Mánchame de libertad || Albal...

By maradramaqueen

8.8K 724 473

Año 2121. La sociedad ha sido dividida en dos mitades inquebrantables: Ivrea Norte e Ivrea Sur. Nadie puede c... More

1. Huir y vivir
2. Otras alas
3. Pureza
4. Libertad en el ruedo
5. Soledad en compañía
6. Corrupción
7. Seda
8. Hostilidad
9. Aceptación
11. Revolución
12. Intuición

10. Templanza

615 59 16
By maradramaqueen

El sonido estridente del portón que se cierra a mi espaldas me sobresalta, pues me he quedado tan absorta en la inmensidad del gimnasio que ahora mismo están viendo mis ojos que ni siquiera me he percatado de que el robot que me ha acompañado se ha marchado, dejándome totalmente sola.

Ni un alma. Literalmente, ni un solo alma.

La enorme nave es blanca impoluta, realmente incluso da lástima manchar el mínimo centímetro cúbico de la sala. Pero, sin duda, lo que más me asombra es toda la tecnología punta de la que disponen. Varios aparatos que deduzco que deben ser usados para la defensa personal y la batalla están colocados sobre la pared, sujetos por unas barras de luz de un azul tenue bastante relajante.

Avanzo un poco por la sala y mi boca se va abriendo cada vez más por el asombro que siento al estar en un lugar tan fascinante. Ni siquiera parece un lugar para combatir, más bien parece un sitio de esos relajantes al que yo siempre he fantaseado con visitar. En Ivrea Sur no hay de eso tampoco, pero según me han contado los más viejos y sabios de mi tierra, los lugares y las personas que dan masajes y relajación son bastante famosos por aquí arriba. Y, sinceramente, moriría por darme un homenaje alguna vez, ya que tanto tiempo pasaré en esta tierra tan tecnológica.

Ya que me han retenido y piensan tenerme prácticamente esclavizada para la familia más rica del mundo tal y como se conoce ahora mismo, espero que, como mínimo, me concedan algún caprichito.

-Tú debes ser Natalia.

El impacto de una voz grave y ronca a mis espaldas hace que me tiemblen las rodillas del sobresalto por un segundo e, inconscientemente, me giro ipso facto hacia el culpable de mi canguelo con una postura más defensiva de lo normal.

Tal es mi defensa que a punto estoy de agarrar la mano del que mi cuerpo ha detectado como agresor y derribarlo de un solo giro de muñeca. Por suerte, no acabo de hacerlo antes de que mis ojos den con el sonriente fortachón que me observa con el ceño levemente fruncido.

-Perdón por asustarte. –junta las palmas de sus manos en una señal de disculpa. –Mi nombre es Joan y soy una de las máximas autoridades en el ejército de Ivrea. Ya me han avisado de que vendrías.

-Yo me llamo Natal... ¡Joder! Eilan, me llamo Eilan. –respondo, dándome una palmada mental en la frente. Creo que tardaré más de lo que pensaba en adaptarme a mi nuevo nombre. Pero es que es superior a mis fuerzas no poder usar el nombre que me puso Noemí, ese por el que siempre se me ha conocido. Es como si estuviesen robándome parte de mi identidad.

-Encantado. Ten. –sin previo aviso y sin darme margen de pensamiento, el tal Joan me lanza al aire lo que parece ser un sable sin hoja.

Lo agarro por el mango negro de acero con toda la destreza de la que dispone mi sistema nervioso y lo dejo erguido. Pesa mucho menos de lo que imaginaba, pero me parece normal dado que no es como los que siempre he acostumbrado a ver. Este tan solo tiene mango y un pequeño agujero donde se deduce que debería ir la hoja o, en su defecto, algo cortante; afilado y letal.

-Vaya, buenos reflejos, Eilan. –me felicita el soldado, acercándose hacia mí con una postura y unos pasos bastante oficiales y elaborados. –Tienes más destreza de la que imaginaba, tienes pinta de ser buena en esto.

