Raising Ye Rim | Park Jinyoung

By AmmyPariascaR

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- ¿Mamá? - ¿Sí, Ye Rim-ah? - ¿Te gusta el profesor Park? Prohibida su copia parcial o total. #1 en parkjin... More

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FIN.

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By AmmyPariascaR

Las veces que Jinyoung tuvo que cumplir su promesa fueron varias, durante las siguientes semanas. Casi todos los días, tuvo que llevar a Ye Rim a Sun Agency al encontrarse con el padre de ella rondando las instalaciones de la primaria. 

Jinyoung había pedido a la seguridad del lugar que no le dejara pasar, sin embargo, en la calle, nadie podía prohibirle caminar libremente. Por ello, el hombre se había estado paseando como si fuese su casa y había llevado al profesor Park a subir a mi hija a su auto y manejar a mi trabajo. 

Cada vez que recibía una llamada suya, avisándome que estaba fuera de mi oficina, sentía mis mejillas entrar en calor y tornarse de color rojo. Me sentía avergonzada de haber obligado a un hombre que no tenía nada que ver con nosotras a detener todas sus actividades. Sin embargo, si no se lo pedía a él, ¿a quién más podría hacerlo? Estaba sola en Seúl. Mi familia vivía en Pohang y no tenía amigos lo suficientemente cercanos como para pedirles algo como eso. 

Cercanos. ¿Siquiera el profesor Park era cercano? ¿Cuánto había pasado desde que le había conocido? ¿Un par de meses? 

Por enésima vez en el día, llevé mis manos a mis sienes y comencé a presionarlas con fuerza para intentar mitigar el dolorcillo que me había aquejado por varios días. Ye Rim iba en la parte trasera del auto y conversaba con el hombre a mi costado animadamente sobre algo de la escuela. Aunque quise prestarles atención y unirme a su conversación, no pude. Tenía mucho en lo que pensar, muchas decisiones que tomar. El padre de Ye Rim se estaba acercando peligrosamente y no parecía darse por vencido, y en el trabajo, seguían presionándome para que tomara una decisión sobre Jeju.

Quería gritar con todas mis fuerzas, soltar lo que tenía en mi interior, por fin, pero no podía hacerlo. Tenía que mantenerme fuerte por Ye Rim, tenía que darle seguridad y confianza, no cargarla de más problemas. 


- Hemos llegado. - anunció el profesor Park y solo entonces, caí en cuenta que ya nos habíamos detenido. 

- Muchas gracias. - murmuré con las pocas fuerzas que me quedaban y me quité el cinturón de seguridad para poder bajar del auto. 

- ¿Ya se tiene que ir, profesor Park? - preguntó Ye Rim, antes de que pudiese abrir la puerta del auto. 


Ni siquiera volteé hacia el hombre, mantuve la mirada al frente, luchando por no cerrar los ojos. Estaba exhausta. 


- Tu mamá está muy cansada, Ye Rim. - notó el profesor. - Será mejor que entren ya a su casa. 

- Mamá nunca está cansada. - refutó la pequeña niña, mientras colocaba su mano sobre mi hombro. - Mi mamá es la mamá más fuerte de todas, ¿verdad? 


Sintiendo mis músculos tan pesados como un elefante, asentí para ella con una débil sonrisa. 


- ¿Lo ve, profesor Park? - añadió Ye Rim, evidentemente alegre. - ¿Por qué no pasa por una taza de té? Le haré unas galletas con la receta de mi mamá para agradecerle por habernos traído a casa estas semanas. 


Sentí la mirada de Jinyoung clavarse en mí. Quería mi aprobación, antes de acceder a las peticiones de la pequeña e increíblemente ingeniosa niña de seis años, en el asiento trasero, y aunque quise negarme, no pude. Ye Rim tenía razón, había que agradecerle al hombre por lo que estaba haciendo por nosotras. No cualquiera dejaba de hacer sus cosas para llevar a una mujer y su hija a su apartamento, solo porque sí. 


- Ye Rim hace unas galletas muy buenas. - le dije. 


Jinyoung mantuvo su mirada fija en mí e intentó analizarme con ella, pero yo me volteé de inmediato para evitar que lo hiciera. El hombre había probado ser intuitivo y, por el momento, no quería tener que explicarle a nadie el motivo de mi ánimo decaído. 


