Nathalie y los Portadores de...

By Historiasdeantaria

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La vida de Nathalie, una muchacha que asegura tener como amigo a un silfo, conoce auqella mañana a Felipe, un... More

Nathalie y los portadores de los elementos
Nuevos Vecinos
Capítulo 3, La Antigua guerra de los elementos
El corazón de Nathalie
Aventuras de Hospital
El profundo Sueño de Nathalie
Trece años de historias
Despertar
Conociendo el reino de Khim
Vientos de guerra
El secreto de Danna
Reencuentros
Revelaciones
Cuando la guerra llega a Khim
La Madurez de Yin
El portador del viento
Inicia la travesía
Profecías
Khalar - Dhur, la tierra de los dragones
Tan solo besos
Las pruebas de los reyes dragón, la prueba de Tuan Rahsia
Las pruebas de los reyes dragón, la prueba de Otot Murmi
Las pruebas de los reyes dragón, la prueba de Cinta Penyair
Las pruebas de los reyes dragón, la prueba de Pegembara
Roheline
Las pruebas de los Reyes Dragón, La prueba de Otam Ilery
Las pruebas de los Reyes Dragón, la prueba de Ashe Zu Azhe
El fin del tráfico de armas
La decisión de Relianse
Las Pruebas de los Reyes Dragón, la prueba de Mut Rashere
En busca de aliados, la travesía de Yin.
En busca de aliados, la travesía de Dhía
En busca de aliados, la travesía de Nathy
En busca de aliados, la travesía de Felipe
La batalla decisiva
Epílogo

El tráfico de armas

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By Historiasdeantaria

En definitiva fue imposible pasar desapercibidos, no por el color del Wolsvagen escarabajo en el que huían ni tampoco por la excesiva cantidad de gente que este albergaba, sino por el condenado ruido que hacía al andar a su máxima velocidad, treinta kilómetros por hora; era básicamente una invitación para ser detectados y efectivamente así fue.

Las motocicletas rodearon al automóvil, con una increíble capacidad de inoportunidad, se plantó en medio del círculo agresor. Varios elfos, maliciosamente, apuntaron con sus armas  a los que se encontraban dentro del mismo.

— ¡Lendama! — una voz Sílfica pronunció el hechizo, el automóvil se elevó unos metros sobre el suelo, aunque aún era insuficiente — ¡demasiado peso! — Yuki exclamo preocupado, mientras los agresores observaban divertidos el inútil intento de escapar. Apuntaron nuevamente cuando Wolsvagen cayó estrepitosamente al suelo.

— ¡Salgan de una vez! —Uno de los elfos enemigos habló autoritariamente — ¡Nuestra reina querrá interrogarlos como es debido!

— Como me gustaría estar manejando a mí — Frederick murmuro para sí mismo mientras observaba consternado como el piloto, un elfo llamado Arteo,  intentaba iniciar de nuevo el motor con una palanca de cambios en posición equivocada y presionando los pedales errados.

— ¿Está seguro que podría hacer algo más que él?— Yuki preguntó.

— Por lo menos estoy seguro que podría hacer algo más que empalidecer — respondió el general sin entender como un supuesto militar se ponía tan nervioso ante el peligro.

— Köha Mût’ine — el silfo susurró mientras señalaba con una mano al general y con la otra al elfo que conducía.

Tras un breve chispazo y una sensación un tanto extraña, ambos sujetos cambiaron de lugar. Viéndose en el lugar del conductor, Frederick manipulo el aparato para embestir al elfo que tenía su moto delante de él y huir lo más rápido posible aprovechándose de la confusión causada en sus agresores y lográndose internar un pequeño camino rural con cierto tráfico. Con suerte, esperaba Frederick, llegarían pronto a alguna población y mezclándose entre los habitantes podría contactar a sus hombres para obtener alguna ayuda.

—0—

Habiendo traspasado el portal que Flidewick les había señalado, el grupo entero se vio ante un paraje extraño: extensas llanuras verdes se extendían hasta donde la visita podía alcanzar, coronándose solamente, por una borrosa visión de unas montañas casi perdidas en la lejanía del horizonte.

— ¿Dónde nos encontramos? — Felipe preguntó preocupado.

— Estamos donde debemos estar —Flidewick respondió un tanto molesto, quizá no era el lugar que él esperaba que fuera, pero estaba seguro que era el lugar que se le había indicado.

— ¿Y cuál es ese lugar? — Semth, igual de impaciente que Felipe, había hablado.

— El reino de los dragones verdes por supuesto — El bayo había hablado molesto.

— Yo no veo ningún dragón — Nathy intervino con su habitual e inocente tono de voz.

La intervención de Nathy, aunque inocente, desató una pequeña discusión que demostró lo que todos, más o menos pensaban: el Bayo se había equivocado.