-Me he criado en la calle así que sí, me considero bastante buena en la defensa y en los reflejos. –hincho mi pecho, pues siento bastante orgullo de ser quien soy pese a las condiciones bajo las que he vivido siempre. Al fin y al cabo, gracias a esa lucha diaria hoy día puedo presumir de ser una persona sin miedos ni complejos, sin temor a nada, pues sé de sobra que siempre conseguiré solucionar cualquier problema que se me ponga por delante, por más difícil que se vuelva el asunto.

-¿En la calle? Un momento pero, ¿tú no eras la protegida de Noemí?

Frunzo el ceño al escucharlo decir eso y, de repente, me intereso por hablar con este chico que parece saber más de lo que imaginaba. -¿Y de qué conoces tú a Noemí?

El chaval cierra la boca al momento, bajando su mirada simpática de mis ojos felinos y alerta. Pero yo no permito que guarde silencio e insisto para que cante por esa boca.

-Sabes algo, ¿verdad? Algo han tenido que decirte de mí y de Noe. ¿Por qué me tienen retenida, Joan? ¿Qué coño buscan de mí para no dejarme escapar? –alzo la voz más de la cuenta y, cuando me estoy acercando a él con los nervios de punta, el chico musculoso me agarra de la muñeca en la que no tengo la pulsera y aprieta su pulgar contra ella, inmovilizándome y dejándome de rodillas en el suelo.

Suelto un grito ahogado por el dolor que me ha causado la llave calculada. –Primera regla, Eilan. Jamás, pero jamás, te atrevas a levantarme la voz o la mano. Ni a mí ni a ninguno de mis compañeros o pseudobots. ¿Queda claro? –yo no contesto, me muerdo la lengua de la rabia que siento al saber que estoy siendo sometida y no puedo escapar. –Te estoy preguntando que si queda claro.

-Que sí, joder, hostia puta. –me suelta dejando de lado toda su fuerza y yo me incorporo con la poca dignidad que me queda.

Puedo permitir que me quiten la comida, la bebida, el sueño o incluso una mano. Pero lo que jamás podré tolerar es que me arrebaten mi dignidad o mi identidad. Eso no puedo soportarlo. Me duele perderlas y quitármelas es el equivalente de arrancarme una parte de mi alma.

-Bien. Siento si te he hecho daño, es el protocolo que debemos seguir y que debe ser respetado. –explica él, atusándose el uniforme también blanco impoluto. Se parece al uniforme de los hombres que me maniataron y vendaron en Ivrea Sur, aquellos que pude ver poco antes de que prácticamente me secuestraran.

-Ya, pues la próxima vez te podrías ahorrar el numerito. A mí, si me explicas las cosas sin violencia, también me entero. Aunque pienses que soy un animal salvaje.

-Lo sé, lo siento. Pero espero que no volver a tener que verme obligado a repetirlo. –intenta sonar amenazante, pero realmente parece un joven león compasivo. No comprendo cómo ha podido llegar a alcanzar un puesto tan alto comportándose de esa forma. –Bien, Eilan. Malos rollos fuera, me gustaría ponerte a prueba un poco, para ver cuál es tu talla de autodefensa y estrategia. Así podría asignarte un rango y comenzar desde ahí. ¿Te parece?

-¿Ahora me preguntas y me tienes en cuenta? Pensé que aquí hacíais las cosas por obligación, no pidiendo permiso. –vacilo yo, pensando muy bien en todo lo que digo.

-A mí nunca me ha gustado hacer las cosas a la fuerza, por increíble que te parezca.

-Y ahora me dirás que gracias a ello has llegado tan lejos y has conseguido ser quien siempre has querido ser y bla, bla, bla.

-Pues vaya, no vas muy mal encaminada, ¿tanto se me nota? –intenta mantenerse serio, pero la media sonrisa ladeada que dibuja su rostro le delata. Parece que se lo está pasando bien en esta batalla verbal y eso me gusta. Tiene pinta de ser un chico cuya inteligencia va más allá de la muscular y defensiva. Parece ser que también tiene un pensamiento bastante parecido al mío, por mucho que me cueste admitirlo.

-Pues un poco, musculitos.

