Nadie Abandona a "Choi Minho"...

By princeMinKey

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Kibum deside irse por que esta cansado de que su marido nunca tenga tiempo para el por ser un adicto al traba... More

Resumen
Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 8
Capitulo 9
Capitulo 10.
Capitulo 11
Final

Capitulo 12

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By princeMinKey

Kibum estaba tumbado en la cama a la mañana siguiente, sin poder sacarse a Minho de la cabeza.

Los recuerdos del día que habían pasado juntos lo asaltaban.

Aún le temblaba el cuerpo del increíble orgasmo que Minho le había provocado, pensó recordando cada instante de sus atenciones sexuales, tan generosas y desinteresadas.

Estaba enamorado por completo de él y el día anterior en la piscina había estado a punto de confesárselo en, al menos diez ocasiones.

Sin embargo, Minho nunca había hablado de futuro, ni una sola vez había insinuado que quisiera reconciliarse y se había controlado para no hacer el amor con el, sólo para mantener el trato de su chantaje

¿Por qué? ¿Es que no había cambiado nada entre ellos en las dos últimas semanas?

Kibum no había olvidado los comentarios que Onew había hecho sobre que Minho lo lastimara ¿Qué había querido decir? No podía dejar de pensar que Onew, incluso en su estado de embriaguez o tal vez a causa de ello, había querido advertirla sobre Minho.

Y luego en la piscina cuando el le había mencionado su plan de abrir una escuela de baile en Seul.

Minho no se había mostrado nada
contento con esa posibilidad no había dicho mucho al respecto, hasta que Kibum lo había presionado había respondido algo para quedar bien, pero el había comprendido de sobra que no le había hecho ninguna gracia la idea.

De hecho, durante unos segundos le había cambiado la cara por completo.

Entonces, Kibum no había querido darle importancia a su reacción había estado demasiado embriagado por el momento como para pensar con claridad sin embargo, a la mañana siguiente no tuvo más remedio que en frentarse a los hechos.

—No quiere que me quede en Seul—murmuró Kibum solo en su habitación con el corazón encogido.

Sin embargo optó por reunir todo su valor en vez de pasarse todo el día dándole vueltas, volviéndose loca, tomó la decisión de averiguar la verdad.

al menos, averiguar qué había querido decir Onew con sus comentarios con esa idea en mente, se levantó de la cama y se duchó se secó el pelo y se puso un vestido de color amarillo canario y unas sandalias luego, tomó el teléfono móvil del bolso y marcó el número de Onew.

Una hora después, estaba frente a Onew en su elegante despacho de Petróleos Lee.

—Gracias por aceptar verme de inmediato—dijo Kibum tomando asiento en una de las dos sillas que había ante el escritorio.

—Es un placer— repuso Onew sentado con aire informal en el borde de la mesa a medio metro de ella.

¿Quieres algo? ¿Una taza de café, un desayuno cualquier cosa?— le ofreció, y se apoyó en la mesa con el dedo sobre el intercomunicador, preparado para pedir a su secretaria lo que Kibum quisiera.

—No, gracias— Él se enderezó y sonrió.

—De acuerdo— replicó él y lo miró con gesto serio— Me sorprendió un poco que quisieras verme ¿Qué sucede?

Kibum se estiró los pliegues de la camisa, luego, lo miró directamente a los ojos.

—Es sobre Minho.
—Bien— dijo Onew despacio con aspecto de estar un poco confundido

—La otra noche en tu casa me dijiste algo que no comprendí.

Onew echó la cabeza hacia atrás y rió, como para quitarle importancia a cualquier cosa que le hubiera dicho.

—Es probable que la otra noche dijera muchas cosas que no tenían ningún sentido.

—Me llevaste aparte para advertirme sobre Minho me dijiste que era muy tozudo y que podía lastimarme.

Onew apartó la mirada fijó los ojos en el suelo y luego en la pared.

—¿Ah, sí?
—¿Recuerdas que me lo dijiste?

Onew lo miró a los ojos— No, no recuerdo haber dicho eso.

—Pero sabes lo que significa ¿no es así? Onew se levantó, caminó hasta detrás de su escritorio y volvió a mirarlo.

