Nathalie y los Portadores de...

By Historiasdeantaria

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La vida de Nathalie, una muchacha que asegura tener como amigo a un silfo, conoce auqella mañana a Felipe, un... More

Nathalie y los portadores de los elementos
Nuevos Vecinos
Capítulo 3, La Antigua guerra de los elementos
El corazón de Nathalie
Aventuras de Hospital
El profundo Sueño de Nathalie
Trece años de historias
Despertar
Conociendo el reino de Khim
Vientos de guerra
El secreto de Danna
Reencuentros
Revelaciones
Cuando la guerra llega a Khim
La Madurez de Yin
El portador del viento
Inicia la travesía
El tráfico de armas
Khalar - Dhur, la tierra de los dragones
Tan solo besos
Las pruebas de los reyes dragón, la prueba de Tuan Rahsia
Las pruebas de los reyes dragón, la prueba de Otot Murmi
Las pruebas de los reyes dragón, la prueba de Cinta Penyair
Las pruebas de los reyes dragón, la prueba de Pegembara
Roheline
Las pruebas de los Reyes Dragón, La prueba de Otam Ilery
Las pruebas de los Reyes Dragón, la prueba de Ashe Zu Azhe
El fin del tráfico de armas
La decisión de Relianse
Las Pruebas de los Reyes Dragón, la prueba de Mut Rashere
En busca de aliados, la travesía de Yin.
En busca de aliados, la travesía de Dhía
En busca de aliados, la travesía de Nathy
En busca de aliados, la travesía de Felipe
La batalla decisiva
Epílogo

Profecías

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By Historiasdeantaria

— ¿Dónde estás Relianse? — La voz, profunda y misteriosa había preguntado por tercera vez — ¿dónde estás hija mía?

— No lo sé… — Temerosa, como tantas otras veces, la pequeña hada había contestado.

— ¿Dónde estás? — la voz insistía con su sutil monotonía.

— No lo sé — Algo extraño ocurría aquella noche, la voz se tornaba más insistente que en otras ocasiones.

— ¿Dónde estás?... ¿dónde estás?— Está vez, la voz no iba a ceder.

— En… el camino a ver a los dragones verdes… ¡En el camino a ver a los dragones verdes!— Sin poder más, Relianse finalmente había dado la respuesta que la voz pedía.

— ¡Despierta! — Nathy zarandeaba fuertemente a su amiga, quien sin embargo, se negaba a despertar— ¡Despierta!

— ¿Mmm? — Relianse finalmente salió de aquel extraño sueño— ¿Qué pasa? — Pregunto confundida.

— Tenías una pesadilla, no parabas de gritar ¡dragón verde!, al principio creí que nos atacaban.

— ¿Sí? — Relianse hablaba todavía algo aturdida por el sueño — Creo que fue solo una pesadilla… durmamos nuevamente… ¿Sí? — Y aunque Nathy aceptó de buena gana dormir nuevamente en paz, Relianse tenía, secretamente, algo más de temor: primero escuchaba voces, y ahora esa extraña presencia la cuestionaba en sueños…

— No te preocupes, vamos por ti — la gélida voz que escuchó el hada apenas cerró los ojos, estremeció profundamente a Relianse, quien no pudo volver a dormir aquella noche.

—0—

Tras varias noches sin dormir y repetidos operativos fallidos, los hombres de Frederick finalmente parecían haber dado con una pista segura relacionada al tráfico de armas organizado por el General Zapata, sin embargo, como bien sabía el general Celastro, el encontrar a quien traficaba con armas implicaría encontrar a los elfos que las comprabas, y por ende, al resto de criaturas fantásticas que se relacionaban con dicho caso. Tras crear un plan de acción y pensar en las personas que pondría a cargo, decidió que sería mejor revelar  aquello  que conocía sobre aquel extraño mundo a su mano derecha

— Bismark a mi oficina — llamó tras unos minutos.

— Pero general, el operativo….

— Debemos ir a la oficina Bismark, créame, llegaremos incluso antes— Para sorpresa de Bismark, el general dio la orden a los cuatro civiles que lo habían acompañado en la fuga de los traficantes de armas para que lo sigan.

