Cuando te enamores de mí.

By angel1810

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Cuando Liana termina la preparatoria, sus padres deciden regalarle un viaje a cualquier parte del mundo. Sus... More

Sinopsis
Prólogo.
CAPÍTULO 1: Sobredosis de belleza
CAPÍTULO 3: Una simple explicación
CAPÍTULO 4: Cuidando de Liana
CAPÍTULO 5: El muelle
CAPÍTULO 6: "Coricella" (Editado)
CAPÍTULO 7: Limoncello (Editado)
CAPÍTULO 8: Lista mental (Editado)
CAPÍTULO 9: Tócame
CAPÍTULO 10: El acantilado (Nuevo)
CAPÍTULO 11: Primo
CAPÍTULO 12: El robo
CAPÍTULO 13: Políticamente correcto.
CAPÍTULO 14: El silencio
CAPÍTULO 15: Brazos definidos
CAPÍTULO 16: La nueva niñera
CAPÍTULO 17: Fogata I
CAPÍTULO 18: Transparente
CAPÍTULO 19: Favor
CAPÍTULO 20: Alma
CAPÍTULO 21: La sesión
CAPITULO 22: No se lo digas
CAPÍTULO 23: El trabajo
CAPÍTULO 24: Gracias, Liana
CAPÍTULO 25: Hogar
CAPÍTULO 26: La bañera
CAPÍTULO 27: Trato hecho.
CAPÍTULO 28: Zángano
CAPÍTULO 29: El primero de muchos
CAPÍTULO 30: "Lovely"
Capítulo 31: Noche de helado I
CAPÍTULO 32: Tacones
CAPÍTULO 33: Lo que tú desees
Capítulo 34: Reglas
CAPÍTULO 35: Libertad
CAPÍTULO 36: Estrellas
CAPÍTULO 37: Tratos rotos
Capítulo 38: Desde Charlotte
Capítulo 39: La verdad

CAPÍTULO 2: Un mes con Theo (Editado)

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By angel1810

Un mes con Theo.

— Eso sonó como amenaza — digo.

Theo coloca una mano en mi hombro, obviando lo que acabo de decir, y me hace girar en dirección al restaurant. Aún continúa con la vista puesta en el tipo subiendo a su motocicleta. Sus cejas están fruncidas y sus labios semiabiertos. Está muy concentrado en ver que este desparezca de su vista, casi hasta luce preocupado. Por otro lado, yo me dedico a mirar su perfil con detenimiento, a admirar lo bien que luce su nariz y lo largas que son sus pestañas. Theo ha cambiado un poco, pero para bien. Está mucho más guapo de lo que puedo recordar. O quizás, mis ojos de niña nunca se dieron cuenta de lo lindo que era.

Él gira de improviso y trato de cambiar mi rostro por uno menos estúpido.

Liana, Theo es tu amigo. Es como tu hermano. Es tu primo político en realidad.

Theo coloca ambas manos en mis hombros y me mira fijamente.

—Ese tipo, es peligroso. Si alguna vez te los encuentras a solas, debes llamarme o alejarte de él. ¿Entendiste?

¿Más reglas?

Tengo suficientes con las de papá, Theo.

—Me besó a la fuerza, me ha quedado claro que es un patán.

—No, Liana, no es un patán es un tipo al que no vas a acercarte.

Me gustan los ojos verdes de Theo, pero no me gusta el gesto que está teniendo justo ahora.

—Vale.

—¿Vale? — hay desconfianza y un poco de molestia en el tono de su voz.

Inclino la cabeza hacia un costado.

—Ahora entiendo por qué papá y mamá te eligieron como el niñero del año. Te tomas muy en serio tu papel.

Theo achica los ojos.

—No es un chiste.

—Tampoco lo que dije — dicho esto, camino hacia el restaurante—. He visto lo que hizo. Voy a tener cuidado —digo dos pasos más lejos que él.

Suspira y yo le doy una sonrisa. No voy a tener una discusión con Theo por un idiota, pero no quiero que él crea que soy una niña a la que puede manejar.

Después del almuerzo, Theo pide dos copas de helado como postre. Me tenso porque esto es precisamente todo un deja vu. Él cumpliendo mis antojos y yo siendo una niña berrinchuda amenazante de llamar a mis padres si no cumplía lo que deseaba. Diciendo a cada minuto, hora e instante que extrañaba a mi antigua niñera. Theo pasó fatal los primeros días conmigo, aún lo recuerdo, pero poco a poco esas diferencias se convirtieron en un lazo muy fuerte entre los dos.

