Un Harem para Serena

By Fenixqueen

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Una bella mujer, mayor, disfruta de todos los placeres que puede dar el tener un harem, un harem de tres bell... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 9
Capítulo 10

Capítulo 8

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By Fenixqueen


Hasta que lo conseguí, ¡sí, lo hice! Me salí una vez más con la mía... pasé una noche, bueno, en realidad fue un fin de semana, pero como sea... pasé una increíble noche con Darien y fue porque él así lo quiso, porque me rogó, me suplicó que me acostara con él. ¡Awwww, que felicidad siento, fue increíble! Ese hombre es todo lo que imaginé que seria, es fantástico, fenomenal... es dulce, tierno, apasionado, me encantó haber estado con él y estoy esperando que sea él quien vuelva a pedirme que pasemos la noche juntos, me encanta, me gusta cuando puedo hacer que un hombre como él, como Diamante o como Seiya... Seiya, mi niño travieso... ¿Cómo estarás? ¿estarás bien? ¿te haré falta? Espero que sí porque tú a mí me haces mucha falta...

Me encanta cuando puedo hacer que un hombre tan bello, tan educado y tan interesante como Darien se doblegue ante mí, me gusta, me fascina que me busquen y me rueguen que este con ellos porque infla mi ego, me hace sentir más joven y hermosa, increíblemente hermosa. Me gustó mucho que haya nacido más de él que de mí, me hizo sentir muy especial cuando me dijo que quería saber qué se sentiría estar con una mujer como yo, como si yo fuera algo inalcanzable. Fue increíble y cada que me acuerdo de esa noche me pongo del mejor humor, pero, y aunque fue espectacular, eso me trajo una fuerte pelea con Diamante, tanto que hasta se fue de la mansión, que exagerado.

Y ese lunes más tarde, cuando Darien se había ido para la universidad...

— ¿Entonces pasó muy buen fin de semana con ese?

— Sí, —me reí ante sus celos, que ridiculez. Él tiene mucho tiempo conmigo, debería saber cómo soy— la pasamos muy bien en la cabaña, fueron unos días muy tranquilos. ¿Cómo estuvo todo por aquí?

— ¡Estoy cansado de todo esto, harto!

— No me levantes la voz. —Le pedí con seriedad mientras descargaba mi bolsa sobre una de las sillas del despacho— ¿Qué es lo que te pasa? ¿Cuál es tu agresividad?

— ¡Es usted!

Sentí miedo, nunca antes había hecho algo así. Con la mirada exorbitada, como la tendría un loco, salió de detrás del escritorio y en segundos llegó conmigo, quedó frente a mí y parecía que, hacia un gran esfuerzo por no acercarse, por no tomarme del cuello y ahorcarme...

— ¡Usted se empeña en hacerme daño y yo lo único que he hecho es quererla, amarla! ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué me hace tanto daño?!

— ¿Quieres calmarte? No sé de qué estás hablando.

— ¡¿Cómo que no sabe de qué estoy hablando?! ¡¿Eh?! ¡De usted y de ese imbécil pasando todo el fin de semana juntos! ¡De eso estoy hablando!

— ¿Y? ¿Eso qué tiene? Bien sabes que no somos exclusivos y, cariño, jamás vamos a serlo.

— Ah, ¿no? ¿jamás? — Dio un paso más al frente y de verdad me asustó, en el estado en el que estaba era capaz de hacerme cualquier cosa— ¿Está segura de eso?

— Completamente. Diamante, estás muy alterado y así no podemos platicar. Creo que lo mejor es que me vaya y que...

— No, no se vaya, el que se va soy yo.

— De acuerdo, nos vemos esta noche.

— No, no ha entendido. —Posó ambas manos sobre mis hombros y me dijo, tratando de controlar al animal salvaje que llevaba por dentro...— Me voy definitivamente de la mansión, doy por terminado nuestro contrato.

— No tienes por qué ser tan radical. ¿Por qué mejor no te calmas y...?