— General, ellos son civiles… ellos no…— El inspector en jefe Bismark estaba realmente desconcertado, sin embargo entró en la oficina y cerró la puerta tras de sí.

— No pienso perder el tiempo contándote cuentos de hadas Bismark, solo necesito que confíes en tu juicio y en tus sentidos, y que luego, confíes en mi.

— ¿Confiar en mi juicio y en mis sentidos? — General… Frederick, ¿a qué te refieres?

— Yuki sal del bolsillo — El general  soltó aquella frase por respuesta.

— ¿Está seguro general? — una débil voz, que pareció provenir del mismo lugar en que se encontraba el general, emitió aquella pregunta. Bismark se preguntaba, cada vez más confundido, que era lo que allí ocurría.

— Completamente, sal de una vez.

— Está bien, pero lo haré bajo su responsabilidad general — la extraña voz volvió a contestar desconcertando aún más a Bismark.

Lo siguiente que ocurrió hizo que el inspector se preguntase si no se encontraba bajo los efectos de alguna droga difuminada en el aire: del bolsillo de la camisa del general, emergía un extraño ser con todas las características de un hada: cuerpo, estatura, alas y un extraño color naranja con motas verdes.

— ¡Santa Madre de Dios!... ¿eso es…? —Aunque Bismark pretendía asimilar lo que veía, su mente le gritaba desesperada que aquello no podía ser real.

— ¿Un hada? — Frederick completo la frase. — la verdad es que no, no es un hada, creo que él prefiere el término "silfo" y creo que mis  cuatro amigos prefieren "guardia roja", o “soldados elfos”  en lugar de civiles

— General, con todo respeto ¿Qué clase de perturbada broma es esta? — Bismark sentía una especie de furia creciendo dentro de sí — Quiero decir, tenemos a peligrosos criminales sueltos, una operación a gran escala de tráfico de armas… y usted se presta para… ¿una cámara oculta?

— ¡Varjâtud Kämera! — Yuki interrumpió la conversación con un sencillo hechizo, inmediatamente Bismark permaneció en silencio viendo al vacío.

— ¿Qué hiciste Yuki? — Frederick cuestionó al silfo un tanto preocupado por su amigo.

— Dar demasiadas explicaciones tardaría demasiado, y lo que no tenemos es precisamente tiempo. Mientras hablamos una secuencia de imágenes con todo lo que requiere saber, desde la guerra de los elementos hasta lo que hemos pasado, transcurre ante sus ojos — Satisfecho el silfo dio por concluida su intervención, hasta que se dio cuenta de algo fundamental — ¡Kokkuvõte!

— ¿Y eso que fue? — Frederick pregunto nuevamente.

— Me aseguro que reciba la versión "resumida", no tenemos tiempo para entrar en demasiados detalles.

Tal y como Yuki había explicado, Bismark observó, como si de una película se tratase, todos los detalles fundamentales de la aventura que había vivido. Cinco minutos más tarde, impactado, confundido y también algo asustado; el inspector se recuperó del hechizo.

— Y bien, ¿cómo podemos ayudar?— Fue todo lo que Bismark atinó a preguntar una vez finalizado su trance.

—0—

El grupo se puso en camino nuevamente, la noche había sido devastadora para Relianse, quien agotada tras no haber dormido casi nada era trasportada, para su alegría, por Semth, el cual preocupado por la falta de vitalidad característica del hada, comenzó a bromear sobre diversas situaciones, incluyendo el exceso de equipaje que cargaban Yin y Felipe, quienes se habían "ofrecido voluntariamente" a cargar, además del suyo, los equipajes de todas las mujeres de la expedición, pues para ello había bastado la melodramática frase: "¿quién ayudará a unas indefensas damas?" pronunciada por Nathy.

La sabana que se les presentaba en frente, único camino a los montes donde vivían los dragones verdes, parecía interminable, y al paso que se movían, tardarían días, si no semanas, en llegar a su destino.

— Si tan solo el bayo no hubiera transportado más cerca — Nathy se quejaba

— ¡No habían portales más cerca! — el bayo, quien iba a la vanguardia, había repetido aquella frase por millonésima vez.

