Todos en la mesa clavaron sus ojos en el, sin poder creer lo que estaban viendo. Nathan Clarke sentado en nuestra mesa.
Mis ojos no podían creer lo que estaban viendo. Sentía que mi corazón latía tan fuerte que, no solo todos en la mesa, sino todos en la cafetería poner oírlos.
¡Todos en Hills Town podían oírlos!
Respira Alison y deja de exagerar, solo es Nathan frente a ti, idiota.
Me abofeteé mentalmente por el infantil y estúpido pensamiento que había tenido hacia unos segundos. No era Nathan lo que me ponía nerviosa... bueno, en parte si, pero en realidad me preocupaba más lo que mis amigos pudiesen decir de el. No quería que mis amigos lo espantaran, diciendo como hace unos minutos, que éramos novios. No, no resistiría la vergüenza. Probablemente Nathan creería que yo había dicho eso, porque quizá solo se me ocurrió suponerlo y lo divulgué por ahí. No, señor.
Por favor amigos, no digan nada estúpido.
—Hola, soy Nathan Clake. Siento aparecer así como así, pero hacia tiempo quería conocer a los amigos de mi novia.
¿Qué?
Las cinco cabezas voltearon a verme. Todos expresaban lo mismo. "¿Novia?"
Me golpeé la frente con la palma, arrepentida de creer que en realidad ellos dirían algo estupido, cuando Nathan había soltado la bomba aquí.
Mis repetidos intentos de convencer a mis amigos de que no era mi novio habían sido en vano. Solo con una palabra. No sabía si Nathan se estaba divirtiendo un rato de mi nerviosismo, o si en realidad quería dejar en claro que era su novia. Aunque no recordaba haber aceptado. No me opondría a eso, para nada. Pero ahora estaba quedando como si le hubiese negado todo a mis amigos.
—Es un gusto, hombre —Bastian le extendió la mano sobre la mesa, y el la tomó sonriente. Noté que mi mejor amigo intentaba sonar relajado, pero sabía que le emocionaba de alguna manera que esto estuviese sucediendo.
—Entonces, Nathan... —Oh no. Esto no terminaría bien—. ¿Que intenciones tienes con mi mejor amiga Alison? —Coni remarcó las palabras "mejor amiga" mientras se arrojaba sobre Dante para poder asesinar con sus ojos al entrometido en la mesa, aunque el no parecía sentirse fuera de lugar, ni parecía sentirse nervioso ante los ojos de ella.
—Tu eres Coni —dijo él sonriéndole. Ella abrió los ojos, cambiando por completo su expresión y sabia que iba a preguntarle como lo sabía pero el se encogió de hombros. —Ali habla mucho de ti —ella me miró sin poder creerlo y una sonrisa nostálgica apareció en su rostro mirándome.
—Oh Dios, voy a llorar —se abanicó la cara, como si intentará que sus lagrimas de mentira no salieran de sus ojos. Revoleé los ojos, no entendía porque estaba haciendo tanto drama. Nathan no era un famoso por aquí, solo era casi mi novio.
¿Casi mi novio? ¿Existe ese término?
—Ella es Aisha y Felipe —Ambos movieron la mano tímidamente hacia el —, y el es mi novio, Dante —sonrió orgullosa de el, probablemente olvidando el estúpido asunto de la fiesta. Nathan estrechó su mano, ya que estaban uno al lado del otro.
—De hecho, solo venía a saludarlos y a presentarme formalmente —eso fue muy cortes de su parte, siendo que el sabia que mis amigos sabían su nombre, pero no porque el se haya presentado—. Fue un gusto conocerlos —sonrió a todos.
—Entonces, supongo que te veremos pronto —Bastian me pateó debajo de la mesa mientras hablaba, probablemente intentando que dijera algo, pero solo ahogué un grito, haciendo que todos me miraran extraño, menos Nathan que aún me sonreía. El sabía que estaba extremadamente nerviosa y le encantaba generar eso en mi, le encantaba tener control sobre las emociones de mi cuerpo y los pensamientos de mi mente.
—Claro que si. Me verán en la fiesta del sábado —mi ceño se frunció un poco.
¿Acaso el iba a ir a la fiesta? ¿Como se había enterado tan rápido? ¿Alguna chica lo habría invitado?
—Iremos juntos, ¿verdad Ali? —su pregunta fue como un balde de agua fría, todos voltearon sus cabezas hacia mi una vez más y me atraganté con mis propias palabras.
¿Era su manera de invitarme a la fiesta?
Porque si lo era estaba levemente ofendida.
No es que esperara que entrara en la cafetería montando en un caballo blanco disfrazado de Romeo y recitara algún diálogo de la famosa novela de Shakespeare.
