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Un chico que nunca había visto antes corría por un bosque, intentando no llevarse puesto ningún árbol ni tropezar con las ramas en el césped. Su respiración era agitada y sus pies casi no tocaban el suelo por la velocidad. Miraba hacia atrás cada unos segundos, como si alguien lo estuviese persiguiendo. Su respiración era agitada y su cabello se movía por el viento en su conteo. Esquivó un auto que cruzaba la carretera con una agilidad impresionante, y se adentró en el bosque del otro lado. Volvió a mirar hacia atrás y ahora si pude verlos. Lo estaban persiguiendo. Dos chicos lo corrían por detrás con rostros claramente furiosos. Una chica de cabello negro y ojos oscuros los seguía, y detrás de todo, estaba Jaden.
—¿Ali? —alguien me nombró y volví a la realidad.
Abrí los ojos ante lo que veía y me tomé la cabeza. Mi respiración se había agitado, mis manos sudaban y sentía la mirada de todos en mi.
—Te preguntaba si querías más agua —Augusto me miraba, extrañado por mi desconcierto, con una jarra en la mano.
Asentí con la cabeza mientras carraspeaba la garganta.
Todos me miraban como si acabara de tener un ataque en medio del almuerzo. Que era justo lo que había sucedido.
—¿Estás bien? —preguntó Bernarda mientras pinchaba un raviol con su tenedor y se lo llevaba a la boca.
—Si, estoy bien —agradecí que mi voz haya sonado más creíble de lo que esperaba. Nathan a mi lado apretó mi mano y volteé a verlo.
Sus ojos estaban algo preocupados por mi extraño momento de silencio pero le di una sonrisa, intentando calmar mi respiración, para que se diera cuenta que estaba todo bien y también para que mi mano no siguiera sudando y le diera asco estar sosteniéndola.
No supe cómo luego de ese trance pude prestar atención a lo que vino a continuación, pero mi cerebro pareció tener la lucidez para verlo.
Nathan le dio una mirada a Irina, que parecía decir "Alison está loca". Ella al verlo miró a Cato, con la misma mirada. El volvió su vista a Nathan, casi diciendo "Si, todos lo creemos." y al instante la miró a Bernarda. Ella tenía sus ojos clavados en Renata, ajena a lo que había pasado, la miraba preocupada de quien sabe qué pero la mujer solía mirarla así. Renata me miró unos segundos, intentando descifrar que pasaba en mi cabeza y luego a su abuela. Noel dirigió su mirada de Nathan a mi, y de mi a el. Una y otra vez. Augusto y Ulises se miraban entre sí como si pudiesen comunicarse telepática-mente. La única que parecía no mirar a nadie en particular y disfrutar en paz de sus ravioli con salsa era Jade.
Alguien carraspeó la garganta, pero no supe oír quien. La cocina estaba en silencio y en un ambiente incómodo de un momento a otro.
—Que bueno que está esto —Jade rompió el silencio hablando con la boca llena mientras un poco de salsa salía de su boca.
Sonreí mientras algunos se reían y Bernarda movió su servilleta por la cara de la pequeña. Irina comenzó a hablar rápidamente de algo que no presté atención, pero algo me dijo que no era importante.
Agradecí que la tensión se haya esparcido apenas apareció, todos volvieron a actuar normalmente. Menos Nathan.
Lo veía más callado de lo normal cuando no se reía y no acotaba comentarios como el resto de sus hermanos.
Luego de la comida a la que me invitaron amablemente, haciendo que mi sábado no sea tan aburrido, Nathan y yo nos recostamos en su cama, dispuestos a descansar un rato antes de ponernos a ver una película que que Noel había insistido en ver durante la comida.
Mirábamos el techo como si fuese algo demasiado interesante. Su cuarto estaba iluminado por el sol que entraba por la ventana. El acariciaba mi cabello mientras yo simplemente oía su respiración. Su pecho subía y bajaba armónicamente, lo que hacía que me relajara aún más ante su tacto.
