Querido jefe Narciso

By SuperbScorpio

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*Historia ganadora de los WOWAwards 2017* -¿Has infringido alguna norma desde que trabajas aquí? - preguntó é... More

Prólogo
Capítulo uno
Capítulo dos
Capítulo tres
Capítulo cuatro
Capítulo cinco
Capítulo seis
Capítulo siete
Capítulo ocho
Capítulo nueve
Capítulo diez
Capítulo once
Capítulo doce
Capítulo trece
Capítulo catorce
Capítulo quince
Capítulo dieciséis
Capítulo diecisiete
Capítulo dieciocho
Capítulo diecinueve
Capítulo veinte
Capítulo veintiuno
Capítulo veintidós
Capítulo veintitrés
Capítulo veinticuatro
Capítulo veinticinco
Capítulo veintiséis
Capítulo veintisiete
Capítulo veintiocho
Capítulo veintinueve
Capítulo treinta
Capítulo treinta y uno
Capítulo treinta y dos
Capítulo treinta y tres
Capítulo treinta y cuatro
Capítulo treinta y cinco
Capítulo treinta y seis
Capítulo treinta y siete
Capítulo treinta y ocho
Capítulo treinta y nueve
Capítulo cuarenta
Capítulo cuarenta y uno
Capítulo cuarenta y dos
Capítulo cuarenta y tres
Capítulo cuarenta y cuatro
Capítulo cuarenta y cinco
Capítulo cuarenta y seis
Capítulo cuarenta y siete
Capítulo cuarenta y ocho
Capítulo cuarenta y nueve
Capítulo cincuenta
Capítulo cincuenta y uno
Capítulo cincuenta y dos
Capítulo cincuenta y tres
Capítulo cincuenta y cuatro
Capítulo cincuenta y cinco
Capítulo cincuenta y seis
Capítulo cincuenta y siete
Capítulo cincuenta y ocho
Capítulo cincuenta y nueve
Capítulo sesenta
Capítulo sesenta y uno
Capítulo sesenta y dos
Capítulo sesenta y tres
Capítulo sesenta y cuatro
Capítulo sesenta y cinco
Capítulo sesenta y seis
Capítulo sesenta y siete
Capítulo sesenta y ocho
Capítulo sesenta y nueve
Capítulo setenta
Capítulo setenta y uno
Capítulo setenta y dos
Capítulo setenta y tres
Capítulo setenta y cuatro
Capítulo setenta y cinco
Capítulo setenta y seis
Capítulo setenta y siete
Capítulo setenta y ocho
Capítulo setenta y nueve
Capítulo ochenta
Capítulo ochenta y uno
Capítulo ochenta y dos
Capítulo ochenta y cuatro
Capítulo ochenta y cinco
Capítulo ochenta y seis
Capítulo ochenta y siete
Capítulo ochenta y ocho
Capítulo ochenta y nueve
Capítulo noventa
Capítulo noventa y uno
Capítulo noventa y dos
Capítulo noventa y tres
Capítulo noventa y cuatro
Capítulo noventa y cinco
Capítulo noventa y seis
Capítulo noventa y siete
Epílogo
Tu Querida Agathe y QJN+18

Capítulo ochenta y tres

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By SuperbScorpio

Bajé de la limusina de Guste bajando la cabeza para que las cámaras que me apuntaban no pudieran captar la nula expresión de mi rostro, aunque era prácticamente imposible.

Estaban todos los periodistas formando una perfecta fila a cada lado de la puerta del vehículo y habían dejado un camino para que pudiera avanzar por él, como si fuera alguien importante y mereciera andar sobre una alfombra roja. Tal vez lo parecía.

Cuando me hube erguido en la acera, arreglando mis palazzo blancos para evitar que se marcaran indeseables arrugas, me di cuenta de el terrible error que había cometido, tan solo por los gritos que se sucedieron a mi descenso del coche, cuando Guste asomó su preciosa cabeza justo detrás de mí, aumentando el ya insoportable barullo que se había formado alrededor del Carousel du Louvre.

—¡Salen juntos! ¡Están saliendo juntos! —gritó alguien de entre las decenas de personas a nuestro alrededor, provocando que los intensos y cegadores flashes empezaran a abundar horriblemente.

Guste se colocó a mi lado y me tendió el brazo, observándome con una expresión neutral, aunque sabía que lo hacía para que mi mirada no se dirigiera a nuestro alrededor.

—Creo que esto ha sido una mala idea —mascullé entre dientes.

