dynasty. rhaegar targarye...

By targparadise

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❝ Había llegado el momento de que los dragones asciendan a los cielos, para bien o para mal ❞ rhaega... More

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ACT ONE
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SECOND ACT
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THIRD ACT
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Reign of the Targaryens.

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By targparadise


CHAPTER FORTY









En el vigésimo año de gobierno de Rhaegar y Vaella, los reinos nunca habían disfrutado de tanta buena fortuna como la que les trajo en esos años. Habiendo modificado las leyes, incrementado las alianzas con Essos, estaban en el auge de su mejor época con dos Targaryen sentados sobre el Trono de Hierro.

Siempre habían querido modificar muchas cosas, cuando las coronas fueron puestas sobre sus cabezas, creyeron que sería sencillo cambiar el orden de todo; sin embargo, debieron sobrepasar cientos de retos y complicaciones para llegar a donde querían llegar. La Capital se vio recompensada inmediatamente por los gobernantes, habían construido más orfanatos, permitiendo que tanto niños como personas durmiendo en las calles pudieran acercarse allí para recibir la ayuda de parte de los dragones.

Ambos se aseguraron de que todo cambie. El estar en orfanatos, los niños comenzaron a recibir una buena educación sobre distintos temas: cálculo, filosofía, cómo arreglar artefactos, cómo producir cierta comida, los monarcas se habían puesto en mente el hacer que todos escojan de qué existir más adelante, sin necesidad de andar mendigando por un poco de pan; y aunque no aseguraban de que fuera a ser más simple a partir de ahora, les estaban dando recursos para poder tener sus bolsillos llenos con monedas ganadas por su esfuerzo.

Habían vuelto a retomar la Guardia de la Ciudad para mantener a todos seguros, fueron más de quince hombres los que se acercaron al Trono de Hierro para arrodillarse y presentar sus votos, haciendo que ellos se sientan conformes y pusieron a Sir Barristan como Comandante. Pues no creían que existiera nadie más adecuado para el puesto que él.

Las doncellas de Vaella ya habían contraído matrimonio y contaban con familias que vivían en la Capital, criándose alrededor de los hijos de los monarcas; Lyarra había dado a luz a cuatro, dos niños y dos niñas; todos compartían una edad aproximada con los últimos cuatro dragones de la reina. Ashara Dayne había tenido una búsqueda implacable por un buen caballero, y acabó por contraer matrimonio con Mace Tyrell, con quién tuvo dos hijos. Elia obtuvo un final feliz junto a Jason Lannister, y ambos disfrutaban de cinco niños que pese a que hicieron preocupar en más de una ocasión por lo riesgoso que fue para la princesa de Dorne, sobrevivió y demostró cuán fuerte era.

Los Siete Reinos respiraban con tranquilidad al tener dos monarcas que sabían lo que hacían, y de consejeros que eran fundamentales para poder mantener a todos contentos, ayudaban a que ellos tomen las decisiones difíciles pese a que no deseaban hacerlo.

Rhaegar y Vaella habían sido citados a una reunión inmediata por su hija heredera: Syera. La primogénita de los monarcas estaba de pie, sin observarlos, por lo que ellos veían a la cría con preocupación, puesto a que comenzaron a temer la peor de las situaciones, ella se colocó sobre una rodilla bajando su cabeza, mostrando respeto hacia ellos.

─Madre, padre ─musitó─, necesito hablarles de algo.

─¿Ha sucedido algo malo, mi sol? ─le preguntó Vaella. La cría de dieciocho días de nombre, negó.

─Por dos largas lunas han ignorado el hecho de que estoy en edad para contraer matrimonio ─dijo ella─, sé que lo han hecho para que encuentre el hombre por cuenta propia, y sé que nunca pondrían presión en mí para conseguirlo. Pero la gente murmura, y sé que es mi deber fortalecer la familia.

─Syera ─dijo Vaella, con el ceño fruncido─, ¿quiénes murmuran?

Su hija bajó la cabeza.

─Es lo que menos importa, madre ─dijo ella─. Intenté encontrar un buen hombre bajo mis propios métodos. Los hijos de la tía Lyarra son increíbles, pero son... menores. Luego pensé que tal vez podría hacer una buena alianza con el primogénito de Lord Eddard, pero Robb es muy testarudo como para dejar el Norte. De todos modos, ustedes siempre nos han dicho que debemos buscar al que haga que nuestro corazón lata frenético y nuestro cuerpo se sienta en paz cuando estamos cerca de esa persona. ¿No es así?

