Lo que el hielo ocultó

By gabyaqua

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Roger Bernard es cirujano, un hombre atento, tranquilo, y que para sorpresa de Lauren, vive casi al frente de... More

LHO
Nubes negras
Lo que el hielo ocultó: Intriga
Lo que el hielo ocultó: preocupa.
Lo que el hielo ocultó: hace creer (Él era para mi)
Lo que el hielo ocultó: (ahoga) Llegar al fondo... y despues ahogarme.
Lo que el hielo ocultó: ilusiona.
Lo que el hielo ocultó: invita.
Lo que el hielo ocultó: provoca.
Lo que el hielo ocultó: descubre.
Lo que el hielo ocultó: persuade.
Lo que el hielo ocultó: avergüenza
Lo que el hielo ocultó: asusta.
Lo que el hielo ocultó: convence
Lo que el hielo oculto: advierte.
Lo que el hielo ocultó: aturde.
Lo que el hielo ocultó: embosca.
Lo que el hielo ocultó: golpea.
Lo que el hielo ocultó: traiciona.
Lo que el hielo ocultó: te marca.
Lo que el hielo ocultó: recuerda.
Lo que el hielo ocultó: alumbra.
Segunda parte: 22 Lo que el hielo ocultó
Lo que el hielo ocultó: prueba la vida.
Lo que el hielo ocultó: cuestiona.
Lo que el hielo ocultó: cambia.
Lo que el hielo ocultó: trae recuerdos.
Lo que el hielo ocultó: miente.
Lo que el hielo ocultó: sale a la luz.
Lo que el hielo ocultó: aísla.
Lo que el hielo ocultó: Espera.
Lo que el hielo ocultó: "Supone"
Lo que el hielo ocultó: Prohíbe.
Un largo quizá
Hola, aviso.
El final; comentarios

Lo que el hielo ocultó: lastima.

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By gabyaqua

Capítulo 18

Lo que el hielo ocultó: lastima.

Sé que era de noche. Era la segunda noche sin Roger en ese lugar. Estaba oscuro.

La puerta se abrió y encendieron las luces. Era Kay. Me traía la cena, puré de papas sin nada más. En su otra mano traía agua.

—Levántate y come. —Dejó las cosas en el piso.

—¡Espera! —pedí.

Se volteó en espera de mi pregunta.

—¿Cómo está ella?, ¿está viva? —Me refería a la mujer. Llevaba horas pensando en ella, solo quería saber si había valido la pena o no mi intento de salvarla.

No me respondió. Yo observé las papas, y pensé que su propósito era acabar con mi vida, así que no las comí. No me comí ninguno de los alimentos que me traía, y me estaba muriendo del hambre.

Él no me rogaba que comiera, ni tampoco parecía importarle que me consumiera en vida.

Al quinto día me levanté de la cama. Fui directo a la puerta, y, como si se tratara de la respuesta a una súplica, la puerta estaba abierta. Salí al pasillo, una alfombra roja estaba a todo lo largo de él y estaba un poco oscuro, al final se escuchaban unas voces, donde estaba la luz amarilla.

Kay estaba parado frente a un sofá, sonriendo, mientras un hombre agarraba la cara de la chica castaña y le hablaba al oído, ella chillaba y su expresión era de terror. La chica me miró directo a los ojos, y yo no sabía que decir o hacer. Miré a mis lados, estábamos juntas en esto y de alguna forma teníamos que salir.

—Déjenla en paz. —Había un cenicero encima de un estante color madera, lo tomé y lo escondí detrás de mí—. ¿Qué le hacen? Déjenla tranquila.

Kay volteó a mirarme, yo estaba descalza, aun con el vestido que Roger me había puesto, el cabello se había rizado al secarse, y mientras la mitad estaba rubia, la otra mitad estaba castaña.

El hombre soltó a la mujer, y se burló de lo que yo había dicho. Me volvió a dar la espalda, y golpeó con un dedo la nariz de la mujer, ella hizo una mueca y se tapó la cara.

Yo le lancé el cenicero a la cabeza. Él era rubio, más oscuro que Roger, me observó con su mirada helada, como si no hubiera sentido el golpe. Kay me estaba mirando con incredulidad, y la mujer se quedó quieta en el sofá, aunque el hombre no la tenía aprisionada ya.

Caminó hacia mí rápidamente.

Kay dijo—: No, Mayer, ella...