—Como en los viejos tiempos —dice, introduciendo en su boca la primera cucharada súper llena de crema de helado.

Un poco embobada, miro como las comisuras de su boca tienen rastro de crema.

Miro hacia otro punto y lleno mi boca de mucho helado frío.

A papá no le gustaría oír lo que estoy pensando ahora mismo.

—Theo...

—¿Uh?

—¿Te agrada que esté aquí?

—¿Y por qué no, Tigger? —sonríe—. No te he visto desde hace... ¿qué? ¿cinco años? Eras una niña cuando me despedí de ti en la escuela y ahora... —me enderezo—. Eres una chica de... dieciocho años.

¿Eh?

—Soy una mujer —aclaro.

Sube una ceja y me sonríe de lado, mira su helado y juguetea con la cuchara.

—Sí, claro, lo eres —afirma, pero no con la certeza suficiente.

—¿Qué? No lo crees —cuestiono, un toque más molesta que divertida—. No eres el único que ha madurado, Theo Burckhardt. Hay muchas cosas que han cambiado en mí. Muchas. Si lo supieras, quedarías boquiabierto.

—¿Ya duermes con la luz apagada?

—No me subestimes, Theo —planto mi cuchara en el helado y lo miro molesta—. No he venido a Procida para escucharte decir que soy una niña, además te recuerdo que tienes que cumplirme una promesa.

Extiende una mano hacia mi rostro y toca mi mejilla. El contacto me enciende, pero a él parece causarle ternura. Me acaricia como a un oso de peluche mofletudo y peludo. 

—Y no lo he olvidado para nada.

Quita su mano y continúa devorando su helado.

—Si lo olvidabas, iba a golpearte. 

—Cuidado —dice en un tono serio y burlón—. A los habitantes de Procida no les gusta las chicas agresivas.

—Ya, claro.

—Lo digo en serio. Aquí están prohibidas las armas de fuego.

—Wou, eso es genial, ¿no?

—Sí... —sacude la cabeza—¿Te gusta? —pregunta inclinando el mentón hacia mi helado y noto que este estás mas estructurado que toda mi vida.

Asiento repetidamente.

—Oye, Theo...

Bien, me lanzo al abismo. Si no es hoy, ¿cuándo?

—¿Tienes novia?

Theo frunce el ceño y sonríe. Hay un rastro de incomodidad en su rostro, pero lo disimula muy bien con otro bocado de helado.

—¿Novia? —cuestiona.

—¿Novio?

Ríe.

—No.

Bien, es bueno descartar todo.

—¿Por qué no? —miro hacia mi copa de helado, ¿en serio le estoy preguntando esto? —... digo... tú... estás... regularcito. Me refiero a que... tu cabello de brócoli... bueno, tú me entiendes.

—¿Regularcito? — se carcajea—. Soy muy guapo, tigger — sube ambas cejas y yo trago saliva.

Iu, eso me hizo recordar cuando lo veía horas admirándose al espejo.

Eres horrible, Theo. Pareces un brócoli con patas.

Silencio, enana. Hoy tendré una cita.

Sonrío internamente, son buenos recuerdos. Antes de que pueda hablar, Theo me detiene.

—¿Qué hay de tu novio de secundaria? El niño con peinado de lamida de vaca que tanto te gustaba —se burla.

Golpeo su brazo y luego hago una mueca de asco.

—Se lo comió un tiburón.

—¿Por qué ese odio?

—No lo odio —planto una cuchara en mi helado y lo miro—. Solo que resultó ser un imbécil.

Se acomoda en el asiento.

—¿Te hizo algo malo? ¿Te lastimó?

—No —digo, sin darle mucha importancia—. Bueno... me engañó con mi maestra de música. Y no es algo que me sorprenda, siempre hablaba de que nuestra relación no era madura. Supongo que lo que yo le daba no era suficiente para él.

—Qué clase de imbécil diría eso de Liana Cooper.

Mis ojos se ilumina cuando lo dice, pero me descompongo con su siguiente frase.

—Para los chicos de tu edad, estar contigo deber ser un jodido privilegio.

—¿Lo crees? —cuestiono.

Aunque en verdad, ya lo sé, pero quiero oírlo. No me culpen.

—Cuando crezca, se arrepentirá de haberte dejado ir.

—Cuando yo crezca, me sentiré feliz de no haber tenido nada serio con él — contradigo.

Theo mira hacia adelante y levanta una mano para saludar a alguien. Giro para ver de quién se trata y veo a un grupo de amigos levantar las manos y hacerles señas con las manos. Theo ríe y niega con la cabeza, parece divertirse de solo verlos pasar. Sonrío también, porque parecen chicos con los que se puede pasar un buen rato. Identifico tres chicos y dos chicas. Ellas se ven preciosas, llevan faldas largas y tops cortos que parecen un brasier. Miro mi atuendo y me siento como un oso polar.

