**Alison Hock**
Entramos en el centro comercial con Jade y Thais corriendo delante nuestro. Me emocionaba la idea de una salida de chicas a comprar ropa. Amaba la ropa de niñas, me daban ganas de tener hijos en algún futuro.
Una mujer pasó gritando "Basta Daniela." con una niña chillando, llorando y pataleando en sus brazos. Okay, se me fueron las ganas.
Como decía, me habría gustado que Irina viniera con nosotros. Pero esa perra era muy inteligente y sabía que planeaba esto para acercarme a Nathan, aún más. Claro, como si no hubiese sido suficiente la noche del jueves.
Aún tenía las cosas escritas del cuaderno de Nathan en la mente y era difícil pensar en algo que no fuese eso, pero tenía que eliminarlo por hoy, sino el sabría que algo ocurría. Todo el mundo me había dicho que leyera su cuaderno, pero no quería tener esa conversación hoy y menos aquí. Prefería que fuese una salida tranquila y normal.
—Mira —dijo Nathan deteniéndose en una tienda de vestidos—. Te verías aún más linda en ese. —Señaló un vestido largo y rojizo casi bordó, tenía escote corazón y un lazo que colgaba detrás. Le sonreí, porque me había dicho linda indirectamente.
—Me encanta —dije honesta. Mi gusto para la ropa era muy particular, y me agradaba que el supiese lo que me gustaba.
—¿Por qué no te lo pruebas? —preguntó y fruncí mi nariz dudando.
—Mm, no lo sé. Es hermoso pero no tengo ocasiones para usarlo. —Me encogí de hombros. Hills Town no era un pueblo muy lujoso, a pesar de que había gente con dinero, las fiestas y eventos caros no abundaban por aquí.
—Entonces voy a tener que invitarte a restaurantes caros más seguido. —Sonrió tirando de mi mano para caminar otra vez.
—¡Allí, allí! —Señaló Jade empujándome a un lugar pintado con color rosa y pancartas con brillos. Thais tomó el brazo de Nathan y lo arrastró hasta la entrada.
Entramos con las niñas emocionadas, Jade le sonreía a Thais como si le mostrara el lugar donde ella siempre compraba y la hermanita de Nathan no podía cerrar su boca. Había muchas niñas por todos lados acompañadas de sus madres.
—Ustedes compren, yo me quedaré aquí. —Nathan se sentó en un sofá donde un niño jugaba con un celular y un hombre estaba cruzado de brazos mirando hacia algún lado.
—Aburrido. —Le saqué la lengua y vi como me fulminó con la mirada para luego sonreírme.
—Mira Ali. —Ambas jalaron de mis manos para llevarme hasta un colgador donde comenzaron a revisar perchas. —Me gusta este. —Thais me mostró una camiseta negra y un jean azul. —¿Te gusta?
Dios, era la imagen de su hermano en versión mujer, solo que más pequeña y menos sarcástica.
—Me encanta. —Le sonreí.
—¿Esto me entra? —Jade levantó una percha en el aire con una blusa color celeste que combinaba con sus ojos a la perfección.
—Déjame ver.
Después de cinco minutos en los que ayudé a las niñas a encontrar prendas de sus talles, ya estaban dentro de los probadores cambiándose.
—¿Y? ¿Ya voy a ofrecer uno de mis riñones cuando el dinero no alcance para pagar o qué? —Me reí de su tono divertido y le di un empujón en el hombro.
—Tendrás que esperar un poco más que eso. —Le di la espalda y me abrazó por la cintura.
—Me alegra que Thais y tú se lleven bien —dijo de pronto, apoyando su mentón en mi hombro.
—¿Por qué te sorprende? —pregunté volteándome el. —Soy adorable.
—Si, lo eres. Pero Thais no. —Se rio y lo seguí.
—¿Que te parece esto? —Su hermanita pequeña salió del probador a espaldas de Nathan y no pude evitar taparme la boca con la mano. El volteó a verla y tuve que reírme.