Relianse, sin embargo, no participó de aquel pequeño debate de todos contra uno; algo le preocupaba a la normalmente distraída y despreocupada hada: los susurros que había estado escuchando en su mente desde hace unos días, concretamente un par de días antes al ataque a Khim, estos se hacían un poco más claras y nítidos, pudiendo vislumbrar algún tipo de oraciones medianamente conexas: "sombras…entre las sombras…"

— ¡Alerta! — la voz de Dhía había detenido el pequeño debate que se llevaba a cabo, sacando también a Relianse de sus pensamientos. — ¡Enemigos!

— ¿Enemigos? — Yin preguntó desconcertado, en aquel paraje solo se encontraban ellos… bueno ellos y sus enormes sombras alargadas por el sol de aquel inhóspito paraje.

— ¡Söél vari! — Dina gritó sorpresivamente.

Como por arte de magia extrañas criaturas con forma élfica pero con cuerpos conformados exclusivamente por sombras se levantaron de entre las propias sombras de los aventureros que allí se encontraban, de modo que cada uno se vio enfrentando a un némesis oscuro.

Sin pensarlo dos veces los aventureros cargaron contra sus amenazantes sombras iniciando una lucha singular, sin embargo todos se vieron ante un complicado dilema: su oponente parecía moverse igual de bien que ellos y sus armas parecían igual de letales.

Las balas de Felipe chocaban con las balas de su "sombra", estallando en pequeños pedazos en el mismo aire… Algo similar pasaba con Yin y su ponente en cuanto ambos utilizaban pociones de todo tipo para atacarse.

Semth, quien había cargado contra su enemigo directamente con espada, se enfrascaba en una dura y agitadora lucha cuerpo a cuerpo esperando que exista alguna minúscula discrepancia de su oponente para acabar, de ese modo con este. La misma situación se había dado con Dhía quien también se enfrentaba en un combate cuerpo a cuerpo.

Dina, por su parte, había convocado una especie de conjuro de luz, un escudo protector que impedía que su oponente se acercara, posteriormente y en tranquilidad se sentó en la suave hierba y comenzó a salmodiar un conjuro que esperaba sea de ayuda, para sus sorpresa su oponente conjuró un escudo de sombra y comenzó a realizar la misma tarea.

Enfrascados en sus peleas personales, nadie cayó en cuenta de la extraña situación que se daba con los miembros más inofensivos del grupo: Flidewick, quien al ver enemigos cerca simplemente había huido al refugio más cercano sin ver como su sombra hacía algo similar escondiéndose entre las sombras de un árbol. La sombra de Nathy se había limitado a conjurara una especie de pequeñas sombras, parecidas en forma a las "gemas de sentimientos" que Nathy realizaba, e intentaba lanzar estas contra Nathy, quien divertida, hacía lo mismo.

La sombra más extraña sin embargo, era la sombra que se encontraba flotando, sin hacer absolutamente nada, frente a Relianse, la cual por su parte, tras no recibir ningún tipo de ataque buscaba la manera de volar junto a sus amigos para sanarlos en caso de ser necesario.

— ¡Au! — una voz había interrumpido los pensamientos de Relianse, una de las "piedras" lanzadas por la sombra de Nathy, había dado en el blanco,

— ¡Voy! — Relianse voló lo más rápido que pudo para esquivar a su propia sombra. Una vez junto a Nathy, y viendo preocupada como la sombra de esta conjuraba algo, — ¿Dónde te lastimó? — preguntó nerviosamente.

— No me lastimo much… — Repentinamente Nathy comprendió algo, o sería más lógico decir que "recordó" algo: un interesante juego que ella practicaba con su madre, "el juego de mi sombra", donde un jugador era la sombra del otro; el jugador "sombra" tenía que actuar como el "jugador real", es decir, solo hacer cosas que el "jugador real" sabía hacer— Relianse, ¿me curas al herida? — Nathy debía comprobar su teoría.

— ¡Claro! — Relianse conjuró un hechizo sanador, la pequeña marca en el brazo de Nathy desapareció en un instante… Los interesante fue ver como la sombra de Relianse se puso a curar cuantas heridas teñían sus compañeros sombras.


— ¡Solo saben hacer lo que nosotros hacemos! — Nathy concluyó emocionada — ¡Súper! — se detuvo un instante para pensar cómo aprovechar esa situación — ¡mi libro!— Exclamó emocionada sacando el pequeño librito de conjuros arcanos de su morral y abriéndolo en una página al azar — ¡Kalül! — Nathy gritó la primera palabra que encontró en la página; inmediatamente un árbol cercano generó una inmensa púa de madera, la cual salió disparada perforando a su oponente y dispersando su sombra en el aire. Como Nathy pesó, su "sombra" no pudo conjurar un hechizo similar porque simplemente no conocía este… allí radicaba la solución a su dilema: atacar a sus enemigos era con algo que no conocieran previamente. Nathy, emocionada, buscó la manera de transmitir ese mensaje a sus amigos..