— ¡Silencio o te como un brazo! — Nathy sonreía ante su propia ocurrencia.

— Creo que debemos descansar aquí —habiendo llegado a una especie de Oasis, Yin había soltado las mochilas que cargaba. Felipe, agradeció la iniciativa, y apoyando a las misma, soltó su propia carga en el suelo.

— Chicos la niñas tenemos hambre —Maliciosamente Nathy había hablado esperando que sus dos "esclavos" preparen una suculenta comida.

— Prepararé algo pronto — Felipe se había incorporado tan solo escuchar la voz de Nathy

— Yo preparare algo mejor — Yin, a pesar del cansancio no pensaba ceder — ¿Qué quieren comer?

Las chicas, se concentraron en un punto para decidir que querían comer, la lista de exigencias era sorprendente: querían algo redondo y substancioso hecho con carne de ave para el palto principal; algo cuadrado, dulce y con mucho sabor a frutas para el postre y algo verde, líquido y fresco para beber mientras comían. Y aunque las chicas había dicho "carne para comida y fruta para el postre" Nathy había insistido en exigir también el color y la forma pues así sería más divertido.

Relianse había recuperado las fuerzas y mostraba nuevamente su característica vitalidad, y aunque a Semth le hubiera gustado quedarse a descansar, fue arrastrado por sus compañeros en busca de la excéntrica comida que las muchachas les habían exigido.

— Eso si fue divertido — Dina rompió el silencio en cuanto vio alejarse a los muchachos — Aunque hubiera esperado que haya un portal más cerca de nuestro destino.

— ¡Que no había portales más cerca! —Flidewick respondía irritado.

— Basta — Nathy se puso en pie rápidamente — Dije que si hablabas te comía un brazo.

Y aunque todo el mundo sabía, o al menos esperaba, que fuera una broma, Nathy voló tras el bayo mientras daba mordiscos al aire mientras perseguía al bayo; Flidewick, por su parte, no quiso quedarse a comprobar si se trataba de una broma o iba en serio.

Sin embargo la broma duró no demasiado tiempo. Esta, junto con las risas de las demás muchachas, se detuvo en cuento, misteriosamente, el oasis se vio oscurecido por una gran sombra, todas levantaron la vista para encontrase con un gigantesco  ya amenazador dragón azul que se disponía a bajar en el mismo lugar donde ellas se encontraban. Inconscientemente Dhía y Dina tomaron sus armas mientras que Nathy buscaba en su libro de hechizos y Relianse se preparaba mentalmente para curar rápidamente grandes heridas causadas por el fuego.

—0—

Tras salir Bismark  del trance, el general había dado las órdenes precisas y un helicóptero halcón los esperaba en la azotea junto a un grupo RAI armado para la acción

Gracias a la velocidad que el artefacto les brindaba, pudieron llegar a la guarida de los traficantes hecho justo en el momento que los hombres intentaban escapar del lugar, al parecer algún tipo de incendio se había propagado por su guarida y el fuego detonaba las cargas de pólvora de las balas almacenadas, provocando una especie de tiroteo de gran magnitud, el cual evitaba que los bomberos pudiesen acercarse demasiado para apagar el fuego.

— ¡Que nadie escape! — El general gritaba para hacerse oír sobre el ruido de las explosiones y el motor del helicóptero aún encendido.

Los hombres, y elfos, se dispararon en grupos debidamente organizados para atrapar a los traficantes  que  intentaban escapar. La mayoría no era un reto en sí, pues con los pulmones llenos de humo estaban prácticamente inutilizados.

Sin embargo  algo preocupó al general: no había rastro del General Zapata o elfos pertenecientes al grupo de Linwëlin.

— General sospechosos huyen hacia su posición— la voz de Bismark se dejó escuchar por la radio. Presurosamente corrió hasta la que debía haber sido su posición, encontrándose, para su sorpresa y preocupación con un gigantesco sujeto a quien el humo del incendio parecía no haberle hecho mella en los pulmones.

