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|CAPÍTULO NUEVE|

Perspectiva; sagitario: Sarah Hellsing (multimedia)

Amarré mi cabello para que no molestara mientras corría, apenas llevaba una vuelta y ya estaba agotada; definitivamente la clase de deporte no era mi favorita.

Intenté no detenerme pero mis piernas ya no dabas más y los gritos irritantes del profesor no eran en lo absoluto alentadores.
Aprovechando el pasar frente a las gradas me escondí tras de éstas son que nadie lo notara.

Realmente nadie nunca lo hacía.

Coloqué mis manos sobre mi rodillas recargando mi cuerpo e intentando regular mi respiración.
Sentía mis mejillas arder por el sofoco provocado por el sol; definitivamente esto dejaría secuelas en mi piel ya que está solía ser demasiado sensible.

Unas voces se escucharon a mis espaldas y no pude evitar tensarme asustada en mi lugar. Rápidamente me recompuse y me escondí tratando de no ser descubierta.

— Deja de mentir Esther—miré curiosa desde mi escondite al escuchar el nombre de mi amiga.

—No tengo porqué hacerlo Tara, deberías involucrarte en tus asuntos.

Las tres chicas estaban a unos pasos de mi, pero no parecían notar mi presencia al estar concentradas en lo suyo. Me sorprendí al ver a Tara y Cassie junto con Esther; aquellas chicas a mi amiga no le caían en lo absoluto, tal vez por el hecho de que Cassie y Tara estaban en un trono invisible, a pesar de la reputación de sus madres se sabía que eran chicas humildes y trabajadoras. Aquello no hizo más que atraer hombres a ellas, solían ser un blanco fácil para los idiotas de aquí ya que las consideraban chicas hogareñas a las cuales podrían tratar más fácil como sumisas.

—Sabes que eso no es correcto; si alguien te está obligando a hacerlo puedes decirnos—intervino Cassie.

Claramente Esther tendrá mucho que decir después de eso.

—¿Podrían dejar de actuar como unas santas?—soltó la rubia con desagrado.

Esther me había dicho desde hace mucho que aquello era lo que más odiaba de ese par. Las consideraba chicas falsas, desde su perspectiva alguien no podía ser tan correcto. Debían tener algún defecto, no era posible que fueran tan perfectas como aclamaban los estudiantes.

—Como ya dije, lo que haga o no es mi problema y ustedes no tienen porqué intervenir; dejen de actuar como si mi vida les importara, soy una simple desconocida y hasta ahora se han dignado a dirigirme la palabra desde que entré a este estúpido colegio, ¿y ahora lucen tan preocupadas? dejen de ser tan patéticas—dijo Esther a la defensiva, haciendo que sus acompañantes se sorprendieran.

La más ofendida por lo dicho por la rubia pareció ser Cassie la cual frunció su ceño a la defensiva.

—Intentabamos ayudarte; conocemos más de ese negocio de lo que tú en tu puta vida de niña rica.—contraatactó la castaña mientras que Tara intentaba retenerla en vano—Vender tu cuerpo no es algo agradable y tú siendo una menor de edad menos deberías hacerlo.

Que demonios...

Intenté no soltar un jadeo sorprendida por lo que Cassie acababa de decir.
¿Esther vendía su cuerpo? no puede ser posible... al menos eso creía.

Cassie y Esther parecieron chocar en cuanto a sus actitudes, ambas siempre a la defensiva.

—Que tu madre sea una prostituta no te hace conocer ese mundo, además que el trabajo de tu madre y el mío son completamente distintos; yo no me paro en una sucia esquina.

—Eres una simple inmadura debe-

Tara se interpuso entre ambas evitando que la situación pasara a mayores.

—Basta.—dijo con voz severa para luego mirar a a Esther—Solo queríamos brindar ayuda pero ya veo que no la necesitas.

—Vaya al parecer tú si captas las cosas—exclamó la ojiazul mirando mal a Cassie.

— Maldita malagradecida.

Cassie ya cállate—Esther miró con burla a la castaña que fue reprendida.—, mejor vámonos.

Ambas chicas se retiraron dejando a Esther sola, la rubia quitó su sonrisa burlona al ver que las chicas se habían ido.
Pensé en salir y encararla pero no tuve el valor... hasta que la ví recostarse sobre el cesped y llorar.

Nunca la había visto tan vulnerable.

Me agaché a su lado y coloqué mi mano sobre su hombro haciendo que subiera su mirada su mirada acuosa hacia mi lado.
Inmediatamente pareció sorprendida más sus sentimientos parecieron dominarla ya que se abalanzó sobre mi abrazándome llorando a mares.

—¿E-escuchaste todo, cierto?—habló titubeante en un hilo de voz.

—Sí...—simplmente pude decir mientras la abrazaba—Esther yo... quiero que sepas que cuentas conmigo.

Un sollozo fue la única respuesta que obtuve luego de hablar, se desahogó por varios minutos sobre mi hombro soltando las lágrimas que quién sabe desde cuándo retenía y me sentí pésimo... ¿por qué era tan inconforme?...

¿Por qué somos tan inconformes?

—Me odio Sarah, como no tienes idea—se separó rompiendo la unión, su mirada se mantuvo al frente perdida entre pensamientos, decidí guardar silencio ya que mi mente estaba en blanco, no sabía si preguntar o simplemente callar—. Y-yo... solo quiero mi antigua vida; no pertenezco aquí.

Sabía a qué se refería. A pesar de llevar un año aquí se notaba a leguas que Esther no se acostumbraba y quién lo haría teniendo antes una vida tan perfecta, rodeada de lujos, el deseo de una adolescencia divertida y alocada, sin monotonía ni ataduras.

Solté un suspiro, quise decir que la entendía, pero realmente no lo hacía. Nuestras situaciones eran completamente opuestas aunque el objetivo era el mismo, yo quería entrar a una vida nueva siendo la adolescente de ensueño y ella deseaba lo que siempre tuvo y perdió.

—Te entiendo...

Por ahora era lo más apropiado para decir aunque fuese mentira.

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