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— "Lan...gu…ed…a"—Desconcertada, Relianse oía una y otra vez aquella extraña palabra en su mente, desconcertada por aquel susurro, Relianse se había abstraído en sus pensamientos nuevamente, como era de esperarse su sombra permanecía igual — ""Lan...gu…ed…a"—la voz resonaba nuevamente en su cabeza, esta vez, con más fuerza.

— Langueda…— Temerosamente Relianse exteriorizó la palabra, para su sorpresa su sombra se disipó en el aire sin más, sin embargo, el hada cayó agotada al suelo como si hubiese lanzado un poderoso hechizo desconocido, un par de segundos más tarde, perdió el conocimiento.

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Aún con los atacantes pisándoles los talones, acercándose cada vez más a ellos y realizando ocasionales disparos  Frederick logró alcanzar una pequeña, aunque concurrida, comunidad rural. Aparcando rápida y deliberadamente en la plaza del pueblo, donde se realizaba una especie de fiesta, ordenó que todos bajaran lo más pronto posible de la movilidad Internándose, el grupo, entre la multitud, esperó perder finalmente a sus perseguidores.

— ¡Ya hay señal! —Danna, quien comprobaba la señal del móvil cada pocos segundos, exclamaba alegre aquella noticia.

Sin pensarlo dos veces, Frederick llevó al grupo al interior de una concurrida cafetería, y mimetizándose entre los presentes, llamó a la estación de policía. Sus compañeros elfos, miraban nerviosos por las ventanas, procurando disimular su presencia, buscando señales de sus perseguidores los cuales, estaban seguros, aparecerían de un momento a otro.

— Estación central de policía, habla Margaret — Una voz femenina contestó el teléfono.

— Margaret, soy el general Celastro, comuníqueme inmediatamente con el inspector en jefe — la voz apremiante del General indicó a la operadora que debía cumplir esa orden de inmediato.

— Aquí el inspector en jefe Bismark, general estábamos intentado ubicarlo desde hace días, con respecto al caso Zap…

— Espere un momento Bismark — Frederick cortó súbditamente a su compañero — Ya habrá tiempo para aquello más tarde, de momento debo informarle que requiero refuerzos de inmediato, estuve siguiendo la pista a una serie de traficantes de armas y ahora me tienen acorralado en una pequeña comunidad.

— Pero jefe… como se le ocurre ir solo aun operativo — Bismark se detuvo un instante comprendiendo que no era el momento de conversar — ¿en qué localidad se encuentra? — A medida que hablaba Bismark golpeó la ventana de su oficina para llamar la atención de aquellos que se encontraban bajo sus órdenes, con señas les indicó que estén atentos a sus órdenes.

— No puedo precisarle esa información inspector, debimos huir de los sospechosos e internarnos en una pequeña comunidad que se encuentra en un extraño festival.

— ¿Tuvieron que?, general, ¿con quienes se encuentra?

— Con mi esposa y cuatro civiles — Frederick pudo ver el rostro de los molestos elfos cuando se refirió a ellos como meros "civiles" — ¡Por Dios Bismark, haga algo para encontrarnos de una vez!

— En eso estoy general — Pensando rápido, el inspector había iniciado un programa rastreador de llamadas, con una sencilla triangulación y unos segundos más no tardaría en encontrar su posición — treinta segundos más en línea y sabremos donde se encuentra — los segundos, por culpa de la tención, pasaron como si se tratasen de horas—¡Listo! — Exclamó finalmente Bismark— Ustedes se encuentran en… ¡por Dios!, ¿cómo llegaron hasta Kereturay? — la sorpresa fue tan grande para Bismark como para el propio general, se encontraban a bastante distancia de la capital.

— ¿En cuánto tiempo puede llegar aquí Bismark? — El general sacó al inspector de su abstracción.

— Por aire en una media hora,  pero creo que puedo recursos para que lleguen refuerzos de las comunidades cercanas en menos tiempo.

— ¡Hágalo ya! — la orden fue tajante y Bismark se puso manos a la obra.

En tan solo cinco minutos Bismark tenía a cuatro operadoras hablando con las oficinas de policía local, así como dos equipos RAI (respuesta y acción Inmediata) subiendo a los helicópteros halcón.

Por su parte todas las comunidades circundantes, incluyendo la misma Kereturay fueron informadas de la situación y pusieron efectivos en acción. En cuestión de quince minutos una pequeña flotilla de patrullas armados hasta los dientes llevó a la festiva comunidad.

— ¿General Celastro? — Un hombre uniformado había hablado a las espaldas del general provocando un pequeño sobresalto en este.

— ¿SI? — el General respondió nervioso aún.