- Si tiene tiempo, debería probarlas. - añadí para él y sin esperar respuesta, abrí la puerta del auto y bajé para sacar a Ye Rim de la parte trasera. 


Mi hija extendió los brazos hacia mí para que la levantara en brazos, pero tuve que negarme. Si sentía mi pequeño bolso increíblemente pesado, intentar levantar a Ye Rim hubiese sido la tarea más difícil del mundo. 


- Deja que yo te ayude, Ye Rim. - habló una voz a mi espalda y solo entonces, caí en cuenta que el hombre se había bajado del auto y lo había rodeado para llegar a mi lado. 


Ye Rim no puso objeción. Por el contrario, extendió sus brazos hacia el profesor y dejó que él la levantara en brazos y la colocara sobre el suelo. 

Ambos se quedaron viendo fijamente con una sonrisa dulce, una sonrisa que, según había descubierto recientemente, ambos la tenía solo para el otro. Parecía la sonrisa que un padre le dedica a su hija, una de esas que te muestra todo el amor que hay entre esas dos personas, en un solo segundo. 

Él sería un buen padre, pensé por enésima vez desde que le había conocido.


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- Entonces, ¿ahora solo tenemos que esperar a que las galletas estén listas? - preguntó un Jinyoung con el rostro manchado de harina. 

- Así es. - replicó mi hija, quien también tenía el rostro lleno de aquel polvo blanco. 


Jinyoung le sonrió a la pequeña, una vez más, antes de asentir. 

Yo observaba todo desde mi pequeña sala, con una taza del mejor café que había probado y que Jinyoung había preparado para mí, antes de que comenzara a trabajar en las galletas con Ye Rim. 


- Profesor Park, tiene el rostro cubierto de harina. - se burló Ye Rim, picando una de las mejillas del hombre con sus pequeños dedos. 

- Tú también. - replicó Jinyoung, echándose a reír con ella. - Ve a limpiarte, mientras yo organizo todo aquí, ¿te parece? 


Ye Rim asintió y sin protestar, salió de la cocina y enrumbó hacia el baño. Pero antes, al cruzar por mi lado, me saludó con la mano y me mostró una sonrisa enorme, una de esas que no se veían con facilidad en su rostro. 

Era increíble lo que Park Jinyoung podía lograr. 


- Sabes que no tienes que limpiar, ¿verdad? - le dije, mientras me levantaba de mi asiento y me acercaba a él, todavía con la taza de café entre mis manos. 


En las últimas semanas, habíamos pasado mucho tiempo juntos y poco a poco, me había acostumbrado a estar cerca de él. Había descubierto que me gustaba pasar tiempo con él, pero me obligaba a no penar mucho en ello para no dejar que mis sentimientos comenzaran a mezclarse. 


- No es molestia. - replicó al dejar lo utilizado en el lavadero para poder limpiar su rostro. - ¿Cómo va ese dolor de cabeza? 

- ¿Cómo sabes que tengo dolor de cabeza? 


Jinyoung se llevó una mano a la sien y empezó a apretarla, tal cual lo hacía yo. 


- Te he visto hacer eso unas... ¿mil veces? - dijo, intentando no hacer muy obvia su risita. - Quería darte una pastilla o llevarte a una farmacia por algún otro medicamento, pero no parecías de buen humor. 

- Lo lamento. - repliqué, casi de inmediato. 


Él me estaba ayudando más que cualquier otra persona y, sin embargo, yo estaba mostrándole el peor lado de mí. 


- Tengo muchas cosas en mente. - añadí en un tono de voz bajo, siendo consciente de que Ye Rim podría regresar en cualquier momento. 

- ¿Tiene que ver con el suéter blanco? 

- Ha ido a la escuela casi todos los días. - le recordé, apoyando mis codos sobre la barra central de la cocina, la misma en la que Jinyoung trabajaba para hacer lucir tal cual la había encontrado. - Y tú has tenido que traer a Ye Rim a mi trabajo la misma cantidad de días. 

- Sabes que no es molestia para mí. - dijo, encogiéndose de hombros, mientras sus ojos viajaban por toda la barra en busca de alguna otra mancha.

- No quiero que pienses que me aprovecho de tu amabilidad. 


Jinyoung se detuvo en ese preciso segundo y, con ambas manos apoyadas en la barra, me vio ladeando la cabeza. Su ceño se había fruncido y sus hombros estaban tensos, haciendo el ambiente extraño. 