Thais tenía unos jeans azul oscuro, una camiseta blanca con una chaqueta de cuero sobre ella y unas convers iguales a las mías. Me mordí el labio inferior, llena de ternura. Era definitivamente la misma ropa que su hermano usaba.
—Ja-ja. Muy graciosa —dijo el. Ella fingió caminar como un hombre y ahora si, solté una risa.
—Miren, soy Nathan. —Se cruzó de brazos y nos miró fulminando los ojos, como haciendo la pose de un mafioso de una portada de película. Me reí junto con ella y vi como Nathan revoleaba los ojos. —Me gusta esta ropa. —Dio un par de saltitos.
—¿Por qué te gusta? —preguntó el, agachándose a su lado.
—Porque quiero ser igual a ti. —Ella le sonrió y entendí porque Nathan solía decir que siempre tenía ganas de apretarle los cachetes. El le devolvió la sonrisa con ternura y buscó algo.
—Espera, te falta algo. —Le colocó sus gafas negras que le quedaban gigantes y tuvo que tirar la cabeza hacia atrás para que no se le cayeran.
—Ahora soy ruda y mira, tengo las zapatillas de Alison. —Me reí y me acerqué.
—Te quedan mejor que a mi —le dije animándola. Jade salió del probador con una blusa rosa y un jean negro.
—Me gusta, me gusta —chilló mirándose en el espejo.
Después de casi media hora más ahí dentro, Nathan casi se infartara con los precios de toda la ropa de Jade y la empleada nos entregara unas cinco bolsas, salimos del lugar.
—¿Sabes por qué no suelo ir a comprar ropa? —Nathan me preguntó al oído.
Apenas pusimos un pie afuera, Thais se dio vuelta a nosotros.
—Tengo hambre —dijo ella y el suspiró frustrado.
—Porque Thais no puede irse sin comer. —Me reí de ellos.
—¡Si, hamburguesas y a los juegos! —Jade movió sus manos en alto, revoleando una de sus bolsas.
—Mm, no, no tengo más dinero —fingió empujándolas por la espalda hacia la salida del centro comercial.
—No es cierto. Mamá te dio muchos dólares más de los que gastaste. —Abrí mi boca ante el reclamo de Thais.
—¿Desde cuando haces tantas cuentas? —El se cruzó de brazos.
—¿Desde cuando eres tan ingenuo? —Copió su gesto y me hice pequeña en mi lugar, Nathan ya había venido casi obligado, no era buena idea molestarlo.
—Bueno, bueno. —Me puse entre ellos, porque yo sabía perfectamente lo que era una pelea de hermanos. —Que les parece si nos quedamos una hora más pero comida o juegos, ustedes eligen.
Thais y Jade se cruzaron de brazos para fulminar a Nathan con la mirada y el las miraba divertido.
—Comida. —Decidieron ambas al mismo tiempo mirándose.
—Genial, vamos a comer y luego a casa. —Las empujé para que comenzaran a caminar hacia el patio de comidas. Cuando estuvieron lejos, le hablé a Nathan. —Dijiste que si las llevaríamos a los juegos.
—Lo sé, tendrás que ver sus caras de sorprendidas luego de comer cuando les diga "A jugar." —Se rio y tomó mi mano.
Después de una hora comiendo y media hora en los juegos, las niñas ya estaban cansadas de caminar. Así que decidimos volver. Dejamos las bolsas en el baúl y emprendimos viaje a casa. Las dos se quedaron dormidas a los cinco minutos de sentarse. Estaban una apoyada sobre la otra con las bocas abiertas. Sonreí y volví a mirar al frente.
—No sabía que sabías manejar auto. —El se encogió de hombros y lo observé.
