De una fuga y otros desastres...

By Jhullyhanha

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❝Dos amigos se meten sin invitación en una fiesta de disfraces. Cuando piensan que todo será una aventura per... More

♛Sinopsis ✏
CRAYONCITO EN FÍSICO
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♛ U N O ✏
♛ D O S ✏
♛ T R E S ✏
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♛C I N C O ✏
♛ S E I S ✏
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♛ O N C E ✏
♛D O C E ✏
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♛ D I E C I S I E T E✏
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By Jhullyhanha

Estuvimos con los Villamar hasta que apagaron cada luz del almacén y tomaron su auto para irse, luego de eso, nos quedamos un momento en el estacionamiento antes de buscar el auto de Alicia. Eran casi las nueve; Martina nos vio a todos en dirección al auto y habló:

—Yo me voy con James —informó—. Está cerca, viene por mí en su moto.

—¿No comerás con nosotros? —preguntó Isa.

—No, gracias. Los malos tercios no son mi fuerte.

Mi hermana lograba ser casi tan indiscreta como Alicia.

—James puede venir también —comentó Isa de nuevo.

—Nahh, ya tenemos planes.

—¿Qué planes? —Alicia esta vez arrugó la frente.

—Nada del otro mundo. Me llevará un momento a hablar con Paul a su casa y luego iremos a comer pizza cerca de nuestro vecindario.

Paul era su mejor amigo y vivía un poco lejos de nuestra casa pero supuse que en moto esa distancia se haría más corta. Nos quedamos ahí en la calle hasta que James, unos minutos después, llegó con su moto. Saludó a Isabel y a Elías con formalidad, sonriendo con picardía cuando me dedicó a mí la atención. Lo ignoré por completo hasta que le dio el otro casco a Martina y se fueron.

Alicia condujo esta vez con Elías de copiloto, lo que nos dejó a Isa y a mí atrás, sin embargo no hablamos mucho porque el recorrido hasta la hamburguesería no era de más de cinco minutos.

Una vez que llegamos y ordenamos las hamburguesas, Alicia y Elías tomaron una mesa de dos pese a que casi todo el restaurante estaba vacío. Isabel y yo nos miramos y sincronizamos el blanquear los ojos, ese par podían llegar a ser muy excluyentes. Nos acomodamos en una mesa intencionalmente lejos de la de ellos, también para dos, y medio indignados mientras esperábamos la comida.

—Le haría el reclamo a Alicia por grosera —inicié—, pero ella pagó la comida así que me aguanto.

—Yo ni le reclamo, siempre imaginé que cuando Elías consiguiera novia sería muy meloso así que no me extraña que quiera su privacidad. Y bueno, si me pagan la comida tampoco me dan ganas de quejarme.

Le sonreí y me quedé mirándola hasta que me devolvió el gesto. Recordé vagamente que cuando la vi por primera vez desde mi auto, cuando ella iba a sacar la basura del almacén, me pareció extraña su forma de vestir —pues parecía un arbolito de Navidad sin adornos—, pero ahora que ya la había conocido y me gustaba, no era rara su vestimenta, que ese día se asemejaba, pero con una camiseta de otro color, al contrario, me parecía linda. La percepción es muy influenciable por el corazón, definitivamente. 

No quería que un silencio incómodo nos envolviera, así que saqué conversación:

—¿Fue imaginación mía o tu papá me miró raro hace un rato? Por un momento pensé que me gritaría.

Isabel se sonrojó, pero no negó completamente a mi pregunta.

—Aparte de Elías, mi papá es algo... protector en cuanto a mis amistades refieren. Él es muy amable con todos en el mundo, pero cuando su alarma de "mi única hija está saliendo con amigos de su edad" se enciende, se pone en modo protector.

Reí entre dientes y cuando le respondí, lo hice con naturalidad sin pensar en que sonaría comprometedor:

—Es decir que me mirará mal cuando salga contigo próximamente.