─Sí, mi amor ─dijo Rhaegar, asintiendo─. ¿Lo has hallado?

Syera tragó saliva, mientras relamía sus labios con nerviosismo.

─Ha estado junto a mi desde nacimiento ─musitó tan bajo que sus padres fueron incapaces de entenderle, alzó la mirada para poder observar a su madre fijamente─. Quiero a Aegan como esposo.

Vaella pegó su espalda contra el respaldo de la silla y el silencio reinó en el lugar, Syera apretó sus manos con fuerza mientras cada vez se sentía más intimidada por los ojos violetas de su madre. Rhaegar observó a su señora y ella saltó de la silla, aplaudiendo.

─¡Me alegra oírlo! ─musitó la mujer, Syera hizo un pequeño puchero que robó el corazón -aún más- de sus padres y corrió a los brazos de su madre para aferrarse a ella, fue entonces que Vaella percibió cómo su corazón latía con fuerza─. ¿Has tenido miedo de confesarnos esto, mi sol?

Syera asintió.

─Siempre dicen que el amor está en todas partes y no debemos temer de amar, pero nunca han dicho nada sobre mantenernos unidos como siempre se ha hecho ─dijo ella─, consideré que no deseaban continuar nuestras tradiciones y por eso no dije nada. Lo lamento.

─No te disculpes ─Rhaegar dijo, acercándose para acariciar su espalda─, lo único que deseamos para ustedes es vuestra felicidad y alegría. Les daríamos el mundo si pudiéramos.

─No quiero el mundo ─Syera dijo, aún con su cabeza recostada sobre el pecho de su madre─, tengo todo lo que quiero y necesito ahora mismo. No me falta nada, gracias por todo; madre, padre.

Vaella sonrió y dejó un largo beso sobre la frente de su hija, quién cerró sus ojos disfrutando del momento. Rhaegar las abrazó, cuando la puerta se abrió para dejar que Daegon se adentre, estaba tan pálido como la nieve, detrás suyo, las mellizas menores de los monarcas mantenían la cabeza baja mientras la reina suspiraba sonoramente y los tres, cayeron de rodillas para empezar a pedir disculpas.

─¿Qué han hecho ahora?

─¡Fue culpa de Daegon!

─¡'Nira comenzó a actuar como lunática y no supe qué hacer!

─¡Los dos me metieron en esto madre, juro que soy inocente!

Los tres hablaron tan rápido y al mismo tiempo que ella no logró conectar ni una sola oración, no hizo más que rodar sus ojos mientras se separaba de Syera. Rhaegar y Vaella se dieron un casto beso, para que la mujer se dirija hacia sus hijos mientras la heredera y el rey, miraban a su familia con lástima.

─Muévanse y comiencen a explicar lo que ha sucedido ─ordenó Vaella─. Daegon, eres el mayor, comienza a hablar.

─De verdad, de todo corazón, lo lamento ─se disculpó, mientras la seguía.

Rhaegar abrazó a su hija por los hombros.

─¿Te encuentras bien, dulce hija?

Syera asintió, mientras miraba por donde su madre se había ido.

─Tenemos una madre asombrosa.

Rhaegar asintió, con una enorme sonrisa como cada vez que debía hablar de la mujer que mantenía su vida entera emocionante.

─Sí, mi esposa es asombrosa ─dijo él─, desde que tengo memoria ha sido así.

Syera sonrió.

─¿Te unes a mí y Sir Arthur? Iremos a entrenar con nuestras espadas ─dijo ella─, por fin me permitirá usar la que me has obsequiado de acero valyrio.

─Por supuesto, las reuniones han acabado por hoy ─dijo él, mientras caminaba junto a ella─. Voy a ganar nuevamente.

─No tendrás tanta suerte esta vez, padre.

La mesa de la cena siempre estaba llena de personas, la familia Baratheon-Stark conversaba amenamente con los regentes, sus hijos mantenían sus conversaciones con los menores de los Targaryen; la ex-reina regente, Rhaella, se unió a ellos junto a Viserys y Daenerys; ambos habían crecido para volverse tan hermosos como lo eran sus hermanos mayores. La menor de la familia era un calco exacto de su madre y hermana.

Pronto se les unieron los Lannister, Jason se acercó a Vaella mientras sus hijos corrían a buscar un lugar dónde situarse. Elia se acercó a Lyarra y mantuvieron una conversación pese al revuelo que los menores causaban.

