Su rostro palideció cuando escuchó mi pregunta. Dejó de morderse las uñas y su mano cayó sin vida al lado de su cuerpo. Se mojó los labios sin saber que decir y se corrió el cabello de la cara un poco nerviosa.
—¿Que hay entre Augusto y yo? —preguntó haciéndose la tonta y afilé la mirada.
—También tuve tu edad y también le oculté esto a mi hermano mayor, porque no quería hablar de chicos con el. Pero yo no sabía que tenía una hermana mayor, tu si sabes que la tienes. Y tienes varias —le hice saber, refiriéndome a mi, a Irina y a Tessa.
Ella asintió con la cabeza, como si se sintiera culpable de no habernos contado esto antes. Si es que ellas no sabían aún.
—¿Puedo contártelo? —preguntó con miedo y le sonreí con dulzura.
—Para eso estoy aquí. —Asentí con la cabeza. Ella se mordió el labio, dudando y observó a sus lados, esperando que no hubiese nadie. Observó mi cabello ya seco pero despeinado por la reciente ducha y sonrió.
—Pero no puedes tener el cabello así en tu cumpleaños. ¿Que te parece si vamos a mi habitación y te arreglo? —preguntó esperanzada, mirándome con algo en sus ojos. Entendí que no quería hablar esto aquí, donde ya sabíamos bien que las paredes escuchaban, o incluso alguien podía aparecer.
O peor, llegar el resto de los Clarke, incluyendo Augusto.
—Claro —dije cuando pude. Ella tomó mi mano y me arrastró escaleras arriba. Entramos en su habitación y me hizo sentarme frente a un espejo de tocador que no recordaba que estaba alli.
—Noel y Cato lo hicieron para mi. —Sonreí cuando observé lo bien hecho que estaba. Tomó el peine y comenzó pasármelo por el cabello en silencio. Entendí que estaba intentando posponer el tema, pero yo no era tan tonta.
—Reni, habla de una vez. —Le sonreí, tratando de darle fuerzas para hablar. Ella soltó un suspiro junto a una sonrisa nerviosa.
—Creo que me gusta. —Le sonreí sin mostrar dientes. —No sé, él siempre fue como mi hermano mayor. Como mi mejor amigo. Es extraño esto. —Negó con la cabeza mientras la veía conectar algo a un enchufe. La observe y pude ver la plancha de cabello en su mano.
—Pero... ¿siempre te sentiste así? —Ella negó con la cabeza mientras tomaba algunos mechones de mi cabello. Yo simplemente observaba su rostro, a través del espejo, intentando adivinar más.
—No —dijo triste—. Todo empezó cuando cuando Elias llegó, el de alguna forma nos unió. Siempre estábamos haciendo cosas juntos. El se había dado cuenta que me gustaba Augusto e intentaba hacer cosas para dejarnos solos todo el tiempo. —Sonrió. —Entonces murió y estuvimos un par de días sin hablarnos. De a poco volvimos a la normalidad y a ser nosotros mismos. Pero entonces Danali llegó. —Me petrifiqué en mi lugar. Aún recuerdo su reacción cuando la pelirroja hizo presencia en la sala por primera vez.
No quieres saber. Yo que tú no iría.
—¿Que sucedió con ella? —la animé a hablar porque la idea horrible que se formaba en mi cabeza no me gustaba para nada.
—Ella lo tentó —dijo triste. Mi corazón se detuvo en un segundo y la observé detenidamente sin aire. Me miró y sonrió un poco. —A besarlo —aclaró y sentí que mi alma volvía a mi cuerpo.
No es como que fuese algo menor, seguía siendo algo malo. Pero al menos, la estúpida no había corrompido al pobre Augusto. Sin embargo, Renata ya estaba grande para saber sobre ese tema. Y rodeada de tantos adolescentes mas grandes que ella, supuse que Bernarda ya habría tenido esa conversación de información sexual con ella.
—Yo los vi y me enojé. Nunca me había sentido así. Fue un nudo en mi estomago y un calor insoportable. —Detuvo su mano en mi cabello para mirar la pared. —Unas ganas de golpearla en la...
—Celos, querida —le informé—. Se lo que se siente, y no es casualidad que los haya causado la misma persona. —Soltó un suspiro y volvió a trabajar en mi.
—El no entendía porque estaba tan molesta. Yo tampoco de hecho. Tuvimos una pequeña discusión, donde le dije que sentía algo extraño cuando el estaba con ella. —Abrí un poco mi boca, que valentía. —Y me besó. —Ok, eso no me lo esperaba. —Me besó tan lindo y dulce que sentí mariposas en el estomago. Yo nunca había besado a nadie y el parecía que si. —Me sentí en su lugar por un segundo, como cuando Nathan me tomaba y yo era una completa inexperta e la cama. Claro que Renata hablaba solo de un beso.
—¿Y entonces? —presioné queriendo saber más.
