Querido jefe Narciso

By SuperbScorpio

2.3M 137K 32K

*Historia ganadora de los WOWAwards 2017* -¿Has infringido alguna norma desde que trabajas aquí? - preguntó é... More

Prólogo
Capítulo uno
Capítulo dos
Capítulo tres
Capítulo cuatro
Capítulo cinco
Capítulo seis
Capítulo siete
Capítulo ocho
Capítulo nueve
Capítulo diez
Capítulo once
Capítulo doce
Capítulo trece
Capítulo catorce
Capítulo quince
Capítulo dieciséis
Capítulo diecisiete
Capítulo dieciocho
Capítulo diecinueve
Capítulo veinte
Capítulo veintiuno
Capítulo veintidós
Capítulo veintitrés
Capítulo veinticuatro
Capítulo veinticinco
Capítulo veintiséis
Capítulo veintisiete
Capítulo veintiocho
Capítulo veintinueve
Capítulo treinta
Capítulo treinta y uno
Capítulo treinta y dos
Capítulo treinta y tres
Capítulo treinta y cuatro
Capítulo treinta y cinco
Capítulo treinta y seis
Capítulo treinta y siete
Capítulo treinta y ocho
Capítulo treinta y nueve
Capítulo cuarenta
Capítulo cuarenta y uno
Capítulo cuarenta y dos
Capítulo cuarenta y tres
Capítulo cuarenta y cuatro
Capítulo cuarenta y cinco
Capítulo cuarenta y seis
Capítulo cuarenta y siete
Capítulo cuarenta y ocho
Capítulo cuarenta y nueve
Capítulo cincuenta
Capítulo cincuenta y uno
Capítulo cincuenta y dos
Capítulo cincuenta y tres
Capítulo cincuenta y cuatro
Capítulo cincuenta y cinco
Capítulo cincuenta y seis
Capítulo cincuenta y siete
Capítulo cincuenta y ocho
Capítulo cincuenta y nueve
Capítulo sesenta
Capítulo sesenta y uno
Capítulo sesenta y dos
Capítulo sesenta y tres
Capítulo sesenta y cinco
Capítulo sesenta y seis
Capítulo sesenta y siete
Capítulo sesenta y ocho
Capítulo sesenta y nueve
Capítulo setenta
Capítulo setenta y uno
Capítulo setenta y dos
Capítulo setenta y tres
Capítulo setenta y cuatro
Capítulo setenta y cinco
Capítulo setenta y seis
Capítulo setenta y siete
Capítulo setenta y ocho
Capítulo setenta y nueve
Capítulo ochenta
Capítulo ochenta y uno
Capítulo ochenta y dos
Capítulo ochenta y tres
Capítulo ochenta y cuatro
Capítulo ochenta y cinco
Capítulo ochenta y seis
Capítulo ochenta y siete
Capítulo ochenta y ocho
Capítulo ochenta y nueve
Capítulo noventa
Capítulo noventa y uno
Capítulo noventa y dos
Capítulo noventa y tres
Capítulo noventa y cuatro
Capítulo noventa y cinco
Capítulo noventa y seis
Capítulo noventa y siete
Epílogo
Tu Querida Agathe y QJN+18

Capítulo sesenta y cuatro

20.2K 1.1K 516
By SuperbScorpio

Mi primera intención fue saltar por el balcón. De hecho, no iba a ser la primera ni la segunda vez que lo hacía, pero, al final, me eché atrás.

No podía confiar en mi estabilidad si alguien no estaba para ampararme, como lo había hecho Bastien las últimas dos veces, así que preferí optar por bajar a la calle como cualquier persona normal.

Tras la marcha de Guste, lo único que hice fue peinarme y quitarme el ridículo pijama para enfundarme en un sencillo vestido estival, algo demasiado arriesgado para aquel día ventoso, aunque yo ni siquiera había recaído en ello. Tenía ganas de ver a Bastien, hablar con él y... besarle.

Porque sí, la sensación de sus labios húmedos por la lluvia sobre los míos había sido increíble, pero necesitaba tenerlo a mi lado, saber que lo que había dicho no había sido por despecho y que, en efectivo, él había querido besarme. A mí. Sin ningún incentivo como lo habían hecho Guste y Narcisse.