Cuando todos se ubicaron en sus lugares, la comida fue puesta ante ellos y mientras aún hablaban brevemente sobre asuntos que carecían de importancia, Vaella observó a cada uno de sus hijos. Syera estaba situada junto a Daenerys y del otro lado, tenía a Deianera y Valaena; las cuatro murmuraban por lo bajo y no pudo evitar sonreír ante la imagen. Ante ellas, Viserys se encontraba junto a Aegan, Daegon y Valarr. Los hijos de Lyarra, Cregen era el primogénito, de cabello negro como el de su madre y unos ojos azules como los de su padre; le preseguía el segundo, Steffon, llamado así en honor al padre de Orys; las niñas de Lyarra eran iguales a ella, Ellyn y la pequeña Thea.

De cabellos y pieles doradas, los hijos del león y el sol de Dorne estaban riendo por algo que Daegon les dijo. El primogénito de ellos era varón, tan parecido a Jason que a Vaella le daba un poco de gracia, Damion, le precedían tres niñas, Cerenna, Lanora y por último, el segundo varón de la familia, Dorian.

La paz podía respirarse mientras se oía como una melodía la risa de los más jóvenes, quiénes no dejaban de conversar entre ellos y hablar como los buenos amigos de toda la vida que eran; pronto, la presencia de uno de sus Caballeros, Sir Gael Went se acercó hacia ella para poder murmurar en su oído.

Un cuervo negro ha llegado desde el Muro ─musitó solo para que ella pueda oírlo, aún con tantos pares de ojos viéndola, ella no reaccionó ante lo que decían─. El Gran Maestre cree que es un asunto urgente de atender, su Majestad.

Vaella observó a Rhaegar, y se alzó de su lugar.

─Debo atender un asunto ─dijo ella, dejó un casto beso sobre la cabeza de Daegon, quién era el que estaba más cerca de ella. Rhaegar se puso de pie, y se acercó para que ambos puedan dar unos pasos para alejarse de la mesa─. Es del Muro.

─¿Creen que sea lo mismo que ha sucedido con los demás exploradores?

─Posiblemente, si continúa así la situación, deberemos involucrarnos ─dijo ella─. Si Helyna tiene razón, entonces el invierno está llegando y sabes lo que se aproxima con ello.

Rhaegar suspiró, sus hijos habían estado teniendo sueños que hacían que ellos se mantengan toda la noche despiertos para resguardar su descanso; pensando en cuántas posibilidades había para que Él finalmente haga su aparición desde lo más profundo del Norte, para comenzar su batalla contra los vivos.

─Ve, iré en un segundo ─dijo Rhaegar, besando la sien de Vaella─. Me despediré formalmente de nuestros invitados y enviaré a nuestros hijos a sus aposentos.

Vaella asintió, sus amigos bajaron sus cabezas cuando ella los miró y acabó por abandonar el salón sin más, con Sir Gael comenzó a seguirla rápidamente detrás de ella.

─¿Dónde se encuentra mi tío?

─Está en el consejo esperando por vuestra presencia, mi Reina.

─Bien.

Cuando llegó a la sala del consejo, su tío se puso de pie con cuidado, su edad ya no le permitía moverse tan ágilmente como antes; y Vaella le sonrió mientras negaba con su cabeza al verlo hacer una reverencia.

─Te hemos pedido que no te esfuerces tanto, tío Aemon.

─Podré estar viejo, pero jamás le faltaría el respeto, sobrina.

Vaella rió levemente, y él tendió el pergamino que había sido enviado desde el Muro.

─Es preocupante. Muy preocupante y creo que debemos reunirnos con los Señores del Norte de inmediato ─musitó Aemon─. En el Muro está uno de los hijos de Stark, el segundo si no me equivoco: Jon.

─¿Jon? ─preguntó ella─. Recuerdo que nos presentó sus votos durante el onomástico de Robb, pero, nunca creí que fuera a hacerlo. Rhaegar le dio su permiso, le deseé buena fortuna, pero era un niño aún.

─No ha olvidado sus palabras, sin dudas ─dijo él─, supongo que no le ha causado felicidad a Lord Eddard, ni a Lady Catelyn, pero Jon les ha pedido por proteger al reino y es un modo de cumplir con sus deseos.

Vaella suspiró.

─¿Qué cree que sea más inteligente, tío? ¿Ir al Muro o ir a Winterfell? ─le preguntó ella, mientras cruzaba sus brazos.