— ¡Deténgase! — Frederick desenfundó su arma y apuntó al rostro del General Zapata — Está usted bajo arresto —La voz de Frederick fue más calmada… lo tenía…tenía al bastardo.

— No me haga reír soldado — imprevistamente el General Zapata lanzó el maletín que cargaba hacía Frederick, ganado el segundo que necesitaba para sacar una Uzi del bolsillo de su saco y disparar contra el general; el cual por su parte, escapó por poco de los disparos.

Un tiroteo, solitario y feroz, se llevó a cabo en aquel momento, sin embargo, la munición de Frederick se agotó más rápidamente que la de su oponente. Cubierto tras un improvisado muro callejero planeaba una cuidadosa estrategia.

— ¡Liv!— Yuki había salido del bolsillo del general para pronunciar aquel conjuró mágico. Inmediatamente un suave viento sopló sobre la arenilla que se encontraba en la calle.

El arma automática de Zapata se trabó gracias a la misma, dándole a Frederick una importante posibilidad…  entonces Frederick corrió hasta su oponente.

El combate fue feroz, los dos hombres, debidamente entrenados, se enfrascaron en una titánica lucha cuerpo a cuerpo, sin embargo, aunque después descubriría en si una costilla rota, Frederick se impuso finalmente logrando reducir a su oponente, a quien gustosamente había roto también un par de huesos en el proceso.

— Bismark, aquí Celastro, objetivo asegurado— El general le habló a la radio tras esposar al sospechoso.

— Copiado Celastro, aquí Bismark, Incendio controlado y sospechosos detenidos — la voz hizo una pausa — lastimosamente algunos no logaron salir a tiempo… tenemos algunos cadáveres— Copiado Bismark me encamino al lugar.

Tras introducir al sospechoso en una patrulla cercana, el general observó el panorama que lo rodeaba: la casa en ruinas ya tan solo humeaba mientras algunos bomberos buscaba aún sobrevivientes. Una serie de hombres eran introducidos en patrullas que irían directo a las celdas de la comisaría central, mientras que aquellos que habían sido demasiado afectados por el fuego eran transportados en ambulancias hasta el hospital más cercano.

Tan pronto como el general estuvo cerca a la puerta, pidió a uno de los paramédicos una lista completa de los hombres identificados dispuestos a ser trasladados.

— Que no partan las ambulancias hasta que yo de la orden — el general habló fríamente.

— General estos hombres están…— el paramédico quiso objetar la orden.

— Esos hombres son escorias humanas— el tono frió del general heló los huesos del paramédico. Frederick se comportaba de aquella manera al pensar que gracias al tráfico de armas en los que esos hombres participaban, cientos de jóvenes en el mundo perderían sus vidas… y peor aún, cientos de seres mágicos, entre los que se encontraban sus dos hijos, podrían morir fácilmente.

— Está bien — el paramédico no quiso tener problemas, así que dio específicas órdenes a sus compañeros mientras que el general entraba en la casa.

—0—

Fue quizá demasiado tarde cuando los muchachos se dieron cuenta, repentinamente habían visto rodeados por una fuerza mayor y mejor armada. Quizá quien se encontraba en peor situación de todos ellos era Yin con demasiadas pocas pociones puesto que no había tenido tiempo para preparar más. Nerviosamente revisó en su morral y lo único que consiguió fueron media docena de pócimas explosivas y una considerable cantidad de polvo para dormir.

Semth y Felipe, por su arte, evaluaban la situación, los enemigos los superaban, al menos, treinta a uno. Por más que lucharan con todo su ánimo, en algún momento caerían exhaustos y a merced de sus enemigos. Por un segundo se permitieron considerar que quizá allí finalizarían sus días.

Juntando fuerzas los tres lograron llegar a una cueva atrincherándose en ella, a ninguno le gustaba la idea pero no quedaba más remedio. Las balas de Felipe habían mantenido a varios a raya, sin embargo sus municiones, por lo menos las que había cargado para ese pequeño viaje por alimentos, eran limitadas.

— Debemos pensar con cuidado — Semth hablaba nerviosamente —lo primero es armarte correctamente — El elfo había dirigido sus palabras hacia Felipe — ¿Sabes usar una espada?

