Lycans II: Apocalipsis

FreyaConnor द्वारा

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El tiempo ha pasado. Una nueva guerra esta por iniciar. Los Lycans ya no están a salvo. El mundo ha cambiad... अधिक

Apocalipsis
...
Prefacio
Personajes
BOOKTRAILER
Capítulo 1
Capítulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 8
Capitulo 9
Capitulo 10
Capitulo 11
Capitulo 12
Aviso
Capitulo 14
Capitulo 15
Capitulo 16
Capitulo 17
Capitulo 18
Capitulo 19
Capitulo 20
Capitulo 21
Capitulo 22
Capitulo 23
Capitulo 24
Capitulo 25
Capitulo 26
Capitulo 27
Capitulo 28
Capitulo 29
Capitulo 30
Capitulo 31
Capitulo 32
Capitulo 33
Capitulo 34
Capitulo 35
Capitulo 36
Capitulo 37
Capitulo 38
Capitulo 39
Capitulo 40
Capitulo 41
Capitulo 42
Epílogo
Lycans III: Apoteosis

Capitulo 13

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FreyaConnor द्वारा




— Conozco la leyenda de los Serafines con el nombre " El arcángel". Esta dice que el Serafín es uno de los más fuertes seres sobrenaturales porque posee los tipos de sangre sobrenatural más importantes en el ADN. Por herencia. La primera fue Admeg Ravenwood: Según nuestros registros fue una heredera al trono que se convirtió en reina a los quince años por la prematura muerte de su padre. Su reinado duro tres años, porque, como sabrás, murió durante su décimo octavo cumpleaños marcando el día en el que sería el Eclipsis.

— ¿Qué sabes del Eclipsis?

— Sé que muchos odian ese día; las criaturas más débiles no pueden controlarse a sí mismas y terminan en lugares extraños sin saber cómo llegaron allí. Muchos vampiros también pierden el control... Y terminan siendo arrastrados a esos extraños templos distribuidos por el mundo. — Luego, Felix añadió: —Son como puntos fuertes de energía donde se concentra mucha magia. Es un evento espeluznante.

— ¿Qué sabes de Margaret Ravenwood?

— Sobre ella se exactamente lo mismo que se de Admeg; Margaret también era una heredera al trono muy joven. Aunque ella no llego a reinar nunca y murió un año antes de cumplir dieciocho, vivió durante la época de los Tratados.

Aquella palabra yo la conocía bien. La había oído antes. Los Tratados. Los Tratados tenían mucho que ver con mis cofres rojos. De hecho, mis cofres eran los tratados en toda la palabra. Ellos eran la prueba de que alguna vez todas las familias existentes en Fire's wood se habían unido para sellar un pacto usando los cofres. Mis cofres.

— ¿Qué sabes de los Tratados?— le pregunte a Felix.

—De esos no se mucho más que tu; Fue un pacto de familias para... contener algo.

— ¿Contener qué? — El centauro Vhell me había dicho que era para contener un Poder Destructor de Mundos. Pero, en cierto modo, era absurdo creerlo.

— Una fuerza extraña. — fue la respuesta de Felix. — Nosotros no sabemos mucho sobre los Tratados, no estuvimos en ellos.

— Pero... ¿Cómo? Ustedes son un grupo de los primeros en Fire's Wood.... Por lo que se. — la Tía Ancy me había hecho estudiar al respecto; Fire's Wood había sido uno de los primeros lugares poblados del mundo. La civilización decía que la cuna de la humanidad era África, la de los conocimientos Mesopotamia -Donde surgieron los grandes pensadores- y aun éramos demasiado euro centristas con respecto a eso. Mientras en Mesopotamia inventaban la escritura en Fire's Wood ya existían seres sobrenaturales. Y no solo allí. En pequeños pueblos esparcidos por América y Oceanía, ambos continentes eran las cunas de la magia en el mundo. Fire's Wood era uno de los primeros... Mi linaje provenía de mucho tiempo atrás. Los vampiros, los cazadores, Los Nigromantes (Underwood), Los Ravenwood, los Blackwood, los Corretz... Aun habían muchas cosas que explicar. Una de las más importantes era ¿Por qué habían tenido que hacer un pacto y para que servían del todo los cofres?

— Los Vampiros fuimos expulsados de Fire's Wood cuando nacieron los primeros Lycans. — Explico Felix — Eso fue durante la época de Admeg, justo un año antes de que ella muriera.

— ¿Qué sabes sobre los Lycans? Su nacimiento, su creación, su...

— Pregunta incorrecta. — Felix produjo un sonido raro y me guiño un ojo. Supuse que no entraba en la lista de preguntas que me respondería antes de encontrar su maldita daga dorada.

— ¿Por qué los Corretz se amotinaron contra las otras familias? — pregunte, sin hacerme mucho problema.

— Los Corretz no estaban contentos. — Respondió, — Ellos eran muy poderosos... Pero, siendo honesto, eran muy subestimados.

— ¿Por quién?

— Por el rey. — Felix frunció el ceño — la realeza estaba completamente compuesta por humanos; Especialmente por dos familias; Los Ravenwood y los Lombardi.

— ¿Y... Los Blackwood?

Felix ladeo la cabeza — Ellos eran más que todo Guerreros, fieles y leales a las otras dos familias. — luego dio una mirada a mis espaldas. — Eran los segundos al mando.

—¿Por qué? — Era una buena pregunta — Si los Corretz eran más poderosos y tenían, ya sabes, poderes, ¿Por qué los humanos mandaban?

—Bueno, no eres la primera en hacerse esa pregunta, y probablemente no la última —Él se encogió de hombros — Nadie lo sabe. Dicen que porque esas dos familias tenían otra clase de dones. Los Ravenwood podían comunicarse con los ángeles, Lo que, honestamente, yo pienso es una vil mentira. Los Lombardi también hacían unas cosas raras, como, el rito o algo así. Es algo que aun nadie puede responder. Ah, y los Underwood, esos sí que eran raros. Tengo entendido que tenían profesoras, magia negra y... toda esa locura de Harry Potter.

Paul miro a Felix como si fuese un idiota — Los Nigromantes no son como en Harry Potter, deberías estudiar.

— ¿Conoces la profecía del Serafín? — Pregunte, cortando a Paul. La pregunta involucraba más de lo que yo creía, pero aun así el respondió.

— No. — y eso fue todo. — ¿Tú la conoces?

Suspire — No muy bien. ¿Qué...— dude —... Implica ser yo?

— ¿Te refieres a ser sexy?

Le mire como si fuese un estúpido, — No, ¿Qué implica ser una Serafín? ¿Cómo te enteraste de que yo lo era?

— Bueno, nuestra líder nos lo informo hace cerca de un año. Justo unos días después del eclipsis. A ella se lo dijo el jefe de otro de los clanes y supongo que a él se lo dijo otra persona. Muchos seres sobrenaturales no saben que es un Serafín, pero los vampiros somos de los pocos que quedamos con memorias suficientes como para saber que lo que viene está muy feo.

— ¿Lo... que se viene? — Mi corazón dio un salto en falso. — ¿De qué hablas?

— Ser un Serafín implica marcar el final de una época. — murmuro el — Un... final inminente... Según las leyendas, claro.

Mire el suelo, abatida. Sentí la mano de Paul sobre el hombro, y luego como me daba un beso en la mejilla. — Estarás bien.

Yo sacudí la cabeza — No estoy preocupada por mí.

Nathan se había mantenido muy callado, y Kate también. Ambos eran las únicas otras dos personas en la habitación además de Paul, Felix y yo. Había demasiado en juego, demasiadas incógnitas, demasiado... Me pase una mano por el rostro, preocupada. Felix hablo. — Es todo lo que diré por ahora.

— ¿Por qué necesitas la Daga Dorada? — pregunto Kate, llamando su atención. Como era la primera vez que hablaba y que Felix la veía supuse que le haría algún chiste, pero parecía ser más inteligente que eso. Lo demostró respondiéndole con un respeto supremo.