─El Muro ─musitó el viejo hombre─, debe ver con sus propios ojos lo que sucede allá.

─Bien, partiré cuanto antes ─dijo ella─, enviad palabra al Muro y háganles saber que estaré en camino en menos de dos días.

Él asintió rápidamente, y Rhaegar se adentró en la sala.

─Perdonen mi tardanza, tuve que negociar con Nira para que fuera a dormir ─musitó él─. Me ha costado dos nuevas diademas.

Vaella sonrió asintiendo.

─Iré al Muro, Rhae.

─¿Al Muro? ¿Dónde se encuentran esas cosas? No.

─No, esas cosas están más allá del Muro ─dijo ella─, pero hay civilizaciones que podrían estar en peligro y mientras más hombres asesinen, más muertos caminarán junto a ellos. No es para nada inteligente permitir que continúe creciendo...

Rhaegar llevó su mano hacia su frente mientras intentaba pensar con más claridad toda la situación que se acababa de presentar ante él, no quería poner en riesgo a su señora, mucho menos sabiendo cuán peligroso era la Muerte, y como cada vez parecía tener más hombres en sus líneas.

─Iré contigo.

─No es necesario.

─Lo es ─dijo él─, Syera se encargará de los Siete Reinos junto a Orys en nuestra ausencia.

─Sabes que si ambos partimos, Aegan y Daegon nos querrán perseguir.

Él asintió con su cabeza.

─Conocemos sobre los métodos para disuadir a nuestros hijos ─le dijo Rhaegar─. ¿No es así?

Ella suspiró, asintiendo. Observó a Sir Gael.

─Reúne a la Guardia Real de inmediato, Sir ─ordenó─. Esperaremos en la sala del trono, no demore.

Rhaegar observó a Vaella, ella asintió mientras tomaba la mano del Rey, quién enseguida la llevó hacia sus labios para depositar un casto beso.

─Las pesadillas de Valarr empeoran con cada día ─dijo ella─, Syera ha visto más de veinte diferentes batallas sangrientas, y Aegan es constantemente perturbado, incluso de día. Ha visto la caída del Muro más de diez veces ya. Debemos tener a los ejércitos listos, prever la comida y todo lo que necesitaremos por si la batalla se extiende.

Rhaegar asintió.

─Le ordenaré a Sir Arthur a entrenar arduamente a la Guardia de la Ciudad y a la Guardia Real; vamos a necesitar tantos hombres como sea posible. Cuando Oberyn regrese hablaremos con él sobre esto, y trataremos de que Dorne envíe hombres ─le dijo él─. Haremos lo mismo con Highgarden, los Greyjoy, las flotas de los Velaryon... Es momento de hacer que todos los reinos nos volvamos a reunir.

Ella estaba de acuerdo.

─Haremos un recuento de cuántos hombres seríamos, pero siento que necesitaremos mucho más ─dijo ella, acariciando su brazo─. Nunca esperé que fuéramos a llegar a este momento.

─Creo que es mejor que estemos aquí, para defender a nuestros hijos ─musitó él─. No permitiré que vivan en un mundo donde la Muerte ha ganado.

─Tendremos que informarles todo lo que sucede, no pueden ser ignorantes de lo que se aproxima.

─Lo haremos ─dijo él, asintiendo─. Cuando regresemos del Muro.

Sus hijos quedaron encerrados en sus aposentos, solamente se había permitido que Syera saliera, y los dragones estuvieron lejos de la Fortaleza; cada uno de los Targaryen contó con al menos siete guardias resguardando sus puertas, haciendo imposible para ellos el poder salir para averiguar lo que sucedía. Y solamente necesitaron que digan: "órdenes de la reina" para que ellos dejen de luchar.

Syera estaba situada ante su tío, Orys, la miraba con una pequeña sonrisa mientras ella atendía al consejo. Escuchar todo lo que debía hacer solamente la hizo hacer una mueca de disgusto.

─¿Te has cansado ya, princesa?

─¿De verdad mis padres debían hacer esto?

─Tu padre sí ─dijo él─, tu abuelo no consideraba que tu madre fuera apta para estar aquí dentro.

─Mi abuelo no era muy inteligente ─dijo ella, mientras observaba los pergaminos ante ella─. Sé que has dicho que mis padres han asistido a una reunión con Dorne, pero realmente sé cuando me mienten. ¿Han ido hacia allá? ─Orys no respondió de inmediato, observó como los ojos de la princesa brillaban con preocupación y miedo─. ¿Han ido al Muro?

