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Caminé hasta el patio de la casa de Bernarda, donde ella dijo que estarían entrenando. El césped se hundía a cada paso que daba y el sol decidió calentar mas de lo normal hoy. Cato parecía hablar con alguien que no podía ver, ya que su anatomía me tapaba la vista.
Me quité la chaqueta dejándola a un lado y caminando hasta donde mi entrenador estaba. Le sonreí de buen humor, porque hoy no me sentía tan agresiva que el resto de los días, quizá era el sol haciendo magia en mi. Cuando lo vi voltearse a mi, pero mi sonrisa se borró cuando me dejó ver quien estaba frente a el.
A la mierda mi buen humor.
Nathan me miraba serio y con los brazos cruzados. Tenia una camiseta blanca y unos pantalones de gimnasia negros. Dios, parecía todo un modelo de ropa deportiva y yo seguro me veía como un intento de fingir que no me moría.
—¿Estas lista para entrenar? —preguntó Cato moviendo su cabeza, haciendo que su cuello tronara. Mis cara se contrajo un poco de dolor cuando oí sus huesos soñar, pero no pude dejar de observar al chico frente a mi.
—¿Donde esta Noel? —pregunté ahora si mirandolo, recordando que Noel era mi usual contrincante, no Nathan.
Aunque pensándolo bien, no era tan mala la idea.
—Esta entrenando con Ulises, Augusto y Tadeo —movió su mano y miré hacia donde me indicaba. El rubio le enseñaba a los chicos como patear con fuerza y esquivar golpes.
—¿Que hace Tadeo aquí? —pregunté aun observándolo moverse sin camiseta frente a Noel, explicándole cómo posicionar sus brazos. El, se encogió de hombros antes de responder frente a mi.
—No lo sé, simplemente apareció diciendo que quería entrenar un rato. Y cómo es bastante fuerte, decidí aprovecharlo para que les enseñe algunas tácticas al resto —Nathan revoleó los ojos, seguramente molesto de que su hermano estuviese admitiendo sus buenas cualidades.
¿Por qué Tadeo no me lo había dicho?
—¿Y por que no puedo ir yo con ellos? —volví mi vista a ellos y Nathan se reía de mi confusión.
— Porque nadie quiere hacerte más daño del que ya te hemos hecho, y necesitas combatir en serio —respondió Cato. Fruncí mis cejas.
— Y no hay nadie a quien le importe menos que a mi hacerte daño.
Si, eso ya lo has dejado muy claro.
Quise decirlo, pero sabía que sonaría más herida que furiosa, así que me lo guardé.
Las palabras de Nathan dolieron un poco pero su sonrisa hizo que la furia venciera dentro de mi. Quería patearlo hasta que se desarmara como un muñequito Lego.
—Además... —continuó Cato—...tu estas demasiado furiosa y tienes mucha fuerza en estos momentos para seguir utilizando a Noel como tu bolsa de boxeo. El pobre esta exhausto de tus ataques de enojo —Cato se dirigió detrás de mi, poniendo sus manos en mis hombros y Nathan movió su cabeza a un lado.
—¿Y me trajiste a Nathan para que le de su merecido? —pregunté intentando comprender, pero había sido puro sarcasmo, porque claramente era así.
Oí las risas de ambos, pero supe que cada uno por cosas distintas. Cato seguramente, estaba feliz que le diera unos cuantos golpes a su hermano, ya que el sabia que se estaba comportando como un idiota. Nathan, por otro lado, se rió como si yo fuese una estupida que creía que tenía posibilidades de golpearlo.
—No podrás ni rozarme —dijo amenazante adoptando una pose de ataque. Sus ojos fijos en mi me ponían nerviosa pero había podido ignorarlos.
—Serás mi nuevo saco de boxeo —ataqué. El sonrió divertido y Cato dio la orden de pelea.
Mi puño se estrelló en su nariz, haciéndolo trastabillar hacia atrás. Sonreí con malicia cuando vi sangre en su rostro.