Él negó con la cabeza muy ligeramente, esperando a que agarrara su fuerte y musculado brazo. No lo hice, porque sabía que iba a ser peor.

—Que Narciso espabile si quiere ser otra vez portada de la Modern Couture —dijo él, arreglándose la pajarita de plumas en la que estaba inspirada su colección con mucha dignidad, entendiendo que yo no iba a mostrar ante el público absolutamente nada entre nosotros y, al contrario de Narcisse, él no parecía molesto por ello.

—¿Esta aparición confirma su rumoreada relación secreta a partir de la representación de Apolo y Dafne que nos ofrecisteis en el desfile de Laboureche? —preguntó alguien, alzando la voz, distinguiéndose entre los demás.

Cuando Guste estuvo listo, di mi primer paso, dispuesta a alejarme de aquel periodista y de sus indiscreciones.

—Señorita Tailler, ¿confirma que se ha enfriado su relación con Narcisse Laboureche desde su última salida pública? —preguntó otra persona, intentando alcanzarme con su micrófono, aunque sin intentar detener mi marcha.

Mantuve la barbilla al frente, intentando parecer neutra ante todas las palabras que iba escuchando a medida que iba avanzando por aquel camino envenenado, mientras que Guste, tan digno como tan solo él podía serlo, sonreía descaradamente ante ciertas palabras malsonantes en consonancia al tipo de relación que ambos manteníamos, la cual, a mi parecer, ni siquiera había empezado.

Es decir, él me había besado, yo le había correspondido y me había prometido ser sincero conmigo si eso lo convertía en el único hombre en mi vida, aunque yo no estaba muy segura de ello.

Estaba claro que sentía algo por él, tal vez un indicio de amistad o algo fruto de la confusión que su hermano y mi jefe habían provocado en mí y, aunque podía decir que era probablemente uno de los hombres más guapos con los que me había cruzado, yo todavía no le consideraba parte de mí. No lo era, no podía serlo, no todavía.

El lazo lateral que decoraba mi camisa de organza acariciaba mi rostro con cada paso que daba, sirviéndome de distracción hacia lo que aquella gente que nos rodeaba tenía que decir sobre mi vida.

—El beso público más comentado de la década, la representación en el desfile de Laboureche y ahora la caminata hacia el Carrousel... ¿No son vuestras apariciones en público toda una declaración de intenciones? —gritó alguien, y yo apreté los puños, intentando no girarme para ver quién había pronunciado aquello.

Guste respondió a alguien a su izquierda, sonriente y tranquilo, como si estuviera acostumbrado a ser el centro de atención de todas las preguntas y miradas, siendo exactamente lo contrario a lo que era yo, por eso mismo me adelanté en nuestro paseo, deseosa de llegar a la entrada del Carrousel du Louvre.

Apreté los labios maquillados del mismo tono de fucsia que teñía mi blusa de organza y, con decisión y sin mirar atrás, me dirigí a paso rápido hacia la entrada, sin saber si Guste me seguía de cerca o si lo había dejado disfrutar con su injusto interrogatorio.

Avancé todo lo rápido que mis sandalias de tacón me lo permitieron y, por suerte y con todo el alivio del mundo, logré traspasar la puerta que aquella corpulenta mujer sostenía, pudiendo, al fin, relajar mi mandíbula y permitirme sonreír a la vez que suspiraba sonoramente, sintiendo que había conseguido superar la parte más difícil del día.

Muy a mi pesar, había sido una ilusa al creer que aquella suave caminata había sido lo peor.

Sentí la mano de alguien agarrar mi antebrazo con fuerza y, sin darme tiempo a protestar, me vi siendo arrastrada por el gran vestíbulo hacia una de las zonas más alejadas de la entrada, junto a una gruesa columna prácticamente al fondo de la sala, alejada de la multitud y sujetada por aquella fuerte y firme mano.

—¡Suéltame, Narcisse! —le ordené, tropezándome varias veces con la moqueta que cubría el suelo por culpa de mis altos zapatos, tan incómodos como bonitos y la verdad es que eran preciosos.

—Cállate hasta que me cuentes qué estabas haciendo con Louis Auguste —gruñó, dando un último tirón para colocarme frente a él, apoyándome en la gruesa columna para evitar que huyera de su lado, lo único que me apetecía en aquel instante.

—Ni se te ocurra pedirme explicaciones a mí después de lo que hiciste el otro día —le reprimí, colocando una mano en su pecho para marcar la distancia que cada vez parecía más corta.