Salí de casa con el único complemento de mis dos llaves colgadas como anillo en mi dedo anular y sonreí por primera vez en mucho tiempo, al darme cuenta de lo mucho que había cambiado en tan poco tiempo.

La puerta se cerró detrás de mí y, cuando lo hizo, fue cuando advertí a aquella mujer apoyada en la pared, con los brazos cruzados sobre su inseparable bata y mirándome con desaprobación.

—¿Necesita algo? —pregunté, viendo cómo mi vecina se despegaba a la pared para acercarse a mí.

Borré mi sonrisa al encontrarme con su dedo acusador frente al rostro, amenazante.

—Cuatro. ¿Te crees que no los he contado? —gruñó, como si yo tuviera que darle explicaciones.

Me encogí de hombros, dándole a entender que no sabía de lo que me estaba hablando y me decidí a esquivarla para continuar con mi travesía.

Ella, hábil como pocas a su edad, volvió a colocarse frente a mí, negando con la cabeza, dejando claro que, por supuesto, no iba a dejarme marchar tan tranquila.

—¿De qué me está hablando, señora?

Mi vecina volvió a cruzarse de brazos, levantando la barbilla, tal vez para intimidarme.

—De tus novios.

Abrí los ojos con sorpresa, esperando que añadiera algo más, aunque, por supuesto, no lo hizo.

—Verá —espeté—, no le importa mi vida privada.

Sonrió ligeramente cuando consiguió obstaculizarme el paso una vez más. Si daba un paso atrás, iba a caerse por las escaleras, aunque a ella no parecía importarle demasiado.

—Primero el buenorro del de enfrente, ese que tiende la ropa descamisado; luego, Narcisse Laboureche, el niño rico que sale en el periódico cada día; el pedazo de chino de espalda ancha que te miraba el culo cuando subíais por las escaleras y ahora el hermano del vecino, ese con el que te morreaste para una revista. ¿Qué eres, polígama? —soltó, en un tono soez.

Fruncí el ceño, mostrando mi enfado apretando los puños a ambos lados de mi cuerpo. ¿Qué creía que estaba haciendo aquella mujer?

—Métase en sus asuntos.

Ella, satisfecha por verme molesta, sonrió.

—No sé qué es lo que hace que atraigas a los hombres, porque basta mirarte, pero... A mí no me engañas. Eres una prostituta y sabes perfectamente que está prohibido en este edificio realizar tales... Ejercicios —dijo con sorna.

Iba a empujarla yo misma por la escalera si no me dejaba en paz de una vez.

—Tal vez debería de empezar a vivir su propia vida y dejar en paz a los demás. Es usted insoportable —contraataqué.

Ni siquiera iba a defenderme, porque alguien como ella no merecía mis explicaciones, así que tan solo la aparté, sin permitir que abriera la boca y bajé las escaleras, huyendo de sus suposiciones indecentes.

La oí gritar, indignada, pero a mí me dio igual. ¿Quién se creía aquella mujer para estar controlándome a mí y a los que subían a mi apartamento? Incluso a los que no lo hacían, de hecho.

Salí a la calle como una exhalación, dándome cuenta de por qué había sido un error aquello de ponerme el vestido de flores, aunque no fue suficiente para distraerme en mi cometido.

Bajo el abrasador sol de finales de verano y arropada por el cálido viento que cada vez se iba alzando con mayor violencia, doblé la primera esquina a la izquierda, sujetándome los bajos de mi vestido con toda la dignidad que pude.

Me acerqué al imponente edificio blanco que había justo detrás del mío, el cual, a pesar de estar tan cerca, parecía de un distrito completamente distinto, más moderno, más restaurado y mucho más adaptado al estilo de vida que llevaba Bastien que el que llevaba yo.

Decidida, avancé hacia el portal, aunque antes de que pudiera acceder a él, se abrió con violencia, descubriendo una figura masculina saliendo a toda velocidad, sin advertirme, evidentemente demasiado enfadado como para prestar atención a nada a su alrededor.

