Entre Orquídeas y Secretos ✓

By Gimenabazante

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La vida para Mikhail Gurevich había perdido el encanto hacía muchos años, cuando había sido desprovisto de al... More

Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 8
Capitulo 9
Capitulo 10
Capitulo 11
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14
Capitulo 15
Capitulo 16
Capitulo 17
Capitulo 18
Capitulo 19
Capitulo 20
Capitulo 21
Capitulo 22
Capitulo 23
Capitulo 24
Capitulo 25
Capitulo 26
Capitulo 27

Epílogo

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By Gimenabazante

Mikhail entró a la habitación despacio y cerró la puerta mirando alrededor. Su esposa estaba sentada en la esquina más alejada, con unas plantas y flores preparando su perfume. La profusión de olores y colores lo hizo sonreír. Ella lucía un rojo vestido que llamaba la atención, cuando su mano dejo una tijera su zafiro brillo suavemente. 

  Se acercó y la abrazo. 

— ¿Qué estás haciendo aquí? — Preguntó con una sonrisa. 

 Levantó la cabeza para recibir sus besos ansiosos.

— Vine por un poco de paz. — Le Murmuró al oído. 

— Te tocaba a ti cuidar a los chicos. 

— Los deje con la niñera. Necesito descansar después de toda una tarde enseñándoles a montar. — Gimió él abrazándola mientras escondía el rostro en su cuello perfumado. 

— Es tu culpa por meterle esas ideas en la cabeza. — Le dijo negando suavemente.

 Mikhail pasó las manos por su vientre plano maravillado por su delgadez. Después de tres embarazos, dos de ellos mellizos ella seguía con la misma figura de cuando la había conocido y que tanto le gustaba. 

— Los mellizos deben dormir la siesta. — Murmuró dejando la tijera ya que era imposible trabajar con sus manos ansiosas pasando por su cuerpo. 

— La niñera llevará a los mellizos Gabriel y Daniel a dormir, Ilya esta con Valentín y el se ocupara de llevarlo con los mellizos para dormir la siesta. 

— ¿Alex y Anastasia? — Preguntó ella con sorna. 

— Están en la casa de Lara todavía. 

— Estás sudado, debes bañarte. 

— Vine a eso. 

 Ella sonrió cuando él comenzó a desabrocharle el vestido con sus hábiles dedos. 

— Podemos aprovechar y bañarnos juntos. — Le susurro excitado. 

 El enterró las manos en su cabello y la hizo levantar la cabeza. La besó largamente con pasión. 

— Puede venir alguien Mikha. — Susurró excitada por sus caricias. 

— Está prohibido y lo sabes. — Le recordó el. — Solo tu y yo podemos entrar aquí. 

— ¿Por que sera? — Dijo ella con indiferencia. 

— Porque aquí eres mía y de nadie mas — Contesto él quitándole las mangas del vestido. 

 Acunó sus pechos y bajó la cabeza para besarlos, sintió las delgadas manos de su esposa enterrarse en su pelo, guiándolo como le gustaba.

 Él levantó la cabeza con una sonrisa. La levantó de la silla y se la llevó a la cama.  

 Mikha le quito la parte de abajo del vestido, ella se quitó la camisola con rapidez. Cuando Victoria se sentó en sus piernas le desabrocho la camisa y pasó las manos por su pecho encantada. El entró en ella y la instó a moverse encima, pasó las manos por su espalda recta y beso su hombro y cuello encantado con su aroma. 

  Después de diez años de casados le seguía excitando ese aroma floral. La amaba intensamente y la deseaba como el primer día. Cuando ella tiró la cabeza para atrás el suspiro ante su hermosura. 

  El sol que entraba a raudales por la ventana entreabierta la iluminaba suavemente. 

Victoria suspiro y se acostó en la cama después de bañarse, con los brazos abiertos, Mikha se acostó encima de ella apoyando la cabeza en su vientre y pasó una mano por su costado acariciandola perezosamente y la otra mano acariciaba su muslo. 

— Los mellizos cumplirán nueve este mes. — Dijo ella mirando el dosel de la cama. . 

— Lo se. No se que comprarle a Alex. 

— ¿A Nasia ya lo sabes? 

— Le compraremos el violín. — Murmuró. 

— La concientes demasiado. — Le dijo entrelazando su mano derecha con la de el.  

— Es mi única hija. La niña de la casa, tendrá lo que pida. 

 Ella se sentó pensativa. 

— Sólo he podido tener varones. La última vez creí que sería una niña. 

— Agradecemos todos los días porque tu estas bien y los chicos. — Le dijo con un gusto amargo en la boca al recordar su último alumbramiento. 

— Anastasia será la única hija que tendremos. — Ella suspiro. 

— No importa. — El la abrazo consolandola. — Tenemos cinco hijos Victoria, está bien. 

— Lo se. — Ella lo miró y levantó los hombros. — Me entristece saber que ya no poder tener más hijos. Siento un vacío aquí… — Ella se pasó la mano por el vientre. 

— Estas viva de milagro mi amor. — El la abrazo angustiado. — Aun no puedo olvidar el terror que tuve cuando creí que te perdería. 

— Los chicos se salvaron de milagro. — Dijo recordando. 

 El paso la mano por su cicatriz en su vientre. Ella había comenzado a sangrar sin parar haciendo que los doctores tengan que hacerle una incisión vertical para sacar a los gemelos y su útero que se había desgarrado. Había estado grave durante unas semanas hasta que había empezado a sanar, ahora solo tenía una cicatriz en mitad de su abdomen bajo, después de cinco años, imposibilitando el volver a tener hijos. 

— Lo único que agradezco es que Anastasia tiene tu color de ojos. — Mikhail pasó las manos con adoración por sus mejillas. — Ese mismo color intenso que amo y me vuelve loco. 

 La besó largamente hasta que fueron interrumpidos. 

— Se acabó la paz. — Le dijo sobre sus labios bajito. Se bajó de la cama y abrió la puerta un poco. 

 Mientras Victoria se cambiaba podía oír a Ilya murmurar. Mikha cerró la puerta y sonrió. 

— Ya casi es la hora de cenar y nuestros hijos reclaman a sus padres. — Él sonrió mientras se agachaba para ponerle los zapatos. 

Al bajar las escaleras Mikha sintió que el amor, el orgullo y la felicidad lo arrasaban completamente. Su hermosa hija de casi nueve años estaba vestida con un suave vestido de color rosado y parecía una muñeca de porcelana. Era blanca como su madre y con sus ojos océano, su rostro delicado y una boquita gruesa haciendo que sus labios parezcan rojos en vez de rosados. Era hermosa. Sus ojos brillaban divertidos y misterioso, era una niña reservada al contrario de lo que creían. Era igual a él en muchos aspectos personales, con sus contestaciones o miradas aburridas, sus sonrisas eran solo para la familia, solía mirar a los extraños sin ánimo, como si no le interesara. Su mellizo en cambio era muy diferente, Alexi era un niño extrovertido, simpático y sonriente. Hablaba sin parar y a veces solía pensar que era porque pasaba mucho tiempo con su tía Svetlana. Sus ojos eran iguales que su esposa, azules y profundos, siempre brillando por la risa. 

  El hijo del medio, Valentín tenía siete años, había nacido con su color de ojos, su piel blanca hacía llamar aún más la atención a sus ojos ámbar, su personalidad era cariñosa, solía abrazar a todos y era un protector nato, él era el que había nacido con el don de su madre para las plantas, podía notarlo cuando solía cortar alguna ramita seca del jardín. 

  Sus mellizos Daniel y Gabriel eran dos terremotos de cinco años. Era como si él destino no se habría decidido en su color de ojos y habían nacido cada uno con el color de ojos de sus padres. Gabriel azules y Daniel ámbar. Estaban jugando al parecer a una guerra, un rescate se dio cuenta después cuando la única niña de la familia estaba sentada en el centro dibujando mientras ellos se peleaban alrededor. Su mellizo era al parecer el dragón de la Torre que no dejaba pasar a nadie pues la rodeaba con su espada de madera. Valentín era el caballero que rescataría a la princesa y los mellizos eran sus ayudantes. 

  Los gritos de guerra se sucedieron minutos después en el enorme salón, la pelea fue encarnizada y sangrienta. Anastasia fue recatada por Valentín y ella le hizo una reverencia y continuó dibujando mientras ellos volvían a juntarse para cambiar la guardia de la princesa. 

 Lo único que entusiasmaba a su hija era el tenis y los caballos. 

