Belleza Oscura [En Librerías]

נכתב על ידי JessRe

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Alayna Novak es una asesina sin corazón, pero cuando su camino se cruce con el de Luca Vitale, despertará en... עוד

¡Belleza Oscura en Librerías!
Sinopsis 🦋
Prólogo 🦋
Capítulo 1 🦋
Capítulo 2 🦋
Capítulo 3 🦋
Capítulo 4 🦋
Capítulo 5 🦋
Capítulo 6 🦋
Capítulo 7 🦋
Capítulo 8 🦋
Capítulo 9 🦋
Capítulo 10 🦋
Capítulo 11 🦋
Capítulo 12 🦋
Capítulo 13 🦋
Capítulo 14 🦋
Capítulo 15 🦋
Capítulo 16 🦋
Capítulo 17 🦋
Capítulo 18 🦋
Capítulo 19 🦋
Capítulo 20 🦋
Capítulo 21 🦋
Capítulo 22 🦋
Capítulo 23 🦋
Capítulo 24 🦋
Capítulo 25 🦋
Capítulo 26 🦋
Capítulo 27 🦋
Capítulo 28 🦋
Capítulo 29 🦋
Capítulo 30 🦋
Capítulo 31 🦋
Capítulo 32 🦋
Capítulo 34 🦋
Capítulo 35 🦋
Capítulo 36 🦋
Capítulo 37 🦋
Capítulo 38 🦋
Capítulo 39 🦋
Capítulo 40 🦋
Capítulo 41 🦋
Capítulo 42 🦋
Capítulo 43 🦋
Capítulo 44 🦋
Capítulo 45 🦋
Capítulo 46 🦋
Capítulo 47 🦋
Capítulo 48🦋
Epílogo 🦋
SECUELA DISPONIBLE 👑

Capítulo 33 🦋

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נכתב על ידי JessRe


Alayna

Fallé.

Por primera vez en dieciocho años fallé en la misión más importante de mi vida. Creí que Ignazio podría ayudarnos y arriesgué a Luca. No debí alejarme de él, no debí perderlo de vista. Esto era culpa de mi incompetencia. El viejo Vitale hizo algo en contra de su hijo. Fue un gran movimiento mientras yo estaba lejos del juego. Y Carlo seguía vivo.

Tenía las manos casi en carne viva de lo fuerte que apretaba el volante. Él estaba solo y a disposición de los monstruos. Lo siento tanto, príncipe... Te encontraré y mataré a todos aquellos que te hicieron daño.

Estacioné el auto sin mucha paciencia de regreso en la mansión Vitale y encendí un cigarro. Leonardo era el único que podría darme respuestas. No me importaba meterme en la boca del lobo. A estas alturas solo quería encontrar al príncipe.

Le di una larga calada mientras observé a los soldados que custodiaban la casa. Ellos se rieron, confirmando lo que ya sabía. Un rifle fue apuntado hacia mi cara.

—Eres más estúpida de lo que pensé, rusa—Se burló el guardia —. No podías ser hermosa e inteligente al mismo tiempo.

No parpadeé ni emití una reacción. No tenía tiempo para tonterías.

—Dime dónde está el Don y perdonaré tu vida.

Nos miramos fijamente antes de que él estallara en carcajadas. Su compañero mantuvo una distancia adecuada sin soltar su arma. Sabía que no era prudente provocarme. Hoy no era un buen día y no me contendría. Mi poca paciencia estaba terminando.

—No estoy autorizado a responder esa pregunta, pero lo haré —Se lamió los labios y arqueó una ceja—. Sus días como Don han terminado. El Capo ordenó que te lleváramos a él en caso de que vinieras. Te está esperando en su oficina. Tal vez puede darte la ubicación que buscas.

Enfilé la puerta sin dudar ni un segundo. Escuché el fuerte silbido del soldado mientras miraba mi trasero enfundado en el pantalón de cuero.

—Dudo mucho que Vitale se deshaga de ti —comentó entre risas—. Ese culo y esas tetas no deberían ser desperdiciados. Tienes un lugar reservado en el prostíbulo.

Sus palabras detonaron la dinamita que estaba tratando de contener. Exploté. Me lancé hacia él, conectando mi puño con su boca y su nariz. No lo vio venir. El sonido de mis nudillos contra sus huesos llenó el aire. Perdería un par de dientes después de ese golpe. Se estaba ajustando la nariz cuando le di una patada en el estómago y lloriqueó.

—¡Perra loca! —gimió—. ¿Qué demonios crees que haces? Te mataré, el Don no está aquí para defenderte.

Resoplé.

—No necesito que nadie me defienda, imbécil.

Trató de devolverme el golpe, pero lo esquivé con una risita. Él se mantuvo de pie, balanceándose con dificultad mientras la sangre caía a raudales de su nariz. Pobre diablo perdedor.

—Denis, para con este juego —Le advirtió su compañero, apuntándonos con el rifle—. El Capo la quiere viva.

Mi último ataque en la entrepierna hizo que el imbécil cayera al suelo, mareado. Rodó para quedar en posición fetal mientras me ubicaba delante de él. Mi cigarro seguía encendido así que tomé una nueva calada antes de hablarle.

—Nunca subestimes a una cara bonita, idiota.

La sangre cubría sus mejillas y empapó su camisa.

—Jódete.

Quité el cigarro de mis labios y con la brasa encendida. El poco hombre gritó, agitando sus puños hacia mí. Agarré sus dedos, retorciéndolos tan duros que chilló de dolor y me suplicó que parara.

—La próxima vez haré algo más que quemarte—Mis palabras eran tranquilas —. Nos vemos pronto, Denis.

Le guiñé un ojo a su compañero y me alejé de ellos para avanzar hacia el interior de la mansión. Antes de entrar, mi atención se dirigió a la ventana del segundo piso dónde vi a Vitale de pie observando el espectáculo con un vaso de whisky en la mano. Estaba esperándome. Bien, le daría cualquier cosa si eso significaba que tendría la ubicación de Luca a cambio.

Cada hombre que custodiaba la mansión me dejó pasar cuando se aseguraron de que no tenía armas. En el vestíbulo encontré a Kiara llorando en los brazos de su madre y mi corazón se detuvo. La imagen hizo que todo se sintiera más real.

—Alayna —Kiara lloró cuando notó mi presencia—. Por favor, dime que lo salvarás.

Apreté la mandíbula para evitar que temblara. No era momento de ser débil, no me quebraría.

—Lo haré —afirmé—. Lo prometo.

Emilia limpió las lágrimas que rodaron por sus mejillas. La había visto llorar muchas veces, pero ahora estaba destrozada. No era la misma mujer frívola que conocí el primer día. Era una madre aterrada que amaba profundamente a su hijo.

—Por favor, date prisa —sollozó—. No quiero que mi hijo muera, tráelo con vida, Alayna. Por favor.

Las palabras me fallaron y todo lo que pude hacer fue asentir. Quería regresar a la noche anterior cuando estaba cómoda en los brazos de Luca. Necesitaba que estuviera bien porque no soportaría el peso de su pérdida. Nunca lo superaría.

—Luca estará bien —dije llena de convicción—. Lo juro.

Marché a la oficina de Vitale con una calma mortal. La desesperación era una cualidad poco atractiva de poseer. Necesitaba ser más inteligente y calculadora. Nada de impulsos ni acciones estúpidas que podría arruinar todo. Leonardo resultaba ser bastante impredecible. Descubrió el secreto de Luca y probablemente también se alió con Moretti como lo hizo Carlo. Solo me quedaba utilizar un último recurso a mi favor: No quería matarme. Su insana competencia con Luca lo motivaba a querer poseer todo lo que su hijo tenía y eso me incluía. ¿Su error? Se creía invencible e intocable. Un solo descuido y yo aprovecharía.

