Querido jefe Narciso

By SuperbScorpio

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*Historia ganadora de los WOWAwards 2017* -¿Has infringido alguna norma desde que trabajas aquí? - preguntó é... More

Prólogo
Capítulo uno
Capítulo dos
Capítulo tres
Capítulo cuatro
Capítulo cinco
Capítulo seis
Capítulo siete
Capítulo ocho
Capítulo nueve
Capítulo diez
Capítulo once
Capítulo doce
Capítulo trece
Capítulo catorce
Capítulo quince
Capítulo dieciséis
Capítulo diecisiete
Capítulo dieciocho
Capítulo diecinueve
Capítulo veinte
Capítulo veintiuno
Capítulo veintidós
Capítulo veintitrés
Capítulo veinticuatro
Capítulo veinticinco
Capítulo veintiséis
Capítulo veintisiete
Capítulo veintiocho
Capítulo veintinueve
Capítulo treinta
Capítulo treinta y uno
Capítulo treinta y dos
Capítulo treinta y tres
Capítulo treinta y cuatro
Capítulo treinta y cinco
Capítulo treinta y seis
Capítulo treinta y siete
Capítulo treinta y ocho
Capítulo treinta y nueve
Capítulo cuarenta
Capítulo cuarenta y uno
Capítulo cuarenta y dos
Capítulo cuarenta y tres
Capítulo cuarenta y cuatro
Capítulo cuarenta y cinco
Capítulo cuarenta y seis
Capítulo cuarenta y siete
Capítulo cuarenta y ocho
Capítulo cuarenta y nueve
Capítulo cincuenta
Capítulo cincuenta y uno
Capítulo cincuenta y dos
Capítulo cincuenta y tres
Capítulo cincuenta y cuatro
Capítulo cincuenta y cinco
Capítulo cincuenta y seis
Capítulo cincuenta y siete
Capítulo cincuenta y ocho
Capítulo cincuenta y nueve
Capítulo sesenta
Capítulo sesenta y uno
Capítulo sesenta y dos
Capítulo sesenta y tres
Capítulo sesenta y cuatro
Capítulo sesenta y seis
Capítulo sesenta y siete
Capítulo sesenta y ocho
Capítulo sesenta y nueve
Capítulo setenta
Capítulo setenta y uno
Capítulo setenta y dos
Capítulo setenta y tres
Capítulo setenta y cuatro
Capítulo setenta y cinco
Capítulo setenta y seis
Capítulo setenta y siete
Capítulo setenta y ocho
Capítulo setenta y nueve
Capítulo ochenta
Capítulo ochenta y uno
Capítulo ochenta y dos
Capítulo ochenta y tres
Capítulo ochenta y cuatro
Capítulo ochenta y cinco
Capítulo ochenta y seis
Capítulo ochenta y siete
Capítulo ochenta y ocho
Capítulo ochenta y nueve
Capítulo noventa
Capítulo noventa y uno
Capítulo noventa y dos
Capítulo noventa y tres
Capítulo noventa y cuatro
Capítulo noventa y cinco
Capítulo noventa y seis
Capítulo noventa y siete
Epílogo
Tu Querida Agathe y QJN+18

Capítulo sesenta y cinco

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By SuperbScorpio

Hacía un par de días que no podía dejar de darle vueltas a la cabeza a lo que había dicho Narcisse.

Le había visto por última vez la tarde anterior, yendo a por su flamante coche y pasando por mi lado con la cabeza gacha, por primera vez desde que le conocía y eso me estaba volviendo loca. ¿Qué había pasado para qué, de repente, el hombre que me acosaba para obligarme a dejar mi trabajo acabara por ignorarme, cuando incluso a ojos de todos seguíamos siendo pareja?

Ni siquiera visité a Bastien después de verle marchar. Volví a subir a mi habitación y me tumbé en la cama, mirando al techo, pensando en lo que acababa de decir. ¿Alguien como yo no se podía enamorar como alguien de él? Desde luego que sí, pero, en nuestro caso, Narcisse y Agathe, todo era diferente. Él me despreciaba y yo había intentado odiarle, aunque ahora todo parecía diferente... Tal vez no debería de haberle besado.

Hablé con Bastien aquella misma tarde y a la mañana siguiente a través del balcón, pero él parecía demasiado empeñado en que le hiciera alguna visita a su apartamento, para poder acariciarme, tocarme, besarme. Y yo no estaba segura de si, después de lo que había dicho mi jefe, aquello era normal. En el rellano del quinto piso, cuando pudo haberme besado porque se lo habría permitido incluso aunque no hubiera sido el momento perfecto, tan solo me dijo que no me merecía y eso no cambió hasta el día en el que Narcisse le confesó que yo le había besado, algo que, por alguna razón, le hizo reaccionar. O eso o...

