Enfermos Mentales: Edificio d...

By OneHistoryMore12

103K 13.1K 3.3K

Ellos creyeron que ya había acabado, pero Elizabeth se había ganado enemigos. Estuvo 4 meses rodeada de demen... More

Prólogo+ Book Tráiler.
Personajes.
☆Capítulo 1: De vuelta a la acción.
☆Capítulo 2: ¿De qué me he perdido?
☆Capítulo 3: Todo se fue a la mierda...otra vez. Part. 1
☆Capítulo 4: Todo se fue a la mierda... otra vez. Part. 2 (TW)
☆Capitulo 5: Nace un nuevo problema. (TW)
☆Capítulo 06: Déjà Vu.
☆Capitulo 07: Rewind
☆Capitulo 8: Equipo.
☆Capitulo 9: Equipo. (TW)
☆Capitulo 10: Renacer (TW)
☆Capitulo 11: No soy una asesina.
☆Capitulo 12: Happy Halloween.
☆Capítulo 13: La dama de rojo carmesí. (TW)
☆Capítulo 14: Cazando al monstruo. (TW)
☆Capítulo 15: Momento de la verdad. (TW)
☆Capítulo 16: Locuras por un CD. (TW)
☆Capítulo 17: Se busca un cadáver. (TW)
☆Capítulo 18: Jugar a ser Dios
☆Capítulo 19: Ángel de la muerte
☆Capítulo 20: Secuestro. (TW)
☆Capítulo 21: Culpable.
☆Capítulo 22: La chica de la foto.
☆Capítulo 23: Entre nosotros.
☆Capitulo 24: El secreto de Kiara.
☆Capítulo 25: Pasillos secretos.
☆Capítulo 26: El Gas. part 1. (TW)
Capítulo 27: El Gas. Part 2. (TW)
☆Capítulo 28: Separados.
☆Capítulo 29: El regreso de aquella torpe chica. (TW)
☆Capítulo 30: Personalidades.
☆Capítulo 31: Dulce cena navideña.
☆Capítulo 32: Las cosas no son como uno las planea.
☆Capítulo 34: Fin del juego. Part 2. (TW)
☆Capítulo 35: Fin del juego. Part 3.
☆Epílogo.
Enfermos Mentales: Un pueblo en llamas.

☆Capítulo 33: Fin del juego. Part 1.

2.3K 312 61
By OneHistoryMore12

Enfermos Mentales. Capítulo 33: Fin del juego. Part 1.


8:33 pm. 10 horas antes.

8:33 de la noche. Hace una hora Elizabeth se había separado de su grupo para hacer el trabajo más fácil. No tenía noticias de ninguno, ni un mensaje, nada. Luego de que se alejó un poco de Shey y Sara para buscar alguna entrada secreta en alguna de las salas en el edificio principal, no las vio más. Ya que se había alejado por su cuenta sin decirles nada, supuso que habrían ido preocupadas con James.

Las buscó por toda la fiesta y el campus. No estaban. No respondían las llamadas ni los mensajes, al igual que Alex, Ben, Erick o Jenn. Quizás suene estúpido, pero el hecho de no saber de ninguno de ellos la hacía experimentar un sentimiento que hace mucho había enterrado; Se sentía sola.

Desesperada, entró a la escuela en busca de sus amigos. Caminó hasta la oficina del decano, encontrando la puerta medio abierta, lo que le dio esperanzas de que sus amigos estuvieran ahí. Corrió hasta la oficina abriendo la puerta emocionada, borrando la sonrisa de su rostro al ver unas oficina completamente vacía. Aún así, algo llamó su atención. La computadora estaba encendida. Rodeó el escritorio y se acercó a ella para intentar desbloquearla, pero la computadora pedía una contraseña. Le molestaba el hecho de no poder ver lo que había descubierto Ben, pero al menos sabía que habían pasado por ahí, habían encontrado lo que buscaban y la habían ido a buscar a ella. Ok, tal vez quedaron sin señal o algo, quizás solo se esté imaginando lo peor porque es a lo que ya estaba acostumbrada.

Pero cambió de idea al llegar a la oficina de la psicóloga. Al igual que la oficina del decano, la puerta estaba abierta. Encima de la repisa pegada a la pared estaban los bolsos y los celulares de la Sra. Nancy y Jenn, tirados sin ningún cuidado. Le pareció extraño, demasiado. Jennifer no dejaría algo tan importante como su bolso Guess ni porque tuviera que salir corriendo. Aún así, quería seguir pensando positivo. Pero le fue imposible al bajar la mirada a la alfombra blanca y ver pequeñas manchas rojas atrapadas entre las hebras de la tela.

Alarmada, se puso de rodillas sin importarle ensuciar su vestido y observó las manchas más de cerca. Abrió los ojos asustada al darse cuenta de lo que era.

Era sangre. Había sangre en la alfombra de la oficina en la que había estado la psicóloga (Sospechosa de ser OX) y 2 internos que habían escapado del edificio del terror. En este punto, ya era inevitable no pensar lo peor.

En ese momento no pensó. No tuvo ninguna idea. Por su mente pasaron los peores escenarios mientras salía de la oficina con una expresión de espanto plasmada en su rostro; Alex y Jenn descubriendo que Nancy es OX y esta, sin saber qué hacer, los lastimó con lo primero que tenía a mano. O tal vez los mató y los llevó a un lugar del que solo ella sabía. A lo mejor ya sabía de su plan y también había atacado a Ben y Erick, que era los que más cerca estaban. Y si esto realmente había pasado, sería por su culpa. Por forzarlos nuevamente a seguir uno de sus planes. ¡¿Por qué siempre lastimaba a todos los que la rodeaban?!

