Querido jefe Narciso

By SuperbScorpio

2.3M 137K 32K

*Historia ganadora de los WOWAwards 2017* -¿Has infringido alguna norma desde que trabajas aquí? - preguntó é... More

Prólogo
Capítulo uno
Capítulo dos
Capítulo tres
Capítulo cuatro
Capítulo cinco
Capítulo seis
Capítulo siete
Capítulo ocho
Capítulo nueve
Capítulo diez
Capítulo once
Capítulo doce
Capítulo trece
Capítulo catorce
Capítulo quince
Capítulo dieciséis
Capítulo diecisiete
Capítulo dieciocho
Capítulo diecinueve
Capítulo veinte
Capítulo veintiuno
Capítulo veintidós
Capítulo veintitrés
Capítulo veinticuatro
Capítulo veinticinco
Capítulo veintiséis
Capítulo veintisiete
Capítulo veintiocho
Capítulo veintinueve
Capítulo treinta
Capítulo treinta y uno
Capítulo treinta y dos
Capítulo treinta y tres
Capítulo treinta y cuatro
Capítulo treinta y cinco
Capítulo treinta y seis
Capítulo treinta y siete
Capítulo treinta y ocho
Capítulo treinta y nueve
Capítulo cuarenta
Capítulo cuarenta y uno
Capítulo cuarenta y dos
Capítulo cuarenta y tres
Capítulo cuarenta y cuatro
Capítulo cuarenta y cinco
Capítulo cuarenta y seis
Capítulo cuarenta y siete
Capítulo cuarenta y ocho
Capítulo cuarenta y nueve
Capítulo cincuenta
Capítulo cincuenta y uno
Capítulo cincuenta y dos
Capítulo cincuenta y tres
Capítulo cincuenta y cuatro
Capítulo cincuenta y cinco
Capítulo cincuenta y seis
Capítulo cincuenta y siete
Capítulo cincuenta y ocho
Capítulo cincuenta y nueve
Capítulo sesenta
Capítulo sesenta y uno
Capítulo sesenta y dos
Capítulo sesenta y tres
Capítulo sesenta y cuatro
Capítulo sesenta y cinco
Capítulo sesenta y seis
Capítulo sesenta y siete
Capítulo sesenta y ocho
Capítulo sesenta y nueve
Capítulo setenta
Capítulo setenta y uno
Capítulo setenta y dos
Capítulo setenta y tres
Capítulo setenta y cuatro
Capítulo setenta y cinco
Capítulo setenta y seis
Capítulo setenta y siete
Capítulo setenta y ocho
Capítulo setenta y nueve
Capítulo ochenta
Capítulo ochenta y uno
Capítulo ochenta y dos
Capítulo ochenta y tres
Capítulo ochenta y cuatro
Capítulo ochenta y cinco
Capítulo ochenta y seis
Capítulo ochenta y siete
Capítulo ochenta y ocho
Capítulo ochenta y nueve
Capítulo noventa y uno
Capítulo noventa y dos
Capítulo noventa y tres
Capítulo noventa y cuatro
Capítulo noventa y cinco
Capítulo noventa y seis
Capítulo noventa y siete
Epílogo
Tu Querida Agathe y QJN+18

Capítulo noventa

15.7K 860 311
By SuperbScorpio

P.O.V. Desconocido (o no xd)

Vagué por las calles más inhóspitas de París dando tumbos, esperando encontrar algo que tuviera sentido a aquellas alturas de mi vida.

Todo se había ido a la mierda, por mi culpa, aunque también por la suya. Lo odiaba y a ella empezaba a creer que también.

Me había parado en un par de bares y me había gastado todo lo que llevaba en efectivo en comprar aquellas dos botellas de whisky que el camarero no había querido darme debido mi estado, aunque a mí no me importaba lo que mi embriaguez le pareciera a otros.

