Querido jefe Narciso

By SuperbScorpio

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*Historia ganadora de los WOWAwards 2017* -¿Has infringido alguna norma desde que trabajas aquí? - preguntó é... More

Prólogo
Capítulo uno
Capítulo dos
Capítulo tres
Capítulo cuatro
Capítulo cinco
Capítulo seis
Capítulo siete
Capítulo ocho
Capítulo nueve
Capítulo diez
Capítulo once
Capítulo doce
Capítulo trece
Capítulo catorce
Capítulo quince
Capítulo dieciséis
Capítulo diecisiete
Capítulo dieciocho
Capítulo diecinueve
Capítulo veinte
Capítulo veintiuno
Capítulo veintidós
Capítulo veintitrés
Capítulo veinticuatro
Capítulo veinticinco
Capítulo veintiséis
Capítulo veintisiete
Capítulo veintiocho
Capítulo veintinueve
Capítulo treinta
Capítulo treinta y uno
Capítulo treinta y dos
Capítulo treinta y tres
Capítulo treinta y cuatro
Capítulo treinta y cinco
Capítulo treinta y seis
Capítulo treinta y siete
Capítulo treinta y ocho
Capítulo treinta y nueve
Capítulo cuarenta
Capítulo cuarenta y uno
Capítulo cuarenta y dos
Capítulo cuarenta y tres
Capítulo cuarenta y cuatro
Capítulo cuarenta y cinco
Capítulo cuarenta y seis
Capítulo cuarenta y siete
Capítulo cuarenta y ocho
Capítulo cuarenta y nueve
Capítulo cincuenta
Capítulo cincuenta y uno
Capítulo cincuenta y dos
Capítulo cincuenta y tres
Capítulo cincuenta y cuatro
Capítulo cincuenta y cinco
Capítulo cincuenta y seis
Capítulo cincuenta y siete
Capítulo cincuenta y ocho
Capítulo cincuenta y nueve
Capítulo sesenta
Capítulo sesenta y uno
Capítulo sesenta y dos
Capítulo sesenta y tres
Capítulo sesenta y cuatro
Capítulo sesenta y cinco
Capítulo sesenta y seis
Capítulo sesenta y siete
Capítulo sesenta y ocho
Capítulo sesenta y nueve
Capítulo setenta
Capítulo setenta y uno
Capítulo setenta y dos
Capítulo setenta y tres
Capítulo setenta y cuatro
Capítulo setenta y cinco
Capítulo setenta y seis
Capítulo setenta y siete
Capítulo setenta y ocho
Capítulo ochenta
Capítulo ochenta y uno
Capítulo ochenta y dos
Capítulo ochenta y tres
Capítulo ochenta y cuatro
Capítulo ochenta y cinco
Capítulo ochenta y seis
Capítulo ochenta y siete
Capítulo ochenta y ocho
Capítulo ochenta y nueve
Capítulo noventa
Capítulo noventa y uno
Capítulo noventa y dos
Capítulo noventa y tres
Capítulo noventa y cuatro
Capítulo noventa y cinco
Capítulo noventa y seis
Capítulo noventa y siete
Epílogo
Tu Querida Agathe y QJN+18

Capítulo setenta y nueve

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By SuperbScorpio

Me habría encantado poder decir que aquel era el mejor día de mi vida, mi debut oficial como Selecta de Laboureche, pero yo no lo sentía como tal.

A pesar de que mi espectacular diseño hubiera recibido ovaciones por parte de todos y cada uno de mis compañeros el día de la presentación oficial, yo estaba aterrada, y no tan solo por el hecho de que mi vestido de mariposas fuera el que iba a cerrar el desfile, sino porque llevaba una horrible semana llena de inseguridades que se había deducido en una horrible ansiedad que prácticamente no me permitía respirar.

Sin embargo, intentaba aparentar todo lo bien que mi cuerpo me permitía.

Estaba frente a Kira Javert, la hija de Philippa, ordenando los pliegues de su falda mientras el maquillador le echaba spray fijador en el rostro y la abanicaba con nerviosismo con sus grandes manos, mientras ella miraba al frente, digna, como una verdadera reina.

La modelo era realmente hermosa. Tenía la piel suave y del color de las avellanas tostadas y el cabello espectacularmente liso, colocado estratégicamente para que no pudiera opacar ninguna de las mariposas de cristal que decoraban el corpiño azul marino, adherido a su cuerpo sin curvas como una segunda piel.

Quedaban exactamente diez minutos para que el desfile comenzara y yo ya me sentía morir, tan solo por el hecho de pensar que iba a ser yo la que saliera tras Kira, como la diseñadora del año de Laboureche, aunque Jonhyuck fuera el que hubiera salido elegido a partir de la prueba. Él tampoco se había quejado.

—Odio esta maldita falda —gruñó Jean-Jacques Humbert, arrodillado frente a una modelo cinco centímetros más alta que la que le habían asignado a un principio, provocando que su bella falda de flores violetas estuviera por encima de las rodillas cuando debería de haberlo estado por debajo.

La modelo, nerviosa por las insistentes ganas de cortarle las piernas al Selecto, empezó a morderse los labios, provocando que otra maquilladora corriera hacia ella con su labial púrpura entre las manos.

La tensión era palpable en todo el backstage. Hacía poco más de dos horas que habíamos llegado allí y las modelos no habían podido vestirse hasta hacía una y yo estaba segura de que a Kira debían de pesarle las mariposas de cristal, pues, cuando yo se lo permitía, sujetaba el corpiño por la parte del pecho con fuerza para respirar con profundidad.

—Por favor, Gérard, dime que no parece la maldita bruja de Hansel y Gretel —dramatizó Jean-Paul, señalando a la modelo que vestía su exuberante vestido anaranjado, acompañado de un enorme peinado lleno de rizos desordenados que le añadían unos diez años a la pobre modelo, quien fingía que no oía al diseñador.

Su hermano se colocó junto a ella y, tras observarla un buen rato, asintió con la cabeza.

—Si en lugar de flores le hubieras puesto caramelos en la falda, llamaría a la policía para que la arrestaran.

Claudine les gritó a ambos algo que no comprendí pero, por cómo ambos bajaban la cabeza y volvían a sus quehaceres, supe que no había sido algo bueno.

Me apreté el puente de la nariz, observando con atención mi vestido, intentando que mi jefa me viera concentrada en mi trabajo y no en lo que hacían los demás, porque lo único que me faltaba en aquel momento era que me gritaran a mí también.

Sin embargo, pronto oí un quejido a mi lado y tardé muy poco en darme la vuelta hacia Jon, quien, detrás del voluptuoso vestido cubierto por flamantes margaritas amarillas, parecía estar sufriendo incluso más que Claudine.

—Agathe... —le oí decir, con la voz apagada, mientras su modelo, de espaldas a él, tecleaba algo en su iPhone mientras el maquillador de Kira le rociaba el rostro con su inseparable spray, sin prestarle atención al Selecto.

Michele, unos metros más allá, también pareció oír la llamada de Jon, pues, ignorando su espectacular vestido rosado, a juego con el color de su pelo, intentó averiguar qué le estaba ocurriendo al coreano, por supuesto, sin mediar palabra.

—¿Qué pasa? —pregunté, fingiendo que colocaba una de las mariposas sobre el cuerpo de Kira cuando Claudine se paseó entre nosotros.

Él no dijo nada, tal vez porque la jefa de taller estaba demasiado cerca, aunque pronto me di cuenta de que no era así.

Levantó una mano por encima de la modelo, sosteniendo las afiladas tijeras que llevaba clavadas en la palma de su mano, bañada en sangre, ensuciando los puños de su camisa y, probablemente, el vestido que tenía enfrente.

No me hizo falta que comentara nada sobre ello, pues yo ya había llegado hasta dónde estaba él, con el rostro pálido y los labios totalmente descoloridos, al borde del desmayo.

Me di cuenta de que debía de hacer un rato desde que se había clavado las tijeras, pues ya había un pequeño charco de sangre que nadie había parecido advertir junto a sus zapatos y él ya no parecía dolorido, sino más bien dormido.

—No digas nada, solo termina de colocar las flores. Por favor —suplicó, sosteniendo las tijeras con su mano libre para que no se movieran de donde estaban.

—Pero ¿qué te has hecho? —pregunté horrorizada, observando la ingente cantidad de sangre que él se había ocupado de que ni siquiera rozara su hermoso diseño, mientras sus mirada se perdía en algún punto de la habitación y tambaleaba.

—Me he agachado con rapidez para coger una de las flores y... Bueno, me he tropezado con algo hasta caer sobre las tijeras que había apoyadas junto al ramo de margaritas —balbuceó, evidentemente mareado, intentando apoyarse a la pared de detrás.

Le vi intentar sacarse las tijeras, pero actué con rapidez y le agarré de la mano antes de que pudiera hacer nada.

—Ni se te ocurra, te vas a desangrar—le  advertí, intentando que su mirada oscura conectara con la mía en un intento desesperado porque se manteniera cuerdo en aquel instante—. Ve a que te curen eso antes de que te pase algo peor.

Él asintió con la cabeza, intentando sonreír, aunque no lo consiguió.

—Termina mi vestido —ordenó, autoritario, señalándolo con la barbilla.

Yo no dudé en agacharme tras su modelo y empecé a colocar las pocas flores que quedaban en los huecos vacíos de su falda, mientras oía los pesados pasos de Jon intentar alejarse de allí sin ser advertido por Claudine.

Sin embargo, se detuvo y yo creí que alguien debía de haberle visto, así que dirigí mi mirada hacia él, quien, justo en medio del pasillo, erguido en su fabuloso traje amarillo, a juego con su diseño, giró la cabeza hacia mí, aunque no creo que su intención fuera aquella.

Fruncí el ceño, sin comprender por qué estaba allí parado sin hacer nada, cuando, de pronto, cayó al suelo de espaldas, totalmente inconsciente.

Pegué un grito cuando su cabeza impactó contra el suelo y dejé a parte todo lo que estaba haciendo para abalanzarme sobre él cuando nuestros compañeros tan solo se habían girado hacia nosotros, sin comprender qué hacía Jung Jonhyuck tirado en el suelo.

Los labios de Jon estaban completamente blancos, confundiéndose con su igual pálida piel, la cual había adquirido un color casi verdoso por el estado en el que el Selecto se encontraba.

—¡Dios mío! —gritó Claudine al ver a Jon tirado en el suelo, andando rápidamente hacia donde nos encontrábamos para observarle de cerca—. Hay que avisar a Narciso, ahora —ordenó, mirando a uno de los hermanos Renoir, señalándolo con el dedo tembloroso.

Jean-Paul asintió con la cabeza, sacando su teléfono móvil.

—¿A Narcisse? ¡A emergencias hay que llamar! ¡Se está desangrando! —grité, colocando la mano en el cuello de Jon, buscándole el pulso.

Claudine asintió con la cabeza, dándome la razón, dándole la orden a Jean-Jacques, quien salió corriendo del backstage sin preocuparse más de la falda corta de su modelo.

La cortina negra que nos separaba de la zona de descanso se abrió con violencia poco después y, como si hubiera oído su nombre, mi jefe apareció con el móvil entre las manos, evidentemente mosqueado, sin advertir lo que estaba ocurriendo allí.

—¡Quedan tres minutos para que el desfile empiece! ¿Qué hacéis todos parados, sin preparar a las modelos? ¡No voy a permitir que arruinéis mi primer desfile como director! —gritó, fuera de sí, más nervioso que ninguno de nosotros.