— He de hacerlo, señora. — Dijo — Es una cuestión de dependencia. Somos los protectores de las Dagas Nacientes... En manos equivocadas pueden ocasionar un desastre.

— Estoy consciente de lo poderosa que es Amber, — Admitió Kate — Pero estoy segura de que no es la única persona en el mundo que podría ayudarte. Existen otros que se especializan en rastreo... Y estoy muy segura de que eres muy inteligente y que podrías hacerlo por tu cuenta.

Su tono había sido cortante y demandante. Casi como el de una Jefa militar. Felix bajo un poco la guardia y le respondió con igual determinación, pero con menos fiereza— Señora, esta es la forma más rápida.

— Son mías, — susurre, interrumpiendo su guerra silenciosa de miradas sin terminar. Kate no confiaba en Felix, eso seguro. Al oírme, Felix me miro — Lo sabes, ¿No? Las Dagas son mías.

Un rastro de duda le cruzo la mirada, pero finalmente asintió — Lo sé.

— Entonces, ¿No crees que estas cometiendo una imprudencia pidiéndonos ayuda a nosotros?— pregunte. — Legalmente, podría quedarme con ellas.

— Muchos de mi clan creen que algo malo se avecina y es mejor tenerlas resguardadas para evitar cualquier desastre, — dijo el, sin inmutarse — No nos llevamos bien con cualquier tipo de Hombre Lobo, o Lycan, pero sabemos que les conviene ayudarnos para evitar lo que sea que vaya a pasar.

— ¿Por qué estás tan seguro de que va a pasar algo malo?— pregunto Paul.

— Amigo, esa es otra pregunta incorrecta.

(...)

— Entonces, ¿Qué te parecen los Vampiros? — pregunto Felix. Me incline contra el árbol más cercano, mirándole. Fuera de la casa estaba fresco y algo frio, aunque no me hacía daño, claro está. El cielo estaba gris, en su mayoría, avecinando una tarde nublada y triste. Me hacía añorar los días soleados en Francia.

— Eres el único que conozco.

— ¿Bromeas? — Él sonrió de par en par — ¿Nunca en tu vida habías visto un ser tan espectacular?

— De hecho si, — le sonreí — Yo.

Él se recostó junto a mí. Me di cuenta, muy a mi pesar, de que Felix olía a Acqua Di Gio de Giorgio Armani. Irónico. Decidí detallarlo algo mejor. Felix tenía las cejas algo gruesas y de un tono marrón, mientras que su piel dorada era un tono más oscuro que la de Andrew. Tenía unos lindos ojos. Sus ropas estaban totalmente perfectas, en todo el sentido de la palabra. Parecían... nuevas. La chaqueta deportiva color vino, sobre una camiseta simple gris y pantalones de mezclilla normalitos. Los bordes inferiores de su pantalón estaban algo sucios, pero eso era todo. Que estuviese descalzo ya me había dejado de resultar extraño.

— ¿Y considerarías salir con uno? — pregunto de golpe, girándose hacia mí. Vaya, sutil.

Controle mi corazón perfectamente. Habría sido vergonzoso que notara lo que su cercanía causaba en mí. Fingí que me lo pensaba. Por un segundo loco me pregunte cuanta fuerza podría tener. No había estado nunca sentimental, ni físicamente con un ser sobrenatural. Solo humanos y, bueno, no es que la hubiese pasado mal. De hecho había sido muy bonito, pero... Tenía que admitir que había tenido que controlar rigurosamente mi fuerza para no matarlos. ¿Cómo lo hacía Andrew? Tenía que preguntarle. Cosa que, obviamente, sería más fácil si él fuese una chica. Le diría algo como, ¿Oye, que haces para no reventarles la columna al abrazarlos? Mmmm, le había preguntado una vez a Shawn y lamentablemente no había ido nada bien.

— Claro que sí, — respondí girándome hacia él, con una mirada picara. El ensancho su sonrisa— ¿Conoces a alguien que puedas presentarme?

Felix lanzo una carcajada. De cerca era más... Sexy, podría decirse. Me aleje del árbol. El me siguió. — Al menos lo intente. — Luego, añadió — ¿Cómo haces para que los hombres no se te lancen a los pies, primor?

— Oh, — exhale, aun caminando a los alrededores del taller — Hermosura, nadie que yo no quiera no se acerca ni a dos metros de mí.

De pronto la mano de Felix me sostuvo y me empujo contra la pared. Podría haberlo detenido o haberle roto ese brazo, pero, honestamente, quería ver a donde llegaba. Probablemente él lo sabía. — ¿Qué hay de mí? — murmuro, acercándose.

Me mordí el labio inferior. — Mmm, no sé. Me extraña que parezcas tan interesado en mí. — Hice una mueca — ¿Qué no hay vampiresas en tu clan?

Felix no se alejó, pero si cambio a una posición que me dejo más espacio para cruzarme de brazos.

— Claro que las hay, todas son dignas de una corona de cristal. Pero, — añadió rápidamente, acercando su mano a mi cuello peligrosamente. Me mantuve neutral. — A ellas no les late deliciosamente tanta sangre por las venas, no se sonrojan, su corazón no se escucha tan fuertemente cuando están nerviosas y, claro, no son tan malditamente suaves.

Le mire a los ojos, conteniendo las ganas de reírme, entonces, escuche la voz de Andrew.

— Ew, — decía, a unos seis metros de nosotros— Amber, Mehgan pregunta por ti. Tú, — miro a Felix — Eres un asco, te gusta una de mis hermanas por su sangre, ew, ew, ew... — fingió un estremecimiento — Ew.

Puse una mano en el pecho de Felix y lo hice alejarse, no es que no me gustase su cercanía -De hecho, estaba muy cerca de decirle que podía hacerme lo que le diera la gana, o no, quien sabe- Pero me daba algo de vergüenza flirtear con Andrew tan cerca de nosotros. Era como besar a alguien frente a Dalton, incómodo y algo erróneo. Felix se alejó. Andrew se acercó.

— Siempre consigo lo que quiero, — ronroneo Felix, metiéndose las manos en los bolsillos. No dije nada. Andrew se rio.

— Ouh, vampirito, ella te romperá la nariz antes incluso de que lo notes. Y duele.

Feliz alzo una ceja hacia él, mirándolo de arriba abajo. — Nadie se resiste a mí, ojos verdes. — Su tono de voz no dejaba cabida a dudas. Hablaba con una determinación envidiable.

Andrew dio un mínimo paso atrás. Yo me reí.

— Andrew es el casanova de la casa, Felix. Probablemente se llevará bien contigo, — luego, con ganas de molestar a Andrew, añadí: — A el también le late la sangre por el cuello y se sonroja, ¿Por qué no tratas de conquistarlo, eh?

Felix me miro, y luego volvió a mirar a Andrew, esta vez la mirada que le dio se parecía mucho a la que me había dado a mí la primera vez que me había visto. Dios, ¡El realmente lo estaba considerando!

Andrew también se dio cuenta y dio otro paso atrás— Acércate a mí y te rompo en dos.

Felix lo miro sonriendo de lado — Eso no suena tan mal.

No pude soportarlo, lance una carcajada. Eso realmente no me lo esperaba.

— Oh, Felix, lo siento. — No, definitivamente no me lo esperaba— Solo bromeaba, Andrew no batea en esa dirección.

— Creeme, primor,  todos batean en mi dirección.

Felix se fue una media hora después. Durante todo ese tiempo Andrew se mantuvo pegado a mí como una lapa. Felix lanzo un beso al aire diciendo que era para Cameron y, simplemente, espero a que el susodicho le tocara el hombro para dormirlo. Luego, Paul y Edward se lo llevaron a los confines de la casa, donde estaban los escudos, para que se fuera.

Cuando los dos se fueron, Andrew me miro— Ahora le tengo algo de miedo.