Bebí todo lo que pude hasta que mi cuerpo lo rechazó y, aún así, no había sido suficiente. Debía olvidarme de ella, de su inocente y tierna mirada castaña como las hojas de los árboles en otoño, de la forma en la que sus largos y finos dedos me acariciaban y de la forma en la que mis gestos y palabras hacían que sus pálidas mejillas redondeadas se coloraran con facilidad.

Me apoyé en la rugosa pared cercana a un transitado bulevar, intentando ocultar mi rostro lleno de lágrimas al resto del mundo. Era un imbécil por haberla dejado escapar.

Cerré los ojos, dejándome caer por el peso de la gravedad al suelo, sin importarme lo sucio y maltratado que éste estuviera.

Algunos peatones pasaron frente a mí, hablando entre murmullos sobre mis pintas, señalándome como si fuera una aberración, aunque realmente si yo tan solo chasqueaba los dedos, podría hacerlos desaparecer, y no precisamente por arte de magia. Y, aún así, no tenía ánimo ni fuerzas para provocar aquello.

No podía sacarme de la mente aquella imagen de su rostro, con los labios curvados al verme, como si yo no fuera un ser despreciable, como si valiera la pena amarme, como si mi tan sola presencia pudiera hacerla feliz.

Era la viva imagen de la ternura y la inocencia, incapaz de ver quién era yo en realidad, privada de comprender que la estaba corrompiendo, destrozando su alma tan a gusto como ella aquel día lo había hecho con la mía.

Se había ido, para siempre, sin importarle que yo la amaba con locura, la única forma en la que podía hacerlo, porque ella me hacía perder la poca cordura que poseía.

Solté mi botella casi vacía para esconder la cara entre las manos y liberar mi sufrimiento en forma de lágrimas que recorrían mis mejillas dramáticamente como mis horribles gemidos de dolor.

¿Cómo alguien tan bueno podía hacer algo tan malo?

Mi llanto tan solo se apaciguó cuando me quedé sin voz y me quedé en aquella misma posición para continuar llorando en silencio, hasta que me levanté, para continuar vagando apenado por aquellas peligrosas calles de París, como si fuera un desperdicio humano.

Vi a la gente compadecerse de mí, del pobre borracho sucio y llorón que deambulaba sin dirección por aquellos callejones malolientes, aunque lo único que me preocupaba a mí era borrarla de mi cabeza, dejar de pensar en su esbelta figura llena de agraciadas curvas, de cabellos castaños y mirada atemorizada, como si siempre se hubiera sentido sumisa ante mis ojos, cuando al final había sido ella la que había conseguido controlarme a mí. A mis indescifrables sentimientos, al menos.

Quise golpearme para olvidar, porque, por primera vez, la bebida no había sido suficiente, pero yo no tenía fuerzas y mis piernas ya habían empezado a flaquear.

Mis pies dejaron de aguantar el peso de mi cuerpo en mitad de una calle vacía y yo tan solo me dejé caer, deseando que, de aquella forma, tuviera otro problema más del que preocuparme antes de seguir pensando en ella.

Ya no tenía fuerzas para llorar, ni para gritar, ni para andar y, prácticamente, tampoco para respirar, y por eso ni siquiera noté el impacto cuando caí, aunque sí sentí el frío de la escalera en la que había acabado tirado filtrarse a través de mi sucio traje de marca, que ya se había echado a perder la primera vez que me había sentado en el sucio suelo de aquel distrito.

Y cerré los ojos, pensando en ella y en cuánto la amaba, porque mi corazón era suyo aunque ella lo desechara.

P.O.V Agathe (vamos, que el otro ya se ha terminado, APUESTAS A QUIÉN ERA CHAN CHAN CHAN)

Nunca me había sentido tan culpable como en aquel momento y realmente me odiaba por lo que le había hecho a Guste, porque era tan bueno que no lo merecía.