—El se alejó y me dijo que nada podía pasar entre nosotros. Intentábamos no cruzarnos, porque ninguno quería mirar a los ojos del otro. —Una mirada de dolor apareció en su rostro. —Eso cambió luego del segundo ritual. El si me hablaba, pero como si nunca hubiese pasado el beso. Me contó que iba a invitar a salir a una chica que conoció en el Café de Stan, y sentí como quería llorar frente a el, pero solo le dije que estaba feliz. —Mi corazón se estrujo un poco dentro de mi pecho. —Entonces llegó de su segunda cita llorando, diciendo que quería estar tumbado en el sofá todo el día.
Recordé a la perfección ese día. El lloraba y ella le dio helado sin azúcar.
—¿Pero... tu le gustas? —pregunté porque aún no tenía en claro eso.
—No lo sé. —Se rió nerviosa. —Quizá soy muy pequeña para el. —Bajó la cabeza y tomé su mano, dando un apretón.
—Eso no es cierto. Si, tiene unos años mas que tu, pero tiene la mentalidad de un niño y nadie puede contradecir eso. —Ella sonrió.
—Esa es la razón por la cual su chica no quiso salir más con el. —Sonreí, esperando darle esperanza.
—Entonces aún tienes tu oportunidad. —Ella me observó.
—Tal vez, pero si la tenía, ya la arruiné. —Fruncí mi ceño, esperando que me explicara a que se refería. —Me escribió durante la película. Dijo que tenía ganas de verme y que esperaba poder besarme otra vez frente a todos en el aeropuerto. —Sorbó sus mocos como si llorara pero no lo hacia. Sonreí con ternura, imaginando ese supuesto momento. —Me dio miedo pedirle a Cato que me llevara, Tessa tenía motivos, quería ver a Ulises y todos los saben. Pero se habrían preguntado por qué mi emoción de ir.
—Reni, te haces demasiado problema por tonterías. —Sonreí y se rió un poco, entre triste y nerviosa. —Oye, te diré que. Hoy puedes quedarte en la fiesta. —Abrió un poco sus ojos.
—Pero la abuela dijo que...
—Que no habrá alcohol para las tres niñas. Lo sé, pero yo estaré contigo y te cuidaré bien. ¿Si? —Ella asintió con la cabeza y me señaló en el espejo.
Wow. La charla había sido tan entretenida que no tuve tiempo de notar cuando dejó mi cabello tan lacio. Debería peinarme mas seguido.
La puerta sonó y ella caminó para abrirla, Nathan dio un paso y me entregó mi bolso que había dejado en su habitación.
—Ten, tu ropa esta aquí. —Besó mis labios y le sonreí.
—Gracias, estaré lista en unos minutos. —Salió de la habitación de las niñas y abrí el armario. —¿Vamos a ver que usarás hoy? —Su rostro se iluminó en una sonrisa gigante.
Después de un rato de ayudar a Renata con su ropa, vestirme y maquillarme, ya estaba en la sala. Decidí usar un jean negro y una blusa gris que me había comprado hacia poco en el centro comercial.
Estaba charlando y mirando dibujos con Thais. Se había despertado hacia poco tiempo y había sido un infierno para Nathan obligarla a bañarse tres veces, imaginen ponerle un vestido. Cambiaba de canales, ignorando los de dibujo que solía ver Jade. Se detuvo en MTV, donde dejó el dibujo animado South Park.
—Amm, ¿si sabes que no es un dibujo para niños? —le pregunté desviando mi mirada de ella al televisor.
—Si, lo sé. Pero puedes aprender mucho de estos dibujos. —Sonrió comiendo unos snacks salados. Mis ojos se abrieron y le quité el control remoto.
—Muy bien, suficiente de esto. Tu hermano va matarme sino.
La puerta se abrió y Jade fue la primera en aparecer corriendo. Se abalanzó sobre nosotras, dándonos un fuerte abrazo y chillando como la niña que era. Tessa y Ulises entraron tomados de las manos como los tórtolos tiernos que eran. Augusto, quien tenía mi mayor atención por la reciente información, observó a la sala y a la cocina, buscando a Renata obviamente, pero solo encontró a Bernarda cocinando con ayuda de mi hermano y nosotras en la sala. Cato fue el ultimo en entrar con las llaves del auto, quitándose su chaqueta y dejándola en el perchero.
Me levanté feliz y corrí a abrazarlos. Ulises despeinó un poco mi cabello recién planchado y lo fulminé con la mirada. Augusto me dio un abrazo y besó mi mejilla.
—Wow, deberías peinarte mas seguido. —Si, lo mismo pensé. Una idea cruzó mi mente y mi boca no tuvo el poder de detenerla.
—¿Está lindo, verdad? Renata hizo magia. —El no borró la sonrisa de su rostro pero si lo vi tensarse ante la mención de su nombre.
Nathan, Noel e Irina, ya vestidos, bajaron las escaleras y saludaron a todos allí. No pude evitar morderme el labio cuando lo vi. Tenía una camisa negra y un jean azul. Su reloj llamaba mi atención, lo que lograba que quisiera sus manos en mi cuerpo. El se acercó a mi y olfatee su perfume.