De pronto, se detuvo en seco. Al salir de la escuela, en medio del campus, lejos de donde todos estaban bailando y celebrando la navidad, 4 personas: Alex, Jenn, Ben y Erick. Los cuatro tenían una herida en el estómago, ya que sus trajes estaban completamente teñidos de un color rojo y cubiertos de tierra. Los 4 tenían sangre en el cabello debido a sus cráneos partidos; tal y como lo había tenido Peter después de haberlo arrojado de aquel acantilado. Quizás Nancy había hecho lo mismo con ellos. Pestañó, sintiendo como las lágrimas se amontonaban en sus párpados y se escapaban al abrirlos y ver las personas a las que consideraba como única familia parados frente a ella. Jadeo asustada al verlos así. Muertos.

Los cuatro dijeron al mismo tiempo:

—Atrápenla. Atrápenla, ¡Atrápenla!

Por el último grito abrió los ojos bruscamente, volviendo a la realidad. Fue todo una alucinación. Miró a su alrededor, a pocos metros de ella estaba la secretaria del decano Goldman, con 2 guardias a su lado mientras le daba ordenes.

—¡Es la chica que escapó del Edificio de tratamiento intensivo! ¡Está ahí, atrápenla!

Antes de poder darse cuenta estaba siendo llevada por dos de los guardias del internado al E.D.T.I nivel 2. Estaría aislada del mundo y no podría salvar a sus amigos, donde sea que estuvieran. Sabía que ahora que había escapado, el castigo no sería muy agradable. Así que en la entrada del E.D.T.I nivel 2, reaccionó.

Miró a su alrededor, buscando algo lo suficientemente afilado para llevar a cabo su plan repentino. Se soltó ágilmente del agarre de los 2 guardias, corriendo hasta el mostrador de la recepción y tomando uno de los bolígrafos de punta fina de la recepcionista que observaba paralizada. Elizabeth al ver a los guardias correr hacia ella, decididos a usar la fuerza para llevarla a su destino, no tuvo tiempo de pensar o arrepentirse antes de empuñar el bolígrafo y clavarlo con extrema fuerza en su hombro izquierdo; justo donde tenía la cicatriz de aquel pedazo de vidrio que había quedado clavado en su brazo después de aquel accidente de auto con su familia. Quizás esto provocó que doliera más, provocando una mueca de dolor en el rostro de Eli y un desgarrador grito de ira que posiblemente se escuchó hasta en el laboratorio subterráneo secreto.

9:02 pm. 9 horas antes.

El fuerte olor a químicos, medicamentos y alcohol de la enfermería entraba por las fosas nasales de Eli cada vez que inhalaba. El olor era fuerte pero a la vez tan relajante. Aunque no sabía si se sentía así por el olor o por la anestesia que había colocado la enfermera en su brazo para poder coserle la herida.

—Y… listo. Debes venir mañana para limpiarte la herida y cambiarte el vendaje nuevamente. Tardará un tiempo pero en poco estarás sana —dijo la amable anciana con una sonrisa.

—Gracias —susurró Eli sin expresión alguna.

—No hay de qué, querida. Un poco más profundo y te pudiste haber pinchado una arteria. Eso si hubiera sido difícil de tratar.

Le parecía tan imposible que esa enfermera tan simpática trabajara en algo tan sucio como lo que hace el internado. Quizás no, quizás solo son unas cuentas enfermeras o unas contratadas especialmente para esto. Pero en ese momento no podía darle el beneficio de la duda a nadie.

—Hubieras perdido mucha sangre.

—He perdido muchas cosas. Un poco de sangre menos no hace nada.

—Cierto. La sangre la puedes recuperar fácilmente, las cosas que has perdido no; pero no significa que no debas protegerla —Elizabeth dirigió su mirada a ella para prestarle atención— Debes preocuparte por salvar lo que tienes, y lo que no puedas… simplemente dejarlo ir.

—A veces algunas cosas no se pierden, te las arrancan —dijo volviendo a mirar un punto fijo.

—Pues si es así, en algún momento volverán a ti y esas personas recibieran lo que merecen —afirmó alejándose de la camilla—. Descansa un poco, debes estar agotada. Iré a buscar unas gasas.

Cuando la señora mayor salió, Eli vio su oportunidad. Sacando de su mente las palabras de aquella señora, se paró de su camilla, corriendo hasta los cajones del escritorio blanco de la enfermería y abriéndolos uno por uno. No había nada aparte de jeringas, gasas, medicamentos y otras cosas. Se incorporó frustrada, deslizando las manos por su cabello y caminando de lado a lado en la habitación.

De repente, sintió algo extraño debajo de sus pies. Deslizó su pie descalzo nuevamente por la alfombra sobre el piso de madera. Efectivamente, había un leve levantamiento de uno de los tablones de madera. Levantó la alfombra nuevamente y con su brazo sano trató de levantar el tablón en el piso. Cuando lo logró, sonrió victoriosa al ver una caja de plástico alargada con decenas de jeringas. Pero estás eran diferentes, eran bastante grandes y tenían números marcados con marcador rojo a los lados. De pronto a su mente llegó un número. Lo escuchó fuerte y claro.

“Camilla 134”

Era el número que había dicho una de la enfermeras cuando la habían entrado casi drogada al laboratorio secreto, antes de quedar desmayada. Al lado de las jeringas habían pequeños frascos con un líquido color amarillo dentro. Los tomó, se paró y los vació. Tomó unos medicamentos liquidos de la enfermeria y, luego de haberse asegurado de cuales eran sus contenidos y funciones, llenó los frascos uno por uno.

