Caperucita Roja

By LulaiLeo

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Caperucita volvía de visitar a su abuela cuando, a mitad de camino, se le apareció el Lobo y la tentó para qu... More

Prólogo
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capitulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Epílogo
¿Esta historia aún no termina?

Capítulo 1

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By LulaiLeo

Desobedece…

Katy la miró de arriba abajo con los labios contorsionados en una mueca de espanto. Inspeccionó su vestuario con precaución una vez más y suspiro defraudada.

— Vengo de visitar a mi abuela —se excusó Vanesa. Katy sonrió.

— No está… mal —se volvió hacia su armario y comenzó a revolverlo en busca de algo—…pero esa remera… —volvió hacia ella arrugando la nariz—…es muy cursi.

En sus manos llevaba una musculosa blanca con dibujos en un negro brillante, que era algo escotada.

— Ponte esta… —Katy la miró picaronamente y le tendió la remera— Va a resaltar tu figura…

— No se… —Vanesa se quedó pensativa.

— Nesi, Nesi… —su amiga le apretó las mejillas entre sus manos y acerco su rostro al de ella—. Va ir vos ya sabes quién…

Nes sintió como el calor le subía al rostro coloreándole los pómulos. A su mente acudió la imagen de un joven de cabello oscuro como la noche y ojos claros, que le recordaban a día nublado. De tanto observarlo sabía que sus cejas eran gruesas, sus labios finos y su sonrisa blanca, deslumbrante. Se sacudió la imagen de su cabeza tratando de volver a la realidad.

— No… no sabía que Diego iba a ir también…

— ¿Y? Entonces, ¿qué me decís? —balaceó la remera entre sus dedos, sonriendo tentadoramente.

— ¡Dame eso! —Nes le arrancó la musculosa de las manos. Se sentía irritada por tener que reconocerle que tenía razón.

Se fue detrás del biombo, que su amiga tenía en la habitación, y de un tirón se sacó su sosa remera para cambiarla por la que le habían dado. Frente al espejo tuvo que reconocer que Katy volvía a tener razón, esa remera le marcaba su delgado abdomen y le daba un poco más de busto. Dio una vuelta y le sonrió a su imagen en el espejo.

Luego llamó a su madre para avisarle que se quedaría a dormir allí y decirle que no se preocupara. Patricia suspiró frustrada del otro lado de la línea pero no dijo nada. Cuando cortó, Nes y Katy rieron de la incredulidad de las madres.

Después de la infaltable elección de accesorios y maquillaje, partieron hacia la casa de Rino a las diez en punto. En el camino se encontraron con Pamela que iba abrazada a Emiliano. Katy y Vanesa se miraron sorprendidas, Pamela se puso roja y bajo la vista. Katy se carcajeó, Vanesa no podía creer lo que veía.

— ¿Qué es tan gracioso? —preguntó Emi que aún estrechaba a su novia contra su cuerpo.

— Nada… Nada… —ella no podía parar de reír. Nes le pegó un codazo en el costado, que no le hizo ni un rasguño, pero de a poco comenzó a calmarse y a recuperar el aliento— Emi. No entiendo que le viste.

— ¡Caterina! —gritaron Emi y Nes al unísono, aunque el grito de él fue más un gruñido y el de ella un regaño.

— ¿Qué? —dijo Katy sonriéndoles simpática—. Solo digo la verdad. —agregó y dándose la vuelta continuó el camino. Nes y los novios la siguieron unos pasos detrás hasta llegar a la casa de Rino.

La “fiesta”, fue una mezcla de alcohol, música fuerte y descontrol. Katy se pasó la noche entera colgada de Rino. Pame y Emi se quedaron en un rincón dándose de vez en cuando tiernos besos y mimos. Nes había logrado bailar con Diego en algún momento y por ello se sentía feliz.

Llegadas las tres de la madrugada la mayoría de los invitados se fueron marchando en reducidos grupos hacia el único boliche de la ciudad. Pasada una hora solo quedaban en la casa: Pamela y Emi, que había tomado una habitación prestada; Katy que encaramada al Rino le susurraba cosas al oído; y Nes sentada en el sillón junto a Diego charlando animadamente.

De un momento a otro Katy agarrando a su chico por la muñeca lo arrastro hacia el piso superior donde se encontraban las habitaciones. Al pasar junto a Nes, se corrió su cabello claro de la cara y le guiñó el ojo con complicidad, para luego desaparecer.

Nes miro su vaso con fernet con coca con expresión casi histérica. Podía sentir los ojos de Diego pegados a su rostro y el calor de su cuerpo a su lado. Diego se levanto con lentitud y fue a la mesa para servirse un a vaso de cerveza, lo que ayudo a que ella fuera relajándose una poco. Él tomó un trago y volvió a sentarse a su lado.

— Te quedaste muda. —dijo acercándose el vaso a los labios nuevamente. Nes levantó la vista y se encontró con su dulce mirada. De un saque vacio su vaso para darse el coraje que le faltaba.

— No pasa nada —sonrió con la alegría producida por el alcohol recién ingerido—. Me aburro. ¿Qué hacemos?

Él se levanto de un salto dejando su vaso ya vacio sobre la mesa ratonera junto al sillón. Mientras le sonreía con picardía le tendió una mano a ella para ayudarla a ponerse en pie.