—Hace mucho calor aquí.

—¿Quieres que vayamos a mi departamento para que puedas cambiarte de ropa?

Trago saliva por segunda vez. Esta es la parte más tensa de venir a Procida. Vivir con Theo en un departamento. Aquí debo aplicar fieramente todas las reglas de papá.

Theo y yo caminamos por las calles estrechas de Procida, en cada parada que hacemos aprovecho para sacar mi cámara fotográfica y tomar una foto a las casas de colores. Luego, me quito la cazadora y se la coloco a Theo en el hombro. Estiro las manos hacia arriba y tomo una gran y profunda respiración. Dejo que los rayos solares me den directo en el rostro y sacudo mi cuerpo para después dar brincos en medio de la calle.

—No camines en medio, recuerda que aquí no hay aceras.

Giro y le hago una mueca de disgusto.

—¿Cuánto falta para que lleguemos a tu departamento? — me coloco tras de él y luego posiciono mis manos en sus hombros—. ¿Falta mucho? Estoy agotada — pego mi cara a su espalda. Siento su cuerpo tensarse. Me muerdo una uña y sonrío.

—Solo un par de calles más — dice, con voz ronca.

Bufo.

—¿Los chicos que saludaste eran tus amigos?

—Sí, son parte de mi club de fotografía.

—¿Eres parte de un club? — me posiciono de un salto delante de él. Theo se detiene y me mira fijamente, luego aclara la garganta.

—Sí, pero...

—¿Podrías presentármelos?

Muerde su labio inferior y yo me hipnotizo un poco por ese gesto.

—No.

—¿No?

—Uno de ellos te dobla la edad.

—¿Y eso qué?

Se acerca a mí, lo suficiente para que su nariz roce con la mía. Me quedo quieta.

Dios, ¿va a besarme?

Espera, comí pasta con atún.

No, Theo, bueno sí, ¿traje mentas? Sí, creo que sí. O no. Digo, ¿es por pronto para hacer la cara de pato?

—Que debo protegerte — da un paso a un costado y continúa caminando.

Mi cuerpo se desinfla, pero me recupero en pocos segundos.

—Bueno, no soy una bebé. Ya sé quiénes son, así que un día los veré por ahí, me acercaré y los saludaré. Les diré que me enseñen a fumar pasta y esas cosas

—La pasta no se fuma —Theo sonríe y niega con la cabeza. —Lo caprichosa no te lo quita nadie.

—Pues a ti te han quitado la diversión.

Theo se detiene a pasos de mí y gira como un robot. Me quedo quieta mirándolo y con los brazos cruzados sobre mi pecho.

—Eres un vejestorio que le quita la diversión a la vida — pronuncio.

—¿Crees que soy un vejestorio?

—Sí y uno muy rarito.

Theo asiente un par de veces y se frota el mentón, su lengua choca con la parte interna de su mejilla, puedo verlo.

—Así que crees que soy un vejestorio... 

Corre hacia mí, me toma completamente desprevenida, coloca sus manos en la parte posterior de mis piernas y me alza en sus brazos.

Mis manos se sujetan de la parte de atrás de su cuello al instante.

Wou, haré esto más seguido.

—Voy a llevarte al departamento como una bebé malcriada.

—Excelente servicio.

—Niña buena — susurra.

Me voy con la misión cumplida por todo el camino.

El éxito con los chicos me lo enseñó ella.

***

Media hora después, estamos frente a las rejas de un edificio. A penas mis pies tocan en suelo, él se apoya de espaldas en la pared, lleva las manos a las rodillas y se toca el pecho. Hay gotas de sudor en su frente y su respiración parece estar muy acelerada.

—Dios, me has dejado exhausto.

Zoe tendría múltiples interpretaciones para esto...

—Los músculos no te están sirviendo de nada, eh.

—Te traje en mis brazos como tres calles.

—Eso te pasa por mentiroso, dijiste que solo faltaban dos.

Theo trata de recuperar el aliento.

—Por suerte envié las maletas en un auto. No volveré a aceptarte una caminata si tengo que cargarte cuando te canses — dice, luego de eso me sonríe y saca las llaves del bolsillo de su short.

Mete las llevas en la cerradura y mientras lo veo intentar abrir la puerta, trago saliva.

Me pregunto si mis padres consideraron todo esto.

