Rebeca
– Un poco más a la izquierda... esperen, alto, no tanto ahora más a la derecha – Eduardo ordenaba a Javier y Luciano, que cargaban entre los dos con fingido esfuerzo una de las cajas de la mudanza – ¡Okey alto! Ahora bájenla lentamente, lentamente, lento les dije – alzo la voz agudizando un poco su tono.
– Oh, vamos Eduardo yo no hablo así – reclame observándolos apoyada en el umbral de comedor – y ni siquiera les he pedido tanto.
– Por favor Beca, no seas aguafiestas – se unieron a las risas mis amigas, que traían otra de las cajas pertenecientes a mi departamento, esta era una de las tantas marcadas con la letra y nombre de mi hijo. Matías, el amigo de Lau se unió a las risas trayendo consigo unas tres cajas apiladas, que por la cinta de embalaje café reconocía venían de casa de Eduardo, aunque como todo el resto de sus cosas la caja no daba pista de lo que pudiese haber en ella.
– No logro encontrar una con caja de ollas o sartenes – Noe llamo la atención de todos entrando a la sala con la cuchilla del cúter asomada amenazadoramente hacia su hermano – ¿Qué le hiciste a la batería de cocina que te regale cuando te mudaste solo? – entrecerró los ojos.
– Seguramente ni siquiera lo saco de su envase original – bromeo mi hermana, tan agridulce como siempre.
– Me ofendes cuñadita – se quejó Eduardo siguiendo con su melodrama de hace unos minutos – Puede que yo no lo usara, pero Javier le saco bastante provecho cuando me cocinaba. –
– Exacto, aunque lo haces sonar como si fuésemos pareja
– Siempre supe que solo soy la tapadera – fue mi turno del melodrama – Por eso, y por qué...
– Vaya, vaya chicos pero que fuerte – comento Lau dándose por entendida de mi broma, conociéndola seguro preparaba un picante remate justo antes de ser interrumpida por Bea que, pese a que se divertía, advirtió que los niños se acercaban. Deteniendo a Laura de sus palabras justo a tiempo que Tomi y Alex entraban corriendo a la casa.
Los niños ajenos a las bromas de los adultos no entendían por que todo mundo estaba partiéndose de risa cuando ellos llegaron.
– Mami, los abuelos nos invitaron comer helado ¿Podemos ir? – Alex le tironeo el vestido a su mamá en busca de su atención.
– Yo también mami ¿Puedo? – Me miro sonriente Tomi, quien últimamente entre mis padres y los de Eduardo, estaba siendo sobre regaloneado. Me preocupaba que tanta azúcar empezara a afectar su salud, pero por otro lado durante la semana me aseguraba de que comiese nutritivamente – Esta bien amor, pero te portas bien y le haces caso en todo a Elena.
– Si mamá – Tomi me sonrío asintiendo alegre y corrió con Alex fuera de la casa nuevamente.
Elena y Gregorio habían estado cuidando de los niños mientras jugaban en el jardín de la nueva casa, pese a que Tomi no era su sangre ambos tenían tanto amor y cariño para dar que no habían tardado en hacer sentir a Tomi como si fuese su propio nieto, desde el primer momento Elena le había mirado con tanto cariño, que no podría pedir más en la vida. Y Gregorio por su parte era una increíble figura paternal – como su abuelo - desde que les había enseñado a los niños su colección de cámaras y le había obsequiado una a mi hijo, este había descubierto todo un mundo nuevo, amaba jugar con aquella cámara grabando a todo mundo.
Hablando de Elena, hacia su entrada con un crecido bebe Máx en brazos.
– Creo que es hora de comer para este bebe – se lo entrego a Noe quien le agradeció por la ayuda, pero el bebe no duro mucho en brazos de su madre, Luciano cruzo la sala para hacerse con su hijo mientras le llevaba a otra habitación permitiendo que Noe fuese a por la pañalera que había quedado tirada en una esquina.
– Tengo que admitir que tienes muy bien entrenado a tu esposo – la codeo Lau cuando paso por su lado
– Te juro que es todo cosa de él – le sonrío Noe de regreso – Creo que Alex ha crecido demasiado rápido para él y ahora no quiere aprovechar cada instante que tenga con Máx.
– ¿Me pregunto cómo lo habría hecho con una hija? – bromeo Beatriz, haciéndonos reír.
– Bueno, puede que lo intentemos en un futuro – se sonrojo Noe – dicen que la tercera es la vencida – se retiro burbujeante luego de sus palabras.
– Tu hermana parece empeñada en hacer crecer la familia – Javier palmeo la espalda de Eduardo.
– Solo espero que no lo intenten en la otra sala – gruño estremeciéndose con un escalofrío.
– Eduardo – lo regañe sin evitar reír.
– Tranquilo amigo, ya tendrás tu oportunidad para estrenar esa zona.
– Javier – regañe una vez más sonrojándome con la idea – Sera mejor que regresemos a trabajar, ustedes dos solo han estado comadreando como un par de viejas cahuineras. Y ustedes... – me voltee para apuntar a mis amigas y hermana – a trabajar también.
– A la orden jefa – se rieron mis amigas como siempre, recordándome lo mandona que solía ser en la universidad, en mi defensa he de decir que eran ocasiones especiales como cuando debíamos hacer trabajos y necesitábamos organizarnos. ¿Qué puedo decir? No podía evitarlo.
