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Abrí mi casillero y saqué un par de libros. Volver a la escuela ya era parte de mi rutina pero aun quería que las clases terminaran ya. Quedaba una semana y yo solo quería desaparecer de este lugar, aunque sean durante un poco menos de tres meses, era mejor que venir todos los días.
Recibí un mensaje y no me sorprendí al ver que era mi tía Marcia. Desde que Irina nos había dicho la verdad, era extraño no recibir al menos dos mensajes al día. Se había puesto demasiado melosa con todos y había decidido enviarnos dinero otra vez, disculpándose con que lo había hecho para que tomará el trabajo de Bernarda. Claro que no dejaría a Jade por eso, la niña me adoraba y no podría decirle ahora que no estaría allí. Aunque no lo había dejado por el simple hecho de que Nathan no estaba allí, y no tenía que esforzarme en evitarlo. Ahora si todo seria diferente.
"Hola mi niña, ¿como estás? ¡Ya últimas semanas de clases!"
Cerré un poco mi casillero, observando a quien sea que estuviese parado detrás. La gente se había acostumbrado tanto a hacer eso que ya era un instinto parte de mi.
—¿Que? —pregunté de mala gana.
Tadeo sonreía como si no hubiese un mañana, se veía feliz por quien sabe qué. Tenía un solo libro en la mano y la otra sostenía su chaqueta. Volví a mirar mi casillero y me di cuenta que debería limpiarlo en algún momento.
¿Eso es un paquete de frituras?
—¿Algún día me recibirás con un "buenos días, querido amigo."? Porque siempre que aparezco aquí pareces querer ahorcarte con la cuerda de tu chaqueta —me reí de lo cínico, pero a la vez un poco acertado, que había sido su comentario.
—Es posible... —lo miré—... si fuésemos amigos —sonreí divertida, recordando que yo había aceptado tal cosa, solo si el ritual se llevaba acabo.
—¿Que? Tu prometiste ser mi amiga luego del ritual —sonaba sorprendido de que yo no me sometiera a su pedido.
—Claro que si, pero no hubo tal ritual, fue interrumpido, ¿no lo recuerdas? —me estremecí y elimine todas las imágenes del momento de mi cabeza.
—Si, pero tu lo prometiste —puso cara de cachorro abandonado que me hizo reír.
Tadeo no era el típico chico con el cual harías una amistad, porque sabrías que tarde o temprano caerías en sus redes. Pero el ya lo había dicho, mis gustos eran distintos y el sabia que, dolorosamente para mi, aun mis sentimientos estaban todos dirigidos hacia una persona. Y no planeaba que se dirigieran a alguien mas, pero al menos el podría ser una buena distracción en momentos de agonía.
—Aceptaré ser tu amiga —lo vi festejar sonriente y levanté mi mano en alto—, solo... porque aun me siento mal por lo de Elias, y necesito de sus consejos —el frunció el ceño sin entender a donde quería llegar.
—¿Que te hace pensar que doy buenos consejos? —preguntó poniéndose a la defensiva.
—Bueno... —bajé la voz y lo vi acercarse un poco mas hacia mi, como si le estuviese por contar un secreto— ...me advertiste sobre Clarke —el pareció entender y asintió con la cabeza sonriente.
—Tienes razón, si doy buenos consejos después de todo —se colocó los brazos detrás de la cabeza y me reí de su arrogancia—. Oye, una pregunta —sonó intrigado—, ¿por que Bernarda no quiere que sigan en búsqueda de otro recluta? —suspiré, recordando lo tediosa que fue esa conversación "familiar".
—No quiere que más nadie salga herido. Luego de lo de Elias, prefiere que conservemos nuestra magia y mantenernos vivos, que intentar liberarnos y morir en el intento. —El timbre sonó y cerré mi casillero con un poco de fuerza, luego de escuchar esas palabras salir de mi boca.
—Bueno, ¿que haremos en la tarde? —preguntó pasando un brazo detrás de mis hombros y caminado por el pasillo.
—Wow, alto ahí —quité su brazo y lo miré mientras me dirigía a mi próxima clase—. Amigo no quiere decir perro faldero —se rio de mi comparación.
—Puedo correr detrás de la pelota si quieres —lo miré divertida y su sonrisa me hizo sonreír a mi también.
—Eres un idiota —revoleé los ojos—. Solo ve a tu clase —lo empujé por el hombro y lo oí reírse.
Hizo una reverencia y se fue caminando mientras yo llegaba a la puerta de mi salón. Lo vi caminar de espaldas y negué con la cabeza.
Ojalá no estés cometiendo una estupidez, Alison.
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Bajé las escaleras buscando a Jade. Tessa me había dicho que la niña se estaba escondiendo porque tenía que hacer su tarea y ya no tenía más ganas. Luego de terminar la de literatura, venia la de matemáticas y ahí era cuando ella aprovechaba mi más mínima distracción para salir corriendo. Obvio que me pasaba como media hora buscándola y cuando la encontraba, ya debía volver a mi casa. Tampoco era como si pudiese culpar a la niña, yo no era la mejor para ayudarla en matemáticas y yo también huiría de mi tarea de álgebra.