Me detuve, a la par sorprendida y curiosa, cuando le vi girar hacia la derecha, siguiendo el largo recorrido de edificios con la cabeza gacha y pateando todo lo que se interponía en su paso.

Llevaba el cabello rizado y alborotado, rebelde como sus patadas al suelo, aunque también terriblemente atractivo como todo en él.

Su camisa ajustada mostraba la inmensidad de sus hombros fornidos, así como lo delgada que era su cadera, oculta bajo aquellos pantalones beis que, por alguna razón, parecían quedarle cortos, por encima de sus tobillos, bronceados como el resto de su cuerpo.

No pude evitar seguirle con la mirada, esperando, tal vez, alguna señal para actuar, aunque solo había una cosa que me rondaba la cabeza.

¿Por qué acababa de salir Narcisse Laboureche del edificio de mi vecino?

Negué con la cabeza, evitando así empezar a hacer conjeturas, aunque de pronto recordé los gritos desde el interior del apartamento de Bastien y no pude evitar relacionarlos con él.

Mi jefe se había estado peleando con mi vecino, por alguna razón que desconocía y, por eso mismo, me atraía enormemente.

Eché un último vistazo al portal de cristal y hierro forjado antes de decidirme a seguir a Narcisse.

¿Por qué tendría las piernas tan largas aquel hombre?

En pocos segundos había conseguido dejar atrás dos edificios y yo tuve que acelerar más de a lo que estaba acostumbrada para poder seguirle de cerca, algo que, desde luego, no parecía estar demasiado bien.

Vi cómo aminoraba el paso a medida que avanzaba, lo que me permitió recobrar el aliento cuando tan solo estaba a unos pasos de alcanzarle.

¿Debía llamarle? ¿Tal vez intentar llamar su atención?

Sin embargo, cuando lo vi girar hacia la izquierda de nuevo, escapando de mi zona de visión, me volví a detener. ¿Qué estaba haciendo? ¿Qué pretendía? ¿Perseguir a mi jefe sin razón aparente?

Recordaba que había salido de casa para ir al encuentro de Bastien, quien me lo había pedido, y yo estaba allí, sujetándome la falda de mi vestido en la calle, corriendo detrás de un hombre enfadado que no sabía ni qué dirección iba a tomar.

Y, aún así, reanudé la marcha, doblando la misma esquina que él y haciéndolo de nuevo al verle avanzar por mi calle, al parecer, en dirección a mi edificio.

Evidentemente y, al llegar al final del amplio bulevar, Narcisse se detuvo frente a mi portal, aunque a una distancia prudencial, uniendo las manos para llevarlas sobre sus labios y alzando su mirada hacia el cielo, o tal vez tan solo hacia el último piso.

Me acerqué sigilosa, aunque él tampoco parecía afectado por lo que ocurría a su alrededor, porque ni el hecho de que el viento revolviera sus gruesos tirabuzones castaños ni de que el sol debía de estar quemándole las retinas podían distraerle.

Me paré cuando estuve lo suficientemente cerca para poder observar su perfil de escultura griega, de nariz recta y mandíbula marcada, así como aquellos prominentes y gruesos labios los cuales había besado el día anterior.

Me estremecí de pronto al recordar lo que había hecho, frente a quién y con quién. Ni siquiera me reconocía a mí misma.

—¿Esperas a alguien? —pregunté.

Él se giró hacia mí, con la sorpresa reflejada en su habitualmente neutro rostro, como si fuera un fantasma.

—¿Yo? No —mintió, dando un paso atrás, como si le hubiera asustado.

Fruncí ligeramente el ceño, intentando comprender lo que le estaba ocurriendo.

—He visto cómo salías del edificio de Bastien hasta acabar aquí, Narcisse —le informé.

—¿Me has seguido?

Asentí con la cabeza, apretando los labios y, a la vez, intentando que no se me vieran las vergüenzas por el maldito viento.

Su mirada me escaneó de arriba abajo, tratando de comprender tal vez qué estaba haciendo allí.

—¿Quieres algo de mí?

La pregunta debió de incomodarle, pues dio otro paso atrás, tragando saliva con dificultad, provocando que la nuez que se marcaba en su cuello ascendiera y descendiera con rapidez.