— ¡Por Dios, es igualito que en la tele! — el oficial rural no pudo ocultar su emoción, para él el general de la policía era una especie de semi dios: efectivo, incorruptible y a la vez sumamente humano en sus palabras. — Por favor síganme a la comisaría — el oficial no podía hablar sin temblar ligeramente por la emoción.

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Ni bien hubieron entrado en la comisaría, escucharon una serie de disparos y gritos cerca a la plaza principal, justo al frente de la comisaría.

Sin poder vencer su instinto, el general se asomó a la ventana: al parecer los elfos que los perseguían al notar la gran cantidad de vehículos policiales se habían atrincherado en varias de las torres que la barroca iglesia pueblerina ofrecía, y disparaban sin piedad contra todo lo que se movía. Los oficiales de varias comunidades habían hecho una especie de barrera entre la iglesia y ellos mismos utilizando sus movilidades como escudos; al mismo tiempo varios  retiraban a los civiles de la posible zona de combate.

— ¿Tiene armas? — El general preguntó ansioso

— ¿Armas? — El oficial respondió demasiado nervioso para pensar, en diez años de servicio el problema más serio en su comunidad habían sido las peleas a puñetazos de ocasionales borrachos.

— Si armas, ¿hay alguna en su despacho? — El pobre oficial solo atinó a entregar una pequeña llave de un mueble, para beneplácito del general allí estaba guardada una escopeta y varias municiones.

— Cuide a mi esposa y a los civiles— El general ordenó al oficial, el cual agradeció aquella orden… la última vez que había disparado una arma había sido durante el entrenamiento en la academia— ¡Cargue el arma oficial! — El policía sacó su vieja pistola de la cartuchera, le quitó el seguro y casi pudo jurar que estaba literalmente alucinando por el nerviosismo cuando le pareció distinguir una especie de ser alado, un hada podría haber asegurado, asomando medio cuerpo por el bolsillo de la camisa del General.

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La luz del aura de Dina competía cerradamente con la oscuridad del aura de su sombra, Dina viéndose cada vez mas agotada no percibía cansancio alguno en el extraño ser que al atacaba con una magia tan poderosa como la suya. Nerviosa, repasaba mentalmente una serie de hechizos que podría utilizar en caso de realizarse un combate más cerrado.

— ¡Tienes que usar un conjuro que no conozcas del libro que nos dieron! – Nathy había gritado infructuosamente por enésima vez, pero al parecer, la cúpula de luz que rodeaba a Dina le impedía escucharla.

Con nerviosismo Nathy revisó su libro de hechizos antáricos, “debe haber algo que me sirva ahora”, pensó hasta que, finalmente, encontró algo que le ayudaría a disipar ambas auras, la de luz y la de oscuridad.

— ¡Valgue Tul! — siguiendo las instrucciones Nathy simplemente susurró el hechizo, como si se tratase de un soplido de un viento suave. Tuvo que intentarlo un par de veces más antes que el hechizo surtiera efecto, pero finalmente ambas auras desaparecieron.

— ¡Pero qué hiciste hada del dem…! — Dina, entre furiosa y preocupada, dirigía su frustración hacia Nathy

— Lee un al azar de tu libro de conjuros.

— ¿Qué? — la lógica de aquello era impensable, Dina no entendía lo que el hada quería decir.

— Es la única forma, ¡lee uno!,— Nathy e había puesto más nerviosa al notar como la sombra de Dina conjuraba algún tipo de hechizo.

Sin saber exactamente qué hacer y al notar que su sombra conjuraba un nuevo hechizo, decidió hacerle caso al hada, "de una forma u otra no tendré tiempo para contrarrestar el hechizo que mi sombra conjura, así que…"

— ¡Tulî! — Tal como ordenaba el libro, Dina gritó con todas sus fuerzas el hechizo, inmediatamente de su cuerpo emano una fuerte llamarada de fuego, consumiendo a su sombra.

— Gracias — Murmuró Dina un tanto asombrada

— ¿Qué? — Nathy fingió no escuchar el agradecimiento.

— ¡Gracias! — Dina exclamó más fuerte.

— ¡Dina le dio las gracias a un hada!, ¡Dina le dio las gracias a un hada! — Olvidando la lucha por un instante Nathy no pudo evitar molestar un momento a la elfa.

— No es tiempo para bromas, de momento debemos pensar —Dina vio con preocupación el área donde el resto de sus compañeros estaba, probablemente combatiendo.

— ¿Pensar en que, agradecida elfa?—Nathy continuaba con su tono de voz destinado a molestar a la muchacha.

— ¡Basta! — tú y yo podemos lanzar un hechizo completamente desconocido si seguimos instrucciones precisas, pero el resto de nuestros compañeros no puede pelear cuerpo a cuerpo con técnicas desconocidas de un momento a otro, un golpe será un golpe y a eso siempre podrán responder sus oponentes.