Estaba de pie cuando entré a su oficina sin tocar. Bajó los labios a su vaso de whisky, dándole un gran trago. El pesado olor a alcohol me trajo amargos recuerdos de mi pasado, recuerdos de papá desmayado en el sofá y mamá llorando. Esta escoria tenía mucho de mi progenitor: violento, machista, abusador y mal padre. No le importaba matar a su propio hijo por ambición. Me daba asco.

—Sabía que vendrías —dijo Vitale—. No eres ninguna cobarde.

—¿Dónde está Luca? —pregunté sin rodeos.

Me inspeccionó con la mirada como si tratara de ver más allá de mi alma. Su mandíbula se tensó, así como su puño alrededor del vaso. Quería abalanzarse sobre mí y matarme sin compasión. Perfecto, que lo intentara. Yo respondería con mucho gusto, estaba harta de contenerme.

—Resultaste ser muy decepcionante. Una mujer de tu categoría no debería rebajarse de esta manera.

Me puse cómoda en la silla frente a su escritorio sin pedir permiso. Crucé mis piernas, dándole una expresión aburrida y orgullosa.

—¿Me rebajé porque preferí proteger a su hijo y no obedecer sus abusivas órdenes?

Su mandíbula se contrajo.

—¿Eres tan poco profesional con todos sus clientes?

—¿Poco profesional? Soy muy eficiente, señor. Mi deber siempre fue respaldar al Don—Le recordé—. Órdenes de su difunto padre. ¿Acaso usted tiene episodios de amnesia?

El vaso de whisky que sostenía en su mano voló muy cerca de mi cara, rozando mi oreja por unos cuantos centímetros. Su rostro se puso carmesí mientras rebuscaba en los cajones. Luego sacó un arma para apuntarme. No reaccioné.

—¿Eficiente? Mi hijo estuvo a punto de arruinar uno de mis mayores negocios gracias a que tú lo ayudaste. Lo encubriste muy bien y le abriste las piernas. Supongo que tu eficiencia era con él para complacerlo. ¿No, Alayna?

Le ofrecí una dulce y descarada sonrisa.

—¿Le hubiera gustado que abriera mis piernas para usted? ¿Ese es el verdadero problema aquí?

Terminó con la distancia que nos separaba a grandes zancadas y lo tuve detrás de mí. Su mano agarró mi cabello en un puño, tirando de mi cabeza hacia atrás. Ignoré el escozor, ignoré el cañón del arma presionando mi sien. Aún no era el momento de liberar mi demonio interior.

—Eres una puta que no vale nada—gruñó—. ¿Creíste que eras muy inteligente? Déjame decirte que estás equivocada. Volviste aquí por mi hijo y ese fue tu mayor error. Te advertí, Alayna. Te advertí que serías mi nueva adquisición favorita.

Rodé los ojos.

—¿Qué hará? —resoplé—. ¿Enviarme a un prostíbulo como dijeron sus hombres? ¿Realmente cree que puede romperme? Más de una vez utilicé mi cuerpo para otros fines. He sido secuestrada, golpeada y torturada. Asistí a misiones que usted nunca podría soportar. Mi fortaleza es indestructible, nada ni nadie perturba mi mente.

Sonrió.

—¿Entonces qué haces aquí si nada perturba tu mente? Mi hijo logró meterse ahí —Soltó mi cabello y se alejó—. Estás enamorada de Luca. De lo contrario, nunca volverías por él.

No lo negué.

—Me dirá dónde está Luca y le daré más tiempo de vida —Tiré la silla cuando me levanté—. Usted decide o cumpliré mi fantasía de verlo muerto. He soñado con arrancarle la cabeza y dársela como regalo a mi príncipe.

Sus labios se inclinaron en una sonrisa, pero era diferente a la que me dio otras veces. Algo que no podía explicar. ¿Duda? ¿Miedo?