Entonces, Mayer, el hombre rubio, me golpeó en la cara y caí al piso de espaldas, con la vista negra por unos segundos, el dolor se intensificó y se regó por el golpe de la quijada y la sutura en mi cabeza. El dolor de cabeza empezó a martillar mi sien como la primera vez que desperté en ese horrible lugar. Sentí como una clase de deja vu, cuando Roger me había golpeado. Lloriqueé y traté de volver a donde estaba, pero ni siquiera tenía fuerzas para mantenerme despierta y no colapsar.

—Necesito usar el baño —voceé por quinta vez—. Por favor, necesito usar el baño...

La puerta se abrió de golpe. Kay agarró mi quijada bruscamente para que lo mirara.

—¿Qué es lo que quieres?

—Necesito usar el baño...

—Llévala. —Mayer pidió al pararse frente a la puerta de entrada—. Mira cómo está la chica —exhaló—. ¿No dijiste que era su pareja?

—¡Después de que tú le dieras un brutal golpe en la cara!, ¡casi le sacas el ojo!

—¡La perra me lanzó el cenicero en la cara!

Kay sacó una navaja de sus pantalones y cerré los ojos mientras rompía la soga con la que me había amarrado los pies para que el episodio de hace dos noches no volviera a suceder. Kay me cargó al baño, y se quedó de pie allí hasta volver a llevarme a la habitación.

—Muero de hambre.

—¿Mueres de hambre? —preguntó sarcástico—. Pues hazlo y ya.

—O al menos necesito beber agua... —Se fue, dejándome con la palabra en la boca.

—Por Dios.

Esa voz, cuando escuché esa voz sentí que despertaba de una pesadilla.

Abrí los ojos. Roger estaba en frente mío, me miraba con horror.

—Está amarilla.

—No come desde que te fuiste. Solo ha bebido agua como cuatro veces —comentó Kay.

—Maldita sea, vete.

Kay se fue. Roger me levantó.

Empecé a llorar en silencio, de alguna forma quejándome con él por todo lo que yo había pasado mientras él no estaba.

—Shh... ya. —Me tocó el ojo, el que estaba morado porque Mayer me había golpeado.

Me pasó la mano repetida veces por la cara. Y, aunque yo estaba en tal estado, me besó la boca y después la frente. Me cargó a una habitación que estaba después del pasillo y después de la sala, y me ayudó a tomar un baño largo, que estaba necesitando.

Me envolvió en una frazada color marrón y me acostó en la cama de esa habitación. Se quedó a mi lado, abrazándome por mucho rato, de a momentos besaba la coronilla de mi cabeza, yo mantenía mis ojos cerrados, con lágrimas silenciosas escapando de ellos.

Esa misma noche me trasladó a la habitación con la cama unipersonal. Llegó minutos después con comida rápida. Refrescos y pan con carne.

Había bajado notablemente de peso por mi negación a comer de la mano de Kay o de Mayer. Generalmente me sentía débil, y con frío de más. En medio de mordiscos a la comida formulé una pregunta—: ¿Cuándo volveré a casa?

—No lo sé.

—¿Pero volveré? Tengo que ver a mi mamá, para que no se preocupe por mí —le dije despacio.

—Tranquila. —Me pidió, me agarró el rostro para besarme—. Sigue comiendo.

—Que me gustan tus ojos... —Rozaba mis labios por su cuello—, la forma en que me miras con ellos, —levanté la cabeza para observarlo—, así, así... —Me reí, lo besé—. Me gusta tú cabello, me lo tinté por ti... ¿sabías? —Pasé la mano por su cabello, el cerró los ojos a mi caricia, tragó en seco y echó su cabeza hacia atrás, besé debajo de su quijada—. Me gusta besarte aquí —susurré mientras besaba su cuello—. Y que me toques —susurré a su oído—. ¿Roger, yo te gusto?

Lo miré de nuevo a los ojos, estaba encima de sus piernas, a horcajadas, el abrió sus ojos, y me observó antes de decirme con voz quieta—: Me encantas.

—Vamos. —Esa misma voz era la que me despertaba. Desperté de mi sueño, —que realmente era un recuerdo, de cuando las cosas andaban bien—, con Roger a mi lado, me pedía que me levantara. Que debíamos salir.

Por primera vez salí de ahí. Y yo realmente me sentí con esperanza de que por fin volviera a casa.

Estar encerrada allí era el peor de los castigos, no había forma de que me acostumbrara a aquello nunca. Pero claro, ellos no estaban buscando que me acostumbrara a ello. Mi estadía allí era temporal. Tampoco ese era el peor de los castigos.

