De una fuga y otros desastres...

By Jhullyhanha

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❝Dos amigos se meten sin invitación en una fiesta de disfraces. Cuando piensan que todo será una aventura per... More

♛Sinopsis ✏
CRAYONCITO EN FÍSICO
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By Jhullyhanha

—Tu código será el cero, cero, cinco —dije a Martina—. Cada vez que hagas una buena venta puedes darle al cliente un código de barras con ese número para que en caja quede constancia de que tú lo vendiste. Cuando se supera cierta cantidad de ventas a fin de mes, nos dan comisión.

—Entiendo.

—Has aprendido bien, no sé qué más te falta. Ya te he contado de todo y solo nos llevó una semana.

—Soy algo lenta para buscar las cosas.

—Ah, pero eso es cosa de práctica, no de saberlo.

Martina se encogió de hombros, sonriente y orgullosa. Llevando ya seis días con ella, me agradaba demasiado. Resultó que teníamos cosas de qué hablar cómodamente —aparte de lo estrictamente del trabajo— y que fue fácil conectar con ella; ni una sola vez había mencionado su fiesta de disfraces o que había cumplido años recientemente o que era adinerada, su humildad era lo que más me gustaba de ella, su forma de tratar a las personas y de ser consigo misma; era mi tipo de amiga.

Su hermano no volvió jamás a recogerla y eso me alegró, ni siquiera se había mencionado su nombre en ninguna conversación y de esa manera mi mente dejaba pasar la paranoia y me convencí de que ni ella ni su hermano sabían que Elías y yo éramos los de la fiesta.

—Isa, te quiero invitar a ti a Elías a la pista de patinaje —soltó Martina de repente. La miré con las cejas en arco, algo sorprendida por sus palabras pero desvié la mirada rápidamente porque se sonrojó y no quería hacérselo incómodo—. Tengo boletas de cortesía así que no debemos pagar la entrada.

Elías y yo habíamos visto la publicidad tóxica de la pista de patinaje y digo tóxica porque estaba en absolutamente todas partes de la ciudad —incluso mi padre había puesto en la entrada una gran cartelera al respecto para incentivar la venta de patines— y aunque habíamos discutido sobre si ir o no, al ver los precios para entrar, desistimos. Era solo hielo y la entrada nos costaría dos días de trabajo, no era viable ni conveniente.

—Vaya, eso es muy amable —dije. Para mí esa invitación era demasiado porque algo me decía que las boletas no eran de cortesía sino que ella las iba a pagar y me daba una vergüenza tremenda aceptarlas—. ¿Dónde conseguiste boletas?

Sé que sonó un poco imprudente, pero sabía que tanto Elías como yo seríamos incapaces de dejar que nos pagaran algo tan costoso así no más. Ya le habíamos tomado aprecio a Martina y no era necesario que hiciera semejante cosa por nosotros.

—Voy a clases de ballet y una de mis compañeras es hija de uno de los patrocinadores de la pista de patinaje así que tiene muchas entradas. Le pedí varias y me las dio.

—Si no es molestia...

—Claro que no. Quiero invitarlos. La pasaremos genial, iremos el día de inauguración así que el hielo estará sin tantos rayones aún, ¿qué dices?

—A mí me encantaría —dije sincera, con una gran sonrisa—. Le preguntaré a Elías, pero sé que dirá que sí. Y les agradas a mis padres así que no se negarán a dejarme ir.

De la emoción acepté sin más, sin siquiera pensar que el hermano de Martina podría estar por ahí. Supuse tontamente que si él iba a estar ella me lo diría primero, pero luego consideré que ella no tendría por qué decirme nada, después de todo, Elías y yo solo éramos invitados desconocidos e inocentes... eso éramos, sí, solo invitados, nada más así que no había nada qué temer, ¿no?

Pues sí temí... y más cuando unos días después el hermano de Martina llegó al almacén en calidad de comprador. Martina estaba ocupada con un cambio de producto de un cliente y Elías estaba en la bodega con mi padre revisando unos pedidos que recién llegaban así que para fines prácticos solo yo estaba para atenderlo.

Palidecí cuando lo vi entrar y con toda la valentía del mundo me escondí en un pasillo y fingí estar organizando guantes mientras mi mente estaba pendiente de que él no se me acercara. Pensé solo en Elías y en sus palabras repetidas mil veces de que no había manera de que nadie en el mundo supiera que yo era el crayón en una fiesta al otro lado de la ciudad, me tatué ese pensamiento y la convicción me ayudó a relajar los hombros... de todas maneras esperaba no tener que verlo de frente.

