Y empiezo con ella, porque siempre ha sido mi favorita; porque llora hasta que los sueños quedan empapados y las lágrimas ya no tienen significado. Y fue ella quién me enseñó que unos zapatos te pueden cambiar la vida y que no hay que mirar atrás, salvo para ver lo mucho que has aprendido. Y ella es la que siempre ve la esperanza escondida entre el dolor y el miedo. Y por ella aprendí que las apariencias engañan.
Cenicienta llegó la primera, con los zapatos en la mano y el reloj anunciando la medianoche, mientras miraba asustada las nubes que se acercaban. Oh, pequeña Cenicienta. No deberías haber sido tú.