—Mi hijo es esa debilidad que asumes no tener. En otra vida me hubiera gustado que fueras parte de mi familia, pero eres demasiado volátil y rebelde. Las mujeres como tú no son ideales en la mafia. Necesitan correas de perras.

Cada vez era más difícil contenerme. Mis uñas mordieron las palmas de mis manos, dejando un fuerte escozor.

—¿Quién dijo que quiero formar parte de su sucia familia? Las mujeres como yo nacimos para reinar y liderar.

—Puras palabras vacías —Se movió por la habitación, manteniendo el arma en su mano como si eso pudiera intimidarme—. Será muy fácil domarte como la yegua que eres. Diez hombres conteniéndote será suficiente.

—Si va a dispararme, matarme o enviarme a sus prostíbulos hágalo de una vez. Sus habladurías me exasperan. Estoy harta de su drama, es el típico mafioso estereotipado hambriento de poder. ¿No tiene otras ambiciones además de hacer dinero y matar personas inocentes? Sus propósitos son ridículos y vacíos. Usted es ridículo.

Una vena se hinchó en su cuello.

—Esa boca tuya será tu muerte.

Chasqueó los dedos, y segundos después, la puerta se abrió. Un soldado vestido de negro y con la cara cicatrizada ingresó, esperando órdenes. Qué aburrido. ¿Iba a torturarme? Si ese era su plan perdía el tiempo. Era más resistente que el acero. Sobreviviría el tiempo suficiente para encontrar a Luca.

—Tú lo pediste así que lo tendrás —dijo Vitale—. Mañana mismo serás enviada con las chicas que pretendías salvar y empezarás un nuevo trabajo. Los enemigos que tienes disfrutarán verte en vídeos caseros llorando y gimiendo. Serás mi próxima estrella porno. Bienvenida al negocio, Alayna.

Mi pulso se mantuvo uniforme, calmado.

—Perfecto —murmuré—. Disfrute sus últimas horas de vida.

—Llévala a su antigua habitación y espera mis instrucciones —Vitale se acercó nuevamente a la ventana—. No la pierdas de vista, quédate en su puerta.

—Sí, señor.

Acto seguido, el soldado me sacó de la oficina con una brusquedad innecesaria.

—Eres una cosa tan bonita —El hombre de la cicatriz acarició mi cintura—. Cuando empieces con tu nuevo trabajo, prometo ser uno de tus mejores clientes. No puedo esperar a probarte.

Rodé los ojos. Todos los hombres de esta casa eran iguales, a excepción de Luca. Machistas, violadores, insípidos sin carácter. Deberían extinguirse. Ponían en ridículo a la población masculina.

—¿Qué más harás? Adelante, quiero escucharte —musité con un mohín—. Sé original, por favor.

—Tus lindos y gordos labios envolverán mi pene —Me empujó a la habitación, riéndose a carcajadas—. Serás una buena prostituta.

Me apoyé contra el marco de la puerta y reprimí todos los instintos que me pedían sangre.

—No olvidaré tu fea cara —afirmé con una sonrisa siniestra—. Esta misma noche me encargaré de que pierdas ese pene microscópico.

Entonces cerré la puerta en sus narices. Maldito imbécil.

🦋

Luca

Las siguientes horas no pronuncié ni una sola palabra. Tampoco hice nada. Las magulladuras en mi cuerpo empezaron a doler, el sabor metálico inundó mi boca y era difícil moverme. Carlo sobrepasó todos los límites. Estaba tan lleno de odio que no podía dejar de pensar en formas de matarlo. Quería desmembrarlo y luego dejar que se desangrara mientras me imploraba por piedad. ¿Y si mataba a su patética hija frente a sus ojos? Sería maravilloso.

Me imaginé lo peor, mi sed de venganza era lo único que me mantenía cuerdo. Saldría de allí a cualquier costo y les enseñaría lo que era el sufrimiento. Tantos planes que llevaría a cabo.