— Algo — Felipe respondió recordando el breve periodo de afición a la esgrima durante sus años en la secundaria — lo básico más que nada.

— Eso basta por ahora — Semth, quien llevaba dos espadas de combate envainadas y cruzadas a la espalda, ofreció una a su amigo.

— No creo que pueda manejar una de esas — Felipe pensó preocupado en el peso de la gran espada de hiero, bastante diferente a un liviano estoque de esgrima.

— Es hierro élfico, duro como el solo pero liviano como pluma, levántala — Felipe comprobó, para su alegría, que la espada no pesaba mucho más que el viejo y empolvado estoque que guardaba en el armario de su habitación en casa. — La punta va dentro del oponente, Semth sonrió mientras entregaba le arma a Felipe el cuál sonrió ante la ocurrencia de su amigo.

— Al menos no están usando armas humanas — mencionó Semth en cuanto una flecha silbó sobre sus cabezas.

— Detesto interrumpirlos, pero debemos crear un plan ¡Ya! — El tono de Yin demostraba irritación y algo de soberbia — y por suerte, yo tengo el requerido para este momento.

— Deja tus ardides para otro momento, esto lo haremos al estilo policial — Felipe respondió retando al silfo.

— Tu policía es inefectiva en este momento — Yin volvió a tomar la palabra mientras otra flecha silbaba sobre ellos.

Posiblemente ambos muchachos se hubieran matado ellos mismos de no sé por la presencia de Semth quien decidió intervenir para evitar una catástrofe.

— No se ustedes, pero yo quiero volver a ver a mi hermana y a…—Semth hizo una pausa dudosa — y a otras personas… si queremos vivir debemos pensar todos juntos.

Comprendiendo Felipe y Yin que el elfo tenía razón, finalmente se pusieron de acuerdo y trazaron un plan: aprovecharían los polvos de dormir de Yin, así como su rudimentario manejo de viento, para dormir a los agresores cada vez que se acercaran a la cueva; cuando estos cayeran dormidos Semth saldría, y cubierto por Felipe, eliminaría a los durmientes con su espada.

La estrategia dio buen resultado durante, al menos, cuatro o cinco oleadas de enemigos. Los cuales, se encontraban demasiado confundidos para entender que era lo que allí pasaba… llegaron incluso a pensar que se enfrentaban a tres poderosos hechiceros. Lastimosamente aquella creencia significo un mayor problema para Yin y sus camaradas pues, los atacantes decidieron iniciar sus propios ataques mágicos, complicándose aún más la situación cuando un hechicero logró acercarse lo suficiente para convocar una peligrosa mantícora dentro de la cueva antes de caer acribillado a balazos.

La criatura supuso un problema realmente serio: era inmune al sueño causado por la magia de Yin  y Semth se encontraba al borde del colapso por agotamiento. Felipe comprendió que no quedaría más opción  que enfrentarse él mismo a la bestia, a la cual, como descubrió más tarde, sus balas afectaban tanto como piquetes de abeja.

— ¡Al estómago! — Semth había gritado mientras procuraba mantener a raya a algunos incursores gracias al arco y a algunas flechas que había recuperado en sus expediciones para acabar con sus enemigos.

Escuchando al elfo, la lucha de Felipe se centró en un solo objetivo, logar un tiro claro en el vientre la bestia, objetivo que se vio entorpecido por el fiero zarpazo de la bestia, mismo que le dislocó su hombro izquierdo. A pesar del dolor, Felipe siguió combatiendo.

No fue hasta unos largos minutos más tarde, que tuvo un tiro claro, vaciando el cargador, Felipe logró abatir a la bestia.

— Listo— Dijo Felipe con cierto orgullo — La bestia esta abatida, pero ahora necesito una espada — Felipe habló estirando el brazo sano para recibir la espada que Semth le había ofrecido más temprano.

