muerte alrededor. Era mi propio reflejo.

-No te preocupes por esto, él solo está agotado. Sabes que en cuanto te vea se largará a llorar como siempre, Jaemin necesita retener sus emociones un poco más, por lo menos hasta que los bebés estén fuera de peligro.

Por supuesto que sabía acerca de eso. Jaemin había despertado hacía más de cuatro horas, exactamente a las diez de la noche. Pero, incluso cuando abrió sus ojos y me vio, los volvió a cerrar y pidió silenciosamente que me marchase de allí.

Asustado y desbastado, lo hice. A pesar de haber estado 24hs sosteniendo su mano fría, rezando para no sentir que su pulso descendía. O viendo sin parpadear la bolsa de aire conectada a su respirador, deseando que nunca se detuviese.

Fue Taeyong quien le comunicó cada pequeña información acerca del estado de las diminutas criaturas. Desde entonces, Jaemin se había negado a verme. Irónicamente, él seguía farfullando mi nombre cuando los calmantes le dejaban algo atontado, pero al estar lucido simplemente lo olvidaba.

Cinco minutos después, el padre de Jaemin ingresó en el pasillo, la bolsa transparente que cargaba fue extendida haca mí.

-Conseguí las fresas, al parecer son difíciles en esta época del año.

Un musculo palpitó en mi mandíbula.

-Déselas usted.

-Pero-

-Jeno está vetado de la habitación, por el momento- explicó Taeyong. Le envié dagas imaginarias pero filosas con la mirada-. Debería pasar, tal vez al lobito le haga sentir mejor saber que hay más personas acompañándole.

El hombre de ojos brillantes, miró la puerta cerrada de la habitación y tragó saliva. Cómicamente, se veía asustado, podría hasta haberse puesto más pálido si eso hubiese sido posible, pero claramente le asustaba más su hijo que cualquier cosa en este mundo, o en el siguiente.

-Yo...- dio un paso hacia atrás mientras parpadeaba. La bolsa cayó colgando de sus dedos, pero el hombre se aclaró la garganta y asintió.- Bien.

Los segundos transcurrieron y debió de ser una buena señal no escuchar gritos ni quejas dentro del cuarto, pero mi maldita consciencia no me dejó en paz ni por un instante.

Cuando el doctor llamó a Taeyong para darle el último informe, me puse de pie, y apoyado en el marco de la puerta vi a través del rectángulo que era la ventanilla.

Apenas lograba ver el bulto que era Jaemin debajo de las frazadas. Su padre estaba sentado en la silla, comiendo una fresa con desinterés, entonces, de repente, Jaemin se incorporó poco a poco y mis oídos picaron por escuchar.

El lindo muchacho se reacomodó en las almohadas, estirando el brazo donde la intravenosa permitía que el suero fluyese hacia su sangre. Tenía enojo, dolor, miseria y ansiedad en sus ojos cafés.

Era algo malo, pero no pude evitarlo. Yo agudicé mi propia audición hasta lograr escuchar lo que había captado la atención de Jaemin.

-¿Sabes que estás siendo egoísta?- dijo el hombre. Su cabello platinado brilló bajo la luz blanquecina del techo.

Jaemin mordió su labio, las cejas fruncidas y el cabello desordenado formaban una interesante imagen. -¿Intentarás darme lesiones de moral? Creo que se te hizo algo tarde... papá.

Hubo veneno en esas palabras, pero el hombre solo se recostó en la incómoda silla y mordió otra fresa.

-Si fuese por ello nadie podría dar lesiones de moral, querido hijo. Todos nos hemos comportado como malditos alguna vez, y cuando uno no puede ver sus propios errores, a veces, la mayoría de las veces, aquellos que hemos cometido las peores atrocidades son los únicos que logran ver las equivocaciones de los demás.

-Eso se llama hipocresía.

-Tal vez... o quizás se llama cuidar de alguien a pesar de no poder cuidarte de ti mismo.

Jaemin clavó los ojos en el suelo. Iba a dejar de invadir su privacidad, pero a mis oídos llegaron las siguientes palabras de su padre, mismas palabras que despertaron un diminuto temblor en el cuerpo del delgado y decaído chico en la camilla.

-La última vez que vi a mi hijo, estaba envuelto en una manta de color amarillo. Su madre me dijo que era demasiado pequeño por lo que aún estaba luchando por respirar...

-No quiero escuchar esto.

-Quería sostenerlo unos segundos, solo verle la carita para no olvidarme nunca de cómo se veía en ese instante. Pensé en arrebatarlo de los brazos de esa mujer, por un solo segundo quise esconderlo de todos y todo para que pudiese quedarse conmigo. Ese segundo duró para siempre. Pero no pude hacerlo, porque frente a mí, esa mujer lo necesitaba de la misma manera en que yo quería a mi hijo. Así que me rendí, y preferí abrazarlos a los dos por última vez, entonces me sentí feliz en ese segundo eterno.