Nadie respondió a sus gruñidos, pues un hombre vestido de blanco apareció por la parte trasera de la sala, corriendo hacia Jon con una velocidad impresionante, seguido de Jean-Jacques y dos hombres sosteniendo una camilla.

Me aparté del Selecto inmediatamente, levantándome y dando un paso atrás, quedando justo al lado de Narcisse, quien me estaba ignorando tanto como yo a él.

Le empujé sin querer, aunque no pareció molestarle, pues ya había advertido a Jon tirado en el suelo, rodeado de su propia sangre, la que salía de la herida de su mano, en la cual ya no estaban las tijeras, que debían de haber caído cuando se había desmayado.

—Oh, no, no, no —dijo, con verdadero horror—. Él no, hoy no, por favor.

Se llevó una mano a la frente, observando con terror al coreano inconsciente, sin saber cómo actuar al respecto.

—Déjenme pasar, no se acerquen al herido —advirtió el médico, arrodillándose junto a Jon y mirándole el pulso antes de hacerle una seña a los hombres que llevaban la camilla para que lo recogieran.

—Me cago en mi maldita vida —susurró Narcisse, negando con la cabeza.

Claudine observaba a Jon con el mismo gesto horrorizado de su sobrino nieto y la vi temblar por primera vez, asustada por el estado de Jon.

La sangre seguía manchando el suelo cuando levantaron al Selecto y tan solo lo pude ver alejarse, con sus ojos rasgados cerrados y sus labios pálidos y entreabiertos, como si de un muerto se tratara. Pero él no lo estaba.

Narcisse pegó un grito incomprensible a la vez que pegaba una patada a lo primero que veía, que fueron las tijeras que habían apuñalado la mano de Jon, las cuales acabaron por debajo del vestido que él había diseñado, recordándole algo a mi jefe que le hizo mirar el reloj.

—¡Mierda, todas en fila! —chilló, desquiciado.

Claudine, al darse cuenta de que el drama de Jonhyuck había dejado de importarle por segundos a Narcisse, se llevó una mano a la frente y juro que creí que iba a desmayarse ella también, pero, por suerte, no lo hizo.

—El desfile, el desfile, el desfile... —repitió, mirando a su alrededor, desubicada—. ¡Todas a sus puestos, hay que empezar de una maldita vez!

Ni siquiera Kira Javert, que era la última en salir, tardó en colocarse en la fila que formaron sus compañeras, quienes empezaron a salir cuando una nueva versión de la Primavera de Vivaldi empezó a sonar por los altavoces de la pasarela, alterándonos a todos un poco más.

Narcisse gruñó de nuevo, sin dignarse a mirarme, y fue hasta una pared para apoyarse en ella a tomar aire, como si le hubiera fastidiado lo que acabara de ocurrir tanto como para sacar a la luz su peor versión.

Recordé de pronto las dos flores que le faltaban al vestido de Jon y corrí a por ellas, sin importar que quedaran tan solo dos modelos para que el diseño recorriera la pasarela y, como pude, las alcancé, con el corazón a mil, sin atender a los gritos de Claudine exigiéndome que me alejara.

Mis manos hábiles consiguieron pegar las últimas flores justo cuando la chica subía los escalones hacia la pasarela y yo me aparté, al borde del colapso, aunque creo que la que me arrastró fue Claudine, zarandeándome poco después.

—¡¿Qué hacías, inconsciente?! —gritó, aunque ella sabía la respuesta.

Todos estaban atacados, incluso más que yo, y aquel backstage empezaba a parecer la peor película de terror, con sangre incluida, en el día que debía de haber sido el más bonito de toda la temporada.

Los diseños que se intercalaban entre los de los Selectos salían desde el otro lado del backstage, donde no sabían el horror que estábamos pasando allí y yo estaba a punto de morir de angustia, con los gritos de Claudine, los murmullos de los demás Selectos y la forma en la que Narcisse parecía culparse de lo que le acababa de pasar a Jon dándose cabezazos contra la pared como si aquello fuera el muro de las lamentaciones.