Volví a reír ruidosamente, — Andrew, tranquilo, no te va a violar.

El sacudió la cabeza— ¡No, por eso no! — luego, rectifico —Bueno, algo por eso. Pero no, es por otra cosa, — me puso la mano en el hombro y su expresión se volvió rara. Me preocupé.

— ¿Qué pasa, Andy?

— Veras, sentí algo extraño con mi habilidad. Algo que el sentía. Pude sentirlo como si fuera el, era... Era raro.

Entrecerré los ojos, confundida. ¿Acaso él estaba diciendo que sentía algo por Felix o algo que sentía Felix? Andrew noto mi expresión, y probablemente sintió mi duda.

— No tiene nada que ver con el hecho de que me vendieras a él como un esclavo sexual, Abs. Yo estoy muy seguro de mi sexualidad, gracias. — Su corazón latía perfectamente. Decía la verdad, lo inste a seguir. — Me refiero a que... Cuando estaba cerca de ti, había un sentimiento en el... Un sentimiento, — Andrew dio una mirada en redondo. La única que estaba oyendo nuestra conversación era Mehgan, y parecía confundida. — Uno raro. Ni siquiera pude saber que era.

La tímida vocecita de Mehgan nos llegó de un lado — ¿Cómo así? ¿No pudiste sentirlo?

— Lo sentí. Definitivamente lo sentí. — aseguro el. — Pero no sé lo que sentí. ¡Esa es la cuestión!

Mehgan y yo compartimos una mirada de duda. ¿Cómo?

— Oye, escucha...— lo tranquilice durante casi seis minutos en un monologo de que estaríamos bien porque, énfasis aquí, yo no confiaba en ese vampiro loco. Si, era Sexy, tenía una sonrisa espectacular y ni hablar de las venas en sus brazos. Pero de querer amarrarlo a una cama como Christian Grey a confiarle mi vida como a Peeta Mellark había un largo tramo que probablemente no iba a recorrer. — ¿Estas bien?

El ladeo la cabeza— Estoy seguro de que te gusta.

Me sonroje un poco — Pues claro, ¿Has visto lo bueno que esta?

Mehgan alzo la mano— Yo sí.

(...)

Mehgan se fue a su casa. Me despedí de ella, triste, exigiéndole a Zack que la llevara. Él lo hizo. Y yo me quede sola por primera vez en todo el día. Andrew estaba en su cuarto, haciendo lo que sea que él iba a hacer. Paul estaba en la oficina de Nathan, Kate estaba tomando una siesta en su cuarto con su esposo y Edward estaba viendo televisión en el segundo piso. En cuanto a Cameron, no tenía idea de donde estaba.

— Bueno, ¿Qué quieres hacer?— le pregunte a Dalton, que se reía ruidosamente de su ornitorrinco azul. El me miro y me sonrió, extendiéndome un calamar de peluche al que le faltaba un ojo. — ¿Quieres que luchen?

Pasaron cerca de diez minutos por fin me di cuenta de que no podía disfrutar plenamente estar con él porque tenía la cabeza llena de cosas. Félix. Serafín. Desconfianza. Lo cargue y, tomando su lindo peluche de ornitorrinco, decidí llevarlo al taller.

A Dalton le gustaba estar en el taller. Le encantaba correr por sobre las colchonetas que cubrían el lugar porque si se caía -siempre se caía, aun no caminaba bien- se daba contra algo suave y mullido. En cuanto entramos el comenzó a reírse y corrió hacia el centro. — ¡Gao, gao! — repetía, mientras se lanzaba de boca a la colchoneta. Me senté con él.

— Eres una cosa hermosa. — le dije, moviéndole las mejillas. Él se rio, pasándome la mano por la cara — Si, lo eres.

Jugamos un rato, usando papeles, su ornitorrinco y, solo porque no quería ir por los juguetes de él, con los guantes de boxeo de los chicos. Dalton era como una chispa. No se cansaba con nada, se movía de un lado a otro sin detenerse y yo tenía que usar algo de fuerza en la voz para que no corriera directamente hacia las pesas y estas le cayeran encima. Si, súper responsable.

Además, Dalton hablaba. Hablaba de todo. Obviamente yo no podía entender ni la mitad de sus palabras -Kate entendía todo como si fuese otro idioma perfectamente pronunciado-, pero me encantaba responderle cosas tipo <<¿Si? ¡En serio? ¡Wao, no me digas! Cuentame mas>> Era gracioso, porque él lo entendía y realmente volvía a decir lo mismo. Casi me daban ganas de morderlo.

Entonces, en un momento dado, él dijo: — Seafin. — Seguía arrastrando las palabras y jugando con su ornitorrinco, pero me miraba. — ¡Seafin!

Yo parpadee muchas veces, — ¿Qué?

El empezó a hablar ruidosamente de otra cosa y yo quede en blanco. Probablemente había escuchado a alguien llamándome así, seguramente a alguno de sus padres. Baje la mirada. Había tratado toda la tarde en no pensar en ello. Realmente había tratado. Bah, gracias Dalton. Suspire ruidosamente. ¿Qué iba a pasar conmigo?

No quiero morir.

¿Qué iba a sucederles a todos? ¿Que significaba eso de algo malo se avecina? ¿Era mi culpa? Suspire de nuevo, ¿Y si simplemente me lanzaba de cabeza por el Monte Everest y acababa con eso de una vez por todas? No iba a esperar a morir, maldita sea. Suspire de nuevo. Mire el reloj digital sobre la mesa donde estaban las computadoras. Eran las cinco de la tarde. Diez de noviembre. Algo más de un mes para mi cumpleaños. El Eclipsis. ¿Y si...?

— ¡Camleon! — grito Dalton, sacándome de mi ensimismamiento. Me di vuelta.

— Hola Camaleon. —salude, dando una pequeña sonrisa a Cameron. Una mínima. Casi nula. Eleonor se había ido casi dos segundos después de que yo hubiese subido al taller para hablar con Felix sobre la mierda de mi vida. No sabía si ella le había hecho una escena -Aunque la merecía- No sabía nada más además de que no quería hablar de eso. Decidí fingir demencia, y hacer como que ese momento entre nosotros no había sucedido. Ya tenía demasiadas cosas encima. Cameron traía una cesta llena de juguetes.

— Hola, Seafin. — dijo el, dejando la cesta de juguetes junto a Dalton, que se lanzó sobre ellos como un loco. — Eres algo irresponsable, ¿Lo sabias?

No parecía querer discutir, sino bromear. Parecía que sabía que mi mente estaba vuelta un calcetín sucio. Suspire como por centésima vez. — ¿Por qué? ¿Por dejar qué él bebe juegue con los cartuchos del arma o por dejarlo subirse a la silla giratoria?

La cara de Cameron se contrajo— Yo me refería a que está comiéndose un resaltador rosado.

Me gire violentamente hacia él. Mierda. Me había distraído demasiado— ¡Dalton, no!— se lo quite, y él estaba a punto de echarse a llorar cuando Cameron le extendió un juguito de cartón. — Oh, dios, seré una madre terrible.

Me deje caer sobre la colchoneta. Cameron se sentó junto a mí. Suspire por milésima vez.

Me pones nerviosa, aléjate.

— Claro que no, tal vez despeinada, pero nunca terrible. — dijo, haciéndome sonreír. Dalton, con el juguito en la mano, se subió a Cameron, trepándose como un pequeño mono y dando vueltas en busca de un nidito. —Por otro lado, yo probablemente seré un buen padre.

— Claro, porque usas tu habilidad para tenerlo tranquilo.

Cameron entrecerró los ojos — Te diste cuenta, ¿No?

— Desde el primer momento, — Dalton se quedaba demasiado calmado cuando estaba con él. Demasiado. Hasta estaba durmiéndose. Bah. — Eres un tramposo.

— Ah, no, claro que no. — se defendió— ¿Qué tu no entrarías en la cabeza de Dalton si pensaras que el está haciendo algo malo?

