Querido jefe Narciso

By SuperbScorpio

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*Historia ganadora de los WOWAwards 2017* -¿Has infringido alguna norma desde que trabajas aquí? - preguntó é... More

Prólogo
Capítulo uno
Capítulo dos
Capítulo tres
Capítulo cuatro
Capítulo cinco
Capítulo seis
Capítulo siete
Capítulo ocho
Capítulo nueve
Capítulo diez
Capítulo once
Capítulo doce
Capítulo trece
Capítulo catorce
Capítulo quince
Capítulo dieciséis
Capítulo diecisiete
Capítulo dieciocho
Capítulo diecinueve
Capítulo veinte
Capítulo veintiuno
Capítulo veintidós
Capítulo veintitrés
Capítulo veinticuatro
Capítulo veinticinco
Capítulo veintiséis
Capítulo veintisiete
Capítulo veintiocho
Capítulo veintinueve
Capítulo treinta
Capítulo treinta y uno
Capítulo treinta y dos
Capítulo treinta y tres
Capítulo treinta y cuatro
Capítulo treinta y cinco
Capítulo treinta y seis
Capítulo treinta y siete
Capítulo treinta y ocho
Capítulo treinta y nueve
Capítulo cuarenta
Capítulo cuarenta y uno
Capítulo cuarenta y dos
Capítulo cuarenta y tres
Capítulo cuarenta y cuatro
Capítulo cuarenta y cinco
Capítulo cuarenta y seis
Capítulo cuarenta y siete
Capítulo cuarenta y nueve
Capítulo cincuenta
Capítulo cincuenta y uno
Capítulo cincuenta y dos
Capítulo cincuenta y tres
Capítulo cincuenta y cuatro
Capítulo cincuenta y cinco
Capítulo cincuenta y seis
Capítulo cincuenta y siete
Capítulo cincuenta y ocho
Capítulo cincuenta y nueve
Capítulo sesenta
Capítulo sesenta y uno
Capítulo sesenta y dos
Capítulo sesenta y tres
Capítulo sesenta y cuatro
Capítulo sesenta y cinco
Capítulo sesenta y seis
Capítulo sesenta y siete
Capítulo sesenta y ocho
Capítulo sesenta y nueve
Capítulo setenta
Capítulo setenta y uno
Capítulo setenta y dos
Capítulo setenta y tres
Capítulo setenta y cuatro
Capítulo setenta y cinco
Capítulo setenta y seis
Capítulo setenta y siete
Capítulo setenta y ocho
Capítulo setenta y nueve
Capítulo ochenta
Capítulo ochenta y uno
Capítulo ochenta y dos
Capítulo ochenta y tres
Capítulo ochenta y cuatro
Capítulo ochenta y cinco
Capítulo ochenta y seis
Capítulo ochenta y siete
Capítulo ochenta y ocho
Capítulo ochenta y nueve
Capítulo noventa
Capítulo noventa y uno
Capítulo noventa y dos
Capítulo noventa y tres
Capítulo noventa y cuatro
Capítulo noventa y cinco
Capítulo noventa y seis
Capítulo noventa y siete
Epílogo
Tu Querida Agathe y QJN+18

Capítulo cuarenta y ocho

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By SuperbScorpio

Cuarente-Narciso día 16 (3/3)

Jon Jung me cogió la mano delicadamente y observó mi dedo vendado con la cabeza ligeramente ladeada. No parecía muy conforme con la forma en la que me había vendado el dedo, aunque mostraba real interés en la herida que se escondía bajo las gasas.

—Tienes el dedo bastante hinchado. ¿Te lo han curado en el hospital? —me preguntó, sin mirarme a la cara siquiera.

Negué con la cabeza.

—Me olvidé. Esta mañana he tenido que improvisar con lo que tenía en casa.

Él frunció los labios y dejó caer mi mano suavemente, sin ninguna maldad.

—Claudine te va a matar cuando vea esa chapuza —se burló, levantando una ceja, desafiante.

Era extraña la forma en la que, de pronto, parecía haber querido intentar acercarse a mí. Tal vez era porque éramos los únicos que no encajábamos entre los demás Selectos, aunque, fuera como fuese, su presencia tampoco era desagradable.

Michele, frente a nosotros, observaba con atención a Jon, sonrió, aunque sin decir nada.

—¡Buenos días! —gritó Claudine, dejando su bolso sobre la mesa y colocándose las gafas de sol sobre la  cabeza.

Philippa se colocó frente a ella, sin permitir que avanzara hacia nosotros ni un paso más.

—El señor Gallagher ha llamado a recepción hará cosa de veinte minutos pidiendo una exclusiva sobre nuestro trabajo para su revista Modern Couture, señora Laboureche —le informó, impasible.

Ella asintió, sin darme demasiada importancia, y se dirigió hacia Jean-Jacques para besar su mejilla antes de hablar.

—Te reclaman en el despacho del CEO  —me dijo, mirándome mientras señalaba con el pulgar la salida.

Fruncí el ceño ligeramente, intentando esconder mi mano magullada debajo de la mesa, ante la atenta mirada de Jonhyuck.