Qué manera de cambiar de actitud, de un momento a otro.  


- Seon Mi, por favor, ya deja de pensar ese tipo de cosas. - pidió, utilizando un tono de voz lo suficientemente bajo para que solo yo lo escuchara, pero que demostraba lo mucho que le molestaba mi actitud. 

- Lo lamento. - murmuré, sin ser capaz de desviar la mirada de él. 


Jinyoung negó con la cabeza, nada satisfecho con mi respuesta. 


- Deja de disculparte conmigo por todo. - exigió, esa vez un poco más exasperado. - Estás acostumbrada a hacer las cosas sola, a hacerte cargo de todo por ti misma, pero no tienes por qué hacerlo. 

- Si no lo hago yo, ¿quién lo va a hacer? - le cuestioné, utilizando un tono de voz más áspero, que le dejó callado por unos segundos. - Tengo una hija, Jinyoung. - añadí y aunque quería que sonara como una excusa para comportarme de esa forma con él, ambos supimos que era por algo más. 


El hombre se había acercado demasiado a mí y a Ye Rim, más de lo que había permitido a ningún hombre acercarse, desde que ella había llegado a mi vida. Ni siquiera Mark pasaba tanto tiempo con nosotras. Ni siquiera él, que llevaba conociéndonos tanto tiempo, iba a mi apartamento y hacía galletas con mi hija. 

Las cosas tenían que aclararse y cuanto antes se hiciera, sería mejor. 


- ¿Crees que no lo sé? - preguntó, relajando sus hombros. 


Jinyoung comenzó a rodear la barra con pasos lentos, y cuando llegó a mí, pareció obligar a mi cuerpo a girar para quedar frente a frente, con una sola mirada. 


- ¿Crees que no soy consciente de todo lo que implica estar cerca de ti? 


Mi corazón pareció detenerse por un segundo al ver sus ojos soltar una chispa. 

¿Qué está pasando?, me pregunté, mientras mi pulso no hacía más que acelerarse. 


- El hecho de que siga aquí con ambas, ¿no te dice nada? 

- Dijiste que querías ayudarme. - repliqué, encogiéndome de hombros, haciéndome la desentendida, cuando claramente sabía por dónde estaba yendo esa conversación. 

- Quiero ayudarte. - afirmó seguro, dejando el paño con el que limpiaba la barra a un lado. - Eso es lo que he estado haciendo todos este tiempo. Pero siento que hay algunas cosas que deberíamos aclarar tú y yo. 

- ¿Cosas como qué? 


Jinyoung quiso reír, pero apretó los labios para evitarlo. Le vi recargarse en la barra de la cocina para luego cruzarse de brazos, ganando tiempo para pensar en lo siguiente que diría. 


- ¿Dejas que otros hombres entren a tu casa? 

- No. - repliqué rápidamente, como si temiese que él pensara lo contrario. 


El hombre mostró una sonrisa ladeada y, todavía con los brazos cruzados, asintió. 


- ¿Dejas que otros hombres pasen tanto tiempo con Ye Rim? 


La forma en la que Jinyoung me miró, me hizo estremecer y tragar saliva. Su mirada podía quebrar a cualquiera, así de poderosa era. 


- Claro que no. - repliqué y en cuanto lo hice, Jinyoung se incorporó y comenzó a dar pasos cortos pero firmes hacia mí. 


Instintivamente, mis piernas comenzaron a retroceder. Mientras más cerca Jinyoung quería estar de mí, más me alejaba. Pero eso no parecía molestarle, parecía incentivarle a continuar haciéndolo, a continuar avanzando. 

Mi espalda chocó contra la fría pared y volví a estremecerme. Sin embargo, mi mirada no parecía poder quitarse de la de él, como si estuviese atrapada, como si fuese a acabarse el mundo si dejaba de verle. 

Aún cuando yo me detuve, Jinyoung no lo hizo. Continuó avanzando hacia mí, disfrutando de lo nerviosa e indefensa que me veía. Parecía un león acechando a su presa. 


- ¿Dejas que otros hombres te traigan a tu apartamento? 

-  Bueno, a veces, Mark me trae, luego del trabajo. 


La reacción de Jinyoung fue tan rápida que demoré unos segundos en procesarla. Él estampó una de sus manos en la pared, a la altura de mi rostro, haciendo que de un salto en mi sitio. Sus ojos soltaron una chispa de ira y se entrecerraron ligeramente, mientras la mitad superior de su cuerpo se inclinaba hacia mí. 