— ¡Claro que no, eso sería romper su confianza! — creo.

— Bien, ¿Y si una chica le está haciendo daño?

— En ese caso, dejaría calva a la chica. — Sonreí tiernamente— Y listo.

Cameron soltó una pequeña carcajada. Una dulce y tierna risa autentica.

— Paul me dijo lo que... Félix te dijo. — Dijo entonces, sacándome otro suspiro. Luego, añadió: — La vida es una mierda.

— Soy una Serafín, Cameron, — susurre — Mis días están malditamente contados.

Me incorpore, sintiéndome repentinamente triste. Nunca había hablado de eso con nadie. Era repentinamente... fácil hablar de eso con Cameron. Las palabras me salían solas. ¿Por qué? Quien sabe, tal vez la mísera ama la compañía.

— Tal vez, — murmuro — Pero, ¿Quién dice que el futuro está escrito?

Me mire las manos. Maggie Ravenwood había dicho lo mismo "El destino es una hoja en blanco donde tú puedes pintar" Pero yo era un asco pintando.

— No lo sé. — Susurre — Estoy... — me costaba admitirlo — Estoy malditamente aterrada. No se... Yo solo...

Cameron movió a Dalton a su brazo derecho, — Estoy igual de aterrado que tú.

— ¿Por qué? Tú no vas a morir, ni... Estas cargado de todo lo que yo.

El me sonrió suavemente— Es cierto. — Meció un poco a Dalton, que estaba durmiéndose — Pero te juro que encontraremos la manera de resolver esto. Todos juntos.

Nos miramos.

Asentí, alejándome un poco de él. Cameron lo noto. Suspirando, moví el brazalete plateado en mi muñeca. Luego lo mire; Cameron estaba acomodando a Dalton en sus brazos. Se veía tan... Un extraño trueno resonó en el cielo. Aun sabiendo que estábamos bajo techo, alce la mirada. Me daban algo de miedo las tormentas. ¿En qué momento había llegado esta? Fantastico. Otro trueno le siguió, aún más fuerte. Dalton dio un gemido, pasándose a mis brazos, enterrando su cabeza en mi pecho, asustado.

—Hey, bebe, tranquilo. — susurre, acomodando el pelo en su pequeña cara. Dalton comenzó a gemir, lo que significaba que se avecinaba llanto. Estaba muy asustado. Otro trueno sacudió el cielo. — Shh, Shh, cielo. Estamos bien. No llores. — Cameron me estaba mirando. —No llores.

—Mama. — susurro Dalton, aferrándose con sus manitas regordetas a mi camisa. — Teno miedo.

Suspire de nuevo, sin saber qué hacer. Honestamente a mi también estaba comenzando a asustarme la frecuencia de los truenos. Estaba a punto de decir algo, cuando Cameron me puso la mano en el hombro. Sentí un flujo constante de energía limitada venir de allí. Sentí sueño. Dalton también.

— Tranquila, duerme. — susurro él. Mis ojos comenzaban a cerrarse. Mi cuerpo perdía estabilidad.

— ¿Te quedaras conmigo hasta que la tormenta termine?

El sonrió, y un lindo hoyuelo se marcó en su mejilla— Siempre estaré contigo.

(...)

Caminaba. Caminaba sobre nieve. Los copos caían por la gravedad muy lentamente a mí alrededor, se depositaban tan lentamente en el suelo que no causaban ningún tipo de sonido. Eran hermosos, brillaban y resplandecían... Como en una película. Se me escapo una sonrisa amplia mientras los veía. Estire la mano para sostenerlos, y, de pronto, todos comenzaron a disminuir su velocidad. Desconcertada, mire a los lados: Si, estaban moviéndose... De regreso hacia arriba. ¿Qué? ¿Aquello acaso era posible?

— ¡Abby! — una voz suave me hizo dejar de mirar los copos -que seguían flotando hacia arriba- y buscara de donde provenía. Me diré en redondo; no había nadie más conmigo. El suelo estaba cubierto de nieve y me tapaban los pies hasta los tobillos. Pero los copos estaban levantándose... Caían, hacia arriba. Se elevaban. — ¡Abby! — llamaron de nuevo.

— ¿Mehgan? — murmure, sin saber qué hacer. — ¡Mehgan! ¡Estoy aquí!

— ¡El momento está cerca! — grito ella de vuelta. Seguía sin encontrarla — ¡Están a punto de elegir!

Comenzaba a mortificarme. ¿Dónde estaba ella? ¿Por qué no podía verla?

— ¿E-elegir qué? ¿Elegir qué?— mi voz estaba adquiriendo un matiz asustadizo que no me gustaba. Me di cuenta, también, que mi cabello comenzaba a irse hacia arriba. Como si estuviera...Como si yo estuviera dada vuelta y la gravedad fuese hacia arriba. Los copos comenzaban a levitar todos juntos. No, a levitar no. A caer. Pero a caer hacia arriba. — ¡Mehgan! ¿¡Elegir qué?! ¡¿Dónde estás?!

— Estoy contigo— me susurro una voz en el oído. — Están a punto de elegir.

Jadeando, me gire. No había nadie. Mi cabello seguía subiendo. — ¿Elegir qué?

— Elegir al Nigromante.

Entonces, caí. El mundo blanco se fue y caí cerca de un metro, agitándome aterrada por los aires como una demente. Aterrice de golpe sobre el colchón, rebotando. Me levante, asustada, sacudiéndome sin parar. Estaba en mi cuarto, y las sabanas estaban fuera de la cama. Me dolían los brazos, como si hubiese caído y me hubiese lastimado con algo. El cabello se me enredaba hacia el frente, desordenado — Dios, mío. — susurré. — ¿Qué mierda fue eso?

Me puse en pie, asustada. ¿Cómo demonios había llegado a mi habitación? Lo último que recordaba era... Dalton y Cameron en el taller. ¿Me había quedado dormida? ¿Me había traído entonces, Cameron?

¿Y qué rayos era ese extraño sueño? Cuando dormía impulsada por la habilidad de Cameron no soñaba. ¿Qué rayos?

Me lave el rostro en el baño, temblorosa. Eran casi las tres de la mañana y me dolía la cabeza. Me mire al espejo del baño, esperando verme al menos demacrada. Pero no. Me veía... perfectamente bien. Extrañaba lucir mal algunas veces. Extrañaba las ojeras que me volvían un mapachito. Ellas aparecían, claro, pero aun con ellas me veía bien. La vida es un asco.

Volví a la habitación aun pensativa con respecto al sueño. Nigromantes. Nieve. Gravedad. Me senté al borde de la cama, y, de la nada, una manta me cayó en la cabeza. Medio grite, sacándomela de encima. ¿Qué demonios? Mire a los lados, pensando que alguien me la podía haber tirado. Pero no. No había nadie más en la habitación. Mire la manta. Era mi manta, esa con la que dormía cada noche. ¿Pero...? ¿Por qué...? Mire el techo, atemorizada. ¿Acaso...?

Demasiado por hoy. Trate de volver a dormir y lo logre. Afortunadamente; los sueños cesaron.

(...)

—¡Conseguí empleo! — grito Mehgan, lanzándose hacia mí, completamente loca. — ¡¿Puedes creerlo?!

Yo, aun medio en pijamas y con un hambre perruna, entre por completo a la cocina — ¿Cuánto tiempo llevas aquí, loca? — Porque ella realmente parecía eufórica. Su pelo rojo estaba en una cola, y los ojos se le iban a salir de las cuencas.

—Como una hora. — respondió Kate, poniéndome en la mesa un plato con panqueques. Luego de darle un beso y uno más para Mehgan, me senté.

—¿Y en que trabajaras? — pregunte, comenzando a comer. Los ojos de Mehgan brillaban de felicidad— ¿Y porque te levantaste tan temprano un domingo? Son como las siete.

Ella me sacudió. El panqueque se me salió de la boca. La mire feo. — ¡Nathan me llamo en la mañana para que viniera! ¡El me dio empleo!

