Gruñendo sin cesar, Lalisa se paseó por la puerta de la sala de tratamiento. Sarah le había ordenado que se mantuviera fuera del camino, y su compañera le había enviado una mirada que decía que prestara atención a la Medico. Para complacer a su pareja, obedeció a la directiva, pero cada vez que Sarah tocaba a Jennie, su lobo se lanzaba dentro de ella en un frenesí. Ella nunca había estado tan agitada, tan posesiva, incluso cuando ellas se habían apareado por primera vez. Ni siquiera en la agonía del frenesí de cría. Ella ya había medio cambiado y apenas podía controlar la oleada de hormonas que se deslizaban a través de su sistema. Si perdía el control, sería peligrosa, incluso para Sarah.
— ¿Ya casi terminas? — Preguntó Lisa, distraídamente frotándose el dolor en su estómago. Al otro lado de la habitación, Sarah se volvió, apoyando la mano ligeramente en el hombro de Jennie.
— Casi.
— No la toques. — Lisa gruñó y su piel brilló. Sarah lentamente retiró su mano.
— Prima, puedes vestirte. — Jennie se deslizó de la mesa de tratamiento y se puso los vaqueros. No se molestó con una camisa.
— ¿ Hay algo mal, Sarah?
— No lo creo. — Sarah miró desde Lisa a Jennie, su expresión era burlona.
— Vamos a apurar los análisis de sangre, sólo para estar segura de que no hay evidencia de plata en el torrente sanguíneo, pero no puedo encontrar nada mal.
— Algo está apagado. — Jennie dijo con un movimiento de cabeza. — Me siento más agresiva que de costumbre, y mira a Lalisa. Está tan agitada que está a punto de cambiar.
— Eso es normal, dadas las circunstancias. — dijo Sarah. Lalisa saltó a través de la habitación, sus caninos se extrajeron.
— ¿Qué circunstancias? — Sarah miró a Lisa con severidad.
— Si te controlas, Alfa, podrías responder a tu propia pregunta. Toma algunas respiraciones profundas y tranquiliza a tu lobo. - Lisa gruñó.
Nadie excepto Sarah había hablado con ella de esa manera. Después de su madre, Sarah era la única lobo, aparte de su pareja, que alguna vez podría dominarla. Su piel vibró con la necesidad de arrastrar a Jennie a su guarida, lejos de todo el mundo. Porque era Sarah, y como Jennie querría que lo hiciera, Lisa obligó a su lobo a asentarse. Ella atrajo a Jennie Sus brazos y frotó su cara sobre el cuello de Jennie, sumergiéndose en el perfume de Jennie. La conexión con su pareja la tranquilizó, y su lobo finalmente dejó de pasearse. El olor de su compañera, sus feromonas, corrió a través de su sistema. Temblando, lamió el cuello de Jennie.
— Lalisa. — murmuró Jennie, acariciándole la espalda, — Estás temblando. ¿Qué pasa?
Lisa lamió a Jennie de nuevo, su corazón latiendo como si pudiera estallar de su pecho. Levantó la cabeza y se encontró con la mirada de Jennie.
— Estas embarazada. — Jennie respiró profundamente.
— ¿Cómo lo sabes? — Lisa sonrió.
— Soy la Alfa.
Jennie frunció el ceño automáticamente, pero su sonrisa entró en erupción y llenó el alma de Lisa.
— ¿Estas segura?
— Sí. — dijo Lisa.
— Muy segura. — Dijo Sarah. Jennie agarró la mano de Lisa y buscó en la cara de Sarah.
— ¿Y saludable? ¿Puedes decirme algo?
— Es muy temprano, pero ambos son fuertes y vigorosos Weres. — dijo Sarah suavemente.
— Harás hermosos cachorros.
— ¿Cachorros...plural? — Riendo, Jennie besó a Lisa.
— Te amo, pero es mejor que no haya más de dos.
Lalisa volvió a enterrar su cara en el cuello de Jennie, ocultando sus lágrimas a Sarah. La guerra estaba sobre ellas, y ella no estaba segura si podría decirle a sus amigos enemigos. Ella tenía una Manada para proteger, una compañera para proteger, y ahora, preciada descendencia para defender. Sintió el cálido aliento de Jennie contra su oído.
— Juntas, Lisa. Lo que sea que venga, lo enfrentaremos juntas. Siempre. — Lisa alzó la cabeza y Sarah apartó la vista, fingiendo no ver sus lágrimas.
— Me honras con tu amor, Prima. Sólo quiero, siempre, merecerlo. — Jennie presionó un beso a la mordedura mate en el pecho de Lisa.
— Mientras me ames, siempre lo harás.— Lalisa sonrió.
— Un reto que de buen grado acepto.