#𝟎𝟏: 𝐓𝐞𝐚𝐜𝐡 𝐦𝐞 ➳ ᴠᴍɪɴ

By WordsWithoutFeelings

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"Enséñame a follar con un hombre y te daré algo a cambio". Jimin solo quería aprender lo que era estar con un... More

𝐏𝐫𝐞𝐥𝐮𝐝𝐢𝐨
{𝟎𝟐}
{𝟎𝟑}
{𝟎𝟒}
{𝟎𝟓}
{𝟎𝟔}
{𝟎𝟕}
{𝟎𝟖}
{𝟎𝟗}
{𝟏𝟎}
{𝟏𝟏}
{𝟏𝟐}
{𝟏𝟑}
{𝟏𝟒}
{𝟏𝟓}
{𝟏𝟔}
{𝟏𝟕}
{𝟏𝟖: 𝐅𝐈𝐍𝐀𝐋}
𝐋𝐢𝐛𝐫𝐨 𝟐: "𝐈'𝐥𝐥 𝐓𝐞𝐚𝐜𝐡 𝐘𝐨𝐮"

{𝟎𝟏}

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By WordsWithoutFeelings

Taehyung tenía los ojos rojos de tanto mirar la pantalla de su ordenador. Por culpa del traidor de su amigo, tuvo que quedarse hasta tarde para conseguir terminar su proyecto a tiempo.

—¡Un zombie salvaje apareció!

Taehyung frunció el ceño, restregándose los ojos con pereza. Se acercó a sus amigos y le tiró a su compañero el pen drive a la cara.

—Me debes más que una —soltó entre un bostezo y un gruñido de molestia.

Jungkook rio con sorna, guardando el pen en su bolsillo.

—Tenía una cita —se excusó.

El mayor lo miró desagrado, arrugando la nariz. Ni siquiera se sentía con las suficientes fuerzas como para molestarse en serio. Además, fue él mismo quien le animó a acudir a esa cita. Simplemente, no había esperado que fuera el mismo día en que ellos terminarían su proyecto.

—Por eso, al menos me debes dos.

Taehyung le lanzó su mochila antes de curvar su espalda como un anciano. Jungkook la atrapó y la colgó en su brazo izquierdo sin problemas. A su lado, un tercer chico soltó una risa divertida.

—Bueno, mira el lado positivo.

—¿Lado positivo? —Taehyung miró incrédulo a su primo.

—Sí, tu trabajo va a ser recompensado. ¿No es eso genial?

Taehyung tenía que admitir que su primo siempre fue alguien muy optimista. Incluso cuando su madre enfermó, Seokjin se mantuvo firme, esperando que se recuperara pronto.

Recordaba aquello como si hubiese sido ayer. Tantas semanas viendo a su pobre tía postrada en una triste cama de hospital, a la espera de que pudiesen reunir dinero suficiente para su cirugía, no había sido algo fácil de vivir.

Taehyung incluso estuvo tentado a meterse en el mundo de las drogas para poder costear la operación y ayudar a su primo. Sin embargo, una bendición con nombre y apellido apareció para salvar a su preciada tía: Kim Namjoon, con su bondad y gentileza por delante, les brindó todo tipo de ayudas económicas.

Seokjin y Taehyung se encargaron de agradecérselo de todas las formas posibles; aunque su primo fue el que más se esmeró en premiar a aquel salvador, pues tan sólo unas semanas después, Taehyung y su tía descubrieron la relación que había entre ellos. Una relación que iba más allá de una simple amistad.

Fue esa misma la que tomó gran parte del tiempo en la vida de Seokjin, por lo que Taehyung se tuvo que encargar personalmente de cuidar a su preciada tía cada vez que su primo salía con su novio en una cita.

A Taehyung nunca le molestó atender a su tía. Al contrario, estuvo más que agradecido por tener la oportunidad de devolverle el favor de aceptarlo como a su propio hijo.