—¿Qué?

—¡Si! — exclamo ella. Kate la estaba mirando sonriente. Dalton, en la pequeña sillita entrenadora, golpeaba con una cuchara de plástico azul su plato, lanzando papilla a todas partes. — Es como su secretaria o algo así, resulta que tiene un montón de cosas que organizar. Nick se encargaba de eso, pero cuando se fue, Paul se quedó haciéndolo. A Paul no le gusta mucho y esta muy ocupado con sus exámenes, así que se lo dejo a Kate, pero ella dice que...

—...Soy su esposa, no su empleada... — dijo Kate.

— ...¡Así que Nathan me lo ofreció!

Le sonreí— ¡Eso es estupendo! — Yo no tenían idea de que cosas Nathan necesitaba, y la verdad no quería saber. Pero sí que me alegraba por Mehgan. Ella realmente quería conseguir dinero por su propia cuenta. Vivir con su hermana y solo subsistir con la herencia que su padre le había dejado probablemente le ponía los pies en la tierra. Era comprensible que quisiese un empleo para cubrir mejor los gastos, aunque era algo inesperado. Mehgan provenía del tipo de familia donde no conseguías un empleo nunca porque ya tenías el dinero suficiente para... Todo. Ahora que ambas hijas estaban peleadas con su madre tenían que vérselas por su cuenta. Y era difícil. Mehgan me había comentado que Martha quería mandarles dinero, pero que ellas se habían negado. Megan creia que Martha, su madre, quería redimirse usando dinero. Y ella se oponía a perdonarla solo porque la proveerá de ingresos. Mehgan era todo un ejemplo a seguir. — ¡Estarás siempre aquí conmigo!

—Amber, estaré ocupada, así que no tanto. — dijo Mehgan, responsablemente. Una leve faceta que le quedaba de la Mehgan de antes. Kate le acaricio la cabeza.

—Cielo, no te lo tomes tan duro. Te daremos un horario flexible— le guiño un ojo— Una ventaja de conocer a la jefa.

Mehgan se rió. Yo mire a Kate— ¿Y de que se encargara?

—Algo de lo que nadie en esta casa parece querer encargarse, — me lanzo una mirada recriminadora, antes de añadir— Matemáticas, cuentas financieras, y todo un montón de cosas de las que yo me hacía cargo antes de que Nick aprendiera a sumar y a restar.

Solté una risa. — No cuentes conmigo para eso, — le dije a Mehgan— Odio economía. — luego mire a Kate. Ella se cruzó de brazos, con una mirada suspicaz. — Lo siento, Kate.

—No eres la única. — Dijo ella, dándome una palmadita en la cabeza— Nadie además de Paul y Nick pueden hacer algo bien con los números en esta casa.

—Pues gracias. — dijo alguien desde la puerta. Todas nos giramos a ver a Cameron entrar a la cocina.

—Ay, cielo, siempre me olvido de que tú eres bueno en muchas cosas. — Kate resoplo, dándole un beso húmedo en la mejilla — Lo lamento, ten, hice panqueques.

—Buen día. — dijo Cameron, a nadie en particular. No pude pasar por alto que estaba vestido demasiado bien. Iba a salir.

—Buen día, — dije yo— Gracias por la siesta de ayer. Duro, como, todo un día.

Cameron me dio una sonrisa amigable, antes de girarse para recibir el plato que Kate le extendía, entonces Mehgan salto sobre el como si lo hubiese conocido de toda la vida. — ¡Conseguí empleo! — le grito, saltando de arriba abajo como un conejo. Cameron la miro frunciendo el ceño, como si fuese una pulga molesta. Ella lo ignoro— ¡Con Nathan haciendo...! — y ella termino de decírselo absolutamente todo sin importarle que Cameron tuviese esa cara de seriedad propia de él. Como si algo oliera muy mal. Aun así, Mehgan lo atiborro de información. Parecía que estaba demasiado emocionada como para pararse a pensar en que a él no le importaba.

Si me lo pensaba bien, Cameron no me había mirado así desde que había vuelto. No me había dado cuenta pero, el me trataba diferente que a otros. Estaba cayendo fuertemente en cuenta de eso cuando Dalton comenzó a llorar y me saco de ese pozo profundo. Le levante para mecerlo.

—Que bien. — Soltó Cameron,— Felicidades. — le dijo a Mehgan, con educación. Ella sonrió, y se veía tan tierna y cargada de emoción que Cameron me miro a mí. Yo me encogí de hombros. — Bueno, ojala sea un buen primer día para ti.

— ¡Gracias! — murmuro ella, dándole una mirada corta antes de venir hacia mí. Le entregue a Dalton. En ese momento logre ver a Kate acercarse a Cameron para darle una bolsa de papel llena de algo. Era una bolsa grande. Cameron se dio cuenta de que lo estaba mirando, y oculto la bolsa. Fingí demencia.

Cuando yo termine mí comida Cameron apenas y estaba iniciando con la suya. Pero, y aunque quería quedarme a ver que rayos había dentro de esa bolsa, Mehgan me saco de la cocina para llevarme fuera antes de poder hacerlo.

— ¿Qué paso ayer entre ustedes dos? — Me pregunto, con un tono de voz recriminatorio— ¡Amber, ayer tuve que distraer a esa chica casi diez minutos!

—¿Cómo sabias que estábamos haciendo? — pregunte.

—¡Eso da igual! — Mehgan me sacudió— ¡Él tiene novia! Me sentí horrible tratando de distraerla para que no viera como la engañaban.

Me detuve. — Primero; Allí no pasó nada. Segundo; ¿Si recuerdas que todos nos pueden escuchar? Tercero; Dime quien te lo dijo.

—Pues Andrew, y parecía bastante traumatizado.

—Ese metiche. —Gruñí— Ayer no pasó nada Mehgan. — ella me miro, obvia — Bueno, si estábamos cerca, pero no sucedió nada.

—Porque yo interrumpí, ¿O no? — me encogí de hombros, tratando de seguir caminando. Mehgan me sostuvo del brazo— ¿SI yo no hubiese llegado, habrían... seguido?

Si, probablemente lo habría puesto en cuatro.

—No, — susurre. Ella alzo una ceja. Tire de ella para correr al taller y meternos en la sala de interrogatorios. Esa donde habíamos metido al Cambia forma y, además, a Félix para que no escuchara nada afuera. Las paredes estaban insonorizadas. — ¡No lo sé! ¿Está bien? ¡No lo sé!

—¡Amber! Cameron tiene novia, una novia que es un ser humano y siente. Ese idiota...

—Agh, Mehgan, — gruñí. Sabía que se venía esta conversación, pero no sabía cuándo. Camille y Mehgan eran tan distintas. Rugí — Es que... Todo paso tan rápido. Estábamos discutiendo sobre Félix y, bueno, estábamos cerca y... Paso. Solo fue una vez.

—¿Y qué hay de la fiesta? — murmuro Mehgan.

—Ah, eso. Bueno; eso fue solo un baile.

—Escucha yo no me opongo a nada de lo que tú hagas con tu cuerpo, porque, vamos, es el siglo veintiuno y las mujeres podemos ser lo que queremos ser, pero, amiga, no quiero que salgas lastimada. — Dijo ella — Yo te quiero, y sé que tú quieres a Cameron, y probablemente él te quiere de vuelta, ¡Pero no puedes simplemente venir y...!

—Eso lo sé. — gruñí, cortante. — Es que... Yo no... ¡es tan difícil!

Ella me puso una mano en el hombro. — Yo solo... Me pongo en el lugar de esa pobre chica, ¿Me entiendes? Ella no tiene la culpa de nada, Amber.

Suspire. Ella tenía razón. Mehgan siempre tenía razón, pero ahora más que antes. Maldita sea. — No sé qué hacer.