—Cato nos enseñó a Noel y a mi, claro que no deja que el lo use porque podría devolverlo en treinta partes. —Se rio y lo seguí. Apoyó su mano sobre mi pierna y me quedé mirando la facilidad con la que conducía. —¿Te divertiste hoy? —preguntó mirando por el espejo lateral para cambiar de carril.
—Si, fue genial —admití poniendo mi mano sobre la suya. Dio un apretón y sonrió sin dejar de ver el frente.
—¿Quieres que te lleve a tu casa o dormirás con Irina? —preguntó mientras yo me quedaba pensando en esa respuesta.
—Hmm... supongo que iré a casa —dije recordando a mi hermana, supuestamente, llena de gérmenes.
—¿No me digas que te tragaste el cuento de la gripe? —preguntó riéndose.
—¿De que hablas? —Me hice la tonta, girando en el asiento para verlo y se rió.
—Irina no está enferma, solo fingió para no venir y que tú y yo pasemos más tiempo solos. —Soltó una risita y tuve que presionar.
—¿Que? —Negó con la cabeza. —Dime. —Me acerqué a él.
—Es que... como si en realidad necesitáramos pasar aún más tiempo solos.
La noche días atrás se hizo presente en mi cabeza y estoy segura que mis mejillas enrojecieron. Sonreí, más que nada para disimular mi nerviosismo y decidí quedarme callada el resto del viaje.
Estacionó frente a mi casa y los nervios volvieron a despertar en mi. Me giré hacia el y me miró.
—Gracias por el día de hoy. —Le sonreí mientras lo vi deshacerse del cinturón de seguridad al igual que yo.
—Yo debería agradecerte a ti, no habría podido solo con estas dos. —Sonrió y asentí con la cabeza.
—Ya tengo que entrar. —Me quedé mirando sus ojos y no pude dejar de verlos.
—¿Y por qué no lo haces? —susurró acercándose a mi.
—Por qué no quiero irme sin besarte —admití mirando sus labios. Mojé los míos instintivamente y vi sus ojos volar a ellos.
—Entonces no lo hagas. —Su mano acarició mi mejilla para atraerme a hacia el por la nuca. Nuestros labios se enlazaron y sentí mi corazón ir más rápido.
—Ewwww. —Escuchamos dos voces y nos separamos riéndonos.
Nathan volteó sonriendo y ambas fingieron dormir rápidamente, como si no nos hubiésemos dado cuenta que eran ellas.
—Te veré mañana —dijo el. Asentí con la cabeza. —Descansa. —Acarició mi mejilla y le sonreí.
—Descansa.
Salí del auto y crucé la calle para llegar a la puerta. Volteé y lo vi lanzarme un beso con la mano. Le sonreí sin mostrar dientes y al auto se alejó en unos segundos, dejándome suspirando.
¿Que voy a hacer contigo, Nathan?
**
Corrí hasta la entrada de la casa de Bernarda y casi me tropiezo con los escalones. Golpeé la puerta rápidamente con fuerza.
—¡Aquí estoy, aquí estoy!— Grité cuando la puerta se abrió al segundo. Tessa tenía el cabello revuelto y parecía preocupada.— ¿Que tan malo es?
— Peor de lo que creíamos.— Respondió moviéndose a un lado y entré en la sala.
Augusto estaba desplomado sobre el sofá con los pies sobre un sillón individual, mirando el televisor que en realidad estaba apagado. Tenía ojeras y sus ojos algo rojos.
Renata estaba a su lado abrazándolo con los ojos cerrados e Irina acariciaba su cabello mientras me miraba triste.
— ¿Pero que te pasó?— Me acerqué y me arrodillé a su lado, apoyando mis manos sobre sus piernas extendidas.
— Dijo que no era suficientemente maduro para ella.— Su voz sonaba triste y apagada, pero sabía que no iba a llorar frente a nosotras.
— Oh, pequeño.— Lo abracé con ternura pero no pudo devolverme el abrazo porque Renata estaba sobre uno de sus brazos y en el otro tenía un vaso de agua.