-No es lo mismo...

-Lo sé. Es diferente porque Jeno no te dejará, ni alejará nunca a lo que ahora es lo más importante para ambos. Pero entiendo cómo él ha de sentirse sin poder estar aquí, contigo.

-¡No lo entiend...!- su voz se quebró, las lágrimas corrieron una vez más, y como si se avergonzara de mostrarse frágil frente a su padre, Jaemin barrió con los dedos el recorrido del llanto-. N-no sé cómo sonreírle...- susurró, causando algo molesto en mi interior -... Él cree que es un monstruo, lo creerá aunque le repita mil veces que nunca será malo para mí... Si le miro a los ojos y me desmorono, él también lo hará, pero alguien tiene que estar de pie, alguien tiene que resistir.

-Lo entiendo, chico. Aun así, déjalo entrar, permítele que te consuele y consuélalo. No son todas las tormentas las que se pueden aguantar solo, está por ejemplo, podría ser devastadora... Puedes tener más que un segundo de eternidad, déjalo entrar.

Los ojos de Jaemin se elevaron en ese entonces, se expandieron al verme, y rápidamente corrió la mirada.

Sus latidos se escucharon por todo el pasillo, llegaron a mis oídos con fuerza, y me sentí como un idiota sonriendo en una situación como esta.

Su padre le ayudó a recostarse una vez más. Jaemin susurró palabras que enviaron una clara señal hacia mí. Es decir, no era necesario que me lo dijeran, yo no era bienvenido a escuchar esa diminuta conversación que mantuvieron.

Pero, en cuanto el hombre salió de la diminuta salita, palmeó mi espalda y guiñó uno de sus ojos con tanta facilidad que podrían contratarlo para cualquier comercial. Entonces las palmadas reconfortantes se convirtieron en un suave empujón que me hizo trastabillar dentro de la modesta habitación.

Jaemin jugó con sus dedos, el blanco tarro de fresas estaba ahora tapado, aun así el olor inundaba el aire.

No me moví de los pies de la cama. Solo solté un poco de aire que interrumpió nuestro silencio.

Jaemin coloreó sus mejillas, no llegó a alzar la vista cuando se movió levemente hacia un lado y palmeó el diminuto lugar sobrante.

-No terminé de escuchar esa canción...- dijo, en un hilito de voz.

La tensión de mi cuerpo se esfumó.

-Siempre serás un lobito mimado, ¿Eh?- canturreé algo divertido por el ida y vuelta de nuestra extraña conversación. Mis dedos corrieron la sabana que le cubría las piernas, las magulladas y adelgazadas piernas que rocé con mis yemas.

La piel se le erizó al tacto.

-¿Acaso no sabías que los vampiros aburridos necesitan lobos mimados en sus vidas?- su mano se arrastró hacia la mía sosteniéndola con escasa fuerza. Jaemin me invitó a su lado.

"Lo lamento" Susurró en mi oído, una vez que mi cuerpo reposó al lado del suyo y su rostro estuvo escondido en mi cuello.

"Lo entiendo" respondí, hasta que sus ojos se cerraron al tiempo que le acariciaba el cabello.

-¿Los has visto?

-Ajá, y tú podrás verlos mañana... Soobin tiene una bonita particularidad.

A Jaemin no le importó lo débil que su cuerpo podía estar, él se estiró para mirarme con asombro.

-¡Cuál, vamos, dime, dime cual!

Reí, besándole la frente descubierta.

-Sus ojos. Tiene los ojos de tu padre.

-Oh. Y-y Milae... ¿Cómo es?

-¡Ella es una preciosura! Demonios, voy a tener que espantar a cada persona sobre la tierra porque una vez la vean se enamorarán de ella.

Jaemin rodó los ojos.

-No seas el papá celoso. Pobrecita, no solo tendrá que lidiar con un padre celoso ¡Ahora también tiene un hermano que la cuidará!

-Lo sé, lo sé. Aunque estoy aliviado de que sean dos... ahora podrán cuidarse entre ellos.

Jaemin estornudó en mi pecho, su nariz enrojecida se frotó en mi camisa floja. El silencio duró desde que sus ojos se cerraron hasta que los míos habían contado cada delgada grieta del techo, solo entonces Jaemin habló una vez más.

-Jeno- dijo, sonó asustado, un miedo que se asemejaba a una verdad no contada-, Ellos sobrevivirán, lo harán, ¿Verdad?