-No me llames así. –suelta, tajantemente. Pero estoy acostumbrada a leer demasiado bien a las personas como para saber que no lo he ofendido de verdad.

-Perdón, ¿te viene mejor sargento musculitos?

Acto seguido y sin que yo me lo espere, me lanza un objeto hacia el rostro. En apenas medio segundo he logrado reaccionar para alcanzarlo a tiempo con mi mano derecha y comprobar qué es.

Una daga. Una daga luminosa y afilada que desprende demasiado calor para ser casualidad. Un arma letal e incandescente que podría haberme matado con tan solo rozar mi piel. Lo miro, desafiándolo con la mirada mientras sonríe satisfecho.

-No se te da nada mal, larguirucha. –se mofa. Cada vez está más alejado de mi posición y ya ni siquiera se molesta en esconder sus dientes rectos e impolutos. –Ahora lánzamela con todas tus fuerzas. Debes darme en el pecho. Con precisión. Sin que te tiemble el pulso. Con toda esa rabia que guardas.

Yo frunzo el ceño, más confundida por la actitud del entrenador a cada minuto que paso a su lado. Miro la daga que sostengo por el mango, tan brillante que ciega mis retinas con solo fijar la mirada en ella. Es preciosa, un objeto tan letal como bello. Tan cautivador como peligroso.

-¿A qué estás esperando? ¿No te habrás acojonado? No creo que seas de esas, ¿o me equivoco? –Joan continúa buscándome las cosquillas. Nos conocemos desde hace apenas unos minutos, pero el chaval ya sabe bien cómo tocar mis nervios para sacarme de quicio. Conoce casi a la perfección donde pinchar para que termine explotando.

Y tonta de mí, al final termino siguiéndole el juego.

Con una precisión que apenas me cuesta tantear y una velocidad que llega a romper la barrera del silencio, lanzo la daga hacia el horizonte, justo hacia el lugar donde se encuentra el entrenador, que no se inmuta ni un milímetro de su sitio.

El arma no tarda más de dos segundos en llegar hacia su posición y apenas soy consciente de que el tiro puede llegar a ser mortal hasta que está a punto de rozarlo.

Sin embargo, y para mi sorpresa, la daga luminosa se desintegra de la nada cuando llega a su lado, y me parece haber visto una breve capa brillando alrededor del cuerpo de Joan antes de que esto pasase. Mis labios se separan de golpe, casi sin pretenderlo. El chico sonríe y se acerca hacia mí con pasos garbosos y firmes, sosteniéndome la mirada pero sin mostrar un atisbo de rivalidad o desafío.

-Muy bien hecho. Era un tiro directo al corazón y eso es muy difícil de conseguir con este tipo de armas. –reconoce cuando está a un palmo de mí. Su frente parece brillar de sudor a pesar de que en el recinto hace bastante más frío que en el exterior. –Cuando te entrenes un poco más llegarás a ser una digna rival para mí.

Proceso sus palabras poco a poco cuando logro salir del shock que me ha supuesto el presenciar esa defensa sacada de una historia de ciencia ficción. -¿Cómo has hecho eso?

Joan suspira antes de esbozar una sonrisa limpia y parece meditar su respuesta antes de contestar a mi pregunta. –Bueno, digamos que la respuesta no entra dentro del temario del primer día, larguirucha. –antes de poder protestar por la inutilidad de su contestación, él vuelve a abrir la boca. –Hemos acabado por hoy, Eilan. Mañana vuelve a pasarte por aquí y empezamos a practicar algo con las espadas de luz y las llaves.

Al instante, el mismo robot que me había acompañado hacia la nave, aparece por la puerta y me lleva hacia el interior de la enorme mansión dispuesta de tecnología punta, hacia la habitación que me han obligado a compartir con la hija mimada del gobernante. Resoplo inconscientemente con tan solo pensarlo.

-Que pase buena noche. –me desea la máquina modernizada, con una voz que a mí me recuerda de sobremanera a los robots gigantes del Sur cuando pedían, sin ninguna paciencia, que los transeúntes que paseaban por las calles se retirasen para proseguir con su camino si no querían que les arrollasen con sus enormes patas de acero indestructible. –Que pase buena noche usted también, señorita Alba.