— Vamos a dar una vuelta en mi coche… —fue mas una afirmación que una propuesta, pero ella le tomo la mano aceptando la idea.

El Corsa plateado resplandecía bajo la luz de la Luna que delineaba sus contornos suaves y hacia más oscuros sus vidrios polarizados.

— ¡Wow! —Nes se maravillo ante aquella vista—. Te malcrían un poco tus viejos… los míos no me comprarían uno jamás… a gatas tengo una bici y en estos momento esta rejuntando tierra en el garaje —no sabía por qué había dicho aquello último y de repente se sintió avergonzada.

— Dale subí —la invitó mientras abría la puerta del copiloto como todo una caballero. Al cerrar la puerta le sonrió cálidamente antes de dar la vuelta y subirse de su lado.

Con el rápido movimiento aprendido por el hábito colocó la llave en la hendidura girándola para que el motor arrancara. Cuando Nes vio que el velocímetro pasaba de o a 120Km/h se abrochó el cinturón de seguridad y se enterró en el mullido asiento de cuero.

Bajaron del todo las ventanillas y el viento veraniego les pegaba en el rostro alborotándoles el cabello. Diego tomaba las calles vacías a gran velocidad y doblaba las esquinas en curvas peligrosas que hacían que Vanesa gritara y luego rompiera en carcajadas.

Luego de media hora de esas vueltas alocadas, Diego se estacionó junto a las costanera y de a poco ambos fueron recuperando la tranquilidad observando el reflejo de la luna sobre el rió rebosante debido a la lluvia torrencial de la última semana de otoño.

— ¿Volvemos? —preguntó Vanesa aún riendo.

— Como quieras… De seguro ya han acabado —contestó el haciéndola reír otra vez—. Igual démosle un ratito mas… mientras me acompañas a casa para buscar más plata para ir al boliche.

— No hay problema —declaro ella pasándose por alto la costumbre que Diego tenía de no preguntar si no afirmar.

El motor se puso en marcha nuevamente y en pocos minutos había recorrido las calles hasta quedar delante de una casa de ladrillos vistos y tejas negras. La casa tenía dos plantas, verjas de hierro oscuro y mostraba su sobriedad por la ausencia de las distintivas flores que tenían la mayoría de las casas vecinas.

Nes pego un gritito cuando la puerta del copiloto se abrió, pues no se había percatado que el ya había bajado. Bajó del auto intentando de no trastabillar con el taco de su zapato y río tontamente cuando este se trabo en una pequeña hendidura. Diego no hizo más que sonreír y abrir la puerta de entrada con un giro de la llave.

Dentro todo estaba a oscuras, por lo que él tuvo que ir prendiendo las luces a medida que ingresaba en las habitaciones.  Nes lo siguió a través de la pequeña entrada hasta llegar a un living amueblado con elegantes sillones de madera con almohadones forrados de una imitación de cuero color oliva. Un LSD enorme colgaba de la pared y debajo un equipo de música que hubiera dejado al pequeño grabador que tenía en su dormitorio listo para ser arrojado a la basura.

— Voy arriba y vuelvo enseguida. Ponte cómoda —dijo desde el pie de la escalera.

Nes se sentó en el sillón y comprobó que era tan mullido como se veía. Paseo la vista por las paredes del cuarto analizando los cuadros colgados allí. Finalmente su mirada recayó en la estantería repleta de CD´S originales que había en una esquina. Reconoció artistas como AC/DC, Muse, Eminem y muchos más por el estilo, que supuso debían pertenecer a Diego. Y otros tales como Mercedes Sosa, Sabina… que le parecieron más adquisición de los padres de él.

No se percato de la presencia del joven hasta que este estuvo detrás del sillón y le hablo.

— ¿Te gusta alguna banda en particular? —mientras decía eso saltó el respaldo de mueble y se sentó junto a ella.

Nes le miro durante unos segundos y sonrió.

— Me gustan varias, pero… —se corto cuando los de dedos de él le rosaron el rostro para acomodarle el cabello rojizo que le caía hacia delante. Un escalofrió la recorrió de arriba abajo ante aquel contacto, por lo que se obligo a respirar hondo y seguir conversando—… no creí que hubiera más personas por aquí que les gustara Muse.

— Eso es porque no habías hablado conmigo —se jacto divertido. Dio un salto para ponerse de pie y tomando uno de los CD´S lo introdujo en el reproductor. Al instante, Supermassive Black Hole lleno el ambiente con sus golpes de batería—. Esta es mi parte preferida —comento cuando el cantante entono con voz aguda la letra de la canción.

Entretenida canto un poco y él, la acompaño haciendo como si tocara una guitarra invisible. Ambos se miraron uno al otro y en un segundo estuvieron desternillándose de la risa tirados en el sillón. Cuando se recuperaron sus rostros estaban tan cerca que se podía sentir la respiración del otro. Diego la miraba con los ojos oscurecidos, y de pronto, Nes comenzó a sentirse incomoda.

— ¿No es hora de volver? —balbuceó intentando parecer tranquila—. De segura nos están esperando.

— No lo creo —la contradijo al tiempo que ella se ponía de pie—. Todavía deben estar ocupados —se puso de piel el también, y acercándose a ella la tomo por la cintura—. Nosotros también podemos encontrar algo que hacer.

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