─Sí, princesa ─dijo él─. Han ido a entender un asunto que involucra a todos los reinos, y que si no les damos importancia, nos acabará consumiendo.

─Debo ir, tío Orys ─musitó ella, mientras se ponía de pie─, padre y madre estarán en peligro. Anoche Valarr lo vio, como uno de nuestros dragones caía. No puedo permitir que...

─Tu madre es la mejor jinete de dragón que he conocido ─dijo él─, bueno, es verdad que no he conocido a nadie más que a ella, pero, ella y Aerion son una sola mente. Tu padre y Baelon son muy unidos, princesa, y siempre tienen la mente fría en momentos importantes, si estás ahí, solo serás un impedimento para que cumplan con su cometido. No intervengas hasta que sea necesario.

─¿Y si cuando intervenimos ya es muy tarde?

─Nunca es tarde para intervenir ─dijo él, mientras palmeaba el hombro de Syera─. Actuaremos cuando sus Majestades den la orden.

Syera suspiró mientras evitaba morder sus uñas, sentía su corazón latir errático y sus manos temblaron; negó con su cabeza mientras Orys intentaba asegurarle de que nada malo sucedería.

Cuando los monarcas llegaron al Muro, fueron bien recibidos por los hombres, pues verles ahí era sentir que el aire cambiaba y sus corazones se agitaban con esperanza; Rhaegar divisó la poca cantidad de hombres que había allí dentro y Jon se les acercó al verlos. Vaella sonrió al ver al hijo de Eddard.

─Jon, has crecido mucho ─dijo ella, mientras se acercaba a él─, estás más alto que la última vez que nos vimos.

─Mi Reina ─musitó él─, usted aún continúa tan hermosa como siempre.

Vaella rió.

─Por esa razón eres mi Stark preferido ─le dijo ella, sonriente─. ¿Han estado teniendo un momento duro?

Él asintió con su cabeza.

Muy duro, hemos perdido muchos hermanos ─dijo él─, pero me preocupan los salvajes.

Rhaegar frunció el ceño, acercándose a él.

─¿Te preocupan los salvajes? Pensé que no habrían sobrevivientes ─dijo él─, no es mencionado en el pergamino.

─No creí que les fuera a importar ─Jon confesó─, con todo el respeto.

─¿Por qué no nos importaría? ─preguntó Vaella─. Son personas. Hay niños, mujeres y hombres allí afuera que saben lo que acecha, pero no son conscientes de lo que se aproxima. Debemos ir.

─He estado pensando en la expedición...

─¿Por qué eres quién nos está hablando sobre esto? ─preguntó Vaella─. ¿Dónde está el Comandante?

─Soy yo, mi Reina ─dijo él, haciendo que ambos le miren con sorpresa─. Me han nombrado Lord Comandante no hace mucho.

─Oh, siendo tan joven... ─musitó ella─, felicidades.

─Gracias, mi Reina. Haré todo lo que sea necesario por mantener el reino seguro.

Rhaegar le sonrió al crío, aún era demasiado joven y ninguno de ellos creía que él se haya puesto encima tantas responsabilidades.

─Háblanos sobre los salvajes.

Jon asintió y pasaron a un lugar mucho más privado, donde conocieron a Samwell Tarly, el segundo hijo de Randyll Tarly. Él al verlos, realizó una reverencia inmediata que por poco conlleva a que casi se golpee sin querer.

La tarea que se les había puesto ante ellos, no era nada sencilla, era complicada y muy arriesgada. Jon admitía que podría ser más peligroso de lo que sonaba, pues ninguno era consciente de por dónde marchaban los Muertos; pero sin dudas, era mucho más peligroso permitir que se haga con tantos salvajes.

Durante el amanecer el próximo día, Vaella salió del Muro y se acercó hacia los dragones, Aerion se alzó para acercarse hacia ella, cuando su jinete tocó su nariz, él rugió. Baelon se le acercó para recibir caricias de su parte también, y ella sonrió viendo a ambos.

Lo īlon laehurlion morghon, mirre hen kostā morghūljagon. Si nos enfrentamos a la muerte, ninguno de ustedes puede morir ─ordenó, mientras sus dragones se sacudían y soltaban rugidos que consiguió hacer el Muro temblar. Rhaegar se acercó detrás de ellas, ambos llevaban trajes de invierno, acompañados por capas que habían sido hechos con el pelaje de animales muertos.