—Yo... Sé lo de Bastien. De lo que te he estado acusando desde que llegaste con él a Laboureche y también de... —empezó, con la voz algo descontrolada, como si realmente aquella situación le superara. Carraspeó, advirtiendo el ligero temblor en sus palabras—. Digo, que me ha confirmado vuestra maldita relación secreta. He ido a su casa tras ver la fotografía que me ha hecho llegar en la que claramente os estáis besando frente a Notre Dame.

Hice una mueca. Era la misma imagen de la que me había hablado Guste, la cual había tenido de comprar, aunque no tuviera razones para ello.

—Yo nunca he tenido una relación con él, Narcisse —admití, al ver el horror en su mirada.

—Y aún así le besas en público, como a su hermano, como si nada te importara.

—A ti también te besé. Como querías, en tu despacho, frente a un periodista, para una maldita revista —le recordé.

Di un paso al frente para acortar nuestra distancia, porque, sorprendentemente, era él el que ahora se estaba alejando.

—¿Y te crees que él lo hizo de verdad? ¿El caballero romántico, el príncipe del cuento de hadas que quieres vivir? Vamos, niña, abre los ojos. ¿Crees que habría esperado tanto a besarte si sintiera algo por ti? ¡Es Louis! Él se acuesta con cualquiera en cuestión de segundos, chasqueando los dedos, la lengua, o el clip del sujetador, así de sencillo —dijo, imitando sus gestos, algo molesto.

—Yo no soy cualquiera —gruñí, apretando los puños.

Él pareció advertir mi repentina molestia, pues sonrió, como siempre lo hacía al verme atrapada en su maldito juego.

—Para mí no. Hacía años que no besaba a una mujer como lo hiciste tú ayer —reprendió.

"Para mí no", repetí en mi cabeza.

—A ver, Narcisse, no sé qué pretendes, ni lo que estabas discutiendo con Bastien en su piso ni lo que haces ahora frente al mío, pero deja de intentar manipular mi vida privada. Acepté sonreír frente a las cámaras cuando estaba junto a ti a pesar de...

—¿De qué? —me interrumpió, siendo él el que ahora daba un paso adelante, hacia mí—. ¿De que no sientas nada por mí? ¿De que me odies? ¿De que le quieras a él?

—De que me hayas humillado y despreciado desde el día en el que te conocí —concluí, sintiendo un tremendo alivio en el pecho al pronunciarlo.

Él se quedó en silencio, bajo el sol abrasador, clavando sus intensos ojos marrones en mí, como si quisiera ver más allá, hurgar en mi alma como lo había hecho con mi voluntad.

—Sigo siendo un crío —susurró, tal vez a modo de excusa.

—No, eres un hombre, un controlador y odias el hecho de que, por primera vez, no seas el centro de atención —le reprendí, como si algún espíritu se hubiera apoderado de mí y me hiciera escupir todos mis pensamientos sin ninguna clase de filtro. ¡Él era mi jefe! Mi maldito jefe. Y yo parecía otra persona completamente distinta.

Él negó con la cabeza, como si no tuviera razón.

—Soy imbécil —gruñó, sonriendo de alguna forma en la que jamás le había visto hacerlo, a la vez que volvía a dar un paso atrás, negando con la cabeza.

—Narcisse, por favor, he hecho todo lo que tu padre y tú me habéis pedido por mantener esta farsa de relación pero no...

Él me hizo callar, posando su dedo índice sobre mis labios lentamente, casi acariciándolos.

Intenté echar la cabeza hacia atrás para zafarme de él, pero no me lo permitió. Tuve que agarrar su dedo con mi mano para apartarlo y fue ese el momento en el que él la tomó, acercándose de nuevo a mí, atrayéndome hacia su cuerpo.

—¿Por qué me besaste si no sentías absolutamente nada por mí? —preguntó de pronto, como si fuera tan sencillo.

Sentí su aliento sobre mi rostro, lo que dejaba claro que estaba muy cerca, tal vez demasiado.

—Porque tú me obligaste.

Negó con la cabeza.

—Te pedí que lo hicieras.

—Y cuando quise apartarme, volviste a besarme —le recordé.