Me dirigí a él, eliminando de mi mente los malos recuerdos que me habían atormentado los últimos días respecto al falso de Graham Gallagher  en el que Narcisse me besaba mientras me ofrecía aquellas rosas negras que yo había rechazado y a todo lo que me habían contado los Dumont sobre el supuesto accidente de Raquelle.

Le agarré del hombro y le obligué a darse la vuelta, impidiendo así que siguiera tomándola con la pared.

—¿Qué te pasa, Narcisse? —pregunté, aunque era evidente.

Él se tomó mi acercamiento como una señal, pues aprovechó aquel momento para abalanzarse sobre mí y, como aquella noche borracho en mi apartamento, me abrazó con todas sus fuerzas, impidiéndose llorar.

—Mi vida es horrible y todo es mi maldita culpa —dijo con rabia, aunque apretándome contra él con fuerza.

—No, Narcisse. Lo que le ha pasado a Jon es...

—No es lo que le ha pasado a Jonhyuck, Agathe —me interrumpió, entre dientes—. Que tú te hayas alejado, que Bastien te haya utilizado para vengarte de mí, que el desfile vaya a ser recordado como el peor de toda la historia de Laboureche y que yo sea el odioso dueño y responsable de la empresa me está volviendo loco. Y él... Si no le hubiera dejado diseñar con los Selectos, esto no habría ocurrido. Si mi padre no me hubiera hecho tomar el relevo de la empresa en su nombre, nada habría ocurrido y yo... Toda mi vida es una mierda.

Me apartó poco después, tomándome por los hombros para poder mirarme a la cara. No parecía triste, aunque la rabia y el horror que antes habían dominado su gesto parecían haberse suavizado ligeramente.

—Lo siento —susurré, aunque no sabía por qué.

—Soy yo el que te ha fallado. Una y otra vez, pero ahora no es el momento de hablar de ello. Por eso te he estado evitando —explicó, soltándome, mirando hacia otro lado, hacia donde se encontraban las modelos.

—Tampoco es el momento de actuar como lo estás haciendo —expuse.

Él se encogió de hombros, formando una triste sonrisa.

—¿Y qué más da? Ya he demostrado que no sirvo para esto. Mi padre tenía razón, siempre la ha tenido.

—Escúchame, no eres tú el que está hablando ahora. Estás estresado y confuso, como todos los demás, pero no digas tonterías —le advertí, porque parecía capaz de echarse a llorar en aquel instante.

Le agarré de la barbilla y le obligué a observarme, aunque él tan solo frunció el ceño al sentir mi mano sujetándole.

—Déjame, Agathe. Ahora sí que nada tiene ver contigo —pronunció con frialdad, apartándose de mí, aunque sin poder irse mucho más lejos.

Me peiné con los dedos, nerviosa, sin saber qué más podía hacer para distraerme de la sangre del suelo y del hecho de que, al salir Kira a la pasarela, debía de ser yo la que acudiera en nombre de todos los Selectos a saludar.

Yo iba a protagonizar el cierre del desfile tras mi vestido.

—¡Agathe! —gritó Claudine, buscándome con la mirada, tras varios segundos de absoluto silencio en aquel lugar.

Por lo visto, ese momento había llegado.

Vi mi precioso diseño de mariposas de cristal y falda revestida de tul azul marino ondear en el aire cuando Kira, con su imponente caminar y su innata elegancia, pisó la pasarela.

—¡Agathe Tailler, maldita sea, ven de una vez aquí! —exigió Claudine, cuando yo todavía estaba analizándolo.

¿En qué momento habían desfilado los veintisiete vestidos? ¿Por qué nadie me había avisado?

Pero mi jefa seguía gritándome para que subiera a la pasarela y, casi sin darme cuenta, ya estaba subiendo los tres escalones, agarrando la falda de mi vestido largo para no tropezarme con él, oyendo la música de fondo y viendo a Kira regodearse al fondo de la pasarela, disfrutando de dar vueltas sobre sí misma para mostrar el efecto óptico de las mariposas de cristal aletear con el cambio de luces, siendo el principal foco de atención de todas las miradas, aunque pronto lo fui yo.