Pero algo más romántico me habría conmovido y hasta quizá me habrían dado ganas de ir.
Luego, me di cuenta de que el supuso que yo diría que si porque éramos casi una pareja. Y como yo le había dicho a Coni, era casi obvio que íbamos a ir juntos, el no tenía que hacer toda esa estupidez de invitarme formalmente.
Además era solo una fiesta, no el baile de graduación.
Dios, la graduación. Falta tanto para ese día.
Y faltará aún más si sigo divagando mi mente en clases como lo hago ahora.
Se levantó de su silla y rodeó la mesa para llegar hasta donde yo estaba. Se inclinó sobre mi sin dejar de verme a los ojos. Apoyó su mano en la mesa y no pude evitar que mis ojos se desviaran a su brazo que tenía sus venas muy marcadas.
Por favor, Dios, dime que no estoy babeando.
—Olvidaste esto en mi habitación —me entregó el abrigo y entonces me di cuenta de que en realidad, era mi abrigo. Lo tomé con las manos temblorosas y aún con la boca abierta. No recordaba haberlo dejado en su casa, en su habitación precisamente, pero si recuerdo que la última vez que lo tenía puesto, fue en su casa.
Coni soltó una pequeña risita y pude ver a Felipe tapándose la boca mientras intentaba no reír.
Nathan acababa de confirmar que yo había dejado mi ropa en su habitación.
—¿No trajiste su ropa interior? —Dante se rio y sentí mis mejillas volverse más rojas de lo que ya estaban. Lo fulminé con la mirada y vi como se tomaba el estómago de la risa.
—Mm, no. Lo siento —dijo Nathan con un poco de pena en su voz y Dante cesó su risa para escucharlo—. Aún esta secándose.
Oh no, el no dijo eso.
A mi mente le tomó dos segundos comprender que había un doble sentido en su comentario.
No solo quiso referirse a que había dejado mi ropa interior en su casa y que el la había lavado ya que aún estaba secándose.
Sino que también quiso referirse a que mi ropa había quedado demasiado mojada como para que yo me la llevara, debido a algo claramente sexual.
Estupido y sensual Nathan.
Ahora Bastian se unió a la risa de Dante y Aish intentaba no reírse con ellos. Felipe me miraba con los ojos abiertos y Coni tenía sus boca abierta aún mirándolo.
—Nos vemos en la tarde.
Y una vez más, Nathan me besaba frente a toda la escuela. Pero no en un pasillo donde había quizá cien alumnos, no. En la cafetería, donde estaban literalmente todos los alumnos que podían haber venido hoy.
Sus manos me atrajeron por sorpresa hacia su cara y no me quejé para nada cuando sentí su lengua pidiendo permiso para entrar. Le di paso pero solo se movió un poco aquí, para separarse de mi, dejándome con ganas de más.
—Pero aún tenemos una clase juntos. —Por primera vez desde que el había llegado a mi mesa pude decir algo, que no fue ni siquiera procesado por mi cerebro.
El no detuvo su caminata, pero se volteó, ahora caminando hacia atrás.
—Lo sé. Solo quería una excusa para besarte —casi tuvo que gritar porque ya se había alejado algunos pasos.
Una sonrisa estúpida se formó en mi rostro. Sin importarme lo que haya dicho de mi ropa interior, que dijera que era mi novio y que pensara que esa era una invitación decente a una fiesta. No me importaba nada de eso. Solo lo vi alejarse luego de tirarme un beso aire y negué con la cabeza.
Nathan no solo estaba loco, me tenía loca a mi también.
La gente lo miraba como si tuviese algún tipo de enfermedad y otras como si quisieran que repitiera eso con ellas.
Lo vi llegar a su mesa, donde Cato le extendió la mano en el aire y el le chocó los cinco. Noel aplaudió varias veces, riéndose como una foca con problemas mentales. Irina lo miraba sonriente y cuando sintió mi mirada en ella, me miró guiñándome una ojo.
Era oficial, los Clarke hacían mi vida un poco mejor en todos los aspectos.
**
Miré el espejo sin estar completamente convencida de lo que veía. No me desagradaba, por el contrario, hacia tiempo no me veía tan bien.
Tenía un vestido azul, uno más oscuro que el azul Francia, que tenía algunos brillos esparcidos por todos lados. Parecía una noche estrellada en un pedazo de tela.
En una tela bastante pequeña, debía admitir.
Nunca había usado este vestido antes, porque nunca me había sentido cómoda con el. Era ajustado, corto y hacía que se notaran demasiado mis curvas. Todas las veces que iba a usarlo era para citas o fiestas en las que iría con chicos que apenas conocía, y me daba un poco de pánico que se burlaran de mi. Pero esta noche tomé valor, sabía que Nathan no iba a reírse de mi.
