71. LO NUEVO Y LO VIEJO (PARTE I)

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Rebeca


– Un poco más a la izquierda... esperen, alto, no tanto ahora más a la derecha – Eduardo ordenaba a Javier y Luciano, que cargaban entre los dos con fingido esfuerzo una de las cajas de la mudanza – ¡Okey alto! Ahora bájenla lentamente, lentamente, lento les dije – alzo la voz agudizando un poco su tono.

– Oh, vamos Eduardo yo no hablo así – reclame observándolos apoyada en el umbral de comedor – y ni siquiera les he pedido tanto.

– Por favor Beca, no seas aguafiestas – se unieron a las risas mis amigas, que traían otra de las cajas pertenecientes a mi departamento, esta era una de las tantas marcadas con la letra y nombre de mi hijo. Matías, el amigo de Lau se unió a las risas trayendo consigo unas tres cajas apiladas, que por la cinta de embalaje café reconocía venían de casa de Eduardo, aunque como todo el resto de sus cosas la caja no daba pista de lo que pudiese haber en ella.

– No logro encontrar una con caja de ollas o sartenes – Noe llamo la atención de todos entrando a la sala con la cuchilla del cúter asomada amenazadoramente hacia su hermano – ¿Qué le hiciste a la batería de cocina que te regale cuando te mudaste solo? – entrecerró los ojos.

– Seguramente ni siquiera lo saco de su envase original – bromeo mi hermana, tan agridulce como siempre.

– Me ofendes cuñadita – se quejó Eduardo siguiendo con su melodrama de hace unos minutos – Puede que yo no lo usara, pero Javier le saco bastante provecho cuando me cocinaba. –

– Exacto, aunque lo haces sonar como si fuésemos pareja

– Siempre supe que solo soy la tapadera – fue mi turno del melodrama – Por eso, y por qué...

– Vaya, vaya chicos pero que fuerte – comento Lau dándose por entendida de mi broma, conociéndola seguro preparaba un picante remate justo antes de ser interrumpida por Bea que, pese a que se divertía, advirtió que los niños se acercaban. Deteniendo a Laura de sus palabras justo a tiempo que Tomi y Alex entraban corriendo a la casa.

Los niños ajenos a las bromas de los adultos no entendían por que todo mundo estaba partiéndose de risa cuando ellos llegaron.

– Mami, los abuelos nos invitaron comer helado ¿Podemos ir? – Alex le tironeo el vestido a su mamá en busca de su atención.

– Yo también mami ¿Puedo? – Me miro sonriente Tomi, quien últimamente entre mis padres y los de Eduardo, estaba siendo sobre regaloneado. Me preocupaba que tanta azúcar empezara a afectar su salud, pero por otro lado durante la semana me aseguraba de que comiese nutritivamente – Esta bien amor, pero te portas bien y le haces caso en todo a Elena.

– Si mamá – Tomi me sonrío asintiendo alegre y corrió con Alex fuera de la casa nuevamente.

Elena y Gregorio habían estado cuidando de los niños mientras jugaban en el jardín de la nueva casa, pese a que Tomi no era su sangre ambos tenían tanto amor y cariño para dar que no habían tardado en hacer sentir a Tomi como si fuese su propio nieto, desde el primer momento Elena le había mirado con tanto cariño, que no podría pedir más en la vida. Y Gregorio por su parte era una increíble figura paternal – como su abuelo - desde que les había enseñado a los niños su colección de cámaras y le había obsequiado una a mi hijo, este había descubierto todo un mundo nuevo, amaba jugar con aquella cámara grabando a todo mundo.

Hablando de Elena, hacia su entrada con un crecido bebe Máx en brazos.

– Creo que es hora de comer para este bebe – se lo entrego a Noe quien le agradeció por la ayuda, pero el bebe no duro mucho en brazos de su madre, Luciano cruzo la sala para hacerse con su hijo mientras le llevaba a otra habitación permitiendo que Noe fuese a por la pañalera que había quedado tirada en una esquina.

Cásate ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora