La Cabaña

By Laurita_L_E_A

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La Cabaña
Capitulo 1 - Primer día de vacaciones
Capitulo 2 - Caída sospechosa
Capitulo 3 - El grito en la cocina
Capitulo 4 - Metiéndose en la boca del lobo
Capitulo 5 - Perseguida por ellos
Capitulo 6 - Primera tragedia
Capitulo 8 - Otro lugar
Capitulo 9 - Confesión de Amor
Capitulo 10 - ¿Abandonados?
Capitulo 11 - La llamada
Capitulo 12 - El héroe menos pensado
Capitulo 13 - Corazón herido
Capitulo 14 - ¿No volverá a la normalidad?
Capitulo 15 - ¿Otra pareja?
Capitulo 16 - Mátame, mi amor.
Capitulo 17 - Volver desde la ultratumba.
Capítulo 18 - Las cosas se complican.
Capitulo 19 - Pequeño gran detalle
Capitulo 20 - Los Sueños De Alma
Capitulo 21 - El regalo de cumpleaños
Capitulo 22 - De vuelta a la cabaña
Capitulo 23 - Escapa, que te perseguiré
Capitulo 24 - Todo tiene sentido (Final + Epilogo)

Capitulo 7 - Perdidos en el bosque

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By Laurita_L_E_A

Capitulo 7 – Perdidos en el bosque

Abrió los ojos, miro su alrededor, se encontraba en su habitación. Pensó que todo había sido un mal sueño. Se levantó y tomó una ducha. Luego bajó a desayunar pero vio el reloj de pared de la cocina y eran las 5 de la tarde. Dirigió su mirada urgente al piso y vio la sangre. Entonces se dio cuenta de que no había sido un sueño, todo había sido real. Llamó a Tomás.

-¿Tomás? ¡Tomás! ¡Alice, ¿Cómo está?! Necesito saber cómo está… -le reclamó a Tomás con los ojos cristalizados.

-Alma yo… -silenció Tomás.

-Tomás por favor… -su voz ya se tornaba temblorosa.

-Aly murió… -concluyó lamentado.

-¡No! ¡No! –Gritaba desesperada Alma- ¡No, no, no puede ser! Ella… ella no está… ella no está muerta… no… -Alma se deshacía en lágrimas. Tomás en la desesperación colgó y se dirigió de inmediato a la cabaña.

Cuando llegó se encontró con un silencio tétrico, no encontraba a Alma por ningún rincón. Subió para ver si estaba en su habitación pero no, ella no se encontraba en la cabaña. “¿Dónde te metiste?” se preguntó Tomás. Tomó las llaves del auto del profesor que se las había olvidado en la cocina y fue a buscarla, aunque no tenía ni la más mínima idea de donde hallarla. Recorrió restaurantes, bares, kioscos, casas pero no encontró ni un rastro de ella. Nadie la había visto. Tomás empezaba a preocuparse más. No tenía otra opción que volver a la cabaña y esperar a que ella regresara. “La puedo llamar. ¡Claro, ¿Cómo no se me ocurrió antes?!” pensó Tomás, sacó de su bolsillo su móvil y marcó el número de Alma. Pero nadie respondía. Intentó una y otra vez pero no atendía. Eso le preocupaba más aún. Luego se surgió en sus pensamientos la investigación que estuvieron realizando ambos un día y recordó que en lo último ella había anotado la dirección de alguna publicación de un periódico pero no recordaba cuál. Esforzó su memoria mientras buscaba en el living los periódicos, revistas y folletos en los que ellos habían estando investigando. Encontró varias direcciones marcadas con círculos pero no tenía idea de cual fue la que Alma anotó en un papel… “¡El papel!” pensó Tomás. Subió a la habitación de la joven y hurgó entre la ropa en el suelo buscando la ropa que Alma había usado ese día. Era un jean oscuro con bolsillos pequeños. No lo encontró ni en el suelo ni en el armario. Lo más probable es que lo tenga puesto.

-¡Maldita sea! –maldijo Tomás-. Ahora ¡¿cómo te encuentro?! –alzó la voz desesperado. No tuvo otra opción que ir por cada dirección que ella había marcado en los periódicos.

Ya eran las 9 de la noche y ya había ido a casi todas las direcciones pero faltaban dos. Una de esas dos debería de ser. Aparcó el coche en un pequeño estacionamiento donde a pocos pasos había una pequeña casa con puerta amarilla. Arriba se alcanzaba a leer “Shenia, tu preferida” al leer eso Tomás hizo un gesto de indiferencia. Sólo quería encontrar sana y salva a Alma. Llamó a la puerta, después de unos segundos una señora exageradamente maquillada y con turbantes multicolores lo atendió.

-¿En que puedo ayudarlo, apuesto joven? –preguntó la mujer con una voz un tanto misteriosa y mirándolo de pies a cabeza.

-Buenas noches… estoy buscando a… a una amiga… -alcanzó a decir con la voz un poco temblorosa.

-¿Una amiga? Pasa y te diré lo que tu quieras… -abrió su puerta a lo ancho e hizo un gesto para invitarlo a pasar.

-No… disculpe, creo que entendió mal… yo le quería preguntar si no había visto a una joven. Se ha extraviado y suponía que podría estar aquí… pero creo que no está así que… -Tomás ya se estaba dando media vuelta para irse pero la mujer lo retuvo.

-A lo mejor si la he visto… -sonrió de una manera que lo hacía poner muy incomodo- pase joven, no tenga miedo. Tomás de manera obligatoria aceptó y entró a la pocilga de esa mujer. Tomó asiento y miró todo su alrededor. Las paredes estaban llenas de pinturas extrañas y había muchas estatuillas de animales, aves para ser más específico. Sintió un ligero escalofrió al ver tanta extrañeza. La mujer se sentó al frente de él, entre ellos había una pequeña mesa sin nada sobre ella, tan sólo un mantel azul con bordados negros y dorados.

-Pues… -no sabía cómo comenzar.

-Tranquilo, tan sólo descríbamela… -le sonrió.

-Pues… ella tiene el cabello castaño claro. De una estatura mediana, sus ojos son de color café. Delgada… -no encontraba otra descripción además de “hermosa” como a él le parecía pero no creía que le interesara mucho a esa mujer. Tan sólo calló y espero una respuesta que le sirviera.

-Con esa descripción no puedo ayudarle mucho… muchas mujeres con esas descripciones pasan por aquí. ¿Qué edad tiene?

-17, tiene 17…

-No, a usted me refiero… -Tomás tragó saliva.

-No creo que eso importe en este momento. Creo que ya me tengo que ir. Gracias por su ayuda. –Tomás se puso de pie con urgencia y se dirigió a la puerta a pasos ligeros.

-¡Joven! ¡Espere! –Le llamaba la mujer-. La joven, ¿se llama Alma? –Tomás se quedó petrificado, ¿Cómo sabía esa mujer? Dio media vuelta sin disimular su estupefacción.

-Si, ¿Cómo sabe eso usted? –dijo sospechando.

-Vino por la tarde. A eso de las 5 y media… -dijo obviando la pregunta del joven.

-¿Y donde está ahora? ¿Dónde se fue? –preguntó alterado.

-Sólo me habló de unos espíritus y me pidió urgentemente que le ayudara. Que su amiga había muerto a causa de ello. Yo la vi muy alterada y temblorosa y le dije que tomara asiento y se calmase. Parece que al ver que yo no la estaba ayudando en su desesperación huyó corriendo. Yo traté de detenerla pero me fue imposible, salió disparada hacía el bosque.

-¿El bosque? –preguntó desconcertado.

-Si, vi que desapareció en dirección al bosque. –La mujer lo llevó hacía afuera y le señalo el camino.

-Gracias, muchas gracias –Tomás se despidió de la mujer y corrió al coche para arrancar rápidamente y dirigirse hacía el bosque.

-¡Joven! ¡No puede entrar al bosque con el coche, eso está prohibido! –le advirtió a lo lejos la mujer.

Tomás llegó al bosque, estacionó el coche y salió de allí. Empezó a adentrarse poco a poco en el bosque, mirando de manera alerta su alrededor. Mientras iba ingresando todo iba oscureciendo y fue en ese momento que pensó “¿por qué no traje una linterna?”.

-¡Alma! ¡¿Estás allí?! –alzó la voz Tomás-. ¡Alma! ¡Por favor! ¡Soy Tomás! –pero no recibía respuesta alguna. Todo era silencio, un silencio que empezaba a darle escalofrío.