—No lo hará si no se entera —contestó, asintiendo para sí misma—. Yo no le digo, él no me avergüenza y todos felices.

—¿Y cómo quedaré yo cuando se entere?

—Como el joven mentiroso que no pone la cara ante el padre de la chica, pero son detallitos menores —respondió rápidamente—. Hablando de otros temas, ¿qué harás de Navidad? No es que te vaya a invitar a nada, solo tengo curiosidad y ganas de cambiar el tema.

Me dedicó una sonrisa adrede fingida, con sus ojos muy abiertos y un gesto muy dulce. Terminé sonriendo también por su actitud y me incliné sobre la mesa.

—El veinticuatro estaremos en casa, cena familiar, arbolito y vino, mis abuelos se quedarán con nosotros y traerán a su cerdita mascota como cada año. Y el veinticinco iremos todos a almorzar afuera y luego asistiremos a un evento familiar de la empresa donde trabaja mi papá: fogata, comida y música.

—¿Tus abuelos tienen una cerdita? —inquirió, al parecer era la única parte que le había llamado la atención—. Qué lindo, ¿cómo se llama?

—Creo que Lupe, no estoy seguro. La cargan como si fuera un perro —casi desdeñé.

—¿Y no te gusta?

—Es que Lupe me odia. Siempre que me ve me corretea o me chilla. No sé qué tiene contra mí.

Isa se rio.

—Quizás te ama y por eso anda detrás de ti.

—Eso dice mi abuela, pero yo insisto en que ese cerdo me odia. ¿No has sentido alguna vez que un animal te odia?

—El perro de una vecina siempre que me ve me ladra como cuando le ladra a las motos, no sé por qué. El pececito dorado que teníamos en el salón de clases se escondía cuando yo lo miraba fijamente. El gato de la tía de Elías nunca me saluda, y yo lo llamo y lo mimo pero el muy desagradecido se va. Y aparte, no es un animal, pero mi futuro hermanito me odia también. Nunca se mueve cuando le toco la barriga a mi mamá.

—Solo se prepara para darte amor en persona —aventuré—. Ningún humano podría odiarte.

—Dile eso a tu Maddie que casi me hace caer en la pista. Qué odiosa.

No pude evitar arrugar la frente al escuchar su nombre y ese gesto le causó gracia a Isabel.

—Ella entra en otra categoría, creo que "humano" no le calza.

—Hablando de ella, ¿por qué tanto rencor? La vez pasada hablamos con Elías y apostamos a que no era solo por lo de la pista de hielo. El bando "que se pudra Maddie" sonaba a algo fundado hace mucho.

—Tienen razón, no es solo por eso.

—¿Y es un tema secreto o puedo saber? Soy curiosa, como Jorge.

—¿Cuál Jorge?

Me miró como si fuera idiota.

—El curioso.

Tardé unos segundos en comprender y cuando lo hice, apreté los labios en una sonrisa incrédula, pero omití eso y seguí con el tema.

—No, no es secreto. Pues hemos estudiado con Maddie prácticamente siempre y aunque siempre tuvimos una relación cordial, ella no es el tipo de persona que encaja con Alicia o conmigo. No digo que sea mala, solo que su personalidad no nos gusta, a otros puede que sí, pero a nosotros no. Cuando estábamos en tercero en la preparatoria, James se encaprichó con ella —confesé, elevando sin querer el labio superior, en desagrado—, no sé qué le vio de un día para otro, pero nos dijo que le gustaba y todo eso. Maddie no era santa de nuestra devoción, pero si a James le gustaba, nosotros no éramos nadie para decirle que no. 

—Y fueron pareja y ella lo lastimó —aventuró Isa.

Negué con la cabeza.

—Hubiera sido mejor eso. No, verás, de modo alguno ella le dio ilusiones a James y cuando él al fin le dijo que quería salir con ella, ella lo rechazó.