Los dejó donde estaban y cerró la jaula. Puso el tablón y la alfombra como estaban y volvió a su camilla, impaciente porque llegue la hora de los desastres: las 3:00 am.

2:59 am. 3 horas antes.

Tirada en el piso acolchado de su habitación, Elizabeth esperaba las 3:00 am mientras contaba los segundos. Cuando escuchó las ruedas de las camillas chillar por los pasillos y detenerse frente a las habitaciones de los internos, observando por la ventanilla de las puertas, cerró los ojos fingiendo estar dormida. Las puertas de acero se deslizaron siendo abiertas al mismo tiempo desde el centro de control y haciendo sonar la maquinaria. Una enfermera entró colocándose al lado de Eli mientras la otra se acercaba a ella rápidamente, agachándose y clavando una gran aguja su brazo. La vez pasada los efectos del medicamento habían hecho efecto de manera inmediata; pero esta vez no sentía absolutamente, y eso era bueno. Tanto que le fue difícil reprimir una sonrisa mientras las enfermeras la levantaban y la colocaban sobre la camilla.

Esposaron sus brazos y piernas a la camilla. Sintió como comenzaban a rodarla por los pasillos mientras escuchaba ruidos de las camillas delante y detrás de ella. Ladeó disimuladamente la cabeza a la derecha, viendo a la chica que iba a su lado. Estaba temblando y tratando de mantener los ojos cerrados. Estaba despierta, todos lo estaban, pero o tenían demasiado miedo como para hacer algo, o tenían curiosidad de ver a donde los llevaban.

Sintió como su camilla se deslizaba por unas de las rampas al lado de las escaleras, varias veces hasta llegar el primer piso. Lo primero que vio al abrir un poco los ojos fue el techo gris de un pasillo del E.D.T.I nivel 2 en el que nunca había estado. Lo siguiente que distinguió fue el ya conocido color rojo de las grandes puertas al inferno clínico.

El olor a químicos y medicamentos típico de los hospitales y que usualmente amaba invadió su nariz. Este olor siempre le causaba paz; pero en esto momentos solo hizo que se llenara de ansiedad, frustración, desespero e ira. Al fin había conseguido entrar y ahora… ahora solo le faltaba pensar que hará ahora que estaba dentro. No creyó llegar tan lejos.

Pitidos de las máquinas, el sonido de las ruedas de las camillas siendo llevadas de un lugar a otro en la luminosa y gran sala y las voces de las enfermeras era lo única que podía escuchar. Entre las enfermeras gritando camillas y números, escuchó claramente el:

—¡Camilla 134!

Una de las enfermeras tomó su camilla y la giró, dejándola estacionada entre 2 cortinas azules que separaban su camilla de las demás y 2 extrañas máquinas que no podía distinguir muy bien pera qué veía a través de sus ojos levemente abiertos. Le quitaron las esposas. La enfermera se hizo espacio entre la cama y la cortina para entrar un pequeño carrito con inyecciones y cosas que no parecían muy agradables. Eli solo había cambiado los envases que estaban en la caja; por lo que al ver como la enfermera llenaba la jeringa de un líquido rojizo y se giraba para cerrar la cortina detrás de ella para más “Privacidad”, Eli aprovechó para por fin mover su cuerpo y envolver sus piernas en el cuello de la joven enfermera, que soltó la aguja y el envase para tratar de quitar las piernas de Eli.

Elizabeth estaba sentada sobre las sábanas mientras envolvía el cuello de la chica, obligándola a quedar tirada a los pies de la camilla, removiéndose para intentar soltarse. Eli se apresuró a amarrar varios pedazos de gasa para colocarlos en la boca de la chica y así reprimir sus gritos. Con sus manos libres tomó una de las inyecciones y uno de los envases del carrito.

—¿Para qué sirve esto? —preguntó susurrando, colocando el envase frente al rostro de la chica. Al ver como se asustaba y comenzaba a tratar de soltarse desesperadamente, tuvo su respuesta—. Bien, este será.

Llenó la jeringa de el líquido del envase y luego lo dejó donde estaba. Sin cuidado, lo inyectó en el hombro de la chica, sintiendo como poco a poco dejaba de moverse con menos fuerza. Al cabo de unos segundos, había quedado desmayada en el piso.

Después de haberla esposado a la cama y ponerse el traje de la enfermera, incluido el gorrito que recogía su castaño cabello, Elizabeth abrió la cortina y la cerró antes de que alguien pudiera ver a la chica atada dentro. No sabía a donde ir exactamente, en todos lados habían enfermeras y médicos conversando entre ellos, tan tranquilos, como si no acabaran de drogar y medicar personas indefensas. Enojada, caminó a su izquierda donde al final del pasillo había un ascensor y, en el pasillo hacia este, más camillas separadas por sábanas. Al pasar por una de ellas, se dio cuenta que estaba abierta. Logró ver a un señor de unos 40 años esposado con cables en todo su cuerpo y un extraño sombrero metálico en su cabeza. El pensar que esto les hacían todas las noches le repudiaba y la llenaba de ira.

Entró en el ascensor mirando los botones adentro. Al parecer el lugar solo tenía tres pisos y ella estaba en el primero. Decidió ir al segundo piso, probablemente porque tenía miedo de lo que podría encontrar en el último. Oprimió el botón y sintió la jaula de metal descender bajo sus pies, deteniéndose por los arneses que lo sostenían. Las puertas se abrieron, dejándola ver un un pasillo a su izquierda y derecha, y uno largo al frente con 4 habitaciones a cada lado. Al final había un camino que se dividía en dos.