Y claro, lo que yo esperaba, no se dio.

Me había quedado tan empecinada en acomodar guantes que mi oído no fue capaz de escuchar los pasos de alguien que se acercaba sino hasta que estuvo tan cerca que me tocó el hombro.

Me giré y vi al príncipe de la fiesta, pero en ropa de civil: una enorme y mullida chaqueta negra y un jean de un azul claro; tenía un gesto amable y no había ni una sola pista en su rostro de que me conocía de algún lado o de que venía a hacer reclamos. Eso me dio valentía y recordé que estaba trabajando así que lo saludé con mi mejor sonrisa de atención al cliente.

—Buenas tardes.

—Buenas tardes, ¿me puedes colaborar con unos patines?

—Claro que sí. ¿De hielo o de ruedas?

—De hielo.

—Sígueme.

Mi mente estaba tan concentrada en no meter la pata que no relacioné su compra con el plan de Martina, de hecho por esos minutos con él se me olvidó por completo el plan de Martina, solo quería atenderlo, dejar una buena impresión y luego que se fuera para siempre.

Recordé vagamente que el día que me había visto afuera del almacén sentí que me odiaba por cómo me miró, pero también estaban los factores de que ya estaba un poco oscuro, que había un aire denso por el clima frío y que yo técnicamente lo miré aterrada así que no era sorpresa su expresión, quizás incluso pensó que yo estaba demente (todo eso también lo dedujo Elías cuando le conté). Esperaba que él no lo recordara y al parecer así era porque no actuaba extraño. 

Llegamos al pasillo de los patines y me detuve.

—¿Buscas algo en específico?

—Que sean sencillos, son solo para patinar en la pista, pero que sean resistentes. Si es posible que sean negros.

Tomé del segundo estante un par de los de buena marca —y costosos porque el trabajo es trabajo y quería comisión— y los saqué del empaque para mostrárselos.

—Estos te pueden durar muchos años, son muy resistentes y prácticos. La cuchilla es suave y desliza de maravilla.

—¿Los has probado?

Usó un tono bromista y cuando lo miré me sonrió de lado con una de sus cejas levantadas. Reí entre dientes y usé mi buena táctica de ventas que al ser yo una adolescente bonita me funcionaba con jóvenes y viejos: ser encantadora.

—En el reglamento del empleado se estipula que debo decir que sí y que me han parecido la mejor experiencia de mi vida.

—¿Y la verdad?

—Es que no. No los he probado porque hace años no patino, pero sí soy sincera al decir que dos clientes que los han comprado dan buenas referencias. Son una marca reconocida a nivel nacional así que por calidad estamos bien, no saldrás estafado.

—¿Y si se dañan?

—Tendrías que ser un huracán completo para dañarlos pronto —aseguré—. O ponerte a bailar flamenco salvaje en la pista de hielo.

Solo logré escuchar una risa honesta de su parte, pero no dijo nada más de inmediato. Sentí que me observaba fijamente así que levanté la mirada y supe que sus ojos negros seguían siendo igual de bonitos con o sin el aire principesco del disfraz, además, tenía unas pestañas larguísimas, de esas que las chicas adineradas pagan por tener. El contacto de miradas se prolongó un par de segundos más de los establecidos hasta que él habló:

—¿Te he visto antes?

Isabel.exe dejó de funcionar al notar —o imaginar— que pulía la misma mirada maliciosa del príncipe cuando me dijo que sabía que yo era colada en su fiesta. Me sentí enrojecer y lamenté no tener antifaz esta vez para ocultarlo; pasé mis manos por mi cabello en un acto reflejo de nervios y sonreí de nuevo aunque esta vez me salió más fingido.

—No creo.

—Sí, estoy seguro de que sí. Personas como tú no se me olvidan.

La lengua se me empezaba a enredar y quise toser varias veces pero tragué saliva y me controlé un poco más. Véndele los patines y que se vaya, me dijo mi interior, pero mi exterior es pendejo y siguió hablando:

—¿Personas como yo?

—Bonitas y de ojos verdes —confirmó.

Escuchar el "bonita" me activó un interruptor que me dijo que él me confundía porque con mi disfraz de crayón era imposible que nadie me llamara bonita, ni Diosito se atrevería a tanto; solamente los adjetivos "graciosa", "absurda" o "ridícula" eran admitidos.