Mi cabello caía ondulado sobre mis hombros y como no tenía muchas intenciones de caerme, decidí usar unas converse negras.
Si, lo sé. Vestido y converse no es la mejor combinación, pero yo estaba convencida de que se veía bastante bien. Y prefería estar cómoda al menos en los pies, porque en lo que a la tela respecta, sabía que no iba a poder sentarme sin tironear de ella hacia abajo.
Terminé de colocar un poco de rímel en mis pestañas y decidí que no haría más nada porque no quería sobrecargar mi rostro.
El timbre sonó y sonreí al espejo. Tomé mi celular y bajé por las escaleras, con la clara intención de salir por la puerta.
—No —oí la voz de Renzo desde la cocina antes de que pudiera siquiera tomar el picaporte—, son mis amigos— habló el, haciéndome gruñir.
Creí que sería Nathan.
—Envíame un mensaje cuando Bastian pasé por ti —asentí obediente con la cabeza.
Renzo llevaba una camisa blanca y un pantalón de jean. Caminó hasta la puerta para tomar su chaqueta y salir.
Me dirigí hacia la sala para sentarme en el sofá. Tomé el control remoto para prender la televisión, mientras esperaba su mensaje.
Pero antes de apretar ningún botón, una bocina sonó.
Me levanté y caminé hasta la puerta. La abrí, dejando que un poco de viento de la noche me tomara por sorpresa.
Nathan estaba sobre su motocicleta justo frente a mi puerta. Llevaba una camisa negra, zapatillas del mismo color y unos jeans azules. Su chaqueta de cuero colgaba de su hombro y sentí que me iba a desmayar frente a él. Tomé mi abrigo y cerré la puerta detrás de mi, luego de apagar las luces.
Si Luca o algún otro loco andaba suelto, al menos que supieran que no había nadie.
Lo miré sorprendida de que no me haya esperando en la esquina como hacia siempre para evitar a mi hermano, pero supuse que lo vio irse en el auto de sus amigos.
—Estás hermosa —sonrió con un brillo en los ojos y me tendió la mano para que me acercara a él.
—Gracias. Tu también te ves muy bien —su perfume invadió mi nariz y sentí unas ganas terribles de estrellar mis labios con los suyos.
Al parecer, me leyó el pensamiento de alguna manera, porque me atrajo hacia el por la cintura, besándome como lo anhelaba.
No me cansaría nunca de sus labios.
—Ten —me tendió su chaqueta de cuero bajándose de la motocicleta y no entendí por qué.
—Traje mi propio abrigo —me toqué la chaqueta en los hombros y el negó con la cabeza. Lo miré sin entender a qué se refería.
—Sube —me indicó. Con cuidado, pasé una pierna por arriba de la motocicleta y mi vestido rodó hasta arriba de mis muslos, casi revelando mi ropa interior.
—Oh —dije comprendiendo.
Mientras se reía de mi, pasó las mangas de su chaqueta por mi cintura y la ató allí, tapando la piel de mis muslos.
Se subió luego de ponerme un casco y en menos de cinco minutos, estuvimos frente a la gran fiesta.
Había pasado por esta casa muchísimas veces y nunca supe que eran de ese chico que iba a nuestra escuela.
Bueno, era la única escuela del pueblo así que a quien engañaba. Todos los adolescentes debían ir allí.
Le devolví la chaqueta a Nathan una vez que bajé de su moto y me peiné levemente el cabello. Agradecí que el casco lo aplastara para que no pareciera que acababa de meter los dedos en el enchufe.
El tomó mi mano y le di una sonrisa cuando cruzamos la calle. La puerta estaba abierta y había mucha gente afuera, pero había aún más dentro de la casa.
No se podía caminar por ningún lado. Había muchos ebrios desde temprano y esperé por no terminar así. No ésta noche, que había venido con Nathan y tenía que irme con él.
Me gusta el alcohol, no voy a negarlo, pero nunca bebí hasta vomitar u olvidarme de lo que sucedió y me sentía orgullosa de eso.
—¿Quieres beber algo? —me preguntó Nathan, apretando un poco mi mano, por si no lo había escuchado.
Asentí con la cabeza, ya que sería incapaz de oírme con la música que retumbaba el lugar.
El pellizcó mi cintura, dándome un pequeño cosquilleo que me hizo reír y desapareció de mi vista, metiéndose en un mundo de gente.
Miré a mi alrededor, buscando a alguien que conociera, pero no había manera. Las personas se veían como una masa sin forma y no reconocía caras por las bajas luces que parpadeaban.
Alguien tocó mi trasero y volteé asustada, saltando en mi lugar.
No quería problemas tan temprano, pero se lo había buscado.
Mis ojos se abrieron cuando vi su cara.