19. LA JUGUETERIA

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Rebeca



El campo que rodeaba la casa resulto ser increíblemente grande, más que una simple parcela era más bien una finca

- ¡Mira mama! – Tomi señalo algo a la distancia – Caballos – agrego para largarse a correr hacia ellos.

- Tomi no te acerques demasiado – estaba por correr tras el cuándo Elena me detuvo

- Tranquila querida, es un niño muy despierto, sabrá donde detenerse – enredo su brazo en el mío – además estos caballos son muy mansos, mi otro nieto suele jugar siempre con ellos.

- Bien – respondí resistiéndome a duras penas al impulso de correr tras mi hijo – supongo que estará bien – trate de sonreír, sin embargo, no logre despegar ni un segundo mis ojos de él y solo me sentí más tranquila cuando Tomi volvió junto a mi sonriente.

- ¿Podemos montarlos? – pregunto emocionado – Porfis, porfis, porfis.

- O claro que si cielo – respondió Elena por mí – si tu mamá te da permiso, entonces puedes pedirle a Eduardo que te enseñe a montar -

- Genial, mamá puedo – me miro con sus ojitos brillantes de la emoción y pese a que me parecía algo peligroso – no lo sé amor, eso se ve un poco peligroso – me agache a su altura.

- Prometo que no me pasara nada – se apresuró a contestar – además estaré con Eduardo – volvió a mirarme con ojos de súplica a los que no pude seguir resistiéndome.

- Esta bien – suspire no muy segura, pero Elena me brindo una sonrisa de tranquilidad que me reconforto un poco más.

Nuestro paseo duro un poco más, hasta que Elena recordó algo que debía hacer por lo que nos pidió que regresáramos. Una vez más en casa, Eduardo y su padre estaban viendo juntos un partido de baloncesto – ni siquiera sabía que a Eduardo le gustara el baloncesto.

-Greg amor, debemos ir por mi madre - la sonrisa de mi antiguo jefe menguo notoriamente.

- ¿Tan temprano querida? – pregunto como que no quiere la cosa, pero su esposa lo miro con expresión exasperada.

- Si Greg – la expresión de Elena no dejo espacio a replicas, en su lugar Gregorio se levantó lentamente del sofá donde estaba.

- ¿Van al pueblo? –

- Si, la abuela está en una casa de reposo – me respondió Eduardo acercándose a mí – por su edad es algo difícil de cuidar y allí la atienden mucho mejor –

- Lo entiendo – le sonreí, y lo hacía realmente, cuando Aida comenzó a envejecer ya no podía hacer muchas cosas por si sola y en ocasiones necesitaba de alguien que la ayudara, aunque siempre se negó a ser una carga para otros, tampoco opto por ir a un hogar, aunque eso me hubiese hecho sentir más segura, no tuve corazón para obligarla.

-Mamá ¿podemos ir al pueblo también? – Tomi que hasta ahora había desaparecido luego de que Elena le dijese algo en secreto, hablo rápidamente por mí con la boca llena, traía un par de galletas caceras en una bolsita que hacía sujetando la parte baja de su polera. Lo mire mal en cuanto hablo con la boca llena pero el solo trago despreocupado y me sonrió

- ¿De dónde has sacado esas? – le pregunte, pero el solo me ignoro.

- Yo se las he dado – lo defendió Elena quitándole importancia al asunto.

Cásate ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora