Querido jefe Narciso

By SuperbScorpio

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*Historia ganadora de los WOWAwards 2017* -¿Has infringido alguna norma desde que trabajas aquí? - preguntó é... More

Prólogo
Capítulo uno
Capítulo dos
Capítulo tres
Capítulo cuatro
Capítulo cinco
Capítulo seis
Capítulo siete
Capítulo ocho
Capítulo nueve
Capítulo diez
Capítulo once
Capítulo doce
Capítulo trece
Capítulo catorce
Capítulo quince
Capítulo dieciséis
Capítulo diecisiete
Capítulo dieciocho
Capítulo diecinueve
Capítulo veinte
Capítulo veintiuno
Capítulo veintidós
Capítulo veintitrés
Capítulo veinticuatro
Capítulo veinticinco
Capítulo veintiséis
Capítulo veintisiete
Capítulo veintiocho
Capítulo veintinueve
Capítulo treinta
Capítulo treinta y dos
Capítulo treinta y tres
Capítulo treinta y cuatro
Capítulo treinta y cinco
Capítulo treinta y seis
Capítulo treinta y siete
Capítulo treinta y ocho
Capítulo treinta y nueve
Capítulo cuarenta
Capítulo cuarenta y uno
Capítulo cuarenta y dos
Capítulo cuarenta y tres
Capítulo cuarenta y cuatro
Capítulo cuarenta y cinco
Capítulo cuarenta y seis
Capítulo cuarenta y siete
Capítulo cuarenta y ocho
Capítulo cuarenta y nueve
Capítulo cincuenta
Capítulo cincuenta y uno
Capítulo cincuenta y dos
Capítulo cincuenta y tres
Capítulo cincuenta y cuatro
Capítulo cincuenta y cinco
Capítulo cincuenta y seis
Capítulo cincuenta y siete
Capítulo cincuenta y ocho
Capítulo cincuenta y nueve
Capítulo sesenta
Capítulo sesenta y uno
Capítulo sesenta y dos
Capítulo sesenta y tres
Capítulo sesenta y cuatro
Capítulo sesenta y cinco
Capítulo sesenta y seis
Capítulo sesenta y siete
Capítulo sesenta y ocho
Capítulo sesenta y nueve
Capítulo setenta
Capítulo setenta y uno
Capítulo setenta y dos
Capítulo setenta y tres
Capítulo setenta y cuatro
Capítulo setenta y cinco
Capítulo setenta y seis
Capítulo setenta y siete
Capítulo setenta y ocho
Capítulo setenta y nueve
Capítulo ochenta
Capítulo ochenta y uno
Capítulo ochenta y dos
Capítulo ochenta y tres
Capítulo ochenta y cuatro
Capítulo ochenta y cinco
Capítulo ochenta y seis
Capítulo ochenta y siete
Capítulo ochenta y ocho
Capítulo ochenta y nueve
Capítulo noventa
Capítulo noventa y uno
Capítulo noventa y dos
Capítulo noventa y tres
Capítulo noventa y cuatro
Capítulo noventa y cinco
Capítulo noventa y seis
Capítulo noventa y siete
Epílogo
Tu Querida Agathe y QJN+18

Capítulo treinta y uno

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By SuperbScorpio

Cuarente-Narciso día 1

—En Laboureche nos tomamos muy en serio las jerarquías —me informó Claudine, andando a mi lado, como si me considerara digna de ello.

Avanzar por un pasillo nunca me había resultado tan maravilloso. Estaba junto a mi nueva jefa, la que había sido mi ídola durante tantos años, en el lugar del que siempre había querido formar parte, y, desde luego, no había nada mejor que aquello. Iba a estallar de felicidad, ahora que era consciente de lo que estaba ocurriéndome, tan único como indescriptible.

A esas horas de la tarde ya prácticamente no quedaba nadie en el sótano de Laboureche, aunque las reuniones semanales de los Selectos no entendían de horarios laborales.

Las luces de prácticamente todo el edificio estaban apagadas y las del sótano no eran una excepción, aunque allí, al fondo del pasillo, donde se encontraba el taller más importante de todo París, la sala más iluminada de la calle era lo único que llamaba mi atención.

Ni en mis mejores sueños me había imaginado entrando como una Selecta  en aquel lugar, mucho menos acompañada de Claudine, ofreciéndome lecciones de jerarquía en la moda como si yo no supiera nada de aquella empresa.

