Capitulo 7 - Perdidos en el bosque

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Capitulo 7 – Perdidos en el bosque

Abrió los ojos, miro su alrededor, se encontraba en su habitación. Pensó que todo había sido un mal sueño. Se levantó y tomó una ducha. Luego bajó a desayunar pero vio el reloj de pared de la cocina y eran las 5 de la tarde. Dirigió su mirada urgente al piso y vio la sangre. Entonces se dio cuenta de que no había sido un sueño, todo había sido real. Llamó a Tomás.

-¿Tomás? ¡Tomás! ¡Alice, ¿Cómo está?! Necesito saber cómo está… -le reclamó a Tomás con los ojos cristalizados.

-Alma yo… -silenció Tomás.

-Tomás por favor… -su voz ya se tornaba temblorosa.

-Aly murió… -concluyó lamentado.

-¡No! ¡No! –Gritaba desesperada Alma- ¡No, no, no puede ser! Ella… ella no está… ella no está muerta… no… -Alma se deshacía en lágrimas. Tomás en la desesperación colgó y se dirigió de inmediato a la cabaña.

Cuando llegó se encontró con un silencio tétrico, no encontraba a Alma por ningún rincón. Subió para ver si estaba en su habitación pero no, ella no se encontraba en la cabaña. “¿Dónde te metiste?” se preguntó Tomás. Tomó las llaves del auto del profesor que se las había olvidado en la cocina y fue a buscarla, aunque no tenía ni la más mínima idea de donde hallarla. Recorrió restaurantes, bares, kioscos, casas pero no encontró ni un rastro de ella. Nadie la había visto. Tomás empezaba a preocuparse más. No tenía otra opción que volver a la cabaña y esperar a que ella regresara. “La puedo llamar. ¡Claro, ¿Cómo no se me ocurrió antes?!” pensó Tomás, sacó de su bolsillo su móvil y marcó el número de Alma. Pero nadie respondía. Intentó una y otra vez pero no atendía. Eso le preocupaba más aún. Luego se surgió en sus pensamientos la investigación que estuvieron realizando ambos un día y recordó que en lo último ella había anotado la dirección de alguna publicación de un periódico pero no recordaba cuál. Esforzó su memoria mientras buscaba en el living los periódicos, revistas y folletos en los que ellos habían estando investigando. Encontró varias direcciones marcadas con círculos pero no tenía idea de cual fue la que Alma anotó en un papel… “¡El papel!” pensó Tomás. Subió a la habitación de la joven y hurgó entre la ropa en el suelo buscando la ropa que Alma había usado ese día. Era un jean oscuro con bolsillos pequeños. No lo encontró ni en el suelo ni en el armario. Lo más probable es que lo tenga puesto.

-¡Maldita sea! –maldijo Tomás-. Ahora ¡¿cómo te encuentro?! –alzó la voz desesperado. No tuvo otra opción que ir por cada dirección que ella había marcado en los periódicos.

Ya eran las 9 de la noche y ya había ido a casi todas las direcciones pero faltaban dos. Una de esas dos debería de ser. Aparcó el coche en un pequeño estacionamiento donde a pocos pasos había una pequeña casa con puerta amarilla. Arriba se alcanzaba a leer “Shenia, tu preferida” al leer eso Tomás hizo un gesto de indiferencia. Sólo quería encontrar sana y salva a Alma. Llamó a la puerta, después de unos segundos una señora exageradamente maquillada y con turbantes multicolores lo atendió.

-¿En que puedo ayudarlo, apuesto joven? –preguntó la mujer con una voz un tanto misteriosa y mirándolo de pies a cabeza.

-Buenas noches… estoy buscando a… a una amiga… -alcanzó a decir con la voz un poco temblorosa.

-¿Una amiga? Pasa y te diré lo que tu quieras… -abrió su puerta a lo ancho e hizo un gesto para invitarlo a pasar.

-No… disculpe, creo que entendió mal… yo le quería preguntar si no había visto a una joven. Se ha extraviado y suponía que podría estar aquí… pero creo que no está así que… -Tomás ya se estaba dando media vuelta para irse pero la mujer lo retuvo.

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