Māzigon arlī naejot nyke, ñuha jorrāelagon. Regresa a mí, mi amor ─musitó, Vaella sonrió y unió sus labios a los de Rhaegar.

Īlon won't morghūljagon, bisa iksis daor skorkydoso īlva vestriarzir kessa mōris. No moriremos, no es así como nuestra historia terminará ─le aseguró, dejando un último beso sobre sus labios, Rhaegar asintió.

Baelon, sagon kostōba tubī; īlon jorrāelagon naejot gaomagon tolvys ȳgha. Baelon, sé fuerte hoy, debemos mantener a todos a salvo.

El dragón rugió y pasó su cabeza por el pecho de Rhaegar. La cabeza de Baelon era mucho más grande, ambos dragones se habían hecho enormes bestias con una enorme coraza que era difícil de traspasar.

Cuando llegaron hacia allá, los primeros en llegar habían sido los barcos, Jon se acercó hacia las costas con cientos de pequeños navíos para empezar a subir a la gente, pero no sería nada sencillo convencerlos de que debían dejar sus hogares. Él sabía y comprendía, pero dudaba de que hubiera tanto tiempo. Tormund detrás de él, bajó del barco para ver a toda la gente.

─¿Dónde están los dragones? ─le preguntó─. ¿Me has mentido? Porque quería ver dragones.

─Aparecerán en cualquier momento ─musitó él─. La Reina no deseaba revelar que estaban ahí, hasta que el momento lo requiera.

─Mhm. Es una Reina muy hermosa... ¿Crees que...?

─No, definitivamente no.

─No sabías que iba a decir ─le dijo Tormund.

─Lo puedo suponer.

Tormund no respondió, se acercó hacia él y observó al pueblo.

─¿Confías en mí, Jon?

─¿Eso me hace un tonto? ─le preguntó.

─Los dos lo somos.

Convencer a los ancianos no fue sencillo y no funcionó, los Cuervos fueron sus enemigos toda su existencia, ahora mismo no cambiaba pese a que los vientos eran inciertos. Aún así, si el Comandante tenía razón, ella no deseaba desconfiar y poner en riesgo a los niños; la vida de los más jóvenes era mucho más importante. Con cierto temor, permitieron que sus hijos fueran subidos en los navíos y los observó partir hacia los barcos.

Según los recuentos de Jon, eran al menos cinco mil salvajes que subirían en sus barcos y asegurarían la vida de ellos. Aún dejando a tantos atrás, sentía que la culpa carcomía en él, pero todos eran testarudos y orgullosos, no darían el brazo a torcer por más que la Muerte se les ponga ante ellos. Debían moverse rápido para salvar a todos los que pudieran, las vidas de los que estaban reunidos con ellos, eran las que importaban.

De un segundo a otros, los perros aullaron enloquecidos y eso logró captar la atención de todos, haciendo que alcen sus miradas hacia las montañas. Se escuchó como si una tormenta se estuviera aproximando e hizo a Jon fruncir el entrecejo, las personas desesperadas se encerraron y la tormenta estaba cada vez más cerca. La desesperación se respiraba en el aire y Jon rezó por los dragones.

Todos avanzaron hacia las aguas, desesperados por salir de allí.

─¡Guardia de la Noche! ─gritó─. ¡Conmigo!

Fue entonces, cuando Jon consideró que la puerta sería derivada que el fuego cayó ante él como una llamarada impotente que lo tiró hacia atrás, Aerion rugió enfurecido contra aquellos muertos; Baelon cayó para poder quemar a los que se intentaron colar entre los vivos. Entonces, a la Reina le llamó la atención los jinetes sobre la montaña y no pudo evitar sentir una enorme presión sobre su pecho.

Jon aprovechó la llegada de los dragones para correr hacia donde se encontraba el vidriodragón, desesperado luchó para poder llegar hacia allá, donde su compañero se encontraba rodeado por los Caminantes.

─¡Sōvegon eglie!. Vuela alto ─le gritó Rhaegar a Vaella, al ver a aquellos jinetes también. Los ojos de los Muertos estaban puestos sobre ellos, no en los monarcas, sino en las bestias que montaban.

Ella tomó de las escamas de Aerion y lo obligó a alzarse mucho más alto que las montañas, desde esa altura, el fuego continuaba llegando hacia el suelo sin ningún problema. Baelon hizo lo mismo, con Rhaegar manejando a la bestia verde, logró que se alce tan alto como sea posible; ayudando a despejar el camino de Jon de por medio.