Salió del ascensor y se aventuró al pasillo, atreviéndose a abrir las habitaciones una por una, ya esperando lo peor. Y estaba en lo correcto. En cada una de ellas la esperaba una persona sentada en el medio de una gran habitación siendo torturada de formas diferentes. Supuso que las formas de tortura se relacionaban con sus enfermedades. Tratando de contrarrestarlas o algo así. Los médicos al verla en la puerta, estaba segura de que no la atacaban y mataban porque creían era una enfermera más. Sino, estaría siendo torturada también.

Sabía que debía liberarlos, salvarlos, pero debía conocer primero todo lo que pasaba y cuando saldrían los médicos. No podía luchar ella sola con todos. Sabía que se enfrentaba a algo mucho más grande que ella. No podía actuar con el corazón, si no con la cabeza.

Revisando los demás pasillos del piso, vio cosas que prefería olvidar o nunca haber visto. Sabía que las cosas que ahí pasaban eran horribles, pero no imaginaba ese nivel de crueldad. Al final de uno de los pasillos encontró unas escaleras que descendían al último piso. Se lo pensó un poco, pero al final tuvo que ceder a bajarlos. No sabía si podría resistir lo que vería en ese último piso, pero debía intentarlo. Ya no solo por ella, ni por sus amigos, si no por todos los internos.

Al llegar al último piso, sintió un extraño ambiente pesado. Quizás era solo el miedo, pero sentía que algo andaba mal ahí abajo. Caminó y se detuvo frente a una gran puerta del pasillo. Al lado de la puerta había una especie de panel que pedía el escaneo de una tarjeta para poder abrir. En ese momento, se alegró de no haber dejado en la habitación la tarjeta que había encontrado en el uniforme de la enfermera. La sacó y la deslizó por el panel, viendo como cambiaba de un color rojo a una verde a la vez que hacía un pequeño sonidito. Guardó la tarjeta en el bolsillo y tomó aire, preparándose para lo que sea que estuviera detrás de esa puerta.

Al entrar, se encontró con una gigantesca habitación blanca, como todo el laboratorio/hospital. Pero tenía algo diferente; toda la sala estaba llena de estanques de vidrio colocados en línea recta, llenos de agua y del tamaño de una persona. Y efectivamente, en cada uno de ellos había un interno flotando en la superficie del agua. Tenía varios cables conectados a sus cuerpos sobre los trajes impermeables negros. A parte de la máscara de gas en sus narices y bocas. Se atrevía a decir que habían algunos 16 estanques en la sala, todos llenos.

Estaba sorprendida, obviamente, pero ya había visto cosas más horribles en los últimos 20 minutos. Pero al pasar por uno de los estanques de agua y ver al interno dentro, sintió como le subía el corazón a la boca y sus vellos tomaban una forma puntiaguda. Tomó una bocanada de aire ya que sentía que se le había escapado en ese justo momento. Era imposible, improbable, él debía estar muerto.

Era William, el chico del que había sospechado ser el desconocido, el que había tratado de violar a Eli y el que pareció muerto en su habitación del E.D.T.I nivel 1. Era él, estaba vivo. O bueno, estaba flotando en uno de los estanques con cables en su cuerpo y parecía desmayado o muerto. Aunque con el tiempo que tenía  “muerto" ya debería estar en descomposición. Pero no, se le veía bastante completo.

No lo podía creer. Ahora que conectaba las piezas, todo tenía sentido.

“Dicen que hay algunas personas que por más tiempo que estén en el tratamiento intensivo nivel 2 nunca mejoran, nunca muestran avances. Entonces dicen que a esas personas... que a esas personas las matan y las tiran en ese sótano” —había dicho Sara una vez.

Cuando William apareció muerto, lo habían hecho parecer así solo para secuestrarlo después. Pero en vez de llevarlo al sótano como Sara creía, lo llevaban al laboratorio secreto para experimentar con ellos. Elizabeth había estado creyendo todo este tiempo que ella lo había matado siendo el desconocido. La habían hecho creer eso todo este tiempo.

—Al parecer es cierto eso de “hierba mala nunca muere" ¿No? —preguntó una voz dura, seria y rasposa a sus espaldas, avisando su entrada a la habitación. Cerró los ojos sintiéndose aterrada, ya conocía de quien era esa voz.

No tuvo tiempo a responder, pues dos grandes manos la agarraron de cada brazo, inmovilizándola de la cintura para arriba. Intentó usar sus piernas para escapar pero le fue imposible, los tipos eran demasiado pesados. No fue hasta que sintió la aguja pinchar su hombro y el líquido fluir por su sangre que supo que todo había sido para nada. Que había escapado de ser drogada por las enfermeras para ser drogada y ahora torturada por el decano. Qué posiblemente despertaría en su habitación, sin sus amigos, y su vida seguiría siendo atormentada por OX y Roger Goldman, ahora que no tenía quien la sacara de ahí. Lo que significaba que OX tendría la posibilidad de quitarle todo; aunque, ¿Qué más podría quitarle?

4:25 am. 2 hora antes.

Cuando los músculos del cuerpo de Eli comenzaron a despertar, imaginó que sentiría el suave piso acolchado de su habitación; pero en cambio se sentía incómoda y con dolor en todo su cuerpo. Cuando despertó por completo intentó moverse, pero le fue imposible. Sentía unas rejas que la rodeaban y limitaban su movimiento. Se sobresaltó tratando de incorporarse, lo que provocó que se golpeara fuertemente la cabeza con algo bastante duro. Al abrir los ojos, se encontró en una jaula de rejas de metal bastante pequeña. A penas podía sentarse si agachaba un poco la cabeza.

