DECISIÓN

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Bostezó por tercera vez, los ojos se le cerraban, pero no era cansancio, era aburrimiento. ¿Desde cuándo su trabajo se había vuelto tedioso? Él amaba su trabajo, incluso si muchos no consideraban para nada entretenido estar entre números y procesos de operación. Para él siempre había sido lo que había querido, lo cumplía con un amor casi incondicional y buen humor. Excepto esa tarde, que el trabajo se había vuelto insoportable, La Oficina era insoportable, los empleados, él era insoportable y estaba seguro que tenía que ver con Kouyou Takashima.

Todos aquellos pensamientos acerca del escritor revoloteando su cabeza no lo dejaban en paz ni un minuto, pensaba en diversas cosas, desde las mas inocentes hasta aquellas cosas que pronunciarlas en voz alta serían suficientes para meterlo en un manicomio. Los pensamientos iban y venían en un vaivén tortuoso entre deseos y posibilidades. No podía sacarse de la mente su mirada, el olor de su cabello, el sonido de sus gemidos, el movimiento de sus labios contra su miembro, sus manos subiendo y bajando sobre el propio. ¿Qué tenía Kouyou que lo ponía en ese estado?

Los números y las palabras bailaban frente a sus ojos, burlándose de él, volviéndose incomprensibles. Suspiró, cerró los ojos con fuerza y los volvió a abrir tratando que lo escrito frente a él volviera a tener sentido. No lo logró. Después de esas largas horas, lo único que parecía tenerlo, eran aquellas piernas largas, aquellos ojos color miel y esos labios que le pedían a gritos ser devorados. Incluso si no estaba frente a él.

—Ok, ya ni siquiera puedo leer —se quejó Akira aventando un libro al escritorio. Estaban los dos juntos, trabajando un par de horas extras, como casi todos los días en esa empresa. Ya no era una sorpresa para los empleados verlos encerrados en La Oficina del peligro revisando haya el más mínimo detalle de todo lo que ocurría en el edificio. Incluso circulaban rumores acerca de su falta de vida por culpa del trabajo y no estaban equivocados, se exigían más a si mismos que a cualquier trabajador de ahí—. Vamos a beber —sugirió con sus ojos brillando.

Yuu sonrió de lado repasando los números que parecían jeroglíficos.

—¿Qué solo piensas en el alcohol?

—No, traigo ganas y dado que me dijiste que no cogiera con los empleados. Tengo que implementar mis técnicas de conquista.

El pelinegro parpadeó muchas veces, apagó la computadora rindiéndose —. Si voy contigo, no lograrás liarte con alguien —subió los pies al escritorio.

Akira soltó una carcajada—. Tus habilidades para conquistar son pésimas Yuu, no me llegas ni a los talones —sonrió satisfecho.

Yuu alzó una ceja sin darle importancia al comentario, no era que tuviera razón, o tal vez sí; era sólo que nunca había tenido que conquistar a alguien, las chicas y chicos se le ofrecían. En caso de que estuviera interesado en mantener alguna interacción de ese tipo. Pagaba porque prefería evitarse todo el rodeo innecesario de conquista, para él sólo importaba el sexo, no la relación con la otra persona.

—Me voy a casa, estoy molido —se sentó y acomodó varios papeles.

—¡Ya! No seas aguafiestas y vamos. Me veo muy desesperado si voy yo solo —el rubio hizo una especie de puchero, acción que se veía bastante extraña en la cara del abogado.

—Te ves como un desesperado esté o no.

Lo siguiente que supo fue que iba en el asiento de copiloto del auto de Akira, dirigiéndose a quién sabe dónde. No le gustaba salir, odiaba las multitudes, odiaba tener que lidiar con gente que al final siempre resultaba ser muy estúpida para su nivel, odiaba tener que fingir que se estaba divirtiendo cuando en verdad no lo hacía. Sí, era un antisocial y él vivía muy a gusto así, gracias.

DeliriumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora