Entre Orquídeas y Secretos ✓

By Gimenabazante

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La vida para Mikhail Gurevich había perdido el encanto hacía muchos años, cuando había sido desprovisto de al... More

Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 8
Capitulo 9
Capitulo 10
Capitulo 11
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14
Capitulo 15
Capitulo 17
Capitulo 18
Capitulo 19
Capitulo 20
Capitulo 21
Capitulo 22
Capitulo 23
Capitulo 24
Capitulo 25
Capitulo 26
Capitulo 27
Epílogo

Capitulo 16

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By Gimenabazante

Mikhail deseo volver a casa tan intensamente que le molestaba incluso que le hablen. Había comprado unas acciones en el ferrocarril y de vez en cuando iba a ver como iba todo. Tenía parte de los almacenes que Oksana Kuznetsov no había podido comprar, aunque le había ganado de antemano al comprarlo. Ella era dueña de la mitad y el de la otra mitad, le había hecho varias ofertas para comprarlo pero su marido los había alquilado a largo plazo. Las visitas que tenía que hacer las redujo a minutos, cuando entró a la reunión con los del ferrocarril vio a su cuñado sentado esperando. Él era el mayor proveedor de carbón y debía soportar su presencia. Escucho y firmó lo que le daban, cuando acabó se levantó, saludó en general y se fue. 

— Gurevich. — Él se volteo a ver a Ethan que lo había llamado. 

— Dile a Victoria que mi madre desea verla.  

— Señora Gurevich para ti. — Le dijo inexpresivo. — Si no recuerdo mal renegaste de que sea tu hermana. Desde ahora en adelante es Señora Gurevich para ti. 

 Salió del lugar enojado. Paso por el joyero y miro las joyas que había encargado. El collar de diamantes era perfecto. Lo levantó mirándolo mejor bajo la luz. Eran tres filas perfectamente separadas, en el centro de la última fila un zafiro azul como sus ojos. Cuando salió del lugar en vez de quedarse en el hotel decidió volver a casa. 

Al llegar estaba todo oscuro, ya era tarde. Miro la ventana de la fachada y estaban oscuras. Cuando la puerta se abrió Ilya lo miraba sorprendido. 

— Buenas noches señor. Creí que llegaría mañana en la mañana. 

— Decidí venir hoy. ¿Como ha estado todo en casa?

— Bien señor. ¿Desea cenar?

— No tengo hambre. Retírate. 

— Buenas noches. 

 Dijo Ilya tomando su saco y viéndolo subir las escaleras. 

Tenía hambre, se dijo Mikhail. Pero no de comida.  Al entrar a su habitación la encontró vacía, abrió las puertas del costado y la vio acostada en en centro de la cama. Tenía un suave camisón blanco lleno de volados, enrollado en sus piernas arriba de las rodillas. Una pierna doblaba y los brazos abiertos. Su pecho subía y bajaba lentamente, el camisón cerrado hasta el cuello era desfavorecedor, pero su cuerpo se podía notar a través de él. Su cintura pequeña y sus pechos que caían a sus costados debido a la gravedad. Se dio vuelta y abrazó la almohada subiendo la pierna casi a su pecho. Levantó las cejas encantado con su elasticidad. Si levantaba su camisón podría ver sus generosas nalgas desnudas. Se sentó en la cama y acarició con las yemas de los dedos su pierna derecha, siguiendo la curvatura que hacía. Subió lentamente el camisón. Beso sus muslos y tuvo el intenso deseo de morderlos suavemente. Ella se movió ligeramente y él aprovechó para voltearla. Sus ojos océano estaba cerrados y sus labios entreabiertos como invitándolo a besarla. Saco botón por botón de su ojal hasta dejarla desnuda a la luz de la luna. Esa visión lo enardeció aún más. Se desnudó sin dejar de mirarla y gateó hasta ella. Introdujo suavemente la lengua en sus labios, recorrió con la lengua su labios superior y comenzó a besarla bajando lentamente. Supo cuando despertó porque sintió su respiración cambiar y su vientre tensarse hasta que lo vio. 

— ¿Mikha? — Susurró suavemente. 

 Oírla decir su nombre lo excitaba. Al contrario del acento ruso ella no decía su nombre con la jota en el medio sino que remarcaba la K. Mordió su pezón erecto juguetón y volvió a subir por su pecho. Ella se entregó a él como si fuera algo natural, tan dulce, tan inocente que lo desarmó. Lo beso abrazándolo y pasó sus pequeñas manos por sus costados. Lo sorprendió cuando sintió su mano en su pene y se lo introdujo suavemente en su interior. Giro en la cama arrastrándola y cuando ella quedó arriba él la instó a moverse y se deleitó acariciando sus nalgas. Le hizo el amor de manera lenta y dulce, saboreando sus jadeos y gemidos. 