Miró entre las rejas, dándose cuanta que estaba en lo que al parecer era un segundo piso de una estantería. Habían decenas de jaulas a su alrededor. A los lados, debajo y a 2 metros frente a ella. Estaban en largos estantes de 4x6 cuadros organizados en filas. Los tenían encerrados como cachorros en una perrera. Sentía tanta rabia e impotencia de no poder hacer absolutamente nada.

—¿Liza? —escuchó una voz llamar desde su izquierda.

Giró su cabeza rápidamente, observando entre las rejas la jaula a su lado, donde Sheyla la observaba con una sonrisa. Elizabeth tardó unos segundos en procesar que se trataba de ella. Era realmente Sheyla, la había encontrado.

—Shey —suspiró mientras una sonrisa se formaba en sus labios.

Como pudo se acomodó en la jaula para quedar frente a ella.

—¿Elizabeth? —preguntó otra voz a sus espaldas. Se giró rápidamente y trató de reconocer el rostro de quien hablaba. Era Alex.

—¡Oh Dios! ¡Eres tú! —dijeron desde la jaula de abajo. Elizabeth no pudo ver su rostro, pero sabía que era Sara por su dulce voz de niña.

Echó nuevamente un vistazo por fuera de las rejas. A 2 metros frente a ella estaban Jennifer, Erick y James en ese mismo orden encerrados en las jaulas. En la caja debajo de Erick estaba Benjamín. Los cuatro miraban en su dirección con la boca abierta, sin creer que estuviera ahí.

—Chicos… Qu.. ¿Cómo llegaron aquí?

—Dos guardias, jeringa en el brazo, desmayo, despertar aquí —contó Erick recostándose de lado—. Es todo lo que recordamos.

—James, Sara y yo logramos ver al decano antes de que nos drogaran —contó Sheyla, atrayendo la mirada de Eli—. Estábamos buscando una puerta al laboratorio en el edificio del personal y nos encontró.

—Chicos, eso no era parte del plan.

—Nos dijiste que debíamos buscar una entrada y eso hicimos.

—¡Sí pero no así! Se pusieron en riesgo y miren a donde los trajo.

—¿Sí? ¡Pues mira a donde nos trajo tu plan! —interrumpió Jennifer desde el frente—. A estar enjaulados como animales. Y probablemente vayan a experimentar con nosotros como hámsteres. Todo por tu estúpido plan, y aún así estos idiotas se atreven a seguir considerándote una líder.

—Déjala, lleva rabiosa desde que despertó. Llevamos horas escuchando sus quejas y rabietas —explicó James.

—No —Eli bajó la mirada al suelo—, tiene razón, yo los traje aquí. Por mi culpa todo esto está pasando. Pero como los metí en esto, también prometo sacarlos. De alguna forma lo haré.

—A ver, ¿Qué se le ocurre a la jefa del caos ahora?

Literalmente nada. No tenía ninguna idea para sacarlos de ahí. Pero si decía eso, Jennifer tendría más motivos para desacreditarla. Por más que su grupo creyera en ella, en algún momento todos se cansarían de esperar a que algo pase.

Hasta que recordó algo.

—¡Alex! —llamó Eli, atrayendo su atención—. ¡¿Qué pasó con Nancy?! Cuando fui a su oficina vi manchas de sangre, creí que los había atacado ¡¿Ella es OX?!

Tras unos segundos de mantenerle la mirada, Alex bajó la cabeza. Miró a Sheyla detrás de Eli quien observaba entristecida. Luego miró a Jennifer, quien miraba en dirección de Erick, quien le daba la espalda. Trataba de no hacer contacto visual con ninguno.

—¡¿Alguno me dirá qué pasó?!

—Uno de los guardias disparó al estómago de Nancy —soltó Jenn bruscamente. La miró a los ojos, dándose cuenta de como Eli la miraba boquiabierta—. Estaba embarazada.

—Estaba igual de sorprendida que nosotros nosotros cuando le dijimos del laboratorio secreto. Ella no sabía nada —explicó Alex con pena.

—Esto es horrible —murmuró Sara.

—No, es perfecto —dijo Eli dejando caer sus lágrimas—. Puede poner una demanda contra el internado por esto y abrir una investigación, lo que llevaría a una revisión del internado. Solo debemos convencerla de que lo haga, y para eso debemos salir de aquí.

—¡Eli! —llamó Jenn desde su jaula, golpeando las rejas del frente—. Cuando fuiste a su oficina, ¿Viste su bolso?

—Sí, estaba junto a su celular y el tuyo, ¿Por qué?

—¡Mierda, el documento!

—¿Qué documento?

—Erick y yo encontramos unos d-documentos en la computadora del decano. El internado trabaja c-con la empresa de tu padrastro.

Eli quedó impactada mientras los hilos comenzaban a atarse por si solos en su cabeza. Su padrastro Richard siempre había sido extraño y siempre buscaba expandir su negocio, pero nunca imaginó que estaría aliado con Rogert. Tal vez por eso se había casado con su madre. Tal vez él había movido hilos para que la internaran en ese lugar. Quizás ambos habían estado detrás de todo desde el principio. Significaría que ambos están en el equipo OX.

Ya ni siquiera sabía por qué estas cosas la seguían sorprendiendo.

—Debemos salir de aquí para buscar ese celular y a Nancy.

—Ya, ¿Pero cómo? —preguntó Shey.

—Me encanta como los adolescentes siempre están planeando cual será su próximo desastre —interrumpió una voz ajena a la conversación.

Los 8 chicos quedaron en rotundo silencio, por primera vez sintiendo que el peligro era real. Se sentían minúsculos, aterrados y utilizados frente aquel hombre corpulento que caminaba con las manos detrás de sus espaldas por enfrente de sus jaulas. Escuchó como los demás internos (los cuales había olvidado su existencia mientras discutía con sus amigos) se estremecían y movían asustados en sus jaulas. Al parecer estaban lo suficientemente hambrientos y casi muertos como para no soltar palabra.