—Muy bien Alison. Despierta Nathan —dijo Cato mientras nos posicionábamos otra vez—. Ahora.
Nathan tomó mi pierna que se elevó en el aire y me derribó en un segundo, logrando que mi cabeza chocara con el césped. Veía su cara de satisfacción cuando me tendió la mano para ayudarme a levantar, pero la ignoré y lo hice por mis propios medios lo más rápido que pude, demostrando que estaba bien.
—No esperes una invitación para atacar —su voz me hizo mirarlo mal pero su hermano acotó también.
—No dudes de lo que vas a hacer. Vamos, una vez mas —volvimos a las posiciones de antes. Solté un suspiro y me concentré—. ¡Ahora!
Caí contra el césped una vez mas y resoplé. No había visto en que momento su pie se enredó en mi tobillo y me hizo caer. Estaba claramente cansada de que me derribara pero yo había pedido esto y no podía negarme. Sabia que aunque estaba siendo un idiota, pero ambos tenían razón. Si quería superarme, si no quería morir intentando asesinar a los reclutas de Reynaldo, debía combatir con alguien mas fuerte a quien no fuese fácil ganarle. Alguien a quien no le importara si mi culo se rompía contra el suelo.
Pero Nathan...
Es que el me superaba en todos los sentidos y no podían culparme. Cada vez que sus brazos me tocaban sentía mi piel calentarse y temblar en su tacto. Mojaba sus labios antes de hablar y quería besarlo sin control.
Sin contar que yo aún tenía sentimientos por el. Eran confusos, porque lo amaba pero también se había ganado mi desprecio, el había jugado conmigo por lo que también estaba decepcionada. Pero la furia era quien ganaba dentro se mi.
Una parte de mi aun le agradecía que fuese tan terco en negarse a cualquier acto sexual. Gracias a el, aún conservaba mi virginidad intacta, cuando podría haberla tomado sin problema. Aún así, no lo hizo. Pero eso no quitaba el resto de las cosas que había hecho. Era solo un pequeño punto a favor, que comparado con todo lo que hizo, desaparecía por completo.
Es como agradecerle a un ladrón el llevarse todas tus cosas pero no hacerte daño.
—¡Alison! ¡Deja de pensar y golpea! —agradecía que Cato estuviera siendo tan duro, yo le había pedido que lo fuera. Que me disciplinara cómo si fuese uno de sus hermanos, aunque luego de tanto tiempo, y de saber que Irina era mi hermana, prácticamente lo éramos.
Pero no con este contrincante. No con este oponente que bloquea todos mis sentidos.
—Dijiste que era mas fuerte que Noel —oí la risa de Nathan a mi lado. Me levanté y me posicioné, mentalizándome que esta era mi oportunidad. La tercera es la vencida. Aprovecharía cada fibra de emoción que corría dentro de mi, mala o buena y la tomaría para hacerle pagar a Nathan.
Cuando oí la señal, mi pie se estrelló contra su hombro pero era tan fuerte que ni le había dolido, solo logré moverlo de su lugar. Giré y pude estrellarle mi puño en la mandíbula pero él empujó mis hombros para lograr que trastabillara hacia atrás. Rápidamente, antes de irme al suelo, tomé su brazo arrastrándolo conmigo y haciendo que cayera sobre mi.
Sus manos detuvieron que su rostro se estrellara contra el mío, pero su pecho chocó contra los míos, provocando un leve dolor que hizo que gimiera con los ojos cerrados. Los abrí rápidamente y vi su rostro tan cerca del mío, que logró ponerme nerviosa. Mis manos se movieron incomodas y mi corazón comenzó a acelerarse. Su nariz rozaba la mía y no podía despegar sus ojos de los míos. Era la primera vez que estábamos tan cerca luego de tanto tiempo.