—Sé que nosotros, los Selectos, estamos en la cima de la pirámide y que somos quienes tomamos las decisiones. Los diseñadores tan solo copian y reproducen nuestros bocetos y las costureras las que los ejecutan, para que los bordadores rematen el trabajo con ayuda de los becarios o también conocidos como estudiantes de moda con suerte —dije, sonriendo de oreja a oreja.

Claudine levantó una ceja.

—Suelo ser yo la que da las clases —murmuró, aunque parecía satisfecha con mis conocimientos.

Me coloqué los mechones más cercanos a mi rostro detrás de las orejas, lista para hacer mi entrada triunfal, aunque no vestida para matar. Eso lo había dejado claro a Claudine nada más verme llegar.

No tenía todavía la seguridad de vestir mis propios diseños y mucho menos de andar con tacones por la ciudad, teniendo en cuenta mi torpeza y mis pocas ganas de llamar la atención, aunque sí tenía algo claro: mi estilo simple, el que nunca me había hecho destacar, estaba evidentemente vetado en aquel lugar.

Tal vez era la señal que siempre había necesitado para enfundarme en unos pantalones de cuero, aunque me avergonzara tanto como para ni siquiera haberles sacado la etiqueta. Tenía estilo interior y gusto para la ropa, lo único que me faltaba de verdad era arrancarme el miedo de una maldita vez y, gracias a Laboureche, estaba segura de que iba a hacerlo. O tal vez no.

Claudine abrió ambas puertas de cristal, entrando como la verdadera diva que era a su amada sala de Selectos, sin descubrirme todavía, siendo aclamada por todos los que allí se encontraban, esperando a su señal para dejar de vitorear. Parecían la mejor familia del universo y, por casualidades de la vida, yo acababa de entrar a formar parte de ella.

—Oh, Narcisse, no esperaba verte aquí —soltó Claudine, provocando que un cubo de agua fría cayera sobre mí, matándome la ilusión en seis palabras.

Me asomé por encima de su hombro para descubrir al dueño de la empresa allí sentado, en el lugar que correspondía a Claudine, jugueteando con el bajo de aquella maldita corbata, con el gesto serio aunque estuviera evidentemente divertido por toda aquella situación.

—Señorita Tailler, qué bien que haya llegado al fin. Ya podemos empezar con esta maravillosa reunión ahora que nos honra con su presencia —dijo, levantándose para clavar su mirada en mí, aunque siguiera parcialmente oculta por Claudine.

Suspiré. Jamás iba a dejarme en paz, ¿verdad?

—¡Por el amor de Dios, Narciso! Estaba a punto de presentar formalmente a Marie Agathe, no puedes interrumpir a los Selectos porque a ti te dé la gana —le riñó la anciana, avanzando hacia él no en muy buenas condiciones.

Narcisse retrocedió un paso, tal vez sorprendido por la reprimenda de su tía bisabuela, tan inesperada como su sola presencia.

Yo me adentré en la sala, tomándome la libertad de cerrar las puertas antes de que los gritos de Claudine llegaran a oírse desde el vestíbulo.

Jon, sentado en la silla más cercana a mí, me escaneó de arriba abajo antes de morderse el interior de las mejillas, como si intentara evitar decir algo que pudiera perjudicarle de alguna forma.

—Ya sé que es tu territorio, tía, pero cuando algo que me concierne a mí y a mi seguridad ha sido provocado por las ganas de joderme la vida de alguien de aquí, tengo que tomar medidas. Y nadie va a salir de este edificio hasta que confiese quién me ha delatado ante la prensa —rugió Narcisse, todavía más enfadado que aquella misma mañana.

Su mirada se dirigió a mí de nuevo y Claudine, esta vez, sí lo advirtió.

—Siéntese, Agathe —me ordenó, señalándome el sitio libre que había al otro lado de la mesa en el que se encontraba ella, donde no titubeé en dejarme caer con disimulo, aunque no sin ser escrutada por los demás Selectos.

—No creerá que alguno de nosotros va a arriesgar su larga carrera en Laboureche para descubrirle después de tanto tiempo en el anonimato, ¿verdad? A mí no me incumbe lo que haga con su vida mientras me deje trabajar y estoy segura de que mis compañeros piensan exactamente lo mismo que yo —argumentó Philippa Javert, cruzándose de brazos, como si estuviera indignada por el motivo de la reunión.