Fue entonces que la imagen de Jon peleando con uno de ellos, diferente al resto de los caminantes y más parecido a aquellos jinetes, que hizo a Rhaegar obligar a Baelon a bajar lo suficiente como para que él pueda saltar a la tierra. El hijo de Eddard estaba tirado en el suelo, la respiración se hizo dificil y el aire no ingresaba a sus pulmones, el Rey desenvainó su espada cuando aquella criatura se acercó, dispuesto a matar a Jon con su lanza.

Rhaegar quitó a Jon de una rápida patada, mientras que con su espada impedía el golpe de la lanza; la misma no se rompió como la hicieron las demás del acero común, y eso fue notorio para el Stark; el Rey quitó la lanza con un ágil movimiento y sin esperar mucho, clavó su espada de acero valyrio en el Muerto. Haciendo que se parta en mil pedazos en un instante.

─Muévete, Jon, tenemos que salir de aquí ─dijo Rhaegar, cargándolo.

Vaella sintió que su corazón latía más rápido al ver como el Jinete sobre la montaña tomaba una lanza de hielo y apuntaba hacia Baelon. Ella se dirigió hacia la bestia verde de inmediato y agradeció tener una espada para poder hacer la locura que se cruzó por su cabeza. Subió hasta desaparecer del ojo de los demás, pero ella podía ver con claridad todo lo que estaba sucediendo.

La Muerte lanzó la lanza.

Aerion, Ȳdra daor ivestragī nyke ropagon. No me dejes caer ─gritó, y saltó de su dragón.

─¡Vaella! ─gritó su esposo.

Ella sostuvo con fuerza su espada y cuando la lanza se acercó para rozar su cuerpo y de paso, matar a Baelon, ella la movió para partir la misma en pedazos, impidiendo que toque a su amado dragón; pero ahora, la caída era inevitable.

O eso consideró hasta que Aerion le pasó cerca para que ella golpee el cuerpo de su dragón, tosiendo por la brutalidad con la que chocó y se aferró de una de sus escamas para impedir que caiga de encima suyo.

Īlon jorrāelagon naejot henujagon. Debemos irnos ─le gritó a Rhaegar, Baelon descendió para que Rhaegar pueda subirse sobre él y llevó a Jon consigo. Los hombres del Comandante fueron hacia los navíos desesperados, y solamente pudieron respirar nuevamente cuando el agua era un impedimento para los Muertos avanzar. Aún así, muchas vidas se habían perdido y el dolor era inevitable.

Pero Jon desconocía algo que ellos no, lo que la Muerte podía hacer. Porque cuando le vio, desde el lomo de Baelon, alzar sus brazos mientras los miraba alejarse; sintió que su mundo se venía abajo, cada uno de los que asesinó, se alzaron luciendo esos ojos azules que por las noches lo atormentaban.

Esa era la muerte. La tormenta que se acercaba hacia ellos para acabar con toda la vida.

Vaella observó a Rhaegar mientras intentaba suspirar con calma, pues era difícil y estaba segura de que se rompió una costilla, pues el dolor era demasiado y Aerion la percibía. Bajó su cabeza mientras los dragones desaparecen en los cielos y los barcos emprenden su viaje de nuevo al Muro.

No se sintió como una victoria. Pero al menos había una cosa que podía considerarse como victoria, sabían cómo matarlos.

Al llegar al Muro, Vaella vio a los dragones de sus hijos esperar. Suspiró levemente, supuso que sería difícil mantenerlos quietos y lejos de todo esto, al Aerion tocar el suelo, soltó un rugido, cuando ella quiso bajar, musitó un insulto en alto valyrio para luego hacer un esfuerzo; solo que logró que Rhaegar salte de Baelon para ir directo hacia ella, tomándola entre sus brazos.

─Casi mueres.

─Tú también ─dijo ella, sonriéndole.

─Gracias ─Jon dijo, acercándose a ellos─, por salvarme. Pude haber muerto.

─Creo que te las habrías solucionado sin mí ─Rhaegar le aseguró─, tienes una espada de acero valyrio; es con lo que se ha podido matarlo.

─Lo he notado ─musitó Jon─, de no haber sido por vuestra llegada, muchos más podrían haber muerto. No es una victoria, pero ha sido mejor que perder a todos.