— Y una poción siempre es una poción — Nathy comentó pensando en Yin— ¿Qué haremos entonces agradecida elfa? —Sencillamente no podía evitarlo, su naturaleza le instaba a molestar a alguien, mejor si era alguien que parecía no soportar, por alguna razón, a las hadas.

— ¡Dije basta! —Nathy estaba colmando la frágil paciencia de Dina— Estoy pensando en eso… ¡Ahora déjame en paz! — un tenso silencio se dio entre ambas chicas.

— Mmmm… y si… ¡ya sé!—Nathy había hablado de pronto —no, mentira, no se seguro no funciona, o quizá sí, bueno tal vez no, quien sabe en realidad.

— ¿Quién sabe qué?—Aunque esta vez era involuntario, Nathy había logrado irritar a Dina— ¿Quién sabe qué?—La elfa casi vociferó exasperada.

— Bueno, pensaba que quizá nosotras podríamos atacar a las sombras de nuestros amigos y derrotarlas.

— Eso es ridículo — Dina respondió mecánicamente.

— ¿Por qué?— Nathy, por primera vez en su vida, realizaba esa pregunta sin ansia de fastidiar, al no comprender del todo el mundo mágico, realmente tenía esa duda, ¿Por qué no funcionaría?, por su parte la pregunta resonó en la mente de Dina, "¿por qué?", sin duda alguna no había una razón lógica para que no funcione.

— Tienes razón vamos a intentarlo — Dina corrió hacia el área de batalla, siendo seguida por Nathy.

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Felipe, Semth, Dhía y Yin se habían visto sorprendidos por el mismo espectáculo: estando ya demasiado cansados para seguir combatiendo, especialmente los tres primeros, cada uno escucho un grito extraño: las palabras "Kalul" o "Ulmh" resonaban en el ambiente, y poco después su sombra se había disipado tras una lluvia de astillas de madera o siendo consumida por el fuego. Una vez concluidas las cuatro peleas, y siendo seguidas por sus compañeros, iniciaron la búsqueda de Flidewick  de quien suponían podía estar escondido en algún sitio y sitio y de Relianse quien suponían estaría  perdida en sus pensamientos  flotando frente a una sombre inerte tras no encontrar a quien sanar.

Encontraron, como era de esperarse, a Flidewick escondido entre unas rocas, cercano a él su "sombra" estaba escondida entre la sombra de un árbol cercano.

— Valaris — Grito Dina, aunque errando el disparo, dado que la sombra del bayo logró esquivarla.

— Kalul — Nathy intentó lo mismo con idéntico resultado, no había modo de atinar a la cobarde y escurridiza sombra.

— ¿A quién buscamos? — Felipe, había sido el primero de sus amigos en darles alcance y  darse cuenta él o la sombra del bayo aplastó a la misma con su pie.

— ¡Súper! —Exclamó Nathy, al tiempo que Dina asentía con una leve sonrisa.

— Pude haber sido yo el muerto — Flidewick había protestado ante la despreocupación de Felipe quien parecía no haberse dado cuenta que había terminado con la minúscula sombra.

— ¿y Relianse? —Nathy preguntó preocupada en cuanto llegaron sus compañeros.

De inmediato, todos los reunidos comenzaron  a buscar a su compañera; los gritos de "Relianse" se dejaron oír por todo aquel lugar. No pasó mucho tiempo hasta que apareció una desorientada hada la cual, por vergüenza, callaba el hecho de haber recientemente despertado de un desmayo.

— ¡Aquí! — Saludó con voz tenue cuando vio pasar a Yin y Nathy buscándola.

— ¿Estás bien?, ¿y tu sombra? —Pregunto Yin Preocupado.

— Supongo que la vencí — A continuación Relianse relató cómo había escuchado el inquietante susurro y como este había resultado en un poderoso hechizo,  sin embargo el hada obvió el hecho de haberse desmayado.

— ¡Súper!— Nathy exclamó — ¡tienes un libro de hechizos mental!

— Supongo que sí — Respondió Relianse aún desorientada.

Yin, por su parte, no creyó tan "súper" aquel "libro mental", había algo raro en todo aquello, y hasta averiguar de qué se trataba, logró convencer a Nathy y a Relianse que era necesario guardar aquel asunto en secreto. Poco después regresaron a un improvisado campamento que Dina había armado mientras los demás buscaban al hada.

Poco a poco los demás retornaron al campamento al conocer la noticia de que Relianse estaba bien y que su sombra había sido derrotada. De entre todos los presentes, solo Dhía estaba preocupada, ella era una rastreadora experta y no había podido encontrar el menor indicio de Relianse: ni aromas, ni estelas de vuelo ni nada. Dhía pensó que había algo muy extraño en aquello, pero al igual que su hermano, planeó guardarse para si misma ese pensamiento hasta que confirmase si había algo realmente serio o no en torno a su amiga.