— ¡Usted no entiende! — Grité, cuando me zarandeó por los hombros y después me atrajo hasta su pecho, sentí mucho miedo, creí que iba a matarme. Pero luego, y con desmedida fuerza, me acariciaba por todas partes. Nunca sentí tanto miedo como ese día, Diamante estaba como loco. Luego me tomó el rostro en ambas manos con fuerza y me dijo fuera de sí, fuera de control...— Yo siempre la he querido para mí, ¡siempre! Desde que estaba casada con mi tío, siempre la quise para mí...

— Diamante, cariño, me estás lastimando. Por favor suéltame y hablemos, ¿quieres?

— Es usted quien me lastima. —Me respondió y sin dejar de mirarme a los ojos, me dijo...— Le seguí el juego en todos sus caprichos, he aceptado cuanta cosa se le ha ocurrido. Trabajo las veinticuatro horas para usted y todo eso lo he hecho buscando su amor, que algún día se diera cuenta de cuanto la amo, ¿y usted qué ha hecho? ¡¿Qué ha hecho?!

— Diamante, por favor, me estás asustando. —Le dije con dolor, el agarre que tenía sobre mi quijada empezaba a doler— Te lo ruego, suéltame y hablemos.

— ¡Se burla de mí y del amor que le he ofrecido!

Me soltó la quijada y me tomó por los hombros para zarandearme de nuevo.

— ¡¿Por qué? ¡¿Por qué no es suficiente?! ¡¿Por qué no puede quererme?! ¡¿Qué es lo que tengo que hacer para que se enamore de mí?!

— ¡No se trata de ti! ¡Sencillamente yo no puedo querer a nadie después de lo que Zafiro me hizo!

Cuando dije aquello, inmediatamente me soltó. En estado de shock y sin poder creer lo que había escuchado, dio dos pasos hacia atrás y apoyó una de sus manos sobre el escritorio mientras que con la otra se sostenía la cabeza, como si volviera a ser él y no ese ser descontrolado, cegado por los celos, que quería matarme. Luego, y un poco más tranquilo mientras mi corazón latía a mil revoluciones por minuto y varias de las muchachas (junto a Artemis y a dos vigilantes de la mansión) llegaban al despacho, me miró y me dijo, como si por fin entendiera, como si por fin le quedara claro...

— ¿Entonces nunca he tenido una oportunidad?

Negué

— Comprendo.

— Señora, —me dijo Artemis visiblemente preocupado y mientras Diamante tomaba su maletín y se disponía a salir del despacho— ¿está todo bien? Escuchamos gritos y...

— Está todo bien, no se preocupen.

— Adiós, señora Serena. Mañana le haré llegar mi carta de renuncia.

— Diamante, no, espera.

Trate de ir con él, pero Artemis no me dejó.

— Diamante...

— Deje que se vaya, señora.

— Pero él no puede irse así, no puede renunciar ahora que más lo necesitamos y...

— Dele espacio, señora Serena, deje que piense y reflexione bien las cosas. Póngase en su lugar, lo que le está pasando no debe ser nada fácil.

— ¿A qué te refieres con eso?

Me sonrojé y no sé por qué, todos mis empleados saben la relación que tengo con cada uno de mis novios, pero igual, no dejaba de darme vergüenza que un hombre como Artemis, que podría ser mi padre, me hablara de ese tema con tanta naturalidad.

— No debe ser nada fácil enterarse de que la mujer que él ama, que adora, no lo quiere.

— Pero, Artemis...

— No debe ser fácil enterarse que la mujer que amas jamás va a corresponderte.

— Pero, es que yo, yo no quería que...

— Para nadie es ni ha sido un secreto que el joven Diamante siempre ha estado enamorado de usted, señora. Él lleva muchos años obsesionado con usted y, bueno, cuando murió el señor Black y se presentó la oportunidad de conquistarla, no lo dudo ni por un segundo; tanto fue así que rompió su compromiso de matrimonio con la señorita Esmeralda.