Me había acostado con él, había confiado aquel íntimo y tan anhelado momento para alguien tan idealista como lo era yo a la persona perfecta, aunque todo había dejado de tener sentido cuando hube pronunciado el nombre del hombre al que él más odiaba.

¿Por qué había tenido que llamarle Narciso cuando Guste era el único con el que deseaba estar?

Ni siquiera me detuvo cuando huí de su despacho, dejándolo tirado en el suelo con la cabeza ocultándole las manos, maldiciendo el nombre del que había sido mi jefe cuando la única que tenía la culpa de lo que había ocurrido había sido yo. Y, como una cobarde, yo tan solo me alejé, sabiendo lo horrible que sería enfrentarme a mis errores, que se iban acumulando en mi historial de desgracias desde el momento en el que decidí pisar el edificio de Laboureche.

Anduve perdida a orillas del Sena, deteniéndome a observar a las parejas que disfrutaban de su amor en la ciudad de las luces, deseando cambiar mi tan anhelada vida por la de cualquiera de ellos y olvidar lo estúpida que había sido, aunque ya era imposible echarse atrás.

Solo quería que Guste me perdonara, que comprendiera que mi error nada tenía que ver con él sino conmigo misma y poder arreglar lo que tanto sufrimiento le estaba causando.

Me sequé una lágrima con la manga de mi vestido arrugado, que había yacido en el suelo de aquel despacho horas atrás, cuando el sol todavía no se había puesto.

Ha era de noche y yo seguía perdida, buscando alguna excusa para no volver a mi casa y enfrentarme a mi desgracia, que iba a perseguirme hasta el momento en el que abandonara la Tierra para viajar directamente al infierno.

Pegué un golpe a la barandilla de hierro del puente que cruzaba hacia el otro lado del río, haciéndome daño, aunque para nada comparable con el que le había hecho a Guste, porque, al menos él, no lo merecía.

Enredé mis dedos en mi pelo, bajando la cabeza para observar mis zapatos y cada paso que daba, que sonaba con fuerza en aquellas oscuras y vacías calles por las que había decidido atajar.

Andaba intranquila, refugiándome de mis problemas en la única relación que había sabido mantener durante mis veintidós años de vida: la soledad.

Nunca le habría hecho daño a Guste si jamás hubiera hablado con su hermano, si nunca hubiera decidido aparecer en aquella entrevista o no hubiera luchado por conseguir aquel maldito puesto que ya no valía para absolutamente nada.

Me adentré en una calle todavía más oscura, en la que la única luz que podía guiarme era la de la luna y, aunque quise intentar atravesarla a tientas, el karma decidió vengarse de mí, colocando un objeto de vidrio bajo mis pies que no pude advertir y provocando que cayera sobre él, aunque ya se hubiera partido en mil pedazos.

Mi vestido evitó que me rasgara las rodillas con todos aquellos cristales rotos bajo mi cuerpo, aunque, cuando logré levantarme de nuevo, vi que llevaba algo incrustado en mi mano derecha, que logré sacar permitiendo que un par de gotas de sangre tiñeran mi blanca piel.

Sollocé, no por el dolor, sino más bien por lo abrumada que me sentía en aquel instante y decidí que lo mejor era volver a casa para evitar alguna otra desgracia, que, con mi suerte, podría acabar con mi pésima vida.

Nunca debería de haber salido de mi casa, ni haber curioseando a mi vecino sentada en mi balcón y tampoco haberle hablado a aquel chico del autobús, pues todo hubiera sido tan diferente y tan... Tan normal.

Visualicé a lo lejos tras largos minutos el bulevar en el que se encontraba mi edificio y nada más a partir de ese momento me detuvo, al menos, hasta que llegué a la entrada, donde un vagabundo que apestaba a alcohol dormitaba en los escalones en los que solía ronronear el gato negro del barrio.

Intenté esquivarlo para acceder a mi portal, aunque fue prácticamente imposible, ya que ocupaba con sus largas piernas la gran mayoría del espacio por el que yo debía pasar.