—¿A mí? —pregunté, aunque ya sabía la respuesta.

Claudine levantó las cejas, mostrando su incomprensión por mi fingida sorpresa.

—Pues claro que a ti —respondió en un tono solemne.

Me levanté rápidamente de un salto y dejé el lápiz que llevaba en la mano derecha sobre la mesa y justo al lado de mi bloc de dibujo. Todos me estaban mirando, aunque no supe por qué.

Confusa, avancé hacia la salida, sin saber por qué me había llamado tan pronto por la mañana, si ni siquiera hacía una hora desde que nos habíamos despedido en el autobús. Podía haber esperado a devolverme las llaves cuando acabara mi jornada.

Avancé por el pasillo evitando mirar a nadie que se cruzara en mi camino, con un destino fijo del que no me quería desviar.

Entré en el ascensor para subir hacia el undécimo piso, donde se encontraba el despacho, con evidente indecisión, frotándome las manos para intentar centrarme en algo que no fuera el latido de mi corazón.

No entendía por qué, pero estaba nerviosa. ¿De verdad que no podría haber esperado?

Cuando las puertas se abrieron, un joven de hombros anchos cortó mi paso, como si fuera una extraña.

No me hizo ninguna pregunta, tan solo se quedó allí plantado, obstaculizando mi paso.

—Me ha llamado Narcisse Laboureche —expuse, esperando que, tras pronunciar aquel nombre, decidiera dejarme pasar.

Él se dignó a mirarme por primera vez, analizando mi rostro sin encontrar mucho más que mi simple confusión.

—¿Quién es usted? —preguntó con sequedad, como si le molestara tener hablar.

Fruncí el ceño, extrañada. Suponía que Narcisse ya le habría avisado de mi llegada, visto que había sido él quien me había llamado.

—Marie Agathe Tailler —murmuré.

Como si aquello hubiera sido la respuesta correcta a la contraseña de un club privado, se apartó, sin decir nada más.

Extrañada por aquello, le observé mientras seguía avanzando hacia el despacho de Narcisse, sin entender por qué de repente necesitaba un gorila en las puertas del ascensor.

Toqué con los nudillos la puerta de cristal, aunque no fui yo la que abrió la puerta.

Un hombre de cabellos grisáceos y unos grandes ojos castaños me recibió, como si supiera que iba a aparecer en cualquier momento.

—Le estábamos esperando —me dijo a la vez que yo echaba una ojeada al interior del despacho, solo para comprobar que había alguien más allí, efectivamente Narcisse.

Estaba de pie frente a la mesa, con la mirada perdida en algún punto del suelo, negando con la cabeza y con la barbilla apoyada en su puño derecho.

Arqueé una ceja, sin comprender lo que estaba ocurriendo. Creía haber ido a por mis llaves, cuando, en realidad, aquello parecía el momento en el que me iban a despedir.

Entré en el despacho y aquel hombre extraño cerró la puerta, como si no quisiera que alguien más pudiera colarse en la habitación.

Miré a mi alrededor, esperando a recibir órdenes para sentarme, porque, desde luego, yo no sabía qué hacer.

Narcisse siguió ensimismado, con la cabeza gacha y evidentemente nervioso, mordiendo su labio inferior como si fuera comestible.

—Bien, señorita Tailler, siento tanto secretismo pero es muy importante que lo que voy a decir solamente lo sepan por ahora mi hijo y usted.

Me di la vuelta bruscamente hacia él. ¿Era el padre de Narcisse Laboureche el que se encontraba de pie frente a mí?

Mi jefe, impasible, siguió mirando el suelo, como si estuviera en un profundo viaje astral del que solo él mismo podía detener. Nunca lo había visto tan estático ni tan perdido en su propio mundo, como si algo estuviera atormentándolo de verdad.

—Siéntese, por favor —me pidió el señor Laboureche, señalándome el sofá que había en el despacho—. ¿Quiere un vaso de whisky?

Obedecí, sin hacer preguntas. No entendía nada de lo que estaba ocurriendo. ¿Iban a echarme?

—No bebo, pero gracias —murmuré, aunque no fuera del todo cierto.

—Lo que usted diga—dijo, sirviéndose un vaso de alcohol que sacó de la botella de cristal que había sobre la mesa de café—. Soy César Laboureche, por cierto —añadió, tendiéndome una mano.

Apreté los labios antes de aceptar su saludo. Desde luego, aquel era el padre de Narcisse, probablemente el joven más famoso del siglo XX incluso antes de su nacimiento. Hacía mucho tiempo que su imagen no salía en ninguno de los medios, incluso antes de que yo me interesara por la moda, así que por eso tan solo recordaba la imagen de un César joven, rubio y con el mismo semblante serio e impasible que el de su hijo.

—Encantada —susurré, aunque probablemente no me oyó.

—Narciso, siéntate —le ordenó a mi jefe y, por primera vez desde que le conocía, hizo lo que se le decía sin rechistar.

Alcé las cejas, incrédula, cuando se me acercó para sentarse a mi lado, con la misma emoción que una marioneta, lo único que parecía en aquel instante.

—¿Estás bien? —le pregunté en un susurro, procurado que César no lo oyera.