— Tienes razón, Artemis. Es cierto que él siempre me ha demostrado su afecto, pero yo desde un principio fui clara con él. Le dije que no esperara de mí nada más que lo que le he dado ya, compañía. No sé por qué se pone así.

— Dele tiempo al tiempo, señora. Dele tiempo para asimilar las cosas.

.

.

¿En qué momento mi vida había cambiado tanto? ¿Cuándo? ¿Cuándo cambió todo de esa manera? Triste, muy deprimida, no se me ocurrió nada más que llamar a mis amigas y pedirles que nos reuniéramos, quería beber, quería tomar toda esa noche por la partida de Seiya y por la de Diamante. Es injusto que me juzguen así, ¿Por qué? Yo a todos dos los quiero, no los amo, pero, carajo, ¡los quiero! No sé por qué se empeñan en lastimarme de esta manera...

— Ay, Sere, amiga... No te pongas así, no vale la pena.

— ¿Cómo que no, Mina? — Dije y me bebi de un solo golpe otra copa de tequila— Claro que me deprime, con Seiya estuve un año y con Diamante llevo tres, ¿Cómo no me voy a deprimir si los dos, casi que, al mismo tiempo, decidieron mandarme por un tubo?

— Amiga, —me dijo una sonriente Lita— bien sabias que eso podía pasar. Ambos son muy jóvenes. Lo de Seiya es completamente comprensible. Es normal que haya buscado una muchacha de su edad y se haya ido a vivir con ella.

— ¿Y lo de Diamante?

— Ay, Serena, ¿te cae? Por favor, —rio una ya bastante tomada Amy mientras servía otra ronda de tragos— ¡eres bien descarada!

— ¡Oye! — Me reí al igual que hizo ella y las demás— No me digas así. ¿Por qué me dices eso?

— Es que solo tú esperas llegar de pasar todo un fin de semana con tu nueva adquisición y que no te digan nada. Era obvio que Diamante se iba a enojar, ¿Qué esperabas? ¿Qué te esperara con los brazos abiertos? ¿O que se sentara a platicar contigo de todo lo que había pasado con el otro en la cabaña durante todo el fin de semana?

— Que hablando del otro...—Dijo Mina con picardía y claro, nos hizo reír a todas— Cuenta, ¿Qué tal tu nuevo chico?

— Sé que Diamante, que mi niño bonito me está odiando por eso, pero, uy, no, niñas, Darien es espectacular.

— ¿De verdad?

Me preguntó Lita muerta de la risa.

— Sí, Lita. Es un muchacho muy dulce, muy tierno y apasionado. Además...

— ¿Además qué?

Preguntó Amy con curiosidad.

— ¡Es enorme!

Ay, que, bueno que decidí salir con mis amigas, esa noche nos reímos tanto de todas mis estupideces, que se me pasó un poco la depresión, lo mal que me sentía por haber perdido a dos de los chicos más espectaculares con los que jamás soñé estar. Me quedé con ellas como hasta las tres de la mañana en ese bar y cuando llegué a la mansión, cuando llamé a Artemis y le pedí que fuera por mí, lo primero que encontré al llegar a mi casa fue a Darien en la sala en una levantadora de seda azul turquí. Uy, papacito, que hombre tan lindo ese... así estuviera enojado conmigo por la hora a la que había decidido regresar, se veía hermoso, muy lindo...

— Hola, Darien.

— ¿Se divirtió? — Dejó el libro a un lado y se levantó para llegar conmigo— Al parecer sí, apenas si puede mantenerse en pie, lo que es muy conveniente para mí...

— ¡Hey!

Me sorprendí cuando me levantó en brazos. Riéndome y sosteniéndome de su cuello, no rechacé el beso que me dio.

— Pero mire nada más lo ebria que está... creo que voy a tener que aprovecharme de usted, ¿quiere?

Asentí muy, muy sonriente.

— Lo que pensé. Mi bella señora Serena, es usted una mujer muy traviesa, creo que voy a tener que castigarla toda la noche, es decir, lo poco que queda de ella, por lo traviesa que ha sido. ¿Quiere que la castigue, mi desjuiciada señora?