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Los helicóptero habían llego en el momento preciso, las armas de asalto, junto a la posición de privilegio que poseían dentro de la iglesia, hacía que los enemigos sean una presa completamente inalcanzable para los pueblerinos policías armados con pistolas, y escopetas en el mejor de los casos.

Los agentes de la RAI, a la cabeza de Bismark, tomaron expertamente posiciones especializadas, llegando incluso a colocarse en la puerta misma de la iglesia. Sin embargo los explosivos "Key 4", unos especialmente diseñados para abrir las más robustas puertas sin dañar el resto del edificio, no parecieron dar el menor de los resultados. Ellos no lo sabían, pero las puertas estaban selladas con magia.

— ¿Podemos darles una mano? — Frederick, aprovechando que todos prestaban más atención a los agentes de la RAI, esperando cubrirlos en caso que sus atacantes se asomaran por las ventanas, le había hablado a Yuki, quien efectivamente, iba en su bolsillo.

— Claro — Respondió el silfo — ¡Avatud seratis!— La puertas milagrosamente se abrieron, muchos pensaron que por efecto de una segunda tanda de Key 4 que los de la RAI habían colocado poco después de que Yuki pronunciara el hechizo, ignorantes de que las barreras mágicas se habían roto.

Cinco minutos después, y tras una tanda de  gas lacrimógeno, los muchachos de la RAI capturaron a todos los elfos atacantes, los cuales, según ellos, eran simples traficantes de armas, tal y como el general Celastro los había descrito.

Tardaron aún menos en subir a los agresores en los helicópteros Halcón, junto al general, su esposa y, a petición del general, los cuatro civiles que se habían visto involucrados en el operativo. Lo que nadie sospechaba es que esos "cuatro civiles" eran en realidad aliados militares elfos.

Los helicópteros dejaron Kereturay y aunque la comunidad se vio incapaz de reanudar su festival, tuvieron suficientes historias para contar durante las restantes ferias anuales del algodón de dulce… aquella tarde se convertiría en una leyenda local a la cual no faltaría el relato del policía que decía haber visto un hada ayudando ese día, relato que, con el paso se los años se exageraría hasta convertirse en ejércitos de hadas ayudando a la causa.

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Tras la batalla Nathy y sus compañeros decidieron relajarse para estudiar con calma la situación, por lo que habían podido determinar gracias a Dhía, si se encontraban en territorio de Dragones verdes, pero se encontraban tan alejados de la capital como las mismas montañas que se divisaban en el horizonte.

Mientras los varones se encontraban buscando leña y comida para el campamento, Flidewick había sido especialmente bueno a la hora de encontrar bayas dulces, saladas y un estanque para pescar, las chicas, se habían dedicado a relajarse, "su hora de belleza", había indicado Relianse.

Llegando hasta unos tupidos arbustos, Dhía, Relianse y Nathy se detuvieron al escuchar la conversación que los muchachos llevaban a cabo al otro lado de los mismos, sin percatarse de la presencia de las hadas.

— Ya en serio silfito— Felipe tomaba la palabra — Es hora que le dejes el campo libre al contendiente de verdad.

— No — había contestado Yin — Es hora que tú dejes el campo libre a la realeza, a un príncipe "dorado" — la frase sacó unas severas carcajadas a Semth, quien en verdad congeniaba con ambos muchachos.

— Bueno doradito — Felipe se burlaba — ¡A nadar! — se escuchó un sonido similar al de un piedra golpeando el agua, al tiempo que Felipe y Semth reían nuevamente.

— Pues tu también a nadar — se escuchó un leve tintineo y luego un sonido similar al de una ola marina, que de seguro cubrió a ambos elfos — Esta vez fueron Yin y Semth quienes rieron.

— Seguro mi hermano usó una de sus pociones privadas — Dhía mencionó orgullosa.

— Y en serio — la voz de Semth, a quien le costaba dejar de reír hablaba — es demasiado divertido verlos pelear por una chica.

— ¿Están pelando por una chica? — Nathy y Relianse se preguntaron a la vez intrigadas por saber quién era esa chica.

— Pero Nathy no es una chica cualquiera— Yin había contestado.

— ¡Yipei! — Relianse exclamó emocionada — ¡Tienes a dos galanes tras de ti! — sin darse cuenta estaba zarandeando a una Nathy que cada vez se ponía mas roja — Escoge, cual quieres y yo te ayudo a conquistarlo — De pronto Relianse se puso un poco más seria y adopto una postura firme — Relianse, la cupida profesional a su servicio — dijo mientras le extendía la mano.

— La verdad… —Nathy apenas podría articular palabra —la verdad me…gus...t…a— el solo mencionarlo lo ponía aún más nerviosa.

— ¿Te gusta quien? —Relianse preguntaba emocionada y nerviosa, como esperando se revele el nombre de quien ganó un importante primer premio.

— Mmm — Nathy se encontraba tan colorada como una guinda picante — me gusta…me gustan los dos,… ¡son muy bonitos!— finalmente soltó su secreto.