—¿Que haces? —Se rio en mi cara, pasando uno de sus brazos por mi cintura como quería, pegándome un poco a el.
—Solo me gusta tu perfume —admití sonriendo.
—A mi me gustas tú. —El apretó mis mejillas y besó mis labios apretujados. Me reí y lo vi caminar a la cocina.
Era tan placentero tener a todos en casa otra vez. Se sentía como que no había pasado tiempo y no quería pensar en el hecho de que solo iba a durar tres días, solo quería disfrutarlo al máximo.
El timbre sonó y corrí a abrir la puerta, ya que era quien estaba más cerca. Mi boca cayó al suelo cuando la reconocí.
—¿Pero que haces aquí? —pregunté sin poder creerlo.
—Yo... yo... quería saber si podía pasar la noche con ustedes —dijo con miedo.
Tiré de su brazo y la abracé con fuerza. Hacía casi dos años que no la veía y aunque no eramos las mejores amigas porque no compartíamos demasiado tiempo, si me caía muy bien.
—¡Por supuesto! —Me reí cuando nos separamos.
—Vine a darle una sorpresa a tu hermano. —Iris se rio y la hice pasar.
—Vaya sorpresa. —Cerré la puerta y la empujé eufórica hasta la sala. —¡Miren lo que trajo el viento!
Mi hermano la vio y el tenedor en su mano voló al suelo. Su boca se abrió sin poder creer lo que veía.
—Iris —susurró y corrió a abrazarla.
Ella lo recibió de la misma forma y lo vi mirarme con los llenos de lágrimas. Sonrió y articuló gracias con su labios. Me encogí de hombros con cada de desentendida, porque yo no la había contactado. Frunció el ceño y volteó a mi otra hermana. Irina sonrió y le guiñó un ojo, sentándose para comer.
Algunos nos sentamos a comer, mientras otros daban vueltas por la cocina, colocando algunas cosas sobre la mesa y noté un asiento vacío. Antes que mi cabeza lo preguntara, su abuela lo hizo.
—¿Donde está Renata? —Mi mirada se dirigió a Augusto quien miraba sus dedos en su regazo.
Moví mi cabeza y pude ver que Tessa también lo observaba. Ella sintió mi mirada y volteó a verme. Me hizo una mueca y se la devolví. En ese simple gesto, entendí que ella también sabía lo que pasaba entre ambos.
—Voy por ella. —Jade se levantó y corrió escaleras arriba. Todos se sentaron rápidamente y la niña volvió. —Listo. —Se sentó en su silla al lado de Thais.
Renata apareció en la sala con la cabeza un poco gacha y sonrió a todos. Estaba hermosa.
Tenía una blusa blanca algo transparente y un jean color bordó que marcaba muy bien su figura. Había que admitirlo, ya no era una niña. Sus próximos catorce años le sentaban muy bien.
—Hola enana. —Ulises se acercó a abrazarla y pude ver como disimuladamente, le daba un pequeño codazo a Augusto como diciendo "tu también salúdala, idiota". —¿Cómo has estado? —preguntó, intentando tranquilizarla. Que solo eran ellos, sus hermanos de toda la vida.
Ulises era el mejor amigo de Augusto y era obvio que el también sabía todo esto. Me pregunto si alguno de los mas grande sabe de este embrollo o es cosa de los mas pequeños.
Augusto se levantó, medio queriendo y medio obligado, a darle un abrazo a Renata. Ella envolvió sus cuello y el la apretó contra su cuerpo. Lo vi cerrar los ojos lentamente y sonreí para mis adentros.
—¿Quien quiere bebida? —pregunté levantando una botella de refresco, casi gritándoles a los que los observaban "déjenlos abrazarse en paz y dejen de hostigarlos de esa forma, malditos evidentes."
Irina, quien notó mi intento de llamar la atención mas que su escena, subió su vaso al aire gritando "yo". Pisé el pie de Nathan a mi lado y lo escuché quejarse.
—Auch, yo. —Levantó su vaso con cara de dolor.
Los dos se separaron algo incómodos y se sentaron a comer. Fue bastante divertida la cena, todos comentaban como había sido la vuelta a casa con normalidad. Jade comentaba lo aburridas que eran las clases de matemáticas, mi hermano dijo que tenía que llevarle un pedazo de pastel al compañero de trabajo que lo reemplazaría hoy y Cato contaba lo bien que se sentía enseñarles a los niños clases de defensa personal.
En medio de la cena mi mirada se dirigió a todas las botellas de alcohol que estaban preparadas en la sala para dentro de un par de horas y solté un poco de aire, sonriendo feliz.
Esto se va a ir a la mierda si nadie lo controla.
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Nota de la autora: Bueeeeno se vienen los 18🤩 que les pareció el capítulo? Amo a Reni y Augusto bebé😍🥺
Gracias por leer, votar y comentar💕
Besos sobrenaturales,
Sofi Garrido.