Narra Adrien: (34 años)
A pesar de las duras palabras de Lila, pronto íbamos a recibir una excelente noticia que, a mí por lo menos, me iba a volver a cambiar la vida de nuevo. Estoy seguro que a Marinette le habrá pasado lo mismo, pero su problema ha sido que, desde el principio, ha estado preocupada por las amenazas.
Lo que sí es cierto, es que las primeras semanas todo parecía continuar dentro de nuestra rutina habitual. Aunque nos habían afectado mucho sus palabras, teníamos que fingir normalidad, sobre todo delante de los niños.
Mientras las mañanas las pasaba en la panadería, las tardes me turnaba con Marinette para hacer las patrullas. Así no perdíamos de vista a los pequeños, y teníamos tiempo para poder jugar con ellos...
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Aunque a veces, era más duro de lo que puede parecer...
Sin embargo, era tal la tensión que aún tenía Marinette, que desde entonces no quiso hacer nada de lo que solíamos hacer en la cama. No me hacía a la idea de cual era su grado de inquietud. Evidentemente, acepté su decisión, pero tenía la sensación de que me estaba ocultando algo, pero no le dí demasiada importancia, ya que tenía suficiente con verla a gusto y tranquila...
Tal vez fue un error por mi parte, pero entonces, me terminé enterando de la verdad. Y es que una de esas semanas, me dijo que iba a ir al médico porque no se terminaba de encontrar bien. Pensando en que le podría estar pasando algo malo, accedí a patrullar el resto de la tarde, mientras que ella dejaba a Hugo y Emma con sus padres antes de ir a la consulta.
Fue ya de noche, y con los pequeños durmiendo, cuando le pregunté por lo que le habían dicho. Al parecer, traía una gran noticia...
Al ver ese gato, me aclaró que, lo que me había ocultado esas semanas habían sido unos mareos, que le había provocado el otro gatito que íbamos a tener... Con estas palabras y viendo como se acariciaba a sí misma la barriga, me quedé por un momento inmóvil.
¡Íbamos a tener otro hijo! Me puse a dar saltos de alegría y de entusiasmo, los cuales contrastaban con una cierta frialdad por su parte. Al preguntarle, resultó que, lo otro que la había preocupado era lo de Lila. Si los mareos del embarazo ya eran más que suficientes, ahora la culpabilidad de haber puesto a Hugo, Emma y al futuro bebé en peligro, la tenían en una situación mucho peor.
Eso me dejó algo tocado a mí también, ya que tal vez en ese tiempo entre la amenaza y esta gran noticia, había estado más atento de los pequeños que de Marinette. Por eso, antes de irnos a la cama, me acerqué por detrás y le prometí que no les iba a pasar nada malo a ninguno de los cuatro.
También, le comenté que, si no se sentía segura para contarlo, no era necesario que nadie se enterara todavía. Ella, me agradeció todos estos gestos que, sin duda, le habían hecho ver que las cosas no tenían que ir tan mal como se había imaginado. Y así, por primera vez en esas semanas, la pude ver sonreír de verdad. No era tiempo de tristeza, sino de alegría, pues íbamos a traer otra vida al mundo.
Gracias a estas medidas, el embarazo se nos hizo más leve de llevar para los dos. La pude ver a ella más relajada tanto en casa como en el trabajo. Y aunque nos daba rabia no poder compartir nuestra felicidad con nadie, por temor a que Lila pudiera amenazarnos de nuevo, sabíamos que esto lo hacíamos por nuestro bien y el de nuestros pequeños.
Por otro lado, tengo que destacar que, como es normal en los primeros meses de espera, pudimos descubrir que lo que venía era otro niño. ¡Le íbamos a dar un hermanito a Hugo y Emma! Los dos estaban muy emocionados cuando se enteraron...
Pero claro, lo de ocultar el hecho de que íbamos ser padres otra vez tampoco iba a ser fácil. Pues los bebés crecen, y como ocurrió las otras dos veces, mi barriga también...
Por esto, y antes de que pudiéramos revelarlo nosotros, nuestros amigos y familiares se terminaron enterando por su propia cuenta al ver como la barriga de Marinette era, con el paso de las semanas, cada vez más grande.
La verdad, es que hay que reconocer que fuimos muy descuidados al no darnos cuenta por nosotros mismos.
Al principio, como era de esperar, estaban enfadados por no habérselo contado, sobre todo Tom y Sabine, que se mostraron molestos conmigo por no haberles pedido días para estar en casa y no ir a la panadería. Entendía perfectamente su malestar.
Con todo esto, y aunque nuestros amigos también estaban algo enfadados por haberlo ocultado, todos nos terminaron felicitando por algo tan bonito como era tener otro niño más. Viendo la comprensión de todos, nos vimos obligados a decirles que habíamos tenido una buena razón para no haberlo contado antes, y la aclararíamos en el futuro.
Pero claro, no todo iba a poder salir bien, ya que parece que la noticia volvió a llegar a oídos equivocados. Pues ahora, a pocas semanas de que nuestro pequeño llegue al mundo, he recibido unos mensajes en el móvil.
No sé quién es el remitente, pero no es necesario ser muy inteligente para imaginarse de quien se trata...
Por suerte, he logrado que Marinette no los vea, pero hay algo de todo esto que me vuelve a producir algo de temor...