Isa me miró expectante, como si esperase a que continuara, pero me quedé callado porque eso era todo. Esperó un buen rato hasta que finalmente preguntó:

—¿Y ya? ¿no les agrada porque a ella no le gustó James? Pero si son gustos de cada quién... —defendió.

Vale, sí quedaba otro poco por contar.

—El problema con Maddie es que todo lo que ella hace nunca viene con bondad o un poco de amabilidad. La has visto una sola vez, sin embargo te has hecho a una idea de cómo es, pues ahora imagina que en sus quince o dieciséis años era peor porque era popular, era inmadura y todos la tenían en un pedestal.

—Qué asco de persona —murmuró bajito, casi para que yo no la escuchara.

—Sí, la cosa es que si un chico te invita a salir y a ti no te gusta, le dices que no y ya, con esa negativa es suficiente.

—Difiero. Le he dicho a Lucas que no saldré con él las últimas seis veces que lo ha pedido y siempre hay una séptima. Hay personas que no aceptan los no de respuesta.

—James no es uno de esos y Maddie lo sabía porque lo conoce también hace muchos años. A él le hubiera bastado un no.

—¿Y qué hizo entonces?

Apreté un poco los dientes al pensar en Maddie. Ya de por sí no era lo que se dice una amiga, pero recordarla en sus peores épocas de mala persona me daba malestar.

—Se agarró de las inseguridades de James para humillarlo; básicamente y para no repetir toda la porquería que le dijo, le hizo ver, y en público, que era un idiota por fijarse en ella que estaba tan fuera de su alcance.

—Qué hija de...

Alicia —dijeron por el altavoz, avisando que la orden ya estaba lista y cortando el insulto de Isa.

—Ya vengo.

Me levanté porque toda la orden había quedado al mismo nombre y me encontré en el área de dispensación con Alicia.

—Que caballera al servir la comida —dije, al ver que tomaba toda la bandeja.

—Es su cumpleaños, solo por eso. ¿Cuál es tu excusa?

—Que me levanté primero y le dije "ya vengo".

—Y que estás en plan conquista.

Me miró de reojo con una sonrisita ladeada y me encogí de hombros, lo que ella tomó como que le daba la razón.

—Efecto colateral.

Alicia tomó su bandeja y se dirigió de inmediato a su mesa, pero yo me acerqué primero a la barra con las salsas y aditivos para añadirlos a la mía. Una vez volví con Isa, vio tantos mini contenedores llenos que enarcó una ceja en actitud burlona.

—¿No había más? —ironizó.

—No sabía qué te gustaba, así que traje de todo.

—Pues diste en el blanco.

—¿Cuál te gusta?

—Todo —resolvió con obviedad—. No ha existido comida hasta el momento que me desagrade. Excepto el aguacate, eso no es de Dios.

—El aguacate es delicioso —defendí.

—Para la gente rara.

—Yo no soy raro.

—Eso es cuestionable si te gusta el aguacate.

Le puso un poco de todo a su hamburguesa y empezó a comer dándose por satisfecha. Si de rareza hablamos, no creo que haya alguien que supere a Isabel, no era una rareza negativa o fastidiosa como la de otras personas, cofMaddiecof, sino peculiar y para mí, atractiva. Pensé en lo que dijo James y sí, debía reconsiderar mis gustos porque como fuera, Isa me gustaba así, ella le daba esa pizca de extravagancia a cualquier situación. Era inesperada y eso era bonito.

Noté que de la primera vez que comimos cerca —en los tacos luego de la pista de hielo— a esa, tenía más confianza conmigo. No estaba tan tensa ni comía con tanto recato, además de que hablaba mucho más que antes y me agradó tener la certeza de que ya no éramos extraños que se cruzaban por capricho de Alicia, sino que queríamos y nos gustaba comer juntos.