Tenía atragantada un poco de comida aún por mi pequeño momento de locura y no sabía si debía decírselo a Nathan. Aunque ya lo había hecho, y el me había tratado como loca, no podía seguir ocultándolo.
Tal vez tenía que ir con un médico.
O un psicólogo.
Que va, Alison. Si tú estás más para un psiquiatra que para otra cosa.
Suspiré ante la duda de contárselo y me arrepentí al darme cuenta que él lo notó.
—¿Que sucede? —preguntó deteniendo sus caricias en mi cabeza y me giré para verlo, apoyando mi peso en mis codos.
—¿Recuerdas cuando te conté de mi pequeño deja vú y me dijiste que estaba loca? —lo vi tragar saliva y su mirada se dirigió a mi—. Lo mismo me pasó entrenando esa vez y hace un rato en la mesa —sus ojos me escaneaban todo el rostro, buscando algo que le dijera si le estaba diciendo la verdad o si ya me había vuelto demente.
—¿Que viste? —me preguntó rápidamente al ver mi cara de preocupación, recordando a ese chico siendo perseguido por Jaden y otros más.
—Un chico. Corría por un bosque y alguien lo perseguía. Eran varios. —Parecía estar analizando mis oraciones con el mayor cuidado posible, porque no sabía si podía ser importante o incluso, ser real. —Jaden lo seguía. Y unos cuantos más que no reconocí —su mirada se desvió de mi pero no dijo nada. No se preocupó en lo absoluto ante la noticia, probablemente el lo sabía antes de que yo lo viera, incluso antes de que me secuestrara, el sabía de su existencia. Se remojó los labios y mi mirada se desvió a ellos, queriendo besarlos otra vez.
—Quizá era Elias, el recluta que tiene que llegar mañana —se encogió de hombros, como si no tuviese importancia—. Aunque si lo estaban persiguiendo, los estará guiando a nosotros. Tenemos que actuar más rápido que ellos —hizo una mueca con sus labios y me miró algo preocupado—. Ali, prométeme que tendrás cuidado —asentí con la cabeza, incapaz de decir nada por nuestra cercanía—. Si algo sale mal.. —quitó sus ojos de mi, clavándolos en algún punto fijo en su habitación, y negó con la cabeza— ...y te digo que corras, tu corres. —Ahora si me miró y sus ojos me decían que eso no era negociable. —Sin pretextos —acarició mi mejilla y colocó un mechón detrás de mi oreja.
Me imaginé corriendo como una desquiciada por el simple hecho de hacerle caso a Nathan.
—¿Que podría salir mal? —pregunté, alejando la imagen de alguno de ellos lastimado o sufriendo por algo.
Su rostro se retorció en una expresión de dolor. Cómo si yo no supiera en lo que me estaba metiendo, como si no tuviese ni la más mínima idea de lo que podía suceder.
—No lo sé, solo prométemelo. —Yo sabía que el se imaginaba algo horrible en su cabeza, quizá que yo fuese tan idiota de no contribuir a nada y permitir que mataran a uno de ellos, o peor, permitir que me mataran a mi misma.
Asentí con la cabeza, procurando recordar estar completamente concentrada mañana. Si no quería que nadie saliera herido, debía enfocarme.
—Te lo prometo —acaricié su mejilla y me acercó a él para besarme una vez más.
Podía jurar que nunca me cansaría de sus labios, y podría vivir o morir allí. Acarició mi pierna y me apretó contra su cuerpo.
La puerta se abrió de un segundo otro, despertando mis sentidos de alerta. Esperé estar vestida por un segundo y me alegré de ver que si lo estaba. Lista para arrojarle lo primero que encontrara a quien sea que había interrumpido sin previo aviso nuestra privacidad, Noel habló agitado.
—Ya está aquí. —Su cara demostraba clara preocupación pero su voz no había temblado ni un poco.
Nathan me miró unos segundos en los que su hermano salió corriendo tan pronto apareció.