— ¿Los dos? — Relianse pregunto incrédula — mmm, bueno no se cuanto pueda hacer, pero seguro hago que lleguen a un acuerdo: los días pares Yin, los impares Felipe y así…—Relianse buscaba la mejor estrategia.

— ¡No! — Nathy interrumpió — ¡No quiero tener dos novios!, solo dije que me parecen bonitos los dos…

— ¿Entonces qué hago? — Relianse parecía desconcertada.

— Fácil, nos aprovechamos — Dhía por fin había hablado —Vean, tener dos babosos detrás de nuestra amiga puede ser en extremo provechoso, déjenme que les muestre—Dhía se dispuso a cruzar el arbusto Nathy, intrigada, la seguía.

— ¡Esperen! — Relianse las detuvo — ¿puede la cupida profesional pedirles una ayuda?

— Claro — Nathy respondió inmediatamente.

— ¿Me ayudan a conquistar a Semth?, ¡Es el elfo mas churro de la vida! — Relianse parecía emocionada.

— Mmm, ¿te das cuenta que hay el mismo problema que en la posible pareja Nathy – Felipe?... ¿el tamaño?, ¿la especia?— Dhía preguntaba incrédula ante lo que oía.

— ¡Claro que te ayudamos! — Nathy pareció ignorar a Dhía, al igual que Relianse, y tomando las dos manos de su amiga enamorada, dieron una especie de brinquitos mientras gritaban emocionadas algo como ¡Wiiii!— Bueno Dhía, solo faltan dos cosas, encontrarte galán a ti y que nos muestres como aprovecharnos de los babosos.

— Con respecto al galán, se quedarán esperando, no hay nadie que me guste— eso era, sine embargo mentira, aunque Dhía nunca relevaría el nombre de quien le gustaba— con respecto a los babosos síganme—Finalmente cruzó el arbusto seguida de sus amigas, una vez al otro lado, se aclaro la garganta y dijo los más claro posible— Chicos Nathy se muere de hambre, quiere algo salado y frito de comida y algo muy dulce de postre.

— Si…— Nathy fingió una voz lastimera —pero quiero algo suficiente también para mis hambrientas amiguitas.

No bastó mas palabra, Yin y Felipe recogieron toda la comida que habían recolectado, se encaminaron al campamento, comenzaron a preparar, cada uno, un suculento banquete esperando ser mejor considerado por Nathy que su oponente.

— Jeje, podría acostúmbrame a esto — Nathy le mencionó a Dhía en cuanto tomaron camino hacia el campamento.

— Y tengo aún más ideas pendientes — Menciono su amiga maliciosamente, obviamente Nathy también planeaba unas mil actividades aprovechables.

— ¿Vamos al campamento? — Relianse preguntó tímidamente a Semth, quien divertido, observaba todo lo ocurrido.

— Claro, vamos— Semth le ofreció la palma de su mano a Relianse, para que esta se parara en ella, una vez que el hada hizo aquello, el elfo la coloco con mucho cuidado en el hombro, luego, se encaminó al campamento. Por alguna razón Relianse era de lejos, su hada favorita.

— ¡Súper!, ¡Yahoo!, ¡Yipeiy!, ¡YIPEIY! — Relianse repetía aquellas frases una y otra vez en su mente, el hada no cabía en sí de gozo.

—0—

Frederick llegó directamente a la comisaría, envió a los elfos, al silfo y a su esposa a la casa para que se acomodasen y comieran algo, el sin embargo se había alejado demasiado tiempo fuera y debía revisar algunos datos en la comisaría.

Encerrándose en su oficina, Bismark quien había estado a cargo, le informó del caso más importante que tenia la comisaría en ese momento: el caso Ayala, aquel militar abusivo y golpeador que había intentado intercambiar a su hija en un negocio turbio. Aquel mismo caso que se le había asignado dado que el encubrimiento y la corrupción castrense habían llegado a límites insospechados hasta el momento.

Bismark le comentó como dos oficiales, ahora retirados del cuerpo, habían intentado sacarle información a golpes al supuesto hijo de uno de los involucrados, el tal Bruno. Lastimosamente tras ese antecedente y sin haber conseguido nada por la vía convencional, el alto mando, había logrado que se dejase de vigilar al muchacho y a su tutor. Del tutor, aunque aún sabían muy poco, tenían serias sospechas que se trataba del mismo Licanor Zapata, bajo una nueva identidad claro está.

— Sabemos que el tal Licanor Zapata traficaba con algo, ¿logaron sacarle información a los militares sobre qué era lo que traficaban exactamente?

— Conseguirnos sacarles una información alarmante, traficaban con armas, pero no con cualquier tipo de armas, sino con armas de alto poder militar… estamos hablando de armas de asalto urbano cuando menos.