—Yo no la he acusado a usted ni a ninguno de los fieles Selectos, ¿acaso ha oído que haya dicho lo contrario? —preguntó Narcisse, altivo.

Claudine hizo apartar a su sobrino nieto para ocupar su sitio en la cabeza de la gran mesa, dándose por vencida en su enfrentamiento.

—Yo no he sido —dije al fin, cuando su mirada volvió a mí.

Llamé la atención de los Selectos, quienes, por alguna razón, parecían sin comprender quién era yo todavía.

—Claro que no —murmuró Narcisse—. Ocultas muy bien tus ansias de fama, pero conozco a la gente como tú. Tal vez no lo parezca a primera vista, pero estabas deseando ser el centro de atención y...

—Narciso, mírala —le interrumpió Claudine, señalándome con pena—. Le falta poco para echarse a temblar, dudo que tenga ganas de que la acosen los medios si ya le cuesta soportar que le hables tú.

Me mordí el labio inferior, sin saber si agradecerle a Claudine que interfiriera por mí o si sentirme avergonzada por cómo estaba temblando por la fría y dura mirada del millonario.

Narcisse hizo rodar sus ojos, antes de fijarse descaradamente en la cabeza gacha del hombre a mi izquierda, que jugueteaba con sus manos como si tuviera algo entre ellas.

Fue entonces cuando empezó a andar en mi dirección, aunque desviando su trayectoria para terminar detrás de Jon Jung, que parecía estar rezando un rosario más que prestar atención a lo que ocurría a su alrededor.

Narcisse colocó con agresividad sus dos manos sobre los hombros de Jon, provocando que, tanto él como la mayoría de los presentes, diéramos un salto por la sorpresa.

—Querido amigo coreano —le susurró, agachado su cabeza para quedar a la altura de su oreja—. ¿Se puede saber qué has hecho?

Sin quererlo, sonreí. Al menos no era la única desgraciada de aquella sala en la que el indomable jefe no confiaba.

Entonces, Jon alzó la cabeza, fijando su mirada al frente y arrugando su ceño antes de levantarse, apartando así a Narcisse de golpe, llamando la atención de todos en pocos segundos.

—Por ahí sí que no paso —soltó, girándose hacia el dueño y director general, quien se había cruzado de brazos—. De acuerdo que hice trampas una vez y acepté que me encubrieras para conseguir este puesto, pero juro por mi vida que yo no tengo interés alguno en que ni tú ni ella salgáis en las portadas de las revistas del corazón. Yo he venido para trabajar, no para jugar a los famosos con una niña y un mentiroso.

A diferencia de lo que esperaba que ocurriera después de la acusación de Jon, Narcisse sonrió y eso, desde luego, provocó que alguno de los Selectos suspirara, como si hubiera estado aguantando la respiración durante el discurso.

—Pero si eres un pequeño criminal —le dijo, negando con la cabeza y ensanchando su sonrisa.

Entonces, Claudine se levantó, señalando la puerta con desesperación.

—Sal de mi taller, Narciso.

Él volvió a rodar los ojos, aunque, obediente, se dio la vuelta, dispuesto a marcharse de una vez por todas.

—Me aburre, señorita Tailler —murmuró a modo de despedida, sin darme ni una sola razón sólida para entender por qué lo hacía y, como siempre, para tener la última palabra.

* * *

Annyeonghaseyo!

Bienvenidos a la cuarentena de la Meri, la cual lleva encerrada dos días y ya se ha visto tres series y media y no sabe qué más hacer a parte de escribir xd

Rezad para que haya nueces en el súper porque quiero hacerme una carrot cake ya que cocinar y limpiar se han vuelto mis pasatiempos favoritos PORQUE NO TENGO NADA MÁS QUE HACER.

El caso, que da igual, que mejor encerrada que enferma, así que a disfrutar QJN que se vienen unos bonitos 15 días para mis followers :)

Btw, el próximo capítulo se viene algo que el 90% amabaaaaaaissss ❤ Y yo también, pa qué mentir.

Ale, hasta luego, voy a seguir viendo Toy Boy JAJAJAJAJA

Annyeong y feliz cuarentena! ❤

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