Ella lo adoptó nada más nacer, pues, tras el parto, su madre falleció, dejándolo solo en el mundo. Y el hombre al que se negaba a llamar padre y al que nunca desearía conocer, los abandonó a ambos cuando su madre estaba embarazada.

Hombre, qué momento menos sugerente para recordar algo tan deprimente, pensó Taehyung. Si el profesor Min ya era suficientemente cargante, tener que escucharlo con la mente ocupada en su triste pasado no estaba ayudando a Taehyung en absoluto.

—Ni se te ocurra dormirte. Si aún aprecias tu vida, no hagas algo para que el profesor Min quiera matarte —le susurró Jungkook, con el pecho pegado en la mesa y la mano cubriendo su boca disimuladamente.

—¿Eso te dices a ti mismo cuando se te pone dura por el profesor? —dijo Taehyung, reclinándose en la mesa e imitando la pose de su amigo.

Jungkook se ruborizó y le dedicó una mirada iracunda al castaño.

—¿Qué tanto miras que notas mis erecciones? —reclamó, viendo como Taehyung se sonrojaba también.

—Disculpe, Jeon, ¿podría repetirme lo que acabo de decir?

Jungkook se incorporó enseguida, cubriéndose la entrepierna por acto reflejo como si el profesor pudiese mirar ahí.

Taehyung se percató de ese pequeño detalle, descendió la cabeza, golpeándose la frente con un bolígrafo, mientras apretaba los labios para contener la risa. Su amigo era todo un personaje de lo más divertido.

—Como suponía... —El profesor reposó las caderas en el borde de su mesa, cruzando los brazoz—. Quédese después de clases. Bien, sigamos. —Giró la cabeza para mirar su libro después de haber sentenciado el tiempo libre de Jungkook.

—Lo siento por ti —murmuró divertido Taehyung por lo bajo, sintiendo los ojos furiosos de Jungkook.

La clase continuó con normalidad el resto del tiempo. Cuando llegó a su final, todos los universitarios salieron del aula charlando y bromeando entre ellos, con sus mochilas al hombro.

Taehyung se acercó a Jungkook y le dio unos golpecitos en la espalda para darle ánimos. Este había fracasado por completo al intentaf aparentar estar tranquilo, pues su respiración irregular y sus manos temblorosas a la hora de organizar su mochila lo habían delatado.

—Ánimo. —Taehyung le revolvió el cabello—. Piensa que vas a estar con tu sexy y despiadado amor platónico —susurró, apegándose al oído del menor.

—Si intentabas animarme, déjame decirte que no lo has conseguido —masculló, poniéndose su mochila y chocando el puño con Taehyung antes de acercarse a la mesa del profesor.

Taehyung soltó una risa y se dirigió a la puerta, dejando a Jungkook a solas junto a su querido profesor, el señor Min Yoongi.

Al salir al campus, sacó su móvil y chequeó sus chats hasta dar con un mensaje no leído.

Hoseok hyung

>Taehyung, colega, ¡tu querido rayo de sol necesita salir de fiesta esta noche!

>Te invito a unas copas en el bar nuevo que han abierto.

>¡Díselo a Seokjin y los otros!


> Por supuesto, cualquier invitación para emborracharse es bien recibida jajaja


>Cuenta conmigo, Hoseok.

>Ya convenceré a los otros de ir.


En pocos segundos recibió un mensaje de Hoseok con decenas de emoticonos puestos al azar expresando emoción.

Taehyung esbozó una sonrisa y se guardó el móvil mientras salía del recinto para volver a su pequeño departamento. Necesitaba una buena siesta si quería tener cuerpo para beber.

* * *

Con una última revisión en el espejo, dando media vuelta para comprobar cualquier detalle, Jimin concluyó en que se veía bien para esta noche. Luego, se echó un poco de colonia antes de dirigirse a la puerta.

—¿Vas a salir?