Pude ver esa expresión que yo tanto conocía. La mirada que me daba cuando me decía que me amaba, que todo iba a estar bien, que no permitiría que nada me pasara, que nunca se iría de mi lado. Lo extrañé. Lo extrañé a pesar de tenerlo en frente, porque lo sentía muy lejos de mi. Lo sentía tan ajeno a todo lo que yo había conocido de Nathan. Y sabia que eso era pura y exclusivamente porque no sabia si conocía al Nathan real, yo solo quería al que mi mente recordaba. El que me hacia cosquillas hasta llorar de risa, quien se quedaba mirando películas que no le gustaban solo por hacerme compañía a mi.
Los ojos no pueden mentir, leí en algún lugar.
El Nathan que yo creía conocer parecía estar frente a mi, mirándome con anhelo, y dulzura. Con amor. Como si nunca me hubiese dicho todas esas cosas, como si intentara emanar todo el amor que contenía allí para mi. Sentí que el quería abrazarme y besarme, pero no podía. Como si algo o alguien no se lo permitiera. Como si me amara.
—¿Que, te gusta esta posición? —sonrió arrogante y revoleé los ojos.
A la mierda todo eso. Había vuelto a ser el estúpido que ya sabia que en realidad era. El Nathan romántico a su manera, solo existía en mi mente y en mis recuerdos, porque no era real. No había nada de esa persona frente a mi. Y aunque yo aun quería creer en eso, sabía que tarde o temprano tenía que soltar esa idea.
—Levántate —Cato le pateó el costado del estomago y se rió levantándose. Aprovechó el momento para tocarme, deslizando su mano desde mi estomago hasta mi pierna, causando un escalofríos que intenté que no me desconcentrara. No sabia si estaba extrañando tocarme o en realidad, el sabia el efecto que causaba en mi y una vez mas, le encantaba tener ese poder.
Pero yo no dejaría las cosas así. El no podía toquetearme cuando quisiera. Aunque a una pequeña parte de mi me gustara, yo no era ninguna masoquista y el no tenía el derecho ni permiso.
Yo no iba a ser como esas chicas que se odiaban con los chicos y luego de una peleas de odio se besaban con pasión. De ninguna manera.
Su risa arrogante hizo que la furia vuelva a mi.
Mis piernas rodearon su cintura y rodé sobre mi lugar, quedando a horcajadas sobre el. Mis manos rodearon su cuello y comencé a ahorcarlo. Apreté mi agarre allí lo suficiente para darle marcas. Mi rostro mostraba una clara furia hacia el, que se destacaba por mi mandíbula apretada. Sus ojos me miraban sorprendidos de mi arrebato pero fueron reemplazados por una sonrisa.
—No te distraigas —dije con el mismo tono de voz que él había usado la primera vez que combatimos después de mucho tiempo.
—Alison —Cato me reprochó el estar haciéndole daño, así que lo solté sin quererlo. Ya nos había dicho que entrenáramos, no que nos asesinemos.
Nathan se rio ahogado mientras tomaba aire, recuperando oxígeno, sin poder creer que yo recordaba todas y cada una de sus palabras.
—Bueno, también me gusta estar abajo —ignoró por completo mi comentario sin borrar su sonrisa. Me tomó unos segundos comprender el sentido sexual que le había dado a su estúpido comentario. Colocó sus manos detrás de su cabeza, haciendo que sus brazos se vean mucho mas grande y no pude evitar mirarlos. El lo notó y levantó las cejas, esperando una respuesta. Achiqué mis ojos en el, pensando algún insulto.
—Eres un idiota —empujé su cabeza logrando que se golpeara contra el cesped pero el solo se rio. Me levanté de el, aprovechando para pisarle el estómago gruñendo. Era lo único que sabia decir cuando Nathan me dejaba sin palabras. No solo por su cercanía, sino porque su presencia bloqueaba mi cerebro y hacia todo sin pensar. —Voy por agua —le avisé a Cato.
Agradecí que no me contestara porque no quería que se quedara con la ultima palabra y por primera vez, dejar que haga mi estúpida salida sin voltearme a sacarme la lengua, lo que también me sorprendió porque eso nunca sucedía. El siempre sabia que decir a mis insultos.