— Si quiere estar contigo. — dijo, rotunda. — Entonces él tiene que romper con ella

—¡Peroélessúperduperhíperfelizconella! —Me deje caer en una de las sillas. — Ya me siento lo suficientemente mal conmigo misma como para que vengas tú y me hagas sentir peor, Meh. Yo ya sé que todo está mal. Pero, ¿realmente crees que yo quería ir y...? Bueno, olvídalo, si quería.

Mehgan reprimió una sonrisa, y, siendo la amiga responsable y recta que era, se sentó junto a mí. — Mantente fuerte, eso es todo.

—¡Es que quiero verlo sufrir! —gruñí— No torturas ni nada. Es solo que, ¡Él está con ella! ¿Si me entiendes? Y lo odio por eso, ¡Lo odio! Quiero que vea en lo que me he convertido, lo que soy ahora, lo que perdió...

—Lamento bajarte de esa nube, amiga. — dijo ella, con calma— Pero él no sabía que volverías. Así que, en realidad, él no tiene la culpa de nada.

Mehgan 1, Amber 0

—Yo...— titubee — Creo que aún me quiere.

—¿Entonces, porque no la deja?

Mehgan 2, Amber 0

—Yo te diré porque; — ella suspiro. Parecía que le costaba decirlo— Porque la quiere. — susurro.

Apreté los ojos. Mehgan 3, Amber 0. — Eres la peor amiga del mundo.

—Tal vez las quiere a las dos. — dijo Mehgan, luego me paso el brazo pos los hombros— O tal vez no quiere herirla. Sea como sea, tú tienes que respetarte a ti misma y mantenerte lejos de él. Porque, quieras o no, no está bien.

Quite su brazo de mi cuerpo. — ¿Qué no entiendes? ¡Yo me mantengo lejos de él! Es solo que, a veces, solo sucede.

Mehgan alzo las cejas — Se quieran o no, Eleonor no tiene la culpa. Él tiene que ponerse los pantalones y terminarla, o simplemente aceptar estar lejos de ti. Porque, amiga, amar a dos personas acaba con tres de un solo golpe. No terminan bien.

—Tienes razón, y te odio por eso.

Mehgan pasó casi toda la mañana con Nathan y Paul. Yo no sabía con quién estaba enojada, si con Mehgan, o conmigo misma. Cameron desapareció luego de que ambas saliéramos del taller. Edward salió a hacer lo que sea que el hacia los domingos. Mehgan tuvo que hacer una larga video llamada con Nick durante la mañana para tener una preparación inicial para su trabajo.

Para las dos de la tarde, yo estaba viendo tele con Zack y Andrew -Porque la vida es mejor cuando no haces nada-, y Mehgan entro tímidamente al salón. —¡Hey, pelirroja! — saludo Zack. Mehgan se sentó junto a mí, saludándolo. — ¿Qué paso con el trabajo de tus sueños, eh?

Mehgan se rió. — En realidad es más entretenido de lo que crees. Nathan dijo que iniciaría mañana y que viniera con ustedes. ¿Qué están viendo?

Andrew, que estaba a los pies del sofá, se levantó un poco— Nuestros amigos, los tres chiflados.— luego, añadió— Una vez yo tuve un trabajo de modelo de ropa en una tienda. — Andrew sacudió la cabeza— Habría sido una gran referencia si no me hubiesen despedido.

—¿Porque te despidieron? — pregunto Mehgan. Zack se rió.

— Se acostó con la hija de su jefe.

Mehgan, luego de reírse, me susurro— ¿Estas enojada conmigo?

Yo me lo pensé, y llegue a la conclusión de que la odiaba solo un poquito. Porque, mierda, tenía razón en cada cosa que decía, así que le di un codazo— Claro que no, boba.

—¡Oye, Mehgan! — grito Andrew, levantándose de pronto para apagar la tele. Zack se quejo. — ¡Ayer encontré un arma perfecta para ti!

Todos nosotros nos miramos con algo de duda. Zack dudo— ¿Un consolador?

Mehgan le dio una patada. — ¡Oye!

—¿Qué? ¡No, no! — Andrew sonrió — ¡ven, sígueme!

Con algo de apremio, le seguimos. El corrió al taller y nosotros entramos tras él. Había una gran pared llena de armas y cosas que estaba en la parte más alejada, pero Andrew no fue hacia allá. Sino que se fue hacia uno de los armarios metálicos al otro lado. Ya dentro, Mehgan frunció el ceño.

— ¿Qué crees que sea? — susurro, pero no pude responder porque Andrew saco de pronto una enorme cosa polvorienta negra y perfectamente compuesta. — ¡Wao! ¡Una ballesta!

Yo nunca en mi vida había usado una ballesta. Sabía que era, pero como era un derivado del arco -y yo era un asco con el arco- nunca me había arriesgado a usarlo. Mehgan sabía muy poco del arma, y, siendo honesta, también yo. Zack, el experto, explico detalladamente todo sobre ellas mientras Andrew y yo sacábamos la mesa de entrenamiento al jardín. 

— Donde se coloca la flecha se llama estribo, para tensarla son los flexores, esta es la carcaja para sostenerla, con la culata evitas que se te caiga, y aquí esta el gatillo, la mirilla es igual a cualquier arma. Al ser un arma silenciosa, de relativo bajo costo y gran precisión es muy buscada; además de que las saetas son mas fáciles de usar y, en mi opinión, rompen todo. Oh, una saeta es una flecha de tres puntas en el extremo trasero 

»Esta es automática, solo tienes que tirar de esto hacia atrás y se carga sola -Si la tienes bien provista de flechas, por supuesto, siempre necesitaras un carcaj- Pero existen algunas cuya preparación es mas compleja, necesitas usar los pies para tirar del cable y para ello se usa el estribo. Mira, así, — Poniendo la ballesta en el suelo y metiendo el pie en el estribo, Zack tiro de la cuerda hacia atrás y le puso una flecha de metal — Tienen mucha fuerza y pueden romper incluso metales, si tienes la precisión correcta... Imagínate.

—Es... potente, — susurro Mehgan. — ¿Tú has usado una?

—No, — respondí, viendo como Andrew iba al taller en busca de algunos suplementos. — Pero creo que va contigo. — decía la verdad. Era pequeña, aunque más pesada que un arco. — ¿Por qué no mejor un arco?

—Buena pregunta. — dijo Zack, pero nos vimos interrumpidos por Nathan y Paul. Ellos venían saliendo de la casa, y, cargaban una vitrina de cristal enorme que resplandecía ante la poca luz de sol que atravesaba las espesas nubes del cielo. Dentro de la vitrina estaba el cofre plateado con verde. Mehgan dio un paso atrás. Le sostuve la mano. — ¿Y esa cosa para que...?

—¡Vendrán por ella hoy! — grito Paul, a lo lejos. Nathan y el dejaron la vitrina con cuidado en el suelo, y, luego volvieron a entrar.

—Creí que se la llevarían el martes, — susurre. — ¿Por qué habrían adelantado la entrega?

Zack se encogió de hombros, acomodando la mesa de práctica sobre el suelo. Andrew volvió entonces y, con cuidado, dejo algunas cosas sobre la mesa. Mehgan seguía viendo el cofre con algo de miedo. Le di vuelta para que mirara la mesa de práctica y no para allá. — ¡Ven, vamos a ver cómo te va con ella!

—Espero que mejor que con las peleas. — dijo ella.

Andrew le enseño a usarla. La verdad era que no necesitaba muchas instrucciones. Era algo pesada, pero Mehgan busco la manera de acomodarla entre sus brazos para que funcionara. Y lo hizo. De hecho, lo hizo mejor que bien. Andrew estaba muy emocionado, parecía que había adoptado a Mehgan como su nueva mascota. Trayéndole flechas de distinta forma y distinto tamaño para adecuarla a sus gustos. Zack se reía cada vez que Mehgan se equivocaba, pero la confortaba y le aplaudía cada vez que lo hacía bien. Todo perfectamente equilibrado. Yo estaba que no podía con mi sonrisa.

