|CAPÍTULO DOCE|
Perspectiva; piscis: Pia Robertson (multimedia)
Cerré la puerta con cuidado de no despertar al pequeño que dormía en la habitación.
Me encaminé nuevamente hacía la sala encontrándome con ambas chicas concentradas en la pantalla de la televisión; parecían estar bastantes sumidas en sus propios pensamientos, o más bien problemas.
Me senté al lado de Lina, está se giró al notar mi presencia, luego de una mirada volvió su mirada al frente.
Gemma se encogió en su lugar con los ojos aún rojos por las lágrimas; Lina por su parte lucia más calmada, pero sabía que por dentro estaba luchando consigo misma.
— ¿Como solucionaremos esto?—me atreví a hablar luego de unos minutos
La pelinegra fue la única en voltear hacia mi.
—No lo sé—dijo con voz entrecortada.
Lina al parecer no quería formar parte de aquella conversación aunque tuviese que ver con ella.
—¿Te quedarás más tiempo?—le pregunté a Gemma.
—No tengo a dónde carajos ir; mi madre no me quiere ver ni en pintura, lo más probable es que hable de esto con mi padre y... y yo...—la de ojos verdes no pudo continuar hablando debido a las lágrimas amenazando con salir.
—¿Esther sabe que tú madre te descubrió? ustedes dos estaban juntas en esto.
Sabía que ambas chicas habían entrando a trabajar al bar juntas, nunca se separaban una de otra, por ello todas las chicas que trabajamos en el bar nos dimos cuenta de su obvia amistad y de igual forma de su inusual dependencia, Gemma parecía un pequeño polluelo inexperto y Esther parecía su madre y mentora.
—Ni siquiera lo sabe, pero no creo tener la fuerza para hablar con ella—explicó tartamudeando.
Gemma se había visto bastante afectada, ayer domingo su madre se enteró de lo que verdaderamente hacía y en un impulso la echó de casa, en la noche la encontré afuera del bar llorando con una maleta en mano y decidí darle hospedaje, aunque realmente no sabía cómo iba a sobrellevar esto ya que apenas y podía con mis gastos propios, aún así al verla tan vulnerable elegí ayudarla.
—¿Y tú, Lina?—Gemma y yo miramos a la nombrada, ella solo se encogió de hombros, rodé los ojos exasperada, aquella pelirroja esperaba que mágicamente supiera sus problemas cuando apenas hace dos horas tocó mi puerta lanzándose a mis brazos sin decir una sola palabra.
Aquella era una gran cualidad de mi querida amiga, era fría y no le gustaba comentar sus problemas, pero de igual forma le agradaba el confort y apoyo que implicaba que las demás supieran tus problemas; yo por mi parte no podía leer sus pensamientos y odiaba insistirle a las personas.
El silencio se aplazó en la habitación, retuve una carcajada cuando la pelirroja alzó su mirada hacia mi al notar que ya no le insistía. Lina amaba que le rogaran.
—No lo haré pequeña zanahoria, me conoces—dije burlona, ella hizo un puchero y bufó.
—Bien, no lo hagas—habló.
Ésta sería una guerra de orgullo, ambas lo éramos y aquello era divertido, al menos desde mi punto de vista ya que Lina solía tomarse estás cosas muy en serio, no soportaba perder, para mí las cosas eran un poco más divertidas prefería tomarlas a la ligera.
La espera será muy larga.
Pero en estos juegos de orgullo yo siempre ganaba y Lina lo sabía, por ello siempre cedía.
—Le dije a papá que me acosté con uno de sus socios—soltó luego de unos largos minutos, alcé mi ceja con curiosidad, Gemma soltó un jadeo de sorpresa.
—Lina, ¿tú enserio lo hiciste?
Ella asintió con la mirada perdida.
— Debías ver cómo me trataba...—pausó, esperaba algo cursi, más no lo fue cuando continuó—como el asco y aún así me gustaba, fue como un pequeño capricho.
No pude evitar reírme, Lina era un caso perdido.
—No te rías Pia.—reclamó seria, yo dejé de reírme, Gemma parecía querer hacerlo aún con las mejillas todas llenas de lágrimas—Hoy discutí con papá, como siempre, él dijo que tenía que seguir siendo la niña de bien que era y yo estúpidamente respondí que no era tan buena como pensaba agregando dramáticamente que me había acostado con su socio.