Caminé hasta la cocina por un vaso de agua y pude ver a Jade armando un rompecabezas mientras Tessa le trenzaba el cabello a Renata. Les di una sonrisa, porque ellas no merecían mi mal humor, pero supe que algo no andaba bien cuando solo hicieron una mueca. Oí una voz que no conocía en la sala y mi ceño se frunció. Intenté conectar los puntos.
—¿Quién está aqui? —pregunté intrigada. Tessa se encogió de hombros, indicándome que no sabia, Jade hizo un puchero con la misma intención que ella. Pero Renata me observó unos segundos y revoleó los ojos.
—No quieres saber. —Entendí al instante que quien sea, no le caía bien. Caminé pasando por su lado y me detuvo, tomando mi muñeca. —Yo que tú no iría —me dijo con una sonrisa dulce, pero que escondía algo detrás. Estaba muy claro que luego de eso, con más razón, querría saber de quien se trataba. Me soltó y como yo era terca, entré en la sala.
Me dirigí allí sin importarme la sed que tenía o la advertencia de la rubia y me sorprendí mucho cuando encontré una escena poco agradable.
Mierda.
—Oh, Ali. ¿Terminaste de entrenar? —preguntó Bernarda dulcemente, pero la furia crecía dentro de mi.
—¿Que hace ella aquí? —mi tono de voz había demostrado mas de lo que quería lo molesta que estaba. Esta no era mi casa, pero a la vez si lo era, y me sentía completamente invadida.
Irina venia bajando las escaleras y pude ver que se apresuró al oír mi voz enojada. No había pasado demasiado tiempo, pero ya nos conocíamos muy bien la una a la otra. A demás, éramos muy expresivas. Cualquier persona podía darse cuenta de lo que estábamos pensando.
—Es Danali, la prima de Cato. —Mis esperanzas de echar a la pelirroja se habían esfumado tan rápido que podría decir que palidecí. Ella no era ninguna intrusa aquí, yo lo era. Ella tenía todo el derecho del mundo de estar en la casa. Era familiar directo, pero yo tenía antecedentes de tiempo aquí, así que no abandonaría la sala.
Me crucé de brazos, dispuesta a no perder la poca dignidad que me quedaba. El recuerdo de ella sobre Nathan había traído un gusto amargo a mi boca, pero no deje que retorciera mi estomago, lo evité gesticulando una mueca.
Noel caminó entrando por puerta que venia del jardín, y se detuvo en seco al verla.
—Oh, mierda.
Augusto, Ulises y Tadeo entraron sudados, gritando que tenían hambre. Augusto y Ulises se detuvieron al segundo, clavando su mirada en la chica y luego a mi. Tadeo por el contrario, se la quedó observando de arriba a bajo como si fuese un pastel de chocolate.
Revoleé los ojos internamente, porque no tenía sentido seguir demostrando verbalmente lo molesta que estaba.
—¿Que haces aquí? —preguntó Augusto estupefacto y ella se levantó del sofá para ir a abrazarlo a el y a Ulises por el cuello.
—Yo también los extrañé —los atrajo hacia ella y pegó su delgado cuerpo al de los chicos con intenciones que me parecieron dudosas. Eran unos niños. Maldita zorra.
Ellos, lejos de verlo como algo fuera de lugar, me miraron con una expresión atónita sin poder creer que estuviese en nuestra sala y en mi frente parecía haber un cartel que decía "estoy jodidamente furiosa".
Irina gruñó a mi lado al darse cuenta de quien era y volteé a verla. Rodó los ojos y se apoyó sobre el marco de la puerta, mirando con desprecio a la chica frente a nosotros. Me recordó la primera vez que me vio en esta casa, con esa mirada de odio y furia hacia ella.
—¿A mi no me extrañaste? —Tadeo se cruzó de brazos, fingiendo estar enojado porque la pelirroja lo había ignorado. Ella se separó de los niños y lo observo, escaneándolo.
— Pero si a ti no te conozco —se defendió ella, colocando sus manos en su cintura. Ambos se observaban como si quisieran arrancarse la ropa y follar allí mismo. Que asco.
