Delirium

By sugarmeli

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El problema era que a Kouyou Takashima nadie le decía qué hacer, hasta que Yuu Shiroyama le dio una orden por... More

Así
EL REBELDE OBEDIENTE
DUEÑO
OPORTUNIDAD
AÚN DESPUÉS
TARDE LIBRE
DECISIÓN
SIN VUELTA ATRÁS
POR FIN
PLÁTICA
SOSPECHA
REALIZACIÓN
RECUERDOS
AMO
PLANES
ESTRATEGIA DE GUERRA
LO QUE EN REALIDAD PASÓ
DOS MESES
CONSECUENCIAS
ENAMORAR
ESPÍA
PENSAR EN TI
CAMINOS QUE SE CRUZAN
VIENTOS DE CAMBIO
DECISIONES EXTREMAS
LLAMADA
PENDIENTES
REGRESO
DELIRIUM NOCTURNUM
Delirium Tremens/ Epílogo

SEGUNDO ADIÓS

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By sugarmeli



Caminaba por el pasillo de su compañía, era una seguridad absoluta la que poseía mientras lo hacía, incluso sonreía un poco a pesar de que no cruzaba palabra con su abogado y mejor amigo, quien iba caminando a su lado. Al contrario del pelinegro, el abogado rubio parecía que no había dormido en días, las ojeras se le marcaban claramente debajo de los ojos, su cabello estaba despeinado; lo que no era común en alguien de posición. A medida que caminaba bostezaba y sus ojos se llenaban de lagrimas que lograba controlar para que no cayeran irremediablemente.

Quería ofrecerle una palabra de aliento, una palmada en la espalda, lo que fuera para sacarlo de ese estado, pero no se atrevió. Por un momento, incluso pensó que no era su lugar hacerlo, de no ser por él, Akira se encontraría en mejor estado.

A medida que se iban acercando a la sala de juntas, el estomago de Akira parecía mas y mas revuelto, había vomitado todo el desayuno hacía tan solo media hora y por cómo se sentía, estaba lejos de mejorar. Antes de entrar sintió el brazo de Yuu detenerlo.

—No te preocupes —el pelinegro dijo y sonrió llenándose de valor—. Todo estará bien —le guiñó el ojo y apretó su brazo. Un gesto que decía :"estoy contigo" o al menos para Akira eso significó.

Yuu abrió ambas puertas de la sala de juntas con la espalda completamente erguida y alzó la vista para encarar a todos los accionistas de su empresa, quienes se encontraban sentados alrededor de la enorme mesa de cristal. Sonrió ante la actitud seria de todos los presentes, se alzó de hombros y tomó su lugar en la cabecera de la mesa. Akira por su parte tomó el suyo a su lado derecho. Todos se sentaron.

El porte descompuesto de Akira se perdía ante la cabeza en alto de Shiroyama, no parecía tener la edad que tenía, lucía más grande. En opinión del abogado, parecía un guerrero a punto de enfrentar la muerte con el más grande de los honores. Yuu Shiroyama era el reflejo de toda su inteligencia, trabajo y habilidades.

—Yo no estaría tan feliz si fuera tu, Yuu —dijo una de las tres mujeres presentes—. Lo que venimos a tratar en esta junta es muy delicado para que sonrías de esa forma —cruzó los brazos frente a la mesa.

El pelinegro alzó una ceja—. No entiendo que es lo que tenemos que tratar para que te pongas así de seria —dijo indiferentemente e incluso con inocencia.

Uno de los ancianos de la mesa se aclaró la garganta—. Vayamos al grano entonces, no hay necesidad de darle vueltas al asunto cuando en realidad no vamos a lograr que dejes de ser un cínico —lo miró con rencor.

—No entiendo esta hostilidad, si pudieran explicarme.

—Lo sabemos Yuu, deja de actuar como si no supieras de lo que hablamos —dijo el anciano mientras otro azotaba un sobre amarillo contra la mesa, el golpe hizo que Akira saltara del susto, pues mas que estar en la conversación parecía estar mas sumergido en sus propios pensamientos.

Yuu tomó el sobre sin abrirlo—. ¿Se supone que sepa qué es? —preguntó admirando el sobre, su voz había cambiado a una de preocupación.

Varios de los presentes bufaron, otros incluso sonrieron y otros solo atinaron a negar con la cabeza. El pelinegro sin saber de lo que hablaban abrió el sobre, sacando los papeles que contenía, a medida que sacaba uno por uno, iba palideciendo aun mas, incluso su respiración se volvió agitada, no podía creer lo que estaba viendo.

Estados de cuenta, que por supuesto eran falsos, todos y cada uno afirmando que él había estado desviando fondos de la compañía hacia su cuenta personal. Era imposible que aquello estuviera pasando.