—¡Esto es fantástico! — Dije — ¡Al fin! Con una de estas dispararas a todos a metros antes de que lleguen hacia ti.

Mehgan sonrió, — Aunque pesa un poco.

—No importa, podemos conseguir una más liviana. — le dijo Andrew. — Las ballestas son geniales, son muy fáciles de usar.

Zack bufo— ¿Y porque tu no la usas, Andy? — Andrew se encogió de hombros— Yo les diré porque, una vez le enterró una en el hombro a Paul.

Mehgan, que iba a disparar con la ballesta, se giró hacia él. — ¿Qué?

—¡Oye! — Grito Zack — ¡Aleja la punta de mí!

Mehgan se giró en redondo, aun con la flecha en la ballesta y la mano en la_-----—. Se la quite. — Primera regla cuando usas armas; Mantenla abajo si no quieres herir a nadie. Podrías expulsar una flecha sin querer y matar al pobre Zack.

Zack suspiro— ¡no quiero morir! — Andrew le dio un codazo.

—Deja el drama, Zack. Anda, acompáñame a buscar las flechas explosivas, Juraría que las había dejado en el cajón de Flechas. — Ambos se fueron al taller, conversando.

— ¿Para qué sirve esto? — Pregunto Mehgan, alzando el cartucho de un arma — ¿Es una especie de tapón?

— Ahora entiendo porque mis amigos se reían de mi cuando aún era una novata. — le acaricie la cabeza como si fuese un cachorro — Eres una niña linda, ¿Quieres que te dé de comer?

— JAJA, Que chistosa. — Mehgan se sacudió mi mano — Ya dime, para que es.

Le explique con sutileza y calma como se usaba y donde iba, justo como habría deseado que me lo explicaran a mí. Mehgan estaba muy tranquila observando el objeto cuando, para nuestra sorpresa, un trueno resonó en el cielo. Nos sobresaltamos.

—¡Santo! — grite, llevándome una mano el pecho. Ese trueno había sido jodidamente muy fuerte, Mehgan miro el cielo. Las nubes habían incrementado y se había vuelto oscuro, casi negro. — Va a llover.

Cuando hube terminado de pronunciar esas palabras, un terrible sonido baño el aire.

Mehgan y yo gemimos al mismo tiempo, llevándonos las manos a los oídos. Era un pitido muy agudo, tan agudo que sentía que me taladraba el cerebro. Cerré los ojos, aterrada. Mehgan comenzó a llorar, tratando de mantenerse en pie. Con dificultad atravesé el espacio que me separaba de ella para sostenerla. El pitido aumento tanto, que ambas caímos al suelo. Mehgan grito, haciéndose un ovillo en el suelo junto a mí. Quise cubrirla, pero me fue imposible soltar mis oídos. Dolía. Dolía muchísimo. Era casi tan fuerte como cuchillazos a sangre fría en mis tímpanos. Sentí un líquido recorrerme las manos, sangre.

— ¡Amber! — la voz de Zack me hizo jadear. Lo escuche moverse rápidamente hacia mí. — ¡Nathan, Paul, algo está pasando!

—¡Dios! — grito Andrew.

No abrí los ojos para nada. No podía. Ni siquiera usando mi fuerza sobrenatural me fue posible. El sonido era tan fuerte que me inmovilizaba. — Zack, — lloriquee — ¿No lo escuchas?

Los brazos firmes de Zack me rodearon piernas y brazos y en un segundo estaba en el aire. — ¿Qué cosa? ¿De qué hablas?

—¡Duele muchísimo! — Grito Andrew— ¡Es... es...!

— ¡Mehgan! — grito Paul, muy cerca, inclinándose para tomar a mi amiga. —Dios mío, esta sangrando.

Me removí, aterrada de que se hubiese lastimado. — ¡Mehgan!, ¡Mehgan! — Zack me siseo, apretándome contra su pecho. — ¡Ya apáguenlo!

— ¿De qué hablas?

Mehgan grito — ¡El ruido! ¡Apágalo ahora! ¡Duele demasiado! — Asentí, en complicidad con ella. Zack me apretó un poco más contra su pecho. Su olor corporal me cubrió entera, pero ni eso me alejo del terrible dolor que me atravesaba la cabeza. Se estaba volviendo agonizante.

Mehgan comenzó a gritar sin parar. Escuche a Andrew blasfemar. También oí a Kate y alguna otra persona, pero me era imposible reconocer voces o cualquier otra cosa. Era horrible. — ¿Qué sucede? ¡ Amber, dime, dime que pasa! ¡Maldita sea, ya dime algo!

Comencé a llorar. El cuerpo de Zack, bajo el mío, tembló. — ¿¡Que sucede?! ¿¡Que les está pasando, Paul?!

Entonces, el ruido se detuvo.

Mehgan dejo de gritar de inmediato. Yo abrí los ojos de par en par, tratando de enfocar mis alrededores. Kate estaba frente a mí. Zack estaba tirado sobre el césped, sosteniéndome — Amber ¡Amber!

— El sonido, — gemí, aun entre sus brazos — Algo... algo sonaba, algo... — mire a mis alrededores. Paul, Kate y Nathan se habían acercado. Mehgan estaba sobre los brazos de Nathan y de sus oídos salía sangre espesa. — Un ruido agudo insoportable, — sentía las lágrimas en los ojos y el dolor no había remitido, pero estaba menos fuerte. — Algo lo producía, era horrible, era...— Zack me sostuvo el rostro con ambas manos.

— Abby, tranquila, mírame. — lo hice, me di cuenta entonces de que estaba jadeando furiosamente. Zack me miraba fijamente y lucia extremadamente preocupado. Su cuello y sus orejas estaban rojos. — Estas bien, estas bien, no se escuchó ningún sonido.

— ¿Qué? ¿Cómo? ¡Pero nosotras lo escuchamos!

— Pero nosotros no. — respondió el — Nosotros no...

Entonces, el sonido volvió. Me mordí un labio para evitar gritar, y sentí mi propia sangre en la boca, por la fuerza de la mordida. Mehgan comenzó a emitir lloriqueos muy fuertes. Dolía, oh dios, como dolía. Era demasiado para mí. Me aferre al pecho de Zack, gimiendo— Duele, duele mucho...

Lo escuche resoplar, mientras me envolvía con sus brazos — ¿Qué puedo hacer? Dime, ¿Qué...? ¡Maldita sea! ¡¿Qué está pasando?! — su voz sonaba gruesa y dura y aun así el chillido le superaba.

— ¡Apaguen los fusiles! ¡Tal vez es una frecuencia! — dijo alguien, muy cerca de mí. Escuche pasos. El sonido incremento. Grite. Mehgan también. Nuestros gritos se sincronizaron de un modo extraño, casi místico. Escuche a Zack decir algo y sentí sus labios en la frente, pero el dolor era demasiado. Demasiado. Sentí un líquido recorrerme los oídos. Yo estaba sangrando. Estaban hablando, a mí alrededor estaban hablando. Gritaban, blasfemaban. Sentí que Zack se levantó y me llevo con él. Quería decirles que no dejaran a Mehgan pero no podía, mi mente estaba en blanco. Lo único en lo que podía pensar era en el horrible sonido. Me inspiraba un terror horripilante.

Sentí que Zack corría, como que se movía de un lado a otro— ¡no! ¡Para! — le pedí— Da igual, sigue sonando.

— ¡Pero, ¿Qué es?! — exclamo el, aterrado. Escuche el llanto de Mehgan muy cerca y supe que probablemente Paul la tenía a ella. No sabía que había pasado con Andrew. — ¡Hay que sacarla de aquí... hay que...!

—¡Toma esto! — grito alguien, pasándome algo por la cabeza. Orejeras. No. Seguía sonando. Les dije.— ¡Mierda! — Ahora lo sabía: Era Kate. Nunca la había oído decir una grosería. — ¡Llevémoslas afue...!