Repentinamente un flash golpeó al general, sin quererlo realmente, sus dos casos más importantes parecían encajar: el tráfico de armas y el militar abusivo.

— ¿Qué novedades actuales tenemos sobre el caso? — Frederick preguntaba con cierta premura.

— Pues algo que no se si te vas gustar del todo — Fue la respuesta de inspector Bismark

— Habla —Ordenó preocupado el General.

— Pues logre poner una vigilancia "extra oficial" en el muchacho Ian Key, el hijo del tal Bruno, al parecer esta misma noche él y todos sus amigos, entre ellos una tal Sophie Cohen, quien es precisamente la nieta de Licanor Zapata fueron a un concurso de canto, una batalla de bandas o algo así, poco después la muchacha regresó a su casa, seguida de cerca por el muchacho Key, este último logró filtrarse en la habitación de la muchacha y posteriormente huyeron en moto, lamentablemente…—El inspector hizo una pausa.

— ¿Lamentablemente qué? — El general respondió molesto.

— Lamentablemente, el muchacho logró sortear a mi vigilancia. Realmente dudamos que la haya llevado donde su tutor, pero creemos que planea sacarla del Estado por bus.

— OK — Dijo el general bastante molesto — ¿dejaron que el muchacho secuestre una potencial víctima de dos locos?, ¿eso me quieres decir?

— Si — Bismark no se atrevió a decir anda más.

Con rapidez el general sacó un mapa del estado.

— Quiero barricadas aquí, aquí y aquí — el general señalaba las posibles rutas de salida inter Estatal — Además quiero vigilancia en la mayoría de las terminales terrestres que logren cubrir… ¡De inmediato! — Bismark se puso en ese momento manos a la obra, saliendo de la oficina comenzó a organizar a los oficiales de policía. El general se relajó un momento, quizá Bismark aún aprendía, pero era muy eficiente cuando se lo proponía. Relajándose un instante en su escritorio se permitió pensar que quizá mataría pronto dos pájaros de un tiro, capturaría a un peligroso criminal, pero también, y más importante, frenaría el tráfico de armas que ponía en peligro a sus dos hijos… todo en un muy eficiente tiempo record.

Habiéndose tomado cinco minutos de descanso, se dispuso a dejar su oficina para interrogar personalmente a los elfos capturados, cuando escuchó en la recepción un casi histérico gritó de una madre.

— ¡¿Qué no escucha lo que le decimos?!— una mujer le gritaba a Gonzales, quizá el elemento más inútil de su despacho. Repentinamente la mujer soltó una frase alarmantemente reveladora— ¡Mi padre era traficante, está prófugo, él envió a ese chiquillo a espiarnos y ahora se llevó a mi hija! — no cabía duda la gente que allí se reunía era la familia de la chiquilla secuestrada por el muchacho Key. El general decidió intervenir.

— Soy el General Celastro, el caso de su padre pasó a mis manos hace poco— habló con la seriedad que solo ese caso podía ameritar.

La mujer suspiró un tanto más relajada, al parecer se dio cuenta que él si tomaba en serio su caso.

— El caso del general Licanor Zapata, estuvo en manos de los militares hasta hace un par de semanas, luego me lo pasaron dada la ineficiencia y la corrupción en la institución castrense. Hace ya tiempo tenía datos de que su padre había vuelto al país, o más bien, que entraba y salía repetidas veces. No pude comprobar nada, al parecer tiene una nueva identidad. Hace poco confirmé que tenía una propiedad en este mismo barrio, sin embargo abandonó la vivienda hace poco. Como no conseguí nada, me obligaron a abandonar la vigilancia, lo lamento, de haber seguido nos habríamos percatado antes y hubiésemos evitado que se llevaran a su hija— Intentó resumir toda la información que disponía lo más concretamente posible

La mujer se dejó caer en un sillón de la sala, mientras un varón, de seguro el padre de la adolecente, replicó:

— Eso no importa, ya sabíamos todo eso, sólo quiero a mi hija de vuelta.

— No se preocupe, no todos mis oficiales son unos ineficientes— miró con autoridad a Gonzales, el oficial se había ganado una o dos semanas de suspensión sin paga— ya desplegué un equipo de búsqueda, no podrán escapar muy lejos, tampoco estamos seguros de que el muchacho Key haya llevado a su hija a poder de su tutor.

— General lo requiero en este momento en su oficina — Bismark había completado los preparativos para los diferentes operativos.

— Bueno si me disculpan, el oficial Gonzales los atenderá desde ahora, si tienen alguna queja solo entren a mi oficina, precisamente ahora estoy ultimando algunos detalles importantes respeto a su caso — Aunque hubiera querido que toda la familia escuche aquella declaración, no pudo evitar que el padre de la muchacha saliera al jardín de la comisaría haciendo una llamada, al parecer muy importante. Sin darle demasiada importancia a ese hecho, el general entro en la oficina para recibir el informe de Bismark.

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