Me gustaría decir que respondí algo increíblemente tranquilizador y reconfortante. Me gustaría decir que mis palabras fueron suficiente consuelo para que el temor del chico en mis brazos dejase de existir. ¿Pero acaso existe alguna palabra que pueda borrar el miedo instantáneamente?

Si la hubiese, yo no hubiese tendría que haber cerrado mis ojos e imaginar que las estrellas brillaban por nosotros.

Pedí a la luna que le diese por una vez en la historia, una oportunidad a un demonio. Susurré en mi mente que daría todo de mí, que haría cualquier cosa, con tal de tener a esas diminutas criaturas con fuertes corazones latentes de vida.

-Seremos una buena familia- dije al final. Y frente a mis ojos vi una pequeña casita alejada de la ciudad, alejada de cualquier cosa sobrenatural y terrenal. Solo nosotros, con las pequeñas criaturitas-. Cosecharemos fresas en primavera, y crecerán jazmines en verano. Soobin será un buen nadador, vi como lloraba hace un rato y créeme, ese niño tiene buenos pulmones. Viviremos cerca del arroyo, así podremos llevarlos y les enseñaremos a ambos. ¿Te gustaría eso, Lobito?

Jaemin no me mostró su rostro, pero por la forma en que respiró, casi asfixiado, y por la manera en que apretó mi brazo, pude saber que estaba intentando a toda costa no llorar.

-Quiero eso, Jeno. De verdad deseo que se haga realidad.

-Lo será. -Mi brazo se colocó por debajo de su cabeza, el cuello sudoroso calentó esa única porción de mi piel. Relamí mis labios, algo de hambre vino a mí, pero lo dejé pasar, entonces una idea se me ocurrió. Sonreí, de la forma en que a Jaemin le gustaba, con mis ojos curvándose hasta desaparecer-. Ey, les sacaré una foto para ti, ¿Sí?

Una mueca ilusionada se asomó en su bonita boca. Él gimió de dolor al removerse en la cama, pero no reparó en ello incluso si su intravenosa comenzaba a llenarse de sangre.

-¿¡De verdad lo harías!?- Asentí, Jaemin chilló- ¡Hazlo, hazlo!

Empujó mi costado, hasta correrme de la cama y sacudió su mano en forma de despedida. Claramente no me dejaría regresar sin una sesión fotográfica completa de nuestros diminutos monstruitos.

Busqué por los dos corredores continuos, pero no logré hallar a Taeyong en ninguna parte, y le necesitaba, más bien necesitaba su maldito celular.

Ni siquiera entendía eso del "flash" o lo que oí a la enfermera llamar "instagram y sus filtros mágicos", pero requería de esas cosas para que Jaemin me dejase regresar a su lado.

Todo el pabellón estaba "mágicamente" hechizado para no tener cada cinco segundos a alguien preguntado cómo era posible la situación en que nos encontrábamos. Fue sencillo, al parecer el personal médico estaba demasiado desgastado mentalmente como para ser inducidos en trance sin mucho esfuerzo.

Corrí hacia la última puerta a la derecha, y allí, una gran vitrina me separaba de las diminutas camitas con sabanas blanquecinas sobre donde más de cinco bebés descansaban.

Una sonrisa de costado quedó impune en mi rostro. Miré sobre mi hombro para encontrar el ceño fruncido de Taeyong.

-Necesito fotografías.

Él soltó una tosca risa.

-Ni siquiera sabes cuál de esas bestias te pertenece- sacudió la cabeza acercándose hacia mí-. Felicidades, eres el peor padre del mundo.

Alejé la mano que reposaba en mi hombro como un burdo consuelo.

-Mi padre fue un viejo paranoico que me golpeaba con su arma cuando no le quería disparar a los malditos pájaros, créeme, estoy haciendo mi mejor esfuerzo.

Taeyong suspiró.

-Supongo que tener malos padres es como un requisito para ser inmortal. Cómo sea, los dos del fondo, en esas feas cajas transparentes... esas son tus pequeñas bestias.

Aparté la mirada de los bebés con pieles rojas y caras rechonchas, solo para admirar a esas escuálidas criaturitas que tenías las extremidades inferiores más cortas de lo que eran mis manos. Delgados bracitos que a simple vista podrían quebrarse como palillos chinos. Eran frágiles, luchando por respirar sin necesidad de esos tubos.

Jaemin lloraría al ver una foto desesperanzadora de los mellizos. Y me odiaría si no compartía con él la situación de verdad. Soobin era aún más diminuto que Milae

Habíamos elegido los nombres hacía pocos días. Jaemin simplemente estaba leyendo un libro, entonces gritó "¡Vivimos por el futuro!". Ni siquiera lo entendí a la primera, hasta que él se arrodilló en la cama con esa pequeña panza que seguía creciendo y dijo "Futuro... Milae... vivimos por nuestro pequeño futuro".