—La mesa directiva de la industria Shiroyama solicita la inmediata renuncia del presidente y vicepresidente ejecutivo —pronunció el hombre sentado inmediatamente a la izquierda de Yuu.

Al escucharlo fue Yuu quien sintió enfermar, seguramente su presión había bajado de la impresión, su boca estaba seca y no hallaba siquiera como defenderse.

—Estos documentos son falsos —pudo pronunciar al fin mirando a todos con aire de suplica—. ¿Por qué robaría de mi propia empresa? Me costó mucho trabajo tenerla como para hacer esa estupidez, es obvio que alguien está tratando de incriminarme —volteó a ver a su abogado quien revisaba cada uno de los papeles, en busca de ayuda.

Akira por fin suspiró—. Yuu, no puedo creerlo —negó con la cabeza—.¿Por qué no me dijiste nada? Esto, soy tu mejor amigo. ¿Cómo es posible que no me diera cuenta de lo que estaba pasando? —preguntó decepcionado.

Yuu abrió muchísimo los ojos, no podía creer lo que escuchaba, su propio mejor amigo no creía en sus palabras—. Sabes que no es cierto —dijo olvidándose de toda la mesa directiva. Si su propia mano derecha no creía en él. ¿Entonces quién?

—Señores —habló el rubio por fin ignorando a Yuu por completo—. Entiendo su enojo, pero debo decir que yo no tengo nada que ver con esto, en ningún documento aparece mi nombre, no estaba al tanto de las transacciones de Shiroyama —dijo sin ver a su pelinegro amigo.

—¡NO ME PUEDEN HACER ESTO! —gritó Yuu al fin, podría ser una persona muy inteligente, pero después de todo era sólo un joven—. ¡YO FUNDÉ ESTA COMPAÑÍA! —dio un golpe contra la mesa levantándose bruscamente.

Akira se levantó y lo tomó del brazo—. Cálmate, sabes bien que no hubieras podido fundarla sin la inversión de muchos aquí presentes y desde el principio sólo se trató de dinero —varios asintieron de acuerdo con él.

El pelinegro miró al abogado con ganas de matarlo, se miraron varios minutos, hasta que por fin el hombre que había solicitado su renuncia habló.

—No hagas esto mas difícil Yuu, la mesa directiva ha tomado una decisión, por favor haz lo mejor para ti; no nos hagas involucrar a la policía —dijo calmadamente.

Yuu se giró bruscamente hacia él—. ¿La policía? —de nuevo esas ganas de vomitar se arremolinaron en su estómago.

—Sabes muy bien que cometiste un fraude —dijo la mujer—. Deberías agradecer que te estamos dando la oportunidad de que renuncies sin necesidad de que termines en la cárcel —explicó.

El pelinegro entrecerró los ojos—. ¿Por qué? Después de todo dicen que robé su dinero —no se había sentado.

—Creemos en las segundas oportunidades —habló el anciano—. Sabemos que es tu ambición la que hizo las cosas por ti y al final, nada se perdió. Tu cuenta de banco se congeló y pronto el dinero irá a parar de nuevo a la compañía —explicó.

Yuu se sentó bruscamente—. Me dejarán sin nada —pronunció sin poder creerlo. En menos de una hora había perdido todo y sabía que lo mejor era no pelear, llevaba todas las de perder—. Yo les di todo lo que tienen, gracias a mi tienen tanto dinero, viven en sus enormes casas y conducen esos carros tan caros. Gracias a mí viven una vida de lujos y así es como me pagan. ¡TRAICIONANDOME! —volvió a alterarse pegando en la mesa.

—¡TU NOS TRAICIONASTE! —fue Akira quien gritó para callarlo—. Acéptalo Yuu, sólo estás cosechando lo que sembraste, todas esas compras innecesarias de pequeñas industrias sólo para poder desviar los fondos. No eres tonto, pero tarde o temprano se sabría y ahora que lo pienso tiene sentido. Todos esos contratos con cláusulas especificas, eran solo para encubrirte —lo miró con odio.

El anciano suspiró—. Si tu propio abogado te está delatando es por algo Yuu. Acepta el trato, no te quedarás sin nada, te daremos el dinero de tu indemnización y podrás buscar trabajo sin la necesidad de pisar la cárcel —dijo consoladoramente.

Yuu sonrió irónicamente—. Entonces, esto es todo —se alzó de los hombros, luchando contra todo para que las lagrimas no salieran de sus ojos—. Ustedes decidieron confiar en mi hace años para esta compañía y ahora a la primera señal de conflicto, deciden abandonarme. Les diré dos cosas y recuérdenlas, esos documentos son falsos; pero sobre todas las cosas, terminarán arrepentidos de haber tomado esta decisión —apretó los puños.