Lo vi tomar algo de su habitación mientras mi corazón empezaba a palpitar más rápido y pestañeaba, intentando darme cuenta de lo que estaba pasando.
Él me tomó lo mano y salió corriendo, casi arrastrándome escaleras abajo. Gracias a la pequeña parte de mi cerebro que aún no estaba freída por Nathan, tuve el reflejo de mover mis piernas, porque sino el me llevaría flameando como una bandera.
No me había dado tiempo de procesar que sucedía, cuando vi a todos reunidos frente a la puerta, menos a Bernarda y a Jade, que estaban sentadas en el sofá, mirando algo en la televisión.
—No Renata —habló Cato firme mientras terminaba de bajar el ultimo escalón con Nathan delante de mi. Algunos dirigieron su mirada hacia mi, otros estaban concentrados en la escena frente a mi.
—Por favor. Dijiste que había mejorado en los entrenamientos y que si era una emergencia dejarías que fuera —ella habló con una autoridad en la que me hizo olvidar por completo que tenía doce años y el hombre frente a ella, veinte.
Cato dirigió su mirada a algunos de nosotros a su alrededor. Augusto le hizo una mueca, dándole a entender que lo que Renata decía era cierto, todos sabíamos que era verdad. Lo había dicho en el último entrenamiento y había dejado expectativas en ella. Ulises asintió con su cabeza, casi diciéndole que la necesitábamos.
Si, mientras más éramos, más seguro sería. Pero nadie quería poner en peligro a nadie. Y yo sabía que Cato estaba siendo el responsable de la decisión. Porque si algo le pasaba a la niña, el iba a ser el responsable por haber permitido que ella fuera.
La miró una vez más frente a él, como si no se tratara de una simple niña y fuese tan adulto como él. Ella le suplicaba con sus ojos y el suspiró cansado.
—Está bien —abrió la puerta y nos indicó que salgamos uno detrás de otro—. Está en el bosque del norte. Estamos cerca, vamos —Cato se hecho a correr al mismo tiempo que Irina y Noel. Oí a Augusto soltar un suspiro y corrió junto a Ulises, y Renata. Nathan me miró cuando ladeó su cabeza, indicándome que los siguiera. Y así lo hicimos los dos.
Corrimos unas trece cuadras y me sorprendió no estar agitada como lo hubiese hecho hace algún tiempo. Los entrenamientos habían logrado su cometido, haciéndome sentir un poco mejor conmigo misma. También cabía la posibilidad de que la adrenalina que corría por mis venas fuese demasiado para lo que estaba acostumbrada. La energía de mi cuerpo no solo estaba siendo manejada por la emoción, sino por los nervios.
Nos adentramos en un bosque, luego de pasar unas cuadras donde casi no había casas. Cato disminuyó su paso hasta quedarse quieto, todos nos detuvimos al segundo, esparcidos por el césped detrás de él. Los pájaros se oían en las ramas y pude ver lo silencioso que era el lugar.
—Están por aquí —dijo el mayor. Nathan salió de algún lado y se acercó para tomarle el brazo a su hermano.
—No está solo. Lo siguen —Cato lo miró sin ninguna expresión en su rostro. No se sorprendió ni tampoco parecía saberlo de ante mano.
—Lo suponíamos —Ambos me miraron, como si supieran que yo lo había visto.
Moví mis manos en un momento incómodo. Al parecer, le había contado a Cato de mis antiguos deja vú y el ya sabía que podía tener una especie de predicción de lo que iba a suceder.
El sol estaba en su punto máximo cuando entramos en el bosque más cálido de lo que en realidad era. Pasos acelerados comenzaron a escucharse más y más fuerte, como si acercaran hacia nosotros. El ruido de la hojas secas retumbaban en el bosque vacío.
—Renata, detrás de mi —Creo que Augusto habló mientras Nathan se ponía frente a mi, bloqueando mi vista con su espalda.
— Ni lo sueñes —dijo ella con un tono un poco arrogante. Entendí que quería estar a la altura del resto, pero Bernarda nos mataría si volvíamos sin ella.