Él asintió con la cabeza, aunque no parecía demasiado seguro de ello.

—En fin, se han publicado varios artículos, debido a la indiscreción de Claudine, sobre vuestra probable relación —dijo su padre, con su vaso de whisky entre las manos, andando de lado a lado del despacho.

Crucé las piernas para evitar empezar a moverlas con nerviosismo, aunque eso no impidió que mi corazón estuviera por estallar. Iban a echarme por algo que no era ni siquiera mi culpa.

—Yo... lo siento. No era mi intención que mi entrada en Laboureche supusiera que la prensa me relacionara con Narcisse —me excusé.

—Cállate y escucha. Todavía no has oído lo mejor —intervino Narcisse en voz baja.

¿Lo mejor? ¿A qué se refería?

—Al contrario, señorita Tailler. Es usted una imagen perfecta para nuestra empresa. De los barrios bajos, desconocida, talentosa e increíblemente introvertida. Se ganará a los medios en menos de lo que mi hijo gana mil euros —rio, como si tuviera gracia alguna.

Miré de reojo a Narcisse, quien acababa de esconder la cara entre las manos, mientras apoyaba sus codos en las rodillas. Parecía realmente sobrepasado por la situación.

—¿Yo? —pregunté, sorprendida.

—Papá, por favor, no me hagas esto —lloriqueó Narcisse, con la voz rota.

No entendía sobre qué podía ir aquello. ¿Entonces nadie iba a despedirme?

—Vas a hacer lo que yo te diga y tiene que ser creíble —le reprendió su padre, antes de detenerse para tomar un largo trago de whisky, encarándonos.

Volví a mirar a Narcisse, quien había separado los dedos para poder observarme a través de ellos, aunque tal vez creía que yo no me había dado cuenta.

—¿Quiere que yo sea la imagen de la empresa? —inquirí, sacando la única conclusión que podía tener sentido en aquel instante.

César se echó a reír de pronto. Tenía una carcajada limpia y sincera, como si de verdad lo que acababa de decir había sido cómico.

—Es que encima es tonta —bufó Narcisse, echándose hacia atrás en el sofá, descubriendo su rostro al fin.

Fruncí el ceño, molesta porque me hubiera insultado. Estaba claro que no podía mantener la boca cerrada.

César se rascó la nuca mientras su risa se apagaba.

—Lo que quiero —informó, cuando pudo hablar con seriedad—, es que ayudes a mejorar la imagen de este pequeño incordio.

Sonreí cuando oí que había insultado a su propio hijo y no pude evitar desviar mi mirada hacia él, que estaba serio y con el ceño fruncido, casi enfadado.

—¿Cómo voy a hacer eso?

César se acercó a nosotros y se puso en cuclillas para cogerme de la mano a mí primero para, acto seguido, agarrársela a Narcisse y colocarla sobre la mía.

Casi me atraganté cuando sentí el calor que irradiaba su piel y, como si la mía también quemaba, mi jefe se apartó rápidamente, no antes de que sintiera una corriente eléctrica recorrer mi cuerpo entero.

—Solo unas fotos así y Laboureche será una empresa dirigida a todos. Los de tu clase se sentirán aceptados cuando os vean juntos y también querrán comprar nuestros vestidos para sus ocasiones especiales. Va a ser una unión que no solo os afectará a vosotros, sino al mundo entero —murmuró, levantándose de nuevo, el supuesto publicista de la empresa.

Miré a Narcisse, que estaba pálido y parecía que se iba a desmayar de un momento a otro.

—¿Quiere que finja salir con su hijo?

Narcisse se pegó un golpe en la cara, como si le hubiera dolido de la misma forma oír pregunta.

—Necesito que seáis la pareja de enamorados más adorada de todo el país.

* * *

Annyeonghaseyo!❤

Quiero confesar que tenía pensada esta escena desde el momento en el que Narcisse dijo que su publicista le hacía ir en bus xd

Así que ¡ole, ole, los caracoles! ¿Creéis que podrán con ello? ¿Aceptará Agathe a hacer algo así después de lo que hizo Narcisse? ¿Y él? Porque para mí que le apetece tanto tirarse por un barranco que salir con la pobre Aggie.

He visto algunos comentarios sobre cómo os aburre la novela, lo tediosa que resulta por su longitud "injustificada", aunque, la verdad, he respondido a muy pocos, y no porque no tenga nada que decir. Esta novela tiene 97 capítulos, los cuales voy reescribiendo a partir de capturas de pantalla que tengo de la novela que Wattpad borró, así que no, no pienso acortarla para hacerla más amena o lo que sea que pretendáis con los comentarios de que soy muy pesada y que no hay acción. Y gracias por insultarme, me encanta pasarme horas escribiendo para que me llamen idiota xd

Dicho esto, os podéis ir a chupar un huevo si os parece más entretenido que leer QJN. PERO A LOS QUE OS GUSTA OS QUIERO Y LO SABÉIS PORQUE OS DEDICO ESTE CORAZÓN 🖤

Fin del maratón y hasta mañana, que lo que se viene jujuju

Annyeong!

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