Camino siguiendo el único sendero que se veía a esas horas de la noche. No encontró ningún rastro de Alma, parecía que se le había tragado la tierra. Luego pensó en llamar para ver si sonaba su móvil cerca de él y así poder localizarla. Pero a esas alturas no alcanzaba ninguna señal su móvil. Siguió adentrándose más al bosque que poco a poco iba tornándose con poca visibilidad ya que la niebla empezaba a envolver el oscuro lugar. A Tomás se le hacía cada vez más imposible encontrar a Alma. Buscó señal en su móvil alzándolo lo más alto que pudo hasta que sorpresivamente consiguió la mínima señal, suficiente para hacer una llamada. Marcó el número de Alma y levantó su móvil lo más alto que pudo para abarcar toda la señal que fuera posible. Repentinamente escuchó un ruido como una música no tan lejos de él. Con su móvil en lo alto siguió la música. Cada vez aumentaba su volumen eso significaba que estaba más cerca. Cuando se acercó lo más que pudo trató de ubicarse para encontrar el móvil de Alma. Y allí estaba, yacía en el suelo pastoso y húmedo del bosque.

-¡Alma! –fue rápidamente a socorrerla-. ¡Alma, respóndeme! –la zarandeaba suavemente para que reaccionara. Al parecer estaba desvanecida. La alzó en brazos y cuando trató de volver por donde vino no divisó el sendero que lo había guiado esta allí. No sabía por donde ir, estaba perdido en el bosque con una muchacha que estaba completamente desvanecida. Se sentía impotente. Caminó durante varios minutos sin saber en que dirección se dirigía pero fue inútil. “¿Dónde está ese maldito sendero?” se preguntó Tomás enfurecido.

No vio otra opción que intentar llamar a alguien que pueda ayudarlo. Marcó el número del profesor y alzó su móvil pero por más que intentara la poca señal que antes había tenido con suerte ahora no aparecía. Maldijo y se rindió. Se sentó apoyándose en un árbol junto a Alma, ésta seguía desmayada. “¡Piensa Tomás, piensa!” se exigía a sí mismo, Tomás.

-¿Tomás? ¡Tomás, despierta! –exclamaba Alma mientras zarandeaba a Tomás.

-¿Si? ¿Qué pasó? –dijo un tanto perdido.

-¿Qué haces aquí?

-Tratando de llevarte a casa –respondió mirando su alrededor.

-Pero, ¿Cómo llegaste aquí?

-Una mujer que me dijo dónde estabas –se rascaba la cabeza.

-¿Una mujer? ¿Y cómo que “dónde estaba”?

-Tú me hiciste venir hasta aquí…

-Yo jamás vendría aquí… menos en la noche…

-Pero sin embargo…

-¡Que no vine!

-Sí, una mujer me ayudo a encontrarte porque ya no sabía dónde más buscarte.

-¿Qué mujer? ¿Encontrarme? No entiendo…

-Después de que yo te dije por teléfono que Aly había muerto, colgué para ir a verte. Cuando llegué a la cabaña ya no estabas y tuve que buscarte, anoté todas las direcciones de Mediums que tú habías marcado y estuve buscándote por todo el pueblo. Hasta que llegué a una mujer que me dijo que tú habías huido al bosque llorando. Yo me vine e intenté localizarte, te llamé y escuché sonar tu móvil. Seguí el sonido que me condujo hasta ti, estabas desmayada y yo te cargué intentando encontrar el camino de vuelta pero no pude y me senté aquí para pensar y me quede dormido…

-Yo jamás me desmayé… Te encontré aquí tirado y me asuste. Vine a ver si estaba bien…

-¿Qué? Pero si yo te cargué en mis brazos… Deja de jugar…

-No estoy jugando… yo no me desmayé. Vi tu auto fuera del bosque y pensé que estabas aquí…

-Si, ahora tú eras la que me estaba buscando a mí.

-¿Por qué lo dices así?

-¡Que es el colmo! Yo soy el que te estaba buscando a ti –la señaló.

-Yo estaba en el hospital…

-¿En el hospital? Yo venía de allí…

-Si, cuando yo llegué el profesor me dijo que tú te habías ido…

-Pero tu móvil… yo te llamé y sonó aquí en el bosque…

-Yo lo tengo… -se lo mostró- y no recibí ninguna llamada tuya…

-Esto debe ser una broma, una maldita broma…

-No, no lo es. Creo que tuviste un sueño o algo así.

-¡No! Pasó… yo te alcé… yo te vi desmayada –se sostenía la cabeza.

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