Discutimos toda la noche, debido a que él no podía soltar ese nombre y yo solo pensaba en nuestro pequeño Soobin pronunciando la B de forma adorable.

Resultó ser que no tuvimos que decidir por uno de ellos al final.

Me escabullí dentro de la sala y tomé el aparato liviano que Taeyong puso en mi mano. El sonido que me advirtió de haber logrado sacar una fotografía tranquilizó un poco mis nervios. Solo después de tener una foto de cada criaturita me concentré en mirarlos a ambos.

-Tienen que ser fuertes, ¿Sí? Deben prometerme que lo serán, hay un chico a unos cuantos metros de aquí que no podrá ponerse de pie a menos que ustedes estén listos para vivir...

Como por arte de magia, Soobin movió uno de sus puñitos sobre la sabana, y por un momento creí que los dos diminutos corazones se sincronizaron en mis oídos.

-¿Viste sus ojos?- eso fue lo primero y único que Taeyong preguntó en cuanto estuve de vuelta junto a él.

-¿De qué estás hablando?

Señaló hacia los recién nacidos y susurró: -Milae abrió sus ojos por un instante, puedo tener más de dos siglos pero no estoy ciego, eran... extraños.

La tranquilidad en mí se escapó por completo. Lo primero que pensé fue que algo andaba mal con la salud de la pequeña, pero los ojos de Taeyong eran tan sagaces, justo como cuando intentaba desvelar un enigma que encerraba más de lo que alguien con su tiempo en la tierra pudiese llegar a comprender.

La alerta sonó fuerte en mi cabeza. Seguí su mirada hacia los mellizos, y clavé los colmillos en el interior de mi labio.

-¿Crees qué...?

-¡Jeno!- mi cuerpo se volteó ante el grito estruendoso del padre de Jaemin. Su abrigo se había ido, las manos embadurnadas de sangre me hicieron olvidar el tema anterior, y luego, descubrí la desesperación con que me miró-. ¡No está!

La alarma se hizo más sonora, casi insoportable. El peligro recorrió mis venas frías y las incineró.

No hacía falta que siguiese hablando, esas dos sencillas palabras cargaban un peso demasiado profundo, un peso que hizo a mis rodillas temblar.

Golpeé su hombro al correr por el pasillo. Choqué con la única enfermera que cuidaba el pabellón infantil y derrapé frente a la puerta de Jaemin.

Su olor estaba allí, pero la puerta abierta hizo a la alarma expandirse por todo mi cerebro.

Caminé dentro del congelado cuarto y mi cabello se meció con el viento que la ventana abierta había dejado entrar. Tragué el nudo en mi garganta, recorrí con la mirada desde la cama distendida hasta la bata de Jaemin tirada en el suelo... Luego vi la sangre.

Gotas rojas brillaban en las baldosas, estas me condujeron hacia la ventana abierta, pero no estaba abierta, sino que se encontraba hecha trozos.

Los postigos estaban astillados y los cristales formaban picos irregulares desde donde las gotas resbalaban, haciendo un estremecedor sonido rítmico al tocar el suelo.

No había rastro de Jaemin, solo de su aroma aun intacto en todas partes, pero no era un olor puro... era... una mezcla... era...

-Lobos- sentenció Taeyong.

Tomé uno de los vidrios y olfateé la sangre, por segunda vez desde mi muerte creí que volvería a vomitar.

🌙🌙🌙🌙🌙

MIIIIL perdones por la caca de capítulo. Es re largo y no expresa mucho, quería hacerlo más sentido pero mis emociones están dañadas en este momento y me cuesta expresarme.

Tuve que tomarme un descanso muuuy largo, por el fallecimiento de la persona que me crió. Mis padres nunca fueron muy presentes, y siendo la menor de la familia siempre me sentí en las sombras, así que era mi abuela quien me comprendía, escuchaba y aconsejaba. Ella siempre logró verme de verdad, y esas personas son difíciles de encontrar. Lloró muchas veces conmigo cuando le contaba las cosas lindas que ustedes me decían por mis historias, así que gracias por ayudar a que mi abue se sintiese orgullosa de mí ♥️

El final de este fic está a la vuelta de la esquina jijijiji. No sabía que nombre ponerle a los retoñes, pero se me ocurrió una idea... esperenla 😏

Pd: actualizaré Bleed Out en cuanto pueda y esta terminará enseguida 🥺

Le quería poner Yeri, pero me encantó el significado de Milae, además me gusta el nombre en si 👁👄👁

De todas formas, taraaaan.

Soobin:


Milae:

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