Retuve una carcajada.
—Dejame adivinar, ¿llegaste aquí luego de gritarle a tu chófer que no siguiera las estúpidas reglas de tu padre y él tan inocente al estar tontamente enamorado de ti, aceptó?—cuestioné irónica, ella asintió con simpleza pero pareció analizar mis palabras.
—¡No le gusto a Froy!—chilló.
—Nunca lo mencioné a él.—respondí con inocencia fingida.
—¡Pia tómate las cosas enserio!—le saqué la lengua burlona haciéndola salir de sus casillas—Eres realmente insoportable.
—Gracias cariño.
Luego de eso las tres quedamos en silencio sin saber que hacer o decir.
Supongo que internamente cada una buscaba la forma de solucionar sus problemas aunque no creo que fuesen tan sencillos.
Miré el reloj en la pared; diez para las nueve.
—¿Quieren algo de comer?—rompí en silencio, Gemma asintió al igual que Lina.
Me levanté y me dirigí a la cocina, saqué dos envases del pequeño estante a lado de la nevera.
Metí los envases de sopa instantánea al microondas, presioné los botones indicando el tiempo necesario para que estás estuvieran listas.
—¿La de siempre?—gritó Lina en burla refiriéndose a la cantidad extrema de envases de sopa instantánea que tenía en la estantería.
Viviendo sola no me preocupaba tanto por la comida, aquello era lo de menos para mí, por ello la salida más fácil para mí supervivencia había sido la sopa instantánea, a parte de que la amaba era fácil de preparar y me ahorraba demasiado trabajo, sin mencionar que soy pésima en la cocina.
—¡Amas la sopa instantánea que compro!—respondí sarcástica.
Escuché su sonora risa.
Amaba vivir sola, definitivamente me daba la libertad que tanto deseaba.
Muchos se preguntarán como conseguí vivir sola con apenas dieciocho años
Pues fácil, soy hija ilegítima, no diré padre porque aquel hombre no era ni un tercio de paternal, simplemente lo llamo el donante esperma que impulsó mi nacimiento, bueno, él era extremadamente rico, y mi fallecida madre, era pobre e ingenua, creyó encontrar el amor en aquel hombre, no obstante él no hizo más que ilusionarla y abandonarla a sabiendas de que mi madre me llevaba en su vientre, dejó la vaga excusa de que era comprometido y que su intención nunca fue llegar a algo serio con ella.
Él dijo que podría darle dinero para mí crianza más no podía darme su apellido. El orgullo de mi madre fue gravemente herido y con la dignidad que le quedaba no aceptó ningún sucio centavo de él.
Pero cuando mamá murió cuando cumplí dieziseis me ví obligada a buscar su ayuda haciendo un total drama sobre lo mucho que lo necesite en mi infancia cuando claramente era falso, solo necesitaba su ayuda económica, pero me venía bien aquel papel de víctima.
Él solo me compró este pequeño apartamento a unos minutos de la ciudad, me pidió que solo lo buscara si necesitaba dinero y eso hacía.
No lo necesitaba pero de vez en cuando necesitaba su ayuda económica.
Escuché unos toques en la puerta, rápidamente reaccione saqué rápidamente los envases del microondas y salí corriendo a la habitación.
—¡Chicas abran!—les grité antes de llegar a la habitación.
Moví el hombro del pequeño pero este no despertaba, parecía estar bastante cansado. No me preocupé por eso y decidí buscar su pequeña maleta de algún dibujo animado que no supe distinguir, tomé sus zapatillas a un costado de la cama, y lo cargué a pesar de ser un poco pesado.
En el camino a la sala Eloy pareció estar despertando.
Divisé a Cassie esperando con una sonrisa en el rostro.
Al llegar le entregué a su pequeño hermanito en brazos y sus pertenencias.
—Gracias Pia, mañana lo traigo a la misma hora de siempre—se despidió la castaña.
Me despedí de la castaña y cerré la puerta; normalmente así finalizaba mi rutina, pero hoy con la presencia de ambas chicas parecía que se extendería un poco más.
Sería bueno reflexionar un poco.
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