Acto seguido, la máquina blancas se retira, cerrando la silenciosa puerta a su salida.

Y entonces, me giro hacia el interior de la habitación para descubrir a la dueña del cuarto, que ni siquiera se ha inmutado al verme entrar.

Alba está medio sentada en una silla de espaldas a mí, o más bien está de rodillas sobre esa silla y su espalda se curva hacia abajo en dirección a su mesa informatizada. Lleva una prenda de ropa negra y manga corta a la que no sé ponerle nombre y que es bastante holgada y ancha y cubre todo su torso. Sus pantalones son muy diferentes a los que vi esta mañana, son de color gris, y muy ceñidos a sus piernas finas que provocan que trague saliva de un golpe seco.

Al estar de rodillas y levemente encorvada, no puedo evitar fijarme en que su culo apunta fijamente hacia mi dirección, siendo completamente inevitable que me fije en él.

Vamos a ver, la chica me sigue pareciendo bastante odiosa e irritable, pero eso no quita que tenga un cuerpo hecho para el pecado y un trasero que desata la imaginación de cualquier persona mínimamente racional. Es totalmente inevitable y yo sigo siendo una persona humana que tiene sentimientos y necesidades.

-¿Te vas a quedar ahí parada o tienes intención de hacer algo? –murmura la rubia de forma cortante, sin dejar de lado su concentración en lo que sea que está haciendo. Parece bastante interesante para ella.

Suspiro y ruedo los ojos antes de quitarme la horrorosa camiseta blanca del uniforme de un tirón para quedarme completamente desnuda de cadera para arriba.

-¿Dónde está mi cama?

-Pff. –resopla antes de soltar un cachivache parecido a uno de los trozos de grafito con los que solía dibujar yo en casa de Noemí, pero mucho más recto y de un aspecto bastante elegante y avanzado. Me pregunto si también servirá para dibujar. –Te voy a enseñar a sacarla, pero no vuelvas a molestarme más mientras escribo, ¿de acuerdo? –se levanta y, aún de espaldas a mí, su voz se mueve en un intento de amenaza que no le surte efecto, pues más bien me causa risa.

¿Quién se ha creído esta que es para hablarme de esa forma?

-¿¡Qué haces!? ¡Ponte algo de ropa! –cuando se gira, se ve obligada a taparse los ojos con sus dos manos para evitar observarme desnuda.

-¿Qué pasa? Yo siempre he dormido sin nada de ropa. –le suelto, pues para mí es lo más normal y corriente del mundo.

-¡Pero es que esto no es la chabola donde solías dormir antes, joder! Coge la camiseta del pijama que hay bajo mi almohada, por favor. Ya cogeré yo otra cosa para dormir.

Me muerdo la lengua para no decirle algo de lo que más tarde acabaré arrepintiéndome y me visto con la camiseta rosa y sin ningún adorno que me aprieta un poco. Parece ser dos tallas menos que lo que acostumbro a vestir. –Ya puedes abrir los ojos.

Ella se acerca a la cama sin decir nada y yo me limito a contemplar como con un chasquido de dedos un panel digital parecido a los que tenía Noe en su casa asoma de entre la pared que colinda con su cama.

-Atiende. Cuando chasquees los dedos aparecerá esto. Ahora solamente tienes que apretar este botón. –lo pulsa, provocando que otra cama idéntica asome por debajo de la suya, abriéndose también las sábanas en el camino. -¿Lo has pill...? ¡¿Me estás mirando el pecho, Eilan?!

Ante su llamada de atención, tan solo puedo elevar mi mirada hacia sus chispeantes ojos llenos de una frustración repleta de fuego que intentan intimidarme, pero que no logran su cometido.

Me muerdo el carrillo para aguantar la risa que fluye por mi garganta y que se queda atascada ahí. Se nota a leguas que esta tía es una niña pija y mimada que se escandaliza ante el más mínimo acto carnal y sexual y que tacha de obsceno el tener ojos para observar aquello que te atrae sin filtro.