  Cuando los vieron los tres más pequeños se abalanzaron a su madre que abrió los brazos y los recibió, hizo exclamaciones de sorpresa cuando le contaban sus aventuras y contuvo el aliento cuando la historia lo requería. 

  Anastasia lo tomó de la mano y caminaron juntos al comedor. 

— Ya sé lo que quiere Alex. — Le dijo su hija en un susurro mientras encabezaban el camino al comedor. 

— Perfecto. Me lo dirás después cuando practiquemos con los Caballos. 

 Cuando se sentaron al comedor vio a Victoria que sonreía ante su familia. 

 Mikha la tomó de la mano y le dio un beso en su palma.

— Me haces el hombre más feliz del mundo, todos los días. — Ella acunó su mejilla y le sonrió. 

— Tu a mi. 

En la mañana solían ocuparse del jardín. Victoria había convertido los jardines de la casa en una exposición envidiable. Muchas personas solían pararse en las verjas de afuera y observar el jardín desde lejos. Él la ayudaba siempre, incluso en el invernadero era una actividad que compartían siempre. Cuando Victoria había decidido cubrir todos los costados de la propiedad con la planta Lonicera, más conocida como madreselva, el se no estaba muy de acuerdo. Pero tenía que reconocer que quedaba hermoso ese intenso follaje tanto dentro como fuera de la propiedad, y encima el aroma que expulsaban era muy agradable. Muchos solían llamar para pedir si podían llevarse algunos ramos de flores. 

  Algunas personas incluso llegaban buscando conocer el jardín, el invernadero o ver su colección de orquídeas. A los cuatro años de casados él le regaló un invernadero, casi igual de grande que el primero, pero este era solo para las orquídeas. Tenía algunas tan hermosas como únicas, algunas eran tan delicadas que debían rociar el agua en sus raíces, no podían regarla como a todas, era como si el aire debiera humedecer sus raíces expuestas que estaban en una estructura que Tenía la temperatura justa que la planta requería. 

  Victoria solía pasar horas en su invernadero y el la acompañaba siempre. 

  Cuando la carta para unirse al club de orquídeas le llegó miró a su marido con sorna. Pero ambos se sorprendieron cuando se dieron cuenta de que era una invitación real. 

  Por supuesto que acepto y ambos recorrieron los jardines de los miembros, cuando habían terminado con el último Mikhail le dijo en lenguaje de señas que ese jardín era el más feo que había visto. 

  Las flores estaban como en estantes clasificados por nombres y tipo. Se sucedían unas a otras por crecimiento y casi por color. 

 En cambio las de ella estaban distribuidas de forma más natural, como si fuera un bosque de flores. Le había costado mundo esfuerzo y trabajo hacer que entren un tronco donde tenía algunas plantas en sus ramas. Cuando uno entraba al invernadero de orquídeas era como entrar a un pequeño jardín de fantasía, donde los colores y olores lo envolvían a uno. Gracias a su talento había conseguido varios reconocimientos de la asociación de Horticultura. 

La primavera era una estación que ambos esperaban con ansias. Solían pasar semanas acomodando y replantando algunas flores. En las tardes él le enseñaba a sus hijos a montar. 


  Cansado se bajó del caballo dejando a sus hijos con Ilya y se dirigió al final de la propiedad, detrás de los árboles frutales estaba su esposa sentada bajo la sombra de una enorme estructura cubierta de glicina. Las flores violetas colgaban y se mecían suavemente mientras ella hablaba tranquilamente con su hermana que pintaba parada observándola. 

  Se acercó despacio y observó la pintura. Su hermana era una pintora reconocida y muy talentosa, había captado la esencia de su esposa. La pintura era fiel a la imagen que se veía, ella sentada con las flores colgando encima de su cabeza y una perpetua sonrisa en sus labios, sus ojos azules brillaban y su mano estaba suspendida con una taza de té, pero al contrario de tomar la taza por la asta Victoria la sostenía del borde siempre. En la pintura ella miraba como sorprendida, atenta a quien la llamaba. Era una pintura hermosa. 

— Esta la quiero para el salón. — Murmuró Mikhail pasando al lado de su hermana. 

 Ella frunció la nariz haciendo una mueca burlona. 

— Lo sabia, eres un egoísta. 

— ¿Por qué? 

— La quiero para mostrar en mi exposición. 