—Kibum— comenzó a decir él y respiró hondo se frotó la nuca– Si dije algo que te molestó la otra noche, te pido disculpas.

Kibum meneó la cabeza y se puso en pie.

—Lo único que me molesta es no saber lo que querías decir, tú sabes lo que pasa con Minho ¿Vas a contarme la verdad o no?

Onew lo miró durante largos segundos y Kibum supo que estaba librando una batalla en su interior.

Onew sabía algo, Kibum lo miró con ojos penetrantes, negándose a echarse atrás, aunque aquello implicara descubrir algo sobre Minho que no quería saber.

—Minho es uno de mis mejores amigos— señaló Onew

Kibum siguió en sus trece, sin perder la paciencia no iba a dejar a Onew hasta que le respondiera siguió mirándolo fijamente.

—De acuerdo— dijo Onew al fin con reticencia.

Toma asiento probablemente, sea mejor que te lo cuente los dos tenien que hablar de ello te diré lo
que sé.

Kibum miró el reloj de la radio que había en la mesilla de noche de su habitación de hotel, Minho llegaría en cualquier momento iba a ser su última noche juntos y Kibum planeaba hacer que fuera una noche memorable.

Esa misma mañana había tenido que sacarle las palabras a Onew con pinza Pobre hombre.

Había intentado no lastimarlo, pero Kibum no había necesitado demasiada información para sumar dos y dos siempre se le había dado bien reunir las piezas de un puzzle hasta hacerlas encajar y una vez
que había conseguido averiguar lo que Onew sabía no había tardado mucho en descifrar el misterio.

Conocía el plan de Minho y estaba harto de jugar con sus reglas había llegado el momento de tomar el control de la situación esa noche, jugarían a su propio juego y tristemente, ninguno de los dos saldría vencedor.

Furioso con el hombre que pronto sería su ex-marido, no había tenido tiempo de sentir el enorme dolor que sabía que seguiría a todo aquello en ese momento, la furia lo impulsaba a darle a Minho un poco de su propia medicina.

—Te lo mereces, cariño— dijo, hablando solo.

Cuando llamaron a la puerta de su habitación, se mentalizó para la farsa que iba a representar se preparó también físicamente, vistiéndose con una bata de seda, y caminó hasta la puerta.

Respiró hondo para calmar los nervios y abrió la puerta.

Minho estaba allí parado, con un traje italiano oscuro muy caro arreglado a la perfección, su carisma y su atractivo sexual eran innegables a Kibum se le encogió el corazón, pero intentó ignorarlo.

Minho se quedó atónito al verlo en bata— Hola, ¿Llego pronto?— Kibum negó con la cabeza.

—No, llegas justo a tiempo— Minho arqueó las cejas, confuso.

—Le diré al conductor de la limusina que espere, la cena no es hasta las ocho he preparado una gran noche—

Kibum dejó caer la bata a sus pies. Disfrutó al ver cómo a Minho se le abrían los ojos de par en par le permitió quedarse mirándolo unos segundos más vestido unicamente con unos boxer negros, Kibum agarró a Minho de su flamante corbata y le
hizo entrar en la habitación extendió la pierna delante de él con un ágil movimiento y cerró la puerta de una patada a continuación, lo acorraló contra la puerta.

—Nada de salir, nada de cena es el momento, Minho nuestro momento— Le rodeó el cuello con los brazos y apretó sus bocas, dejando que él saboreara sus labios con sabor a cereza.

Entonces, Kibum dio un paso atrás y lo miró confundido de la cabeza a los pies, Minho miró a su alrededor una docena de velas iluminaba la habitación e impregnaba el aire con suave esencia a vainilla.

Había pétalos de rosa sobre la cama extra grande y las sábanas estaban abiertas, como una provocativa invitación.

En una bandeja sobre la mesa había fresas cubiertas de chocolate y una botella de champán enfriándose en una cubitera de plata.

Minho se echó hacia atrás, dándose con la pared en la cabeza.

—Kibum ¿qué es esto?— Kibum sonrió.