—¿Por qué tan callados? ¿Alguien ha muerto? —preguntó Rogert—. O todo lo contrario… ¿Alguien ha resucitado?

Elizabeth levantó la mirada observándolo con el odio que crecía dentro de ella. Él se detuvo frente a la jaula, mirando a Eli con una sonrisa.

—¿Qué? ¿Aún no les has dicho? —preguntó divertido—. Vamos cuentéales.

—William está vivo.

James y Alex voltearon sus cuerpos rápidamente, dirigiendo su atención hacía Eli. James había salvado a Eli cuando William la intentó violar siendo ella novia de Alex. Se supone eran amigos los tres, pero William siempre había sido bastante idiota, más con respecto a las chicas. Así que James se desquitó un poco cuando lo molió a golpes aquella vez.

Pero como había dicho, eran amigos. Al saber que murió, había sido como si todos los malos momentos entre los tres se borraran y solo recordaran las risas y buenos momentos. Pero ahora que estaba vivo, la cosa cambiaba. El chico volvía a ser una amenaza.

—Vamos, ¿Por qué esas caras? Creí que les alegraría la noticia.

—Todo este tiempo me hicieron creer que yo lo maté —murmuró Eli entre dientes

—Tu decidiste creer eso —corrigió el decano Roger Goldman, acercándose a ella con las manos en su espalda.

—Tengo la sospecha de que el hecho de que yo haya sido el desconocido no era noticia nueva para ustedes.

—Estás completamente en lo correcto.

—¿Por qué? ¿Por qué me dejaron creer que lo había asesinado? Aparte del hecho de que son unos desalmados, tal como lo demuestra este lugar.

—Pues… verás; cuando supimos de tu segunda personalidad, lo único que vimos fue una oportunidad. Una oportunidad de poder tomar a los internos del edificio principal sin traer sospechas, ya que todas serían explicadas cuando se diera a conocer tu otra identidad. Todos creerían que tu mataste a los internos que desaparecerían. Pero nos dimos cuenta muy tarde y solo pudimos traer a William. Luego tu tuviste que explotar y revelar todo, lo que complicó el plan. Tuvimos que seguir las cosas como habíamos estado haciendo desde hace 4 años.

—Drogando y torturando estudiantes en contra de su voluntad —dejó escapar James.

—Haciendo sacrificios en nombre de la ciencia y los avances científicos —corrigió.

—¿Así le llaman ahora al secuestro? —preguntó Sheyla.

—Están en mi establecimiento. Así que prácticamente no es secuestro, solo los trasladamos. Verán, ustedes son demasiado jóvenes para entender, pero todos esto es necesario para un bien común. Desde que era pequeño siempre me interesaron las enfermedades mentales y sus efectos. Me parecía fascinante que un mal funcionamiento en tu cerebro te hiciera escuchar voces que no están, verte más gorda o flaca de lo que eres, hacerte más inteligente y muchos más ejemplos. Recuerdo preguntarle a mi mamá; ¿Por qué son así? Ella me respondía; están enfermos. Y yo decía; ok, ¿Por qué no los curan. Y ella decía; porque no hay cura, deben aprender a vivir con ello. Fue cuando mi curiosidad realmente creció. Quería saber todo como las personas como ustedes. Los veía como seres especiales o como celebridades. Crecí con la idea de algún día crear un lugar para personas como ustedes. Un lugar en el que pudieran ser ustedes, donde aprendieran a través de nuestros métodos a poder vivir con sus enfermedades en la sociedad.

—¿Soy yo o está dando el discurso de bienvenida de todos los años? —susurró Erick acercando su rostro a la jaula de Jennifer.

—Sí, pero siento que ahora viene la parte que ha guardado para si mismo —respondió Jenn sin preocuparse de susurrar. El decano la miró e hizo una seña con sus dedos para confirmar que tenía razón.

Elizabeth desde su jaula bajó la mirada, observando la tarjeta de entrada que cargaba el decano en el bolsillo trasero de su pantalón. Era lo que necesitaban para abrir las jaulas. Eli aprovechó para hacer señas con sus manos para atraer la atención de Jennifer. Cuando lo logró, señaló la tarjeta en el bolsillo de Rogert. Jenn entendió de inmediato, haciendo señas para llamar la atención de Sheyla, que quedaba frente a ella pero en el segundo piso de la estantería. Debía conseguir que el decano se incline frente a Jennifer para que Sheyla pudiera sacar la tarjeta de su bolsillo.

—A parte de eso, también mi ambicioso sueño era no poder curar las enfermedades mentales, si no el poder controlarlas. Imaginen tener el poder de retirar la enfermedad mental de una persona, pero también de poder ponerla en otra. Poder usar esto como un arma. Podría venderle el descubrimiento a los gobiernos y hacer de esto el descubrimiento de la década: la cura de la enfermedades mentales ha sido descubierta. Sería el titular de todos los periódicos —contaba bastante emocionado con una sonrisa en su rostro. De pronto bufó cabizbajo—. Pero por su cara veo que por más que les explique nunca van a entender esto.

—Por más que lo explique esto no va a tener justificación —respondió Jenn—. Esos chicos inconscientes en los estanques de agua, a los que les lavan el cerebro y torturan, las masacres que arman los 23 de cada mes, ¿Todo eso vale la pena?