— ¿Quieres que todo el mundo observe a mi esposa? 

— Pues te la tendrás que aguantar porque Tori ya me dio permiso. 

 Él hizo un sonido de disgusto. 

— Esta bien; pero después la quiero en mi salón.

— Deberás pagar por ella? — Le dijo Svetlana mientras pasaba los dedos para darle profundidad al color. 

— ¿Que? 

_ Es mi obra Mikhail. — Le dijo ella divertida. — Y aunque seas mi hermano deberás pagar por las obras de Svetlana G. Te guste o no. 

— Presumida. — Le dijo él sentándose al lado de su esposa. 

 Después de que el sol se ponga su hermana se marchó y él la besó largamente. 

— Dime algo que no sepa. — Le susurro ella encantada por sus caricias. 

— La primera vez que ti creí que no eras real. 

 Ella se carcajeó. 

— No es cierto. 

— Lo es. Dime algo tu. 

— Ya que hablamos de la primera vez que nos conocimos te diré que cuando te conocí creí que tus ojos eran muy hermosos. Y me imaginé besándote. 

Él la miró sorprendido. 

— No hablas en serio. — Le dijo mirándola. 

 Ella colgó sus brazos en sus hombros y lo acercó a su pecho. Lo besó largamente saboreando su esencia amaderada. 

— Claro que sí. 

 Ella no lo dejó escapar cuando sintieron ruido acercándose. Sabía como él era de reservado, lo tomó del rostro e intensificó el beso hasta sentir como él la apretaba contra él excitado. Se alejó rápidamente cuando los pasos se intensificaron. 

Ilya apareció detrás de los árboles. 

— Discúlpenme. 

— Habla. — Dijo Victoria disimulando una sonrisa al notar que su marido le daba la espalda a su sirviente debido a la excitación que no bajaba. 

— La cena estará lista en diez minutos. 

— Gracias Ilya ya vamos. ¿Los chicos? 

— Las niñeras están terminando de vestirlos. 

— De acuerdo. 

 Cuando Ilya desapareció miró a los ojos a su marido donde brillaba el deseo insatisfecho. 

— Eres una sinvergüenza. 

 El la atrapó y la sentó sobre sus piernas. 

— Debemos irnos, tengo hambre. 

— Yo también tengo hambre de ti. — La beso con pasión. — Arderas en el fuego que has prendido Victoria. — Él levantó su falda de un tirón. 

 Ella se estremeció cuando él metió las manos en su entrepierna. 

— Vas a desear que se termine la cena tanto como yo ahora. 

 Disfruto acariciándola perezosamente y besándola, comenzó a hacer pequeños círculos en su clítoris haciéndola jadear, con sus besos silencio sus gemidos incontenibles. 

Cuando ella estaba a punto de llegar al orgasmo él saco la mano y ella lo miró sorprendida e insatisfecha. 

— Ya es tarde. 

 Mikhail le Levantó y se paró a su lado, le acomodó la falda y la tomó de la mano disfrutando de su rostro perplejo y peleando con el deseo. Acunó su rostro y la beso suavemente. 

 Juntos se fueron a cenar con su familia. Antes de subir las escaleras él la hizo enfrentarlo. 

— Jamás me he arrepentido de una sola cosa que he hecho en mi vida. Porque cada una de ellas me ha traído aquí, a tus brazos. Te amo inmensamente, intensamente y lo haré por siempre. Eres el único sueño que jamás me había atrevido a tener y lo has superado con creces. Te amo Ojos océano y te amare siempre. 

— Te amo. — Le contesto suavemente.

Subieron las escaleras a cenar con su familia.

¡Y hemos llegado al final!
  Espero que hayan disfrutado de esta hermosa historia.
Voy a aclararlo antes de que me llenen de preguntas: Lazos Eternos es el siguiente que sigue y con ese terminamos la saga Kuznetsov. Deben saber que es un viaje épico esa historia. Ahí sabrán lo que pasó con Svetlana y averiguar si está con Jacob o no.
  Asique nada!!! Espero que lo hayan disfrutado.
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Recomiendenme si les gusto la historia. Agregenme a sus listas de lecturas. Y nada más!!!
  Les agradezco mucho sus votos, comentarios y que sean tan leales lectoras. Disfrute mucho sus amorosos comentarios.
Hasta que nos volvamos a ver! 💖💖💖💖

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