—Hablas demasiado, cariño –dijo Kibum, Le aflojó la corbata y se la quitó por encima de la cabeza— Se ha acabado el tiempo de hablar hazme el amor es lo que los dos queremos.

Minho parpadeó y lo miró a los ojos, Kibum prosiguió con la farsa por nada del mundo se perdería esa noche siempre que tuviera el control de la situación, todo iría bien, se dijo.

Acto seguido, le desabotonó a Minho la camisa y le acarició el fuerte pecho— Vamos, Minho pensé que estabas tan excitado como yo— le mordisqueó el labio inferior y luego le recorrió los labios con la lengua Minho gimió y deslizó la lengua en su boca, haciéndole subir a las nubes
con un solo y apasionado beso.

—Mmm, Minho— musitó Kibum y se pasó la lengua por los labios, apartándose de él sólo un poco.

— Estoy deseando tenerte dentro de mí— Minho gimió desde lo más profundo de su ser y lo atrajo a su lado, de forma que cada centímetro de sus cuerpos estuvo pegado Kibum se sintió recorrida por exquisitos escalofríos al sentir la erección de él.

—Maldición, Kibum sigue hablando así y no conseguiré llegar a la cama.

Kibum echó la cabeza hacia atrás y dejó escapar una carcajada.

—¿Desde cuándo necesitamos una cama?— Kibum le mordisqueó los labios de nuevo.

Minho respiró jadeante y se quitó la camisa de inmediato, Kibum lo acarició de nuevo, recorriéndole la piel con la palma de las manos, y presionó la lengua sobre sus pezones.

Minho lo levantó en brazos y se dirigió a la cama.

—Ahora soy más viejo me gustan las comodidades.

Kibum meneó la cabeza y lo miró a los ojos.

—Oh, es una pena quería bailar para ti.

Minho se detuvo a medio camino la miró con gesto inquisitivo, sin poder ocultar su interés por la propuesta.

—¿Bailar para mí?— Kibum asintió con expresión inocente.

—¿Qué quieres que haga yo?—
—Sólo tumbarte en la cama y mirar.
Minho se obligó a respirar.

—De acuerdo— Él la dejó sobre el suelo Kibum puso su iPod sobre la mesilla de noche y presionó el botón de play, tras elegir una canción.

Se giró, Minho estaba bañado por la luz de las velas, tumbado boca arriba sobre la cama, con la cabeza apoyada
en la almohada.

—Eres tan hermoso Choi Kibum— murmuró con admiración.

Kibum cerró los ojos y se concentró en la música.

Entonces, empezó a moverse, balanceando su cuerpo, girando las caderas de forma sensual con ese baile expresó todo lo que tenía dentro, todo lo que sentía por Minho el amor que no le había confesado.

De esa manera, le ofreció a Minho su regalo, al exponer su parte más íntima para que él nunca pudiera olvidarlo quería asegurarse de que siempre recordara esos momentos y supiera que ninguna otra persona podía darle lo que él le había dado.

Kibum bailó, dejándose llevar por la música, perdido en sus propios movimientos, dándole a Minho
lo que nunca le había dado a otro hombre.

No era un chico vengativo, pero se había sentido obligado a hacer aquello en nombre de la justicia.

Minho lo había lastimado más allá de lo creíble y pensaba pagarle de ese modo, Bailó y bailó, con los ojos medio cerrados su cuerpo se movía sin pensar, fluyendo con la música y su alma se sentía libre.

Cuando la canción terminó, abrió los ojos y miró a la expresion encantada de Minho casi le hizo reconsiderar su plan.

—Kibum— susurró él pero no fue capaz de encontrar las palabras para continuar.

En ese momento, Kibum supo que lo que Minho sentía era sincero y genuino.

Sonrió y, durante unos segundos, olvidó la trampa que él le había tendido.

—No he terminado—
Entonces eligió una canción diferente. Era suave y sensual y la letra hablaba de sospechas se movió lentamente, con erotismo, mientras se iba
quitando todo poco a poco cuando quedó desnudo del todo, se quedó parado ante Minho

—Tócame, Minho quiero recordar cómo son tus caricias.

—Kibum— consiguió articular él, anonadado.

Minho se puso de rodillas y lo ayudó a subir a la cama los dos de rodillas, se miraron a los ojos Minho lo besó, luego posó los dedos en sus labios a continuación, le tocó el cuello y lo besó allí, para seguir bajando.

Kibum cerró los ojos y se aferró a él, disfrutando de su contacto y de sus caricias.

Él le recorrió el pecho con las manos, provocándolo, tentándolo luego, le tocó la entrepierna suavemente para hacer que Kibum perdiera la cabeza.

Entonces, Minho le tocó el interior de los muslos, hacia detrás cuando él le acarició los glúteos, dejó escapar un gemido de placer.

—Me estás matando poco a poco, gatito.

Kibum necesitaba convertir el momento en algo inolvidable, antes de despedirse de él para siempre.

Tomando las riendas de la situación le dio un ligero empujón en el
pecho, haciendo que se tumbara sobre la cama.

Minho se dejó hacer de buena gana, con una sonrisa en el rostro.

Kibum le desabrochó el cinturón y se lo quitó a continuación, le quitó el resto de la ropa.

Minho quedó desnudo ante el con su gran erección tentándolo de forma irresistible Kibum la tomó en sus manos, rodeándola la acarició varias veces, haciendo que él gimiera de placer.

—¿Kibum?
—Sé lo que estoy haciendo, Minho.
—Ah… no lo dudo, pero— Kibum reemplazó la mano por la boca, chupando a Minho y silenciando sus quejas—

La excitación prendió entre ellos como el fuego sus respiraciones se convirtieron en jadeos y su lenguaje corporal comenzó a indicar que ambos necesitaban lo mismo sus cuerpos parecían pegados por el calor y la humedad aquello era lo que Kibum quería con lo que había soñado y lo tendría.

Se colocó encima de Minho montándolo y lo miró a los ojos, Minho pareció comprender su necesidad y lo agarró de las caderas y empezo a penetrarlo.

El placer y el deseo hicieron una combinación explosiva dentro de Kibum.

El gozo y la satisfacción que sintió fueron inmensos.

Entonces, Kibum gritó y Minho gimió se miraron a los ojos y Kibum se sintió completo.

Vívidos recuerdos del sexo y el amor que habían compartido en el pasado los envolvieron.

—Oh, sí, Kibum— Kibum se movió y dejó escapar un gruñido de satisfacción.

Rodeados por la luz de las velas y los pétalos de rosas, los dos se miraron a los ojos y todo lo demás dejó de tener importancia.

Era lo único que ambos necesitaban.

Dejándose guiar por Minho, Kibum cabalgó encima de él, moviéndose hacia arriba y hacia abajo, cada vez dejándolo entrar en más profundo, más deprisa, hasta que el cuerpo se tensó, preparado para el clímax.

—Déjate llevar— susurró Minho

Se movió hacia delante y hacia atrás, y su orgasmo llegó con fuerza, corriendose enseguida sobre el cuerpo de su esposo.

—Eso fue increíble—

—Ahora es tu turno –señaló Kibum besándolo con frenesí.

—Oh, sí— Minho hizo que Kibum rodara sobre su espalda y lo besó en el rostro, en la mandíbula, la barbilla y el cuello.

Kibum se colocó debajo de él, notando su erección aún insatisfecha.

—Date prisa, necesito tenerte dentro de mi otra vez.

—Sólo quería asegurarme de que estés listo.

—Siempre estoy listo—Minho lo besó una última vez, antes de separarle
las piernas y penetrarlo con profundidad.

—Eso es lo que me gusta de ti—
Estar con Minho haciendo el amor era perfecto había tantas cosas que Minho decía que le gustaban de el sin embargo, no lo amaba en absoluto.

De nuevo, la tristeza invadió su corazón, al recordar que aquello no era más que un juego de venganza.

Kibum dictaría las reglas, aunque
sólo fuera esa noche pronto, todo habría terminado.

Kibum dejó de lado esos pensamientos y se concentró en el placer que Minho le daba se había jurado a sí mismo hacer que él recordara esa noche y nada lo detendría.

Minho lo penetró con lentas y profundas arremetidas, el tiempo suficiente para hacer que Kibum llegara al borde del orgasmo.

Se movió como si quisiera expresar lo que sentía, controlando cada poderoso movimiento de su cuerpo.

—Kibum te he echado de menos—
Minho intentó no pensar en aquellas palabras se enegó a creerlo y se lo tomó como si fueran palabras sin sentido dichas por un amante excitado.

Cuando Minho se arqueó, rindiéndose al orgasmo, Minho gritó su nombre, enterrandose una vez mas en el cuerpo de Kibum, Kibum dejó de contenerse, el orgasmo los sacudió al mismo tiempo, invadiéndolos con un placer agónico, los dos cuerpos estallando como si fueran uno solo.

Minho se posó sobre Kibum con cuidado y lo tomó entre sus brazos y lo besó con pasión.

—Sabía que sería así— murmuró él.

Kibum sonrió con tristeza no podía negar la verdad.

—Yo también.


******


Kibum se levantó y se encontró con la cama vacía.

La habitación estaba iluminada por la luz de las velas se incorporó y enfocó la mirada mientras se sentaba en la cama, Minho estaba de pie al otro
lado de la habitación con los pantalones puestos y los pies descalzos, sirviendo dos copas de champán.

—¿Has dormido bien?— preguntó, girándose hacia Kibum.
—Mmm— Los dos habían quedado exhaustos habían hecho el amor de nuevo, en distintas partes de la habitacion tanto de pie como sentados.

Después, ambos se habían quedado dormidos en un sueño profundo y corto.

—Es la hora del champán— Kibum miró el reloj digital que había sobre la mesilla de noche luego, se levantó y se puso la bata.

Se apretó el cinturón y se acercó a Minho.

—¿Para brindar por nuestro divorcio?— Minho se encogió de forma visible.

Kibum dio rienda suelta a su rabia.

—¿O, quizá, te gustaría disfrutar de otros diez o veinte minutos más?

—Kibum, ¿qué pasa?— Minho intentó tenderle la copa de champán, pero
Kibum no la tomó no quería nada de Minho, nunca más.

Kibum caminó hasta la mesilla de noche y abrió el cajón.

—Creo que he cumplido las condiciones de tu chantaje, Minho– le espetó Kibum y sacó los papeles
del divorcio— Ahora es el momento de que firmes en la línea de punteada.

Minho apretó la mandíbula con un tic. Miró a Kibum con cautela y dejó las copas de champán.

—Es casi media noche mis dos semanas han terminado— afirmó Kibum y miró al techo con gesto dramático— Gracias a Dios.

Minho se sonrojó caminó hasta Kibum y lo agarró de los brazos.

—¿Qué mosca te ha picado?
—¡Tú!— Minho se encogió como si lo hubiera abofeteado.

—Quiero el divorcio, Minho me lo he ganado.

A Kibum le tembló la voz e intentó reunir todo su valor se negaba a llorar, no quería que Minho supiera que había ganado.

Él había querido lastimarlo y lo había hecho.

Kibum había caído de cabeza en su trampa se había enamorado de él otra vez, pero no le daría la satisfacción de saber que había ganado en su vengativo jueguecito.

—No te creo— Oh, cuánto lo odiaba, se dijo el.

—¿Por qué? ¿Por qué no me crees? ¿Porque he entrado en tu juego y te he dejado manipularme todo el tiempo que he estado aquí? ¿Pensaste que me enamoraría de ti de nuevo?

Kibum se apartó de él, tomó una copa de champán y se lo bebió de un trago.

Se giró hacia Minho.

—Firma y vete, Minho.

—Estás enojado, Kibum maldición, yo también lo estaba, cuando me dejaste no podía creer que tiraras nuestro matrimonio por la borda, ¿Tan fácil fue para ti? Agarraste tus cosas largarte para empezar una nueva vida.

Kibum se volvió de golpe.

—No se trata de eso, Minho pensé que habías cambiado, pero me has demostrado que no es así sigues sin tener corazón, sólo quieres ganar a toda costa, sin importarte a quién hieres por el camino.

