|| Invitación
—Jóvenes, voy a pedirles que se retiren a su voluntad del parque.—
Observamos al oficial de policía quien actualmente nos reprochaba y nos obligaba a irnos del lugar por los disturbios que causamos.
Pedimos disculpas y apenas salimos del lugar ambos soltamos unas carcajadas.
—Eres una chica problema ______—El rubio me miraba burlón, yo le devolví otra mirada acusadora.
—¡Cállate! la culpa es de ambos— Sobé mis brazos por el frío, ya había oscurecido por completo.
—Odio decir esto, pero creo que deberíamos volver—Mirio notó ese acto. Hice una mueca de disgusto.
—Está bien, vamos—
Caminamos hasta la parada de autobuses, ya que para este entonces las estaciones de trenes están deshabilitadas. Nos quedamos unos minutos hablando hasta que finalmente apareció uno. Mi amigo me dio el paso para que subiera primero, acepte y pagué mi pasaje.
Como eran horas muy poco recurrentes el autobús se encontraba vacío por lo que pudimos sentarnos uno al lado del otro sin ningún problema. Conversamos todo el viaje, hasta que su mirada cambió a una preocupada.
—______ ¿Quieres venir a mi casa?— Sentí un calor inmenso cubrirme, voltee a verlo asombrada. — ¡N-no de esa forma! Es que me siento culpable por haberte tirado a la fuente, debí aceptar tu oferta—
—No quiero ser una molestia Mirio, aparte nuestras casas no están muy separadas creo que serán unos 15 minutos más en el autobús—
—Por favor, no quiero que te enfermes con las pruebas tan cerca—Pensé en su invitación unos segundos, estaba en lo cierto.
—Está bien, pero me vuelvo antes de cenar— El rubio sonrió triunfante, había ganado nuevamente.
—No te preocupes, podrás irte cuando quieras—
Pasaron otros minutos más del viaje, ya que nos encontrábamos en un autobús este suele tardarse más por el tráfico y la mala ruta. En un momento Mirio se enderezó en su asiento, observando su entorno.
—Ya estamos por llegar, pidamos bajar—
Nos acercamos al chófer y le indicamos que nos bajaríamos. Este mismo asintió y unos metros adelantes nos dejó.
—Ven, no queda muy lejos—
Su barrio era muy parecido al mio, muy bien cuidado y con unas casas grandes y modernas. La vegetación era lo que más me llamaba la atención, en toda la vereda podías encontrarte con árboles, arbustos e inclusive se podían apreciar a pesar de la oscuridad unas macetas que se asomaban por las ventanas de las casas, cada una tenía una diferente.
—Llegamos— Anunció mi acompañante.
Debo admitir que soy una persona muy curiosa, por lo que quería echarle un vistazo a la casa pero me resistí a hacerlo ya que lo consideraba como una falta de respeto. Me abrió la puerta y me dejo pasar.
—Papá, llegamos—
Un hombre con pelo castaño y una contextura algo grande bajo por las escaleras. Al llegar al final de estas me observó directamente. Un escalofrío recorrió por mi espalda.
—Buenas noches Togata-san, soy Jaminari ______ es un gusto conocerlo—El hombre finalmente me sonrió y me acercó su mano la cual acepte con gusto.
—También es un gusto, puedes llamarme Hideki si gustas—Sonrió amable.
—______—Mirio llamó mi atención.—Acompáñame, te daré ropa para que te cambies—
El rubio subió las escaleras, mire con duda a Hideki y este movió su cabeza para el lado donde subió su hijo. Con cierta desconfianza seguí sus pasos. Me encontré con un gran pasillo, camine por este mismo para encontrar la habitación de Mirio.
—Por aquí— Escuche su voz en una habitación que se encontraba a mi derecha. Toque la puerta con suavidad.— Ven, entra— El rubio me esperaba por detrás de la puerta la abrió por completo para dejarme pasar. Su habitación era decorada con muchos colores vivos y algún que otro póster de superheroes, pero en su mayoría podían apreciarse varios diplomas y medallas.