Ella dejó de girar y tan solo se dio la vuelta con elegancia, sosteniéndose en pie con dignidad pese a estar subida a unos tacones de casi veinte centímetros, contoneándose con el gesto serio y disfrutando de su momento mientras yo tan solo quería morirme.

Los focos me apuntaron a mí, deslumbrándome, sin permitirme observar a la gente a mi alrededor, aunque pude advertir muchas luces encenderse y apagarse con rapidez y no me hizo falta saber que aquellos eran los flashes de las cámaras que tanto me aterraban, pero pronto dejé de prestarles atención.

Lo único que podía oír de pronto era el latido de mi corazón y, aunque algo distorsionada, la aguda voz de Claudine gritándome que yo también debía desfilar, porque me había quedado allí, paralizada, sin decir absolutamente nada.

Era el centro de atención de todos los que se encontraban allí y probablemente de toda Francia y yo solo podía pensar en lo muy horrible que era aquello. Todos me miraban, todos esperaban algo de mí y yo nunca había sabido actuar bajo presión.

La luz blanca que me apuntaba pareció empezar a moverse, aunque estaba segura de que era mi mirada la que lo hacía, hasta el punto de sentir que iba a vomitar.

Mi cabeza empezó a doler inhumanamente y, mareada y consumida por el pánico que aquello estaba produciéndome, me desvanecí, cediendo al temblor de mis rodillas y al enorme peso que sentí encima, como si ya no pudiera sostenerme en pie ni un segundo más.

—Te tengo —susurró una voz, mientras sentía unos brazos envolverme, evitando que, como lo había hecho Jon, cayera inconsciente al suelo.

* * *

Annyeonghaseyo!

#LaVergüenzaAjena que me da esta tipa a veces. Sí, yo tengo la culpa, pero me da igual, me da vergüenza igual JAJAJA

En verdad también tendría que darme vergüenza propia porque este capítulo lo inspiré en mi gran actuación en el examen oral de una asignatura en la universidad frente a mi crush, pero no os interesa, así que no la voy a contar.

...

Mentira, sí lo voy a hacer. Estaba yo preparadísima para el examen (me había leído 4 páginas de 57 del libro de derecho), pero yo soy muy espabilada y se me da bien inventarme cosas, así que iba confiada. Como soy de las últimas de la lista, me tocaba hacer el examen con un grupo de 5 compañeros entre los cuales se encontraba el chico que me hacía tilín y una de mis amigas, la que me recitaba todos los temas mientras yo "estudiaba" lo que ella me contaba. No tiene nada que ver con la historia, pero esperad. El caso, que me tocó hacer el examen, entramos los cinco en clase y nos sentamos por orden de lista y mi amiga, como estaba al lado de mi crush, se puso a hablar con él y yo estaba en plan hola quiero que seamos amigos yo también háblame por favor, pero el profe ya había empezado a preguntar a la que estaba a mi lado y yo, por muy difícil que parezca porque me encanta hablar en público, empecé a tener un ataque de pánico porque había estado más pendiente de lo que hablaban aquellos dos que lo que había dicho el profe y me estaba a punto de pegar un ataque de ansiedad, cuando de repente dijo "and Maria, what can you add to what Arancha said?" Y yo me quedé en blanco completamente porque no había escuchado absolutamente nada y empecé a temblar como una tonta del culo y, mirando al profe, por primera vez, me quedé callada. Callada y tonta delante del crush. Pero luego me recuperé, hice el examen, saqué un 8 y me fui a vomitar. Todo genial.

Y así es como Agathe ha acabado desmayándose en brazos de un desconocido, tal vez de Claudine, de su madre o de Jesucristo, quién sabe.

Pray for Jon, por cierto, que ese sí que necesita a Jesucristo ahora mismo JAJAJAJA

Annyeong!

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