No sabía aún a dónde iríamos a nuestra primera cita oficial, pero era un hecho que debía haber comida de por medio, me gustaba mucho comer a su lado y eso la mantenía feliz, más que al promedio, así que no era discutible.

Pasadas las diez Isa dijo que ya era una hora justa para ir volviendo a su casa y como todos —ellos en su mesa y nosotros en la nuestra— ya habíamos terminado de comer, no pusimos objeción. Puse todo lo desechable junto en la bandeja y mientras Isa iba saliendo del local respondiendo un mensaje de su padre (que al parecer ya le estaba preguntando a qué hora pensaba llegar), lo fui a botar a la basura. Elías tomó un momento para ir al baño y Alicia hizo lo mismo que yo con su basura.

—¿Te duele la cara o algo? —me preguntó Alicia de la nada.

—No, ¿por?

—No sé, de tanto que has sonreído hoy. —La miré con los ojos entrecerrados—. Incluso le dije a Elías que podrías estar enfermo, ¿es que Isa se la pasa contando chistes o qué?

Alicia soltó una risotada y terminó de poner todo en la caneca de basura.

—Yo soy un ser sonriente.

—¿En serio? ¿me lo dices a mí, tú mejor amiga? Sabes que no te creo nada de...

Nosotros estábamos a unos metros de la puerta, Isa ya había salido y su grito calló a Alicia que de inmediato salió corriendo hacia ella. Giré a mirar; los pies de Isa estaban en el aire porque un tipo la había agarrado a la fuerza por la espalda y la había levantado.

La mente me llenó de probabilidades con esa imagen; la solitaria calle de un lunes a las casi once de la noche y un tipo raro intentando llevarse a una joven bonita quizás pensando que estaba sola. ¡La estaban secuestrando!

Su teléfono había terminado en el suelo y ella jadeaba batallando con él; esa imagen me duró unos cinco segundos, lo que tardó Alicia en salir, tomar impulso y colgarse al cuello del depravado por la espalda. Le apretó el cuello unos segundos y él soltó a Isa que se enredó con sus pies y cayó contra una maceta grande de decoración que había en el costado de la entrada.

Alicia no se bajaba de su espalda, parecía una garrapata que lo insultaba cada tanto hasta que finalmente él se sacudió tanto que ella cayó de rodillas al suelo, yo estaba casi frente a él cuando quedó solo y únicamente se me ocurrió soltarle un puño en toda la nariz que me dejó la mano adolorida. El secuestrador se atontó con el golpe y le asesté otro antes de que me lo devolviera, se puso la palma en toda la nariz y corrí a halar a Isa y a Alicia que seguían en el suelo para meterlas al local de nuevo.

Noté de reojo que las tres solitarias empleadas del local miraban con espanto la escena, pero no se atrevían a moverse; no había más clientes y parecía que cada humano había desaparecido de las calles porque éramos los únicos ahí. 

Toqué primero a Alicia que se sobaba la rodilla y la obligué a levantarse y ponerse tras de mí, luego hice lo mismo con Isabel, atrayéndola con —quizás demasiada— fuerza para ponerla de pie.

—¿Están.. están bien? —pregunté.

Tenía el corazón acelerado y la adrenalina a mil en el cuerpo por lo que mi voz salió casi en un hilo inentendible, y peor fue cuando el tipo ese —que era considerablemente más robusto que yo— pareció recobrar la totalidad de sus sentidos y me miró; su nariz sangraba, pero no parecía querer irse aún. 

—Yo sí —dijo Alicia.

Estiré mis dos manos hacia atrás para que Isa —que estaba algo aturdida y callada— y Alicia no quedaran tan expuestas y cuando iba a pedirles que se entraran al local, Elías salió casi trotando de adentro, atraído por el jaleo que habíamos armado.

—¿Alfredo? —le preguntó al secuestrador que estaba de espaldas. Él se giró para mirarlo—. ¿Qué te pasó?