—¿Qué son todo estos?—Señale una de las medallas, Mirio volteo a mirarme ya que se encontraba buscando ropa antes de interrumpirlo.
—Fue cuando gane el primer lugar en el festival deportivo en mi segundo año, el de al lado es de este año— Sonrió orgulloso, voltee la medalla para encontrar una mínima descripción de esta, la cual como me había indicado Mirio era del festival deportivo.
—Veo que tienes unas cuantas— Mi amigo agarró la medalla que estaba sosteniendo.
—Son muy importantes para mí, demuestran todo mi progreso a lo largo de los años de entrenamiento—
—¿Sir Nighteye te entrenó?—
—Principalmente— Admitió para luego retomar la palabra.—, pero la Yuuei también hizo su encanto—
Seguí observando su habitación hasta ver que en el armario se asomaban una pila, y debo aclarar que importante, de regalos.
—¿Esos son... regalos?— Pregunté sorprendida.
—Pues si, de gente que salve en estos años como héroe con licencia, de alguna forma siempre consiguen entregármelo el mismo día y algunas veces lo envían a la oficina de Sir Nighteye para que luego él me los entregue—
—¡Es genial!—
—Lástima que puede llegar a ser abrumador de tantos regalos que llegan—
—Pero lo mismo debes sentirte bien de que piensen en ti y que les salvaste la vida—Agarró un regalo y sonrió con melancolía.
—Los que más me gustan son los dibujos de los niños— Me acercó uno que colgaba de su puerta.
Podía apreciarse la dedicación que tuvo la niña al hacer ese dibujo, en este retrataba el momento en el que Lemillion le rescató.
—Es muy lindo— Admití con ternura. Mirio observó el dibujo unos segundos para luego mirarme.
—Casi lo olvido por completo, tienes que cambiarte— Buscó en su armario una prenda para prestarme.
—No te preocupes por un pantalón, compre uno en el centro comercial—
—Está bien, pruébate esto—Me alcanzó una remera básica manga corta y de color negro. Le agradecí y luego se retiró para dejarme cambiar tranquila.
La remera era inmensa, cubría más de la mitad de mi cuerpo por suerte.
—Estoy lista—Mirio se adentró de a poco a la habitación, procurando que la chica si estuviera cambiada. Luego al verla soltó una leve risa.
—Te queda muy grande, déjame buscarte otra— Hice una mueca al estar en desacuerdo. Le tome del brazo para llamar su atención.
—Para... me gusta esta, es bastante abrigada— Si bien la remera si cumplía la función que había nombrado en realidad quería conservarla porque tenía curiosamente su olor.
—¿Estas segura?— Me miró con duda, yo asentí repetidamente.— como quieras, bajemos que papá ya preparó la cena—
—¡Mirio! Te dije que no iba a quedarme a comer— Le reproche.
—Ya no tienes opción, tendrás que comer con nosotros o esa comida se desperdiciara— Agarró mi mano y me acercó a su cuerpo dándome un abrazo.
—Está bien.—Acepte— Pero con una condición, entrenaremos en mi casa— Me separe de su cuerpo para estirar mi mano, como si fuera un acuerdo formal.
—Hecho— Agarró mi mano con fuerza.
Alguien tocó la puerta.
—Niños, no se que estuvieron haciendo pero la comida ya está lista. Bajen apenas puedan—
Mire a Mirio avergonzada, luego de ver su sonrisa burlona la sangre subió a mis mejillas.
—¡No seas tonto! Que vergüenza Mirio, por favor le tienes que aclarar que no hicimos nada—Puse mis manos en mis mejillas para calmar el calor de estas mismas.
—Lo voy a pensar— Dirigió su vista al techo, pensativo.
Agarre una almohada y la estampé en su cara. Soltó una risa.
—No te preocupes, le voy a decir que no pasó nada.— Acercó mi cabeza con sus manos y me dio un beso en el pelo.