─Debemos prepararnos, Jon ─dijo ella─. Sabemos dónde conseguirás suficiente vidrio dragón para armar a todos.

Jon asintió con su cabeza, y vio a los dragones a unos metros de ellos.

─¿Los príncipes y princesas?

─Mhm ─Rhaegar asintió─. Presenciarás otra batalla.

Cuando ambos ingresaron al interior de Muro y Syera vio a su madre herida, las lágrimas se acumularon en sus ojos y corrió hacia ella, para abrazarla sin causarle ningún daño. Cuando menos lo esperó, tenía a los seis rodeándola, preguntándole cómo se encontraba y quién había sido el responsable.

Syera los observó con tristeza.

─Lo he visto ─dijo ella─, que caías de Aerion. Cuando dejaron la Fortaleza, los tres teníamos... sueños mucho más constantes. Ya no importaba si dormíamos o estamos realizando nuestras actividades diarias, madre. Son más constantes y aterradoras que nunca.

Valarr asintió de acuerdo con ella.

─Yo he visto a nuestro padre matar al Caminante ─dijo él─, y también vi que Baelon caía de los cielos con una enorme herida en su pecho.

─No permitiré que mis dragones caigan ─Vaella musitó, mientras los miraba─, antes mataré con mis propias manos a la Muerte misma.

─Creemos en esas palabras ─le dijo su hija menor, Deianera─, pero no puedes morir. Si te perdemos, si algo te sucede, vamos a perder nuestras cabezas. ¿Comprendes, madre?

─No planeo dejarles ─dijo ella, mientras abrazaba a la menor, que rápidamente ocultó su rostro en su pecho─. ¿Vamos a casa?

─Sí, por favor ─Daegon dijo─, este lugar ha congelado mi trasero real.

Valarr rodó sus ojos y le golpeó la cabeza.

─Deja de ser grosero ─Rhaegar le ordenó, Daegon rápidamente se puso en una rodilla con su cabeza baja.

─Perdóneme, mi Rey.

─No lo perdones padre, cuélgalo por grosero ─musitó Valaena.

Aegan se acercó a saludar a Jon, palmeando su espalda.

─El negro siempre ha sido tu color, ¿no? ─le dijo el peliplata con una sonrisa.

─Sí ─dijo─, por eso me sienta tan bien.

─No te mates antes de tiempo, Stark ─le dijo él─, que debemos matar a esas cosas juntos.

─Estaré esperándote, Targaryen; no mueras tampoco.

Rhaegar se acercó para conversar con Jon, pues la próxima vez que se vieran, sería en otras circunstancias y con los reinos unidos para pelear en la Larga Noche. Syera, Deianera y Valaena se acercaron a él para desearle buena fortuna; mientras que Valarr le preguntaba si podría obligar a Daegon a quedarse mientras su mellizo le pedía que lo respete porque él era el mayor.

Vaella sonrió mientras recostaba su cabeza sobre el hombro de Rhaegar, quién la abrazó para poder besar su frente.

─Debemos llevarte con nuestro tío ─musitó─, y asegurarnos de que empiecen las excavaciones en Dragonstone.

─Sí, mejor volvamos de inmediato ─dijo ella─. Orys ha de estar dándose la cabeza contra la pared al darse cuenta de que perdió a nuestros hijos en un pestañeo.

Rhaegar asintió.

─Despídanse ─ordenó a sus hijos─, y vayan hacia sus dragones. Debemos volver a nuestro hogar.

─Sí, padre ─dijeron al unísono.

Jon observó como los seis dragones se alzaban sobre su cabeza mientras estaba de pie en el Muro, suspiró y saludó hacia los hijos de los monarcas que pasaban cerca suyo para saludarlo; y pronto, los Targaryen se alejaron mientras él se aseguraba de que nada extraño ocurriera.

Syera observó a sus padres y luego pasó su mirada hacia sus hermanos, todos montados sobre sus dragones mientras reían despreocupadamente. Cuando la casa del dragón se mantenía hombro contra hombro, ¿quién tenía oportunidad de ganarles?

Nadie.

Ni siquiera la Muerte.




















Todas las historias llegan a su final, y sin dudas, me duele dejar de escribir para Vaella. Espero que hayan disfrutado de la historia, ha sido una travesía de muchos cambios, correcciones y constantes mejorías. Pero, ha sido mi favorita desde que escribo para asoiaf. Como dijo mi buen amado Tony Stark, parte del viaje es el final. Miles de gracias por tanto cariño y acompañamiento. 

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