—¿Conoces a este demente? —le pregunté incrédulo—. Se quería llevar a Isa.

—¡Es su tío! —exclamó Elías con extrañeza.

Abrí muchísimo los ojos cuando las neuronas me conectaron para recordar que Isa me había contado del tío que la atacaba cuando la visitaba. Yo había estado agazapado frente a las chicas y cuando escuché eso me enderecé con la vergüenza latiendo.

—Ay, por Dios...

No supe qué decir; el tío de Isa estaba sangrando por mi culpa y nadie decía nada. Entonces el tal Alfredo sonrió burlón, un gesto sangriento y medio espeluznante, como si hubiera querido seguir con su seriedad de secuestrador de no ser por la intervención de Elías que lo delató. Me miró y asintió casi orgulloso.

—Buen golpe.

—Lo lamento muchísimo —dije, ahogado como pocas veces en mi propia vergüenza—. Yo no... no sabía...

—¡Eso no se hace! —chilló entonces Alicia—. ¿Cómo se le ocurre atacar así a su sobrina? Viejo psicópata.

—Lo hace siempre que viene —defendió Elías—. Isabel hubiera podido librarse sola de eso.

Escuchar que la mencionó me hizo caer en cuenta de que seguía detrás de mí y que estaba inusualmente callada. Volteé de inmediato y la vi ensimismada, pálida como un papel, observando un dedo en el que tenía sangre; subí la mirada y noté que tenía un rayón en la sien de donde venía ese tono rojizo. Abrí mucho los ojos, asustado. Alicia lo notó al mismo tiempo que yo y se olvidó de tío loco para prestarle atención a ella.

—Estás herida. ¿Cómo...? ¡Es culpa del loco Alfredo! —gritó sin vergüenza, acusatoria.

Elías se hizo paso por un lado del loco Alfredo y tomó a Isa de la muñeca, empujándome del medio. Le miró la herida, se lamió el pulgar y sin pensarlo le pasó el dedo húmedo por ahí; la sangre volvió a salir aunque era poca.

—Está bien —manifestó Elías—. No fue nada.

—¿Cómo que bien? Está muy pálida —La voz no me salió tan firme como hubiera querido.

—Le tiene fobia a la sangre, es todo. Un poco de agua, que no vea la sangre y estamos bien.

—Yo... —Isa balbuceó sin dejar de mirarse la mano manchada—, yo... me golpeé con esa maceta... ¿la rompí? Lo siento...

—Olvídate de la maceta —dije, acercándome también. Le tomé el mentón y la obligué a despegar los ojos de su rojizo dedo—. ¿Te duele?

Isabel al fin levantó la mirada y al verme, bizqueó un poco. Tragó saliva, lívida y medio negó con la cabeza.

—¿Fobia a la sangre? —inquirió el loco Alfredo, había olvidado que estaba ahí y los cuatro lo volteamos a mirar al percibir ese tono divertido de sus palabras—. Toda la vida aprendiendo defensa personal, ¿para que te doblegues por una gota de sangre?

Isabel lo miró, él tenía el labio superior y la nariz muy untados de sangre. Ella jadeó.

—Ay, Dios mío...

Se giró a la pobre maceta con la que había tropezado y vomitó en ella todo lo que acababa de comer.

Todos la miramos con un gesto diferente.

Elías cerró los ojos y negó con la cabeza, con ese gesto de quienes presencian una vergüenza ajena profunda. Alicia por el contrario le sostuvo el cabello para que no fuera peor el asunto y le palmeó la espalda con paciencia, supuse que hacer eso era un reflejo natural en una chica viendo a una amiga en esa situación.

Yo la verdad no sabía qué hacer y entendí por primera vez ese impulso que atacaba a Isa con frecuencia de salir corriendo porque era lo único que me apetecía hacer.