Sin embargo, para sorpresa de todos dos cosas extrañas ocurrieron en ese momento: sus enemigos comenzaron a correr aterrados, como si vieran al mismísimo demonio; y Felipe cayo inconsciente en el suelo de la cueva: Si bien había acabado con la mantícora, esta también había logrado impactar en Felipe con su venenoso aguijón… ahora el muchacho se debatía entre la vida y la muerte gracias al más letal de todos los venenos conocidos por cualquier raza mágica de Gulabi.

—0—

Modrý Plamen había aterrizado justo en el centro de las muchachas, mientras que Flidewick había corrido a esconderse. En la mente de las muchachas, la batalla con el dragón era inminente.

— Detengan su ímpetu jóvenes — El dragón, con una sorprendente fuerza había hablado — este dragón azul, último de su casta solo tiene una misión más que luchar… una batalla más que pelear una misión más para el ultimo de su estirpe… una batalla que no es contra ustedes, sino por ustedes…  Ustedes quieren visitar a los grandes dragones verdes, una estirpe tan poderosa que todas las otras estirpes de dragones, aún lideradas por la portadora de fuego, no podrían derrotar. Sin embargo ustedes quieren visitar a los siete grandes reyes sin un regalo apropiado… sin una ofrenda… ese fue el error de la elfa.

— ¿Ofrenda?, ¿elfa?, ¡Explícate anciano! — Dina hablaba sorprendentemente irritada e irrespetuosamente.

— Tranquila joven elfa — Modrý Plamen había visto en el corazón de todas las presentes y continuaba hablando — Linwëlin es quien ha fallado en agradar a los grandes reyes, ustedes no cometerán el mismo error — Ante sus palabras todas se sintieron empequeñecidas, en su corazón comprendieron que se encontraban ante un oráculo, uno sin duda, muy poderoso.

— Al menos dinos quien eres — Dina insistía con su irrespeto.

— Yo soy Modrý Plamen, antes un orgulloso líder imperial, un líder que perdió su honra al no detener una traición, un dragón que no pudo entrar en el paraíso de mi especie… pero sobre todo un dragón con una segunda oportunidad, un anciano a quien un gran dios le confirió una chispa de su inmenso poder, un guerrero convertido en un oráculo, un luchador convertido en un mensajero.

— ¿Un oráculo?— Relianse interrumpió curiosa

— Si un oráculo, la visión de la luz … la visión divina — los ojos del dragón cambiaron de color hasta tornarse completamente rosas, volteándose hacia Nathy continuó hablando — Veo pureza y esperanza en tu corazón pequeña, es por eso que a ti se te confiere el honor de entregarle el tributo a los siete grandes reyes… es por eso que a ti se te probará más duramente que al resto, si…doblemente probada por soberanos y por príncipes, una prueba de valor y una de amor… la luz y el viento se debaten por tu corazón que clama su verdadera naturaleza…— Ignorando la cara de espanto de Nathy, el dragón conjuró una especie de orbe verde y brillante — El orbe de la esperanza, pequeña, un orbe lleno de tu propia esperanza, ofrécelo a los grandes reyes, ellos te escucharán tras este obsequio— Sin saber exactamente que decir Nathy supo que llevaba la carga más valiosa de toda su vida.

— ¿En verdad crees que ella será una buena guardiana? — El tono de Dina había comenzado a ser irritante para el Dragón.

— ¡Si!— las palabras de furia resonaban en todo el pequeño oasis — ¡Que tu madre haya sido muerta por un dragón de mi estirpe no te permite dirigirte a mí de ese modo! — repentinamente los ojos del dragón se tornaron rojos como el fuego, pero continuó dirigiéndose a Dina —las acciones traen consecuencias, las consecuencias llevan lealtades, algunos corazones se envilecen, algunos corazones se ennoblecen, la nobleza y la vileza traen consecuencias… nefastas consecuencias— Sin darse cuenta un extraño proceso se había puesto en marcha, siendo que Modrý Plamen, en su nueva naturaleza de oráculo, poseía visiones para todos los presentes.

Los ojos del dragón ojos se tonaron negros como la noche y dirigió su mirada a Relianse

 —Una reina busca a su pequeña, a su niña, a su amada, una reina busca, busca a la reina la hija si quiere un destino real encontrar.