—¿Qué tal tu noche? —Carlo regresó—. Tengo dos sorpresas para ti, Luca. Espero que te gusten.

Tragué el gusto ácido en mi garganta y no respondí. Lo miré, anunciándole en silencio con mis ojos que tendría una muerte dolorosa. Abrió la puerta más ampliamente y entró un hombre que conocía muy bien. Hijo de puta... Sabía que mi padre no lo mataría.

—Gregg estaba ansioso de volver a verte —Se rió Carlo y mi rabia subió con fuerza y rapidez, pero no actué en consecuencia. Paciencia, Luca. Todos ellos caerán—. Se enteró que quisiste matarlo y ahora quiere cobrarte la deuda —Silencio de mi parte—. ¿Te comieron la lengua los ratones? Lamento mucho haber llegado a este punto, pero no me diste muchas opciones. Le rompiste el corazón a mi hija y pretendías arruinar mercancía muy valiosa. Conocías las reglas, Luca.

Obviamente cualquier prueba que tuviera en contra de Marilla era inútil en este punto. No tenía importancia. Yo era el traidor y ella era la pobre víctima. ¿Así serían las cosas? De acuerdo, haría que mi papel de villano fuera jodidamente memorable.

—¿Harás que esto sea difícil? —Carlo chasqueó la lengua—. Ya gritarás más tarde. Gregg, tráelo.

Todo esto era un juego para ellos. Querían entrar en mi cabeza para humillarme y romperme. Hacerme pagar por traicionarlos. Pero ya los conocía y tenía un escudo de supervivencia. Nunca robarían mi espíritu.

Gregg me agarró de la nuca con brusquedad.

—Muévete, imbécil. Es hora de enseñarte qué sucede con los traidores.

Carlo sonrió y aplaudió como si se tratara del mejor programa de televisión. Mis costillas y mis piernas apenas colaboraron mientras era sacado de la habitación y dirigido por unos estrechos pasillos malolientes. Algo malo estaba a punto de suceder. La mezcla de emociones extremas era desorientadora. Agité la cabeza, tratando de aclarar mi visión y detener el zumbido en mis oídos. Todo se volvió peor. Mi respiración comenzó a dificultarse. Cuando nos detuvimos en la puerta de una habitación, escuché los sollozos de una mujer. Yo reconocía esa voz. Gregg me empujó y casi caí de cara cuando entré.

No. No.

Mis ojos parpadearon con horror cuando me encontré con la mirada asustada de Berenice. Las lágrimas le corrían por la cara y tenía la boca manchada de sangre. Moretones púrpuras le coloreaban el brazo y el cuello. Sus labios se movieron, pero no logró emitir ninguna palabra. Estaba tan herida que no podía hablar. Oh, Dios, no.

—La conoces muy bien, ¿eh? —Se rió Gregg.

Quería ir hasta ella, pero Gregg me dio una cachetada en la cara, llevando mi atención de vuelta a Carlo, que sonreía.

—Me enteré de que esta puta te ayudó para mantener el secreto durante un año. Madame Marino también resultó ser una traidora. Ocultó doce vírgenes valiosas—suspiró como si estuviera decepcionado de nosotros—. ¿Cuántos traidores más encontraré? Has hecho muchos desastres, Luca.

Apreté la mandíbula para controlar las lágrimas en mis ojos. Berenice siempre tuvo miedo de ser descubierta, pero decidió apoyarme sin importar las futuras consecuencias. Arriesgó su vida por mí y las chicas. Ahora moriría por mi culpa. Todo era mi culpa. Nunca debí involucrarla. Fue en vano.

—Déjala fuera de esto —supliqué con la voz quebrada—. Yo la convencí de trabajar conmigo, amenacé con matarla si no lo hacía. Ella solo estaba cumpliendo las órdenes de su jefe. No es ninguna traidora.