Volví a asentir y a reír como lo hacen todos los borrachos, ay, definitivamente me gustan mucho, mucho los castigos de Darien, son muy divertidos...

— Muy bien, vamos a darle un castigo ejemplar para ver si así deja de tomar...

Me llevó hasta la habitación y cuando llegamos ahí, cuando llegamos a mi habitación, me depositó sobre la cama con algo de violencia y me hizo el amor, es decir, lo hicimos. Esa noche no fue tan caballeroso y tan galante como lo fue la primera vez que estuvimos juntos, parecía que si lo había hecho enojar con mi llegada tan tarde porque la forma en la que me besó, en la que me acarició y después me embistió, fue violenta, al otro día no me podía ni levantar. Fue algo agresivo conmigo, pero bueno, nada que no pudiera soportar. Esa noche, es decir, como él mismo lo dijo, lo que quedaba de esa noche, la pasé con él y abrazada a su pecho. Me duele mucho haber perdido a Diamante por eso, pero no me arrepiento, Darien es en verdad maravilloso.

.

.

Al principio pensé que se trataba de una pataleta de Diamante, pero ya han pasado tres semanas desde que se fue de la casa y no va a la oficina, aunque aún no ha pasado formalmente la renuncia, entonces no sé qué pensar. Por la casa no ha ido nada, ni siquiera a sacar sus lujosos y costosos trajes de diseñador, lo que quiere decir entonces que está muy enojado conmigo, él gasta mucho dinero en sus trajes, así que debe estar muy cabreado desde que no haya ido a la mansión ni siquiera a recoger sus trajes. Todos los días, y sin que Darien se dé cuenta, le pregunto a las muchachas por él, por un enojado Diamante que no me contesta las llamadas. Todos los días pregunto si ha llamado o si ha ido, y siempre me dan la misma respuesta, que no, que desde esa tarde en la que había salido tan ofuscado de la mansión no lo habían vuelto a ver.

Pero anoche y mientras cenaba con Darien...

— Mi señora Serena, tengo algo que decirle, pero necesito que este tranquila, que lo tome con mucha calma.

— ¿Qué pasa, Darien? Me estás asustando.

— Se trata de Diamante.

— ¿De Diamante? — No sabía por qué, pero me empecé a poner muy nerviosa— ¿Qué pasa con él? ¿Lo has visto? ¿Has hablado con él?

— Lo que tengo que decirle es bastante delicado. No debería decírselo, porque ante todo está la ética profesional, pero sé que usted lo quiere y que se preocupa por él, lo conoce hace muchos años, es lógico que lo quiera y se preocupe por él.

— Por favor, no le des más largas y dime lo que me tengas que decir.

— Diamante está enfermo, tiene leucemia.

Dejé caer la copa de agua cuando Darien me dijo eso. ¿Qué? ¿Leucemia? Pero yo a Diamante siempre lo he visto bien, en perfectas condiciones. ¿Cómo es eso posible? No, eso no puede ser cierto.

— Eso no puede ser, tienes que estar equivocado.

— No se lo había dicho antes porque no quería decirle nada hasta estar seguro, pero Diamante viene presentando los síntomas de su enfermedad desde hace mucho tiempo.

— ¿Síntomas?

— Sí, síntomas; lo que pasa es que como él tiene un temperamento tan fuerte, la gente se enfoca más en su humor que en sus síntomas. Desde que llegué a esta casa me di cuenta de sus fiebres, de sus escalofríos, de la debilidad y de su acelerada pérdida de peso. También de sus constantes sangrados por la nariz.

— No, no, eso no puede ser. —Me levanté de la mesa agitada, muy ofuscada— Tienes que estar equivocado, tanto él como Seiya tenían controles médicos mensuales, ¿lo olvidas? Si algo malo hubiera pasado con alguno la doctora me lo habría informado, para eso le pago, es decir, para eso le pagaba.

— Los alteró.

— ¿Cómo puedes estar tan seguro de eso?

— Sabe qué hace poco empecé mis prácticas en el hospital, ¿verdad?

Asentí.

— De acuerdo, un amigo mío trabaja con el doctor que le alteraba los informes médicos que él le presentaba a usted cada mes.

— ¿Qué? No, no es cierto. Si Diamante estuviera enfermo me lo habría dicho.

— ¿De verdad lo cree? — Se levantó de la mesa, llegó conmigo y tomándome las manos, me miró con serenidad y me dijo...— Mi bella señora Serena, no le estoy diciendo todo esto porque me interese acabar con la imagen que usted tiene de él, es todo lo contrario. Le estoy contando esto para que lo busque, para que lo ayude porque, y de acuerdo a los reportes médicos que vi, a Diamante Black no le queda mucho tiempo de vida.

Me abracé a Darien y lloré, lloré amargamente sobre su pecho sin importarme lo que pudiera pensar de mí. Me prometí, después de lo que Zafiro me hizo, de la primera vez que me engañó y que todos en la mansión se dieran cuenta, que no iba a dejar que nadie me viera derrotada, llorando desconsolada y amargamente. Sin importarme lo que pudiera pensar, seguí llorando sin poder creer lo que Darien me había dicho.

— Entiendo que le duela, que este preocupada por él, pero trate de calmarse y búsquelo.

— ¿Estás seguro de que quieres que lo busque?

Asintió.

— ¿Seguro? Si busco a Diamante y lo convenzo de regresar a la mansión, tú y yo tendríamos que separarnos.

— Estoy consciente de eso, mi bella señora. Sé muy bien las consecuencias de haberle dicho todo esto, pero hágalo. Imagino que Diamante debe estar sufriendo mucho por la separación con usted y si a eso le agrega el padecimiento de su enfermedad, completamente solo, bueno...

— Eres muy noble. —Volví a abrazarlo y a sonreír sobre su pecho. Es verdad, me parece muy noble que haya renunciado a mí, y a lo mucho que sé le gusta estar conmigo, por Diamante— De verdad no puedo creer que estés haciendo esto.

— Si realmente estamos destinados a estar juntos, volverá.

Me separó de su pecho para que lo mirara. Levantándome el rostro a su altura, y sonriendo, me acercó hasta sus labios y me besó, me dio un beso muy, muy dulce, uno como los que me daba Zafiro cuando éramos novios.

— Darien...

— Si usted va a ser para mí algún día volverá. No le digo que salga en este momento a buscarlo porque, bueno, es tarde. Pero vaya mañana temprano, búsquelo y hable con él, pero eso sí, no le diga que sabe que está enfermo.

— ¿Por qué no?

— ¿Acaso no sabe lo orgulloso que es? — Sonreímos mientras él me limpiaba el rostro, mientras me quitaba las lágrimas...— Jamás dejaría que usted cuidara de él, pensaría que lo haría por lastima y sé que no lo haría por eso, sé que se quedaría con él porque le tiene afecto.

— ¿Te molesta?

— Soy un hombre y me acuesto con usted. Por supuesto que me molesta que quiera a Seiya y a Diamante.

— Pero...

— Pero, los conoció mucho antes de conocerme a mí. — Sonrió y me dio otro beso— Sé que los quiere, que ha tenido una relación con cada uno de ellos y tengo que respetar eso. Además, fue muy clara desde el inicio, nunca ocultó que tenía otras personas en su vida.

— Ay, Darien, no sé qué pensar de todo esto.

— No se preocupe. Búsquelo, hable con él y de acuerdo a lo que hablen me avisa para saber cuándo debo irme, ¿de acuerdo?

Asentí.

— Solo una cosa le voy a pedir.

— ¿Qué?

— Que si Diamante Black regresa a esta casa, no se vuelva a acostar con él, ni con él ni con nadie.

— Darien...

— No quiero compartirla con nadie. Quiero que sea mía...— Dijo cargándome y haciendo que enredara mis piernas a su cintura. Y ahí, aferrada de su cuello y con sus bellos ojos azul zafiro mirándome fijamente, me dijo...— La quiero solo para mí.

— Darien....

— Se la voy a prestar a Diamante porque, bueno, es una situación diferente. Pero quiero que sepa que desde la primera noche que pasamos juntos la considero mía, mía y solo mía...

— Oh, Darien, Darien...

— Mia y de nadie más.

Besándome como es él, tierna y apasionadamente, subimos a mi habitación y sí, me hizo el amor como si no fuera a volver a hacérmelo en mucho, mucho tiempo...

Al otro día y valiéndome de mis influencias, bueno, y también de mi dinero...llegué hasta la puerta de la habitación de Diamante. Convencí a la recepcionista del hotel para que me dejara subir a su habitación sin ser anunciada.

— No he pedido... Mi señora Serena.

— Hola, Diamante, ¿Cómo estás?

— Sorprendido. ¿Qué hace aquí? — Me dijo sosteniéndose del marco de la puerta y sin poder creer lo que veía— ¿Cómo subió? Pero, mejor que eso, ¿cómo supo que estaba aquí?

— Eres bastante predecible, cariño.

Sonreí y pasándole por el lado entré a su habitación.

— Sabia que, conociéndote como te conozco, no te ibas a hospedar en otro hotel que no fuera este. Y mira, no me equivoqué.

— ¿Qué hace aquí? ¿A qué ha venido realmente?

Sino es porque Darien me dijo todo lo que me dijo, no lo creería. Diamante siempre se ve tan bien, tan saludable. Pero ayer, y mientras estaba en su habitación, lo detallé mejor y es verdad, se ve enfermo. Ha empezado a perder cabello y no solo eso, es verdad lo de su peso, no me había dado cuenta antes, pero está más delgado que hace tres meses. Se ve pálido y sí, muy fatigado, como si estuviera débil.

— ¿Mi señora Serena? ¿Le ocurre algo? No me ha quitado la mirada de encima desde que llegó.

— No, no, no es nada. —Sonreí— Todo está bien.

— ¿Qué hace aquí? ¿A qué vino? No he hecho oficial mi renuncia, pero no se preocupe, lo haré esta misma semana. La verdad es que he estado muy ocupado y...

Claro, seguro haciéndose chequeos médicos.

Pensé mientras él seguía hablando.

—... y ahora que he arreglado varios asuntos, pienso ir a la mansión Black por mis cosas. Imagino que a su nuevo novio no debe gustarle que aun haya cosas de uno de sus ex novios y lo último que deseo es... ¿Por qué me mira tanto? Está actuando muy extraño desde que llego.

— Vengo a pedirte que me perdones, que regreses conmigo.

Diamante, obvio, se empezó a reír. Él me conoce, él sabe que yo nunca, por lo general, pido disculpas; y menos le ruego a nadie. Así que se empezó a reír porque pensaba que se trataba de una broma.

— ¿De verdad? No sé por qué ha decidido venir hasta acá a hacer ese tipo de bromas, pero, mi señora, no es gracioso. Gracias por la visita y...

— Te extraño. —Me levanté y fui con él. Y cerca de él, tomé una de sus manos y después de besarla le dije mientras él se veía muy conmocionado...— Me haces muchísima falta y he venido a pedirte que regreses a la mansión Black, que no renuncies a la empresa.

— Mi señora Serena...

— He venido a pedirte que vuelvas conmigo. Te quiero, Diamante, te quiero mucho.

Lo abracé, le di un fuerte abrazo y mientras no podía evitarlo, empezaba a llorar, él me abrazó, correspondió a mi abrazo y pronto se sumó a mi llanto, empezó a llorar a la par conmigo. Abrazados, muy fuertemente abrazados, me dijo al oído pacito, muy suavecito, lo que viene diciéndome por años, que me ama profundamente.

— La amo, mi señora Serena, la amo con todo mi corazón...

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