Nuevamente los ojos del dragón cambiaron de color hasta adquirir un color lila intenso, mirando a Dhía  soltó su profecía

 —La rosa del amor se abre en un destello de luz, el príncipe que anhela una princesa y a princesa que un príncipe anhela, encuentran sus corazones unidos por el regalo que solo él le puede brindarle a ella.

Finalmente sus ojos tomaron uno color dorado profundo, uno que recordaba el color del oro, mirando en dirección donde se encontraba el bayo el dragón habló

— La codicia desmedida, las acciones, el lucro, la vida de un codicioso gira en torno al oro un oro que compra todo en el codicioso, una reina recompensa al codicioso una reina colma de oro al codicioso.

Finalmente el dragón pareció salir del trance, pero continuó hablando.

 — Una lucha se desarrolla, sus amigos pueden morir…guerras, ¡dejen que este humilde sirviente las conduzca a la batalla!

Cada una de las cuatro muchachas, que en su corazón supieron que el dragón era un sincero aliado, olvidando, de momento, los pensamientos dedicados a sus profecías y dispuestas a la batalla, subió al lomo del Dragón azul.

—0—

El viejo dragón azul, voló hasta las cercanías de una pequeña cueva sitiada por elfos de Linwëlin. Tras identificar a sus enemigos, pareció generarse una extraña aura, un escudo en el cual se podía vislumbrar, si se buscaba donde se debía, una especie de figura angelical. Gracias a la protección que el dragón poseía, y gracias al fuego sagrado del mismo dragón, ese día todos los enemigos murieron, permitiendo que  las muchachas lleguen a la cueva.

—0—

Ante el umbral de la cueva, las muchachas distinguieron la horrible escena, Yin y Semth sobrecogidos por la pena y el miedo arrodillados junto al cuerpo moribundo y febril de Felipe, a lado de una Mantícora que yacía sin vida.

— ¡Haz algo Relianse! — en un mar de lágrimas Nathy, quien  se había abalanzado hacia Felipe, abrazaba como podía el cuerpo de  de su amigo, exigiendo una cura— ¡Y tu Yin, dale una baya mágica, dale algo! — gritaba al tiempo que Relianse y Yin ponían su mejor esfuerzo para salvar a Felipe.

Impotentes, los demás observaban el cuadro, todos sabían la horrible realidad: Felipe de seguro moriría al ocaso de aquel día, ni Relianse ni Yin podían evitarlo y todos se concentraban tan solo en aceptar la inevitable pérdida…

Nathy abrazada a su amigo solo pensaba en cuan feliz había sido junto a él, solo pensaba en como él le había llevado una rosa cada día mientras ella estaba dormida en el hospital, solo pensaba en aquel beso inocente y robado a sus dormidos labios, un beso que siempre dijo desconocer que había sentido y que le había gustado. Repentinamente vinieron a su memoria las palabras del dragón, por un momento deseó ser humana para besar los labios de Felipe, por un momento deseó tener una rosa… por un momento deseó estar ella muriendo y no Felipe.

Y así entre el ambiente de tristeza, de muerte, entre sollozos y desesperación sinceras, un ser en aquel grupo sonrió para sus adentros, fingió pena, pero estaba radiante de alegría… el posible portador, el competidor de Linwëlin moría… aquellos rebeldes habían perdido su guerra…su reina luz había ganado, y todo gracias a la información que había logrado mandar a las tropas cercanas a su posición.

—0—

— ¿Tu competidor habrá perecido? — Argos  se había materializado ante Liwëlin nuevamente. 

— Tengo entendido que es muy difícil sobrevivir al veneno de una mantícora — Respondió la elfa confiada en su victoria. Había estado bebiendo un extraordinario vino que fabricaban los elfos  del bosque y disfrutaba, a cada sorbo, de su victoria.

— Pues tengo entendido que más de un dios participa ahora en nuestro pequeño juego— soltó repentinamente Argos. — y tengo entendido que algunos venenos son más fáciles de sanar para unos dioses que para otros.