Dos días casi sin dormir. Y solo yo sabía lo único que lograba calmarme, al menos, hasta que el día volviera a la normalidad.

Nunca había sido mucho de darle vueltas a las cosas, pero es que nunca había tenido razones. Mi vida había sido sencilla y lo más emocionante que me había ocurrido hasta entrar en Laboureche había sido adoptar a una ardilla de Central Park como mascota y, por descontado, mejor amiga.

Y, de repente, había besado a tres chicos por diferentes motivos, había comprendido que no todo lo malo que me pasaba era por culpa de la suerte y que no todos eran buenos si el mundo en sí era ruin.

Aparecí aquella madrugada de miércoles con las rodillas temblorosas debido al exceso de cafeína frente al guardia de seguridad al que tan agotado tenía por mis apariciones nocturnas y, esta vez, no tuvo ningún reparo la dejarme entrar, pues la excusa de que la semana de la moda estaba cerca era cada vez más real y yo ni siquiera había empezado con mi diseño.

Me senté frente a mi mesa de trabajo en el taller tras encender varias luces y, en soledad, saqué mi inseparable bloc de dibujo para abrirlo por una de las pocas páginas marcadas con un pósit, aquella en la que una figura femenina sin curvas vestía una especie de vestido, aunque todavía ni siquiera era un proyecto.

Sentía una presión terrible tanto en mis ojeras como sobre las cejas, la reacción lógica de mi cuerpo a no haber dormido más de ocho horas en total en los últimos tres días. Pero, ¿por qué iba a hacerlo? Estaba intranquila y confusa y cerrar los ojos de madrugada en mis circunstancias significaba que iba a tener terribles pesadillas y eso iba a ser peor para mí.

Por eso mismo ignoré el dolor y saqué mi lápiz favorito para deslizarlo con suavidad sobre el papel, empezando dar forma a aquel vestido largo de corte de princesa cuyo corpiño empecé a decorar con pequeñas mariposas que imaginé de papel, aleteando sobre la pasarela con el movimiento de la modelo, como si fueran a alzar el vuelo en cualquier instante. Tenía que ser espectacular, digno de una Selecta, porque ese era mi título ahora y debía ser mi prioridad.

Ni Bastien, ni Guste, ni Narcisse. La moda debía ser lo único que me quitara el sueño a partir de aquel momento.

Cuando terminé el boceto, sobre las cinco de la mañana, arranqué la hoja del cuaderno sin miramientos y, con ella entre las manos, abandoné mi puesto para dirigirme a la primera sala a la izquierda del pasillo, el paraíso de cualquier amante de la moda.

Tanteé la pared en búsqueda del interruptor y, cuando logré encender la luz, vi la sala de las telas, que debía asemejarse a mi espacio en el cielo, porque era sencillamente espectacular. Había tres enormes estanterías que cubrían al completo las tres paredes principales de la estancia, llenas de telas separadas por todos los colores y sus distintas y hermosas tonalidades y todas las texturas de tela imaginables, desde chambray hasta batista. Mentiría si dijera que aquel no era mi lugar favorito en el mundo.

Cogí la gran escalera que había apoyada en la estantería de enfrente y la deslicé hacia las telas de colores más fríos y oscuros, como el tono Navy Peony que había tenido en mente durante todo el proceso creativo.

Dejé mi boceto sobre la moqueta para poder subirme a la escalera y alcanzar el tafetán y luego tuve que deslizarme ligeramente a la izquierda para poder llegar a la muselina, en un tono más claro.

Con mis dos telas bajo los brazos, conseguí bajar a duras penas, intentando no perder el equilibrio.

Justo cuando me agaché a recoger mi boceto, la escalera, inesperadamente, cayó hacia atrás, provocando un estruendo completamente innecesario que me hizo gritar, aunque, por suerte, no había roto nada.

Dejé las telas en el suelo y fui a por la escalera para dejarla en su sitio, pero era mucho más pesada de lo que parecía a primera vista y tuve que usar una fuerza que no tenía para poder levantarla, aunque, al final, lo conseguí.

Cogí mis telas y me dirigí a la puerta, dando por concluida la aventura al paraíso de la moda con un suspiro.

Volví al taller para dejar lo que había ido a buscar sobre la mesa y, cuando me di cuenta de que había olvidado mi diseño en la sala, tuve que respirar hondo para no perder la calma. Vaya día me esperaba.

Regresé sobre mis propios pasos hacia la habitación de las telas y revisé el lugar en el que estuve segura de que había dejado el boceto varias veces, incluso dándome la vuelta sobre mis propios pies, aunque no logré visualizarlo, lo que me dejaba una única opción: con el impacto de la escalera, había volado para acabar bajo una de las estanterías. Y, efectivamente, tenía razón.