Quise poder tener la habilidad de fundirme con la pared, en ese momento. Pero no podía hacerlo y no sabía si eso me asustaba más o si, en el fondo, una mini Seon Mi se relamía del gusto de ver al hombre tan cerca. 


- Creo que esta será la última vez que venga a tu casa, Seon Mi. 

- ¿Qué? - pregunté, sin comprender. - ¿Por qué? 


Jinyoung bajó su brazo lentamente y, de la misma forma, comenzó a dar varios pasos lejos de mí. Todo en él había cambiado de un momento a otro, como si se arrepintiese de acercarse a mí de aquella forma. 


- Creo que necesitamos volver a establecer ciertos límites entre nosotros. - dijo, más para él que para mí, con la mirada en el suelo. - Yo... lamento haber hecho eso... lo de hace unos segundos. Soy el profesor de tu hija, no puedo... no debo hacer esto. - añadió, balbuceante, expresando la lucha interna que cargaba. 

- Solo olvidémoslo, ¿bien? - sugerí, sintiendo mi pulso acelerarse. - Las cosas no tienen por qué cambiar. 


No quiero que cambien, añadí en mi mente. 

Me había acostumbrado a él, a su humor extraño, a su forma de ser distinta a cualquier otra persona que conocía, a cómo era con Ye Rim y cómo parecía iluminar todo con su sola presencia.

Pero Jinyoung negó con la cabeza y, contrario a lo ocurrido minutos antes, ya no pudo dirigirme la mirada. 


- No, Seon Mi, yo no debí cruzar este limite. - insistió. 

- Solo olvidémoslo. - pedí, una vez más, casi suplicante. - Dejemos que las cosas vuelvan a su lugar y...

- Creo que deberíamos alejarnos un poco. - me interrumpió. - Volver a llevar una relación de madre-profesor, sería más conveniente. 

- Claro que no. - solté de pronto. - Jinyoung, eres...


Los ojos de Jinyoung buscaron los míos de inmediato, expectantes de lo siguiente que diría. 


- Jinyoung eres... - dudé una vez más, intentando encontrar las palabras correctas. - Eres una de las personas más cercanas que tengo, a pesar de que nos hayamos conocido hace muy poco tiempo. 


Él guardó silencio, haciéndome pensar que había sonado demasiado patética. Pero luego, de un momento a otro, su rostro pareció cobrar vida nuevamente y las comisuras de sus labios se elevaron ligeramente para mostrar lo mucho que le habían gustado mis palabras. 


- Gracias. - murmuró. - Pero me he vuelto muy codicioso. 

- ¿A qué te refieres? - quise saber, despegando mi espalda de la pared para acercarme a él. - ¿Qué es lo que quieres? 

- Todo. - replicó seguro. - Lo quiero todo. 

- ¡He vuelto! - vociferó Ye Rim y como si un botón se activase en ambos, nos pusimos una máscara de felicidad y tranquilidad, y recibimos a la pequeña como si nada hubiese pasado. - ¿Están listas mis galletas? 

- ¿Quieres que las veamos juntos? - preguntó el profesor y enseguida, tomó la mano de mi hija y fueron a revisar el horno.


Jinyoung se quedó a comer las galletas con nosotras y a tomar el té que Ye Rim le había ofrecido. Nos ayudó a limpiar todo, a pesar de que le dije mil y un veces que yo podía hacerlo, y luego, se despidió, como si nada hubiese pasado. 

Jinyoung dejó nuestro apartamento, se subió a su auto y luego, se perdió al doblar en la esquina, dejándome con un sinsabor en la boca y unas ganas tremendas de ir corriendo y alcanzarle. Pero no lo hice, me quedé en mi apartamento con mi hija, la arropé y luego, me fui a la cama también. El problema fue que, toda la noche, no pude dejar de pensar en él, en lo que me había dicho y en todos los posibles significados. 

¿Qué es lo que quieres, Park Jinyoung? 




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Miren quien está actualizando dos veces en una semana. ¿Me han extrañado? Yo las he extrañado. 

Ya le estoy dando forma a esta historia, pronto comprenderan todo, pronto entenderán lo que pasó con Ye Rim, con su madre biológica y el padre, porque uno no viene al mundo sin dos personas involucradas. 

¿Están listas? 




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