Inconscientemente la elfa recordó los nombres de los siete del gran panteón de dioses: Ekanzo el gran maestro de la creación, dios supremo y maestro del consejo de ángeles se oponía a su némesis oscuro: Sabash creador de las tinieblas y maestro del consejo oscuro. Ambos dioses habían quedado sumidos en un profundo sueño tras alguna épica batalla cuyos detalles la elfa no recordaba. Sin embargo, entre ambos dioses existían cinco deidades más cuyas naturalezas, así como lealtades, variaban según sus intereses:

Mares era el dios de las aguas, las lluvias e incluso las destructivas tormentas, ante el se inclinaban los marinos y navegantes, los granjeros, las sirenas y los tritones.

Daikan era el dios de la luz, el amanecer y el ocaso, señor del sol y de la luna, ante él se inclinaban los monjes, los sabios y los hechiceros y hechiceras de toda raza.

Zeher era el dios de los ladrones, los tramposos, los mentirosos y el engaño, ante él se inclinaban trasgos, ladrones y asesinos, pero también muchos enanos y otros taimados comerciantes.

Elue era la diosa madre de los bosques, del amor y la tierra, ante ella se inclinaban los elfos, muchos enanos,  alquimistas y sanadores de todas las razas.

Plavatus era el dios del fuego y la guerra, el dios fiero y altanero que congregaba como adoradores a los dragones y a los guerreros  y hechiceros de fuego de todas las razas.

— Los siete dioses formaban un equilibrio, y mientras Ekanzo y Sabash dormían, se suponía que los otros cinco solo observaban a las criaturas que pueblan el mundo — Soltó, sin saber exactamente porque, la elfa.

—Pero ahora Ekanzo y Sabash han despertado — continuó Argos.

— Y los otros cinco buscan sus propios intereses como lo hicieran antaño, intereses que no son precisamente afines a nuestro planes — de las sombras salía una extraña sacerdotisa trasga ataviada con ropas demasiado extravagantes para una de su especie — Soy Sabalek Indra, profetiza del consejo oscuro, servidora de Sabash — se presentó a sí misma.

— ¿Quién demonios te llamó  a ti trasgo? — Linwëlin, quien había comenzado a molestarse de las silenciosas intromisiones de Argos, se irritó al encontrase con un segundo ser en sus estancias privadas.

— Sabash claro está — respondió Argos — Sabalek Indra ha venido con una profecía, así que dejemos de lado la cháchara relativa a dioses y rivales.

— Las profecías son mentiras adornadas con enigmas — respondió la elfa prepotente.

— Las profecías enseñan caminos, no metas —  intervino Sabalek Indra, depende del sujeto para que, tras conocer la profecía, llegue a buen puerto. 

— De todos modos, no me interesa — Linwëlin les dio la espalda y se dirigió hasta una ventana esperando zanjar el asunto con aquel gesto.

— No depende de ti — Argos se había materializado frente a ella — Es la voluntad de Sabash  ayudarte a vislumbrar tu camino. — Argos giró su dedo y una fuerza oscura volteó a la elfa y la mantuvo sujeta mientras Sabalek Indra cortaba la palma de su mano con una pequeña daga de hoja ondulada.

En cuanto la trasgo vio la sangre, lamió la palma de la mano de Liwëlin ante un gesto de repulsión de la elfa, sin embargo los ojos de la profetiza se tornaron negros como la noche.

— La luz o la sombra serán tu destino, un oscuro demonio y un dios atrevido tus guías y armas darán, pero si la luz no logras portar algo más siniestro vendrá en su lugar. — Tras ello la trasga pareció consumirse en medio de una nube oscura para desaparecer en medio de ella.

— Puras sandeces — soltó la elfa — tal como esperaba enigmas  extraños y trucos de circo — soltó un bufido.

— Ni lo uno ni lo otro — Argos aflojó su hechizo y liberó a la elfa ­— información valiosa, deberías optar por intentar entenderla — dijo antes de desaparecer de la habitación.

“Mentiras y trucos de circo” , se dijo a sí misma mientras desechaba las palabras de Sabalek Indra de su mente para concentrarse en la batalla que pronto vendría, “me pregunto si hice bien al unirme a este grupo de payasos” fue su último pensamiento antes de mandar a llamar a su consejo.

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