Tuve que tumbarme boca abajo y pegar mi mejilla izquierda en la moqueta para poder visualizar la hoja allí mismo, aunque dudaba que pudiera alcanzarla por aquella pequeña rendija por la cual solo cabía mi mano. De todas formas, lo intenté y seguí intentándolo, raspándome el brazo con mis impulsos contra la estantería y, justo cuando mi dedo corazón rozó el papel, un ruido me sobresaltó.

—Tía Claud, la he cagado —dijo Narcisse Laboureche a mis espaldas, confundiéndome una vez más con mi jefa.

Golpeé mi hombro por el susto y raspé todo mi brazo al intentar incorporarme, sin haber conseguido llegar a mi boceto, aunque era lo único a lo que quería prestar atención en aquel instante.

—Buenos días —dije con la voz ronca, evidenciando mi falta de sueño.

Me di la vuelta hacia él, que estaba apoyado en la puerta, ojiplático al encontrarse conmigo y no con su querida tía abuela, a la que, visto lo visto, visitaba de madrugada en el taller.

—¿Qué estás haciendo a las cuatro y media de la mañana en mi edificio? —preguntó, cruzándose de brazos, llamando mi atención sobre su americana azul y mi corbata roja. Mi corbata.

—No podía dormir —evidencié.

Él apartó la mirada, pasándose una mano por el pelo, desordenando sus sueltos tirabuzones oscuros.

—Bienvenida al club —susurró, como si no pudiera oírle.

Me levanté del suelo sin mi boceto, como si no lo necesitara más y prioricé mi huida a quedarme a solas en una habitación con Narcisse Laboureche, quien me hacía sentir extraña de un modo que ni siquiera yo podía descifrar.

—Voy a seguir trabajando —le informé, intentando esquivarle en el marco de la puerta, aunque no habría hecho falta, pues él mismo se apartó, como si tuviera alguna enfermedad contagiosa.

—Estas horas no te las pago —me informó.

Le dirigí una mirada confusa y fruncí el ceño al ver que él estaba completamente serio.

—No lo hago por eso —aclaré, entrando en el taller.

Lo último que me apetecía después de varios días sin siquiera hablar con él, tras nuestra extraña conversación del domingo, era darle explicaciones sin razón aparente. Bueno, era mi jefe, pero él no tenía por qué saber qué estaba haciendo allí a aquellas horas de la mañana.

Él me siguió, al contrario de lo que creí, en completo silencio, como si, de repente, no tuviera nada que decir. Parecía incómodo, aunque por su postura altiva, no creía que era adecuado mostrarlo. Y, aún así, acabó de pie frente a mi mesa de trabajo, callado, observando cómo volvía a prestarle atención a mi cuaderno y empezaba a dibujar de nuevo el diseño que había perdido ahora que seguía recordándolo.

—¿Por qué la has cagado? —inquirí, intentando sacarlo de su ensimismamiento mientras me observaba, como si fuera el espectador de una película en la que yo era la protagonista.

Le vi juguetear con sus manos tras mi pregunta, tal vez nervioso, aunque no dejó que aquello le afectara demasiado, pues, poco después, carraspeó, irguiéndose de nuevo.

Negó con la cabeza finalmente, como si aquello no fuera conmigo.

—Tenía que entregar unos informes al contable ayer por la noche, pero me olvidé —mintió, mordiéndose el labio poco después.

Sus labios... Rosados, oscuros, húmedos y carnosos.

Esta vez fui yo la que negó con la cabeza. ¿En qué estaba pensando?

—¿Por qué lo hiciste? —pregunté, dejando el lápiz sobre el papel para poder levantar la mirada hacia él.

Sus ojos castaños me atravesaron con intensidad, sin responderme, fingiendo que podía seguir controlando la situación con su incómodo silencio.

¿Por qué seguía allí?

Le sostuve la mirada, sintiendo cómo se me formaba un nudo en el estómago. Era difícil no pensar en lo que él me había dicho ayer. Lo del beso. Ese mismo que le había dado y al que él había respondido y al que después le había sucedido otro, el cual no controlaba yo, pero, de la misma forma me había dejado llevar. ¿Era capaz de no haberme dado ni cuenta de que respondía a mis estímulos?

—Creo que ya hemos tenido suficiente —anunció, algo contrariado, siendo él el que apartaba la mirada primero.

—¿De qué? ¿De conversación o de relación falsa? —pregunté, curiosa.

Él escondió el rostro entre sus manos, apoyándose en la mesa que tenía más cercana, la de Philippa.