—¿Y no quieres conocerme? —preguntó el coqueto. Ella se acercó, moviendo sus caderas lentamente y plantó un beso cerca de la comisura de sus labios.
Mi boca se abrió sin poder creerlo e Irina hizo un ruido vomitivo.
Repito: ¡Maldita zorra!
Por la sonrisa satisfactoria en el rostro de Tadeo pude ver que el no la había tentado a nada, ella lo había hecho por su cuenta.
Cato y Nathan entraron por la puerta que daba al jardín, empujándose y riéndose de quien sabe qué, pero ambos se detuvieron cuando vieron a la chica allí sentada, tomando café con Bernarda como si fuese una visita deseada.
—Danali, ¿que haces aquí? —preguntó Cato confundido, mirándola sin entender nada al igual que yo.
—Vine a quedarme, ¿así reciben a una nueva recluta? A la mucama no parece molestarle —me miró y abrí mis ojos, completamente descolocada por tanta información junta.
—¿Quedarme? —preguntó Irina abriendo su boca con asombro, sabiendo que al parecer, ahora ella viviría aquí.
—¿Recluta? —Tadeo se unió a la conversación, seguramente considerando venir mas seguido a los entrenamientos si ella estaba presente.
—¿Mucama? —fruncí el ceño y me crucé de brazos ante lo que acababa de decirme.
Bernarda soltó un largo suspiro y se frotó las sienes. Conociendo a Irina todos estos años, sabia que sus rabietas no eran muy llevaderas. Mucho menos ahora que éramos dos, estábamos juntas y la rabieta seria doble. Porque ambas estábamos furiosas por lo que sucedía frente a nosotros.
—Si —sonrió la estúpida—, ten —levantó su bolso y miró hacia otro lado. Lo soltó, creyendo que yo lo atraparía pero no fue así, por el contrario no me moví. Volteó a mi cuando escuchó su equipaje chocar contra el suelo. —Oye, hay cosas importantes allí dentro, maldita criada —mis puños se apretaron y mi mandíbula se tensó.
¡Maldita zorra!
—¿Como qué? ¿Tus juguetes sexuales? —preguntó Irina divertida—. Oh no espera, esos están frente a ti —mientras se reía, dirigió una mirada a Tadeo que la miró mal y a Nathan, que la ignoró por completo, mirando a la nada misma.
—No soy una maldita mucama —le aclaré queriendo golpearla—, soy la hermana de Irina —hablé con firmeza. Ella abrió los ojos, sin poder creer lo que estaba escuchando.
—Bueno, bueno. Ahora serán dos para envidiarme —le sonrió falsa a Irina.
—Somos dos para romperte la cara —mi hermana dio un paso y le dio un empujón. Cato la tomó rápidamente de los hombros y Tadeo se puso en medio, más para evitar una pelea que por otra cosa.
—Wow, wow —se rió ella—, tranquila —caminó y pasó por su lado. La rubia la miró feo y volteó, evitando darle la espalda para ver todos sus movimientos. —Solo vine a reemplazar a Elias.
Ah, no. Ella no dijo eso.
—Tu no podrías reemplazar a Elias ni aunque te costara la vida en ello —le speté, queriendo tirarme encima de ella como Irina pero Cato me sostuvo rápidamente.
—¿Ah, no? ¿Y por qué estoy aquí entonces? —preguntó ella, sabiendo que yo ya la odiaba. Caminó hacia Nathan y rodeó su cuello con un brazo. —Ah, si. Para ver a mi novio otra vez —me guiñó un ojo mordiéndose el labio, y antes que nadie pudiese hacer nada o darse cuenta de lo que iba a hacer, ella estrelló sus labios con los de Nathan.
¡Maldita zorra! ¡Maldita zorra! ¡Maldita zorra!
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Nota de la autora: Capítulo larguito pa que disfruten!
PD: Ya todas odiamos a Danali? Si? Genial.
Besitos sobrenaturales,
Sofi Garrido.