Actitud encantadora, me recordó mi interior, queremos vender y él no nos conoce.

—Lamento decirte que con halagos no obtendrás descuento.

Esta vez sí rio y ese sonido me pareció que hacía eco pero eso fue una mala pasada de mi imaginación nada más.

—Yo creía que sí. Qué lástima.

—Lamento decepcionarte.

—Lamentas muchas cosas al parecer. —Juro que en mi mente eso sonó en doble sentido y estuve a nada de decirle que también lamentaba lo de la fiesta, tuve que morderme la lengua para no decirlo—. Pero no, no lo decía por descuentos, de verdad te he visto antes.

—Lo dudo. Jamás te he visto.

—Claro que sí. —Ya no había duda en su voz, sino una convicción muy fuerte. Mi corazón se aceleró—. Es que estabas vestida diferente.

Tragué saliva.

—No... yo...

—Y huiste.

Dios bendito, ahí fue donde supe que ya había valido un cuerno mi mentira.

Jesús bendito, mis crímenes me alcanzaban. Crayón Amarillo había sido descubierto. ABORTEN PLAN DE NEGARLO TODO.

Él lo sabía, lo sabía, lo saaaaaabe, gritó mi interior. Lo miré a los ojos y el brillo malvado no lo había abandonado aún; tenía el empaque de los patines en las manos y me tenté de correr una vez más, pero estaba en el almacén, no es su fiesta y no podía huir a la vista de mis padres o en todo caso, él podría volver.

Ya estaba, iba a aceptarlo y a rogarle que no le dijera a mis padres, a decirle que cuánto valían los bombones de chocolate que me comí en su dichosa fiesta y se los pagaría, incluso consideré regalarle los patines carísimos y pagarlos con dos meses de mi sueldo, todo para que no me odiara y se vengara.

Tragué en seco dispuesta a decirle todo; tal como imaginé él siempre supo quién era yo y solo esperaba el momento indicado; pensé en lo tonto de Elías que me tranquilizó sin fundamentos. No volvería a hacer una travesura de esas, todo estaba jodido con mi mala suerte.

—Puedo expli...

—Claro, hace unos días ibas saliendo a botar la basura y te vi —me interrumpió y casi pude ver la bola de demolición que tumbó mi dignidad. Me quedé mirándolo entre boquiabierta y aliviada, parpadeando como si tuviera un mugre en cada pupila—. Mi hermana trabaja acá, ¿no me recuerdas?

—Yo... bueno... —vacilé tanto que me dolió la espalda por la tensión—. Veo... veo mucha gente a diario, lo lamento...

—¿Y a todos los miras con ese gesto de susto? ¿tan aterrador me veo?

Negué con la cabeza, aturdida, incluso imaginé que tenía un tic en el ojo derecho.

—No te ves aterrador, eres atractivo. —No hay manera de explicar el calor tan salvaje que sentí en la cara pese a que afuera estaba a menos de seis grados—. Es decir...

—Lamento decirte que con halagos no harás mejores ventas.

Agaché la mirada porque verlo me aterraba y me distraía a partes iguales, el suelo se me hizo mejor punto focal y analizándolo varios segundos pude respirar hondo y volver a ser dueña de mí misma. Compuse de nuevo mi sonrisa de atención al cliente y levanté con más confianza el mentón, decidida a dejar la conversación hasta ahí.

—¿Algo más en lo que pueda ayudarte?

El desconocido aún-sin-nombre negó con la cabeza sin abandonar esa sonrisa divertida de sus labios. Quise preguntarle si reírse de las personas era un hobby de la gente adinerada, pero mejor me callé, no quería que mi propio padre me despidiera por lengüisuelta

—Creo que llevaré estos —dijo, levantando el empaque de los patines—, muchas gracias.

—Siempre a la orden.

Asentí para mí y di media vuelta, tuve que caminar despacio como una persona normal para no hacer más el ridículo, pero la tonta idea de girar antes de salir del pasillo se atravesó en mi mente y lo hice; el príncipe burlón me seguía mirando sonriente.

No dijimos más, pero esa última mirada me inquietó, algo por dentro —y no diré que era mi paranoia— me dijo que él y yo tendríamos más encontrones de ese tipo y que eventualmente él se enteraría de que yo era el crayón... si es que no lo sabía ya.


Ese Andy es bien maldadoso jajaja

¿Qué les ha parecido el capítulo? ♛

Nos leemos, Crayoncitos ♛ Muchas gracias por leer  ✏

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