Afuera estaba la mujer, con una soga amarrando sus manos y Mayer detrás de ella. Kay sostenía dos cabezas del disfraz de conejo. Y tenía una en su cabeza. Le tendió una Roger pero él no la aceptó. Nunca la usó conmigo, nunca me di cuenta de cómo era, de si le pertenecía a él en realidad.

Entonces Mayer empezó a caminar con la mujer, quien se negaba a cooperar. Eso me frustraba, porque la maltrataba por no querer caminar, y yo pensaba: si tan solo cooperara, no la estuvieran maltratando. Pero yo no fuera de cooperar tampoco si Mayer o Kay me llevaran de esa forma.

Roger iba unos pasos más adelante que yo y me llevaba por el brazo. Iba rápido, y yo me esforzaba para seguir a su ritmo y que no me lastimara su agarre.

Ella y yo tan solo teníamos vestidos de tela fina y el frío era tortuoso. Temblaba. Recuerdo que temblaba y mis pies descalzos se dormían y no los podía sentir. Sabía que ella se sentía como yo, o incluso peor, quizás yo me sentía de la peor forma. Ellos en cambio, estaban bien abrigados, Mayer y Kay tenían el traje afelpado y Roger estaba muy cobijado.

Habíamos llegado al Lago Cisne. Kay se quitó la cabeza.

—Ella primero. —Mayer ordenó.

Roger se dio la vuelta y cruzó miradas conmigo.

—¿Qué sucede? —pregunté, pero no me respondió la pregunta.

—Acuéstate en el suelo.

Me quedé inmóvil.

—Lauren, acuéstate.

Miré a los dos hombres observarme, y a la mujer con la mirada de alivio, volví a mirar a Roger.

—No. ¿Para qué?

Él puso presión en mis hombros, mis rodillas se debilitaron y caí al suelo. Kay amarró mis pies y después mis manos. No grité, estaba muy aturdida como para siquiera usar mi voz. Solo sé que cerré mis ojos porque sentí que me golpearían ambos, y no quería ver nada. No quería sentir.

Me alzaron y caí dentro del agua del lago con agua helada. Abrí mis ojos de golpe, presa del pánico. Sentí que el agua me había congelado en un instante. Traté de mover manos y pies pero estaba imposibilitada. Grité, pero agua helada solo entró por mi tráquea y después a mis pulmones. Me sacaron. Tosí agua mientras temblaba incontrolablemente. No podía entender lo que ocurría, ni siquiera mantener los ojos abiertos.

Sentí unas manos tocar mi cara, alguien me miraba muy de cerca porque podía sentir su respiración fría.

—Otra vez. —La voz de Kay pidió mordazmente—. Por más tiempo.

Yo negué como pude, empezando a llorar.

—Po-por favor, no-no. —Tartamudeé. No estaba hábil para luchar, la zambullida había matado mis ganas de pelear, toda mi fuente de calor.

Volví al agua, esta vez sí sentía una mano agarrando mis brazos para mantenerme estable debajo del agua.

Cerré los ojos mientras estaba dentro. Trataba de soportar el dolor helado que martillaba mis articulaciones y quemaba mi piel.

Me sacó.

Yo temblaba, esta vez ni siquiera podía abrir la boca. Solo tosía y temblaba, temblaba, temblaba, sin control. Sentía el dolor de cabeza empezar, moría del frio, sin poder pensar bien.

Roger me recogió de allí. Me observó unos segundos, yo podía verlo hacerlo aunque estaba muy oscuro y solo la luna nos alumbraba. Se quitó su abrigo que le llegaba a los tobillos, arrancó la ropa mojada de mi cuerpo dejándome desnuda por segundos y después me cubrió con su abrigo. Me abrazó.

No me dijo nada. Yo solo me aferré a la fuente de calor que en ese momento era su cuerpo en medio de toda esa hostilidad.

Podía escuchar a la mujer gritar y suplicar que no le hicieran lo que me habían hecho a mí, pero mi corazón se endureció y, cada grito de ella, lo escuchaba a lo lejos y me traía tranquilidad, porque no era yo quien estaba sufriendo bajo el agua helada, era ella.

Estar sumergida allí era la cosa más horrible que viví, sientes que vas a morir, sientes que todo acabó allí y el dolor carcome tus huesos. Pero después, en ese instante en los brazos de Roger, temblando y castañeando los dientes, me sentía salva.

Tal vez porque la hipotermia había nublado mis sentidos y no me daba cuenta, de que, quien me estaba dando calor era quien me había hecho daño en un principio. Y que debía odiarlo con todas mis fuerzas restantes.

Yo ya no quería salvar a ninguna desconocida, me quería salvar a misma.



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