Querías vengarte, ¿no es así? Tenías que hacerme daño. Tenías que…

—¿Quién te ha dicho eso?—preguntó Minho y se acercó a Kibum, mirándolo a los ojos— ¿Dónde has oído eso?

—No lo niegues yo sé que es cierto—
Minho inhaló con fuerza y meneó la cabeza.

—Maldición, Kibum.

Kibum se bebió la segunda copa de champán y volvió la espalda a Minho de una vez por todas.

Le dolía el corazón sólo de mirarlo, de pensar en la pasión que habían compartido, Minho ni siquiera se
había disculpado en ningún momento, ni una sola vez había mostrado querer reconciliarse.

—Firma los papeles, Minho y luego, vete.

—Bien— dijo él.

Kibum no se atrevió a mirarlo no se atrevió a girarse esperó, dándole la espalda, escuchando cómo él recogía su ropa y cerraba la puerta de un portazo al salir.

Entonces, Kibum se vino abajo las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas mientras sollozaba.

Su matrimonio había terminado Kibum se fue a la cama y se atrevió a lanzar una mirada a la mesilla de noche para ver la evidencia firmada de su divorcio y parpadeó.

—¿Qué?— Conteniendo el aliento, Kibum se puso en pie y observó la mesilla con más atención de un golpe, abrió el cajón y un millar de pensamientos se le cruzaron por la mente.

Los documentos del divorcio no estaban.

Minho cerró la puerta de su casa de un portazo y tiró la chaqueta a un lado había diez ramos de rosas repartidos por la habitación que poblaban el aire de un dulce aroma.

Había velas preparadas en cada esquina de la casa, esperando ser encendidas.

En la mesa del comedor había unos platos con postres exquisitos y una botella de champán se enfriaba en una cubitera con hielo la escena de seducción que él había planeado le pareció ridícula después de lo que había pasado.

Kibum lo había vencido en su propio terreno, Kibum era alguien muy inteligente y sexy.

Lo había engañado y él ni siquiera lo había intuido.

Sin embargo, Minho había conseguido su objetivo y se odiaba a sí mismo por ello todo lo que había tramado durante las últimas dos semanas se había esfumado en un par de minutos esa noche, había creído saber lo que quería pero, en apariencia, se había equivocado sin pensar en la hora que era, sacó el teléfono móvil y marcó el número de Jonghyun lo llamó, despertándolo.

—Hombre, ¿sabes qué hora es?
—Sí, lo siento escucha, necesito saber si has hablado con Kibum hoy.

—No, no he hablado con Kibum, ¿No se han acabado ya tus dos semanas?

—Hace una hora más o menos, sí se me ha acabado el tiempo tengo que darme prisa.

A continuación, marcó el número de Onew.

—¿Has visto a Kibum hoy?— Onew titubeó antes de responder:

—Sí, Kibum vino a verme hoy sabía que tramabas algo y me pidió que fuera honesto con el— confesó.

—¿Qué le contaste?—
—No hizo falta que le contara mucho es un chico inteligente adivinó lo que estabas planeando debiste haber visto su expresión.

—De enfado, supongo.
—No, eso habría sido más fácil de sobrellevar, más bien, puso gesto de estar completamente destrozado, parecía derrotado y lastimado.

Minho cerró los ojos él había percibido la derrota en los ojos de Kibum esa noche, había oído cómo le
había temblado la voz, había querido acercarse y confesarle lo que se habia confesado a si mismo, pero Kibum estaba muy enojado y lastimado, No lo habría creído él había necesitado alejarse y tener tiempo para pensar una solución.

—Lo he fastidiado todo, y no se te ocurra repetirme que ya me lo advertiste.

Onew suspiró.

—¿Has firmado los papeles del divorcio?

—No es la primera vez en mi vida que no cumplo un trato, pero no pude firmarlos me los he llevado.

—¿Tú lo amas?
—Sí, lo he descubierto esta noche, nunca he dejado de amarlo, Pero si se lo hubiera dicho, no habría significado nada para el, no después de todo lo que le he hecho pasar.

—¿Y ahora qué?
—Ahora voy a tener que chantajearle una última vez para conseguir que me escuche.

—Te deseo buena suerte.

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