El trámite y la entrega de la casa habían sucedido bastante rápido, y en cuanto tuvimos todo en orden Eduardo propuso iniciar la mudanza, El planeaba rentar su casa por lo que debía desocuparla por completo, así que designamos una de las tantas habitaciones de la casa para que pudiésemos guardar allí todo hasta que le encontrásemos un lugar. Por mi parte la mudanza había sido bastante ligera, salvo las cosas de Tomi, mi ropa y libros, había decido no traer mucho más de lo necesario. ¿La razón? Originalmente había pensado que Mimi querría quedarse en mi departamento, ya que llevaba meses prácticamente viviendo conmigo, pero cuando se lo propuse Mimi confeso que estaba buscando un departamento que estuviese cerca del hospital y los meses viviendo conmigo le habían servido para ahorrar lo necesario para varios meses de renta – básicamente Mimi pudo pagarse un lugar desde el principio, pero seguía estando conmigo por costumbre. Así que, con mi plan por los suelos, decidí seguir la idea de Eduardo y poner el departamento en renta, estaba bastante bien ubicado considerando que la zona era céntrica y podías llegar a muchas de las universidades de la ciudad tranquilamente caminando o en bicicleta.
Para cuando la hora de comer llego, casi todas las cosas estaban ubicadas en alguna parte de la casa, casi todo, porque de las cosas que debían ir en la cocina seguíamos sin encontrar rastro. Por lo que terminamos ordenando pizza y comiéndola en la terraza del jardín, donde Matías y Javier ya habían instalado los muebles que antaño habían sido parte de la terraza de Eduardo. Elena, Gregorio y los niños regresaron justo a tiempo para nuestra improvisada comida.
Sentados en la terraza del que ahora sería mi nuevo hogar, rodeada de nuestra familia y amigos no podía sentirme más feliz y completa, respire profundo intentando mantener las emociones a raya, Tomi que estaba sentado sobre mis rodillas comiendo, parecido notar el momento exacto en que mis ojos se cristalizaron, porque con su trozo de comida a medio camino y con ojos atentos me pregunto.
– Mami ¿Estas feliz? – y entonces sin evitarlo una pequeña lagrima corrió fuera de mis ojos.
– Mucho amor – le abrace acercando mi mejilla a su cabecita, disimuladamente limpie la rebelde lagrima que había arrancado antes de regresar a mi posición sonriéndole a mi pequeño hijo.
<< Dios, apenas tenía ocho añitos... >>
La mano de Eduardo sobre mi pierna llamo mi atención, sacándome de mi ensimismamiento.
– Amor – al parecer en algún momento de la conversación había sido aludida, pues todos me miraban con atención, Eduardo notando mi desconexión con la conversación me sonrió y respondió por mi – Rebeca dejo unas cuantas cosas en su apartamento, con Tomi se quedarán allí mientras terminamos de organizar todo aquí.
– ¿Y cómo planean hacer eso con nuestra tradición?
– ¿Tradición? – Mimi alzo una ceja a Noe curiosa de la mencionada tradición.
– Como aquella de que el novio no puede ver a la novia el día de la boda – explico Elena – solo que en nuestra familia se ha llevado un poco más lejos, privando a los novios de verse durante toda la semana previa a la boda.
– La familia y amigos de los novios participan de la tradición cuidando que los novios no hagan trampa, ni encuentren la forma de verse a escondidas – agrego Gregorio motivando a los presentes a participar.
– Es una tradición increíblemente antigua, la abuela Susan solía contarme de pequeña que su bisabuelo fue uno de los que más cerca estuvo de romper la tradición luego de llegar hasta el mismísimo cuarto de su novia, pero lo pillaron los hermanos de la novia y termino cayendo desde su balcón.
– Papá por favor, esas viejas...
– ¡Ah no! – Noe se alzó mirando a Eduardo con determinación - Ni creas que te libraras de la tradición.
– Si nosotros tuvimos que caer en ella, ahora ustedes también lo harán – sentencio Luciano mirándonos de brazos cruzados.
– Sera divertido mantenerlos lejos – sonrió Mimi ganándose una desaprobatoria mirada por parte de Eduardo.
– Más divertido será ver a Eduardo intentar romper la tradición.
– Definitivamente no se la dejaremos fácil – sonrió Lau con malicia.
– ¿Qué hay de sus teléfonos? – pregunto Bea, ganando la atención de todos – Podrían usarlos para tener videos llamadas ¿Eso cuenta?
– Si como dicen es una tradición muy antigua, nuestra tecnología equivaldría a las cartas de esa época – hablo un pensativo Matías mirando a los padres de Eduardo por respuestas.
– ¿Cartas? – Elena miro a Gregorio con una sonrisa
– Definitivamente las cartas estaban fuera de la tradición, el único medio de comunicación permitido es a través de un mensajero.
– Básicamente– replico Noe – Es una persona elegida por la pareja para que pueda replicar lo que se quieran decir.
– Ese seré yo – sonrió Tomi emocionado de participar de los asuntos de grandes – Puedo ser yo ¿Verdad abuelo?
Elena con una sonrisa poso su mano sobre la de su esposo, en una mezcla de emoción y orgullo desencadenada por las palabras de mi hijo.
– Por supuesto que sí – Gregorio sonrió a Tomi y luego agrego – mi nieto será perfecto para el trabajo.