—De todo, yo... Lo que te dije el domingo, lo del beso... Lo de Louis. Él no... —balbuceó.

—¿Qué pasa con Bastien, Narcisse? Es la segunda vez que lo mencionas y yo todavía no comprendo por qué —dije, intentando no volver a pensar en sus labios, lo que me estaba resultando cada vez más extraño y, a la vez, difícil.

¿Qué me había pasado, para dejar de pensar en lanzarle a mi ardilla a la cara a recordar en lo bien que encajaban nuestros labios? No era normal, no...

—No tendrías que estar con él. Ni ahora, ni nunca —dijo, por primera vez, con firmeza.

Volvió a conectar su mirada con la mía y, cuando lo hizo, tuve que tragar saliva, porque ya no parecía mostrar con ello sus ganas de controlarlo todo, de controlarme a mí, sino que más bien parecía enfadado, como si tuviera derecho a opinar sobre mis relaciones.

Se acercó a mí y yo me levanté, sorprendida por la forma en la que avanzaba tan rápidamente.

—Creo que puedo hacer lo que yo quiera, ¿no, Narcisse? —siseé entre dientes.

—No si eso implica que te vuelvas más idiota por su culpa —masculló.

Mi mano derecha impactó con fuerza contra su mejilla colorada por el repentino ataque de ira, provocando que su cabeza se girara hacia la misma dirección que mi mano.

Sentí mi labio inferior temblar, no sabía si por la rabia, la sorpresa de que yo hubiera sido capaz de hacer algo así o por simple vergüenza, pero no me dejé llevar por mis sentimientos encontrados. No iba a apartar mi mirada de su rostro enrojecido ni aunque él me obligara.

Estaba segura de que iba a gritarme, tal vez a despedirme de una vez por todas, pero, para mi sorpresa, no lo hizo.

Levantó la mano hacia su mejilla y acarició la zona afectada durante varios segundos, trazando un recorrido sobre los visibles lunares en su perfecta piel de porcelana, antes de mirarme, desconcertado y con los labios entreabiertos.

Dio un paso atrás, sin dejar de observarme.

—Te besaría ahora mismo, te lanzaría al suelo y te haría todo lo que Louis no te hará jamás. ¿Sabes por qué? —espetó, retándome con su intensa mirada llena de intenciones a seguir frente a él.

Yo había empezado a morderme el labio inferior con fuerza y empecé a notar el sabor metálico de la sangre pocos segundos después, pero era eso o temblar frente a él, mostrando, una vez más, lo débil y frágil que parecía a su sombra.

—Porque soy una estúpida —respondí, sintiendo cómo el corazón iba a salirse de mi pecho.

Él negó con la cabeza e hizo un amago para volver a estar frente a mí, aunque algo lo retuvo.

Todavía tenía la vena del cuello hinchada por la rabia, aunque sus ojos no mostraban odio, como siempre había sido con él. Era... Parecía incluso vulnerable a mi presencia, como si, de pronto, fuera él el que me temiera.

Y yo no comprendía por qué.

Bajó la cabeza para observar sus zapatos oscuros antes de decidirse a andar hacia la salida, dejándome allí plantada, viendo cómo se alejaba con las manos enredadas en sus cabellos oscuros y ondulados, maldiciendo por lo bajo.

Quise salir tras él, pedirle explicaciones y, tal vez, así comprender por qué me costaba respirar con normalidad cuando él estaba cerca.

—Eres una estúpida y por eso te quiero —le oí decir mientras se alejaba, confundiéndose con el latido de mi corazón.

* * *

Annyeonghaseyo!

AJAM, ¿HOLA? ¿TIERRA LLAMANDO A NARCISSE? Creo que lo han raptado y éste es su doble porque... ¿Te quiero? LO ÚNICO A LO QUE QUIERE NARCISSE ES A SU PROPIO OMBLIGO.

Pos no. Y vino rápido, pero lo hizo xd Ella, intensa. Al menos la ha insultado, ahí, dejando su marca personal, tal vez para recordar que sí que es él y no su doble bueno.

Creo que voy a editar un par de cosas a partir de ahora, porque de repente hay 10 capítulos MUY intensos y creo que es too much y que cuando lo escribí la primera vez lo noté menos porque obviamente yo no me leía mi propia novela y estaba allí página por página animando el drama, pero ahora que debo leerme los capítulos parece que faltan algunos entre medias y es muy wtf, en serio JAJAJA Meri, te quiero, pero, por favor, deja de provocar infartos a tus lectores, gracias.

Y sí, Meri soy yo, y sí, hablo sola para decirme lo que me quiero porque nadie más lo hace </3 ¿Dónde está un buen Narcisse cuando se le necesita? Ains.

Annyeong!

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