— No te merece, es muy idiota para ti.— Irina movió la mano en un gesto de poca importancia.
— ¿Dónde están los chicos?— Pregunté a Tessa.
— Fueron por helado y chocolates para él.— Sonrió triste y le removió el cabello.
— ¡Espera! Creo que hay algo que puede animarte.— Reni salió corriendo hacia la cocina con una sonrisa especial y un brillo en sus ojos.
— No puedo creer todas las cosas que hice por ella.— Augusto negó con la cabeza mirando a la nada.— Esta semana fui su compañero en todo lo que me pidió.— Se pasó la mano por la cara, frustrado.
— Tranquilo.— Mi hermana le frotó los hombros mientras Tessa lo miraba triste.— Ya mejorarás y todo va a estar bien.
Todo va a estar bien...
— Ten.— Renata apareció con algo en la mano.— Te hará sentir mejor.— Augusto tomó el pote con la cuchara y le sonrió.
— Gracias Reni.— Algo brilló en sus ojos y ella se sonrojó.
Un momento. Se que yo soy la que nunca suele darse cuenta de las cosas, pero aqui parece haber algo obvio y no tan secreto.
Augusto se llevó a la boca lo que parecía ser helado.
— Diaj. ¿Que es esto?— Hizo cara de asco y alejó la cuchara de su boca.
— No lo sé, estaba en la nevera.— Tessa le sacó el pote de las manos y buscó alguna etiqueta.
— Helado sin azúcar.— Leyó de algún lado.
— ¿Justo a mi vienen a darme helado sin azúcar?— Se quejó lloriqueando. Las escaleras sonaron como si alguien corriera y Ulises apareció en la sala.
— Mira lo que encontré. —Le mostró una bolsa de color rosa y azul que conocía bien. —¡Son tus dulces! —gritó el emocionado.
—No, son aceitunas cubiertas con chocolate. Era una broma para Danali. —No pude evitar reírme junto a Irina sobre eso pero el no pudo animarse.
Danali se había ido de la casa hacía dos dias y me relajaba saber que ya no estaba merodeando por aquí. Más ahora que Nathan era inmune a ella. Irina me contó que un drama sucedió, pero no pudo darme los detalles, diciendo que me explicaría luego.
La puerta se abrió al instante cuando Cato entró junto a Noel y Nathan.
—Ten. —Noel arrojó tres paquetes de esos mismos dulces hacia el sofá.
El rostro de Augusto se iluminó y abrió uno de los paquetes para comer un chocolate. Me senté a su lado esperando poder subirle el animo.
—¿Sabes cual fue una de las últimas cosas que Elias me dijo? —El se detuvo se masticar y me miró atento. —Dijo que dolería, dolería mucho. Luego dolería menos. Y un día te levantarás, y ya no dolerá. Estarás bien. —Le sonreí y al instante me abrazó.
—Gracias Alison. —Froté su espalda. Yo sabía bien lo que se sentía tener un corazón roto, y si de alguna mínima forma podía ayudar, lo iba a hacer.
Me separé de él cuando todos hablaron, decidiendo que haríamos un torneo de videojuegos. Nathan se acercó a mi y tomó mi mano.
—Te traje algo. —Observé lo que puso en mi mano y vi un chocolate en forma de corazón.
—Gracias. —Le sonreí.
Me acerqué a besarlo y pude ver lo sorprendido que quedó luego de eso. Tal vez el no esperaba que fuese a hacerlo frente a todos, pero si el iba a irse pronto y yo decidía alejarme de él, quería disfrutar lo poco que quedaba de los Clarke en Hills Town.
Esta iba a ser una de las últimas veces que estuviésemos todos juntos y no quería que terminara.
**
Nota de la autora: Pobre mi Augusto bebé🥺 Les gustó el capítulo?
Gracias por leer, votar y comentar💜
Besos sobrenaturales,
Sofi Garrido.