Victoria se apoyó en su pecho después de varios minutos de silencio, pasó la mano por sus cicatrices siguiendo el camino, apoyó la barbilla en su pecho y lo miró. Él estaba con sus ojos cerrados, una mano acariciaba su espalda perezosamente y la otra detrás de su nuca. Estaba relajado y tranquilo. 

— ¿Como te hicieron estas? — Susurró. 

 Él se tenso y no contestó, la mano que acariciaba la espalda voló a su nuca y se perdió detrás. 

— ¿Aún no? — Susurró ella. Él no contestó. — ¿Me lo dirás algún día? 

— No. 

— Puedes confiar en mí. — Le dijo alegre. 

— Estoy cansado. — Se levantó rápidamente. 

— ¿Dormiremos en tu cama? — Preguntó incorporándose. 

— Buenas noches. — Le dijo saliendo rápidamente y cerrando la puerta. 

 Ella abrió los ojos al sentir el ruido de la llave. Se sintió herida y enojada. Le costó conciliar el sueño. Al levantarse en la mañana, después de darse un baño una doncella entró a la habitación y espero que ella salga del agua, le tendió una toalla y espero en la esquina. 

— Ya te puedes retirar. — Le dijo incómoda. 

— El señor Gurevich me ordenó vestirla. 

 Su cara se puso roja de ira y miró a la joven furiosa. 

— No necesito ayuda, retírate. — Le dijo señalando la puerta. 

 Abrió los ojos sorprendida cuando la muchacha seguía ahí sin moverse. 

— Él lo ha ordenado. — Dijo la joven asustada. 

— Pues yo también mando en esta casa ahora y te ordeno que te marches. — Le dijo arrastrándola hacia la puerta.


Cerró la puerta enojada y agitada. Se sentó en la cama para calmarse y comenzó a buscar su ropa envuelta en la toalla. Cuando la puerta que conectaba ambas habitaciones se abrió ella dio un brinco asustada. Mikhail entró sin llamar y la miró inexpresivo. Se corrió para qué pasará la doncella que ella había corrido hacía instantes.   

— Ella se llama Emilia y será tu doncella a partir de ahora. 

— ¿Que te crees? — Musitó anonadada. — Te dije que no necesito ayuda para vestir. 

 Él hizo caso omiso de ella y se dio vuelta. 

— Emilia sal. — La doncella gimió asustada sin saber qué hacer. 

— Emilia se quedará. — Murmuró él. 

 Victoria se abrazó para que la toalla no se caiga. 

— Como Emilia es MI doncella está bajo MI mando y yo ordeno que ella se vaya. — Dijo entredientes. 

— Emilia está bajo mi mando. — Le contestó furioso. 

— Quiero que salgas de mi habitación. — Señaló la puerta. — No quiero que entres nunca más a mi habitación. Fuera. Retírate.

 Él caminó despacio y se acercó hasta que sus narices se rozaron. 

— Esta habitación al igual que tú me pertenece y abriré esa puerta y tus piernas las veces que quiera.

 Victoria se puso roja de rabia y lo empujó. 

— ¡Lárgate! ¡Vete! 

 Cerró la puerta a sus espaldas con odio y los ojos llenos de lágrimas. Miró a Emilia que estaba en la esquina asustada. 

— Si llegas a abrir la boca sobre lo que pasó aquí te cortaré la lengua. — Amenazó histérica. 

 No acepto su ayuda, se vistió sola mientras la doncella miraba la ventana incómoda. Al bajar las escaleras lo hizo despacio y con cuidado pues no había tomado el bastón y no pensaba usarlo. Cuando se sentó en la mesa se sintió humillada y herida; pero a pesar de todo se sentó en silencio y no lo miró ni le hablo. Él le dirigió la palabra una vez. 

— No usaste el bastón para bajar las escaleras. — Dijo mirando alrededor de ella. — Ilya ve y busca el bastón de la señora. 

 Ordenó, ella siguió untando su tostada como si él no hubiese hablado. Conversó con Svetlana que los miraba confusa. Cuando Ilya llegó con el bastón y se lo tendió ella lo miró.

— No te hubieras molestado Ilya. Me hubieses dicho que ibas a buscarlo y te habría dicho que era innecesario, no lo usaré hoy. 