El decano Goldman se inclinó frente a la jaula de Jenn para quedar a su altura, dándole la espalda Sheyla. Su trasero quedaba a pocos centímetros por debajo de su jaula en el segundo piso de la estantería. En el bolsillo trasero de su pantalón estaba la tarjeta, solo debía meter su brazo entre las rejas para sacar la tarjeta del bolsillo. Así que tomó aire y acercó su cuerpo a las rejas y, mientras el decano hablaba, intentó meter el brazo entre las finas barras de metal. Esto se le facilitaba por la delgadez de sus brazos.

—Están en agua fría porque las temperaturas bajas ayudan a mantener sus cuerpos que por poco no sobreviven a los experimentos ni electrochoques —lo último lo dijo en una pequeña tos fingida—. Nos sirve para estudiar si las partes de su cerebro que causan las enfermedades siguen activas mientras están en coma; si son más débiles y en ese estado nos ayuda a deshacernos más fácilmente de ellas, etc. Las torturas y gafas de realidad virtual son para hacer vivir a los internos sus más oscuros miedos y que puedan afrontarlos. Cualquier método que sirva para curarlos es aceptado.

—¿Sin importar que mueran en el intento? —Jennifer trataba de hacerlo sentir culpable mientras lo distraía.

Sheyla, después de aplicar un poco de fuerza y dolor, pudo meter el brazo entre las rejas. De inmediato lo bajó y lo acercó al bolsillo del pantalón del decano. Usó sus largos dedos para sacarla rápidamente y que el decano no tuviera tiempo de darse cuenta. En el momento que lo logró retiró el brazo rápidamente y lo metió entre las rejas, sin importarle si se cortaba o lastimaba. Prefería esto a ser descubierta.

—Daños colaterales —respondió simplemente—. Igual que todas las muertes en la experimentación con gas. Al principio intentamos probarla en el aire. La primera vez fue el jueves 6 de septiembre.

—3 noches después de yo volver al edificio principal —pensó Eli en voz alta.

—Esa noche Alex me dijo del cadáver en el bosque. Tuve un ataque de ansiedad bastante fuerte —continuó James uniendo puntos.

—Fue cuando sentí hambre y devoré la carne de la cafetería en la madrugada. Era como si mis emociones estuvieran fuertemente intensificadas —contó Sheyla sorprendida.

—Y te aseguro que ustedes no fueron los únicos en experimentar estas situaciones —el decano se incorporó, acercándose a una de las jaulas alejados de ellos—. ¿Cierto, chicos? —Los internos en las jaulas se encogieron en sus esquinas, asustados—. Pero soltar el gas en solo un edificio, eso si fue algo inesperado. ¡Los resultados fueron alucinantes! Los síntomas de las enfermedades intensificadas al máximo. ¿Perdimos muchos internos? Sí, pero valió cada vida perdida. Nos dejó ver de que son capaces cada uno. Claro que debimos terminar el experimento antes de tiempo para evitar escapes y muertes, pero nos sirvió como entrenamiento para el segundo experimento con una dosis más intensa de gas; que fue la que vivieron ustedes.

—Y lo dice así, sin ninguna pizca de remordimiento —notó Alex.

—Si mi madre hubiera descubierto esto nunca se hubiera metido con usted, me hubiera sacado y les hubiera puesto una demanda —dijo Eli enojada.

El decano se giró caminando lentamente hacía la jaula de Elizabeth que quedaba justo a su altura y se inclinó lo suficiente para quedar justo frente a las rejas. Con una malévola sonrisa dijo:

—¿Por qué crees que de tantos sanatorios e internados mentales en el estado, te trajo justo aquí?

—Lo vimos en un comercial.

—Tan ilusa —dijo entre risas—. Tu madre no solo tenía planeado traerte desde hace años; ella nos proporcionaba las hojas de mancina, las cuales tienen ciertos efectos en las personas al mezclarlas con otros químicos. Nos ayudaba en los experimentos. Eli, tu madre sabía todo lo que pasaba aquí desde el principio, y estaba de acuerdo en todo.

—No le creo nada.

—Ella convenció a su marido de colaborar económicamente para crear este laboratorio. Estaba dispuesta a lo que sea para poder curarte. Todo esto es gracias a ambos —contó victorioso al saber que cada una de sus palabras destrozaban a Elizabeth por dentro, aunque ella no quiera demostrarlo—. Hasta que dijo que "Nos excedimos". Dijo que no se merecían esto y quiso retirarse en el mejor momento. Amenazó con demandarnos y… tuvimos que deshacernos de ella.

Fue cuando Elizabeth entendió todo, y hubiese preferido no hacerlo. En esos segundos que procesaba la información, la imagen de su madre soltando su último aliento se repetía en bucle en su cabeza. Antes no tenía a quien culpar por el accidente de su madre; ahora, saber que la última persona que amaba había sido arrancada internacionalmente de su vida, y que el culpable estaba frente a ella pero no podía hacer nada por unas estúpidas rejas de metal, la llenaban de una ira que no podía controlar. Sentía las lágrimas bajar por sus mejillas encendidas. Su rabia aumentaba al ver esa estúpida sonrisa en su cara.

Y en ese momento… explotó.

Se abalanzó contra las rejas de la jaula con toda su fuerza, con la intención de caerle encima. Pero terminó chocándose contra el duro metal. Sin embargo no le dolió, la ira era tanta que no sentía dolor más que el que llevaba por dentro. Golpeó las rejas repetidas veces mientras le gritaba todo tipo de insultos para sacar la rabia, intentando sacar sus brazos como Sheyla. Al darse cuenta que no podía hacer nada al respecto, que no podía salir en ese momento, rompió en llanto. La intensidad con la que golpeaba las rejas fue disminuyendo mientras bajaba la cabeza lentamente, dejando caer sus lagrimas en el frío metal.

—Es usted… un monstruo —dijo en un hilo de voz mientras trataba de levantar la cabeza.