La interrumpió la explosión. O lo que parecía una. Un rayo verde sacudió el jardín y el chillido se detuvo abruptamente. Zack me cubrió haciéndose a un lado y, sin soltarme, le pidió a Paul que hiciera algo. Yo sacudí la cabeza: los oídos me pitaban, pero esta vez eran ellos mismos tratando de recuperarse. Supe que estaba todo yendo mejor cuando los sentí captar la voz de Zack, amortiguada y arrastrada, pero cerca. Abrí los ojos. Y pude verlo por mí misma. Un segundo rayo verde surgió de la nada y, casi con vida propia, se movió en espirales por el jardín. Era grande, brillante y extremadamente definido. Parecía sacado de una película de Star wars, y probablemente producía un sonido horroroso, pero mis oídos sensibles apenas y podían captar los susurros de Zack.

— ¡Llévense... hay....llamen...chicos...! ¡...Calzones... merlín! — trate de levantarme, pero él me lo impidió. Estaba alejándome lo más posible del jardín, llevándome hacia el taller. Paul tenía en los brazos a Mehgan y ella parecía estar cerca de desmayarse. Kate y Nathan habían corrido hacia el lado contrario, con Andrew. El rayo se multiplicaba... Y provenía del cofre plateado con verde. No, surgía de él. Estaba abierto. Y y los rayos, igual que manos gigantes temblorosas y parpadeantes, surgían de adentro produciendo sonidos graves y horribles que apenas y podía percibir. La vitrina que lo cubría se había roto y los pedazos se levantaban del suelo, levitando, cada vez que el cofre dejaba salir un rayo nuevo. Se me vino de golpe el sueño del día anterior. Me removí entre los brazos de Zack. — ¡Amber...no......esa....cosa!

— ¡Aleja a Mehgan! ¡Aléjala del cofre! — grite, o al menos trate. Me dolía la cabeza terriblemente, Los oídos seguían pitándome. — ¡Paul, aleja...! — Algo sucedió, algo que hizo que Zack cayera al suelo conmigo encima. Milagrosamente el hizo una pirueta antes de caer y me levanto, evitando que me lastimara. Caí sobre él, lastimándome la cabeza de nuevo.— ¿Pero qué...? — Sentía que tiraban de mis piernas. Aun mareada, me incorpore un poco. Mis pies estaban siendo tirados hacia los rayos. Era como si una fuerza invisible tirara de mí. Zack me apretó la cintura y me apego a él, gritándole algo a Paul. Aun me era difícil saber que decía.

El cofre no se movía, ni siquiera se sacudía. Parecía hecho de piedra maciza y estar conectado con el césped de un modo que ni siquiera esos temibles rayos verdes podrían moverlo un solo centímetro. Eran horribles rayos, bañados con luces parpadeantes y humo... ¿O era niebla? Sentí que tiraban de nuevo de mi cuerpo hacia atrás. Mi pelo comenzaba a elevarse. Estaba levitando, por puro impulso me sostuve del cuerpo de Zack. ¿Qué estaba sucediendo? Mehgan, tenía que alejar a Mehgan del... Zack me tenía fuertemente abrazada, pero eso solo causaba que nos jalaran a los dos. Sea lo que fuese que estaba jalándonos.

— ¡Amber, amber, no te sueltes! — la voz de Zack venía muy cerca de mí. Por mi oído. Sacudí la cabeza, tratando de aclarar mis pensamientos. Estaba mareada y la cabeza me iba a explotar, seguían doliéndome los oídos. — ¡No te atrevas a soltarme...!

De pronto, una luz comenzó a brillar a lo lejos. Sobre el cofre. Una luz intermitente. Me di cuenta entonces de que había un viento furioso que nos movía el pelo. El cielo se había nublado de la nada. La luz que brillaba sobre el cofre era el prisma. Brillaba casi tan fuertemente como los rayos, emitiendo pulsos que iban de fuertes a bajos. Estaba girando, girando tan rápido como el viento se lo permitía. Grite, cuando sentí un tirón mucho más fuerte. Un brillo dorado comenzó a surgirme de las manos, y, por alguna razón, escuche una voz.

Eres tú, decía, debes ser tú.

¿Qué? ¿Ser qué? El brillo dorado Serafín comenzaba a surgir y, aterrada de hacerle daño a Zack, me solté. El me sostuvo la mano, y, sorprendentemente, fue suficiente como para evitar que lo que me jalaba me llevara. — ¡No!— me grito Zack. El brillo se intensificaba, y sus manos estaban poniéndose rojas por mi culpa. Me sacudí, para soltarlo. Y lo logré. Zack trato de levantarse, pero parecía que estaba herido. Mi cuerpo cedió ante el tirón y termine arrastrándome hacia atrás como en una película de terror. En el camino logre ver una melena pelirroja. Mehgan, a unos cuantos metros de mí, sufría las mismas condiciones. Estaban jalándola hacia los rayos. Con una fuerza que la lastimaba. Conforme me acercaba notaba que los rayos sonaban tan fuertemente como los truenos durante las tormentas. Apenas y podía sentirlos porque mis oídos seguían lastimados. Me lastime la mano tratando de sostenerme de algo mientras era jalada.

Logre hacer contacto visual con Mehgan, estaba asustada y hablaba... gritaba, le gritaba a alguien.

— ¡Meh! — Grite — ¡Meh!

— Amber, — grito ella, de vuelta — ¡El momento está cerca!

El momento está cerca. Estamos cerca de ustedes. Estamos junto a ustedes. Es momento de...

—¡...Elegir! — Mehgan seguía gritando, sus ojos estaban brillando — ¡van a elegir! — Pero, tras ese brillo luminoso había miedo. — ¡Vas a morir! — grito, de la nada. — ¡No! — otro grito. El momento pasaba demasiado lento. Los rayos estaban cada vez más cerca, y eran tan grandes. Luces doradas bañaron el aire, surgiendo directamente de mi pecho. No sentía el césped ni el suelo bajo mis pies... Estaba levitando. — ¡No, no la maten!— grito Mehgan. — ¡No los dejare!

Trate de moverme, y ciertamente logre tocar el césped que se extendía bajo mi cuerpo al menos unos diez centímetros más abajo. Quise alejarme, moverme y tratar de salir de aquella prisión invisible. Pero me estaban sosteniendo.

Tu muerte ya está escrita.

El brillo dorado crecía. Escuche gritos a lo lejos, Mehgan me miro y yo le devolví la mirada. Había determinación en sus ojos, demasiada. La misma que había visto en ella años anteriores, antes de que los Corretz la secuestraran. Parecía que iba a...— ¡No dejare que se la lleven! — grito, removiéndose. Para mi sorpresa, ella logro evitar seguir siendo jalada. Y, cojeando, corrió hacia mí.

Comencé a escuchar el pitido de nuevo. El dolor volvió, con más fuerza. Ambas gemimos, pero ella no se detuvo. No. Aléjate, trate de decirle, Los rayos dorados te lastimaran, aléjate. Pero no podía hablar, era como si me cubrieran la boca con algo.

Ella ya tomo su decisión.

Grite, pataleando como una maniática. Un nuevo rayo verde surgió con fuerza del cofre, alzándose tan alto hasta tocar el prisma. Cuando hicieron contacto una luz aún más fuerte sacudió el mundo, e inmediatamente el rayo fue directamente hacia mí. Entonces, Mehgan llego. Y el rayo dio directamente sobre ella.

Todo se detuvo.

Comencé a escuchar mejor: todos gritaban. Yo no podía ver nada más que el pobre y frágil cuerpo de mi mejor amiga sobre el mío. Caí al suelo los diez centímetros que nos separaban aun con ella encima. Aterrada, la levante. Estaba inconsciente. — ¡Mehgan! — grite. Era en vano. Yo no podía oír su corazón, porque no latía. No latía. Ella no respiraba.

Estaba muerta.






De luto.

-Freya.

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