Gun dormía plácidamente cuando su sueño se vio cortado por el sonido de alguien "hablando" –porque realmente estaba gritando- por teléfono. Odiaba que sus horas de sueño fueran interrumpidas, él debía dormir ocho horas o su mal genio saldría a flote y él no quería eso. Por la misma razón se había negado a tener esa habitación, la que daba justo al enorme jardín de su casa. Su madre lo había obligado.
Se cubrió con las mantas quedando su cuerpo debajo de estas, intentó volver a dormir, pero su sueño se había esfumado. Con un quejido molesto quito las mantas y se sentó en la gigantesca cama.
Se quitó su cubre ojos y su cabeza voló hacia donde se escuchaba el sonido, mataría a quien fuera que se atrevió a molestarlo.
Sus esbeltas piernas se acomodaron al filo de la cama buscando sus suaves pantuflas, cuando las halló, se paró y sus manos fueron instintivamente a su cabello peinándolo ligeramente.
Respiró profundamente para enfrentarse al odioso ser que había osado levantarlo.
Inicialmente él iba a pedirle, amablemente, al extraño que se fuera a hablar a otro lugar. Sin embargo, sus pies lo llevaron hasta el baño. Él realmente odiaba ser despertado, nunca dejaba ver su carácter enojado a los demás, pero cuando algo como esto sucedía, no podía evitar que su demonio interior apareciera.
Él T.E.N.I.A que dormir ocho horas y no lo había logrado.
Llenó un cubo con agua y se dirigió hacia la enorme ventana, la abrió por completo y sin mirar a la persona que estaba gritándole al teléfono, lanzó el cubo con agua.
—¡Largo! —fue lo único que dijo y volvió a cerrar incluso cubrió todo con la cortina. Eso le pasaba por meterse con él.
Sonrió por la travesura cubriendo su boca con ambas manos. Así está mejor pensó. Si se mantenía enojado todo el día, le saldrían arrugas.
Fue al baño nuevamente, esta vez más espabilado, se miró en el espejo. Su piel estaba perfecta, su labios voluminosos y rosas, se notaban humectados gracias a los productos que usaba antes de dormir. Peino su cabello una vez más hacía atrás, era tan negro que hacían contraste con sus ojos miel. Sonrió. Dientes perfectos y blancos. Todo en él le gustaba, menos su estatura, ¿por qué no creció un poco, sólo un poco más? Se preguntó mirándo fijamente su reflejo. Ese era el único complejo que tenía, pues su era vida genial, padres ricos, una inmensa casa, belleza... Tenía prácticamente todo...todo menos amor...
Sacudió su cabeza en negativa. ¿Quién necesitaba amor teniendo todo lo que él tenía? Nadie obviamente. Él no lo hacía.
Con ese pensamiento se deslizó de sus ropas metiéndose en la regadera, el agua caliente toco su piel y se sintió de maravilla, soltando un ruidito de exquisitez se bañó tomándose su tiempo, mientras al otro lado, justo bajo su ventana, se encontraba un Off completamente estático.
Apenas y se había mudado la noche anterior a aquella casa y ya se estaba arrepintiendo. Había salido casi en fuga pues le debía a su casero dos meses y no tenía ni un centavo siquiera. Por suerte su madre le había dicho que necesitaban un jardinero en la casa donde trabajaba, era lo mejor que le pudo pasar, porque incluso le daban un sitio para dormir, y comida.
Pero tales cosas tenían su precio al parecer, como su móvil totalmente destruido, debido a que alguien le había lanzado un cubetón de agua desde una de las ventanas.
Quiso reír, en verdad lo intento, pero ese aparato le había costado todo un mes de sueldo y ahora estaba inservible.
Miró hacía arriba con ira contenida, esperando divisar a la cruel criatura que lo había mojado.
Nada. No había nadie.
Soltando un bufido molesto, se dirigió al pequeño cuarto que le dieron para que se acomodara.
Se tiró en la cama, mirando el techo. Suspiró cansado.
Había estado hablando con Trina, su mejor amiga, porque quería dejar la universidad. Ella reaccionó tan molesta, que lo cabreó hasta el punto en que ambos empezaron a gritarse. Sabía que se preocupaba por él, pero ella no entendía lo difícil que le era pagar sus estudios por el momento.
Se estiró y decidió cambiarse para empezar su jornada de trabajo. No sabía mucho de jardinería pero esperaba que con los tutoriales que había visto la noche pasada, le sirviera para aparentar hasta que le tomara el ritmo a todo.
Unos minutos después salió con el uniforme que le habían entregado muy entrada la mañana, era parecido al que usaban los reos con la diferencia que el color, en lugar de ser naranja, era azul marino. Se sentía extraño, se veía extraño.
Caminó cabizbajo repasando mentalmente los conocimientos previos sobre jardinería. Sonrió irónico, él había pensado que sólo se trataba de regar flores cuando en realidad iba mucho más allá.
Unas risas lo sacaron de sus cavilaciones. Miró hacia el lugar donde provenía el sonido y mirada quedó fija en las personas que estaban alrededor de la mesa desayunando, al aire libre.
Había tres individuos, que suponía él, eran los hijos de los señores Atthaphan. Eran dos chicos y una chica. El más alto era de piel bronceada, musculoso con el cabello perfectamente engominado peinado de lado; la chica llevaba gafas, era alta, delgada, de tez bronceada al igual que el chico anterior. Ellos dos se parecían bastante, mirándolos fijamente notó que podrían ser gemelos.
Involuntariamente su cabeza se inclinó hacia adelante para poder distinguir mejor los rasgos de los, que pensaba él eran, gemelos. Más su estudio se vio interrumpido cuando captó una mirada que iba directamente hacia él.
Uno de los chicos que estaba en la mesa, el que no había mencionado, lo miraba con el entrecejo fruncido. Él a diferencia de los otros dos, era de piel blanca, era pequeño a comparación de sus gigantes hermanos, y tenía un rostro bastante singular. ¿Por qué su rostro se veía como el de un bebé? Pensó. Tenía el cabello azabache un poco despeinado, pero lo que más le llamo la atención, aparte de su cara de bebé –porque sí, se le notaba la piel tan tersa, además de los labios de niña que tenía- fueron sus ojos. Tan diferente a los de los demás, estos eran de un color miel que se notarían a kilómetros, pues el contraste con su negro cabello los hacían brillar.
La pequeña persona alzó una ceja. Vio como sus labios se movían diciendo algo, que por la distancia, no pudo escuchar.
Después de unos segundos, tres pares de ojos lo miraban atentamente.
Cayendo en cuenta de que se había quedado como idiota observándolos, hizo una venia hacía los tres y a paso rápido se marchó de allí.
¿Qué demonios le había pasado para quedarse mirando de manera tan inquisitiva a esos tres? Se regañaba, entre tanto las personas que estaban en la mesa, miraban extrañamente al tipo acosador que estaba fisgoneando mientras estaban desayunando.
—¿Quién ese Joss? —le preguntó Gun a su hermano mayor.
—No tengo idea, pero no se ve mal ¿eh? —contestó en cambio la gemela de su hermano, Ema.
—Por favor, clon uno, deja tus pensamientos pecaminosos por una vez en tu vida. —le respondió. Ella era como la segunda de los tres, aunque habían nacido el mismo día con Joss, por sólo uno segundos de diferencia, éste se hacía llamar el mayor.
—¡Basta los dos! El desayuno se enfría. —les llamó la atención el más maduro de los tres. Gun lo imitó haciendo gestos demasiado graciosos con su rostro, haciendo que su hermana soltara en risotadas. Joss sólo lo miró negando con una media sonrisa, al haber terminado su desayuno, se levantó y le dio un beso en la frente a su pequeño hermano.
—Te amo. — le dijo éste en respuesta.
—¿Para mí no hay beso? —dijo Ema, fingiendo tristeza en su voz. Joss viro los ojos y se acercó a ella dejando un beso en su cabeza seguido de un "te amo" que ella también replicó. —¿Te das cuenta?, a mí me quiere más, muñeca. —le presumió al menor.
Gun le lanzó una rebanada de sandía en la cara.
—No me llames así. —Exclamó levantándose, —Soy un hombre.
Los gemelos rieron con ganas al ver como su hermanito se iba bufando como un niño pequeño por el mote por el que lo llamaban a veces, ellos no lo decían porque supieran algo, no. Lo hacían porque Gun era tan delicado, frágil como una muñeca de porcelana, aparte de su aspecto físico claro está, que lo hacía ver más tierno aún, con su piel suave, mejillas rosadas, labios carnosos color cereza y unos hermosos ojos ámbar.
Los gemelos lo amaban y él a ellos, eran las únicas personas con las que se mostraba como era realmente.
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Mis bellos, hermosos, preciosos...
He traído esta historia hasta Wattpad jejejjeje Para aclarar, no es la que había prometido, la del Gun malo. Esa la subiré cuando termine Impenetrable, sorry por el cap 12 XD.
Esta novela jejeje la estaba publicando en facebook, sin embargo es horrible publicar allí jajaja no puedo editarla bien y eso no me gusta; además siempre me olvidaba de actualizar :( Espero que aquí no me pase XD
Bueno espero que les guste, es algo un poco diferente a lo que suelo hacer, pero que me gusta jejejee.
Nos leemos...