Sin quererlo, mi pie terminó por apoyarse sobre su muslo, despertándole de inmediato, alertándolo de mi presencia y yo no tenía fuerzas para echarme a correr.

Di un par de pasos atrás, rezando para que su estado de embriaguez fuera suficiente como para no tener ánimos para tomarla conmigo, porque aquello era lo último que me faltaba tras aquel día tan terrible.

—¿A-Agathe? —preguntó con la voz ronca y yo no tardé ni un segundo en identificarle, observando su rostro por primera vez.

Sus cabellos ondulados caían sobre su frente sudorosa y su bello rostro estaba ahora sucio y magullado, como si se hubiera caído al suelo y no hubiera intentado evitar impactar con su cara, aunque, gracias a la forma en la que había pronunciado mi nombre, sabía que estaba suficientemente ebrio como para no poder evitar que aquello hubiera ocurrido.

Su camisa ya no era blanca y sus pantalones estaban rasgados y evidentemente asquerosos, casi tanto como sus zapatos, que ya no lucían brillantes y caros, sino más bien todo lo contrario. Había sido sencillo no identificarlo.

—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté, agachándome para quedar a su altura.

—Yo... Y yo qué sé. ¿Dónde estoy? —inquirió entre balbuceos, como si se hubiera olvidado de hablar.

Le vi frotarse los ojos con ímpetu, antes de intentar girar la cabeza para observar lo que se encontraba a su alrededor, aunque no parecía muy capacitado ni siquiera para aquello.

—En el portal de mi edificio —respondí, mirándole con preocupación.

Estaba demacrado. Parecía la víctima de algún encuentro clandestino y era horrible verlo en aquel estado, más cuando estaba segura de que él no era consciente de lo que estaba viendo yo.

—Mierda —gruñó, alargando las vocales exageradamente.

Le vi tomar una gran bocanada de aire antes de dirigir su mirada hacia mí y, así, echarse a llorar de pronto, ocultando su rostro entre sus grandes manos, sin permitirme añadir nada más.

Le observé durante varios segundos antes de decidirme a levantarlo de allí. No iba a dejarlo en su estado tirado en el suelo ahora que le había visto, segura de que era lo mínimo que podía hacer por él en aquel instante.

—Vamos —sugerí, ayudándole a incorporarse antes de intentar apoyarlo sobre mis hombros.

Él se resistió entre llantos, haciendo pucheros como un niño pequeño cabreado, aunque finalmente cedió, siendo él el que dio el impulso para levantarse y evitarme la peor parte.

Abrí la pesada puerta de hierro forjado, arrastrando a mi compañero conmigo, incluso al subir las escaleras hasta el último piso, aunque tardamos algo más de diez minutos en recorrer aquella corta distancia.

Abrí la puerta de mi apartamento y lo dirigí hacia el sofá, obligándole a sentarse en él a la vez que le sacaba la camisa para evitar que manchara todo por donde se apoyaba.

Hice lo mismo con sus pantalones hechos jirones y él no se quejó en ningún instante, incluso al quedarse en ropa interior frente a mí, tan solo sonrió.

—¿Ves que bueno soy cuando hacen lo que me gusta? —rio con sorna, a la vez que yo me alejaba de él, con su sucia ropa entre mis manos, para lanzarla directamente a la basura, porque aquello jamás podría volver a servirle a un hombre como él.

Regresé al salón con uno de mis más grandes albornoces entre las manos y le obligué a incorporarse para que tapara con él aquel cuerpo escultural que se cernía ante mí, aunque él no parecía incómodo por la situación.

—¿Por qué eres tan mala? —preguntó de pronto, cuando le ayudé a ayudarse el albornoz, ya que era incapaz de coordinar sus propias manos.

Me quedé paralizada durante varios segundos al oír aquella frase y levanté la mirada hacia él, que me observaba con atención, dispuesto a oír mi respuesta.