Agradecí la sobre protección de Nathan, pero no quería que nada malo le pasara.
Irina miraba hacia las copas de los árboles, buscando quien sabe qué.
—Estén atentos —habló Cato mientras los pasos se hacían aún más fuertes.
Un chico apareció corriendo de algún lado y frenó justo frente a él. Se detuvo cuando estuvo por chocarse con Cato y cerró los ojos, aliviado de habernos encontrado.
Era él, el chico de mi predicción.
—Soy Elias —dijo apoyando sus manos en sus rodillas, parecía agotado de correr. Se quitó el sudor de la frente y tomó una bocanada de aire. —Mi poder es el control del tiempo. Y quiero formar parte del ritual —miró hacia atrás, verificando que nadie lo siguiera.
Era tan solo un niño. Quizá de catorce o quince años.
—Eso ya lo veremos —Cato habló decidido mientras movía su cabeza—. Ven, nosotros te cubrimos.
El mostró una sonrisa cansada y caminó entre nosotros, dándonos leves miradas, hasta colocarse entre Ulises y Augusto. El último y el, chocaron puños, saludándose.
Más pasos acelerados volvieron a oírse, pero ésta vez eran mas continuos. Cómo si fuesen varias personas.
Divisé cuatro personas en la lejanía del bosque. Cuando nos vieron a la distancia, frenaron su corrida. Quizá no esperaban encontrarse con más personas y que protegiéramos a Elias como si fuese uno de nosotros.
Los extraños se veían exactamente igual a como los recordaba de haberlos visto hacía menos de tres horas en mi mente.
El del medio, parecía ser el más grande, quizá tenía veinte o más. Un poco de barba aparecía en su mandíbula y tenía el cabello oscuro. Se veía bastante ejercitado a pesar de que no era tan alto.
A su lado, había otro chico que parecía tener un año o quizá dos menos que el. Su cabello era castaño oscuro y aunque no se veía tan fuerte, su mirada me causaba escalofríos.
La chica tenía el cabello largo y negro azabache. Sus piel blanca hacia contraste con sus ojos oscuros. Aunque no se veía demasiado fuerte, no tenía ganas de enfrentarme a ella. Su nariz arrugada me indicaba que era una chica de pocos amigos.
El último, era Jaden. Quien dirigía su mirada de Nathan a mi repetidas veces. Probablemente, recordando la última vez que estuvimos frente a frente.
Al mismo tiempo, comenzaron a caminar hacia nosotros. Irina y Noel avanzaron hasta Cato para no dejarlo desprotegido frente a ellos.
Nathan me miró, en sus ojos me pedía permiso para apoyar a su hermano y dejarme desprotegida por unos segundos. Asentí con la cabeza, indicándole que estaría bien.
Él se colocó al lado de Irina y se cruzó de brazos. Cómo si quizá no nos estuviésemos por enfrentar en una guerra de vida o muerte. Cómo si en realidad estuviese parado en la fila del supermercado esperando su turno para comprar tomates.
Sabía que en realidad intentaba lucir despreocupado para no alterarme, pero no funcionaba.
Mi corazón latía tan fuerte dentro de mi pecho que sentía que todos allí podían escucharlo. Mis manos sudaban y mis piernas temblaban ligeramente del miedo que sentía de que ellos estuviesen tan cerca de Nathan. Y de sus hermanos. Y de mi.
Solo esperaba poder concentrarme si algo salía mal.
Queridos entrenamientos, adrenalina y cerebro:
No me fallen ahora.
Posdata: Los necesito.
Posdata dos: Si no dan presencia, moriré.
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NOTA DE LA AUTORA: Gracias a todos por sus lecturas, sus votos y sus comentarios. Controversia llegó a sus MIL VISITAS hoy después de haber empezado a publicar hace DOCE DIAS, es por eso que hoy subo capítulo extra. Sigan votando y comentando para darle apoyo al libro para que siga creciendo.
Muchísimas gracias, Sofi Garrido.