El edificio es en color gris y se alza en unos cuatro pisos. Es el único de la calle que no tiene una puerta multicolor, sino una reja negra sin chiste ni vida. No se lo menciono a Theo como parte de mis bromas, porque temo incomodarlo y creo que está haciendo bastante con aguantarme todo el camino.

Cuando ingresamos veo unas cansadas escaleras que se van en caracol, deteniéndose en varios pisos arriba. El solo ver la cantidad de escalones que debo subir, me agobia.

—Dime que eres el primer piso.

—Soy el cuarto.

—Pura mierda.

—¿Cuándo te volviste tan boquita sucia?

—Ser grosera es parte de mi mecanismo de defensa ante situaciones molestas, no lo tomes personal.

—También tengo un mecanismo de defensa.

—¿Cuál es? —pregunto, subiendo el primer escalón.

—Besar a las personas para que se callen.

Me detengo en el primer escalón, Theo continúa subiendo como si lo que acabara de decir no hubiese revolucionado mis hormonas de adolescente.

No, lo ha hecho.

Pfff.

Sí, Liana, el engaño es otro mecanismo de defensa.

—¿Y ganarte unos buenos puños? — cuestiono burlona, pero casi casi puedo oír su respuesta.

—Hasta ahora, intacto.

Gruño detrás de él.

Unos veinte escalones después, estamos frente a una puerta de madera color azul. En el lado izquierdo hay un gran balcón que da para la calle principal. Es un buen lugar para tomar un poco de aire. Además, los maceteros en el borde de este, le dan un poco más de vida al viejo edificio.

—Oh, vaya. Al fin un poco de color.

—Un poco de color para sentir que vivo en Procida — dice divertido, luego de eso busca la segunda llave y abre la puerta —. Adelante, ragazza—dice, estirando un brazo.

El sonido de su voz hablando italiano, me hace sentir escalofríos.

Voy a vivir con Theo. Un mes. Dios, acabo de asimilarlo.

—Vale — digo, luego de eso coloco el primer pie en el apartamento.

La sala es pequeña, las paredes están pintadas de un color almendra, los sofás color chocolate están colocados en circulo en la parte izquierda junto a una gran ventana. Par el lado derecho, se encuentra un pequeño comedor de cuatro sillas y un poco más al extremo hay una pequeña barra y una mini cocina con utensilios básicos. Frente a mí hay un corredor pequeño con un par de puertas una frente a la otra.

Supongo que una es del baño, otra de la habitación de Theo y...

¿Dónde dormiré yo?

—Ponte cómoda —dice Theo, caminando hacia la cocina.

Dejo mi cámara en el sofá y recorro con la vista todo el lugar.

Hay fotografías de Procida enmarcadas y pegadas a la pared. Sobre la mesa, hay una pequeña cesta de frutas y compras que parecen haberse hecho el día de hoy. Tomo asiento en el sofá y me quedo tan quieta como una estatua.

Ajá, la valentía se ha ido, niñita tierna.

Tomo una gran respiración.

Veo a Theo moverse de aquí a allá en la cocina, parece muy concentrado en su labor, así que decido ponerme de pie.

—¿Puedo usar el baño? — inclino la cabeza hacia adelante para que pueda oírme.

Acaba de encender la licuadora.

—¡Claro! ¡Entra! ¡Es tu casa ahora!

Camino hacia el pasillo, solo son dos puertas así que me decido por la que está para el lado derecho. Giro la perilla y esta se abre. Echo un vistazo en el interior y me doy con la sorpresa de que se trata de la habitación de Theo. Estoy a punto de cerrar la puerta cuando algo llama demasiado mi atención.

Hay alguien sobre su cama. Es una chica. ¿Está dormida?

Siento que el alma se me cae al suelo.

Estoy a punto de cerrarla, cuando la veo moverse. Está echada boca abajo, mueve sus piernas y gira su cabeza un poco sobre su hombro.

—¿Theo? — pregunta.

Me quedo sin aliento.

********************************************************************

TENGO UN NIÑERO MENTIROSO, CHEEEEECK

AY NOOOOOOOOO, THEO MENTIROSO. 

COMO QUE NO TENÍAS UNA RELACIÓN Y TIENES DURMIENDO A LA CHICA EN TU CAMA.

¿CÓMO ENTRO? ¡LE DISTE LAS LLAVES!

HOLI, PERSONITAS.

GRACIAS POR ESTAR AQUÍ LEYENDO MIS CURSILERÍAS, JE.

LAS/OS AMOOO.

POR CIERTO, ¿A QUIÉN SE IMAGINAN COMO THEO?

BLESSINGS.








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