—Bernarda —reclamó Nathan. Me detuve en seco cuando oí su voz, sonaba frustrado por algo. Pegué mi cuerpo y mi oreja a la pared que daba a la cocina para poder oír mejor.
—No Nathan, ya te he dicho que no —ella sonaba firme, como si no fuese la primera vez que discutían esto. Me intriga quiso verlos, pero sabia que seria un acto suicida asomar mi cabeza.
También creí que Nathan podría oler mi perfume, como el dijo que había hecho esa vez que espiaba su conversación con Tadeo en la escuela. Pero la realidad es que había tirado ese perfume a la mierda, solo porque el me había dicho que lo volvía loco. Cuando ahora que lo pienso, tiré varios dólares a la basura, porque seguramente esa había sido otra mentira más.
—No puedo dejar que nada le pase. Tu misma lo viviste —explicó desesperado en su aprobación.
No recordaba la ultima vez que lo había visto tan vulnerable y un poco de felicidad se plantó en mi, al saber que algo en su vida no estaba yendo como el quería. Sonreí con malicia.
¿Que se siente, imbécil?
—No quiero más muertos —las palabras de Bernarda no solo borraron mi sonrisa y cortaron mi respiración, sino que también trajo esas horribles imágenes del ritual de vuelta a mi cabeza.
Negué rápidamente, recordando que ya había llorado demasiado como para atormentarme cada vez que me acordaba de Elias.
—Te prometo que no los habrá —suplicó Nathan con un hilo de voz apenas audible para mi.
—¿La pared te cuenta sus secretos o intentas oír la respiración de Jade escondida? —la voz de Irina me hizo sobresaltar y taparle la boca en un segundo.
—Shhh —tomé su cabeza y la pegué a la pared para que escuchara, aun con la mano en su boca, ella frunció el ceño, sin entender que diablos hacia parada en medio de la escalera.
Ella ya me había dicho que Nathan ocultaba algo extraño y que ella creía que tenía que ver con mi búsqueda de reclutas, así que tenía que descubrirlo. Pero esta vez, el no tenía la obligación de decirme de que se trataba, porque no era problema mio. Pero por otro lado, yo necesitaba saber cualquier información que me ayudara a encontrar a esas ratas y si el la tenía, yo iba a tener que sacársela a la fuerza.
—No, Nathan. No mandaré a nadie a una misión suicida. Prefiero tener un muerto que a diez de nosotros. —La imagen de todos los Clarke asesinados cruzó mi cabeza y las nauseas aparecieron, revolviendo todo mi almuerzo en mi estomago.
Mi hermana me miró confundida y destapé su boca, ya había ganado su curiosidad así que ella no delataría mi escondite.
—¿Entonces dejarás que vaya solo? —Nathan sonaba dolido, pero noté la extorsión en sus palabras. El intentaba convencer a la mujer de quien sabe qué.
—No, por el contrario, preferiría que no vayas. Puede ser una trampa. No debes confiar en Reynaldo —ambas abrimos los ojos y nos miramos sorprendidas.
—¿Que estas haciendo, hermano? —susurró Irina mirando a la nada, como si la pregunta hubiese salido involuntaria de su boca. Mi hermana me había dicho que no era la primera vez que Nathan tenía conversaciones en el medio de la casa, que no eran nada privadas, lo que me dejó pensando porqué no hacían eso en un lugar mas privado. Pero ella contestó que Bernarda no quería mas secretos y mentiras entre nadie, por eso no quería que nadie cuchicheara por ahí.
—Me voy a arriesgar entonces —sentenció el. Hubo un segundo de silencio y luego pasos que se oían mas cerca, como si se acercaran a nosotras.
Mi hermana y yo comenzamos a mover las manos en un momento de pánico pero antes que nuestras piernas reaccionaran para huir de ahí, Nathan ya estaba parado al pie de la escalera, mirándonos con las cejas levantadas.
Su rostro no se veía sorprendido, por el contrario, parecía que sabia que estábamos allí. Tenía una camiseta mangas largas y un jean desgastado. Sus ojos se clavaron en los míos y parecía ignorar el hecho de que no era la única que estaba espiando.
—¿Y ustedes que hacen ahí paradas? —preguntó retóricamente, porque era obvio lo que hacíamos. Comenzó a caminar y se detuvo cuando mi hermana habló.
—¿A dónde es que quieres ir? —ella se cruzó los brazos delante del pecho, como si fuese obvio que el fuese a darle una respuesta. Mi boca se abrió y demostró lo sorprendida que estaba por su arrebato. Yo no era capaz de hablarle de esa manera y era pura y exclusivamente por mi corazón roto, y también porque sabia que el me ignoraría por completo. Pero al parecer, su relación de hermanos era distinta y claro que lo era.
Nathan no la había utilizado y desechado como un trapo.