—No hagas esto mas difícil —dijo Akira cerrando los ojos incapaz de ver la humillación de su amigo.

—Bien, recibirán mi renuncia la próxima semana y eso es todo —tratando de no gritar, llorar o decir mas. Salió de la sala dando un portazo.

Después de que salió Akira suspiró—. Eso fue terriblemente desagradable —dijo con sinceridad mirando a la mesa directiva.

—Abogado Suzuki, le pedimos una disculpa. Por un momento pensamos que estaba involucrado en las acciones de Shiroyama —se disculpó el hombre frente a él.

El rubio asintió—. No se preocupen, en su lugar yo hubiera pensado lo mismo. Es una verdadera tristeza que mi mejor amigo resultará ser poco menos que un ladrón de quinta —dijo con desprecio—. Después de esto supongo que tenemos mucho trabajo, debemos elegir un presidente interino... —se detuvo al ver que toda la mesa directiva negaba con la cabeza.

—Debemos informarte, que toda la mesa directiva ha vendido todas sus acciones —dijo el hombre.

Para asombro del abogado todos asintieron—. ¿Por qué? —preguntó sin poder creerlo.

—Shiroyama ya nos ha robado bastante, antes de que pudiera hacerlo mas, decidimos vender las acciones por una cantidad bastante aceptable. Te recomendamos hagas lo mismo con tu porcentaje —explicó el anciano—. Después de todo, esta empresa no puede sobrevivir gracias al déficit que Shiroyama dejó atrás —suspiró.

El rubio entrecerró los ojos—. ¿Quién las compró? —preguntó asustado.

—La industria Takashima.

-x-

Yuu salió al estacionamiento de su pérdida empresa, donde comenzó por fin a desahogarse. Gritaba y pateaba las llantas de los carros que se iba topando en el camino al suyo. De verdad sentía un enorme coraje acumulado hasta en su garganta, incluso quería llorar, pensó que dolería menos pero ahora que realmente lo estaba asimilando en serio, dolía. Y no era para menos, era su trabajo, su esfuerzo...tirado a la basura por un montón de documentación falsa. Que irónica era la vida y mientras pensaba en eso, su celular comenzó a sonar.

Lo sacó con esfuerzo, ver el numero le costó trabajo, las lagrimas seguían nublando sus ojos—. Shiroyama —contestó sin saber quién era y su voz se quebró.

—Mira quien de repente suena como un niño —se burló la voz detrás del teléfono.

El pelinegro tragó saliva—. ¿Quién habla? —había logrado llegar a su auto BMW de color negro recargándose en la puerta sin abrir.

—Él que te va a salvar de todos tus problemas —contestó—. Verás, acabo de adquirir una empresa nueva, la industria Shiroyama —Yuu sintió una punzada en el estómago de enojo. No necesitó mucho para saber quién era quien hablaba—. Y resulta que no es tan fácil como yo esperaba, está inmersa en muchos problemas de fraudes y cosas de ese estilo —rió.

—Bastardo —fue lo único que alcanzó a pronunciar.

—Sin embargo —continuó el otro ignorando el insulto—, es una gran adquisición y nada mejor que su presidente para manejarla. ¿No te parece? —hubo un silencio.

Yuu abrió el auto y se metió al asiento del piloto, pero no prendió el motor—. ¿A qué se refiere? —dijo al fin.

—Trabaja para mi Yuu, así debió ser desde un principio. Te estoy ofreciendo que conserves tu preciosa empresa y además no ir a la cárcel, porque si los accionistas no la involucraron en esto, yo lo haré; y tu y yo sabemos que pasarías el resto de tus días en aquel lugar sólo por uno de los fraudes. Ahora imagínate con todos los que hiciste —advirtió.

El pelinegro se mordió el labio para aminorar su coraje, era en este momento cuando debía permanecer mas fuerte que nunca—. Lo planeo desde un principio —dijo en un suspiro.

—Sólo hago lo mejor para mi empresa, si quieres después de que empieces a trabajar para mí, te contaré cómo lo hice —se burló.

Yuu suspiró—. No tengo otra alternativa, ¿verdad? —dijo derrotado.

—No, no tienes —contestó triunfante.

Prendió el carro—. Bueno, señor Takashima gracias por ser tan bueno conmigo —podía jurar que el mencionado estaba sonriendo—. Pero, preferiría estar muerto antes de trabajar para usted —colgó el teléfono.

-x-

—¿Estás seguro que no vienes? —preguntó por octava vez.

—No funcionará si me voy contigo —contestó por octava vez.

Suspiró—. Soy un gay, pero de verdad te voy a extrañar, Akira —le dijo abrazándolo.