Él negó con la cabeza, clavando aquellos intensos ojos castaños en mí, mostrando la ira que corroía su interior, la cual ya había demostrado que le controlaba más de lo que él podía con ella.

—Como mi padre se entere de lo que estáis haciendo Auguste y tú, no te creas que va a ser él el único afectado —gruñó, sacando sus propias conclusiones de lo que supuestamente estaba ocurriendo.

—No tienes ni idea de lo que estoy haciendo, Narcisse, así que no te atrevas a atacarme ni a mí ni a Guste o...

—¿O qué? —me interrumpió—. ¿Te despedirás tú misma de la empresa? Porque está claro que si lo hago yo, seré un monstruo celoso sin respeto por sus empleados y, ahora mismo, es lo único que le falta a mi padre para pegarme una patada en el culo.

Hice una mueca, viendo cómo la ira en sus ojos se convertía en algo mucho más profundo, casi como... Como dolor.

—Yo no quiero irme, Narcisse. Quise entrar para ser una Selecta y es lo único por lo que quiero que se me recuerde ahora mismo.

—Pues no lo parece —gruñó de nuevo—. Saliendo del brazo de Guste Dumont de su limusina, la cual estaba aparcada frente a tu casa ayer por la noche y con la que huiste del desfile.

—¡Déjame hablar, por el amor de Dios! —dije, alzando la voz y bajando la mano que le sujetaba.

—¿Para que me mientas? Primero fue Bastien y como él te guardaba secretitos, fuiste a por el hermano. ¿Qué te pasa?

—¿Qué te pasa a ti? —grité, frunciendo el ceño, afectada por sus palabras—. El único que sé que ahora mismo está mintiendo eres tú. Me lo ha dicho Jon, me lo ha advertido Guste y yo estoy segura de que lo haces. No sé en qué, pero me estoy hartando de ti. No me exijas que te cuente absolutamente nada sobre Guste si tú ni siquiera has sido capaz de contarme toda la verdad sobre Raquelle, algo que sí que hizo Bastien cuando tú tenías demasiado miedo de dejar de ser el chico perfecto.

Golpe bajo. Casi le vi retorcerse de dolor al escuchar mis palabras, pero se conformó con tragar saliva con dureza, observándome confundido y evidentemente aturdido, respirando agitadamente y mordiendo su labio inferior con ímpetu, como si quisiera herirlos para evitar hablar.

Tomé su silencio como un agravante para continuar con mi conversación, así que no tardé demasiado en volver a abrir la boca.

—Toda mi vida he estado rodeada de gente que me ha menospreciado y me ha tratado como un problema, no alguien a quien querer o en quien confiar. Me he criado en un entorno en el que el amor no era una palabra relacionada con el cariño sino como algo mucho menos profundo, lo que sentía hacia la moda y tu maldita empresa, lo que me hizo apartarme de la toxicidad de mi vida al ver una oportunidad. Creía que había dejado atrás la vida de repulsión que me había identificado, pero veo que no, que me estoy metiendo en algo mucho peor, tan tóxico como el odio de mi madre y tan doloroso como el rechazo que siempre he sentido. Y yo no me merezco que me hables de esa forma, ni que me trates como si fuera tu complemento en las fotografías de Graham y mucho menos que digas que me quieres cuando sabes que eso no es real y es solo una forma de tenerme controlada.

Sentí mis ojos llenarse de lágrimas cuando terminé de hablar, pero no me permití llorar, al menos, frente a él.

Narcisse tenía los ojos como platos, evidentemente sorprendido por mi extraña confesión, dejando atrás aquel duro gesto de ira contenida para mostrar algo de compasión en su neutra expresión.

Su labio inferior sangraba ligeramente por la presión de sus dientes, pero no parecía molesto por ello, pues estaba demasiado ocupado escuchándome como para preocuparse por sus auto lesiones.

Respiré hondo, dispuesta a apartarlo de mí e ir hacia Guste, a quien había dejado atrás hacía varios minutos, pero él no me lo permitió.

—Yo soy Narciso Laboureche.

Su voz, más firme que nunca, mostró la seguridad que sentía en sus palabras, a la vez que sus ojos, anhelando la atención de los míos, buscaban desesperadamente ese contacto que yo no estaba dispuesta a darle.

—Déjame en paz —suspiré, dándome por vencida en mis intentos por creer que podía confiarle lo que más quemaba en mi interior a una persona la cual, probablemente, carecía de sentimientos y no solo hacia mí.