— Si lo harás. — Dijo él. 

 Ella no le dirigió ni una mirada. 

— Dejalo ahí Ilya. — Le dijo al hombre que los miraba confuso. 

 Charlo con su cuñada sin mirarlo como si él no estuviera presente. 

— Hoy empezaré a plantar en el lateral izquierdo ¿Quieres ayudarme? 

— Te acompañaré. — Le dijo Sveta con una sonrisa. — Ya sabes que no me gusta ensuciarme las manos. 

— Te ayudaré yo. — Dijo él tranquilamente. 

— ¿Sabes que Svetlana? — Dijo ella livianamente. — Será mejor que hoy no me ocupe del jardín, al parecer hay muchos bichos molestos. 

 Svetlana apretó los labios para no reír y miró su taza de té, Ilya la miró con los ojos abiertos. Victoria miró al hombre que estaba parado al lado de ellos. 

— Ilya me gustaría que preparara un caballo, me gustaría recorrer los acres alrededor de la propiedad. 

— No puedes montar. — Dijo él enojado. 

 Ella no dejo de mitar a Ilya esperado alguna contestación. El hombre contestó con la voz dubitativa. 

— Creo que no va a ser… posible señora. 

— Ya veo. — Ella se levantó. — Entonces caminaré. Con permiso. 

— El bastón. — Dijo el mirándola salir.

 Ella continuó caminando suavemente hacia afuera. Mikhail miró a Ilya y este tomo el bastón y se lo llevó rápidamente. 

 Victoria bajó las escaleras de entrada despacio. 

— Señora su bastón. 

 Ella lo tomó furiosa sin mirarlo. Cuando Ilya entró al comedor asintió cuando Mikhail Levantó las cejas en señal de pregunta. 

Victoria usó el bastón para bajar las escaleras y después se volteó, Levantó el bastón y lo estampó contra la puerta principal. Se fue caminando por el costado de la casa hacía el fondo de la propiedad, entró en la arboleda de árboles frutales y se sentó en el pequeño cenador. Mil veces maldito, dijo entre dientes. 

 El golpe en la puerta principal asustó a los que estaban dentro, Svetlana se levantó asustada y Mikhail fue a la puerta asustado al pensar que se había caído. Cuando abrió la puerta se encontró con el bastón tirado y ella no estaba. La busco con la mirada pero no la encontró a la vista, bajo las escaleras enojado y tampoco la vio en los costados. 

   Tiró el bastón como una niña mimada, pensó furioso. Decidió no seguirla pues no quería discutir, ella aceptaría su voluntad. Necesitaba ayuda para vestir y él se la proporcionaría le guste o no. 

 "No vuelvas a entrar a mi habitación" repitió en su mente, si claro. Él entraría a su habitación y a su cama las veces que quiera. Niña malcriada haciendo caso omiso de su presencia. Dio vueltas por la casa como un león enjaulado. Lo que más le molestaba era haber bajado la guardia con ella. Era haberse dejado llevar y pensar en decirle lo que quería saber sin vacilar. 

 Cuando ella le preguntó sobre sus cicatrices estuvo a punto de decirle. Y se sintió enojado por sentir la imperiosa necesidad de decírselo, de contarle sus secretos y que ella lo perdone. Que a sus ojos océano esté libre de secretos, que ella lo conozca en realidad. 

 Había estado a punto de hacerlo, y se reprochaba su pobre resistencia. Dos noches con ella y ya andaba pensando estupideces. No volvería a pasar, se dijo. Ese incidente no volvería a pasar. 

Victoria entró a la casa dos horas después, con la pierna cansada. Svetlana estaba sentada en el sillón leyendo y se acercó a ella, se sentó a su lado. 

— ¿Qué estás leyendo? — Preguntó amablemente. 

— Unos poemas rusos. — Le mostró su cuñada. 

— ¡Oh ya veo! He notado que Ilya habla con el lenguaje para sordos. — Le dijo recordando que en la mañana lo había visto hablarle así a Mikhail. 

— En mi familia es común. — Le explicó. — Mi padre aunque no es sordo le gusto aprenderlo y enseñarnoslo, él no por supuesto si no los sirvientes. 

— ¿Es difícil? 

— No. Te enseñaré. 

 Durante varios minutos estuvo enseñándole hasta que Mikhail entró al salón y las interrumpió. 

— Svetlana retírate. — Hablo en ruso. 

— Si claro. — Dijo rápidamente y miró compasiva a Victoria. — Lo lamento, debo retirarme. 

 Se fue rápidamente dejándolos solos. 

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