El loco Alfredo tenía un gesto mitad asco, mitad "¿es en serio, Isa?" en la cara, pero al menos tuvo la decencia de limpiarse con un pañuelo la sangre de la cara. Me miró directamente y no sabía si debía reclamarle como Alicia hizo o disculparme de nuevo; la pobre Isa seguía devolviendo todo y el loco se acercó a mí.

—¿Eres su novio o algo?

—No, señor, todavía no. —Me sonrojé como un imbécil y me retracté de inmediato—. Digo, no, no lo soy. No. No. No lo soy.

El humor del loco era extraño porque al parecer todo le hacía gracia y se rio entre los dientes ensangrentados. Pensé con un rencor creciente que si Elías no hubiera salido del baño, yo hubiera seguido peleando —y quizás perdiendo— contra el tal Alfredo y esa idea me pareció terrible de su parte, muy cruel.

—Al menos sabes defenderla en caso de ser necesario. —Otra audible arcada de Isabel nos hizo volver a mirarla—. Y si después de esto te quedas, eres merecedor.

Jamás en mis veintiún años de vida había pasado un momento tan bochornoso, raro, incómodo, de cierto modo asqueroso y peculiar.

Isa finalmente terminó de devolver toda la cena y se incorporó un poco, dejando el mayor desastre en la pobre planta por la cual de seguro iban a tener problemas las empleadas. Cuando quedó de pie, aún con Alicia al lado, no giró, sino que dijo en un intento de voz alta:

—Dile a Andy que se vaya.

—Andy, vete —dijo Alicia con diligencia.

—¿Qué? ¿por qué?

Isabel no giró a mirarme, pero habló de nuevo para que yo escuchara.

—Dile que se vaya ya o jamás volveré a hablarle en la vida y lo odiaré por siempre.

—Que te vayas ya o...

—¡Ya escuché! —repliqué a Alicia.

Elías no me dejó decir nada, me tomó del hombro y prácticamente me empujó lejos del restaurante, con dirección al auto de Alicia.

—Solo vete.

—¿Pero yo qué hice?... aparte de golpear a su tío loco.

—Le gustas y acaba de vomitar lo de esta vida y la otra, está avergonzada y no tiene fuerzas para echar a correr, tú solo vete.

Llegamos al auto y miré hacia Isa, que seguía de espaldas a mí, solo que ahora su tío estaba ahí hablándole con una risa burlona en la cara.

—De acuerdo —accedí.

—Vaya manera de conocer a la familia, ¿eh? —bromeó Elías. Lo fulminé con la mirada y borró su sonrisa—. Vale, vale, no es momento de chistes. Ya le digo a Alicia que se vaya también, yo me quedo con el tío Alfredo y con ella.

—Dile... —empecé, pero me arrepentí de cualquier cosa—. Nada, solo dile que le escribiré.

Elías asintió y volvió a la entrada de la hamburguesería. Aguardé a que Alicia se me uniera para que abriera el auto y tras mirarlos desde adentro unos segundos, ella arrancó. El silencio fue recíproco por un par de minutos y luego Alicia soltó una carcajada que le hizo ralentizar la velocidad para no estrellarnos. Incluso lloró de la risa que le dio.

—¡Por Dios! Si eso le pasa en una salida normal, ¡imagínate en una cita! —Rompió a reír más fuerte pero yo me mantuve serio—. A esa mujer en serio la bautizaron con agua de mar porque es muy salada en la vida.

No le vi gracia ni a esa ni a las siguientes veinte carcajadas de Alicia, pero si algo logró con sus palabras fue prevenirme un poco de la perspectiva de salir con Isa.

Dios, nada era normal con ella y ahora me asustaba nuestra cita, ¿qué más le podría pasar?


Pregunta seria, ¿qué más le podría pasar? Jajajajajaja

Pobrecita, a veces me siento mal por ella...

pero se me pasa rápido. 

¿Qué les ha parecido el capítulo? ►


✏ Nos leemos pronto ✏

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