Me obligué a mí misma a mantener la mirada fija en algo que no fueran sus ojos, ni sus labios, curvados en una pequeña sonrisa que, desde luego, no parecía burlona.

—Por la portada —susurró.

—Ya habían tenido suficiente.

—Dejaste que te besara y juro que sentí cómo te derretías en mis manos. No me mientas. Querías hacerlo —insistió.

¿Qué pretendía? ¿Por qué estaba, de pronto, coaccionándome?

—Lo que quiero ahora es que me sueltes —le dije, empujándole ligeramente, soltando su mano, que todavía estaba entrelazada con la mía.

Di un paso atrás, más acalorada de lo que estaba antes, probablemente porque el sol de mediodía era todavía más ardiente.

—¿Cómo puedo ser tan idiota? —rio, llevándose las manos a la cabeza.

—Me estás asustando, Narcisse —confesé, viendo cómo en su rostro se formaba una gran y a la vez incómoda sonrisa.

Parecía un loco, pero uno de remate. El vagabundo que solía dormitar dos calles más abajo, el cual tenía una mujer imaginaria que a veces confundía con el gato negro que rondaba los alrededores, solía poner esa cara cuando recordaba que el gato no era una persona.

—¿Me odias?—preguntó

Sí. O esa era la respuesta que habría dado dos semanas atrás, cuando me había arrancado mi colgante y había estado haciendo mi vida imposible.

—¿Por qué me preguntas esto ahora, Narcisse? ¿Por qué tantas preguntas?

Le vi suspirar, dando otro paso atrás, negando con la cabeza repetidas veces. Realmente se había vuelto loco.

Siguió retrocediendo, hasta que se dio cuenta de que no podía hacerlo más, que debía doblar la esquina que llevaba de nuevo al edificio de Bastien y fue entonces cuando se armó de valor para decir una última frase que, sin lugar a dudas, paralizó mi corazón:

—Porque alguien como tú no puede enamorarse de alguien como yo y, aún así...

* * *

Annyeonghaseyo!

Lol acabo de cambiar todo el capítulo para darle más sentido a lo que viene ahora porque omg lo que he leído xdddd

Por cierto, he perdido la cuenta de lo de Cuarente-Narciso. ¿Día 30? ¿31? Idk, de todas formas, queda mucho y puedo empezar de nuevo JAJAJAJA En verdad, qué asco.

Bueno, en fin, Narcisse the crazy, el loco, le fou, como querráis llamarlo, acaba de hacer explotar 500 neuronas a la vez a Agathe, a mí y a mis 140000 lectores (omg somos muchos voy a llorar) con esa última frase porque... ¿Qué le estará pasando por la cabeza?

AY ES QUE QUEDA NADA PARA EL 66 MUERO. MORID CONMIGO. No, en verdad no, que os quedáis con las ganas de leerlo.

Here you have him, para que comprendáis por qué no duermo por las noches pensando en él:

JESUCRISTO CAMBIA MIS PENSAMIENTOS QUE AHORA MISMO NO SON MUY PUROS QUE DIGAMOS.

Y eso, que yo no he dicho nada, obviad el último párrafo y pensad que mañana hay otro capítulo igual o más intenso que este.

Ale, a dormir todos, que son las diez.

Annyeong!

Continue Reading

You'll Also Like

2.4M 188K 48
Book 1 Saga : Amor accidental . Despertar con una marca no era lo que me esperaba a mis jóvenes 20 años de edad después de un encierro por mis madre...
102M 6.3M 35
• YA A LA VENTA EN TODAS LAS LIBRERÍAS DE LATAM Y ESPAÑA • ADAPTACIÓN AUDIOVISUAL POR WATTPAD WEBTOON STUDIOS «Es como si cada uno fuera un cielo. Un...
1M 65.3K 57
-Repítelo otra vez, que no estoy comprendiendo absolutamente nada... Tomo suficiente aire para darle primero una mirada a su hermana y luego a él, si...
29.2K 2.7K 62
💫Esta historia es completamente de mi autoría por lo que se prohíbe su copia o adaptación.💫 •Tercer libro de la trilogía AEL.• •No es necesario lee...