Por otro lado, mi hermana no se me había despegado del culo en todo este tiempo. Arrastrándose por el piso, rogando e implorando que la perdonara. Le dije que la perdonaría solo cuando necesitara su ayuda y ella no pudiese negarse. Claro que sería cuando fuese tras un recluta de Reynaldo. Pero la información que me había dado de Nathan me servía, y mucho. Lo que me hizo estar tranquila de que ella tampoco tenía idea de que ocultaba.
—Irina... —el la miró con los ojos entrecerrados, como si no quisiera oír el sermón que sabia que vendría. La verdad es que mi hermana era una mezcla entre Renzo y yo. Podía ponerse en el papel de hermana mayor y actuar toda madura y responsable ante cualquier situación como Renzo solía hacer. O también era torpe, vaga y divertida como yo.
—Que no me entere que te estas metiendo en territorio enemigo para alguna estupidez —ella lo señaló y el revoleó los ojos.
—¿Querías a tu hermana? —preguntó ya harto de ambas. Aunque yo no estaba haciendo nada, sabia que estaba irritado conmigo también. —Pues ahí la tienes —me señaló dándome un rápido vistazo y la furia corrió dentro de mi. ¿Acaso podía ser tan desalmado? —Ahora déjame en paz —espetó y salió de la casa.
Los labios de Irina se apretaron formando una línea con fuerza y sus ojos demostraban la rabia que tenía. Veía que su relación no era siempre así, y algo andaba mal con Nathan.
—¿Que fue todo eso? —preguntó Augusto apareciendo por la sala, al parecer la acalorada conversación había interrumpido su película.
—Solo fue Nathan en su periodo —ella revoleó los ojos y se adentró en la cocina.
Augusto me miró sin entender que acababa de pasar y yo solo moví la cabeza negando y revoleando los ojos, intentando quitar las caras furiosas de los Clarke de mi mente.
La casa de Bernarda parecía tener mas locura que de lo normal.
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Una mujer completamente desconocida para mi se desvestía frente al espejo. Se quitaba su vestido rojo lentamente, bajándolo por sus piernas definidas y bronceadas. Se quitó el sostén y lo revoleó en algún lado, pero se dejó los zapatos puestos.
Volteó hacia una cama y pude ver cómo se tiraba sobre un muchacho. Comenzó a moverse y besarlo como si no hubiese un mañana, como si lo extrañara tanto que no hubiese manera física de demostrarlo.
El chico se quitó la camisa y la revoleó con velocidad. Tomó las caderas de la chica y la presionó contra el. Ella gimió sentándose derecha mientras que el tironeaba su cabello hacia atrás.
Ella parecía saber muy bien lo que hacía. Aunque con su rostro y su cuerpo yo también tendría ese autoestima y haría lo que quisiera con cualquier chico.
Sonrió mordiéndose el labio y sentí envidia que lo hermosa que era. Su cabello rojizo y su piel hacían contraste con la única prenda blanca que tenía.
Volvió a besar al chico una vez más y pude oír su voz.
—Danali... —gimió el.
Las entrañas se me revolvieron y sentí que miles de agujas me clavaron el pecho. Su voz siempre sería reconocible para mi.
Observe mejor su rostro y caí en la cuenta de que no era una mala pasada de mi mente, lo estaba viendo con mis propios ojos.
Nathan.
Abrí los ojos asustada, me senté en mi cama donde al parecer estaba acostada. Me toqué la frente noté que estaba empapada en sudor. Mi habitación estaba a oscuras y pude ver que era de madrugada. No tuve tiempo de reflexionar si eso había sido un sueño o una visión, aunque más bien parecía una pesadilla.
Mi estómago se revolvió y la comida de la cena parecía querer salir por mi garganta. Agradecí el reflejo de correr a todo pulmón hacia el baño, inclinándome sobre el retrete para devolver todo.
Las imágenes de la chica con Nathan sudados frotándose me daban más arcadas y mi mente no quería pensar en otra cosa.
Una vez que mi estómago no tuvo más sustancias que vomitar, me senté contra la pared fría del baño. Los azulejos y el mosaico del suelo estaban fríos contra mi piel caliente, pero no me importaba. Me limpié la boca con la manga bruscamente, sabiendo que tendría que cambiármela antes de volver a dormir.
Las lágrimas comenzaron a salir sin que yo lo quisiera y mi corazón siguió rompiéndose un poco más. Me tapé la boca para callar mis sollozos y no despertar a Renzo. El se había esforzado mucho este tiempo por lograr distraerme y hacer que pensara un poco menos en mi ex novio. Así que no quería que pensara que no había servido para nada, porque si había logrado distraerme, pero nunca olvidarme.
Nunca podría olvidarme de él, de la forma en la que me hacía sentir. El me besaba y me abrazaba a mi. El estaba conmigo y ahora estaba con otra. Yo era suya y el no era de nadie.
Yo era suya.
Volví a llorar una vez más y enterré mi rostro entre mis brazos, queriendo acabar con ese dolor que ardía dentro de mi.
Por primera vez, después de mucho tiempo, podía llorar por lo que fingía que no me dolía. Podía llorar sin tener que hacerme la fuerte frente a nadie.
Pero si que dolía.
Mierda, aún dolía mucho.