Era una mala persona. Siempre lo había sido y había hecho falta que él lo dijera para que me diera cuenta de lo poco que había pensado en los demás durante toda mi vida, tal vez como mecanismo de autodefensa, aunque dudaba que hubiera sido siempre así.

Había jugado con los sentimientos de todos los que se habían puesto frente a mí de forma egoísta, como si mis preocupaciones, miedos e inseguridades fueran más importantes que los de los demás, y yo misma había cavado mi propia tumba actuando de aquella forma.

Todo aquello era mi culpa. Todo.

—Iré a buscar algo para limpiarte —dije, finalmente, incapaz de responder, sintiendo cómo mis ojos picaban por la necesidad de llorar frente a un hombre cuyas lágrimas bañaban su rostro con mayor pena que la mía, probablemente la que yo le había causado.

—Quédate conmigo. Esta vez no te voy a dejar marchar —susurró, intentando alcanzar mi rostro con su mano, aunque no tenía fuerzas ni para aquello.

—Sabes que no puedo —dije, sintiendo un fuerte dolor en el pecho al pronunciar aquellas palabras, como si fueran una despedida, cuando yo seguía allí, sentada a su lado, viendo cómo su sufrimiento se reflejaba en su precioso rostro, ahora sucio y poco atractivo.

—¿Por qué no? Tengo mucho que demostrarte todavía —murmuró, parpadeando pesadamente para acabar cerrando los ojos por completo.

Creí que se había dormido, así que me levanté, dispuesta a ir a por algo para limpiarle la mugre que ocultaba su indescriptible belleza.

—No puedo permitir que sigas sufriendo por mí —le susurré cuando volví con un paño mojado que tardé en acercar a su relajado rostro por miedo a despertarle.

Pero él no había estado durmiendo, porque de pronto le oí resoplar.

—Yo sufro porque... Te quiero.

* * *

Annyeonghaseyo!

Dos días seguidos con capítulo, os quejaréis, lagartijas del desierto JAJAJAJA

Creo que voy a ir dejando mi dieta del chocolate porque creo que no es muy beneficiosa ni para mi salud ni para las chichas que me están saliendo en la barriga así que bye hormonas de la felicidad hello ansias de dulceeeeee.

Es mentira, ya he roto mi voto antichocolate tras escribir ese párrafo comiéndome un M&M, si es que de mí no se puede fiar nadie.

Y DIGO QUE NO SE PUEDE FIAR PORQUE POCOS HABRÉIS LEÍDO EL EPÍLOGO DE ESTO Y JAJAJAJAJAJAJA Es que me encanta leer vuestras teorías, pero os prometo que os voy a volar la cabeza, si es que soy una fucking diva del misterio (ella, Richard Castle).

Bueno, os dejo disfrutar de lo que queda de día mientras me paso por el Netflix a ver qué se me ofrece y a seguir comiendo chocolate, que la vida es corta y yo ya tengo 20 años.

Annyeong!

Continue Reading

You'll Also Like

5.8M 423K 121
Gracias, gracias :) #2 30/08/16 #1 10/09/16 #1 22-23/09/16 #1 25-27/09/16 #3 28/09/16 Código de r...
102M 6.3M 35
• YA A LA VENTA EN TODAS LAS LIBRERÍAS DE LATAM Y ESPAÑA • ADAPTACIÓN AUDIOVISUAL POR WATTPAD WEBTOON STUDIOS «Es como si cada uno fuera un cielo. Un...
140K 6.9K 28
Cuando Allison, una decoradora de interiores y Chris, un abogado, se encuentran esa noche en el bar jamás habrían pensado que terminarían unidos de p...
38.4K 3.9K 9
๑ㅤㅤ:ㅤㅤyoungjae es simplemente adorable y jaebeom es su acosador ? ! 🫧 lim jaebeom x choi youngjae 🫧 adaptación: @ woneoya