Carlo y Gregg se echaron a reír.

—¿De verdad crees que voy a tragarme esa mentira? —bufó Carlo—. Cuando fuimos por las mercancías, ella rogó que las dejara en paz. Se atrevió a implorar por ellas, ¿sabes? Las protegía como si fuera su madre. No me creo ni por un minuto que fue obligada, lo hizo con mucho gusto.

Oh, Berenice. Lo siento tanto...

—No la toques —gruñí—. Ni se te ocurra tocarla.

Carlo jaló el cabello de Berenice, provocando un grito siniestro en ella. Se veía tan débil y rota.

—Apenas asumiste tu cargo creíste que podrías contra mí y tu padre. Un niñito me insultó, jugó con mi hija y puso a unas putas como prioridad.

Mordí mi labio, impotente y furioso.

—¡Déjala en paz, maldita sea!

—Te dije que ibas a gritar —masculló—. Fue absurdo que te creyeras invencible y trataras de arruinar un imperio construido durante décadas. Moretti puso al tanto de todo a tu padre. Lo buscaste con intenciones de aliarte a él y entregar las cabezas de quienes te dimos de comer. Traicionaste a la Cosa Nostra, e intentaste unirte al enemigo.

Mis ojos se ensancharon ante la mención de Moretti y mis latidos se detuvieron.

—¿Qué?

—Me oíste muy bien, imbécil. Moretti nos advirtió sobre ti —sonrió—. Fue una gran sorpresa, pero un factor muy importante para acabar contigo. No tienes ninguna salida.

Qué estúpido crédulo fui. Nunca debí ignorar a Alayna cuando me advirtió sobre él. Me empezaron a sudar las palmas, mi corazón tropezó con el próximo latido. Había cometido errores de novato al confiar en una basura. Moretti era una escoria como mi padre y Carlo. Tenía sentido que se aliara con ellos.

—Serás ejecutado este sábado—Las burlas siguieron—. Tu padre se encargará de dictar la sentencia. Él tendrá el honor de condenarte.

—No me importa, pueden hacer lo que quieran —dije, mi tono plano—. Me harán un gran favor si acaban conmigo. Nunca pedí vivir esta vida.

—Eres un cobarde que no tiene los pantalones bien puestos. ¿En qué pensaba tu abuelo cuando te nombró Don? Stefano fue otra maldita decepción. Su nombre quedó manchado por tu culpa.

Mis fosas nasales se ensancharon.

—Vete a la jodida mierda.

—No, tú vete a la mierda.

Entonces se acercó a Berenice y le rodeó la garganta con su gruesa mano.

—¡Tú, bastardo enfermo! —Me sacudí en el agarre de Gregg—. ¡Ni se te ocurra tocarla!

—Luca... —jadeó Berenice—. Lo siento tanto, juro que quise cuidarlas.

Sus cuencas sobresalieron, pequeños vasos sanguíneos convirtieron la parte blanca de sus ojos en rojos, pero todavía fijos en mí, todavía mirando, suplicándome que la salvara. Sus diminutas manos agarraron a Carlo y luchó a pesar de que no era rival para él. Siempre tan valiente.

—Por favor, déjala ir —imploré con un débil sollozo—. Ella no tiene la culpa de nada, ella no hizo absolutamente nada. Yo la obligué. Lo juro, Carlo. Es inocente.

Gregg soltó una carcajada.

—El marica implora.

Me concentré en Berenice. Ya no podía respirar y sus manos cayeron débilmente a sus costados mientras el último aliento abandonaba sus labios azules. Lo siento, lo siento, lo siento...

—Por favor —repetí—. Por favor...

Pero el cuerpo de Berenice quedó inerte en las manos de Carlo, que la dejó caer sin vida al suelo con ojos abiertos y vacíos. Estaba muerta y era mi culpa.

—El siguiente serás tú —susurró Gregg en mi oído.

🦋

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