—Monstruo, héroe… tengo muchos apodos, la forma de verme depende de la persona —dijo engreídamente. Elizabeth como respuesta, escupió en su rostro saliva mezclada con sangre de su lengua que mordía de la impotencia. Roger deslizó las manos por su rostro para quitar los fluidos—. Ahora si me disculpan, tengo asuntos más importante que atender. Ustedes preocúpense por prepararse para todo lo que viene, no volverán al edificio hasta que encontremos una cura. Espero sean lo suficientemente fuertes para sobrevivir a los electrochoques y experimentos. Si no, tendrán que unirse a William en los estanques… o simplemente terminar enterrados en el bosque como la ex de James… y otros.

En cuanto se dio la vuelta y salió por la puerta de la gran sala; Sheyla intentó meter su brazo entre las rejas y doblarlo para deslizar la tarjeta por cerradura de la jaula. Al escuchar un pitido proveniente de su jaula, Sheyla metió el brazo nuevamente, preparada para abrir la puerta y salir a liberar a sus amigos. Pero la puerta del almacén de abrió, esta vez quien entraba era un guardia en típico traje negro similar al de policía. En una de sus manos llevaba una pistola y en la otra una tarjeta para abrir las jaulas.

—Bien, ¿Quién está listo para servir de conejillo de indias hoy? —preguntó sonriendo cruelmente.

—Intenta llevarme a mi, si tienes los huevos —amenazó Sheyla para llamar su atención. El guardia miró en su dirección.

—Si tu lo pides.

Caminó hasta el lugar de Sheyla, decidido a llevársela. Pero justo cuando el hombre se paró frente a ella, Shey pateó la pequeña puerta de metal con todas sus fuerzas, provocando que golpee el rostro del guardia y haciéndolo caer desplomado al suelo, dejándolo inconsciente.

Sheyla sacó sus piernas de la jaula y tiró su cuerpo hacía adelante, tratando de no caer sobre el guardia, aterrizando de pie en el piso gracias al vestido pegado a su cuerpo que la mantenía derecha. Estiró su cuerpo ya que estar en la misma posición durante horas en un pequeño espacio de metal no era muy cómodo. Cuando ya estuvo lista, deslizó la tarjeta por las jaulas del resto del grupo, dejando por último a Elizabeth.

Cuando abrió su puerta, estaba lista para recibirla llorando en sus brazos; pero en cambio Elizabeth salió lo más rápido que pudo de la jaula, secando el último rastro de lágrimas en sus mejillas. El grupo esperó expectante alguna oración de su parte, pero ella solo dijo:

—Vamos, debemos salir de aquí —alentó dándose la vuelta para mirarlos—. Sheyla, libera uno por uno a los internos de las jaulas. Alex, ponte el uniforme del guardia y arréglatelas para sacarlos a todos de aquí. Erick y Sara, ustedes irán con ellos. Jenn, dame tu vestido y toma este de enfermera, lo necesitarás para pasar desapercibida y llevar a Ben al edificio para que vaya al centro de control. Ben, ahí tocaras las alarma de evacuación para que salgan todos los médicos y enfermeras del laboratorio y James pueda sacar a los internos torturados en el segundo piso. Escaparán por uno de los pasillos secretos y llamarán a la policía para que se sepa toda la verdad. Yo mientras intentaré despertar a los internos en los estanques de agua. Tomaré el walkie talkie del guardia. Si alguno consigue uno me habla por ahí. ¡Ahora!

Elizabeth se dio vuelta decidida a buscar la sala de estanques, pero unos dedos se envolvieron en su muñeca, deteniéndola.

—Eli… ¿Estás bien? —preguntó Sheyla.

Bajó la mirada mientras tomaba una bocanada de aire, a punto de romperse nuevamente. Pero no, no podía darles esa imagen de chica débil o dejarían de confiar en ella.

—Lo más bien que se puede estar cuando descubres que tu madre no murió por accidente.

—Pues no veo tu dolor —dijo Jennifer observándola de arriba a abajo, ganándose codazos y reproches de los demás

—He aprendido a mentir y ser buena actriz.

Se giró nuevamente, esta vez con todo el propósito de acabar con ese infierno. Pero una vez débil llamado a poca distancia hizo que se detuviera.

—Ayuda… —dijo una voz temblorosa proveniente de alguna de las jaulas—… ayuda.

Elizabeth siguió el sonido de la voz, dándose cuenta que venía de una de las jaulas del primer piso en la estantería detrás de ellos. Caminó hasta la jaula y se agachó a su altura para ver de quien se trataba. Una mujer recostada en el fondo de la jaula con vendas teñidas de rojo en su estómago, el maquillaje de su cara destrozado por las lágrimas y deshecha llamaba desde adentro.

—Mi bebé… ayuda… mi bebé.

Era la psicóloga Nancy Conahan.

●●●●●●●●●●●●●●●●●●●●

Voten 🌟 Comenten 💬

Continue Reading

You'll Also Like

6.7K 716 82
Ser directioner puede traducirse a algo tan simple como ser fan de la banda One Direction. Pero si de verdad te metes a fondo verás que es un verdade...
68.7K 8K 17
Él está en coma, y ella intenta aferrarse a lo que queda de ambos: sus recuerdos. ... A veces me gusta aferrarme a los recuerdos, perderme entre ello...
6.8M 685K 22
Tercer libro en la Saga Darks (2021) Portada: BetiBup33 design studio.
2.6M 123K 66
La asesinaron un 23 de octubre, y desde entonces todos se preguntan: ¿Qué le pasó a Elizabeth Parker? Venus, la protagonista, tras el reciente asesi...