Costará adaptarnos a la convivencia obligada, pues venimos de universos completamente diferentes que, de ser juntados, colisionarán más tarde o más temprano, provocando un impacto de magnitud estratosférica que acabará causando estragos.

-Tampoco te lo tomes tan a pecho, rubia. –no puedo evitar soltar una carcajada ante mi chascarrillo poco trabajado. -Los ojos van adonde les llaman. Y digamos que tus tetas pues... pues que estaban gritando mi nombre.

-¡Dios! –emite un grito de frustración que deduzco que viene acumulada por otra serie de circunstancias. No creo que el motivo de ello venga de mis palabras. –Mira, si vamos a tener que soportar el vivir juntas tendremos que hacer como que no existimos, ¿me entiendes?

-Claro que te entiendo, no soy gilipollas. –sus palabras empiezan a enfadarme. Parece que me culpa a mí de haber sido retenida en contra de mi voluntad y de haber sido obligada a hacer vida junto a ella. Y eso me quema la paciencia de sobremanera.

-Pues muy bien. A partir de ahora tú a lo tuyo y yo a lo mío. Solamente nos hablaremos cuando sea estrictamente necesario. Y nada de mirarme las... el pecho ni de quitarte ropa en mi presencia. –vuelve a dirigirse hacia el escritorio para continuar con aquello que la tenía tan concentrada cuando llegué. –Y si estás trabajando para nosotros, me gustaría que, al menos, me obedezcas un poco.

Un escalofrío recorre mi columna vertebral, al mismo tiempo que tengo que apretar mis puños cerrados para evitar perder mi templanza. Serenidad, Natalia, serenidad.

Y así concluye mi primer día como trabajadora del gobernante. Me tumbo en la cama auxiliar, sorprendentemente mullida y cómoda y me arropo con esas sábanas tan confortables de las que dispone. Me asombro, pues nunca pensé que mi espalda necesitaba un buen colchón sobre el que dormir hasta que lo he comprobado. Aún así se hace raro. Se supone que debo dormir durante toda la noche del tirón.

Resoplo. Yo nunca he dormido más de tres horas en la noche. Mucho menos por el día, claro está. Me agobia el simple hecho de pensar en tener que estar quieta, postrada en esta cama que ahora se me antoja más una cárcel.

Están intentando insertar en la civilización a alguien que jamás ha pertenecido a ella. Están tratando de mantener retenida a una persona que ha nacido en la libertad de un mundo rudo y hostil. Pretenden arrancar la forma de ser a una chica que nunca ha tenido un solo pelo en la lengua, que ha crecido siendo libre para expresar todo lo que se le pase por la cabeza.

Giro la cabeza hacia Alba. Está moviendo el artefacto negro con su mano derecha, creando unos símbolos en el escritorio que no sé identificar. Alguna vez los he visto en casa de Noemí, creo que se llaman 'letras', pero no estoy del todo segura. Parece que es bastante interesante, me recuerda a aquellos días en los que me paraba a dibujar la naturaleza cambiante del patio de mi hogar en Ivrea Sur.

Sonrío al ver que la niña mimada saca su lengua para centrarse más en su trabajo y suspiro.

Qué difícil se me va a hacer contener mis impulsos cuando yo jamás me he ahorrado ningún sentimiento.

Continue Reading

You'll Also Like

15.2K 962 36
A volte la vita prende delle svolte inaspettate, costringendo a piegarsi in due e a vivere dolori troppo grandi per chiunque. È ciò che succede a Nel...
6.2K 649 9
Manuel fa un incidente in macchina e quando si risveglia scopre di essere sposato con Simone, e che insieme hanno due figli. Già, ma come cazzo è pos...
30.5K 800 38
Dorothy Duranti è una ragazza molto riservata e timida che difficilmente si apre con qualcuno. Joseph Carta è l'esatta copia della ragazza, molto in...
29.2K 2.3K 51
Pietro e Beatrice hanno sempre avuto un rapporto complicato. Lo avevano quando si erano appena conosciuti e, due anni e mezzo dopo, la situazione non...