Decidida, di un paso hacia la izquierda, pero él volvió a colocarse frente a mí, acortando la distancia un poco más.

—Soy Narciso —repitió, como si no le hubiera oído ya.

Clavé mi mirada en la suya, molesta. Empezaban a cansarme sus burlas y, en aquel instante, no estaba demasiado dispuesta a darle el placer de mi interés.

—Eso ya lo sé. Quítate de en medio —dije, viendo sus pupilas dilatadas temblar.

Quise apartarle de nuevo, pero consiguió agarrarme de los hombros para evitar que lo hiciera, pegándome contra la columna para asegurarse de que no podía huir.

No había burla en su expresión. Tenía los labios fruncidos y la mandíbula tensa y unas cuantas arrugas se habían formado entre sus cejas por la presión.

A pesar de que me sujetaba con firmeza, su mirada me sugería todo lo contrario. Parecía vulnerable, como aquella vez en la que me contó lo ocurrido con Raquelle, aunque la diferencia era que ese día había bebido mucho más de la cuenta y ahora tan solo estaba allí, el día del desfile de Louis XIX, totalmente sobrio y sin pretender, por primera vez, controlar sus palabras.

—Narcisse es mi hermano.

Dejé de apretar mis dientes, los cuales empezaban a doler por la presión, para entreabrir los labios por la sorpresa ante su confesión.

—¿Tu qué?

—Mi hermano —repitió—. El heredero, el verdadero dueño de la empresa.

Sus manos quemaban en mi piel, como si no debieran estar allí, aunque yo no estaba dispuesta a apartarlo, porque estaba demasiado conmocionada para intentar apartarlo.

—¿Cómo...?

—Mi padre quería que yo tomara el mando de la empresa para demostrarle a nuestra familia que no iba a ser capaz de hacer algo bien con mi estúpida vida y, como jamás habíamos salido en la prensa, nadie sospechó que yo, Narciso, y Narcisse éramos personas distintas.

Sentía mi corazón latir fuertemente en mi pecho, tanto, que me había olvidado de lo que estaba ocurriendo a mi alrededor.

¿Cómo era posible que tuviera un hermano? ¿Qué me había perdido?

—Y sí que te quiero, Agathe. Nunca dudes de mis sentimientos como lo haces de mis palabras —murmuró, mirándome con una profunda tristeza que estaba segura de no poder consolar.

No me dio tiempo a reaccionar, pues él ya me había rodeado con sus brazos y había apoyado su cabeza sobre la mía, impidiéndome así apartarme de él.

—Pero, no... No entiendo nada.

—Yo te prometo que te lo contaré todo, absolutamente todo, pero, por favor, confía en mí —suplicó, apretándome contra su pecho con fuerza, prácticamente sin dejarme respirar.

Mis brazos estaban a ambos lados de mi cuerpo y yo era realmente incapaz de actuar en aquel instante, porque no podía dejar de pensar que quien me estaba abrazando ya no era Narcisse Laboureche. Nunca lo había sido.

Y, entonces, oí una voz frente a mí, intentando rescatarme de aquellos brazos que me sujetaban, aunque era evidentemente algo que él necesitaba.

—Suéltala, Narciso —dijo él, pronunciando aquel nombre el cual ahora, tras tanto tiempo de escucharlo se entre sus labios, acababa de cobrar sentido.

* * *

Annyeonghaseyo!

¿Que mañana tengo una presentación online para la cual solo he hecho el Power Point? Sí. ¿Que he rechazado SALIR A LA CALLE para poder escribir este capítulo después de 10 horas seguidas de clase? También. ¿Que soy el mejor ser de purpurina del universo? Obvio.

Ay, Jesús, con la bomba que acaba de soltar el Naaaaaaar, que acaba en -ciso y no en -cisse como todos sospechábamos en un principio... Y en un final xd

¿Qué creéis que pasará ahora que se sabe la verdad? O una de ellas, al menos, aunque... Hum.

¿Apuestas a quién es su hermano? ¿Alguien nuevo, a quien he mantenido oculto durante toda la novela hasta el desenlace? ¿Alguien que ha pasado algo desapercibido?

Uf, y luego está el misterioso final que he dejado, madre mía, reina y señora del suspense me llaman.

Si es que soy tonta, un día voy a dejar de ser sarcástica por si me toman en serio y me atacan por borde JAJAJA

Ale, todos a dormir, que yo me voy a ver Netflix por primera vez en todo el p**o día y no puedo con la intrigaaaaaaaa (la que os dejo yo con QJN, tbh).

Annyeong!

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