—¿Soy tan obvio? —dijo, caminando por el pasillo antes de soltar una pequeña risa.

—Bueno, ten cuidado, hijo.

—Abuela, ya no soy ningún niño. —Rodó los ojos, provocando una sonrisa en la anciana—. Como sea, estaré bien. Tú procura descansar. Oh, y no me esperes despierta. Seguramente llegue tarde. No esperaba tu visita, así que hice planes con unos amigos.

—No te preocupes. Ve y diviértete, pero no te excedas —señaló como advertencia.

Jimin abrió la puerta principal, riendo por la sobreprotección de su abuela, y se dio la vuelta para plantarle un beso en la mejilla.

—Si en algún momento necesitas algo, me llamas, ¿sí?

La anciana asintió y se despidió de su nieto con una última sonrisa extremadamente cálida.

Jimin cerró la puerta con cuidado y se acomodó su chaqueta antes de caminar hacia su coche.

En realidad, no tenía planeado salir a la ciudad, pero una noticia de última hora del trabajo lo había dejado pensando toda la tarde. Se estuvo comiendo la cabeza para aclarar sus ideas, hasta que llegó a una conclusión: necesitaba documentarse.

Jimin condujo con la radio a gran volumen, golpeando el volante al ritmo de la música y silbando sin despegar sus ojos de la carretera. Sólo de vez en cuando, desviaba su vista a los laterales de las calles para encontrar el lugar en el que se había citado con un amigo.

Cruzó una esquina y se encontró con un tumulto de jóvenes alborotados, haciendo fila para entrar en una discoteca. Jimin vio el cartel luminoso del local y supo que ese era el sitio.

No había forma humana de poder aparcar, por lo que decidió bajarse enfrente del local y dejarle el trabajo sucio al aparcacoches.

Permaneció de pie en la entrada, observando la larga fila de personas, y sintió una pereza máxima al pensar que debía unirse a ellos. Al menos, hasta que una voz logró sacarlo de su ensimismamiento. Volteó en dirección de la que procedía dicha voz, hasta dar con la amplia sonrisa de su amigo pelirrojo.

—Hoseok —dijo, acercándose al mayor con las manos en los bolsillos.

—Ya creí que no venías. —Hoseok fingió sentirse dolido colocándose una mano en el pecho y secándose una falsa lágrima dramáticamente.

—Claro que no, hyung. —Jimin sonrió y se dejó rodear los hombros por el brazo del mayor.

—Lo sé, nunca fallas amigo. —Hoseok le guiñó un ojo y comenzó a arrastrarlo hacia la puerta—. Grandullón, él viene conmigo.

Un guardaespaldas casi el doble de tamaño que ambos, descendió la vista hacia el rostro sonriente de Hoseok. Jimin apenas podía ver a través de las gafas de sol del tipo. Aquello le pareció una estupidez a parte de ridículo. ¿Quién se pone gafas de sol por la noche?

Sólo los guardaespaldas que pueden partirte en dos de un soplido, pensó.

El hombre les cedió el paso abriendo una fina cuerda roja, y ambos cruzaron sintiéndose como unas celebridades. Continuaron bajando unas escaleras, percibiendo la música cada vez más potente y la oscuridad más absorbente, junto a unos láseres multicolores que se paseaban por las paredes.

—¡Ah, por cierto! —Hoseok se pegó a su oído y elevó la voz en cuanto llegaron al punto auge del local—. También he llamado a otros amigos. No te molesta, ¿no?

Jimin sonrió ladino, siendo apenas iluminado por las finas luces cromáticas, las cuales resaltaron aún más su agraciada expresión.

—En absoluto. Tus amigos son mis amigos, Hobi.

—¡Genial! Te van a encantar. ¡Son geniales! —gritó eufórico, adentrándose cada vez más en la pista de baile.

Jimin lo siguió, con las manos resguardadas en sus bolsillos. Esquivó a varios jóvenes alocados y evitó ser empapado por las bebidas de la gente que bailaban sin ningún tipo de control.

Por unos segundos, perdió de vista a su amyor, por lo que estudió el lugar con ojos felinos, tratando de encontrar la visible cabellera roja de su amigo.

De repente, un brazo lo agarró desprevenido, alterándolo, logrando que sus músculos se tensaran en el momento. Cuando vio la sonrisa extrañada de Hoseok, destensó su cuerpo en milésimas, dejando que el mayor tirara de él hasta que llegaron a la barra de bebidas.

—Casi te declaro perdido en combate —bromeó Hoseok mientras llamaba a un barman con la mano.

Jimin rio forzosamente, aunque aquello sonó más como un carraspeo, el cual no llegó a oídos del pelirrojo. Apoyó su cuerpo en la barra y apreció cada detalle de su amigo mientras este hablaba con el camarero.

En realidad, hacía mucho que Hoseok lo había perdido, solo que Jimin se encargó desmesuradamente en que Hoseok nunca se enterara de lo que hacía para ganarse la vida.

No se avergonzaba de ello. Bueno, no del todo. Pero temía lo que pudiera pensar Hoseok al respecto. No quería perder a su amigo más íntimo por culpa de su secreto. Y agradecía enormemente que él no viera ese tipo de contenido.

—Bien, aquí tienes la tuya. —Hoseok le ofreció una copa—. ¿Un brindis?

Jimin no se negó y dejó que el mayor chocara las copas a gusto. Hoseok vació la suya con dos largos tragos y se dio la vuelta poco después para pedir otra, mientras que Jimin no tenía prisa por terminar su bebida. Bebió sorbo a sorbo, viendo cómo Hoseok se deshacía de cada vaso como si sufriera de deshidratación.

—¡Anda, mira, por ahí vienen los caballeros andantes! —dijo Hoseok con la voz ligeramente alterada. Nunca se le dio bien aguantar el alcohol.

Jimin siguió el dedo del mayor mientras acercaba el vaso a sus labios con lentitud. Escudriñó la pista con la mirada hasta dar con dos chicos que iban cogidos de la mano.

Jimin alzó una ceja, bebiendo muy despacio y apreciando al par de chicos a través de la base de su vaso, distorsionado levemente la imagen de aquel dúo. Despegó el vaso de sus labios y comenzó a bajar el brazo con la misma calma, hasta que advirtió a otros dos chicos detrás de la pareja.

Dispuesto a apreciar cualquier detalle visible, centró su mirada al máximo en el cuarteto de jóvenes que se acercaba a ellos.

Uno de ellos era castaño, tenía labios carnosos y su aparentemente impoluta piel brillaba con suavidad. El chico del que se sujetaba de la mano era casi de la misma estatura, con cabello castaño oscuro y adorables hoyuelos iluminados por el tenue brillo de las luces. Otro tenía labios finos, ojos traviesos y el pelo de color negro azabache y ligeramente ondulado; parecía más joven, más inocente y más musculoso. Y por último, un muchacho de cabello castaño, labios de buen grosor, hombros anchos, estilo elegante y rostro sacado de un cuadro.

Jimin entrecerró los ojos, parpadeó con rapidez un par de veces y volvió a mirarlo, esperando que algo en él cambiara. Sin embargo, su perfección seguía ahí, no había sido su imaginación. Ese chico era condenadamente guapo, igual que los otros tres, pero había algo en él que le despertaba un curioso interés.

—Se llama Taehyung —susurró Hoseok, viendo a Jimin pícaramente al darse cuenta de que este se había perdido en el rostro de cierto chico—. Soltero, veintitrés años, amable, cariñoso y con don de gentes. Un caramelito en toda regla —halagó, saludando a los cuatro chicos con la mano.

—Gracias por el informe, Rick —dijo Jimin sarcástico—, pero los hombres no son lo mío. Sabes que no soy gay.

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