El otro lo recibió afectuosamente—. Por supuesto que eres un gay, Shiroyama. Y también te voy a extrañar. Sabes que lo mejor es que no te comuniques con nadie de Japón —advirtió con mirada sombría.

Asintió—. Lo sé —sonrió.

—Aquí tiene Señor Shiroyama —el chico le extendió un montón de papeles.

Yuu sonrió—. Te dije que no era necesario Manabu, aunque si me ayudas bastante —dijo irónicamente.

Manabu se sonrojó—. Era lo mínimo que podía hacer, después de...

El pelinegro negó—. Hiciste mucho, esto —dijo alzando los papeles—. Es un extra, y te lo agradezco —le dio una palmada en la espalda.

Estaban en el aeropuerto, su vuelo salía en poco tiempo, pero ya era hora de que se despidiera y entrara a la sala de espera. Realmente le dolía dejar a Akira atrás, por eso le había dicho que lo acompañara, pero como siempre su mejor amigo tenía razón, nada funcionaría si los dos salían del país.

Miró hacia el pasillo esperando verlo, era poco probable que fuera a despedirlo, aun así conservaba la esperanza. ¿Por qué? Ni él mismo estaba seguro, no era que tuvieran una relación sentimental, era únicamente sexual y de negocios, no tendría nada que hacer ahí, a pesar de que supiera su vuelo y la hora. No estaba obligado a ir a despedirlo. Suspiró y se odió a si mismo por esperarlo.

Sólo quería que esa despedida fuera diferente, que no se quedara ningún cabo suelto, que pudiera aunque fuera decirle algo antes de marcharse. No dejar sentimientos y palabras en el aire, como había sido diez años atrás.

—Yuu... —escuchó la voz de Kouyou justo antes de entrar a registrar su equipaje. Volteó y alzó una ceja.

—¿Qué haces aquí? —preguntó haciéndose el indiferente, sintiendo un alivio en su pecho.

—Estás loco si piensas que te ibas a ir sin despedirte, de nuevo —frunció el ceño detrás de sus lentes de armazón—. Después de todo somos amigos, ¿no? —sonrió.

Yuu le devolvió la sonrisa sin problemas—. Claro, amigos. Aunque no creo que tus amigos te la metan como yo —le dijo al oído.

Kouyou se sonrojó y giró los ojos—. Eres un estúpido, ni en situaciones como estas, puedes controlarte —le dijo negando con la cabeza, no se había borrado la sonrisa de sus labios.

—Oye, no sé hasta cuando lo podré hacer de nuevo. Siquiera si podré hacerlo —se quejó como niño pequeño.

—Yuu... —fue Akira quien habló esta vez—. Vas a perder el vuelo —advirtió.

El pelinegro asintió—. Debo irme —Kouyou y Yuu se miraron por lo que pareció una eternidad—. Ten paciencia, recuérdalo —dijo serio, queriendo tocarlo y sin atreverse.

El escritor asintió—. Todo saldrá bien, hasta ahora toda va bien —se mordió el labio debatiéndose una pregunta que llevaba en su mente por más de una década—. Hace mucho que quiero preguntarte algo y parece que esta es la última oportunidad que tengo, al menos por algún tiempo –—se alzó de hombros—. Hace diez años, cuando te fuiste, la nota...

—Era cierto, creo que todavía lo es —contestó con franqueza—. Nunca podrá ser al parecer —rió.

El castaño sonrió—. Tal vez, bueno, te digo lo mismo. Tal vez en otro momento —se atrevió a acariciar la mejilla de Yuu con cierto recelo y miedo.

El otro recibió la caricia y sin decir más lo tomó por el cabello y lo acercó a él de forma brusca, besándolo. El último, el beso de despedida.

Se perdió en la sala de espera y Kouyou suspiró.

—Nunca lo había oído hablar así, en serio —dijo Akira a su lado mirando al pasillo por donde su amigo se había ido—. Debes ser algo de verdad especial —lo miró.

El castaño negó con la cabeza, restándole importancia al martilleo de su corazón. Él también miraba el pasillo, esperando de cierta forma que el otro regresara y mágicamente todo se arreglara—. Soy el capricho mas grande de Yuu, eso es todo —respondió —. Al final eso somos el uno del otro —sonrió y le devolvió la mirada a Akira y a Manabu, quien no había hablado—. Ahora, nosotros debemos hacer nuestra parte —dijo con seriedad.

Los otros dos asintieron y salieron de ahí como habían llegado, cada uno por su lado, como si no se conocieran.

El vuelo de Yuu despegó una hora después y para ese momento ya no había nadie para despedirlo.

Pasarían dos años antes de que Yuu Shiroyama regresara a Japón. Antes de que el plan surtiera efecto. Antes de que volviera a ver a Kouyou Takashima.

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